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Deseos de cosas imposibles por Yais

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Capítulo 2

 

 

Lee apretó los ojos y, hundiendo la cabeza en la almohada, deseó desaparecer.

Desde aquel horrible incidente ya habían transcurrido 3 días, vivía un viernes, pero para él era como si apenas hubiese despertado a la realidad en aquella oficina. Su cuerpo y voluntad estaban en huelga, así que por más que supiera que debía levantarse no quería.

Era incapaz de olvidar lo ocurrido, de lo usado que se sintió o cuan manejable e indefenso fue; se repetía que aquello no era su culpa, pues a pesar de que había tenido pensamientos impulsivos respecto a Gaara, no había querido que las cosas ocurrieran de esa manera. No había querido que algo, lo que fuese, ocurriera.

Con cada tortuoso pensamiento se intentaba convencer de que no se le insinuó y mucho menos le dio motivos. En cambio, durante todo ese tiempo, le pidió con la mirada que parara, le lloró y hubiera suplicado de haber podido.

No tenía ganas de mover ni un musculo y esa actitud,  bastante atípica, hubiese alarmado a cualquiera de sus allegados. Si Gai sensei estuviese ahí ya habría tenido una crisis, sus padres afortunada o desafortunadamente no podían verlo.

Necesitaba a su madre, quería que alguien le acariciara la cabeza y, con ese calor que sólo su progenitora podía ofrecer, le asegurara que todo estaría bien. Sin importar que él supiese que no era así, lo único que quería era creer. Con esa infantil inocencia, inconciencia o ignorancia que, decían; siempre lo acompañaba.

Sentirse a gusto consigo mismo y así dejar de estar triste, sin percibir esa rabia interna que se comía parte de su alma. A pesar de que no le apetecía hacer cualquier otra cosa, ya no quería permanecer mirando al techo lamentándose.

 

A su derecha su celular repicó. A pesar de que el aparatito estaba en la mesilla a un lado de su cama y sólo debía estirar la mano para tomarlo, sintió pereza de realizar la mínima acción requerida para responder. No le apetecía hablar.

La melodía alegre que, en uno de sus momentos de efusividad, eligió resonó por toda la habitación una y otra vez hasta que por fin calló. Cuando el aparatito dejó de sonar comenzó a fastidiar sus tímpanos el teléfono fijo, pero lo único que hizo fue cerrar los ojos e intentó obviar el ring.

 

En esa momentánea oscuridad se imaginó a Tenten. Ella siempre llamaba, 2 o 3 veces por semana, y pasaban horas charlando gracias a un plan de pareja que habían adquirido. No se sentía preparado para la cháchara pero, al pensar lo muy asustada que podría estar su amiga y lo fastidiado que pondría a Neji si no llegaba a reportarse, se dio cuenta de que debía de atender.

Del teléfono fijo, el cual apenas usaba para la contratación de algunos servicios y atender cuestiones de tipo laboral, había perdido la cuenta de cuantas veces había sonado. Pero en su celular podía ver que se marcaban 20 llamadas perdidas, además de un par de mensajes. El más reciente era de su siempre elocuente amigo y rival Neji. “Responde” decía.

Apenas y movió sus músculos faciales en una inexistente sonrisa cuando el celular vibró en sus manos y tanto el tono como la pantalla le anunciaron la llegada de otro mensaje. De nueva cuenta era Neji “Más te vale estar muriendo o te mataré. Estoy en camino a tu casa.”

Eso alarmó a Lee. No podía tener a Neji  ahí, se desmoronaría en cuanto lo viera. Su amigo le presionaría como sólo él podía hacerlo y, al final, se rendiría contándole todo.

Tal vez lo abrazaría como cuando lo veía realmente deprimido, le creería que nada de lo ocurrido era su culpa, Neji lo conocía e Incluso podría proponerle arrollar a su jefe en la entrada al edificio. Pero estaba seguro que lo primero que haría sería mirarlo conteniendo el enfado. No con él, con Gaara, pues entre bromas siempre decía que era su privilegio y exclusividad molestarlo.

Lo que no soportaría era que lo juzgará, eso ya lo hacía bastante bien él sólo.

Su amigo se preocuparía y él No quería que lo hiciera, así que sin saber qué pensaba abrió la bandeja de mensajes y comenzó a teclear una respuesta “No vengas. Aun quiero conservar mi vida.

