Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Amai Kitsune 2.0 por Naruta

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Buenas de nuevo! La verdad es que tengo que decir que estoy muy contenta. He continuado con ganas esta historia y la verdad es que no me está costando nada... ¡Con lo vaga que soy! Madre de Sílfides, si tardo un mes en actualizar otras historias... pero no sé, esta es diferente. Es como el hijo pródigo y favorito al que quieres, malcrías y pones dinero para que vaya a la universidad


Muchas gracias a todas, las nuevas y las que habéis entrado porque la historia os sonaba. Estoy muy contenta y me encantará responder a todos vuestros reviews, ya sea un simple "¡Conti plis!" como un "Cacafuti". Si queréis preguntar lo que sea relativo a la historia o whatever podéis hacerlo.


A partir de aquí se nota que la historia ha cambiado. Contiene matices más cómicos y mucho menos trágicos. Avanza un poco lento, pero es solo el desarrollo de los primeros capítulos, ¡prometo no ser tan densa con los demás!


Además, esbozo personajes que deberían ser malvados por el cannon de la serie de una forma un tanto... despistada y paródica. Eso es porque Orochimaru e Itachi eran unos de mis personajes favoritos en la serie y... bueno, simplemente no quería ponerles un rol malo en esta historia (y eso que a mí los personajes con tintes oscuros me gustan... bueno, me encanta... bueno, me... bueno, ya vale).


Creo que no tengo nada que decir. Espero que os guste tantísimo como a mí escribirlo. ¡Dattebayo!

Capítulo Dos

El primer sonido del día para las demás personas solía ser el de un despertador, la alarma del móvil o, en la situación más agradable, el canto de los pajaritos. En su caso, era algo muy distinto aunque curiosamente parecido. Las cacatúas moradas comenzaron a aletear y piar sin control y las serpientes blancas sisearon hacia su dirección, mandándolas callar. Orochimaru se incorporó del incómodo suelo sintiéndose pesado y con la espalda a punto de quebrars, se desperezó y bostezó abriendo tanto la boca que parecía que iba a darse la vuelta y a comerse a sí mismo. Tras eso, hizo un ruido prolongado con la boca que parecía el de los trozos de madera chocando entre sí y los animales se sumaron en una profunda calma a regañadientes. Orochimaru sonrió, victorioso.

—Contradecidme si osáis, mis pequeños súbditos.—murmuró el moreno en un alarde de su habla arcaica, y es que estaba tan acostumbrado a la soledad que trataba a sus animales como si fueran humanos y formaran su pequeño ejército. Gruñó por el dolor de tener que dormir en un futón tan fino que ni poniéndole brasas ardientes lo harían más incómodo y se masajeó la espalda con las dos manos. Desvió la mirada y se encontró un cheque cuidadosamente colocado bajo el cristal de la mesa baja donde colocaba sus cosas antes de dormirse para que no se le perdiera. Una sonrisa viperina se dibujó en su estrambótico rostro.

Ya no tendría que dormir más en la pajarería ni alimentarse de comida para perros de dudosa calidad. De hecho poseía en esos momentos tanto dinero que podría tirar los animales por la ventana de un quinto piso y dejarlo todo en manos de la Santísima Gravedad. ¡Cinco millones de yenes! Y ya era de día, por lo que podía canjear el cheque en cuaquier banco de la ciudad, todos estaban abiertos. Tan solo la idea le hacía que le cosquilleasen los pelos de la cabeza por la emoción, pero la sensación le duró lo justo para recordar que también debía estar asustado por la forma en la que había conseguido el dinero.

Orochimaru se incorporó y miró por la ventana. Ya era completamente de día, había amanecido hacía un rato, lo cual significaba que los efectos en Uzumaki de la luna llena ya habían pasado. Habría vuelto de nuevo a su forma humana, con lo cual no habría contado su comprador ni en un millón de años.

