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Piel de ángel por Hotarubi_iga

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Notas del capitulo:

Un nuevo capítulo reeditado...

Espero me disculpen por la baja calidad de la narración. Dije que la mejoraría, pero en verdad me cuesta trabajo modificarla, porque siento que el cambiarla, le quita el estilo original de la historia. Espero sepan disculparme y entender. Y, si digo todo esto, es porque algunas personas no están conformes con la reedición de este fic; esperaban más y andan un poco decepcionadas. Sin embargo, agradezco mucho el apoyo de las 16 personas que dejaron sus comentarios sinceros y espontáneos tras el regreso de esta historia. ¡Me suben mucho el ánimo! Muchas gracias.

Disfruten la lectura.


Disclaimer: Gravitation no me pertenece. Es propiedad de Murakami Maki.

— Capítulo 2 —

Obstinados

 

Los ojos de Shuichi no se apartaron de los de Yuki; estos parecían desnudarlo y convertirlo en algo que no era. La mirada de Yuki era demasiado enigmática y avasalladora, y era tan intensa como anoche, cuando le propuso sexo a cambio de dinero.

Intentando mantener una postura digna y orgullosa ante él, Shuichi permaneció estoico, sin dejarse llevar por sus impulsos, y es que los ojos de Yuki lo provocaban; en ellos había demasiada energía, arrogancia y soberbia poderosamente mezclada, sin embargo, Shuichi también podía atisbar vestigios silenciosos de tristeza y soledad que le resultaban imposibles de obviar. Su corazón inevitablemente trepidó con fuerza, pero apartó sus temores e inseguridades, decidido a no dar su brazo a torcer ante la arrogancia e ímpetu con la que Yuki lo confrontaba.

Yuki se dio cuenta que Shuichi lo estaba viendo con asombro, y lo reconoció inevitablemente como el mismo chiquillo que anoche lo había deslumbrado con su belleza y destreza sobre el escenario del Strip Club gay, y que posteriormente había rechazado hoscamente su propuesta cuando lo interceptó en el callejón al final del show.

Optó por cambiar su postura con la intención de hablarle a Shuichi, pero este se le adelantó. Actuando como si nada hubiese pasado y, recogiendo la libreta tirada en el suelo, Shuichi le tomó la orden, pues para él, Yuki ahora sólo era un cliente más del local. Sin embargo, a Yuki no le pareció adecuada la reacción de Shuichi. El ser ignorado y pasado a llevar —mucho más por alguien como Shuichi— era una ofensa a su persona, por lo que decidió tomar cartas en el asunto.

—Oye —espetó.

—¿Dígame qué desea ordenar? —habló Shuichi, ignorando olímpicamente las intenciones de conversación de Yuki.

—Te estoy hablando —insistió él.

—¿No piensa ordenar nada? —Aquello colmó la paciencia de Yuki. Se puso de pie y sujetó bruscamente y sin cuidado el brazo de Shuichi. —Suélteme; me está lastimando —pidió Shuichi lo más formal posible para no llamar la atención. No quería escándalos en su lugar de trabajo, pero Yuki no parecía comprender la situación.

—Cuando yo hablo me gusta que me pongan atención —dijo con prepotencia. Shuichi no objetó nada, pero intentaba inútilmente de liberarse del agarre—. Anoche me humillaste. No cualquiera lo hace y se sale con la suya. —Su petulante tono de voz, desató finalmente la cólera de Shuichi, quien de inmediato respondió:

—¡¿De qué estás hablando?! —gritó, consiguiendo soltarse del impetuoso y brusco agarre. No obstante, Yuki no dudó en volver a sujetarlo, llamando la atención de los pocos clientes que a esas horas yacían desayunando en el local. —¡Suéltame! —Shuichi volvió a gritar, confrontando duramente a su acosador.

—No te soltaré hasta que me expliques el por qué te negaste anoche a tener sexo conmigo —dijo Yuki sin miramientos, estremeciendo con ello a Shuichi por sus frías y directas palabras.

—¡Ya te dije que me soltaras! —masculló, ya sintiéndose un leve quiebre en la voz. No quería llamar la atención de los presentes, ni mucho menos la de su jefe. —¡Eres un imbécil! —soltó, al sentir la dura presión en su brazo.

—Y tú un estúpido por no aceptar mi propuesta. ¿De qué te espantas tanto? ¿O a caso en este lugar nadie sabe que eres una puta?

El sonido ensordecedor de un revés que se escuchó en el lugar, dejó a todos los clientes y funcionarios del local estupefactos; Shuichi no había dudado en plantarle una feroz cachetada a Yuki, dejándole los cinco dedos marcados en su enrojecida mejilla. La mano le dolió a horrores y se entumeció producto del violento golpe que había arremetido ante semejante insulto, pero nadie le podía quitar el gusto que se había dado por semejante ofensa. La presión de su brazo prisionero se aflojó, y unos pasos diligentes a su espalda llamaron notoriamente su atención.

—¡¿Se puede saber qué pasa aquí, Shindou?! —bramó colérico Asato-san, dueño del restaurant, al ver la mejilla enrojecida de Yuki y la expresión incriminatoria de Shuichi.

—L-Lo... lo siento Asato-san —dijo Shuichi. No quería problemas, mucho menos con su arbitrario jefe.

—¡Esto es una vergüenza, Shindou! ¡¿Cómo es posible que agredas a los clientes?! —gritó, humillándolo ante los presentes—. ¡Ve a mi oficina de inmediato! —ordenó. Shuichi dio media vuelta sin decir una palabra. Estaba consciente que había actuado en justo derecho, pero ante las evidencias estaba en completa desventaja, porque estaba seguro que Yuki se convertiría en la pobre víctima del altercado.

Asato-san se disculpaba una y otra vez con Yuki. Su posición sumisa y responsable se dejaba ver con facilidad, pero a Yuki le importaba un comino.

—Lo lamento mucho señor, esto es algo que jamás se había dado en mi local. Le pido que perdone a mi empleado, es sólo un chiquillo que recogí de la calle y que será debidamente castigado. —Asato-san habló sin miramientos y con una frialdad desmedida, sorprendiendo a Yuki por sus peyorativas palabras. —Y para compensar este bochornoso momento, mi local correrá con el pedido que usted quiera. —Yuki no prestó atención alguna a las sandeces de Asato-san, que tras disculparse nuevamente, partió a su oficina. Yuki sabía que se merecía la bofetada; había sido muy déspota y grosero con Shuichi, sin embargo, eso no quitaba el hecho de que su cuerpo y su baile lo habían deslumbrado anoche.