Esperó viendo la pantalla y no pasó mucho tiempo cuando el celular comenzó a sonar con una llamada entrante. El aparato vibró con fuerza durante un par de segundos, mientras él lo veía al punto del pánico, y cuando por fin se animó a contestar se quedó sin palabras.

– Bueno, Lee… ¿Lee? – escuchaba la voz de Neji distante, así que supuso que estaría trepado en su auto, usando el manos libres.

– Ah.... Neji, hola –  Las palabras salieron de su garganta al hacer un esfuerzo sobrehumano.

– Lee, por fin, ¿Estás bien? ¿Dónde? –

– Bien, estoy bien –  repitió e intentó sonreírle al auricular. Él era de las personas que decían que una sonrisa al teléfono, aunque el otro no lo viera, siempre sería notada y ahora, más que nunca, se aferraba a esa idea.

– Mentira – la voz de su amigo se escuchó hosca.

Claro, Neji podría darse cuenta de aquella mentira a kilómetros, sin importar cuanto sonriera –  Yo… –

– Estas en casa ¿verdad? –

Lee dudó unos segundos –... Si –

– Estoy en camino –  y colgó.

 

El pelinegro volvió a mirar su teléfono, como si al hacerlo pudiera detener a Neji pero, sin importar lo que ocurriera, lo tendría en unos minutos en su casa y no tenía sentido ocultarse. Igual, su amigo poseía una copia de la llave y él no saldría del departamento salvo que se estuviese incendiando, e incluso lo dudaba.

Al darse cuenta de lo inevitable de la situación corrió al baño y se atrevió a mirarse al espejo. Sus ojos estaban secos y ligeramente hinchados; su gesto insomne era notable y estaba pálido.

Cuando llevó una mano al rostro, intentando arreglar su demacrado aspecto, observó cómo su reflejo le mostraba su muñeca amoratada y la sensación de ansiedad se hizo aún mayor.

Tenía que ocultarlo.

Salió del baño y dio un par de vueltas por su habitación, sin saber qué hacer. Los segundos pasaron hasta que tuvo un momento de lucidez y abrió su armario para arrojarse dentro buscando un conjunto con desesperación. Volvió al baño una vez se logró cambiar de ropa y aun mirándose al espejo abrió el botiquín de primeros auxilios.

 

Cuando Neji llamó a su puerta estuvo tentado a no abrir, pero lo hizo. Al chocar sus ojos con los de su amigo sintió que éste le estaba leyendo el alma.

El recién llegado entró al departamento apartando la vista unos segundos y Lee intentando no delatarse simplemente se encogió a un lado para dejarlo pasar.

– Estás... – Las blancas pupilas inspeccionaron el lugar hasta que volvieron a depositarse sobre la figura de su amigo – ¿por qué traes eso puesto? –

A pesar de que a la vista de Neji saltaban una cantidad de anomalías en Lee, prefirió omitir todos esos importantes detalles y hacer notar que su amigo traía puesto su traje de entrenamiento. Afortunadamente ya no le quedaba esa la cosa ridícula que usaba cuando adolescentes, pero Lee seguía comprando playeras y shorts teñidas en distintas tonalidades de verde, aún tenía una colección de calentadores, usando en ese momento los típicos naranjas; y para completar el atuendo sus manos y muñecas estaban envueltas en vendas.

– Hola – Lee saludó intentando sonreír mientras utilizaba un tono animado, pero nada. Fue un gesto perdido.

Su amigó lo miró apático – ¿Que tienes? –

Lee desvió la mirada – Nada – y caminó por la salita para poner distancia entre ellos

- ¿Qué pa… qué hiciste ahora? – Neji resopló la pregunta entrecerrando los ojos siguiendo la misma dirección que tomara Lee.

– Yo no hice nada – Contestó con rapidez y tal vez fue brusco pues Neji agudizó la vista ante su extraña actitud.

–  Lee – dejó escapar preocupado –  ¿Estas bien? –

– Si –

–  Sabes que no te creo – le dijo tras unos segundos en silencio

–...es el trabajo – titubeó – He estado muy ocupado, pasamos por una temporada pesada y hay muchas presiones, es algo pasajero – se encogió de hombros y buscó valor contra la mirada de Neji observando el empapelado de la pared.

– Tan ocupado para responder – se acercó - Tenten está a pasos de tomar el tren y volver –

– Lo siento. No... no fue mi intención que se preocuparan. La llamaré – Neji lo tomó de la muñeca para llevarlo consigo hasta el sillón y Lee no pudo evitar hacer una mueca de entre dolor e incomodidad al ser sujetado.