Sin embargo, esa no era la única razón por la que el hombre debería correr con el rabo y el dinero entre las piernas. El motivo por el que Uzumaki no estaba en venta era que otra persona le había echado el ojo, un chico al que nunca echaba de la tienda cuando entraba solo para observar porque le ponía la carne de gallina, ¡y eso que él había visto cosas más raras que un perro verde! (Literalmente. Tenía un perro de ese color en la tienda.), pero aquel chico era la mismísima reencarnación del hijo de Satán. Nunca le había ofrecido a Orochimaru tan suculenta cantidad por el animal, se contentaba con ir a visitar al niño zorro una vez a la semana y a decirle que estaba recogiendo el suficiente dinero como para que Orochimaru reconsiderase deshacerse el kitsune. Orochimaru le había cogido mucho cariño al niño, pero cinco millones eran cinco millones... Ya fueran de yenes o de barritas energéticas. Vivía en la ruina, ¿qué podía hacer? Además, el joven de cabello azabache parecía una persona de bien, una persona de confianza. Sí, seguro que Uzumaki estaba mejor con él que en esa pajarería dejada de la mano de Dios. ¡Si en el fondo Orochimaru lo hizo por él!

Y una leche, a él lo que le gustaba era el dinero.

—¿Qué debería hacer, vasallos? Oh, qué contrariedad.—dijo Orochimaru llevándose una mano a la frente de forma melodramática y girándose hacia los gatos de tres colas, los cuales se le quedaron mirando con cara de «Este tío es gilipollas. Dame de comer o me sigo lamiendo los huevos». De pronto, Orochimaru abrió mucho los ojos y sonrió abiertamente, dándose un puño en la otra mano.—¡Eso es, lo tengo! Os agradezco la sugerencia, mis dogos drugos.

Estaba bastante claro. En aquel preciso instante se vestiría, saldría a canjear el dinero y sacaría el suficiente como para alquilar un apartamento en la otra punta de Konoha por tiempo indefinido, entonces recogería la pajarería y el contenido de la misma lo llevaría al apartamento. Cuando hubiese desalojado el local, se lo traspasaría a una inmobiliaria y así ni el chico peligroso ni el niño rico sabrían dónde encontrarlo, y mientras tanto él tendría tiempo de sobra para decidir qué hacer con sus animales y a dónde mudarse en su apartamento, en el que viviría hasta que encontrase algo mejor. No volvería a trabajar en una problemática tienda de criaturas exóticas, se conformaría con vender galletas a los ancianos y tocarse las narices mientras se gastaba lo que le quedaba de fortuna en la teletienda.

¡Era un plan perfecto! Solo faltaba actuar con rapidez antes de que el chico adinerado decidiese volver con Uzumaki preguntándose qué demonios le había vendido. No le preocupaba el otro, aún tardaría tres días en volver a la tienda. Podría evitarlo lo justo como para trasladarse, pero el primero sí que representaba un problema, sobre todo si era un chico madrugador.

Orochimaru se terminó de levantar y, sin cambiarse de ropa, se puso la gabardina encima del pijama morado, tapándose con una ridícula bufanda negra con dos borlas con cara de serpientes en cada extremo para no sentir frío en su precioso cuello de cisne.

—¡Vigilad la tienda, soldados! ¡Volveré pronto para concluir la misión!


—Vale...—farfullaba una y otra vez Sasuke de un lado hacia otro de la habitación masajeándose las sienes y sin poder mirar al rubio sin que le diesen cinco mini-infartos.—Vale...—cogió aire y cerró los ojos, girándose y clavando sus oscuros ojos en la cama. Pues no, no era una alucinación; el chico seguía allí, observándole con el rostro ladeado. Sasuke se cruzó de brazos, intentando serenarse.—Mira, no sé quién eres y cómo has entrado aquí, pero si no te vas ahora mismo llamaré a la policía.—el moreno arrugó la nariz al verle el torso desnudo.—Y por Dios, ¡ponte algo encima!

Sasuke apretío la mandíbula, contrariado. Alguna que otra vez se le había echado un fanático desesperado encima con la esperanza de poder llevárselo al huerto, a la fuerza o sin ella, ¿pero entrar en su casa medio desnudo llevando encima accesorios kemonomimi? Aquello era el colmo de la perversión. El rubio parpadeó varias veces y esbozó un leve puchero, sacándose las sábanas de encima a base de pataleos.

—Pero Sasuke-san... Soy yo, Naruto.

