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Circus por Chris Yagami

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Notas del capitulo:

El turno de alguien mas :P en cada capitulo morira uno por lo minimo, no son tantos, no pienso matar a todos los dorados... que flojera xD

Capítulo 3.- Segundo acto: apetito.

“¿Por qué me miras así? Yo no tengo la culpa, tú no sabes lo que es esto, lo que es tener tanta hambre…”

La piel se le erizó cuando escuchó un grito a lo lejos. Parecía provenir desde sus pies. Instintivamente toó posición de ataque mirando detenidamente a su alrededor pensando que el enemigo los atacaría en cualquier instante como muchas veces había pasado ya. Se unió más a su acompañante, acostumbrado a apoyarse mutuamente si la ocasión lo ameritaba.

-¿Qué fue eso?- preguntó mientras sus manos aferraban con más fuerza sus cadenas.

-Era Milo, demonios, mi maestro está con él- contestó preocupado, temiendo que algo les pasara pues había sentido la debilidad en el cosmos de Milo y la desaparición del de Camus -Debemos ayudar, Shun- apuró el más joven mirando el rostro quieto de su compañero.

 -No, déjalo Hyoga, creo que siendo caballeros dorados pueden con esto, debemos continuar con nuestro camino- siguió caminando entre los escombros dejando sorprendido al rubio..

-Shun, es mi maestro

-Lo se- se giró, su mirada esmeralda lo estremeció, era la primera vez que veía esa expresión en su rostro.

-¿No quieres ayudarlos? Son Milo y Camus ¿Qué sucede contigo?

-Tengo un mal presentimiento, sigamos-No dijo nada, pero lo miró preocupado, el caballero de Andrómeda no solía comportarse así, era cierto que no le gustaba combatir, pero siempre lo hacia para ayudar a quien lo necesitaba y ahora se había negado rotundamente. Aunque ya había notado desde que se lo comunicara que no estaba de acuerdo con la misión, no pensó que su aberración fuera tan fuerte. Solo quedaba averiguar el por qué.

 %%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%%

Mientras caminaba por las calles desiertas de lo que anteriormente era la aldea, sentía la mirada de alguien o algo sobre é. Aun así seguía caminando, con la guardia alta por si intentaban atacarlo por sorpresa. No sería nada fácil vencerlo, siendo que era uno de los caballeros más poderosos, y muchas veces con ventaja pues el enemigo comúnmente se dejaba llevar por su apariencia delicada y era cuando atacaba usando todo su poder.

Se crispó cuando sintió una brisa fría que provenía de algún lugar detrás de él, seguido de un llanto infantil. Se giró esperando encontrar a un niño, pues el llanto no se escuchaba muy lejano, casi podía jurar que estaba justo detrás de él. Sin embargo no encontró nada.

Confundido siguió con su andar entre los desmoronados edificios. En ocasiones escuchaba leves pasitos entre las ruinas, pero los ignoraba pensando que eran ratas o algún reptil que buscaba refugio en lo que anteriormente servía de tal a los aldeanos.

Llegó al final del camino, donde comenzaba el bosque que rodeaba la aldea. Tampoco este tenía muy buen aspecto, se veía muerto… y peligroso. Aun así continuó, no era su costumbre temer a la oscuridad, entró en los terrenos salvajes siguiendo aun el llanto, pues desde que lo escuchara por primera vez no lo había podido ignorar.

“…no me mires así, no me gusta la fruta, yo no tengo la culpa…”

Miro entre los troncos secos una figura conocida, a lo cual sonrió pícaro, pero su sonrisa se borró cuando vio que detrás de él se encontraba una niña de vestido y cabellos negros. No le hubiera parecido sospechosa de no ser que la rodeaba una extraña aura, sin contar que en sus manos llevaba una daga con rastros de haber sido usada anteriormente en carne.

La niña lanzó la daga en un extraño uso de energía, que la lanzó directo al caballero que ignoraba el ataque. Enseguida lanzó una de sus rosas pirañas directo al camino de la daga, la cual logró desviar para que se clavara en el suelo, lejos de su blanco. Extraño, pues debió hacerse pedazos con el roce de los pétalos negros de esa rosa. Pero la pequeña no se inmutó, bajo la mirada y comenzó a tararear una canción con la cual también se mecía.