Neji percibió el estremecimiento de Lee – ¿Qué ocurre? – lo encaró serio, preguntando por tercera vez, seguía sin creerle una sola palabra.

– Te lo dije. Estoy muy ocupado con el trabajo. Aun no me acostumbro al ritmo… – su amigo cuestionó con la mirada las vendas – Quise entrenar un poco… para despejarme – su tono fue melancólico – pero ha sido tanto tiempo que le lastime un poco. Nada grave – incluyó para dejar el tema de lado.

– Bien –  Neji lo miro perspicaz – ¿Y?... –

Lee le lanzó un gesto confundido – ¿Y? –

– ¿Qué más me quieres inventar? – lo estaba reprendiendo, siendo casual como solía hacerlo.

– ... –

–  Estuve en tu trabajo. No te has presentado en 3 días –

Desvió la mirada y apretó los puños –... – Nada

–  Pregunte por ti en tu planta – Lee se encogió y quedaron en silencio largos minutos – ¿Por qué no me habías mencionado a tu jefe? –

Su mente se puso en blanco.

– Es más de un mes. No pensabas contarlo, que trabajas para Sabaku no Gaara –

A Lee se le empañaron los ojos al escuchar aquel nombre – No tiene importancia –

– Yo creo que sí. Más si es por él que estas así, se suponía que ya habías supe…–

– NO – lo cortó con brusquedad, haciendo evidente que mentía – No es por él – se le quebró la voz.

– Lee –  Neji lo envolvió en un abrazo paternal y Lee se aferró a él de vuelta. Llorando. Creía que ya no podía derramar lágrimas pero de hecho lo estaba haciendo – Tranquilo –

Ocultó sus ojos ónix en el pecho de su amigo de la infancia y se apretó tan fuerte a él como ese día que tuvo que aceptar su derrota. Aquel momento fue la primera vez que Neji lo consoló y ahora, si lo pensaba, resultaba patético el haberse lamentado por el rechazo. Era increíble que la misma persona pudiera causar la misma escena.

Hyuuga sintió como su amigo se calmaba poco a poco. Durante ese tiempo él sólo se dejó sostener mientras acariciaba sus cabellos ébano pues no era la mejor persona para consolar, lo único que podía hacer era ofrecer su presencia y un hombro que jamás retiraría – Ya estas mejor – entre afirmó y preguntó cuándo el silencio ya se había hecho entre ellos.

Lee se separó y sin levantar el rostro observó la mancha de agua que dejó sobre su compañero – Creo –

Quedaron en silencio un largo minuto.

– Si tanto te afecta, déjalo – se refería a su trabajo. Ambos sabían el esfuerzo que había supuesto que lo aceptaran y que tan emocionado estuvo, pero era seguro que volvería a encontrar otro.

Lee suspiró y, por fin, apartó la vista del pecho de su amigo – Lo voy a dejar… Es…. solo que necesitaba... no quiero volver. No quiero tener que… ver..lo, aunque sea sólo para presentar mi renuncia. Creo que si sólo no me presento… –

– Te demandarán, no obtendrás carta de recomendación, algo como eso te arruinará laboralmente –

Volvieron a quedar en silencio. Lee negó con la cabeza lentamente, no le importaba.

– ¿Aun lo amas?, ¿Es por eso que te has puesto así? Volvió a despreciarte –

Al principio Lee no supo qué contestar, pero sintiéndose acorralado, sucio y con el peso de la amenaza sobre sus hombros terminó por asentir con la cabeza. Sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas mientras se repetía una y otra vez que era un tonto.

 

Cuando Neji abandonó su departamento, Lee lanzó un suspiro recargándose en la puerta. Sin creerse que las cosas resultaran tan ¿bien? Siempre fue fácil de leer y ahora no había sido descubierto. No sabía que pensar, tenía un peso menos encima pero, al final, mientras escuchaba a su amigo alejar sus pasos, era como si todo se hubiese multiplicado.

De pronto tocaron la puerta. No habían pasado mucho tiempo desde que Neji se retirara, así que suponiendo que estaba de vuelta abrió la puerta con rapidez. Congelándose al instante pues Gaara estaba parado frente suyo.

