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Piel de ángel por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— Capítulo 4 —

Conquista

 

Shuichi, como todos los días, trabajaba desde temprano en el restaurant, y Yuki como cada mañana, lo visitaba. El avance que habían sufrido ambos en su «particular» relación era notable y radial, y había logrado que Shuichi ya no fuera más aquel chico rebelde y hostil que buscaba la forma de escapar de Yuki que, ante todo, imponía su orgullo y altivez para conseguir al joven stripper a como diera lugar.

Desde hacía una semana Yuki siempre buscaba un pretexto para visitar a Shuichi en sus dos trabajos, y no conforme con eso, hacía también de chofer para llevarlo a casa, al restaurant y al Strip Club. Todo era parte de su estratégico plan para acostarse con él. Pero no se estaba dando cuenta que sólo se involucraba más en su propio juego y que lentamente caía rendido a los encantos naturales e inocentes de Shuichi. Con cada visita, con cada mirada y cada palabra, Yuki dejaba entrar a Shuichi a su corazón.

Aparcó el auto en el frontis del departamento de Shuichi, quien se quitó el cinturón de seguridad con apremio y tomó su bolso para luego mirar a Yuki. Él, desde que había apagado el motor del carro, le observaba en silencio.

—Gracias —pronunció Shuichi, rompiendo el silencio.

—De nada —respondió Yuki. Sacó un cigarrillo y lo encendió, sintiendo la fija mirada de Shuichi en él.

—Me pregunto... —articuló Shuichi—. ¿Por qué sigues con tu plan de conquista?

Yuki lo miró con sorpresa, pero trató de disimular su impresión.

Apartó la mirada y respondió:

—¿Qué te hace pensar que tengo un plan? —Su tono de voz sonó indolente y frío.

—¿Me lo vas a negar tan descaradamente?

—Tómalo como quieras. No tengo ningún plan.

—Está bien —resopló Shuichi con cansancio—. Haré cuenta que eres un noble samaritano y que sólo me presta su ayuda como un buen amigo. —Acomodó su bolso y abrió la puerta, pero la mano de Yuki lo sujetó del brazo con prontitud. Shuichi volvió el rostro y se encontró con la mirada fija e intensa de Yuki. Se estremeció por eso.

—¿Y cuál sería el problema que tratase de conquistarte por las buenas? —cuestionó Yuki con una seriedad aplastante sin apartar la mirada de los ojos de Shuichi, quien sentía su corazón muy agitado y sus mejillas ardiendo al estar tan cerca de ese hombre que confundía sus pensamientos y arrollaba sus sentimientos.

—Perderías tu tiempo —logró articular finalmente, luego de recobrar el ritmo normal de su respiración. Desvió la mirada e intentó parecer casual e indiferente.

—No lo creo —rebatió Yuki, soltando el brazo de Shuichi—. No suelo darme por vencido tan fácilmente. —Shuichi dio un brinco sobre el asiento. —En todo caso... —añadió Yuki—. El ser tu amigo no es tan malo después de todo. —Volvió su rostro y esgrimió una sutil sonrisa que estremeció a Shuichi. Y frente a ese gesto, se sintió derretir por dentro.

—Y-Ya me voy... —se apresuró a decir y bajó del vehículo.

—¿Quieres que pase por ti más tarde?

Shuichi lo miró con suspicacia. Su ceja derecha tomó la forma de un arco.

—¿Y me niegas que no tienes un plan? —ironizó con una sonrisa burlona—. Está bien, como quieras —añadió—. Pero luego no te quejes por el gasto de gasolina.

Yuki hizo un ademán con suficiencia.

—Tengo dinero suficiente para no quejarme —respondió luego de soltar el humo de su cigarrillo.

—Sí... me doy cuenta —señaló Shuichi casi en un susurro, mirando el automóvil que hacía gala de la apariencia de Yuki—. Adiós. —Sonrió.

Yuki puso en marcha el motor y se asomó por la ventanilla.

—Hasta más tarde —comentó con una sonrisa.

Cogió el volante, cambió de ve­locidad y avanzó por la avenida.

Mientras el auto se alejaba por el sen­dero, Shuichi caminó hasta el pórtico del edificio, mirando el auto de Yuki perderse a lo lejos.

Momentos después, en el ascensor, Shuichi sonreía por lo tonto y evidente que era Yuki al tratar de conquistarlo. Y aunque éste no lo reconociera ni demostrara, realmente estaba consiguiendo obtener su corazón y atraparlo sin mayor escape. Shuichi estaba interesándose más de la cuenta en Yuki. Su compañía ya se le hacía demasiado grata y placentera. Y lo extrañaba cuando no estaba.

—Soy un tonto —pensó. Sacudió su cabeza y salió del elevador. El pasillo del edificio en el que residía le recibió. Caminó por él hasta la puerta de su apartamento, con la mente ocupada en los quehaceres que tenía antes de ir al Strip Club, aquel antro que se había convertido en su segundo hogar.

 

 

Poco después de las siete treinta, Shuichi llegó a NG. Yuki había sido muy puntual al recogerlo. Estaba agradecido con él, porque gracias a su ayuda podía tener un poco más de tiempo para desenvolverse en casa con Riku.

Los motivos de Yuki por estar con Shuichi eran evidentes. Disfrutaba de su compañía, pero más al verlo bailar. Le gustaba ver su cuerpo cadencioso y esbelto desnudarse sobre el escenario ante él y para él, porque sabía que su presencia hacía efecto en Shuichi; lo confundía y azoraba más de lo que el propio Shuichi deseara. Yuki estaba seguro que su sola presencia y su mirada sobre Shuichi hacían vibrar su cuerpo.

Se detuvo frente al club nocturno y esperó que Shuichi se bajara, para luego ir al aparcadero de NG, a un costado del edificio.

—Te veo adentro —dijo, mientras Shuichi se quitaba el cinturón de seguridad y abría la puerta del auto.

—De acuerdo —respondió Shuichi concentrado repasando los movimientos que realizaría en el show de la noche.

—¿Qué vas a bailar hoy? —preguntó Yuki con algo de intriga.

Shuichi le echó una mirada fugaz y le sonrió.

—Ya lo verás. —Se bajó presuroso del carro y se adentró al club nocturno.

Yuki lo vio alejarse y reanudó la marcha para estacionarse.

Desde uno de los pisos superiores de NG, alguien observaba, sin perderse detalle alguno, lo que había sucedido entre Yuki y Shuichi, resultándole extraña y comprometedora la relación que se estaba suscitando entre Yuki y Shuichi. Algo parecía no gustarle.

