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Sólo los idiotas no se resfrían por Higary

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Notas del capitulo:

Holi hola, gente bonita!! El día de hoy les traigo un oneshot protagonizado por el pelirrojo consentido de muchos: ¡Gaarita! La idea para esta historia se me ocurrió el día que yo me quedé afónica por culpa de la gripe y a cambio tuve mucho tiempo para concentrarme en mis pensamientos XD (Kyuu: Es en serio. Ella estuvo pensando en lo gracioso y extraño que era platicar consigo misma dentro de su cerebro). Lo frustrante es que me tuve que tragar todas mis quejas y por lo mismo mis hermanos se la pasaron de lo lindo molestando y burlándose de mí ¬¬ Pero volviendo al fic, quise plasmar cómo sería en mi universo loco y fumado un día en que Gaara no pudiera hablar y estuviera solito con sus pensamientos, jeje, espero que les guste. El título se me ocurrió porque esa es una frase que he escuchado en muchos animes, aunque no sé qué tan cierta será… ¡Debo ser muy sabia! Jajajaja (Kyuu: Claro, porque apenas inicia el frío y tiemblas porque sabes que tarde o temprano te enfermarás). Como siempre esperaré leer sus comentarios sobre este oneshot, ya saben que pueden enviar flores, pedradas, saludos, cebollazos, felicitaciones, golpes, jitomatazos, bombas, amenazas y demás. Se me olvidaba, en mi blog escribí otra MEMORIA DE ARENA, para que pasen a leerla n_n El próximo lunes les traeré el GRAN FINAL de Tsuki no Hikari, pero mientras tanto: ¡¡a leer!!

 

Disclaimer: Los personajes son propiedad de Kishimoto-sensei (aviso esto para que no vayan a meterme a la cárcel como al propietario de Megaupload). La idea se me ocurrió por una situación muy parecida que viví.

SÓLO LOS IDIOTAS NO SE RESFRÍAN

 

Sabaku no Gaara, actual Kazekage de la aldea de Suna, cumplía con su trabajo dando su mayor esfuerzo. Deseaba proteger su hogar natal y a sus habitantes, por eso buscaba mantener firmes los lazos de amistad con las otras naciones ninja. Por esto mismo había visitado Konoha para tratar algunos asuntos con el actual Hokage, un gran amigo suyo: Uzumaki Naruto. Todo había salido de maravilla, pero como el invierno azotaba Konoha y él provenía de un lugar desértico, las frías temperaturas terminaron por hacer estragos en su cuerpo.

 

En ese momento se encontraba recostado sobre una cama. La tarde anterior, durante una reunión Naruto lo notó algo sonrojado y, al tocarle la frente, el rubio exclamó frente a todos los demás presentes que tenía fiebre. Eso no fue lo más vergonzoso, lo peor fue cuando lo obligaron a dejarse examinar por Tsunade quien le confirmó que se trataba de un resfriado, lo confinó a guardar reposo y prohibió estrictamente que se marchara de la aldea hasta no estar recuperado por completo.

 

La fiebre no era el único síntoma que tenía, lamentablemente también se había quedado afónico. No es que él hablara mucho, claro, pero era exasperante ni siquiera poder ser capaz de quejarse en voz alta. Aunque si tenía que buscarle algún lado positivo muy, muy en el fondo, es que tenía más tiempo para analizar sus pensamientos y hablar consigo mismo.

 

Trató de hacer cuentas de lo que había sido su vida en esos veinte años. Desde su nacimiento todo fue difícil: su madre falleció al darlo a luz y por mucho tiempo creyó que ella lo odiaba, cuando era todo lo contrario. Creció viendo el miedo y repudio en los ojos de todos los aldeanos, fue considerado un arma peligrosa en lugar de un ser humano. Era un niño, maldición. Un niño muy solitario que había crecido rodeado de oscuridad.

 

Hubiese seguido toda su vida siendo un asesino a sangre fría que odiaba al resto del mundo de no ser porque apareció frente a él un extraño y resplandeciente rayo de luz. El inicio no fue el mejor, por supuesto. Intentar matar a su mejor amigo, tomar como rehén a su compañera de equipo y querer destruir todo a su paso no le dio la mejor imagen de sí mismo a Naruto. Pero ambos compartían la misma carga, y no sólo por ser jinchuuriki, sino porque conocían lo que era estar solo y sufrir el rechazo de los demás. Fue Naruto quien le mostró que podía conseguir una vida diferente, que podía abandonar su oscuro camino y emprender la marcha por uno nuevo.

 

Aquél chico rubio hacía honor a su título como el ninja número uno en sorprender a la gente. Fue capaz de salvarlo de su soledad, ganándose la admiración y respeto de Gaara. Si lo pensaba, era hasta gracioso el hecho de que ahora fueran tan buenos amigos. Gaara había logrado formar lazos con los demás, abrir su corazón a nuevos sentimientos, ganarse la confianza de sus aldeanos y llegó a convertirse en el Kazekage de Suna, todo eso luego de una intensa pelea con Naruto que le abrió los ojos. Y la frente, jamás olvidaría el cabezazo que el otro le dio.

