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Te odio...amor por Rukkiaa

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Notas del capitulo:

Segundo ^^

El desmayo

Un nuevo verano en casa de sus tíos Vernon y Petunia. Harry había conseguido, a escondidas, sacar algunos libros de su baúl y hacer los deberes mientras sus desagradables parientes dormían y además había logrado poder liberar a Hedwig, que salía a menudo a estirar las alas.

Harry cumplió trece años. Y a diferencia del resto de su vida, esta vez tuvo regalos. Ron, que estaba en Egipto, visitando con su familia a su hermano Bill, le envió con la pobre lechuza Errol una carta y un regalo, un chivatoscopio de bolsillo. Hermione también le escribió desde Francia y le obsequió un equipo de mantenimiento de escobas voladoras, algo que dicho sea de paso, entusiasmó sobremanera a Harry. Y Hagrid, también le envió una misiva junto con la nueva carta de Hogwarts, y como regalo el gigante le mandó un libro viviente y peligroso llamado El monstruoso libro de los monstruos, que al moreno no le quedó alternativa y tuvo que atar con un cinturón.

Y como siempre en la vida de Harry, las cosas se complicaron. Tras la visita de Marge, la insoportable hermana del tío Vernon, el ojiverde había sin querer (pero queriendo) convertido a la susodicha tía Marge en un globo que sobrevoló Privet Drive y más allá. Harry se pilló un enfado bestial y acabó en la calle, solo, de noche y con su pesado baúl, sumado al miedo de haber sido expulsado de la escuela por haber usado magia aún sin varita, por lo que se planteaba ser un prófugo de la justicia e ir a por su dinero en Gringotts a la mañana siguiente y desaparecer.

Por fortuna, el mundo mágico y sus ilimitados recursos, hizo acto de presencia en forma de autobús noctámbulo, y a Harry le cayó del cielo, porque segundos antes de aparecer el extraño vehículo, había visto la silueta de un perro negro, tan grande como un oso, acechándolo en la oscuridad.

-Bienvenido al autobús noctámbulo, transporte de emergencia para el mago o la bruja extraviados, alargue la varita, suba a bordo y lo llevaremos a donde quiera, me llamo Stan Shunpike, estaré a su disposición esta noche...¿qué es lo que tienes en la frente?-dijo el chico, que tenía la cara llena de granos y orejas grandes.

-Nada-dijo Harry rápido, tapándose la cicatriz con el pelo, si el Ministerio de Magia lo buscaba, no quería ponerles las cosas demasiado fáciles.

-¿Cómo te llamas?-insistió Stan.

-Draco Malfoy- respondió Harry, dando el primer nombre que le vino a la cabeza, algo que no era de extrañar, puesto que siempre lo tenía ahí, Malfoy...-así que...así que este autobús...-intentó decir algo deprisa para desviar la atención del cobrador del bus, que no parecía muy convencido con que el nombre concordase con su cara o a saber por qué-¿has dicho que va a donde yo quiera?

-Sí-dijo Stan- a donde quieras siempre y cuando haya un camino por tierra...nos has dado el alto ¿verdad?...sacaste la varita y...¿verdad?

-Oh si-dijo Harry, aunque en realidad la había sacado para ver la bestia negra con más claridad-¿cuánto me costaría ir a Londres?

-Once sickles- respondió el cobrador- pero por trece te doy además una taza de chocolate y por quince una bolsa de agua caliente y un cepillo de dientes con el color que tú quieras.

Harry pagó al muchacho y éste le llevó a su cama, sí, cama, porque el autobús tenía tres pisos, y en vez de asientos tenía camastros por todos lados en los que algunos brujos dormitaban.

-La tuya es ésta-susurró Stan a Harry mientras metía el baúl del moreno bajo la cama de hierro que se situaba detrás del conductor-éste es nuestro conductor, Ernie Prang, éste es Draco Malfoy, Ernie.

El conductor le hizo a Harry un ademán con la cabeza en forma de saludo y el increíblemente rápido autobús salió disparado rumbo a alguna parte.

Después de dejar a varios brujos y brujas en diferentes lugares, Stan volvió a dirigirse a Harry, esta vez porque hablaban de lo que salía en El Profeta, la fuga de un tal Sirius Black de Azkaban, un peligroso siervo de Quien-no-debe-ser-nombrado.

-Bien, Draco- dijo Stan finalmente-¿a qué parte de Londres?

-Al callejón Diagon- respondió Harry, algo afectado cada vez que le llamaban por el nombre del rubio.

Más rápido de lo que se podía imaginar, el vehículo le llevó a la entrada del Caldero Chorreante, donde, por desgracia para él, se encontraba el ministro y delató su identidad frente al conductor y el cobrador de autobús. Luego le informó de que no habría represalias y que se tendría que quedar en el mismo Caldero Chorreante durante tres semanas hasta el comienzo de las clases, eso sí, sin pisar para nada el Londres muggle, cosa que evidentemente, no le molestó en absoluto a Harry, ya que podía disfrutar del callejón Diagon y vivir lejos de sus tíos.

Harry lo pasó estupendamente, se sabía de memoria todas las tiendas, hacía los deberes tranquilamente en la terraza de una heladería, realizó sus compras escolares antes de lo esperado, e hizo un descubrimiento alucinante en la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch, la asombrosa Saeta de Fuego, la escoba de los profesionales, por la que se le caía la baba.