Shuichi ingresó corriendo al camerino y comenzó a alistarse para su show. De fondo se escuchaba la estridente música correspondiente a uno de los espectáculos que se desarrollaban sobre el escenario.

—Llegas más temprano que de costumbre, Shu-chan —comentó Ryuichi mientras se embadurnaba el torso con una crema que hacía brillar su piel.

—Eh... sí... —respondió Shuichi un poco vacilante. Se observó en el espejo y comenzó a arreglar algunos detalles de su aspecto antes de iniciar su presentación.

Ryuichi lo miró con curiosidad.

—Me comentaron que desde hace unos días te has estado trasladando en el auto de un rubio muy guapo. ¿Es cierto? —preguntó, observando la expresión de Shuichi reflejada en el espejo.

—Parece que les queda tiempo para andar espiando —señaló Shuichi mientras se ajustaba el collar de cuero que correspondía al ornamento del atuendo que usaría esa noche—. Es sólo un amigo.

—¿Es el sujeto que te interceptó la otra noche en el callejón? K nos los dijo.

—K es un bocón —protestó Shuichi un tanto molesto.

—No te sientas mal por eso, Shuichi —aclaró Ryuichi—. Si dices que es tu amigo, no tiene nada de malo que subas a su auto —añadió, poniéndose de pie para comenzar su show.

—Eso creo... —musitó Shuichi. Se acercó al guardarropa y sacó de la hilera de prendas el traje que le correspondía usar para esa noche.

En ese momento, K ingresó al vestidor con su Magnum desenfundada.

—Treinta segundos para que lleves tu lindo trasero al escenario, Ryuichi. ¡Andando! —ordenó, y le apuntó con su revólver.

Ryuichi ajustó el último detalle de su atuendo frente al espejo y abandonó el vestidor. K, antes de seguirle, se volvió a Shuichi y le dijo:

—Parece que ese rubio de allá afuera es muy persistente. ¿Quieres que me haga cargo de él?

Shuichi no disimuló su sonrisa y siguió con su preparación.

—No le será tan fácil —respondió con seguridad.

—Me parece muy bien. No me gusta que acosen a mis chicos.

Shuichi rió tras el comentario de K.

—Lo tendré en cuenta. Ahora ve a vigilar a Sakuma-san. Sabes que le puede pasar algo como la otra vez.

—Ni me lo recuerdes —gruñó K—. Casi despellejo vivo a ese sujeto que se atrevió a pisar el escenario.

Shuichi asintió y vio a K salir de la habitación con su arma lista para disparar.

Mientras comenzaba la presentación de Ryuichi bajo una canción prendida y desinhibida, Yuki se servía un trago en la barra, de espalda al escenario. Pensaba en lo extraño que le resultaba estar en esa situación. Jamás se había imaginado que, al llegar a Japón, terminaría asistiendo prácticamente todas las noches a un Strip Club para ver bailar a un chico de cabello rosa. Siquiera hubiera sido para disfrutar el show nudista de una mujer, pero se había encaprichado con un muchacho que se negaba a tener sexo con él y que también criaba a un niño.

«Menuda suerte la mía», pensó mientras bebía sin escatimar en gasto alguno.

Alguien se sentó a su lado y le saludó.

—Buenas noches, Eiri-san.

Yuki no tardó en reconocer aquella empalagosa voz y maldijo por lo bajo, al tiempo que sentía cómo el Vodka se le atoraba en la garganta.

Volvió su rostro y se encontró con la sonrisa radiante y empalagosa de Tohma.

—Qué quieres —masculló sin ocultar su molestia.

—Vine a saludarte —respondió Tohma, mirando a sus alrededores mientras la música resonaba en el lugar, seguido del compás de una iluminaria  multicolor—. A este lugar le va muy bien. Fue un buen negocio en verdad.

—Me alegro por ti. No sabes cuánto —ironizó Yuki. Movió sus manos y comenzó a encender un cigarrillo, procurando ignorar a Tohma con descaro.

—Me preguntaba... ¿qué hace mi querido cuñado en este lugar, cuando supe por su propia boca que no le agradaba visitar este tipo de «antros»?

El tono mordaz y perspicaz de Tohma no dejó indiferente a Yuki. Le observó fugaz y percibió un brillo sagaz en sus ojos verdes.

—Es un lugar público —bufó apartando la mirada. Le resultaba incluso más entretenido ver bailar al ídolo de su hermano que prestarle mayor atención a Seguchi Tohma—. No tengo porqué pedir permiso ni darte explicaciones —añadió con hostilidad.

—No te he prohibido el ingreso —aclaró Tohma con gentileza—. Es sólo... una simple extrañeza —agregó casual—. El hecho que no te gusten sitios como éste y de pronto estés aquí casi todas las noches sólo para ver un show en particular, me entra la curiosidad de saber a quién mi cuñado espera ver en el escenario cada noche.

Yuki chasqueó la lengua y volvió a mirar a Tohma.

—Ve al grano, Seguchi —masculló con hostilidad—. Déjate de ironías y di todo de una vez —añadió. Liberó el humo de su cigarrillo y bebió de su licor.

El rostro de Tohma cambió y dio paso a un rictus serio; había decidido aclarar las cosas directamente.

—Quiero saber qué hay entre tú y Shindou Shuichi.

—Parece que tienes el tiempo suficiente para espírame y hurgar donde no te llaman —ironizó Yuki—. Me sorprendes a veces.

—Desde hace días. Incluso la primera noche que estuviste aquí, te vi tratando de involucrarte con Shindou. Y te lo advierto desde ya: aléjate de él.

Yuki lo acuchilló con la mirada.

—¡¿Y qué te hace pensar que te haré caso?! No eres mi madre ni nada parecido. Eres sólo, por desgracia, el esposo de mi hermana.

—Sé bien que a la última persona a quien escucharías sería a mí —aclaró Tohma—. Pero es un simple consejo de alguien que te estima.

—No quiero nada tuyo.

—Shindou Shuichi no es para ti.

—Eso no lo decides tú.

En ese momento, Tatsuha se dejó caer sobre la espalda de Yuki. Luego de la presentación de Ryuichi, había resuelto compartir unos momentos con Yuki y beber para refrescar su acalorado cuerpo.

—¡Hey, hermanito! ¡Qué gusto! —exclamó con picardía—. Me sorprende verte tan seguidito por aquí. ¿Acaso es para ver al favorito de todos?

Yuki lo apartó con un empujón.

—Cállate y esfúmate —masculló molesto.

—Pero qué genio. —Miró a Tohma y le saludó—. Hola cuñadito. Te diré: tus chicos son lo máximo. Son los mejores de todo Japón; lo digo honestamente.

Tohma esgrimió una sonrisa con agrado.