Decidió aguardar y pidió una taza de café, a la espera que Shuichi saliera de la oficina de Asato-san. Al parecer, le era de vital importancia verlo nuevamente. Y sólo diez minutos después, Shuichi apareció; con el rostro pálido y la mirada abrumada, dejando en evidencia un llanto aparentemente controlado.

Asato-san jaló indiscriminadamente del brazo a Shuichi y lo plantó frente a Yuki, quien adivinó inevitablemente lo que sucedería a continuación.

—Señor, aquí Shindou le dará las disculpas correspondientes por su falta de respeto.

—No es nece...

—Sí que lo es —interrumpió Asato-san—. Vamos Shindou, discúlpate. —Lo obligó a inclinarse y pedir disculpas, pero Shuichi se rehusaba a hacerlo. —¡¡Shindou!! —masculló molesto, bajo la mirada de todos.

—No lo haré —dijo Shuichi. Se levantó y miró desafiante a Yuki; estaba claro que no iba dar su brazo a torcer.

—¡¿Qué has dicho!? —chilló Asato-san.

—¡No lo haré! —repitió Shuichi con brío— ¡Él me faltó el respeto y por eso lo golpee! ¡No se merece mis disculpas! —Habló en un tono tan seguro y desafiante, que Yuki se sintió dispuesto a entrar al juego del «tira y afloja» al que ambos habían caído. Estaba claro que no iba a tolerar a que un mocoso como Shuichi se negara a someterse ante su presencia.

—Entonces no me dejas otra alternativa que tomar medidas serias... —concluyó Asato-san con una intolerancia abrumadora—. ¡Estás despedido! —Shuichi se estremeció y vio fijamente a los ojos de Asato-san.

—Asato-san, por favor... usted sabe que...

—¡No me importa! ¡Estás despedido! ¡No voy a tolerar imprudentes e inútiles en mi restaurant! Toma tus cosas y te vas, luego hablaremos de tu sueldo. Ahora: ¡largo! —Shuichi le echó una última fulminante mirada a Yuki y luego dio media vuelta, quitándose el delantal de mesero. Y, yendo por sus cosas, salió del local mientras el día empezaba a cubrirse nubes grises que opacaban el azulado cielo matinal.

Yuki no supo qué decir en aquel momento, y una culpa y opresión repentina en su pecho comenzaron a embargarlo mientras Asato-san le ordenaba a otro mesero que atendiera a Yuki, tras las molestias que Shuichi había causado.

—Le pido nuevamente las debidas disculpas por la imprudencia de Shindou —dijo Asato-san, inclinándose con majadería.

—No debió despedirlo —dijo Yuki, poniéndose de pie. Tomó sus cosas e ignoró a Asato-san.

—Señor, prometa que volverá. Lo atenderemos sin ningún problema ¡Un mes gratis!

—Idiota —murmuró Yuki, mientras hacía abandono del local y comenzaba a buscar a Shuichi con la mirada.

Shuichi yacía sentado en la parada del autobús; lloraba dolido, pues había sido nuevamente humillado, y ahora despedido por culpa de Yuki; aquel arrogante e indecente sujeto que quería su cuerpo.

—¿Qué voy hacer? —sollozó, secándose con el dorso de la mano las lágrimas que surcaban sus mejillas entumecidas.

Shuichi comenzó a pensar en lo difícil que sería encontrar un nuevo empleo de medio tiempo. ¿La razón? Sin haber alcanzado a finalizar sus estudios secundarios, difícilmente lo aceptarían en algún lugar. Llegado a aquel razonamiento, se largó a llorar con mayor angustia al saberse vulnerable y limitado; era indispensable encontrar un empleo que se acomodara a sus horarios de trabajo en el Strip Club y a los de Ayaka. Principalmente, a Shuichi le preocupaba no encontrar un trabajo que lograra darle la estabilidad económica necesaria para ofrecerle una mejor calidad de vida a Riku.

Shuichi se había preocupado desde el primer salario que tuvo en sus manos de abrir una cuenta de ahorros para los estudios de Riku. No quería que estudiara en un lugar mediocre, en donde fuesen las peores escorias de la ciudad; estaba empecinado en lograr que Riku tuviese un gran futuro y una educación de calidad... educación que él no pudo terminar.  

Cubrió su rostro con ambas manos y se soltó a llorar desconsolado ante la difícil y caótica situación por la que estaba pasando. De pronto, el claxon de un vehículo sonó muy cerca de donde se encontraba, y, tras alzar la mirada, sus ojos se tiñeron de furia al ver nuevamente al responsable de su despido.

—Sube —ordenó Yuki con parquedad y potestad, tras abrir la puerta del lado del copiloto de su lujoso automóvil.

—¿Tú otra vez? ¿Por qué no me dejas en paz? —masculló Shuichi con rabia, ante la sugerencia de Yuki.

—Sube —repitió él.

—¡Lárgate y déjame tranquilo! —gritó Shuichi nuevamente, poniéndose de pie para encarar a Yuki— ¡¿Que no te bastó con arruinar mi trabajo?! ¡Ya no me molestes! —bramó.

Yuki frunció el ceño; la necedad de Shuichi lo estaba fastidiando.

—No lo volveré a repetir: SU-BE.

—¡DÉJAME TRANQUILO! —Shuichi gritó a todo pulmón y puso pies en polvorosa con la intención de alejarse de Yuki, quien no dudó en bajarse de su vehículo para ir tras Shuichi.

Shuichi corría y esquivaba a la gente; se escabullía con el propósito de adentrarse a una de las áreas verdes de la ciudad y perder de vista a Yuki, pero se dio cuenta que su intento de fuga no le estaba dando resultado; al mirar por sobre su hombro, descubrió que su persecutor ya le pisaba los talones. Y ni cuenta se alcanzó a dar cuando este logró sujetarlo por la cintura. Sin embargo y, debido a la brusca reacción, Shuichi perdió el equilibrio, provocando que ambos cayeran de empellón sobre el césped del parque.

—¡SUÉLTAME! —chilló Shuichi, intentando quitarse a Yuki de encima. Debido a la súbita y brusca caída, Yuki había terminado extrañamente sobre su cuerpo.

—¡Cállate! —bramó él, maniatando bruscamente a Shuichi de las muñecas para impedir que sus agitados puños terminaran estampados en su cara. No quería otro de sus duros golpes, porque estaba clara una sola cosa: Shuichi tenía la mano pesada.

—¡Déjame en paz! ¡Auxilio! —chilló— ¡Ayúdenme! —Pataleaba y se removía con brío. No iba a permitir que un pedante como Yuki lo dominara, aunque no podía negar que su fuerza era superior. El poder con el que lo apresaba de las muñecas y lo inmovilizaba con sus piernas era admirable y a la vez, frustrante.

