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Friends with benefits por nemesis1226

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Notas del capitulo:

Que lo disfruten =D

 


DANIELLE

En la parte trasera de la escuela está el gimnasio y dentro de éste se está jugando un partido de baloncesto.
Es un gimnasio bastante amplio, al menos para mil espectadores.
Mi novio -ex novio-, es alero y capitán del equipo. Sí, ese mismo de cabello negro azabache, nariz perfilada, piel con bronceado natural, ojos que iban de un azul claro al gris, 1’80 y sonrisa de ganador. Su nombre es Jhon Morrison, tiene el balón, esquiva a dos defensas del otro equipo, le hace un pase a David, su mejor amigo, éste esquiva otro defensa y le regresa el balón, Jhon se detiene en la línea de tres puntos, lanza y… ¡ANOTA!
Las porritas saltan y gritan al unísono del público que defiende su equipo local. Luego, hacen una formación y cantan un par de rimas de burla lideradas por su capitana, es decir, yo, Danielle Bonnet. Tengo el cabello ondulado rubio cenizo con algunos mechones negros, piel blanca, ojos dorados, 1’65 de estatura, senos medianos, cintura pequeña, cadera justa, piernas largas… en fin, soy perfecta.

Ya sé lo que están pensando, “la típica pareja de plásticos”. Vale, no les voy a negar que soy un poco… ¿arribista? Pero no es mi culpa que los demás se dejen pisotear. Es decir, yo soy yo por encima del resto del mundo.

Justo detrás de las porristas, en la cuarta línea de sillas, hay una chica de cabello liso negro, ojos acerados, 1’70 de estatura, piel como la de mi novio, labios gruesos, jeans rotos, camisa blanca, chaqueta negra, converse negras y mirada fiera. Su nombre es Ángel Jhacomme y es mi amante - ¿o examante?-.

El partido anterior, data de cuando todo era perfecto -dentro de lo poco que abarca esa palabra en mi vida-, y es un video en un plasma frente a mí. Estoy atada y amordazada, Ángel esta a mi lado demasiado calmada para mi gusto y Jhon parlotea algo desde la cocina. Ojalá aquello fuera un trío sadomasoquista y no un secuestro…

La verdad, no puedo parar de llorar de la rabia más que de terror. Estoy completamente humillada y mi cabeza trabaja planeando mil y un formas de acabar con ese idiota.

Ángel me mira e intenta calmarme con su expresión, una que dice algo como: “no te preocupes, todo estará bien, lo golpearé y nos largaremos, no sé cómo pero lo hare”.

Blanqueo los ojos y miro hacia otra parte. Siendo honestos, no hay nada de “bien” en esta situación. Debo reconocerlo, lo que sucede es mi culpa, si tan sólo hubiera manejado mejor la situación sin dejarme llevar por el ego -y el corazón-, muy seguramente no estaríamos en esta situación.

El crujido de la madera del piso me indica que el basquetbolista está de regreso y cuando levanto la vista el brillo de un enorme cuchillo me deslumbra. Lo conozco lo suficiente como para saber que mi rostro será la primera víctima de ese filo.

Por inercia intento alejarme arrastrándome hasta que la pared me detuvo. Trato de pronunciar algo pero la maldita mordaza no me deja hablar.

Pero, ¿Cómo llegue a esa situación?

Primero debemos regresar en el tiempo poco más de un año. El partido del video es de hace unos seis o cinco meses.

El invierno navideño se suponía que ya debía haber terminado pero la nieve seguía cayendo. Sin embargo, las clases iniciaron con normalidad.
Era mi último grado de preparatoria antes de la universidad pero, por desgracia, mi horario de clases sufrió un terrible cambio por error del sistema y sólo tenía una clase en común con mis supuestas amigas. En las demás me tocaba con personas que sabía llevaban mucho en la escuela pero que nunca determiné.