—Te lo agradezco, Tatsuha-san. Me gusta ofrecer un espectáculo de calidad; por eso contrato a los mejores.

—Sí, y te encargas personalmente de probar la mercadería antes de aceptarla en tu antro de mala muerte —masculló Yuki de manera burlona para provocar y fastidiar a Tohma.

—Eso no es cierto, Eiri-san. Yo jamás he...

—Me pregunto cómo lo hace Mika para soportarte y dormir tranquila en las noches. ¡Ah!, ya sé: el dinero. Le das tanto que no tiene ni ganas de quejarse. Mientras le compres todo lo que pide, deja que te acuestes con quien quieras.

Tohma se puso de pie evidentemente ofendido.

—Me parece que estás siendo muy grosero, Eiri-san. Yo amo a tu hermana y jamás la he engañado.

Tatsuha se había sentado a un costado de Yuki y había pedido cerveza para refrescar la garganta. Parecía ignorar por completo la discusión.

—No me des explicaciones que no te he pedido —aclaró Yuki de manera cortante.

Las luces del club en ese momento se apagaron y el animador anunció por micrófono el siguiente show de la noche.

Prestando atención al escenario, Yuki le dio la espalda a Tohma y se concentró en disfrutar del espectáculo que Shuichi iba a presentar en ese momento. La música comenzó a sonar y todos los comensales vitorearon enardecidos.

Bajo el ritmo de Fantastic Baby de BIGBANG y del juego de luces, Shuichi apareció.

De espalda al público y, apoyado contra el mural decorativo del escenario, comenzó a mover sus caderas de lado a lado con encanto y sugestión, siguiendo el compás de la música. El diminuto traje de charol en color rosa que vestía resaltaba su figura esbelta y dinámica bajo el juego de luces y el humo producido por el tabaco que los clientes del local fumaban sin descanso. Una boa de plumas color miel envolvía su cuerpo y caía en punta hacia atrás, asemejando la cola de un pavo real. Botas negras de charol revestían sus piernas poco más arriba de sus muslos y un portaligas, que se perdía bajo el pantalón corto, terminaba de adornar el conjunto.

Shuichi se movía con agilidad sobre el escenario, bajo la algarabía del público masculino que lo aclamaba por su espectacular despliegue sensual y casi infantil que los enloquecía. El meneo de su cuerpo era acompañado por la música y el tubo de acero que era su fiel acompañante a la hora de mostrar su excepcional trabajo.

Tatsuha aplaudía y silbaba frenético, sumándose al furor del público desplegado alrededor del escenario. Yuki en cambio, observaba en silencio; perdido en aquel cuerpo que deseaba con locura.

Tohma vio con escrutinio el rostro de Yuki y analizó críticamente la situación.

Se le acercó al oído y le susurró:

—Hay muchos como tú que quieren llevárselo a la cama. Espero que no seas tú quien lo logre. Él no es para ti.

Yuki volvió el rostro con perplejidad para hacerle frente a Tohma, pero éste ya se había alejado y conversaba con K sobre la vigilancia del local.

—Ay, hermano —articuló Tatsuha, sacando a Yuki de su enajenación—. Te juro que tienes una suerte enorme. Shuichi es el más cotizado del club y al parecer puso sus bellos ojos en ti. No desaproveches la oportunidad de acostarte con él. Así serás el afortunado que se quedará con su virginidad.

Yuki le echó una mirada fría a Tatsuha y se levantó del taburete en el que se encontraba; había resuelto acercarse un poco más al escenario para apreciar desde una mejor ubicación el espectáculo de Shuichi. No quería desperdiciar ningún ángulo de su cuerpo, el cual se movía exquisitamente sobre el escenario. Shuichi ya había comenzado a desvestirse. La diminuta chaqueta rosa se la había quitado al ritmo de la música. Para ese entonces, la boa de plumas caía en su cuello y se arrastraban por el suelo. Shuichi movía sus caderas con sensualidad y sus manos enguantadas en negro recorrían su cuerpo que brillaba bajo las luces parpadeantes del escenario gracias al aceite con el que embadurnaba su piel.

La destreza y sensualidad con la que Shuichi se movía sujeto al tubo de acero, excitaba. El tentador movimiento de sus caderas y el meneo coqueto de su trasero muy cerca de un grupo de oficinistas que había decidido visitar por primera vez el Strip Club, desataba la euforia de todos, porque lo único que deseaban era tocar la piel de Shuichi y fundirse en ella.

Shuichi se agachó a un costado del escenario, muy cerca de la orilla, para que colocasen dinero en su ropa interior, la cual sobresalía sin pudor de su diminuto pantalón. Yuki lo observaba con una seriedad aplastante. Parecía incómodo, y un sentimiento extraño comenzó a bullir en su pecho al contemplar cómo Shuichi se acercaba con atrevimiento a los sujetos que estiraban sus manos afanosas y lujuriosas para darle dinero y, de paso, rozar su piel intencionalmente.

—Qué estupidez —articuló contrariado al darse cuenta que estaba celoso. Experimentaba ese sentimiento al ver que el cuerpo de Shuichi era deseado y cotizado por cientos de hombres todas las noches.

No deseaba que nadie lo mirara ni deseara como él. Shuichi le pertenecía. Desde que puso sus ojos en él la primera noche, supo que estaban destinados y hechos el uno para el otro. Y que si no lograba conquistar su corazón rebelde, conseguiría su cuerpo a como diera lugar. Pero también sabía que, para eso, debía pensar fríamente y no dejarse llevar por aquel absurdo sentimiento que lo embargaba en esos momentos, mientras Shuichi trepaba al tubo de acero y hacía gala de su perfecta condición física. Yuki tenía que reprimir toda clase de sentimientos para no dejarse llevar por ellos y caer en su propio juego.

La canción que resonaba estrambóticamente en NG resultaba perfecta para la coreografía artística de Shuichi; era muy rítmica y dinámica. Hacía realzar su soltura sobre el escenario de manera sugerente y exquisita.

Tras un movimiento ágil en el suelo, Shuichi recibió una oleada de aplausos. Se deslizó sobre el escenario y abrió sus piernas en el aire. Recorrió su cuerpo con sus manos y recibió una nueva ovación.

Shuichi se colocó de rodillas con elegancia y movió sus caderas sensualmente, recorriéndola con sus manos al tiempo que se ponía de pie. Y, con una sonrisa que destilaba seducción, comenzó a desabrochar su diminuto pantalón, haciendo gritar al púbico eufórico. No se bajó la prenda del todo, pero dejó visible parte de su ropa interior mientras se inclinaba nuevamente y se deslizaba gateando, moviendo su trasero y esperando a que los hombres pagaran por su show, lo cual no resultaba difícil, pues estos alucinaban al tratar de tocarlo, pero Shuichi era escurridizo, y ante la más mínima intención de algún contacto, se alejaba y privaba de cualquiera a rozar su piel.