—¡¡¿TE QUIERES CALLAR?!! —vociferó Yuki. Shuichi guardó silencio pero sin dejar de oponer resistencia—. Deja de manotear porque no te soltaré —aclaró con seriedad, para que Shuichi no siguiera perdiendo el tiempo con sus agresivos e infructuosos ataques de resistencia.

—¡¿Qué es lo que quieres?! —gritó Shuichi— ¡Ya debes de estar contento porque me despidieron! ¡¿Qué más quieres ahora?! ¡¿Violarme en plena vía pública?! —espetó con rabia, desafiando a Yuki con la mirada, en un contraste y choque pendenciero.

Las respiraciones de ambos, agitadas y beligerantes, parecían sincronizarse en el instante que guardaron silencio, dejando que sus miradas se comunicaran de manera cómplice y alborotada. Estaban demasiado cerca el uno del otro; lo suficiente para percibir sensaciones y emociones que, en la distancia, se hacían casi inexistentes.

Yuki se aproximó un poco más a Shuichi, y liberó la presión efusiva que ejercía en sus muñecas. Repasó su rostro y descubrió una pasión, una furia y obstinación exquisita en sus ojos. Pero esas emociones lo confundían; lo excitaban y llenaban de sensaciones extrañas.

—No pienso violarte —aclaró Yuki—. Quiero pagar por tus servicios, pero veo que eres testarudo y que no aceptas la primera oferta que se te ponga por delante —agregó con arrogancia y un acento bien marcado, imponiendo así su presencia sobre Shuichi, quien frunció el ceño e intentó nuevamente liberarse.

—¡Yo no acepto ofertas de nadie! —gritó— ¡No creas que porque bailo en aquel lugar vendo mi cuerpo a cambio de dinero!

Yuki lo miró con incredulidad.

—Así que no eres una prostituta... —Sus palabras carentes de sutileza, hicieron que Shuichi comenzara nuevamente a sacudirse con rabia. —De acuerdo, de acuerdo... —Se apresuró a decir Yuki. —Sólo bailas...

Shuichi sólo lo miró en silencio; sus ojos eran como dos peligrosas dagas dispuestas a atacar. Sin embargo, estos cambiaron al advertir la mirada de Yuki. Shuichi descubrió en el proceso, que en la mirada de Yuki había un poderoso enigma y, a la vez, una silenciosa soledad colmada de dolor. Debido a ello Shuichi se estremeció involuntariamente.

—Entonces no sirve que te ofrezca dinero... —reflexionó Yuki en voz alta—. Pero... ahora que no tienes empleo, necesitarás lo te ofreceré por una noche de sexo.

—¡NI EN SUEÑOS! —exclamó Shuichi ofendido. Se sacudió con energía, pero Yuki fue más rápido y lo atrapó de las muñecas con tan sólo una de sus manos. La otra libre, se encargó de sujetarlo del rostro.

—No te resistas —dijo—. Sé que aceptarás mi oferta. Es muy auspiciosa... —añadió, mientras deslizaba sus dedos por las mejillas enrojecidas de Shuichi producto de la rabia, luego llegó hasta su barbilla, la sujetó y, con su pulgar, jugó descaradamente con el labio inferior, disfrutando de la arremetedora resistencia que ejercía Shuichi ante el contacto. —No puedo creer que trabajando en un lugar así no aceptes el dinero fácil —habló Yuki, embelesado por la belleza desbordante de Shuichi—. Un mocoso como tú...

Yuki se fue acercando lentamente a los labios de Shuichi. Su distancia impuesta se reducía a centímetros, y Shuichi vio en peligro la integridad de sus labios. Sin embargo, antes de que Yuki concretara su descarado cometido, Shuichi fue lo suficientemente rápido para moverse y patearle la entrepierna. Debido al golpe, Yuki sólo atinó a soltar rápidamente a Shuichi producto del agudo dolor en su parte íntima que anuló todas sus fuerzas y su concentración.

Shuichi logró ponerse de pie y miró con desidia y frialdad a Yuki.

—Te lo mereces, maldito... —espetó— Y entiende una cosa: jamás tendrás mi cuerpo. ¡Jamás! —Y, dicho esto, se marchó, dejando a Yuki tirado en el césped, de rodillas, y con el dolor vivo en su entrepierna.

—Ese... mal-dito mocoso... —jadeó, mientras se ponía lentamente de pie—. Juro que tendré tu cuerpo —masculló—. Pedirás que te tome y te haga mío. —Estaba seguro que sus atributos harían caer a Shuichi rendido. Tenía plena confianza en sí mismo. —Ya veremos si serás capaz de resistirte.

Con la convicción férrea de su capacidad indómita de seducción, Yuki caminó de regreso a su auto. Debía regresar a casa y retomar su trabajo; su responsabilidad para con la editorial tenía que cumplirla y, de ese modo, tendría tiempo en la noche para asistir una vez más al Strip Club NG, con la certeza de que con su persistencia, haría caer a Shuichi ante sus pies.

 

 

Debido al mantenimiento de los dos ascensores del edificio, a Shuichi no le quedó otra más que subir las escaleras que lo llevaban al sexto piso, en donde yacía su departamento. Subía lentamente; sus pies pesaban a horrores y su mirada lucía apagada; abrumada producto del pesar que su cuerpo sostenía tras la confrontación con Yuki y posterior despido. Jamás pensó que por anteponer su dignidad sería humillado y despedido sin contemplación, y todo por culpa de un insistente personaje que sólo ansiaba tener sexo.

—¿Por qué yo? —Se cuestionó Shuichi al recordar la tenacidad y obstinación de Yuki al tratar de atraparlo y someterlo; parecía que realmente deseaba con desesperación su cuerpo.

Inevitablemente, Shuichi rememoró los ojos de Yuki; tan llenos de pasión, misterio, altivez, pero empañados por una melancólica soledad. Era imposible olvidar aquella expresión, aquel mirar portentoso. El color de los ojos de Yuki era intenso; tan dorados y refulgentes como el oro y tan fieros y fervientes como el fuego. Shuichi retuvo en su memoria aquel mirar, sintiendo un extraño palpitar en su pecho al repasarlo una y otra vez. El rostro de Yuki se dibujó en su memoria, y el aroma de su loción se impregnó en sus sentidos.

Ni cuenta se dio Shuichi cuando llegó al piso en donde habitaba. Se plantó frente la puerta de su vecina y tocó el timbre dos veces.

—¿Shuichi? —pronunció Ayaka al verlo tan temprano— ¿Qué sucedió? —preguntó al advertir su abatida mirada, mientras lo invitaba pasar a su propiedad.

