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Circus por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Penultimo capitulo.

Capitulo 7.- Último acto: Fenómeno.

“Él desea que siga con vida, mi cuerpo es indispensable para todos ellos”

Hyoga no podía creer lo que sus ojos veían: Shun miraba la nada con ojos vacíos mientras la sangre corría de sus innumerables heridas. Él también fue dejado en libertad. Las bestias deformes cayeron al piso de pronto, sus cuerpos se deshicieron en llamas doradas. Una luz apareció de pronto en el oscuro cielo iluminándolo todo como si el mismo sol se encontrara sobre sus cabezas. Muy cerca de él vio aparecer al hermano del recién caído, como siempre había acudido cuando su hermano estaba en peligro, pero esta ves era demasiado tarde.

Sabiéndose al fin con movimiento, caminó hasta el maltrecho cuerpo de su pareja. Estaba boca abajo, no tenia armadura y sus prendas desgarradas dejaban ver el enrojecimiento de su carne que dejaba llorar su vida.

-¡Shun!- llamo hincándose junto a él para darle la vuelta y estrecharlo en su pecho- ¡Está muerto, Ikki! ¡Has llegado tarde!- informo acariciando el rostro teñido de rojo. Cerró sus vacíos ojos que lo contemplaban sin verlo realmente y beso sus mejilla que fue bañada por la sal de su dolor.

Los cuerpos comenzaron a moverse de nuevo para levantarse, estaban deshecho pero se movían, sin extremidades, si rostros, eran muertos vivientes que no querían darse por vencidos y lucharían hasta el final.

“somos indispensables pero no lo comprenden”

Inesperadamente las criaturas se alejaron de él para caminar hacia Ikki que se mantenía sereno, pero que querrían atacarlo a él pero no era así. Ikki mantenía sus ojos cerrados mientras sonreía de lado esperándolos. No entendía porque esa tranquilidad, era un santo poderoso pero aun así era humano, podía morir además de que aquellos eran poderosos, habían conseguido asesinar a uno de los santos mas fuertes, aquel que podía encender su cosmos hasta el infinito y no pudo hacer nada para evitarlo. Pero lo que mas le sorprendía de su actitud era que no veía muestras de pena por la muerte de quien pensaba era la única persona que le importaba.

El frio se hizo sentir de pronto en ese lugar, buscó alrededor tratando de localizar el origen de esa brisa helada encontrándose con la sonrisa de la niña de negro y la mirada sangrienta de aquella que vestía de blanco.

-¿Vienes a jugar, Ikki?- pregunto la de cabellos largos y oscuros como la noche que se cernía sobre ellos- todos se fueron, él dijo que ya no servían para jugar- continuo con un puchero mientras jugaba con una manzana entre sus manos.

¿Lo conocían? La situación se salía de control, Hyoga ya no sabia que hacer, Shun perdía el calor de su cuerpo con cada segundo y le exasperaba que su hermano estuviera tan tranquilo y aun más que esas niñas estuvieran presentes.

Los que fueron una vez aldeanos estaban demasiado cerca del Fénix y parecía que la historia se repetía, tal vez él tampoco podía usar su cosmos como Hyoga anteriormente. Debía ayudarlo así que dando un beso en la mejilla de Shun lo dejó recostado para encender su cosmos e intentar matar a aquellos que le dieron muerte, un acto de venganza.

Ikki rio de repente y una luz dorada atravesó a los desgraciados que apenas se podían mover desintegrando sus cuerpos en la gran mayoría. No había sangre saliendo de esas heridas, cuando Hyoga observaba sus restos era como si solo mirara cartón, sus órganos no contenían fluidos. Eran como muertos embalsamados.

-Mocosas malcriadas- dijo al fin el santo del fénix abriendo sus ojos.

Hyoga miró a las niñas que no dejaban de sonreír al ritmo que se mecían. Sus vestidos bailaban mientras de sus cuerpos manaba una extraña energía parecida al cosmos… simplemente era imposible que ellas lo tuvieran.

El resto de los aldeanos se acercaban amenazantes a ellas, pero era algo que a Hyoga lo tenia sin cuidado, si ellas morían era mejor, eran el demonio encarnado. Sin embargo la niña de cabellos negros gritó espantosamente agazapándose mientras su cuerpo se deformaba en una espantosa bestia de mil ojos. Su cuerpo apestaba tanto que tuvo que cubrir su nariz. La otra niña ahora también sonreía, no la había visto sonreír en todo ese tiempo, siempre parecía que su rostro era estático, elaborado de vidrio fino por la belleza de sus facciones. Su sonrisa psicótica le provocó escalofríos, era una expresión espeluznante, sus dientes filosos amenazaban en un siseo aterrador y sus ojos abiertos hasta el extremo lo observaban hambrientos.

Con una risa estruendosa aun peor que sus apariencias, ambas se lanzaron contra los deformes que no pudieron hacer nada contra ellas. Fácilmente la de facciones angelicales los deshacía con sus garras mientras que la bestia gigante los devoraba de un solo bocado. Fue una escena corta pero que Hyoga observó apenas respirando.

Volvieron a la normalidad, ambas igual de lindas, de angelicales.

