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Te odio...amor por Rukkiaa

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La copa de la casa y las vacaciones de verano

Llegaron los exámenes y el último fue el de Historia de la Magia, más fácil de lo que Hermione había pensado. Harry descubre que Hagrid cuando recibió el huevo de Norberto, había hablado de como burlar al perro de tres cabezas, Fluffy, y deciden hablar con Dumbledore, dándose cuenta horrorizados de que no está en la escuela, así que esa noche debían bajar a impedir que Snape se hiciera con la piedra filosofal o de lo contrario estarían perdidos.

Al anochecer se fugaron petrificando en el camino a Neville que había intentado impedírselo. Pasaron bajo la trampilla de Fluffy y se toparon con los diferentes encantamientos de los profesores. El lazo del diablo de la profesora Sprout que Hermione neutralizó sin problemas, las llaves voladoras encantadas por Flitwick, el ajedrez de McGonagall que dejó k.o a Ron, el trol inconsciente de Quirrell y las pociones de Snape, que dejaron a Harry solo. Contra Quirrell, Voldemort y el espejo de Oesed.

Harry despertó en la enfermería tres días después, con muchos regalos junto a su cama, lo que significaba que al menos unos cuantos de la escuela le apreciaban después de todo. Albus Dumbledore le informó que la piedra había sido destruida, Quirrell muerto y Voldemort en paradero desconocido.

Pero Harry tuvo que preguntarle al director una cosa que le rondaba en la cabeza, después de su encuentro con Quirrell, por algo que éste le había dicho- Quirrell dijo que Snape me odia, porque odiaba a mi padre ¿es verdad?

-Bueno, ellos se detestaban el uno al otro-contestó el anciano-como tú y el señor Malfoy ¿me equivoco?-Harry desvió la mirada avergonzado-pero entonces tu padre hizo algo que Snape nunca pudo perdonarle...le salvó la vida, por eso creo que Snape ha intentado protegerte todo este curso, para estar en paz con él.

Eso dejó pensativo a Harry, se supone que él y Malfoy se detestaban ¿verdad? ...pero el moreno de gafas no lo veía tan claro, al menos por su parte, incluso el anciano director se daba cuenta, sabía que por la del rubio, fijo que sí. De echo, estaba deseando verle, porque con todo lo sucedido y desde lo del Bosque Prohibido, parecía que el Slytherin le evitaba y ya no se dirigía a él ni para insultarle, algo que Harry supuso sería por la vergüenza, ya que lo vio llorar y no querría arriesgarse a que se lo echase en cara públicamente. Seguro era eso.

Cuando sus amigos le visitaron en la enfermería salió de dudas.

-Oh, Harry me alegro tanto de que estés bien, me asusté mucho cuando supe lo que pasó...-Hermione estaba muy emocionada y acariciaba el pelo de Harry de manera maternal.

Ron le informó de que pasado mañana sería la fiesta de fin de curso y que debía recuperarse pronto para ir con ellos-ya están todos los puntos y Slytherin ganó la copa de la casa-añadió con cara de resignación-te perdiste el último partido, ganó Ravenclaw claro, sin estar tú...

Harry aprovechó para preguntar sin llamar la atención-hablando de Slytherin...¿como os han tratado esas serpientes? ¿Malfoy se ha pasado de la raya?-perfecto, así nadie sospechaba nada.

-¡Que va! es como si pasara de nosotros-dijo Ron con énfasis-y eso que me esperaba lo peor cuando perdimos contra las águilas...

Llegó la fiesta de despedida del curso y Albus Dumbledore entregó la copa de la casa, que finalmente fue para Gryffindor gracias a puntos añadidos de última hora por los recientes acontecimientos. Esto hizo que los leones lo celebraran intensamente y Harry se fijo en Malfoy, que estaba atónito y horrorizado. Éste al ver los ojos verdes posados en los suyos, desvió rápido la mirada y cruzando los brazos, le giró la cara como muestra de enfado, pero Harry habría podido jurar que vio rubor en las mejillas del rubio y sonrió para sí.

Les dieron las notas y como no, la mejor del año había sido Hermione, o sea que sin sorpresas, igual que el desastre en Pociones de Neville. Tocó volver a casa y en la estación King's Cross le esperaban sus desagradables tíos. Ron les invitó a Hermione y a él a pasar el verano en su casa. Harry sonrió, se sentía diferente, miró a su tío Vernon que cargaba el pesado baúl, iracundo y, supo que todo había cambiado, ya no iba a ser nunca más el simplón Harry Potter que vivía en el número cuatro de Privet Drive, en la alacena bajo la escalera. Ahora era Harry Potter, el niño que vivió, alumno de Hogwarts escuela de magia y hechicería.