Sasuke quiso contestarle bruscamente, pero entonces el chico que se hacía llamar Naruto comenzó a gatear por la cama hasta llegar a él. El moreno se sonrojó de manera violenta, casi como si le hubieran dado una bofetada. Contuvo la respiración, atónito. ¡Estaba desnudo! ¿Ese chico había entrado desnudo a su casa? ¿Y qué había hecho con su zorro? ¡Madre de Dios!

—Eh...

—Sasuke-san.—dijo con voz melosa el chico gateando hasta llegar al borde de la cama y estirar los brazos para apretar sus manos en la camiseta del moreno, apoyando la cabeza en su regazo y cerrando los ojos.—Tengo hambre...

 

Sasuke, con cara de estar sufriendo un derrame cerebral, lo único que pudo pensar fue en dar un paso gigantesco hacia atrás, lo cual causó que el chico cayese hacia delante, estampando su cara en el suelo. El rubio se quedó en esa posición frotándose la cabeza y repitiendo «Jo... duele...» todo el rato. Sasuke retrocedió hasta pisar descalzo la camisa que se había puesto la noche anterior y entonces se la lanzó al rubio, intentando no arrepentirse de dársela. A lo mejor ese depravado le daba por venderla por eBay o hacer vudú con ella cuando saliera de la casa...

El rubio levantó la cabeza aún con la prenda encima y mirá todo el rato hacia los lados, como si se preguntase quién había apagado la luz. Sasuke tragó saliva.

—Mira, ponte eso, y por nada...—Sasuke negó una vez cruzando los brazos delante de su pecho. El chico levantó la camisa para poder mirarlo, curioso.—... nada, nada en el mundo se te ocurra salir de la haitación. ¿Entendido?

El rubio miró la prenda sujetándola con cuidado entre sus bracitos y sonrió muy contento, moviendo las orejas. A Sasuke aquello le daba escalofríos. Parecía tan real...

—¡Lo que usted diga, Sasuke-san!

El moreno se acercó a la puerta y salió de la habitación, cerrando con vehemencia la puerta tras de sí. Relajó los hombros, suspirando, y apoyó la frente en la puerta, aturdido. ¿Qué coño...? ¿Qué demonios acababa de pasar?

—Buenos días, Sasuke-sama.

Sasuke tuvo que controlarse para no saltar del susto. Últimamente estaba más crisado y tenso que de costumbre, y eso no le gustaba un pelo. Se separó de la puerta y miró a su criada y cocinera principal Shizune. Intentó parecer calmado para no levantar sospechas.

—Buenos días.

—Le traigo el desayuno de los miércoles. ¿Paso y se lo dejo en la habitación.

—¡No!—espetó rápidamente el moreno dando un golpe en la puerta e impidiéndole pasar a su criada con el brazo delante. Shizune abrió mucho los ojos, asombrada.—No, quiero decir... Este no es un buen lugar para desayunar, Shizune-san. Déjelo en el comedor. Gracias.

Shizune, visiblemente extrañada por la reacción y los modales del Uchiha (que solían ser excelentes pero muy fríos y distantes con sus sirvientes), se dio la vuelta aún mirando disimuladamente por encima del hombro, llevándose la bandeja con la comida hacia donde el joven le había mandado. Sasuke bufó, aliviado, y se atrevió a abrir ligeramente la puerta para observar por ella. El rubio seguía allí, curioseando entre las revistas que le regalaban por salir él en ellas tirado en el suelo con los pies cruzados y hacia arriba, apoyados en la cama y moviendo la cola relajadamente, casi como si no se diera cuenta de que estaba ahí. La camisa le quedaba casi como un camisón, ese chico era escuálido y menudo, y la voz y las facciones eran aniñadas, pero quizá se debiera por una mala nutrición o el tardío desarrollo. No parecía una persona peligrosa, pero... aún así... ¿Qué narices hacía allí? ¿Y a qué venían las orejas, los bigotes y la cola? ¿Dónde diablos estaba Naruto? El rubio pareció percatarse de su presencia y dobló la cara para poder verle bien, sonriendo abiertamente.

—¡Sasuke-san!—de nuevo dibujó un puchero en su rostro que resultaba exageradamente cómico.—De veras, tengo hambre...