 

Gaara tosió un poco y suspiró. Rayos, ese resfriado había interrumpido sus profundos y significativos pensamientos. Bueno, si lo pensaba detenidamente, decían que sólo los idiotas no se resfriaban, así que ahora nadie podría tacharlo de ser uno. Sin embargo sí se sentía un poco tonto, ya que siendo él el Kazekage dejó que un resfriado lo afectara mientras visitaba una aldea aliada; no quería que su imagen, y más importante, la imagen y prestigio de Suna se dañaran. A pesar de todo debía estar agradecido de que aquello ocurriera en Konoha, ahí contaba con personas a las cuales apreciaba mucho y viceversa.

 

Justo en ese momento la puerta se abrió y un sonriente Naruto entró por ella, seguido de Uchiha Sasuke, quien por el ceño fruncido que traía no debía estar muy contento que digamos por estar ahí…  aunque esa era su expresión común, así que realmente no sabría afirmarlo.

-¡Hola, Gaara! ¿Cómo sigues? –el rubio rió al verlo entornar los ojos- Jajaja, lo siento, olvidaba que no puedes hablar.

-Usuratonkachi –llamó Sasuke y le pasó un gordo paquete

-Ah, sí –lo abrió y le mostró su contenido: un cuenco con sopa-. En realidad quería traerte un tazón de ramen, pero el teme dijo que por tu enfermedad eso no era saludable. ¡De modo que te cociné una sopa yo mismo!

-Si matas al Kazekage nos meterás en problemas, Naruto.

-No molestes, baka –le dio el tazón-. Anda, Gaara, come con confianza.

El pelirrojo miró el plato y tragó saliva. Sabía que el rubio no era el mejor cocinero del mundo, pero se había esmerado en prepararle aquella sopa; no sería capaz de desairar a su amigo.

 

Agradeciendo que el resfriado hubiera anulado temporalmente su sentido del gusto, empezó a comer. Mientras tanto podía escuchar a los otros dos discutir por los comentario burlones del Uchiha sobre que envenenar al Kazekage no sería bien visto ante las otras aldeas. El pelirrojo a veces se seguía preguntando cómo rayos es que Naruto terminó enamorado del malhumorado Sasuke, ya que si bien era cierto que esos dos eran mejores amigos y tenían uno de los lazos más complejos del mundo, fue una sorpresa que sus sentimientos se volvieran amor. Cuando ocurrió, y luego de superar las etapas de negación y aceptación, ambos tomaron la decisión de que por una vez en la vida tenían derecho a ser felices y comenzaron su relación.

 

Luego de terminar la sopa y seguir oyendo la pelea de aquellos dos, Gaara los miró pensando en que estaba totalmente de acuerdo en que merecían ser felices. Sonrió levemente al recordar que él también había encontrado a alguien por quien quería ser egoísta al estar a su lado sin importarle lo que opinaran los demás.

 

Volvió a observar a sus visitantes, especialmente al moreno. Siendo sinceros todavía no lograban congeniar bien, la única razón por la que intentaban tolerarse era debido a su mutuo cariño hacia Naruto. Gaara no dudaba en que, si en el pasado las cosas hubiesen sido diferentes, él y el Uchiha también serían buenos amigos en la actualidad. Pero la mayor renuencia del pelirrojo se debía a que no deseaba que Sasuke volviera a lastimar al rubio. Dudaba mucho que le diera otro ataque de vengador y se marchara de Konoha, sin embargo más valía prevenir que lamentar.

 

Un rato después la pareja se marchó para dejar que Gaara descansara. No supo cuánto tiempo durmió, sólo sintió a alguien moviéndolo un poco para que despertara.

-Anda, Gaara, abre los ojos.

El pelirrojo obedeció, pestañeando, y se encontró con un sonriente pelinegro que se sentó a su lado. Gaara se incorporó en la cama para observarlo fijamente.

-Es hora de tus medicinas –dijo Sai-. Ah, y traje unas manzanas. Leí en un libro que cuando alguien se resfría es una muestra de cariño darle manzanas que uno mismo haya pelado.

 

Gaara tomó las pastillas mientras veía a Sai feliz de la vida pelando una manzana. Prestó atención a su alrededor, notando los numerosos cuadros colgados en las paredes. No era para menos, aquella casa pertenecía a un hombre cuyo pasatiempo era pintar y dibujar. Primero se tragaba su orgullo antes de admitir en voz alta que realmente se sentía a gusto en casa de Sai. Además de Naruto y algunos otros camaradas, ése pelinegro era una de las razones principales por las que visitaba con mayor frecuencia la aldea de Konoha. En realidad Sai todavía no entendía del todo los sentimientos y se esforzaba en lograrlo, pero eso no impidió que, unos años atrás, el moreno le asegurara que haría cualquier cosa por el Kazekage y a cambio sólo quería verlo feliz. Siendo sinceros, ¿a cuántas personas que te digan esas mismas palabras podías encontrar en toda tu vida?

-Listo, Gaara –dijo el pintor, mostrándole el plato donde había pelado dos manzanas-. Debes alimentarte bien para que te recuperes pronto –sonrió-. Y mientras tanto no te preocupes, yo te cuidaré.

 

Para qué negarlo, pensaba Gaara mientras tomaba un trozo de fruta, le alegraba recibir esa clase de mimos por parte de Sai. Tal vez resfriarse de vez en cuando no era tan malo.

 

FIN

THE END

OWARI


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