Gateó con travesura hasta la barra de acero y se subió a ella de un salto. Rodeó el tubo con sus piernas y, en un ágil movimiento, abrió sus manos y se soltó del caño. Su cuerpo se deslizó hasta el suelo sólo con la fuerza de sus piernas sin el menor problema. El público volvió a vitorearlo con fascinación.

En el momento que Shuichi realizó un audaz movimiento para entretener a los clientes que se encontraban más cerca del escenario, sus ojos chocaron con los de Yuki, y, en ese instante, sintió que todo quedó en silencio. Podía ver sólo a Yuki, y aunque le hubiera gustado detener el tiempo y perderse para siempre en sus ojos, el show debía continuar.

Retomó su baile. Le dio la espalda al público, caminando con prestancia y comenzó a quitarse los guantes negros que llegaban hasta poco más arriba de sus codos. Se los quitó lentamente y jugó con ellos, utilizándolos como una herramienta más de su acto. Sólo faltaba la parte más importante de su atuendo y que todos esperaban. Shuichi sabía que los clientes aguardaban impacientes por verlo quitarse el pantalón rosa y así mostrar su cuerpo casi desnudo. Y no los hizo esperar pues por eso ellos habían pagado. Se acercó a la parte central el escenario y comenzó a tocarse tentadoramente. Pasó sus manos por su trasero, moviendo sus caderas; luego siguió un lento ascenso por su pecho hasta su rostro, revolviendo finalmente sus cabellos —peinados con extravagancia— con sensualidad para estimular y excitar a los hombres que, con copas de más, se desinhibían por completo; gritaban, saltaban y aplaudían pidiendo más.

Shuichi volvió a desviar su atención hacia Yuki y, sin apartar la mirada de él, comenzó a desnudarse. Guió sus manos con sensualidad hasta los bordes de su pantalón y, con un encanto sensual y lascivo, comenzó a bajarlos. Hizo un movimiento diestro y la prenda se deslizó por sus piernas hasta el suelo. Shuichi quedó sólo con una diminuta ropa interior negra semitransparente, la boa de plumas enredada delicadamente en su cuerpo y el portaligas que aderezaba el atuendo de esa noche, lo cual logró enloquecer a todos tras concluir su baile bajo una oleada de aplausos y gritos eufóricos.

 

 

Una vez concluido su turno, Shuichi se despidió de sus colegas de trabajo y salió de NG. Aparcado a un costado del edificio, Yuki le esperaba para llevarlo a casa. Durante el trayecto no platicaron mucho; Shuichi cabeceaba producto del cansancio y Yuki no había querido molestarlo.

—¿Tienes sueño? —preguntó él luego de apagar el motor de su vehículo en el frontis del edificio donde Shuichi vivía, apartado de las farolas que iluminaban artificialmente la calle para tener un poco más de privacidad.

—Sí, un poco —respondió Shuichi con un bostezo—. Me tocó trabajar mucho en el restaurant y el baile fue muy agitado —añadió restregándose los ojos.

Yuki lo observó en silencio y se atrevió a sujetarlo del hombro cuando lo vio con intenciones de bajarse del auto.

—Espera —le dijo.

Shuichi lo miró con curiosidad y algo de nerviosismo. Los ojos de Yuki lo subyugaban intensamente; doblegaban su fuerza de voluntad inquebrantable.

Con un movimiento casi estudiado, Yuki estiró su mano y deslizó sutilmente el dorso de ésta sobre la mejilla izquierda de Shuichi, retirando algunos mechones traviesos que caían sobre su rostro.

—¿Qué ocurre? —Su voz sonó vacilante. No podía ocultar el nerviosismo que le provocaba la cercanía de Yuki y el contacto de su mano sobre su piel.

—Hoy... —articuló Yuki, sin apartar su mano de la mejilla de Shuichi—. Bailaste perfecto. —El rubor se adueñó del rostro de Shuichi, resaltando con intensidad sus rasgos casi infantiles. Se estremecía por ese contacto que Yuki ejercía en su piel, hasta que sintió sus dedos rozar la comisura de sus labios. Eso le trajo de vuelta a la realidad y su cuerpo dio un respingo sobre el asiento.

—T-Tengo que irme —pronunció un poco azorado y apartó su rostro del contacto de Yuki. Acomodó su bolso y se cerró la chaqueta hasta el cuello.

—No tienes que bailar hoy en la noche, ¿verdad? —preguntó, a pesar de ya haberse aprendido el horario de Shuichi de memoria.

—No; sólo me toca ir a la cafete... —La explicación se vio interrumpida por un bostezo involuntario—. Lo siento —murmuró Shuichi adormilado. Pasaban de las dos de la mañana y su cuerpo resentía el agotamiento del día.

—Ve a descansar —dijo Yuki con tranquilidad—. Mañana pasaré por ti a la salida del café. En la mañana tengo una reunión en la editorial.

—Ah... es verdad. Eres escritor —sonrió Shuichi con cierta incredulidad.

—Lo dices como si no me creyeras —protestó Yuki con molestia.

—Me cuesta creer que alguien como tú sea un escritor, y de novelas románticas.

—¿Y por qué te cuesta creerlo?

—Pues... eres un tipo frío, calculador, poco sutil, terco, arrogante, orgullo, vanidoso...

—Está bien, están bien. Ya entendí —resopló Yuki contrariado, porque los calificativos que dictaba Shuichi jugaban en contra de su plan de conquista. Pero a pesar de todo, podía notar un cambio considerable en su relación con Shuichi. Por lo menos ahora Shuichi le sonreía con espontaneidad y no se alejaba como un gato huraño.

—¿De qué te sorprendes, si lo que digo es cierto? —carcajeó Shuichi al ver la expresión molesta de Yuki.

—Al menos podrías dejar tu sinceridad de lado aunque sea una vez y mentirme sobre mi forma de ser —ironizó al estar muy consciente de que la sinceridad era lo que principalmente gobernaba a Shuichi.

—Sí, claro... prefieres que te mienta —articuló con el mismo tono mordaz que empeló Yuki.

Guardaron un momento de silencio y se miraron a los ojos. Ninguno de los dos quería romper esa atmósfera especial y cómplice que ambos lograban crear cuando estaban juntos y se miraban a los ojos.

—Eh... ya me tengo que ir —interrumpió Shuichi, disolviendo el momento. Abrió la puerta del auto y puso un pie fuera de éste.