Sasuke volvió a cerrar la puerta, blanco de la impresión. Vale, debía reconocerlo; se le había pasado por la cabeza que quizá él no estaba mintiendo. Vale, era absurdo por no decir im-po-si-ble, pero era lo más factible... ¿No? El chico se parecía físicamente a su zorro, olía igual que el champú con el que lo lavó y sabía cuál era su nombre. Todo bien. Oh, no, quedaba el pequeño detalle de que ya no era un zorro, sino una persona. Sí, un ser humano que caminaba sobre la dos patas, solo que con unas orejas y una cola espeluznantemente reales, no parecían hechas con cartón ni tela. ¡Incluso se movían! Aquello era ridículo, y eso no era su especialidad, pero sí la de alguien que él conocía muy bien...

Rápidamente, corrió hasta el comedor y cogió el teléfono inalámbrico, pulsando el número tres de la marcación rápida. Al primer intento, no se lo cogió. Sasuke chasqueó la lengua. Volvió a llamar. Nada. Jurando por todos los dioses que se vengaría con creces por aquello, llamó por última vez, y por suerte el sujeto se dignó a contestar.

—¡Hey!

—Tus «hey» son como una patada en los huevos para mí. ¿Por qué no me has cogido el teléfono?

—Lo siento. Ya sabes, el tiempo que corre rápidamente y sin piedad...

—Esa excusa ya la usaste ayer, idiota.

—Oh, vaya, me he equivocado de día... Hoy tocaba la excusa del miércoles.

Sasuke cogió aire y se masajeó con una mano el puente de la nariz, obligándose a tener paciencia con Kakashi. ¿Por qué tenía que lidiar con un representante incompetente y un hermano que había cambiado radicalmente a ser un estúpido integral con las mismas ganas de querer tocarle las pelota? Debía ser un deporte realmente sano y divertido, porque si no, no lo entendía...

—Necesito que vengas. Urgentemente.

—¿Cómo de urgente?

—Imagina que tu representante te lleva a una extraña tienda de animales casi a medianoche, te acabas comprando un zorro y al día siguiente te despiertas sin mascota pero sí con un chico desconocido y de aspecto extraño en tu cama. Así de urgente.

—Oh... Eso suena a noche alocada, Sasuke-kun. No sé si quiero participar en la historia.—respondió totalmente tranquilo, como si nada de lo que le hubiese dicho fuese extraño en absoluto. El moreno arqueó una ceja con una mano apoyada en su cadera, impaciente.—Está bien, iré hacia allí ahora mismo... Pero solo porque en tu casa se desayuna estupendamente.

Sasuke suspiró y colgó el teléfono sin despedirse, dando por supuesto que Kakashi le vaciaría la despensa si se descuidaba, y se fijó en la bandeja con comida que reposaba en la mesa alargada. Un plato con galletas, una taza de café, un zumo y fruta, todo adornado con un pequeño jarrón con lirios, su flor favorita. Le recordaba mucho a su madre. Torció el gesto, pensativo, y entonces decidió coger la bandeja, yendo hacia su habitación.

Vale, a lo mejor estaba cometiendo la estupidez de su vida. Quizá al día siguiente fuera la portada de todas las revistas del corazón. No había llegado a la veintena y ya jugueteaba con extraños chicos que parecían lo siguiente a menores de edad solo porque «era su mascota». En realidad, Sasuke empezaba a creerse que el rubio era Naruto. Sentía la misma sensación de querer protegerlo que con su zorro, además cada vez que estaba con él se volvía impulsivo (cosa difícil en él, que era la persona más reflexiva y calmada del mundo), como cuando lo compró o, simplemente, en ese momento, girando el pomo de la puerta de su habitación con una bandeja de comida en sus manos.

El rubio, que le había dado tiempo en ese corto período de tiempo en espolvorear la estancia con revistas de diversas índoles por todas partes, se dio la vuelta tirado como estaba en la cama y se incorporó, mostrando una sonrisa de grandes dientes y moviendo la cola frenéticamente. Sasuke reprimió una mueca de horror. Por lo visto, aquel chico también tenía el sentido de la hiperactividad y la destrucción desarrollada, como la de un animal. Parecía que lo había dejado solo horas en vez de solo unos minutos.

—¡Bieeen! ¡Comida, comida!

