Es el primer día de vacaciones de verano y el imponente sol meridional invade todo Londres, aplastando con él, todo lo que se atravesase en su camino
Albus se refugia bajo la sombra de un gran árbol de higos que se distingue sobre las demás plantas de su jardín mágico, el pequeño recuerda que debería estar trabajando en sus deberes, este año hogwarts había dejado montones de tarea, desde hacer sin ayuda de un mayor y sin supervisión alguna, un filtro de la paz, hasta convertir un erizo en una manzana.
Albus ve pasar los minutos y las horas, sentado juiciosamente entre las gruesas raíces del gran árbol, jugueteando con el escaso césped y arrancando los débiles tallos de la maleza que aun mantiene el verde claro de su nacimiento.
El calor invade el cuerpo del chico, asfixiándolo, este decide ir en busca de un vaso de agua, albus se levanta y camina hasta la cocina, al parecer no hay nadie en casa, el chico toma un vaso de fino cristal y lo llena con refrescante liquido, lo acerca a su boca, bebe un sorbo, llena sus entrañas de un delicioso frio. Albus se recuesta sobre una brillante mesa de mármol, quedando de cara a la habitación en la que los últimos años había vivido su padrino, draco malfoy
El rubio solía pasar sus días y sus horas dentro de la pequeña habitación, leyendo cuanto libro cayera en sus manos, escribiendo interminables pergaminos llenos de números o letras, días antes de su desaparición, su comportamiento había cambiado, se había vuelto frívolo, distante, extraño, todo un desconocido para el pequeño albus.
Dentro de la cabaña prohibida están todos sus papeles, sus escritos, sus diarios y los demás elementos que complementan el pequeño cuarto como peones de ajedrez compactos en un cementerio de papeles, cartones y baúles de costosa madera llenos con todo tipo de instrumentos extraños apilados en filas y columnas, albus asoma su cabeza a través de los delgados cristales de la puerta, como un investigador curioseando para así resolver su caso, albus observa todos y cada uno de los baúles de viaje marcados con doradas insignias, los viejos, desgastados e infinitos pergaminos llenos de números o letras al pequeño le causaba muchísima curiosidad, era solo un centímetro el que lo separaba de la cabaña que durante tantos años se le había prohibido entrar, su madre, ginny weasley, le recordaba siempre que a su padrino, malfoy, le desgustaba que las personas entrasen a su habitación, por tanto nunca lo había hecho, pero esta era su oportunidad, no había nadie en casa solo un minuto.. entraría, revisaría el contenido de sus baúles, dejaría todo como estaba y.. saldría.. sonaba simple.
Albus tomo con su mano derecha el dorado pomo de la puerta, y lo hizo rodar en el sentido de las manecillas del reloj, el seguro soltó y el pequeño empujo con firmeza la puerta de madera que chirrió al ser abierta, con cuidado, albus dio un paso, luego otro, tropezó con un baúl cuya cerradura estaba cerrada con una cerradura mágica impenetrable, albus se incorporo.
La pequeña habitación proponía a albus un nuevo mundo, un lugar tranquilo, varios universos imaginarios compactos entre dos pastas y miles de paginas, en la pequeña habitación estaban apilados montones de libros en un rincón, en otro estaban piezas de lo que parecían ser maquinas de escribir de las más antiguas, un ventilador de mesa cuyas aletas estaban dobladas por el calor que producía el sol, una ventana sellada por tres grandes tablas de madera y un bombillo gris, que parecía no ser encendido desde hace mucho tiempo, ni tampoco tener algún tipo de interruptor.
Albus se acerco a la pila de libros, miro uno a uno los títulos que prometían emocionantes tramas, distintas insignias y distintas editoriales, desde una en la que un búho grisáceo ululaba, hasta otro en que no había un solo dibujo, solo un par de extraños símbolos.
Albert tomo un libro verde esmeralda que tenían letras doradas como el sol, se titulaba: desastre muggle en marsellas. A albus le encantaba la lectura, tal vez sería un poco perezoso para hacer sus deberes y aprenderse los largos pergaminos, pero leer no, el pequeño podía pasar días y noches leyendo, introduciendo su alma y su espíritu dentro de la historia.
Un destello apareció de un extremo superior de la habitación, un libro de empastado dorado había servido de amplificador para uno de los rayos incandescentes de sol veraniego, albus se sintió atraído por dicho libro, que contendría.. tendría que averiguarlo.
Tomo una silla y apoyo sus pies en ella, se levanto hasta quedar completamente erguido. aun así no alcanzaba la gran altura del destellante ejemplar, albus trato de subir más, poniéndose en las puntas de sus pies, un centímetro más, un poco mas solo faltaba subir medio milímetro, Albus toca el lomo del libro, lo tiene, lo jala suavemente evitando una avalancha de libros multicoloridos sobre su cabeza, falta poco, aprieta fuerte con su dedo índice y a la vez con su pulgar, lo sigue jalando.
¡ZAS!
Una montaña de libros, pergaminos, cartones y otras cosas que por el polvo Albus no puede identificar caen sobre su cabeza, el menor se protege, entrelazando sus brazos encima de esta.
Al caer, los libros levantan una pesada y extensa nube de polvo que bloqueo totalmente la vista del pequeño.
Albus se queda quieto, esperando una reacción de algo o de alguien, un ruido o un grito de su madre. Nada, absolutamente nada, el adolescente se desilusiona al saber que la causa de todo este alboroto fue un libro que acababa de perder y que seguramente tardaría mucho en recuperar, albus espera a que el polvo se asiente, estornuda un par de veces y se levanta
Un cofre mediano de color dorado radiante estaba tras la pila de libros que acababa de caer, albus se acerca y observa, poco a poco la insignia de su colegio, Hogwarts, Albert desabrocha el seguro, toma un cuaderno de notas, unas fotografías y un pergamino, las introduce dentro de su camisa y se encaja otra vez, albus trepa entre las portadas multicolores y consigue escapar de dicha situación. Cerró con seguro otra vez la puerta y camino otra vez hasta el árbol de su jardín.
Albus suspira, todo había acabado y nadie había visto ni oído un solo ruido.
El pequeño cruza sus piernas y se recuesta en el rugoso tronco toma el diario y empieza a leer:
Draco Malfoy
Diario personal, aventuras de adolescencia
el pequeño albus se adentra en el cuaderno de notas de su padrino, no puede despegar la vista de el.