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Era el mejor verano que Harry había pasado jamás en la casa de los Dursley, sobretodo por el hecho de que temían que de un momento a otro, el joven aprendiz de mago les lanzase un conjuro y eso le divertía mucho, pero también estaba el problema de que su tío había guardado todas sus pertenencias en la alacena bajo la escalera, impidiéndole hacer los deberes o tocar siquiera su varita, y Hedwig estaba encerrada a cal y canto en su jaula por un gran candado cortesía igualmente de Vernon.

Aún así, era muy gracioso ver las caras que ponía su primo Dudley cuando el propio Harry susurraba cosas sin sentido cerca de él y éste salia corriendo como alma que lleva el diablo. Lamentablemente, a parte de los deberes sin hacer, algo preocupaba mucho al moreno de gafas redondas, y era el hecho de que sus mejores amigos Ron y Hermione, e incluso Hagrid, no se habían dignado a escribirle una mísera carta desde que se fueran de Hogwarts, nada, y eso que el pelirrojo le había invitado a pasar el verano en su casa. Llegó a pensar que estaban furiosos con él ya que tampoco les había escrito, pero por desgracia su lechuza estaba confinada y le era imposible.

Otra cosa que inquietaba a Harry eran las ganas que tenía de ver a Draco Malfoy, su enemigo, al menos en términos prácticos. No le cabía en la cabeza como podía ser posible eso, ya que el rubio era de todo, menos simpático con él. Aún así, recordaba al Draco adorable del espejo de Oesed, y la noche en el Bosque Prohibido, cuando habían estado a punto de morir y se habían dado las manos con fuerza. Harry muchas veces se había sorprendido a si mismo contemplando su mano derecha, como si aún sintiera la fría piel del rubio sobre la suya. Cosas que le aturdían y a las que seguía sin encontrar sentido alguno.

Era 31 de Julio, y Harry cumplía doce años, pero en casa de los Dursley había algo más importante, igual que de costumbre. El tío Vernon estaba entusiasmado porque podía cerrar un contrato con un importante cliente y lo había invitado a cenar a su casa, planeando al dedillo la velada y dejando, como no, a su sobrino el rarito, al margen completamente.

Pero cuando la planificadísima cena comenzó y Harry entró a su habitación se topó con el pseudomasoquista elfo doméstico Dobby, que le advirtió que no pisara Hogwarts ese curso, porque había una conspiración en su contra. Evidentemente, el ojiverde, prefería volver a la escuela que estar en esa espantosa especie de hogar. Con la mala suerte acostumbrada, el elfo hizo de las suyas en la casa y provocó que el ministerio le mandase a Harry una advertencia por usar magia, que él no hizo y además que sus tíos descubriesen que no le estaba permitido hacer magia fuera de la escuela y como resultado, encerraron a Harry en el pequeño segundo dormitorio de Dudley, poniéndole barrotes en la ventana, sacándolo dos veces al día para ir al baño y dándole de comer a través de una gatera que colocaron en la puerta. Lo único que aliviaba al joven Potter era que sus amigos si le habían escrito, solo que el dichoso elfo, le había usurpado el correo.

Aun así, sus esperanzas de volver a Hogwarts se habían esfumado.

Tres días pasó así hasta que sus queridos amigos, Ron, Fred y George le rescataron con su alucinante coche volador y lo llevaron a La Madriguera, el acogedor hogar de la familia Weasley. Los cuatro, llegaron a la conclusión de que lo que le había dicho Dobby a Harry, podía ser una broma pesada de alguien que le odiase mucho, y enseguida pensaron en Draco Malfoy, ya que encajaba perfectamente en el perfil, no solo en lo del odio que le profesaba a él, lo suficientemente fuerte como para hacerle algo así, sino que al ser tan adinerado como aparentaba, seguro que tenía un elfo como ese a su disposición para encargarle que evitase que su enemigo pisara la escuela y de paso fastidiarle con lo de la correspondencia.

Y el verano mejoró considerablemente para el niño que vivió.

Recibieron la carta de Hogwarts con el nuevo material de segundo curso, y casi todos los libros eran de un tal Gilderoy Lockhart, un famoso mago y escritor, bastante popular entre las féminas. Y como no, tenían que ir a comprar lo que necesitaban al callejón Diagon. Pero los Weasley se transportaban por chimenea, usando algo llamado polvos flu, que Harry no conocía. Para colmo de males, el ojiverde los usó mal y acabó en una especie de tienda espantosa que no estaba en el callejón al que deseaba ir.

Harry pensó en salir de ahí, tan pronto como recogió sus gafas rotas del suelo. No tenía ni idea de donde se encontraba, pero no podía estar peor que en ese sitio, que dicho sea de paso, le daba escalofríos, sin embargo, cuando iba hacia la puerta, a través de la luna del escaparate vio el rostro de alguien a quien no esperaba ver en ese lugar. Draco Malfoy. Se echó un rápido vistazo a sí mismo y se vio lleno de hollín, hecho un asco y con las gafas rotas, no podía dejar que le viera de ese modo, así que se escondió en un gran armario que tenía cerca y decidido a espiar hasta que el rubio se fuera.