Antes de que el supuesto Naruto se tirase encima de él, Sasuke se acercó y dejó la bandeja encima de la cama, sentándose en el borde y cruzando una pierna por encima de la otra con elegancia, agarrando el café antes de que lo cayese y manchase toda la sábana por encima. El rubio se abalanzó sobre la comida, bebiéndose de un trago el zumo y metiéndose tantas galletas en la boca que en vez de un zorro parecía un hámster almacenando comida para el invierno. Sasuke tuvo que poner una mano sobre su frente y tirar de su cabeza hacia arriba para que lo mirase y dejase de comer, con el entrecejo fruncido.

—¡Eh, para! Si sigues así te atragantarás.

El rubio masticó una sola vez y tragó haciendo un ruido bastante notorio, sonriendo profundamente. Sus mejillas se veían más sonrojadas y parecía estar cogiendo peso por momentos.

—¡Muchas gracias, Sasuke-san! Es usted muy bueno conmigo.

Sasuke le dio un trago al café con los ojos cerrados, restándole importancia.

—No es nada.

Abrió los ojos al sentir algo haciéndole cosquillas por encima de la camiseta. Era la cola del rubio, que parecía moverse por libre albedrío. Cada vez se sentía más y más incómodo.

—¿Por qué sale en tantos libros, Sasuke-san?

El moreno se preguntó por un momento de qué demonios hablaba aquel chico, pero entonces se fijó en todas las revistas repartidas por la habitación y arqueó una ceja, escéptico.

—No son libros, son revistas. Salgo en ellas porque soy famoso.

—¿Famoso?

—Sí.—respondió Sasuke de forma cansina e irritada. «Venga ya, niño, tú y yo sabemos por qué estás aquí» le decía la voz racional de su cabeza, pero la irracional le instó a continuar.—En Japón y parte de Europa y América soy famoso porque soy modelo y salgo en algunas pelis y series.

—¡Oh!—contestó el rubio realmente maravillado después de tragar. Sus ojos parecieron brillar. Entonces ensanchó la sonrisa.—No me extraña, Sasuke-san. ¡Es usted muy lindo!

Sasuke dejó la taza encima del platito y observó estupefacto al rubio. Este sonreía de forma radiante e inocente, sin ningún tipo de flirteo o seducción en su cumplido, solo muestras de admiración. El moreno se sintió confuso, aquello realmente le había halagado, sobre todo porque alguien que parecía no tener ninguna intención e interés en su fama y su atractivo le había alabado sin decirle algo como «estás muy bueno» o «eres muy sexy». Aquello de «es usted muy lindo» le había sonado perfectamente bien.

Entonces se dio cuenta de que el silencio se había prolongado más de lo suficiente y que el chico y él no dejaban de mirarse, el rubio curioso y el moreno atontado. Carraspeó y se obligó a levantarse y separarse de él, dejando la taza en la mesilla. Se frotó la nuca dándole la espalda y lo miró levemente por encima del hombro, con un tono de voz monótono.

—Escucha, mi representante, Hatake Kakashi, viene hacia aquí. No sé muy bien qué ha pasado ni quién eres tú, si realmente eres...—volvió a aclararse la garganta, sintiéndose estúpido.—... Naruto o... no sé, quien sea, pero en todo caso tendremos que solucionarlo.

No hubo ninguna respuesta por parte del niño zorro. Sasuke esperó unos diez segundos, pero entonces se volteó para contemplar la reacción causada por sus palabras. El chico estaba sentado sobre sus piernas, con los puños cerrado fuertemente en sus rodillas y mirando hacia abajo. Parecía estar realizando un esfuerzo muy grande por no llorar.

—Sasuke-san...

El rubio se atrevió a levantar la mirada, pero la cabeza aún permanecía cabizbaja. Sus ojos lucían vidriosos y desolados. Sasuke sintió un desagradable peso en su garganta, como una capa de cemento taponándole la via de respiración. Realmente escocía.

—¿Va a devolverme a la tienda?

Continuará.

Notas finales:

Si hay algún problema con la edición, lo siento de veras. Tantos años aquí metida y aún no sé ni cómo va esto...

*Desaparece con el rabo entre las piernas*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).