-Los nuevos juguetes están cerca- dijo la de cabellos blancos, de nuevo sin expresión. Ella señaló un punto en el bosque de donde cuatro cuerpos caminaban en su dirección.

Palideció al reconocerlos, eran sus compañeros de batallas, aquellos de más alto rango pero ya no portaban sus armaduras. Sus ropas exóticas, indumentaria propia para un espectáculo. Cuerpos deformes, sangrientos, irreconocibles. En ellos había una sola expresión: pena.

El primero sonriendo con una expresión congelada, su cuerpo endurecido brillaba como si estuviera cubierto con resina. El que una vez fuera el más bellos tenía una expresión demente, las lágrimas corrían por sus mejillas al igual que la sangre de su boca y por lo que traía en su mano se dio cuenta de que no era por sus heridas. Shura mantenía una expresión fría, sus ojos vidriosos observaban fijos mientras de su piel brotaban escamas que poco a poco fueron consumiendo su piel. Los últimos dos, un cuerpo, dos en uno con dos mentes, dos cabezas y ambas expresiones dolían.

“¿Deseas morir? ¿Por qué? Este lugar es divertido, escúchalos reírse de nosotros, de nuestro dolor…”

-Supongo que no podías evitar morir- habló Ikki con un tono frio por demás.

-¿Qué te puedo decir?

Hyoga se congeló al escuchar ese timbre de voz, lo que escuchaba era simplemente imposible, esa voz no debía hablar mas, había sido apagada por siempre. Giró lentamente para encontrarse a quien creía haber perdido de pie, sonriendo dulcemente, pero había algo diferente en él.

-Shun- susurró precavido tomando posición de defensa.

-Te dije que te fueras- sonrió aun acercándose con ese brillo de inocencia en sus ojos.

-Sabes que él no podía irse- dijo Ikki desde ese lugar del cual no se había movido.

-¿Quieres una fruta, Hyoga?- ofreció la niña de blanco.

Hyoga comenzó a sudar frio. Rodeado de sus compañeros que ahora no sabia si lo eran. Los derrotados caballeros dorados que agonizaban con lágrimas transparentes pero no podían comunicarse, de sus labios solo se escuchaban balbuceos. Ikki que sin una verdadera expresión descifrable sonreía y sobre todo Shun, él estaba muerto, su cosmos se había apagado pero ahora estaba de pie como si nada hubiera acabado.

-¿Quiénes son ustedes?- a su espalda Ikki soltó una carcajada que erizó su piel- ¿Dónde está Camus?

-Él era inservible- comentó Shun al ser rodeado por las niñas que entregaron una manzana en sus manos- Su corazón frio no nos daría lo que necesitábamos.

-¿Qué estás diciendo? ¿Qué esta pasando aquí?

-Hades- mencionó la niña que había colocado la manzana en manos del joven- nuestro señor ha dado la oportunidad de otra vida, solo hay una cuota que deben pagar.

-¿Cuota?

-Almas, su agonía nos mantiene con vida- contestó la otra niña.

“somos graciosos, somos payasos… ríanse de ustedes porque las lágrimas no valen”

-Shun ¿Trajiste a los santos a una trampa?

-No- se acercó con pasos pausados con una sonrisa dolida- pero él los quería a ellos, intenté convencerlo pero no pude.

-El señor Hades toma lo que quiere cuando quiere- cantaron las niñas a coro.

Shun mordió la manzana mientras seguía acercándose a Hyoga que no podía hacer nada, de nuevo una fuerza invisible lo rodeaba.

-Te dije que no vinieras- susurró Shun antes de besarlo para darle a probar de aquel fruto agrio- yo te advertí que no debías venir- lloró acariciando su rostro de un santo que lo miraba aterrado.

Frente a él apareció de pronto un hombre de cabellos plateados, lo conocía, había luchado con él en la guerra santa y le había dado muerte.

“no sufran… él lo dijo, no saldremos de aquí…”

-Minos- sus hilos se movieron manipulando a los santos presentes. Milo se colocó frente a él, su rostro dejo de ser de madera por un segundo. Los demás tomaron sus extremidades, algo que estaba de más, pues de cualquier manera no podía moverse.

-¿Qué haces?- interrogó molesto quien fuera el caballero de Andrómeda, pero no hizo ademán de detenerlo.

-El dolor, Andrómeda- contesto la pasmosa voz del espectro.

Su garganta se deshizo en un tremendo grito de dolor cuando su entrada fue invadida por el miembro de la pareja de su maestro. Cada embestida lo deshizo no solo en el cuerpo, Shun les había hecho esto, era culpable de que sus amigos agonizaran en la deformidad y parecía no importarle.

Su cuerpo ardía, algo se movía dentro de él, en su pecho, en su garganta. Su piel se volvió grumos y tanto brazos como piernas dolieron como nunca adoptando una posición exótica. Su pecho se abultó, su vientre se contrajo y su espalda se arqueó… y durante todo ese tiempo no perdió de vista los ojos húmedos de Shun.

“resígnense”

Notas finales:

Esperaban esto? si no lo esperaban que bien, si lo esperaban que descepcion xD

Saludos.


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