Por fortuna, lo que tengo de rubia no lo tengo de bruta como otras chicas de la escuela y sin problema podía desempeñarme en las clases.
La primera de ese día fue Química. Como era la primera semana y el frio todavía azotaba, el profesor se limitó a recordar terminología del curso anterior, a lo que respondí unas cuantas. No muchas para ser nerd ni muy pocas para ser plástica.
Diagonal a mí, un puesto más arriba a la derecha, estaba Ángel, con su aspecto rockero y su olor fascinante. Era una chica muy sexy que sólo hasta ese momento me digné a prestarle atención.

Me dediqué a mirarla cada vez que tenía oportunidad, cuidando que nadie lo notara salvo ella.
Una mirada bastó para notar que también le gustaban las chicas; es como un sexto sentido que tienes cuando eres bisexual, homosexual, lesbiana, transexual, o cualquier otro “sexual” menos el hetero, son como menos evolucionados que nosotros.
Le gustaban las chicas, pero no las chicas como yo, capitana del equipo de porristas, rubia, aparentemente estúpida, y claro, novia del capitán del equipo de baloncesto. Estaba segura de que tampoco le gustaba el baloncesto.

Pero me gustaban los retos y quería que estuviera conmigo. No la veía como la típica matona de escuela pero algo en ella me atraía.

Para su gran desgracia y mi enorme fortuna, compartíamos todas las clases de la semana, salvo la que tenía con mis “amigas”, y ese día me deleité, no sólo con su olor, sino con su fastidio también.

La última clase fue de matemáticas y usando un poco de mi influencia como la chica más popular, visualmente, les ordené a varios que dejaran cierto lugar libre para mí. Ella no lo notó y se sentó justo donde siempre lo hacía -parecía que elegía la misma silla inconscientemente-, y yo terminé a su lado.

El profesor hablaba de un montón de cosas aburridas que yo ya me sabía de memoria. Cálculo, rectas, operaciones algebraicas, etc. Entregó un trabajo para hacer en parejas como hacia al inicio de todos los años. Me acerqué a ella y cuando los demás notaron esto, se alejaron, tanto de ella como de mí, dejándola sin más opción que aceptarme como su compañera por el resto del curso.

-Soy Danielle- dije extendiendo mi mano para saludarla sin dejar de sonreír.
-Ángel- respondió seca ignorando mi mano.

Fingí no notarlo y me acerqué más.

- ¿Ángel? Es un nombre raro para una mujer, ¿no debería ser Ángela?- pregunté tratando de romper el hielo.
- Los ángeles no tienen sexo, por ende, el sustantivo tampoco- contestó. Su voz era un poco grave y brusca. Sin embargo, fue el acerado de sus ojos el que casi me dejó sin aliento, fue como ver directamente el alma de un animal solitario.
- Oh…ya veo, vale, un placer- corté cuando vi el profesor cerca. Tuve que sacudir la cabeza y medio sonreír para recordarme a mí misma que sólo buscaba diversión y no un alma para salvar. Como si yo pudiera salvar a alguien…

Inspeccionó la hoja por unos cuantos segundos y la dejó en la mesa.

- No entiendo nada de eso- se quejó algo frustrada.
-Yo sí, puedes venir a mi casa o yo voy a la tuya y te explico para que trabajemos juntas- le invité.

Me miró como si me tuviera miedo.

- ¿Me estas invitando a tu casa?- cuestionó aterrada.
- Sí, ¿Cuál es el problema?
- Eres Danielle Bonnet, capitana de las porristas, elitista a morir, ¿acaso se te antojó jugarme una broma y por eso me acosas todo el día?- inquirió enderezando la espalda. Noté que era más alta que yo. También muy perceptiva.

Como serpiente amenazada, también me senté derecha y la miré.

- Soy más de lo que todo el mundo piensa, y aunque eso suene estúpido es verdad, ahora, te puedo ayudar con lo de matemáticas o pierdes la materia, tú decides- declaré sin inmutarme.
- Está bien- accedió inexpresiva - ¿hoy?- se aseguró.
-Si quieres…puedo cancelar la cita con mi novio para que estudiemos- sugerí.

Me miró todavía más sorprendida.