—Me despidieron —respondió con pesar.

—Shuichi, pero...

En ese instante, Riku emergió del pasillo; corriendo como siempre al ver a su “mami”. Se aferró a la pierna de Shuichi y esperó ser cargado.

—¡Mami, mami...! —exclamó Riku con alegría y efusividad. Shuichi lo tomó en brazos. —Mami te extrañé —dijo, rodeando con sus pequeños brazos el cuello de Shuichi.

—Yo también, Riku.

—Shuichi —interrumpió Ayaka—. ¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó preocupada, pues sabía las necesidades por las que Shuichi pasaba.

—Supongo que buscar de inmediato un nuevo empelo —respondió él, encogiéndose de hombros.

—Ojalá pudiera hacer algo al respecto.

—No te preocupes, Ayaka-chan. Al menos aún conservo mi empleo en NG. Veré si puedo solicitar turnos extras.

—Oh, pero Shuichi, ya trabajas demasiado allí —dijo ella, preocupada por el sobre esfuerzo de Shuichi.

—Lo sé, pero necesito el dinero.

—Si necesitas que te preste...

—No, no es necesario, pero gracias de todos modos. Y no te preocupes: te pagaré el mes completo —aclaró Shuichi, mientras recogía las cosas de Riku para marcharse a su departamento.

—No, no... —dijo Ayaka, moviendo sus manos—. En estos momentos no me hace falta, y entiendo perfectamente tu situación. Además, para mi es un agrado cuidar de Riku —confesó.

—Gracias, Ayaka-chan —sonrió Shuichi—. Pero de todos modos, prometo hacer todo lo posible para pagarte a fin de mes.

—Ya dije que no es necesario —le regañó.

—Está bien. —Shuichi recogió las cosas de Riku y caminó hacia la salida del departamento. —Nos vemos mas tarde. Hoy tengo el turno de las ocho.

—De acuerdo —respondió Ayaka, despidiéndose de Riku con un tierno ademán con la mano.

Shuichi entró a su departamento y depositó a Riku en el sofá, le encendió la TV y dejó que se distrajera con sus caricaturas favoritas que a esas horas transmitían. Mientras Riku disfrutaba las caricaturas, ajeno a todo, Shuichi se sentó en silencio al otro lado de la habitación, colocó ambas manos sobre su rostro, enredando sus dedos en sus alborotados cabellos rosa y comenzó a procesar lo sucedido tanto en el restaurant como a la salida de este.

«¿Qué haré?», se preguntó con preocupación, intentando hacer y deshacer las cosas en su mente para tratar de hallar una solución. Necesitaba arreglar lo más pronto posible su situación, porque no podía depender únicamente de su empleo en NG.

La risa de Riku se escuchaba por el departamento, Shuichi lo observó en silencio y sonrió con resignación; al menos contaba con el trabajo de NG, y con el dinero ganado durante sus bailes, así como el que el Strip Club le pagaba por su trabajo, podía sobrevivir los siguientes tres meses. Debía de ser optimista —no le quedaba de otra—, y estaba casi seguro que dentro de esa fecha, podría hallar un nuevo empleo de medio tiempo y con un horario flexible.

En medio de sus cavilaciones, una imagen invadió repentinamente su cabeza: el rostro y, principalmente, los avasalladores ojos de Yuki, llenaron y desbordaron sus pensamientos.

«Dinero a cambio de mi cuerpo», pensó Shuichi al recordar la propuesta de Yuki. Inevitablemente, visualizó aquella hipotética idea, y un escozor y escalofríos envolvieron su cuerpo. «¡No soy esa clase de persona!», concluyó, sacudiendo su cabeza para apartar aquella repulsiva idea.

Se puso de pie y se dirigió a la cocina para comenzar con los preparativos del almuerzo. Debía seguir con su rutina, pues en un par de horas más nuevamente se presentaría en el escenario de NG, dejando fuera de este la vergüenza y el pudor para desnudar su cuerpo jamás tocado, ante pervertidos que lo veían con lujuria y depravación.

 

 

Pasado las seis y cuarenta y cinco minutos de la tarde, Shuichi salió de la ducha con algo de prisa y se encerró en su habitación para terminar de alistarse. Luego de secar su cuerpo, se aplicó una crema de esencias frutales, consciente que con ella dejaba una esencia dulce y embriagadora en su piel, volviendo su cuerpo una herramienta peligrosa para los hombres que asistían al Strip Club. De se modo, conseguía llenar su ropa interior de dinero en cada show.

Quince minutos después, Shuichi dejaba a Riku en casa de Ayaka para marcharse a NG.

—Pórtate muy bien con Ayaka-chan, ¿de acuerdo? —le dijo a Riku, despidiéndose de él con su tierno beso sobre su frente.

—¡Sí! —respondió Riku con entusiasmo—. Mami, regresa pronto.

—Ve tranquilo —pidió Ayaka.

—Eh, sí... —Shuichi dejó el bolso con las cosas de Riku en el suelo y repasó mentalmente lo que tenía que decirle a Ayaka. —Ah, lo olvidaba: ya está bañado pero no alcancé a darle la cena.

—Yo se la daré, no te preocupes...

Shuichi vio la hora en su reloj de pulsera.

—Ups, se me hace tarde —dijo. Ajustó su bolso y se encaminó a la salida. —Ah, la cena de Riku está en su bolso. Sólo tienes que meterla al microondas. Eh... ¿qué más... qué más...? Algo tenía que decirte...

—Descuida, y ya vete que se te hace tarde. —Ayaka lo empujaba, pues sabía que Shuichi era demasiado responsable y preocupado por su hermano, a tal grado de ponerse nervioso al dejarlo solo, por lo que ella hacía su mayor esfuerzo para aliviarle la carga a Shuichi y ayudarle en todo lo que estuviera a su alcance.

Tanto tiempo conociéndose, Ayaka había logrado tomarle un gran y especial cariño a Shuichi y a Riku. Ellos habían sido muy amables desde el primer día en que se mudaron al departamento; siempre con una sonrisa o un gesto sincero. Ayaka, ese día, no dudó en presentarse y ofrecer su ayuda para la decoración del inmueble y así conocerse mejor. Y Shuichi, muy agradecido con ella, le ofreció almorzar juntos para formar un lazo de amistad que hasta el día de hoy seguía vigente y cada vez más fuerte.

Una vez que Ayaka vio a Shuichi tomar el elevador y perderse tras las puertas de este, cerró la puerta de su departamento y volteó hacia Riku, quien sacaba de su mochila sus juguetes.