—Te veré en un par de horas más —aclaró Yuki. Encendió el motor de su vehículo y esperó a que Shuichi se bajara finalmente.

Nuevamente cruzaron sus miradas; esta vez fugazmente, y se sintieron cómplices del momento. Shuichi esgrimió una sonrisa gentil y se alejó del auto. Atravesó el acceso del edificio y tomó el primer ascensor. Dentro del cubículo, liberó un suspiro. Lo único que tenía en mente en ese momento era tenderse sobre su cama.

Luego de llegar a su apartamento y ver a Riku dormir plácidamente, ingresó a su dormitorio. Tiró a los pies de su cama su bolso y comenzó a desvestirse con aletargados movimientos. Fue hasta el baño para lavarse los dientes y regresó a su dormitorio arrastrando los pies y con los ojos cerrados producto del cansancio.

Se arropó bajo las mantas y consultó la hora del reloj que reposaba sobre el buró a un costado de la cama. En un par de horas tendría que levantarse y empezar con la rutina de todos los días para ir a trabajar.

«Qué vida», pensó resignado. Se aferró a la almohada y cerró los ojos. De inmediato, la imagen de Yuki abordó su mente. Sonrió por ello y, con la imagen de los ojos dorados de Yuki mirándolo y cautivándolo, se quedó dormido, esperando iniciar un nuevo día.

 

 

La mañana comenzó con un radiante sol instalado triunfante sobre el cielo claro y azul de la ciudad.

Luego de apagar el despertador, Shuichi se levantó con pereza y sólo después de darse una reparadora ducha, sintió su cuerpo volver a la vida y con nuevos ánimos para comenzar la mañana. Lo que le alegraba era que, en la noche, no le tocaría ir a NG para desnudarse ante cientos de pervertidos.

Secándose el cabello con una toalla, ingresó a la cocina. El aroma intenso de la sopa de miso llegó hasta su nariz y despertó su apetito.

—Buenos días. ¡Qué bien huele! —exclamó con entusiasmo. Riku estaba sentado a la mesa y Ayaka terminaba de preparar el desayuno.

—Buenos días, Shuichi —saludó ella—. Te preparé el desayuno. Espero te guste.

—¡Muchas gracias, Ayaka-chan! —dijo Shuichi, sentándose a la mesa con deleite al contemplar su plato de miso humeante.

—Regresaré a mi apartamento —explicó Ayaka mientras se despedía de Riku.

—¿Tomaste desayuno? —indagó Shuichi.

—Descuida; tengo el departamento al frente —rió Ayaka—. Luego me vas a dejar a Riku. ¡Nos vemos, Riku!

—¡Chao, Aya-chan! —se despidió Riku, agitando ambos brazos con efusividad.

—¿Dormiste bien, Riku? —preguntó Shuichi mientras revolvía su sopa de miso.

—¡Sí! Aya-chan me bañó y leyó un cuento.

Shuichi escuchó atentamente el relato de Riku durante el desayuno. Luego, se alistó para ir a trabajar. La jornada laboral en la cafetería siempre era muy agotadora. Asato-san era muy exigente, en especial con Shuichi. Para Asato-san, su cafetería debía de ser la mejor y funcionar a la perfección, como los engranajes de un reloj suizo.

Poco después de las doce, luego de agotadoras e interminables horas de pie, Shuichi finalizó su turno en la cafetería. Guardó su delantal en su casillero, tomó su bolso y su chaqueta y abandonó los vestidores. Desde la cocina se escuchaban los chillidos de Asato-san, que regañaba a unos meseros novatos por su «ineficiente» servicio. Ignorando los griteríos, Shuichi reconoció a Yuki sentado a una de las mesas del local, a un costado de la puerta principal, y su rostro se iluminó, sintiendo un brinco dentro de su pecho. 

—Siempre puntual —comentó, acercándose a Yuki.

—Soy así con lo que me interesa. —Sus miradas se retaron de manera intensa. Yuki intentaba avasallar a Shuichi, quien no se cejaba su lucha por permanecer firme ante los encantos de Yuki, evitando dejarse llevar por él. —¿Nos vamos?

Shuichi asintió y abandonaron la cafetería.

—¿Y tu auto? —preguntó al no encontrarlo en el frontis del local, como siempre.

—Lo estacioné unas cuadras más abajo —explicó Yuki—. Tengo ganas de caminar un poco. ¿Te parece? —El rostro cansado de Shuichi le respondió de inmediato. —Olvidé que trabajas de pie.

—Descuida —dijo Shuichi—, me gusta caminar. Y el día está ideal para estirar un poco las piernas.

Emprendieron la marcha hasta el estacionamiento subterráneo donde el Mercedes de Yuki aguardaba, y así aprovechar de recorrer las calles del centro, acompañados de una conversación bajo un día soleado.

—¿Y te regañó mucho tu jefe? —preguntó Yuki con curiosidad amena para iniciar una conversación.

Shuichi soltó una carcajada.

—Algo, pero no lo tomo en cuenta. Le gusta andar repartiendo regaños a medio mundo. Ya no me asusta —comentó con sobriedad.

Una brisa tibia meció su cabello rosa. Yuki no perdió detalle de ello y despertó en él un deseo por tocar a Shuichi y sentir el calor de su cuerpo entre sus manos. Cada vez se le estaba haciendo más difícil frenar sus instintos y reprimir sus pretensiones deshonestas.

—¿Te pasa algo? —indagó Shuichi al reparar en el mutismo de Yuki. Él volvió a sus sentidos y negó con la cabeza.

—¿Tienes hambre? —preguntó intentando sonar casual.

—Sí, un poco —respondió Shuichi luego de consultar la hora en su reloj.

—Vamos a almorzar.

Shuichi dio un respingo y parpadeó sorprendido.

—¡Eh! Y-Yo no...

—Es una simple invitación. —En todo momento Yuki intentó parecer natural, evitando dejar en evidencia las segundas intenciones que había detrás de su invitación.

Shuichi pensó unos segundos y luego respondió:

—De acuerdo. Pero yo escojo el lugar.

Yuki debió de haberse negado a la condición de Shuichi, porque éste lo llevó a un patio de comidas del centro comercial. Y si bien conocía esa clase de sitios gracias a su estancia en Estados Unidos, jamás fue partidario de la comida chatarra. Simplemente no congeniaba con su imagen y estilo de vida.

—¿Qué pretendes comer aquí? —preguntó receloso ante el irritante olor a fritura impregnado en el ambiente.

—¿Me vas a decir que nunca has comido papas fritas y hamburguesa? —rió Shuichi mientras buscaban un local desocupado donde pedir su orden. Yuki frunció el ceño contrariado—. No has vivido nada. —Lo tomó de la mano por inercia y se ubicaron tras una hilera de personas que aguardaban para hacer el pedido en caja y cancelar.