El último día de vacaciones, se reencontró con sus amigos Ron y Hermione. Ron andaba preocupado por su rata Scabbers que parecía enferma, pero enseñó a Harry la varita nueva que le habían comprado sus padres, de treinta y cinco centímetros, madera de sauce y con pelo de unicornio. Hermione llevaba más libros que nadie, porque iba a tener más asignaturas que nadie, y quería invertir el dinero que le habían dado sus padres por su cumpleaños en una mascota, que al final compró; un gato llamado Crookshanks, al que el pelirrojo no le tenía mucha simpatía, y no se diga de su rata.

Pasaron la última noche juntos en el Caldero Chorreante, Harry, Hermione, y todos los Weasley. Esa noche, Harry descubrió que el fugado Sirius Black iba a por él, y el padre de Ron le advirtió que no buscase a Black bajo ningún concepto.

En el tren con destino a Hogwarts, Harry puso al día en el tema del prisionero de Azkaban a sus amigos, dentro de un vagón donde dormía el extraño profesor Lupin.

A media tarde, había empezado a llover y por el pasillo oyeron pasos acercándose a su compartimento. Cuando se abrió la puerta se trataba de Draco Malfoy y sus inseparables colegas.

A Harry se le aceleró el pulso como nunca antes. Siempre que veía al rubio, la misma historia, y se fijaba de que cuanto más tiempo tardaba en verlo, mayor era el influjo sobre él. Sus orbes verdes buscaban ansiosamente las grises, pero éstas le pasaron por alto y se posaron en el pelirrojo que sostenía a Scabbers para salvarla del gato de Hermione. Malfoy dirigió comentarios despectivos y burlones hacía Weasley, relacionados, como de costumbre, con su economía familiar, pero cuando el Slytherin se percató de que había un profesor presente, se marchó enfadado, dejando al moreno absorto mirando a la puerta.

El expreso continuó avanzando, hasta que, de pronto e inexplicablemente, se detuvo. Las luces se apagaron y se sumieron en la más absoluta oscuridad. Neville y Ginny se habían acabado metiendo en el mismo compartimento del trío, provocando que el profesor Lupin se despertase por el escándalo. La atmósfera se volvió aterradora y sentían que algo había subido al tren. Cuando se abrió la puerta del compartimento se toparon con una horrenda criatura encapuchada, que se cebó con Harry hasta provocar que se desmayase. De no ser por el profesor, no lo hubiese contado. Se había tratado de dementores, guardianes de Azkaban, que estaban buscando a Sirius Black.

Cuando llegaron a la escuela, Harry se reencontró con Draco.

-¿Te has desmayado Potter?¿es verdad lo que dicen?¿que te desmayaste como una nena?- el rubio había apresurado el paso para alcanzar al ojiverde, golpeando en el codo a Hermione al pasar por su lado, y sonriendo con malicia. Harry ni le dirigía la mirada, estaba avergonzado de que siempre le pasaran a él esas cosas. De toda la gente del tren, fue el único que perdió la consciencia.

-¡Lárgate Malfoy!-dijo Ron enfadado.

-¿Tú también te desmayaste Weasley? apuesto a que ese dementor te hizo llorar-y se rió a carcajadas de su propia broma.

Malfoy iba a continuar, pero el profesor Lupin le interrumpió y no le quedó otra que irse de allí.

Otro curso más, se perdió la selección, ya que McGonagall, nada más poner un pie en el castillo, se los había llevado a él y a Hermione a su despacho. La profesora y la enfermera Pomfrey querían que Harry pasara la noche en la enfermería, pero éste no podía soportar lo que pensaría Draco de él si lo hiciese, así que rehusó. Esa misma noche, anunciaron que el profesor Remus Lupin iba a ser el encargado de enseñarles Defensa Contra las Artes Oscuras y que Hagrid les daría Cuidado de Criaturas Mágicas.

Lo que siguió al día siguiente, fue un Malfoy burlón, que lo imitaba constantemente desmayándose ridículamente, generando risotadas entre los Slytherin, lo que hacía sentirse a Harry peor de lo que ya estaba.

-No le hagas caso...a veces creo que Malfoy tiene complejo de bufón-le dijo Hermione con tono compasivo, pero el ojiverde no podía dejar de mirar al rubio con tristeza en el rostro. Cada curso igual.

-¡Eh Potter!-un grito femenino de la mesa de las serpientes le hizo desviar la vista, era Pansy Parkinson...la desagradable chica que rondaba a Draco, Harry no pudo evitar una mueca de desagrado al mirarla-¡Potter!-alzó más la voz la chica mientras se levantaba y ponía cara de terror señalando en dirección a su espalda-¡un dementor!¡uuuuuuuuh!- los de Slytherin estallaron en risas y Malfoy y Parkinson se miraron con complicidad, cosa que revolvió el estómago del moreno.

Después de una charla con Hermione de lo imposible de su horario, tuvieron la primera clase, Adivinación, con la extraña profesora Sybill Trelawney y los posos del té. Que acabó con el miedo en el cuerpo de todos, en especial de Harry, por el presagio de muerte que había visto la profesora en sus posos, el Grim lo había llamado, un perro negro...

Transformaciones con McGonagall y una vez hubieron almorzado, les tocó salir afuera, a la clase de Hagrid.

Continuará...


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