—Bien Riku, ¿qué te parece su terminamos de armar tu castillo? —Ayaka se acercó a Riku y lo alzó en brazos para mimarlo un poco y llevarlo hasta la sala en donde yacía esperando las piezas lego que le tenía especialmente a Riku para entretenerlo mientras lo cuidaba durante las mañanas y las tardes.

 

 

Shuichi llegó a su trabajo, dispuesto a dar el máximo de su desempeño, pues necesitaba ahora más que nunca el dinero. Ingresó al camerino y saludó rápidamente a sus colegas de trabajo. De inmediato, empezó a alistarse para su baile, como si esta noche fuese un show especial y el mejor de todos.

Yuki se encontraba en las afueras del club nocturno, y una chispa de energía y entusiasmo había despertado en él ante la idea de ver en unos momentos más a Shuichi bailar nuevamente. Inevitablemente, recordó sus ojos, y su labios; aquellos rosados y carnosos labios que moría por probar y devorar. También recordó la expresión de dolor que los ojos de Shuichi reflejaron al ser despedido del restaurant. Yuki sabía que no se lo merecía; sabía que no debió ser despedido tan injustamente. Y, ante sus concluyentes cavilaciones, tomó una decisión.

—¿Hermanito? —Escuchó Yuki de pronto, siendo sacado de sus pensamientos. Aquella era la fastidiosa voz de Tatsuha, su hermano que, como todas las noches, visitaba NG para disfrutar de los hombres que bailaban y se desnudaban sin pudor sobre un sugestivo escenario. —Hey ¿qué haces aquí? —preguntó Tatsuha con mal disimulada picardía, tras acercarse a Yuki y estudiar su expresión—. No me digas que te gustó este lugar.

—Cierra la boca —masculló Yuki con hostilidad, y entró al Strip Club, siendo seguido por Tatsuha.

—Es sorprendente verte por aquí; se supone que no te gustan los sitios como este. No me digas que te conquistó Shuichi ¿eh? —Lo codeó en las costillas mientras se encaminaban a una de las mesas más cercanas al escenario. —Oye hermanito, a nuestro querido y entrañable cuñado le parecerá genial saber que... —Guardó silencio abruptamente al ver la furibunda mirada de Yuki, quien pescó a Tatsuha por la solapa de su chaqueta de cuero con cierta violencia.

—Una palabra de esto a Seguchi y te castro —sentenció con prepotencia. Lo soltó y se puso de pie para ir hacia la barra de licores.

Tatsuha quedó completamente pasmado ante la reacción de su hermano. Pocas veces lo veía tan enérgico como ahora.

—Creo que se molestó —concluyó con cierto asombro.

El sonido estrambótico de la música dentro del club comenzó a resonar, lo que hizo que Tatsuha olvidara rápidamente lo sucedido con Yuki para enfocar toda su atención en el escenario, que en ese momento era iluminado para la presentación del primer stripper de la noche.

Yuki, sentado en la barra de licores, pidió un Whisky y, mientras bebía, su mente repasaba la figura de Shuichi, rememorando el instante en que estuvo tan cerca de probar sus labios. Fue inevitable en ese momento no percibir su aroma, descubriendo que era tan dulce como la miel. Debido a ello, un despertar súbito en las emociones de Yuki le hicieron estremecerse al saberse enredado en aquel perfume natural que emanaba la piel de Shuichi y que no podía olvidar. Era simplemente adictivo, sugestivo y cautivador. 

Las horas pasaban lentamente, y Yuki, ya estaba hastiado e impaciente; necesitaba ver a Shuichi, pero según se había informado por el tipo que atendía la barra, normalmente, sus presentaciones era al final. Yuki supuso que era una estrategia de Tohma, porque Shuichi era la estrella del local; era el más aclamado, al ser el más joven de los bailarines.

Y fue pasadas las dos de la mañana que, finalmente y, luego de un break de diez minutos para que los clientes consumieran más licor, el presentador del club anunció el espectáculo que todos esperaban. Todos comenzaron a vitorear y clamar por la estrella que todos ansiaban contemplar. Yuki sin embargo, permaneció expectante y silencioso, sentado frente la barra, con una vista potencialmente perfecta hacia el escenario.

El club quedó a oscuras, y una suave melodía comenzó a escucharse, como un susurro, desatando el fervor de los espectadores, en el instante en que las luces tenues enfocaron la barra de acero en donde Shuichi yacía apoyado de espaldas, contra el público, y con una pose demasiado tentadora y deslumbrante para el aguante de muchos.

Yuki concentró la vista y la adaptó a la poca luz, en el momento en que la música comenzó a resonar con mayor fuerza en el recinto. Y le resultó inevitable no quedar encandilado y absorto en el atuendo que usaba Shuichi. Una camisa blanca, que definitivamente le quedaba perfecta, pese a ser de unas cuatro tallas más grandes que él, cubría hasta un poco más abajo de los muslos, ocultando su formado trasero y la ropa interior que vestía y que esperaba sorprender al público. El detalle más exquisito del atuendo era definitivamente la tela mojada; esta se apegaba al cuerpo de Shuichi de una manera deliciosa y sublime, pues dejaba entrever la piel húmeda y brillante de su portador. A medida que los brazos de este descendían con lentitud y sensualidad por su cuerpo, su cabello rosa y humedecido, jugaba un rol casi fundamental, pues este adhería al rostro de Shuichi con naturalidad.

El ritmo de Cold —la canción que sonaba de fondo, interpretado por Annie Lennox— transmitía un aire místico el lugar. Y Yuki se puso de pie, como si estuviese hechizado por Shuichi, al ver como éste comenzaba a caminar sobre el escenario, siguiendo el ritmo sensual de la música.

Shuichi tocaba su cuerpo de manera estimulante, aún encontrándose de espalda al público, pues su show consistía principalmente en tentar a los presentes con sus movimientos y destreza; no tan sólo con su cuerpo, el cual se encontraba cubierto con esa estorbosa camisa que dejaba mucho a la imaginación.

Cuando Shuichi se desplazaba por la pasarela del escenario, dirigiéndose a lo que sería su instrumento de trabajo de esa noche, un tipo se puso de pie y, acercándose decididamente al escenario, le sujetó de la pierna, evitando así que siguiera su espectáculo.

—Hey cariño, ¿por qué a la salida no nos pegamos una escapadita a un motel? —preguntó el sujeto, dejando en evidencia su estado de embriagues.

—Lo siento —se excusó Shuichi, intentando zafarse del repentino agarre—, pero no hago ese tipo de trabajos. —Una vez liberado del absurdo retraso, gracias a la ayuda de los guardas del local, siguió su espectáculo.