Tembló, paró su respiración y se quedó estático. Cuando el pelirrojo dio un paso hacia él se dio cuenta de que el tiempo seguía corriendo e intentó cerrar la puerta. Un pie se interpuso entre la madera y el marco; y esos segundos que perdió, mirando hacia abajo, fueron lo poco que el otro necesitó para que no pudiese reaccionar a tiempo.

Sintió como lo tomaba de la cabeza y le pegaba un trapo con un peculiar aroma en la nariz. No pasó mucho tiempo antes de que sintiera como el mundo se oscurecía.

 

Despertó en su cama, ligeramente adolorido y al sentir el frio recorrer su piel se dio cuenta de que, salvo sus calentadores, estaba desnudo. Lo siguiente que notó fue que las vendas que había enredado alrededor de sus manos lo mantenían fijo, amarrado, a la cabecera de la cama.

Tironeó confuso, intentando liberarse, y al hacer el esfuerzo se sintió húmedo. Paró sus movimientos al instante y miró hacia abajo. Donde la sensación entre sus glúteos era mayor e, incluso, parecía escurrir.

Al hacerse a un lado pudo ver como un líquido blanquecino se esparcía como gelatina por su trasero, se adhería a sus muslos y manchaba sus sabanas. Abrió los ojos al ubicar la sensación “Pero qué”… y entonces escuchó pasos acercarse a su habitación.

Gaara entró al cuarto. Sin camisa, con los pantalones desabotonados y con ambas manos ocupadas. En una traía una toalla de manos y con la otra parecía escribir un mensaje desde su celular – Despertaste pronto – comentó apenas sorprendido.

Lee cerró los ojos, los volvió a abrir y al ver que Gaara no desaparecía, que no era una ilusión, lanzó un grito de frustración.

¿Lo había vuelto a violar?... La garganta le quemó.

– Suéltame – se zarandeó, intentando liberarse, pero el amarre no cedió.

Jaloneó, se contorsionó, pataleó y se arqueó. Pero lo único que lograron sus fútiles intentos fue ofrecerle un espectáculo a Gaara, pues el joven permaneció parado en la misma posición sin parar de verlo convulsionarse, intentando soltarse, mientras lo escuchaba entre gritar y gruñir frustrado.

Eventualmente Lee dejó de retorcerse. Así que cuando Gaara percibió que se había rendido se acercó con esa lentitud y firmeza que caracterizaba sus pasos. Se sentó a un lado suyo en la cama y dejó su celular en mesilla de noche antes de girarse para verlo detenidamente.

Lee desvió la mirada y apretó la mandíbula tan fuerte que escuchó a sus dientes tronar – suéltame – volvió a pedir con voz amarga, pero su acompañante lo ignoró pues, más allá de liberarlo, dirigió la toalla a su entrepierna e intentó limpiarlo.

– No me toques – gritó alejándose lo poco que podía – maldición no te atrevas a tocarme –

Gaara parpadeó. Era inusual escuchar a Lee decir, aunque fuese leve, una mala palabra. Siempre era tan propio y permisivo que muchas veces lograba enfermarlo.

– No te has presentado a la oficina – comentó desistiendo del intentó de asearlo pero sin obedecer su petición pues resbaló los dedos por su pecho produciendo escalofríos a su paso.

Negó – déjame – pidió cerrando los ojos – no se lo he dicho nadie, no lo haré, lo juro, suéltame –

Sin embargo su acompañante siguió acariciándolo. Con lentitud, repasando los pliegues de su piel y las ligeras curvas de su anatomía. Los ojos le escocieron y los apretó con fuerza cuando la mano de Gaara acarició su cadera e intentó besarlo.

Giró el rostro, asqueado y asustado. Gaara subió ambas manos para sostenerle el rostro y lo mordió para obligarle a responder. Lee volvió a apretar la mandíbula e inició una lucha con su atacante quien usó sus dígitos para hacer presión y obligarlo a abrir la boca.

Era doloroso y, tras minutos, una lucha sin sentido. No parecía que ninguno fuera a ceder pero Lee estaba en desventaja y bastó que sangre brotara de sus labios para que se rindiera. Gaara no dejó de ejercer presión, previniendo que intentara morderlo, mientras introducía su lengua en la húmeda e indispuesta boca de su pareja.

Sus salivas se entremezclaron. Lee pudo sentir el sabor a menta con sangre y la intensidad en como el otro pretendía devorarlo. El liquidó escapó de sus bocas escurriendo por la comisura de sus labios y mentón, mientras él, impotente, se dejaba hacer.