- Mambrú se fue a la guerra, que dolor, que dolor, que pena.

-¿Qué pasó?- preguntó al ver en el suelo una rosa negra junto a una daga.

-De seguro ese golpe hubiera sido grave- escuchó una voz conocida muy cerca de él. Miró a su derecha, donde un hermoso hombre de cabellos azul turquesa sonreía de lado, pero a la vez mirando también a la niña de cabellos negros y largos.

-Afrodita ¿Qué haces aquí?- sonrió, aunque se habían separado al principio esperaba que se encontrarían en ese lugar que no era muy grande.

-Venía siguiendo un llanto, pero te encontré a ti y a esta niña- tomó otra de sus rosas, con la intención de arrojarla al corazón de esa criatura. Se dio cuenta, no era una niña común.

-¿Por qué?- la pequeña seguía meciéndose, no parecía ponerles atención y ellos no la perdían de vista.

-Estaba a punto de atacarte, uso el cosmos, no creo que una niña de su edad sepa usarlo aún, aunque fuera una promesa a caballero femenino- de pronto la niña comenzó a llorar en sollozos estruendosos y desgarradores, logrando crispar sus nervios.

-¿Quieren una manzana?- levantó sus manos, donde apareció una fruta extraña, envuelta en oscuridad- Esta deliciosa- levantó esta vez su vista, dejado ver sus ojos violetas y las lagrimas oscuras que caían por su mejillas pálidas.

“… ¿Quieres ayudarme? Solo será un pequeño dolor, solo un mordisco, no te pasará nada…”

Repentinamente la niña delicada comenzó a convulsionarse sin dejar su llanto psicótico de lado. Sus músculos comenzaron a contraerse adquiriendo una extraña forma, creció, sus extremidades reventaron, su rostro se congeló, las llagas en ese rostro de marfil lo convirtieron en carne putrefacta y sus ojos comenzaron a destilar jugos malolientes y adquierieron el color propio de la sangre. No dejo de convulsionarse terminando en lo que parecía una bestia… era una bestia.

-¡Que desagradable!- exclamó el hermoso hombre cubriendo su rostro, pues el hedor que expulsaba su pútrida piel era demasiado fuerte.

-Será sencillo de acabar- sonrió triunfante el otro caballero,  pero no contaba con que la cola de la bestia lo embistiera, enviándolo lejos.

-¡Shura!- gritó Afrodita intentando auxiliarlo, pero se estrelló contra una barrera mágica invisible. Se volvió para enfrentar a la criatura que la miraba con sus muchos ojos.

-¿Quieres una manzana?- preguntó el monstruo con la dulce voz de la niña.

-No- contestó y al instante la bestia gritó espantosamente, pero el caballero de Piscis no se dejó amedrentar y tomando un conjunto de rosas negras se dispuso a asesinar a la criatura.

La bestia luchó, pero era torpe, muchas de las rosas cargadas de cosmos se incrustaban en su deforme cuerpo. De un momento a otro alzó el vuelo, pero el ataque seguía, Afrodita no dejaba de disparar y cada vez se confiaba más.

Una última rosa que acertó en su cabeza de mil ojos, que lo hizo caer al suelo, muy cerca del caballero dorado que miraba victorioso como el cuerpo del monstruo se consumía lentamente en flamas azules mientras gritaba. Observó con paciencia como el cuerpo de la criatura regresaba a ser la pequeña niña que había sido. Lloraba, se quejaba, pero no dejaba de sonreír.

-Come la fruta- pidió aun sonriente, para recibir una rosa más en la sien que la dejó quieta finalmente.

Pensando que había terminado comenzó a andar para auxiliar a su compañero, del cual no había escuchado nada ya. Pero algo sujeto su cabello, y al mismo tiempo paso un brazo alrededor de su cuello. No pudo moverse, como si fuera una serpiente, la criatura envolvió su cuerpo, quedando su rostro deforme frente al aterrado de Afrodita. Eran los ojos violetas de esa niña, pero su enorme boca repleta de colmillos era aun de la bestia que estaba seguro acababa de matar.

-Come la fruta, Afrodita- sonrió antes de que sus dientes afilados se clavaran en su cuello.

“…Tengo hambre y mis lágrimas son transparentes”

Notas finales:

Lo siento por Afro... pero aun queda por ver ñ_ñ

Espero les haya gustado.


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