Yuki no se perdió detalle alguno de lo que aquel tipejo le hizo a Shuichi. Observó todo con los ojos inyectados de furia. No sabía por qué, pero una fuerza sobre humana envenenó y arrasó sus sentidos. ¿Celos tal vez? No lo sabía. Lo único cierto para él, era saberse enceguecido por la cólera y la necesidad de ser el único dueño y poseedor de la piel de Shuichi.

Shuichi siguió su espectáculo; se desplazaba lentamente sobre el escenario. Sus pies descalzos, lo llevaban hacia el final de la pasarela, en donde le esperaba una silla forrada en terciopelo azul. Caminaba contorneando sus caderas, tocando su cuerpo a medida que se desabrochaba la camisa. Una vez que llegó a la silla, se ubicó tras su espaldar y volteó hacia el público, mostrando su pecho desnudo y una prenda interior negra semitransparente, la cual dejó a todos enloquecidos. Shuichi se movía de una manera única y sin igual, mientras descendía lentamente con sus piernas abiertas detrás del respaldo de la silla, para luego volver a subir y recorrerla con sus manos por los costados. Y fue en ese instante —cuando Shuichi alzó levemente la mirada— que sus ojos y los de Yuki se encontraron, sumergidos en la tenue oscuridad del local. Sus miradas se cruzaron fugazmente en ese lapsus sublime en el que sus corazones palpitaron al unísono y agitados ante aquel sutil momento, sin embargo, Shuichi debía de seguir con su show; no podía detenerse y dejarse llevar por sus emociones.

Cerró los ojos y se dejó llevar por la canción, sintiendo el impulso de bailar esa noche sólo para una persona en especial. Siguió el acompasado ritmo de la música y deslizó sus manos lentamente por el respaldo de la silla, echando un nuevo vistazo fugaz a Yuki, para luego inclinarse sobre su instrumento de baile. Apoyó las palmas de sus manos en los bordes del asiento y su pecho sobre él, dejando sus caderas estribadas en el respaldo para luego abrir sus piernas con maestría y agilidad; en una acrobacia peligrosa y deslumbrante.

En un hábil movimiento, quedó sentado con sus piernas abiertas, mostrándose ante todos, mientras tocaba su cuerpo con erotismo, guiado siempre por el ritmo sensual de la música. Deslizaba una de sus manos por sus muslos en un acompasado vaivén, abría la camisa con el recorrido voluptuoso de su otra mano, mientras la otra tocaba sus piernas, las cuales abría y cerraba lentamente para el deleite de todos, sin dejar de posar sus ojos vehementes en los de Yuki.

La música seguía deslumbrando a todos, y Shuichi, en un súbito paso —como parte del espectáculo—, se dejó caer al suelo con pasión e intensidad, como si pudiese sentir la letra de la balada y, de esa forma, entregar su alma a su baile, consciente que Yuki lo estaba observando, sin perderse detalle alguno de su show.

Volteándose frente hacia la silla y, en una osada posición, Shuichi abrió sus piernas y comenzó a mover sus caderas, lenta y sensualmente, mientras se recorría con una mano la entrepierna, y la otra sostenía el peso de su cuerpo. Gateó lentamente hasta la silla y, sujetándose de ella, comenzó a moverse, abriendo sus piernas de modo que todos pudiesen ver su entrepierna y sus sensuales movimientos, los cuales interactuaban entre un ritmo precipitado y paulatino. Shuichi se puso de pie, situó un pie sobre la silla y bailó de espalda al público. Al ritmo de la canción, pandeaba sus caderas y movía sus manos con sensualidad, como si le estuviese bailando a alguien, sentado en aquella silla de terciopelo azul.

Luego subirse parte de la camisa con sus manos, permitiendo que todos pudiesen contemplar por unos instantes su bien formado trasero y sus contorneadas caderas, Shuichi empujó la silla con brusquedad y se desplazó por el escenario dando vueltas por la pasarela, dejándose caer al suelo con ensayados movimientos. Meneó sus caderas eróticamente, mientras sus manos recorrían el suelo y su cuerpo se agitaba al ritmo de la canción. Shuichi dio un giro en el suelo, para luego gatear de espalda al público que observaba la pasión con la que él bailaba para ellos.

Yuki estaba completamente extasiado ante el espectáculo que Shuichi le estaba regalando, pues sabía bien que el baile era para él; en el instante en que sus miradas desafiantes se encontraron, supo que le bailaba sólo a él.

Shuichi se movía de una manera tan sublime, que Yuki no sabía cómo reaccionar ante aquella visión. Creía estar preso en un maravilloso ensueño; veía a Shuichi pandear sus caderas y arrodillarse, recorriéndose exquisitamente y tocándose con las manos, a medida que la canción cambiaba de ritmo.

La camisa en ese instante dejó de ser necesaria, y Shuichi la arrancó de su cuerpo húmedo en un súbito movimiento, mientras su cuerpo se dejaba llevar por el ritmo de la canción. Se envolvió con sus brazos y se recorrió lentamente bajo la «tenue luz de la oscuridad» que lo envolvía y sumergía en esa melodía sugestiva que le estaba entregando sin saber por qué a aquel arrogante hombre al que ni el nombre le sabía.

Shuichi se arrastró por el suelo luego que la música bajara su apasionado ritmo, y se volteó sobre el lustroso piso para recorrerse y moverse en un vaivén acompasado y delirante. Abrió las piernas y movió sensualmente sus caderas, como si quisiera ser tomado en ese preciso instante, lo cual deslumbró y excitó a todos los presentes, quienes no dudaron en vitorear.

Shuichi se alzó y gateó lentamente por la pasarela, moviendo sus caderas con cada compás aletargado. Respiraba agitado para excitar a los clientes más cercanos y de esa forma conseguir que llenaran su ropa interior de dinero. Mientras eso sucedía, inevitablemente, Shuichi posó su mirada en Yuki, quien sólo tenía en mente una sola cosa: tomar a Shuichi y hacerle el amor delante de todos, para que supieran que él era solamente suyo.

Deslizándose por el tubo de acero, Shuichi se apoyó en él como si fuese abrazado y sostenido. Cerró sus ojos, moviendo su cuerpo sobre la barra fría que estremecía su piel perlada de sudor. Se deslizó nuevamente hasta el suelo, quedando boca abajo, movió lentamente sus caderas mientras sus manos arañaban el suelo y su respiración agitada le hacía hasta casi gemir.

