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Circus por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

Segundo cap... espero les agrade.

Primer acto: Títere

“¿No me escuchas? Nadie lo hace, solo al hombre que mueve mis extremidades, al sujeto que habla por mí y dice cosas graciosas….”

Llegaron al atardecer. Kioni no era como lo recordaban, alguno de ellos ya había estado en esa aldea hacia un tiempo y estaba en mejores condiciones. Era una ciudad alegre, llena de gente, de comercios, de risas y alborotos… ahora era…

-Ruinas- se escuchó de entre el grupo de guerreros.

-Esto es extraño, estuve aquí hace cuatro días, no pudo convertirse en esto en tan poco tiempo- avanzó extrañado un caballero de cabellera azul y larga.

-¿Creen que debimos traer al resto de los caballeros?- era un desastre, no había nada en pie, pero tampoco había cadáveres en ningún lugar ¿Dónde estaban todos?

-No, podemos con esto solos, pero es mejor que vayamos en grupos, al menos para los que lo creen necesario - se giró el caballero de cabellos dorados, largo y lacio para mirar a un pequeño trio que miraba la escena de destrucción en lo que se había convertido la alegre aldea.

-Supongo que hablas de nosotros- bufó el mayor de ellos.

-No me refiero a nada en particular, pero si quieren ir acompañados esta bien, nosotros iremos cada quien por su lado.

-Bien por ustedes- defendió Ikki desafiándolo con la mirada.

Todos se detuvieron en seco cuando una risa se escuchó, la risa de un infante. Buscaron con la mirada en todas direcciones, pero la melodiosa voz parecía provenir de todos los rincones. Sentían la mirada sobre ellos, alguien espiaba sus movimientos y eso los crispaba.

-Será mejor separarnos- sugirió uno de ellos, con los vellos erizados. Cauteloso.

-¿Y qué buscaremos?

-Lo que sea que siga vivo aquí.

Se alejaron, sin decir nada más, como siempre lo hacían. En la entrada de las ruinas quedaron tres figuras, jóvenes que no sobrepasaban los dieciocho años de edad.

-¿No entraran?- preguntó preocupado Hyoga tomando a Shun de la cintura para incitarlo a avanzar.

-Sera mejor volver, Hyoga- pidió el pequeño abrazando su brazo, con el miedo en su expresión.

-¡No! Anímate Shun, piensa que la gente de la aldea está sufriendo, debemos ayudarlos.

Los hermanos se miraron, el mayor sonrió y el pequeño asintió con el semblante entristecido. Hyoga no lo notó, pero apenas se dio vuelta Ikki desapareció en una oleada de energía. Pero era normal en él, desaparecía cuando quería y volvía después sin decir nada más, estaban acostumbrados y en realidad Hyoga esperaba quedarse a solas con él.

-Anda, terminemos con esto- apuró Shun. Sonaba asustado, preocupado y renuente a seguir en esa tarea, pero era ya muy normal en él, por lo que su acompañante lo siguió sin darle mayor importancia.

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“…y ellos se ríen… sus risas me erizan la piel…”

Llegaron hasta una especie de templo. Habían seguido a una sombra hasta ese lugar, la sombra de lo que parecía un niño muy pequeño. Entraron cautelosos, pues aunque la figura que siguiera parecía pequeña y frágil, no era un niño si había logrado perderlos en una carrera a la velocidad de la luz.

Con el resplandor del cosmos que emitía su aura se abrió paso en la oscuridad seguido de Camus que lo acompañaba. Dentro no había más que escombros. Pero detrás de lo que antes debió ser un altar se asomó la mirada negra de esa pequeña criatura. Se acercaron con la guardia en alto, esperando encontrar alguna sorpresa al llegar detrás del altar, pero lo que encontraron fue una escalera que decencia.

Decidieron seguir con su camino. Escalón a escalón se acercaban. Había sombras similares a aquella que seguían a su alrededor. Pequeñas, risueñas y agiles.

-Ten cuidado, Milo- advirtió su compañero viendo entre los escombros varias miradas negras, vacías.

Finalmente llegaron al fondo de la escalinata para encontrarse con una puerta de madera la cual Milo no dudo en abrir viniéndose esta abajo. Esquivaron como pudieron un objeto que le fue arrojado por quien se alojaba en ese lugar, dándose cuenta después de que era una especie de manzana.

-Milo- llamó una voz conocida desde algún lugar para después estallar en una carcajada.