—He vivido mucho, pero esto escapa de mi imaginación —argumentó Yuki, pasando por alto el gesto de Shuichi y el contacto de éste en su mano; estaba concentrado viendo el ir y venir de las personas con bandejas repletas de comida frita.

—¿Qué quieres comer? —preguntó Shuichi, señalando el menú.

—Comida decente —aclaró Yuki.

—Aprende a no juzgar por las apariencias —pidió Shuichi.

Yuki se sorprendió por sus palabras y no tuvo más opción que hacer caso y escoger del menú algo que su paladar aceptase. Finalmente optó por una porción de alitas de pollo frito y soda. Shuichi eligió una hamburguesa, más una porción de papas fritas y soda.

Luego de esperar la bandeja con la comida, tomaron ubicación en una las mesas más apartadas de los locales. Optaron por sentarse cerca de los ventanales del recinto. Yuki en todo momento mostraba su incomodidad.

—No puedo creer que ni siquiera vendan cerveza. No debí hacerte caso y dejar que eligieras el lugar para comer.

Shuichi no paraba de reír por la incomodidad de Yuki.

—¡Deja de reírte! ¡No le veo lo gracioso! —protestó Yuki.

—En verdad me sorprendes a veces —respondió Shuichi, mordiendo su hamburguesa—. Pareces ser un hombre muy vivido y con experiencia en muchas cosas. Pero el entrar a un restaurant de comida rápida y pedir unas simples papas fritas te cohíbes por completo.

Yuki acuchilló con la mirada a Shuichi, y deseó haber tenido un efecto literal. No tenía problema con disimular su enfado. Estaba molesto por estar en un lugar tan corriente, aunque el sabor de la comida, para su desgracia, no resultaba tan malo después de todo.

—¿Y qué tal? ¿Tiene un sabor digno de tu paladar? —indagó Shuichi luego de ver cómo Yuki masticaba a regañadientes una alita de pollo.

—No molestes y come.

Shuichi lo observó en silencio y se dio cuenta que Yuki era una persona excéntrica en muchos aspectos y con una personalidad compleja. Pero a pesar de esforzarse en mostrar ese lado frívolo y hostil que ataviaba sus rasgos casi extranjeros, guardaba muy en su interior un lado amable y cálido que lograba aflorar en algunos momentos, llegando incluso a mostrar su vulnerabilidad y espontaneidad.

—Te ves mejor así —interrumpió Shuichi.

Yuki tragó una alita de pollo y preguntó:

—¿Así cómo?

—Así... siendo tú mismo. Mostrando tu lado humano y vulnerable.

Los ojos de Yuki se abrieron con sorpresa. Una sensación extraña había invadido su corazón.

—Piensas que estoy mostrando mi lado humano y vulnerable —articuló con seguridad y bebió un poco de soda.

—Aunque en el fondo piensas que es sólo una estrategia para conquistarme, realmente te sientes a gusto contigo mismo en estos momentos.

Si no hubiera tragado su refresco un segundo antes, Yuki se habría atorado con el líquido. ¿Acaso Shuichi era un adivino o una especie de vidente? ¿O estaba siendo tan obvio, que sus movimientos eran predecibles? Cualquiera de las dos alternativas llevaban a un mismo resultado: estaba cayendo en su propio juego y ni cuenta se había dado. Pero a pesar de todo, Yuki no podía negar que se sentía muy a gusto, aunque las circunstancias fueran extrañas y novedosas para él.

El punto era que, estar con Shuichi, le hacía sentirse diferente y hasta una mejor persona.

 

 

Luego de almorzar, retomaron la marcha hasta el auto de Yuki. Caminaban sin prisa. Disfrutaban del sol y del viento que de vez en cuando soplaba con diligencia.

—¿Desde cuándo eres escritor? —preguntó Shuichi con interés.

—Es una historia muy aburrida para contarla —respondió Yuki encendiendo un cigarrillo.

—Si no quieres contarme ahora, lo entenderé.

—Es que en verdad no tiene importancia. Fue hace mucho tiempo y por motivos insignificantes.

—Pero en ese entonces, esos motivos fueron importante para ti —aclaró Shuichi para mostrarle a Yuki que no había que olvidar lo que se había apreciado alguna vez en el pasado, pues todo tenía un valor especial aunque ya no se mirara de la misma forma en el presente.

—Dices a veces cosas muy sabias para ser un mocoso —articuló Yuki tras soltar el humo de su cigarro.

—Supongo que debo agradecer el cumplido.

La sonrisa de Shuichi pilló desprevenido a Yuki y lo embelesó por completo. No lograba entender cómo un simple niño lograba convertirlo en un personaje tonto y vulnerable.

—¡Lo encontré! —exclamó Shuichi frente a una vitrina.

Intrigado por la reacción súbita de Shuichi, Yuki se le acercó, descubriendo que el aparador exhibía todo tipo de juguetes.

—¿Qué miras?

—Estaba buscando desde hace tiempo ese peluche para Riku —dijo, y señaló un tierno gato Silvestre—. Una vez lo vimos en un puesto cuando fuimos por un fin de semana a la costa, y desde ese entonces que Riku me lo ha pedido.

Yuki quedó mirando el dichoso peluche.

—¿Le gusta ese gato?

—Es su personaje favorito. ¿Lo conoces?

—¿Es un gato estúpido que siempre está tratando de cazar un canario? Claro, nunca lo he visto —ironizó, pegando una nueva calada a su cigarrillo.

—Es sólo un gato obsesionado con conseguir lo que quiere. No veo cuál es la diferencia entre ese personaje y la vida real.

Yuki se atoró con el humo del tabaco y tosió ante las palabras de Shuichi al creer que se trataba de una clara indirecta.

—¿Se lo vas a comprar? —preguntó para cambiar el tema. Siempre le gustaba utilizar evasivas para escapar de las situaciones que no le agradaban.

—No, ahora no puedo —respondió Shuichi—. Dejé en casa el dinero ganado anoche. Veré si puedo comprarlo mañana. —Soltó un suspiro y se alejó del aparador para continuar su caminata con Yuki. Pero el sonido de una campanilla lo alertó y le hizo voltear. En ese momento sorprendió a Yuki ingresando a la tienda—. ¡Pero...! —Se apresuró en darle alcance. —¡Espera! ¿Qué estás haciendo? —Yuki lo ignoró y le pidió a la dependienta el peluche de la vitrina. —¡Yuki, ¿me estás escuchando?!

—¿Qué no estás viendo?

—No te dije todo eso para que lo compraras. Dije que yo lo haría mañana.