- No se va a morir si no me ve, seguro se va con sus amigotes a jugar billar o algo- defendí sonriéndole con inocencia. La pobre no sabía lo que le esperaba sola en mi casa. Me imaginé a mi misma riendo como Maléfica*.
-Entonces paso a tu casa a las cinco- afirmó.

Justo en ese momento la campana sonó y, como abejas alborotadas, todos se pusieron de pie para irse. Ella desapareció de mi vista en menos de cinco segundos. No alcancé a preguntarle cómo diablos sabía dónde vivía.

Hice algo de ejercicio mientras la esperaba. Mi casa estaba sola, como siempre. Papá de viaje, mamá loca.
Después de hacer una hora de elíptica -spinning-, relajé el cuerpo caminando por la casa, me hidraté un poco y me metí a bañar.
Tal y como lo esperaba, ella llegó justo cuando yo salía de la ducha y tuve que abrirle la puerta mojada cubierta sólo por una toalla.

Se quedó sin palabras apenas me vio. Señal de que sospechaba un poco de mi propuesta de estudiar.

-Sigue, mi habitación es la última del segundo piso- le indiqué dejando que la toalla se me bajara descubriendo un poco la redondez de mis senos.
- Ahm… claro… mejor me quedo aquí abajo para que te puedas vestir… - tartamudeó nerviosa.
- No te preocupes, somos mujeres, ¿Qué puedes ver que ya no tengas bajo las bragas?- bromeé empujándola escaleras arriba.

No respondió pero controló sus reacciones.

Ya en mi habitación, seguí caminando mientras acercaba mi rostro al de ella. Retrocedió hasta golpear contra el borde de la cama y quedar sentada. Me incliné casi hasta besarla y tomé mi peine que estaba a su lado. Apenas me alejé respiró de nuevo. ¿Por qué no estaba a la defensiva?

- Entonces, ¿no tienes idea de nada de la guía o conoces algunos términos?- pregunté dándole la espalda.

Caminé hasta mi armario y dejé caer la toalla en el camino.

- No, nada, no es que haya puesto mucha atención a la clase del señor Phillips el curso pasado- respondió sin quitarme los ojos de encima; podía sentirlos.
- Vale, entonces tendré que enseñarte un par de cosas- comenté con doble sentido.

Fue suficiente presión por un minuto. La dejé tranquilizarse mientras me vestía hasta que fue la hora de ponerme una blusa cuyo cierre estaba en la espalda.

- ¿Me ayudas con esto?- dije sosteniendo la blusa sólo para cubrir mis senos mientras le daba la espalda. ¡Que truco tan viejo!

- Cla…claro…- accedió. Aunque en la respuesta sonaba aterrada, sus manos fueron seguras y subieron el cierre con delicadeza. Me mordí los labios para no demostrar el escalofrío y me giré rápidamente.

- Gracias lindura- y le di un fugaz beso en los labios que la dejó paralizada.

De nuevo en el tocador me arreglé el cabello y maquillé un poco.

- ¿Empezamos?- invité señalándole mi escritorio de estudio.

Lo pensó por un momento cuando me vio sentarme. Al parecer su instinto ya le había advertido que yo era un peligro. Pero se acercó y se sentó a mi lado colocando la hoja sobre la mesa. Una forma de indicar que sólo eso quería saber y nada más.

Durante una larga hora le expliqué todos los términos algebraicos que pedía guía, resolvimos unos cuantos ejercicios como ejemplo y me cansé de tanta matemática.

- Ven, vamos a la cocina por algo de comer- me puse de pie y la esperé en la puerta.
- ¿Comes?- preguntó medio riendo. Ya estaba empezando a tomarme confianza.
- De hecho, me gusta comer mucho- confesé encogiendo los hombros.

Bajé y ella me siguió. Noté que estaba disfrutando el tiempo con ella.

- ¿Qué se te antoja? Hay de todo, desde soda hasta bebidas alcohólicas, comida light o chatarra- abrí la puerta del refrigerador y me hice a un lado.
- Lo que sea, es tu nevera- contestó.

Suspiré fuerte. Odiaba ese tipo de respuestas.

Saqué una caja de muslos de pollo del día anterior y la puse en el mesón para mi junto con una cerveza. Dejé la nevera abierta.