“…Los hilos en mis manos, en mis pies, entran dolorosamente hasta conectarse con mi carne y ellos me miran…”

Una luz surgió de pronto de un lugar desconocido. Se giraron encontrándose con una pequeña niña que miraba el suelo mientras parecía sollozar. Aun así no bajaron la guardia, Milo dio un paso acercándose, el mismo pasó que ella dio para alejarse. Traía algo en sus manos, parecía una pequeña muñeca sin ojos, con labios rojos y cabello despeinado, después de instantes la arrojó a sus pies.

No resistió la curiosidad y levantó la muñeca mirando su rostro roto. De alguna manera le recordó a…

-¿Sorprendido?- al girarse alguien lo tomó del cuello levantándolo en vilo. Poco tiempo le tomó darse cuenta de que lo que lo sujetaba eran solo dos manos, nada más. Nadie era dueño de esas extremidades que cortaban el paso de aire a sus pulmones.

-C-Camus- llamó esperanzado, lo buscó con la mirada, pero se dio cuenta de que estaba en la misma situación.

Controlando su energía invocó uno de sus ataques provocando una ráfaga de viento helado que los liberó de inmediato aterrizando en la madera podrida del piso que crujió con el golpe. Al recuperar el aliento levantó la vista y se dio cuenta de que estaba rodeado por muchos niños, pero había algo extraño en sus expresiones. Sus rostros estaban congelados.

-¿Qué son ustedes?- preguntó levantándose de inmediato, fue directamente a donde Camus para ayudarlo a ponerse de pie, había sangre en su pecho, al parecer él no había sido solo sujeto del cuello, había sido herido y por la cantidad de sangre derramada, era una herida grave.

Todos esos  niños solo rieron mientras se acercaban a ellos con pasos pausados, mirándolos con las cuencas vacías.

- Mambrú se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que pena. Mambrú se fue a la guerra, no sé cuándo vendrá- cantaban mientras sus labios helados se movían con dificultad.

“…miran mi dolor, mi gracioso andar y se ríen… y el titiritero sigue con el espectáculo…”

La pequeña, de cabellos negros y mirada violeta se plantó detrás de él. Su sonrisa siniestra lo estremeció. Una aterradora aura de muerte la rodeaba. Repentinamente arrojó otro fruto a su rostro que esta vez no pudo evitar, aunque no logro causarle ningún daño.

-Come la fruta- ofreció con su voz hueca, recibiendo el vacío de su pecho de madera- cómela Milo.

-¿Qué les hicieron?- pregunto Camus perplejo cuando se arrojaron sobre ellos.

Invocaron sus ataques más poderosos, los quince aguijones y la ejecución de aurora logrando despedazar a esos pequeños espectros que se esparcieron por el suelo de madera con su sonrisa permanente. Suspiraron tranquilos pensando que ya había acabado… sin embargo.

-No pueden asesinar a lo que ya está muerto- habló una de las cabezas sonrientes, sorprendiéndolos, para después darse cuenta que volvían a formarse esos cuerpos.

Los atacaron con lo que pudieron, pero cada uno de los muñecos que destrozaban volvían a armarse en cuestión de segundos, si seguía así no lograría salir de ese lugar.

Un espectro creció detrás de los cuerpos de madera. Enorme, de cabellos platinados, de sus manos salían hilos de sangre. Extensiones que lograron unirse a las extremidades del caballero de escorpión que nada pudo hacer ya, fue despojado de su voluntad solo le tocó ver como su compañero era derrotado por esos muñecos atravesando su cuerpo con extraños rayos de energía.

-¡Camus!- pero el cuerpo inerte cayó cerca de él, con los ojos en blanco y un rio de sangre corriendo de entre sus labios- ¡No!- sus lágrimas fue algo que no pudo contener, había perdido a la persona mas importante en su vida como si fueran niños ante una bestia. Era increíble, eran caballeros dorados y el poder de simples muñecos los había vencido.

Lo intentó por última vez, se concentró cerrando sus ojos, pero ni siquiera tenía control ya sobre su energía. Los hilos en sus extremidades no lo dejaban hacer nada. Cuando los abrió, un par de ojos púrpuras lo miraban y una cara sonriente…

-Come la fruta, Milo.

“…y mi dolor está congelado, mi cara sonríe.”

Notas finales:

n.n... lo siento por Milo y Camus... van dos, quedan algunos aun

Saludos.


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