Colocándose nuevamente de pie tras sostenerse con lentitud de la barra de acero y moverse de espalda contra él, abrió sus piernas a los presentes, quienes vitorearon y gritaron excitados por la perfecta escena, la cual les permitía ver claramente la entrepierna de Shuichi, gracias a la semitransparente tela de su ropa interior. Shuichi recorrió sus húmedos cabellos con una de sus manos, mientras la otra recorría su cuerpo y parte del tubo. Una última vez, llevó sus ojos a los de Yuki, quien miraba completamente absorto el baile que Shuichi le había regalado y, que con las últimas notas de la canción... daba por finalizado.

Tras haber quedado todo a oscuras, el púbico aplaudió acalorado y ardiendo de furor gracias al maravilloso show que dio Shuichi, a pesar de no haberse desnudado como anoche, ya que había compensado lo suficiente al mostrar su entrepierna cubierta con una tela semitransparente.

Los clientes del local, plenamente satisfecho, esperaban la siguiente noche para volver a ver a Shuichi y disfrutar de su baile, pues este era una exquisita mezcla entre erotismo e inocencia.

Yuki permaneció en silencio, repasando en su memoria cada movimiento y cada mirada que Shuichi le había obsequiado fugazmente durante el espectáculo. Debido a ello, una ávida necesidad de sentirlo nuevamente se apoderó de él. Así como lo tuvo tan cerca esta mañana, deseaba repetir aquel encuentro, y recordó inevitablemente su furia, el arrastre de sus ojos, el brío de su voz y el embriagador aroma de su cuerpo.

—Shuichi... —murmuró, y se dio cuenta, una vez que pronunció aquel nombre, lo excitado que se sentía. Y negándose a sentir cualquier clase de sentimiento absurdo e innecesario, Yuki se concentró en sus propios deseos; uno de ellos era —el principal— tener el cuerpo de Shuichi entre sus manos, impidiendo a toda cosa que su propio corazón fuese un vil traidor.

Shuichi llegó al camerino una vez concluido su show y se arregló para marcharse a casa. Estaba extenuado, el baile realizado recién sobre el escenario había significado poner algo más que habilidad y experiencia.

Sus colegas de trabajo lo felicitaron por su espectáculo, así como él hacía lo mismo a cada uno de ellos cuando bajaban del escenario. Todos eran una familia, un grupo de amigos que se apoyaban en las buenas y en las malas. Muchos de los bailarines tenían una vida complicada, un pasado y presente doloroso. Muchos de ellos terminaron en NG por ser personas sin estudios; desamparadas, que sólo pudieron usar su cuerpo como herramienta de trabajo. Algunos, terminaban trabajando para Seguchi simplemente por negocio o por alguna suerte de deuda misteriosa. Pero, lejos de ser individuos con una vida fuera de NG, todos sabían bien que en el Strip Club tenían una gran familia incondicional. 

Shuichi salió del camerino, como siempre por el callejón que, a esas horas de la noche, era cubierto por una inesperada lluvia tropical. Shuichi abrió su paraguas, el cual por suerte había echado en su bolso antes de salir de casa, y caminó a prisa. No le gustaba transitar por aquel sucio callejón; este era oscuro, con algunas farolas rotas y otras pobremente en funcionamiento. Los tachos de basura arrumbados contra las paredes, le daban un aspecto incómodo y abrumador al estrecho pasaje, y Shuichi sabía que caminar por aquel lugar era exponerse a alguna incómoda —e incluso peligrosa— situación, como anoche.

Continuó caminando con rapidez, hasta que a mitad de camino y, de la nada, un sujeto de sospechosa apariencia lo interceptó. Observó a Shuichi de pies a cabeza y alzó la mano, pidiendo algo de dinero.

—L-Lo siento, pero no tengo dinero —dijo Shuichi con firmeza, pese al temor que sentía en ese instante; tanto por su integridad física como por el dinero que con esfuerzo había recaudado por su excelente baile.

—Vamos niño. No mientas y suelta el dinero, o... —Dejó la oración en el aire al observar detenidamente a Shuichi, reconociéndolo deliberadamente. —Tú... ¡tú eres uno de los que baila aquí! —dijo, relamiéndose los labios al saberse afortunado por semejante encuentro.  

—Y-Yo no sé de qué me habla —sopló Shuichi. Reanudó su marcha, pero el tipo lo sujetó bruscamente del brazo. —¡SUÉLTAME! —exclamó con indignación, intentando liberarse del agarre.

—¡Quieto, quieto, bonito! —dijo el sujeto. En un brusco movimiento, le hizo una llave a Shuichi en su brazo y lo golpeó de frente contra la pared. El paraguas de Shuichi cayó inevitablemente al suelo y comenzó a empaparse por la lluvia. —No hay que enojarse... —susurró muy cerca del cuello de Shuichi, percibiendo su aroma—. Tienes un exquisito olor —dijo, restregando su cuerpo contra el de Shuichi, quien intentaba por todos los medios liberarse, si embargo, el dolor en su muñeca y brazo le anulaba las fuerzas y, el temor, le nublaba la mente.

—Por favor, suéltame. Te daré lo que tengo de dinero pero por favor déjame ir —suplicó, conteniendo el llanto.

—Ahora no quiero sólo tu dinero. Escuché por ahí que los que bailan en NG tienen un cuerpo exquisito, y estoy seguro que una putita como tu debe saber a gloria. Divirtámonos un rato... —concluyó, sin liberar a Shuichi.

Con prisa, el sujeto movió su mano libre y comenzó a bajar el cierre del pantalón de Shuichi. De inmediato, Shuichi fue invadido por el terror y el llanto.

—¡NO POR FAVOR! —chilló— ¡¡AYUDA~!! —exclamó, pero sus gritos se perdían bajo la lluvia.

—Shh~ tranquilo, que aquí... —susurró lujuriosamente el tipo, mientras bajaba la ropa de Shuichi, adentrándose bajo la tela para tocar su expuesta piel, deleitándose con la calidez de este. Llevó sus dedos al trasero de Shuichi, e irrumpió en él, buscando afanosamente la entrada de Shuichi, la cual se humedecía por la lluvia que no paraba de caer sobre ellos. —Nadie nos molestará.

—¡¡¡NOO~, SUÉLTAME, SUÉLTAME POR FAVOR!!! —Shuichi chillaba a todo pulmón. Le aterraba y asqueaba sentir las manos impúdicas de aquel sujeto sobre su cuerpo.

—Tranquilo putita. No te haré nada que no te hayan hecho antes —dijo el tipo. Desabrochó su propio pantalón y sacó su erguido miembro, el cual no dudó masturbar y restregar contra el trasero de Shuichi para penetrarlo. —Estate quieto que voy a entrar. —Lamió el cuello de Shuichi sin reparos, disfrutando de la resistencia que él ponía.