- Toma lo que quieras- insistí.

Al ver el refrigerador abierto no tuvo más opción que acercarse y buscar algo. Se decidió por un durazno. Casi me ofendí.

- ¿Te vas a comer todo eso?- inquirió algo sorprendida.
- ¿Quieres?
- No, gracias, sólo…es que tienes muy bonito cuerpo, no vomitaras después ¿cierto?

Solté la carcajada.

- No, tranquila, esto se soluciona con suficiente reposo y una hora de ejercicios- aclaré devorando otra presa. La segunda.

No me creyó. Era de esperarse.

Dejé el pollo en ese momento. No era bueno seducir llena de grasa.

- Ok, para no hacerte sentir mal…- guardé el pollo y tomé una manzana.

Me hice cerca de ella y di el primer mordisco tan fuerte como pude. La fruta crujió y Ángel se sobresaltó.

Apenas terminó su durazno, dejo la semilla en la basura y se puso de pie.

- Será mejor que me vaya…- dijo con seriedad.
- ¿Por qué?- puse cara de cachorro.
- ¿A qué juegas conmigo, Bonnet?- retó.

Me sorprendí pero lo mantuve oculto con otro mordizco.

- ¿De qué hablas?
- ¿A qué se debe todo este juego de seducción? ¿Acaso tienes cámaras escondidas? ¿Tú y tus amigas quieren jugar a que soy lesbiana? ¿Publicarlo en alguna parte y humillarme públicamente?- soltó acercándose amenazante.

Retrocedí hasta que el fregadero me detuvo.

- ¿Por qué piensas eso?- curioseé un poco confundida. ¿Esa era la imagen que tenían todos de mí?
- De repente la señorita popularidad me invita a su casa, sola, se desnuda para mí y hasta me acorrala, ¿crees que no lo he notado? Pues te tengo malas noticias, NO SOY LESBIANA, me gustan los hombres…- declaró enojada pero escondiendo algo.

Sonreí muy grande. De un salto me senté en el borde del fregadero, y la envolví con mis piernas pegándole tanto como pude a mi cuerpo. Tal vez ella era más grande, pero yo era porrista y tenía un muy buen estado físico y mucha fuerza.

- Pero también te gustan las mujeres…- susurré bañándola con mi aliento para luego besarla.

No se movió los primeros segundos pero no tardó en dejarse llevar y terminó por aferrarse a mi cintura.

El beso fue largo, sabroso, lo reconozco.

- A mí también me gustan ambos sexos- confesé cuando nos separamos por un momento.

Frunció el ceño cuando recordó que no confiaba en mí. Se alejó con brusquedad y se recargó contra el mesón.

- No hay ninguna cámara- me bajé de la mesa y me acerqué a ella, quería otro de esos besos - me gustas, pero estoy con Jhon y no creo que esto le agrade- estaba muy cerca de su rostro - te propongo algo- medio sonreí.
- ¿Qué cosa?- seguía desconfiada.
- Seamos amigas con derechos, con beneficios, como lo quieras llamar, te aseguro que la vamos a pasar muy bien- respondí dándole otro beso, uno suave.

Lo pensó.

- Sé que esto también te gusta, de otra forma no habrías aceptado mi invitación, nadie tiene porque enterarse, sin celos, sin nada formal, sólo nos encontramos cuando queremos divertirnos un poco o nos aburrimos de nuestros novios- insistí.
- ¿Nada formal?- se aseguró.
- Sí, nada formal, sin celos, sin escenas de quinta en la escuela o en ninguna parte, ni siquiera es obligatorio que nos encontremos, sólo si una lo desea, llama a la otra, le propone diversión, y si la otra aceptan, entonces nos encontramos- continué. Eso no era tan cierto, la mantendría conmigo tanto tiempo como me fuera posible

Lo seguía considerando.

- Amigas con derechos…sin compromisos…- susurré manipuladora.
- Suena bien-…y anoté

 


*Maléfica: Bruja malvada de La Bella Durmiente.

 

 

 


Notas finales:

reviews

besos


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