No le gustó cuando Gaara, sin romper el beso, se trepó sobre él; así que se quejó y gruñó, convulsionándose de nueva cuenta, pero nada. Ya sabía que estaba indefenso.

– No – le rogó cuando le permitió volver a hablar – por favor no vuelva a hacerme esto –

Gaara lo fulminó con la mirada, enfadado al escucharlo dirigirse a su persona siendo formal – Lee tú traes a muchas personas a este departamento, ¿no es así? –

El mencionado hizo un gesto confuso, negó de un lado a otro y empañó los ojos al ver como Gaara sacaba de la bolsa trasera de su pantalón un tubo de lubricante. Eso era suyo, pero no era algo que tuviese a la vista, su jefe había estado husmeando entre sus cosas.

 

– Ahora si puedes gemir con fuerza – le comentó mientras invadía su cuerpo y él no paraba de pedirle que parara.

Lloró impotente porque Gaara lo estaba volviendo a hacer, lo estaba llevando a un punto de placer en el cual ya no podía contenerse y mucho menos pedirle que parara. Lo besaba y acariciaba con devoción. Parecía que, si no fuese por la evidente situación, quería hacerle el amor. Y, mientras Lee torturaba sus dientes y la palma de sus manos con sus uñas, lo hizo llegar a la cúspide del placer logrando que no pudiese contener un prolongado gemido que lo ahogaría.

Al terminar, Gaara se dejó caer a un lado suyo y sin mostrarse cansado siguió tocándolo al tiempo que besaba su cuello y mordía, con una especie de cariño, el lóbulo de su oreja.

– Te odio, maldito hijo de puta – ya no lloraba, simplemente no podía soportarlo.

Gaara dejó de moverse unos instantes. Lo que Lee si sabía de su ex amor de la infancia era que su madre era lo más sagrado y único que tenía, jamás la mencionaba e incluso mataría a cualquiera que lo hiciese – eres tú quien gime mientras es supuestamente violado –contraatacó volviendo a toquetearlo.

Lee volvió a gruñir y retomando fuerzas intentó apartarlo de si pateándolo. Para Gaara no supuso esfuerzo calmar sus intentos entrelazando sus piernas.

Más humillado no podía sentirse – Basta, suéltame, lárgate – pidió con voz ahogada pero su captor  negó, aun respirando contra la piel de su cuello.

– Tengo todo el fin de semana libre, sólo para ti –

No podía ser posible, era una especie de pesadilla

– Sólo déjame... – una lágrima resbaló por su mejilla, no podía liberar más que eso – Ahora. Ya tendrías que estar satisfecho –

– No Lee, aun me debes todos estos años. No podría conformarme solo con esto. –

– Por favor... – suplicó

Y como respuesta le acaricio el rostro – Después volverás al trabajo –

– Renuncio – contestó con rapidez – Todo lo que quieras de mi tómalo ahora y déjame tranquilo, no quiero volver a verte –

Gaara apretó su cuerpo – Te mataría si lo hiciera, además me amas –

Lee apretó los ojos con fuerza, deseando desaparecer, no sentir, morir. Idiota, ¿Cómo se atrevía a decir algo como eso?

–  Tenemos toda una vida por delante. No hay porque apresurarse – Buscó sus labios y lo beso. Era agradable percibir como ya no se resistía.

 

 

..:: TBC ::..

 

Notas finales:

Oh!, así es ¡Capítulo 2! ^____________^

Primero que nada "¿YA VIERON EL FANART DE ADID?, ¡Ya!, ¡Yaaaaaaa!" muajajajaja "Me regalaron un fan art la la la y a ustedes no la la"... ejem, siento eso. Es un lapsus. Es que soy muy feliz. XDDD.

Bueno... ¿Les gustó el chap?, espero que sí, de verdad lo espero, pues todos han sido un amor dejándome sus comentarios y me han hecho muy feliz.

Generalmente pienso que Lee es TOP y lo adoro pero, para mí, hoy Gaara se lleva el premio. "Si es obvio que Lee lo ama, está clarísimo" XDDD.

Bueno, ya no tengo más que decir. Sólo espero verlos en el siguiente capítulo y que me sigan animando en este. Amor para mí, amor para ti, amooooor de ti para mí O,o.

¡Gracias por sus comentarios!, voy volando a responderlos.

Kisses, Yais.

PD. ¿Ya vieron mi fanart? XP.


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