—Pero yo quiero hacerlo hoy.

—Nadie te lo pidió.

—No espero tu permiso para hacerlo. ¿Cuánto cuesta?

La joven dependienta le dio el valor y Yuki sacó su cartera del bolsillo interno de su saco.

—¡Yuki detente en este instante! —le gritó— ¡No te lo voy a aceptar!

—No es para ti.

Yuki canceló la compra y recibió el peluche en una bolsa de regalo en color amarillo con un moño rojo. Salió de la tienda sin tomar en cuenta a Shuichi y caminó flemático. Pero se detuvo al ver que Shuichi no se movía de la puerta de la juguetería. Y comprendió que su «noble» acción lo había molestado.

—¿Cuál es el problema en querer obsequiarle algo a tu hermano? —preguntó Yuki, una vez que se devolvió para enfrentar a Shuichi.

—Te pagaré el peluche en cuanto lleguemos a mi casa —se apresuró a decir Shuichi y caminó delante de Yuki. Pero éste, en un rápido movimiento, lo detuvo y le encajó la bolsa de regalo en las manos.

—No te he pedido nada. Es un obsequio. Aprende aceptar las cosas de los demás.

Shuichi no podía disimular su molestia. Estaba fastidiado y Yuki no entendía por qué.

—¿Qué te molesta? Cualquiera en tu lugar estaría contento por el obsequio.

—¡Es que no lo entiendes! ¡Yo quería hacerle ese obsequio a mi hermano!

—¡Argh! ¡Si tanto te duele que se lo haya comprado, dile que tu lo hiciste y punto! —protestó Yuki irritado por la actitud orgullosa y necia de Shuichi.

—¡No se trata de eso!

—¡Entonces dime qué es lo que te molesta!

Shuichi bajó la mirada y la ocultó tras su flequillo.

—Perdón —musitó con suavidad—; no estoy acostumbrado a recibir las cosas así. —Yuki lo miró sorprendido. —Desde que mis padres murieron he tenido que luchar por lo que quiero y necesito. Y ahora tú apareces de pronto y cambias mi sistema de vida. No estoy acostumbrado a este tipo de cosas.

Yuki no esperaba tal honestidad y menos una respuesta como esa. Aun así, comprendió a la perfección a Shuichi. Él también tenía un sistema de vida que se había adaptado a las circunstancias de la vida. Y nunca era sencillo moldearse a lo que los demás intentaban imponer.

Suavizó su rostro y dijo:

—Si quieres que devuelva el juguete aún estamos a tiempo. —Le sonrió y le alzó la barbilla. Los ojos de Shuichi chocaron con los suyos.

—No te preocupes —articuló Shuichi—. Agradezco tu intención. A Riku le fascinará el obsequio.

La sonrisa sincera y espontanea que le regaló a Yuki fue la mejor recompensa que pudo haber obtenido en el día. Lejos de desear algo más que un simple «gracias» o una sonrisa —incluso algo más—, las acciones y compañía de Shuichi le entregaban a Yuki una sensación indescriptible y casi mágica.

—Vamos.

Shuichi asintió en silencio y retomaron la marcha hasta el auto de Yuki. El resto del viaje fue silencioso, y sólo cuando Yuki se detuvo en el frontis del edificio donde residía Shuichi, se permitieron retomar la conversación que se daba cada vez más fluida entre los dos.

Yuki observó a Shuichi en silencio. No dejaba de deleitarse por su belleza y esa sencillez inocente que se acentuaba en los rasgos de su rostro.

Shuichi tenía entre sus brazos el obsequio que Yuki le había comprado a Riku. Estaba agradecido y se sentía a gusto en compañía de Yuki. Disfrutaba cuando estaba con él. Ya no existía esa tensión incómoda que se había dado cuando se conocieron. Todo parecía haber quedado en el pasado.

—¿En qué piensas?

La voz de Yuki trajo a Shuichi de vuelta a sus sentidos. Y lo siguió una suave caricia en su mejilla izquierda que no le incomodó.

—En que ya no nos llevamos tan mal como antes —respondió con franqueza.

Yuki sonrió internamente.

—Eso es un gran avance.

Shuichi asintió y apartó el rostro ante el contacto persistente de Yuki.

—Ya debo irme —dijo—. Tengo que prepararle el almuerzo a Riku y...

—¿Por qué siempre huyes de mi cuando quiero tocarte? ¿Te pongo nervioso?

Los ojos de Shuichi se clavaron en los de Yuki sin una respuesta a su pregunta. Todo era tan evidente pero a la vez complejo, que no estaba seguro de lo que realmente sentía. Yuki lo confundía demasiado.

—No se trata de eso —musitó vacilante—. Es sólo...

—Es sólo que... ¿de alguna forma te atraigo?

Las mejillas de Shuichi se encendieron de golpe, resultando un triunfo más para Yuki, al darse cuenta que sus acciones y sus palabras lograban hacer efecto en Shuichi con mayor facilidad que antes.

—¡No es eso! —se defendió Shuichi con severidad. Intentaba sonar convincente, pero ni él mismo creía sus palabras. Su rostro le delataba y su corazón le traicionaba en silencio.

—¿Me vas a negar que hay una atracción entre nosotros? —preguntó Yuki con un tono gutural, similar a un ronroneo, que erizó la piel de Shuichi. Su mirada y la entonación de su voz lo enloquecían. Confundía sus sentidos. Shuichi no lograban organizar ni siquiera sus pensamientos. Ante Yuki, se volvía vulnerable y débil. No sabía con exactitud en qué momento había comenzado aquello, pero se negaba a imaginar siquiera que en algún momento tendría fin. Ese algo que había surgido de pronto entre los dos y que cada día más se fortalecía e intensificaba le asustaba, pero también emocionaba. Ese algo... era lo que temía y a la vez, deseaba.

Como un cobarde, bajó la mirada. Escuchó a Yuki resoplar y se sintió miserable por ello.

—No te forzaré a nada. Sólo somos amigos —soltó Yuki sin ocultar su decepción.

Shuichi lo vio por el rabillo del ojo y apreció su perfil de frente hacia el volante.

—¿Te molesta que seamos amigos? —indagó sintiendo cómo un nudo se arremolinaba en su estómago.

—Me molesta no ser algo más que eso —confesó, sorprendiendo a Shuichi por su honestidad.

—Tu sinceridad me gusta.

Yuki esgrimió una mueca de satisfacción.

—Al menos te gusta algo de mí. Supongo que debería sentirme bien con eso, pero no puedo.

—Vamos... —pronunció Shuichi, pegándole un suave codazo—. No puedes negar que me he portado bien contigo. Dejo que me traigas a casa y me lleves al trabajo. Incluso acepto almorzar contigo. Y ahora acepté el obsequio para Riku.