La campanilla de la puerta sonó cuando Malfoy entró, pero no venía solo, un hombre mucho más alto le seguía, y por el gran parecido que tenían ambos, Harry dedujo que era el padre del ojigris.

El señor Malfoy tocó un timbre que había en el mostrador y le dirigió la palabra a su hijo-no toques nada Draco.

Éste miraba un ojo de cristal y le respondió-creía que me ibas a comprar un regalo.

-Te dije que te compraría una escoba de carreras- Harry rodó los ojos, parecía que Malfoy no pensara en otra cosa que no fuera una escoba...bueno, y en insultos hacia él.

-¿Y para qué la quiero si no estoy en el equipo de la casa?-preguntó el rubio menor enfurruñado- Harry Potter tenía el año pasado una Nimbus 2000, y obtuvo un permiso especial de Dumbledore para poder jugar en el equipo de Gryffindor, ni siquiera es muy bueno, sólo porque es famoso...famoso por tener esa ridícula cicatriz en la frente...-añadió mientras echaba una ojeada a un estante con calaveras, y prosiguió-a todos les parece que Potter es muy inteligente sólo porque tiene esa maravillosa cicatriz en la frente y una escoba mágica...

-Me lo has dicho ya una docena de veces por lo menos-le interrumpió su padre con cara de fastidio y voz cansada. Harry sintió una súbita alegría, eso significaba, que Draco también pensaba en él, más de lo que querría reconocer, seguro, y que se había pasado el verano molestando a su progenitor hablándole de él. Unos deseos de reírse tontamente le asaltaron, pero alzó sus manos para taparse la boca, ya que no era conveniente delatarse, además de que no cesaba de oír en su mente las últimas palabras de Draco 'esa maravillosa cicatriz', vale, seguro era en tono irónico, pero podía haber algo de verdad ¿no?. El Malfoy mayor siguió hablando con su hijo y bajó al moreno de las nubes-y te quiero recordar Draco que sería mucho más...prudente dar la impresión de que tú también lo admiras, porque en la clase todos lo ven como el héroe que hizo desaparecer al Señor Tenebroso...¡ah señor Borgin!-un hombre de cabello grasiento y algo encorvado había aparecido, quitando al Malfoy menor la oportunidad de réplica.

Las últimas palabras del señor Malfoy habían hecho a Harry pensar en como sería llevarse bien con Draco...¿serían buenos amigos o saltarían chispas a la primera de cambio?.

El rubio platinado de largos cabellos comenzó una conversación con el señor Borgin a la que Harry no le dio importancia, porque estaba muy ensimismado observando los gráciles movimientos de Draco por la tienda, que miraba las cosas detenidamente y poniendo diferentes muecas según lo que le parecía cada cosa, ya fuera asco o por el contrario ligero interés (ya que en ese lugar nada parecía agradable del todo). El moreno se sorprendió de lo buena persona que parecía Malfoy lejos de esa capa de odio y perversión. De pronto lo vio detenerse y alzar la voz-¿puedo quedarme con esto?-dijo interrumpiendo a su padre y a Borgin. Lo que quería el rubio resultó ser una mano cortada que reposaba sobre un cojín y según el vendedor era la Mano de la Gloria, que servía para alumbrar el camino al que le pusiera una vela entre los dedos, por lo visto era algo importante para los saqueadores y ladrones. Cosa que desembocó en una conversación sobre el futuro de Draco y que su padre se lo augurase negativo por las notas que sacaba su vástago en la escuela, inferiores a las de la hija de muggles, Hermione Granger.

Draco continuó su tour por la tienda molesto, mientras su padre y Borgin volvían a lo suyo y reparó en el armario donde Harry se escondía. Fue directo a el y cuando estuvo a punto de tirar de la manilla, su padre lo llamó para marcharse, haciendo suspirar al ojiverde, que ya se veía pillado con las manos en la masa y sin una explicación viable. Cuando el propio Borgin se fue a la trastienda Harry salió de allí aun sudando por lo peliagudo de la situación.

Al final resultó que había acabado por error en el peligroso callejón Knockturn y Hagrid le rescató. Pudo encontrarse con Hermione y los Weasley en Gringotts. Fueron a Flourish y Blotts a por los libros y casualmente se habían topado con el tal Gilderoy Lockhart firmando libros y haciendo enloquecer a las mujeres, éste incluso había usado al propio Harry para sacarse una foto con el objetivo de salir en la portada de El Profeta.

Cuando Harry había decidido salir de allí porque le resultaba insoportable, el moreno volvió a encontrarse con el rubio, esta vez cara a cara y con Ginny Weasley de testigo.

Continuará...

Notas finales:

XD


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