—¡¡NOOOOO, NO POR FAVOR... NOOOOOOOOOOO!!

Shuichi se vio perdido en ese momento. Sabía que nadie lo iba a ayudar; estaba solo y a merced de aquel tipo que sin complacencia lo iba a violar. Podía sentir como él restregaba su asqueroso miembro contra su entrada, buscando desesperadamente penetrarlo. Aquella asquerosa sensación, sumado al dolor constante de su brazo, lo tenían al borde del colapso. Pero en medio de su desmedido pánico, sintió como la presión de su brazo remitía súbitamente. Se vio luego, cayendo contra el suelo, y, en medio de la oscuridad y la copiosa lluvia, visualizó la silueta de una persona. Escuchó a continuación un grito ahogado, reconociendo aquel quejido como la voz del asqueroso sujeto que segundos antes intentó mancillarlo.  

Los ojos de Shuichi, húmedos por el llanto y la lluvia, observaron como el violador era pateado en el suelo. Observó detenidamente y reconoció, pese a la penumbra de la noche, a «su salvador», sorprendiéndose al descubrir que se trataba de ÉL, y de la violencia con la que actuaba para defenderlo.

El asqueroso violador dejó de gritar y pedir piedad, luego de quedar completamente inconsciente en el suelo, envuelto en sangre. Todo pareció quedar en silencio y una calma repentina se apoderó del lugar. La lluvia no dimitía, pero ya era sólo un leve rocío nocturno y tropical.

Shuichi, completamente empapado y con sus ropas a medio bajar, permanecía aún en el suelo. El llanto había menguado de igual modo, pero sus lágrimas no dejaban de caer en silencio. Su cuerpo temblaba involuntariamente producto de la fresca noche y de la lluvia que le calaba hasta los huesos. Y sólo pudo apreciar a Yuki muy cerca de él cuando alzó levemente el rostro. Sus miradas se encontraron en medio de la tenue oscuridad y, sin esperar alguna palabra para coronar el momento, Shuichi extendió los brazos y se refugió en el ancho pecho de Yuki, quien no dudó en envolver el cuerpo de Shuichi con su chaqueta.

No cruzaron palabra alguna, no se miraron ni un instante a los ojos, más bien, era una complicidad única e inquebrantable la de ambos. Yuki cargó a Shuichi en brazos, y caminó hacia su lujoso automóvil. Su único interés era alejar a Shuichi de aquel sucio callejón y llevarlo a un sitio seguro y confortable.

Dentro del auto, el ambiente era apacible y acogedor. El sonido de la llovizna golpeaba delicadamente el parabrisas, dando cierto aire de mesura, serenidad y refugio. Shuichi se había dormido a mitad de camino, acurrucado en el asiento del copiloto, cubierto por la chaqueta de Yuki, quien había encendido la calefacción para nivelar la temperatura de sus cuerpos.

Minutos después, Yuki aparcó en el frontis del departamento de Shuichi, y es que gracias a su apoteósico interés en él, había logrado averiguar algunas cosas que ahora claramente agradecía. Cargó a Shuichi con sumo cuidado, ingresó al edificio y abordó el elevador que ya estaba en funcionamiento. Cuando salió del cubículo, caminó por un oblongo pasillo tenuemente iluminado, y, siguiendo las indicaciones del conserje que había encontrado en la recepción del edificio, dio finalmente con el apartamento de Shuichi.  

Pese a sostener en brazos a Shuichi y abrir la puerta —con la llave que previamente había sacado del bolso de Shuichi—, Yuki no tuvo mayores inconvenientes; ambas acciones no le resultaron demasiado complejas, debido al peso ligero de Shuichi. Incluso, la sensación reconfortante al tenerlo pegado a su cuerpo, con esa aura de necesidad que lo envolvía, hacían que Yuki se sintiera regocijado y con una clara emoción que no lograba canalizar ni mucho menos controlar.  

Yuki podía sentir el calor de Shuichi abrazar su cuerpo. Su cuello, completamente envuelto por los brazos de Shuichi, ardía placenteramente. Sabía que había hecho mucho esta noche, sabía que Shuichi se aferraba a él con necesidad al ser su salvador.

Encandilado por las emociones que traicioneramente lo embargaban, Yuki pasó por alto el lugar en el que se encontraba y dirigió sus pasos hacia lo que supuestamente era la habitación de Shuichi. Lo depositó sobre la cama y buscó ropa seca con qué abrigar sus cuerpos. Cuando encontró algo en las cajoneras del mueble a un costado de la cama, Yuki observó la reacción de Shuichi al despertar soporoso. El corazón le traqueteó al encontrarse con la abatida mirada de Shuichi, y sólo atinó a decir:

—Descansa; todo está bien.

Shuichi seguía levemente consciente, y no opuso resistencia cuando Yuki lo desvistió y secó. Después de ello, se dejó envolver confortablemente bajo las mantas de su cama y observó en silencio a Yuki, quien sintió su corazón casi detenerse en el instante en que Shuichi le obsequió una sonrisa a medida que sus párpados lentamente se cerraban.

La mente de Yuki, jugándole traicioneramente, maquinó por un segundo aprovecharse deliberadamente de la situación. Bien sabía que no todos los días se le daba una oportunidad como la que tenía entre las manos. Los minutos pasaron, y Yuki no se movió del lado de Shuichi; lo observaba sentado desde el borde de la cama. Repasaba su plácido dormir, y deseó tomarlo a la fuerza; su mente le impulsaba a cometer el mismo acto que aquel sucio tipejo en el callejón.

Repentinamente, una ola de furia lo invadió al recordar aquel desagradable momento y, que si no hubiese decidido acosar nuevamente a Shuichi a la salida del club, estarían ahora lamentando amargas consecuencias. También recordó la osadía del tipo dentro de NG, cuando Shuichi estaba dando su maravilloso espectáculo; aquel impúdico tipo había osado tocar la pierna de Shuichi; había osado poner su asquerosa mano sobre su piel.

Yuki pensó que, tal vez, sus propósitos de tener sexo con Shuichi no estaban tan lejanos. Hoy había dado un gran paso con él, y sabía que sería cuestión de tiempo conquistarlo. Estaba seguro que enamorarlo era la única vía efectiva para tenerlo en sus manos. Sería quizá cuestión de días... y Yuki estaba completamente dispuesto a arriesgarlo todo con tal de ganar la jugada.

 

...Continuará...

 

Notas finales:

Nuevamente me disculpo por la baja calidad de modificación que le he hecho a mi trabajo, pero le agregué algunas cosirijillas a este capítulos; aunque pequeñas e insignificantes.

Gracias por leer.


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