—Del cual aún no me das las gracias —aclaró Yuki.

—¿Qué? Si te las di. No intentes engañarme —protestó Shuichi cruzándose de brazos.

—Un simple «gracias» no me sirve —dijo Yuki sin apartar la vista del frente.

—¿Y qué quieres que haga si no te basta un «gracias» como respuesta?

Yuki esta vez volvió su rostro hacia Shuichi y sus miradas se encontraron.

—Quiero que me des un beso.

La expresión de Shuichi se contorsionó en un rictus estupefacto. Se puso pálido y sus ojos se abrieron con exageración. Pero le siguió un intenso rubor en sus mejillas que le dieron color a su rostro. Segundos después, tras salir del shock, logró recuperar la respiración y el habla.

—¡¡T-T-TU ESTÁS LOCO!! —chilló estrepitoso—. ¡¡ERES UN APROVECHADO; UN OPORTUNISTA!!

Movido por un impulso frenético y defensivo, alzó la mano y trató de abofetear a Yuki, pero él se adelantó a sus movimientos y sujetó su muñeca, frenando su violento cometido.

—Eres un mocoso muy mal pensado —dijo Yuki.

Shuichi lo acuchilló con la mirada y forcejeó para que lo soltara.

—¡¡No soy ningún mocoso y me estás pidiendo un beso!! ¡¡Evidentemente pensaré mal!!

—Pero no te estoy pidiendo nada del otro mundo. ¿Qué acaso los amigos no se pueden dar besos?

—¡Depende de qué tipo de besos estés hablando!

—Precisamente —dijo Yuki—. Sólo te pido un beso de amigo... aquí. —Señaló su mejilla derecha y Shuichi entornó los ojos con desconfianza. —¿Me lo vas a negar? ¿Qué mal te puede hacer?

—No confío en ti —confesó Shuichi.

Yuki no pudo evitar sonreír con malicia.

—¿Tienes miedo que intente algo malo?

Disfrutó en ese momento del rubor que se adueñó de las mejillas de Shuichi con mayor fuerza. A través del agarre de su muñeca podía sentir el temblor de su cuerpo.

—¡Claro que no! —masculló Shuichi y apartó la mirada.

Yuki lo soltó y se relajó.

—¿Entonces me darás un beso?

Shuichi le echó una mirada fugaz cargada de desconfianza.

—¿Sólo eso: un beso?

—Sí; justo aquí.

Shuichi vacilaba con notoriedad. Se mordía el labio denotando nerviosismo.

—¿Para qué quieres un beso? ¿Qué no te basta un «gracias» y ya?

Yuki rodó los ojos y resopló.

—Te pido un simple beso de amigo y tú me lo niegas.

—No te lo he negado.

Yuki se acomodó y aguardó que Shuichi finalmente se decidiera a besarle la mejilla.

Shuichi se debatía entre acceder o bajarse corriendo del auto y evitar el engorroso momento. Pero tras meditar y deliberar en lo que era y creía correcto, resolvió cumplir el capricho de Yuki. Se le acercó con cierta vacilación y contuvo la respiración. Sentía el corazón desbocado en su pecho y la piel estaba excepcionalmente erizada.

—¿L-Listo? —balbuceó tembloroso.

—Desde hace rato.

Shuichi se armó de valor y suspiró resignado.

Se acercó a Yuki y apretó los labios para besarle la mejilla. Pero antes de alcanzar su cometido, Yuki se movió.

Y entonces, sucedió.

Shuichi sintió los labios de Yuki cerrarse sobre los suyos en un encuentro casi desesperado. Intentó apartarse y comenzó a golpear el pecho de Yuki en el momento que sintió la lengua hábil y voluptuosa de éste abrirse paso en su boca, explorando con enajenación el húmedo territorio.

Víctima del shock inicial por tan súbito encuentro, Shuichi tardó en reaccionar con verdadera lucidez. Se dio cuenta, en el momento que golpeó el pecho de Yuki, que no tenía coordinación ni fuerza suficiente. Su cuerpo no le respondía; ninguno de sus miembros parecía capaz de responder a las confusas órdenes de su mente. La boca experta, hambrienta y sensual de Yuki lo devoraba y no dejaban espacio alguno para la respiración o algún suspiro. Y mientras sentía que se estaba dejando arrastrar por ese suculento beso, Shuichi se dio cuenta que jamás había recibido un beso tan apasionado como aquel.

Las manos de Yuki tenían la fuerza suficiente como para no dejar escapar a Shuichi. Sus labios y su lengua tenían el poder y el control necesario para dominar la situación. Había logrado abrirse paso como un ariete incontrolable en la boca de Shuichi. La recorría con ímpetu y le excitaba el calor, la humedad y el sabor de Shuichi estallando en su boca.

Sus bocas se habían acoplado en una danza exquisita. Shuichi había dejado de resistirse y se estaba dejando llevar lentamente, permitiendo que Yuki indagara más en su interior y sin restricciones. Habían descubierto que se deseaban mutuamente y habían estado esperando aquel encuentro desde hacía tiempo. Yuki había resuelto no desaprovechar la única oportunidad que tenía para probar los labios de Shuichi, descubriendo que estos tenían un delicioso sabor a fresas.

Sus bocas seguían unidas por ese estrecho contacto y no tenían intención alguna de separarse. Los gemidos se ahogaban y morían en sus gargantas, y la pasión los estaba inundando con avidez.

Las manos de Shuichi, que habían dejado de golpear el pecho de Yuki, yacían en la solapa de su costosa chaqueta, aferrada a la tela con fuerza, estremeciéndose al sentir la respiración agitada de Yuki en su piel y el sabor de su boca apoderándose de la suya.

Shuichi sabía que no había descripción para lo que estaba experimentando. Se sentía excitado, agitado, extasiado, delirante, y la fogosidad con la que Yuki lo devoraba no ayudaba a ordenar sus ideas. La manera en la que Yuki le besaba le nublaba el juicio; ponía su mente en blanco. Pero lo que sí sentía con total lucidez era el sentimiento generado por el beso. Lo que éste transmitían en sus los labios y lo que la lengua de Yuki hacía con la suya, era lo que por mucho tiempo había imaginado y esperado. Yuki por su parte, sentía algo más que un simple y mundano deseo carnal que se ajustaba a su estrategia para acostarse con Shuichi. La convivencia amena que había sobrellevado durante la semana había resultado ser un detonante para que ambos cayeran preso el uno del otro.

Y, para desgracia de ambos, ya no había vuelta atrás.

 

...Continuará...

 


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