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A espaldas de la moral. por CoffeeTea

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El agua cálida caía sobre su cuerpo fino dentro de esa regadera. Dorado como sus ojos, su cabello largo cubría completamente húmedo la espalda del menor.  Edward cerraba sus ojos, se relajaba y desconectaba de este mundo al sentir que quizás un poco más de éste le volvería loco.

La puerta del baño se abrió con cautela y un muchacho mayor entró por ésta con una sonrisa lujuriosa en sus labios. Podía apreciar la figura de su hermano detrás de la cortina y, al relamerse los labios, una idea cruzó sus pensamientos.

Lavando su cabello con cuidado, y algo de prisa, Edward abrió sus ojos y con un suspiro miró de reojo la cortina. Fue enseguida cuando su respiración se le atoró en la garganta al notar esa sombra acercándose a él. Se tensó, allí estaba él.

La cortina fue corrida a un lado con brusquedad, dejando el cuerpo desnudo de Edward a la vista de su hermano y al mayor mirando con deleite al menor. -¿Te molesta si me uno?- le preguntó al menor enteramente sonrojado. Edward tragó con dificultad y dio un paso hacia atrás, negando con su cabeza mientras por dentro se moría por salir corriendo de allí. Envy se hizo paso dentro de la regadera sin si quiera importarle sus ropas que comenzaban a mojarse y a adherirse  a su piel. Envolvió a Edward en brazos, pegando el cuerpo desnudo de su hermano contra el suyo y le robó un fogoso beso que el menor se vio obligado a corresponder.

Sus manos comenzaron a rodear de manera lasciva la suave piel de Edward y esos besos no tardaron en volverse sugestivos, pasando de sus labios hasta bajar al cuello. El menor entrecerró sus ojos al mirar al techo, sintiendo su corazón latiendo con fuerza contra su pecho advirtiéndole que aquella historia estaba volviendo a repetirse. Cuando sintió una mano envolver su miembro, Edward supo que estaba perdido…

 

 

Caminando bajo el cielo estrellado de Alemania, y cojeando de par en par, Edward marchaba cabizbajo hacia el único sitio en toda la ciudad donde el consuelo tenía garantizado. Se sentía sucio, abusado, lleno de impotencia y asco hacia su persona… incapaz de mirar a nadie más sin delatarse.

Llego a un edificio en específico y se detuvo frente la puerta para timbrar tres veces. No paso mucho antes de que le abriera la puerta un pelinegro diez años mayor que él, quizás la única persona en todo el mundo que podría calmarle ahora que más lo necesitaba.

-¿Edward…?- preguntó Roy Mustang, un hombre con la piel más pálida que la nieve, mirándole con sigilo. Se detuvo enseguida, Edward no se atrevía a mirarle y Mustang reconocía esa mirada. –Lo… hizo de nuevo, ¿no es así?

El labio inferior de Edward tembló y mostró una sonrisa insegura. –Me conoces tan bien...- susurró al cubrir las marcas de su cuello con la bufanda que le enrollaba celosamente. – Pero se ha quedado dormido y por eso decidí venir a verte.

Roy le tomó de la mano y lo jaló dentro de su apartamento, cerrando la puerta detrás de ambos para allí abrazarle fuerte contra su pecho.

-Perdóname…- susurró Mustang sintiendo un dolor increíble apoderándose de su ser. –Es mi culpa, amor. Lo siento.

-¿Pero que dices…? Ya lo hemos hablado antes.- Exclamó Edward con un hilo de voz escapando de su ser. –En silencio siempre me proteges, esto… no es culpa tuya. Entiéndelo…

-Edward, ese… monstruo está abusando de ti y yo no puedo hacer nada mas que esperar aquí sin poder detenerlo.- Mustang expresó besando la mejilla de Edward con real afecto, ambas cejas estaban encorvadas en su totalidad hacia arriba.  -¿Qué clase de pareja soy al permitirlo? ¡Te está matando lentamente!

Edward rompió el abrazo entre ambos y de prisa se encargó en callarlo con un dulce beso en los labios, cerrando los ojos y rodeándole del cuello con sus brazos.

Mustang se sorprendió por aquel repentino beso, sintiendo a su corazón saltar y llenarse de la calidez de su pareja. Se relajó y lo respondió casi enseguida. Sus brazos apresaron nuevamente al menor y lo empujó contra la pared más cercana donde Edward se entregó por completo a esos labios.

Las manos de Edward llegaron a las mejillas de Mustang e incitó a la lengua del pelinegro a profundizar el beso. Roy no se detuvo, besó a Edward con hambre y deseo de protegerlo por siempre.  Llevó sus manos al pecho de Edward y las subió para quitarle la bufanda del cuello, llenando esa delicada piel con besos posesivos y altamente seductores, ganándose un par de gemidos del menor. Entreabrió sus ojos al aspirar el dulce aroma del cuello del menor y notó los moretones que la piel tapizaba, se sintió impotente y se empeñó a opacar esos moretones con las marcas que ahora dejaba sobre la piel de Edward.

-Ah…- Edward gimió de ojos cerrados, las lágrimas comenzaron a humedecer sus pestañas y su labio tembló. -Roy, ¿no te doy asco…?

-¿Cómo habrías de darme asco? Yo te amo…- Susurró Mustang rompiendo sus besos y mirando a Edward a los ojos. –El resto de la noche… eres… sólo mío.

Edward sintió sus pupilas temblar pero asintió lentamente, dejando que Roy le acariciara la mejilla y sus labios volviera a besar ésta vez con suavidad y ternura.

 

 

Eran las tres de la mañana y aquella parejaseguía despierta recostada sobre la cama del mayor, abrazados y descansado en silencio sin mediar ni una sola palabra pues ya entre ellos no era necesario. Roy tenía a Edward envuelto en sus brazos, con la cabeza de su pareja recostada en su pecho y tomándole de la mano con gentileza.

Edward se rehusaba a dormir, no quería perder el tiempo al estar cerca de Roy y se empeñaba a ignorar lo pesados que se sentían ya sus ojos dorados.

-Duerme. Mañana, es decir… hoy hay clases, Edward.- susurró el mayor. –Tienes que dormir, no me gustaría tener que llamarte la atención si te quedas dormido en mi clase de nuevo.

-¿Qué mejor que verme de nuevo en detención?- Ironizó Edward. –Así… por lo menos podré estar a solas contigo lejos de mi hermano.

-Pero ya te he llamado la atención cinco veces éste mes, Ed.- Susurró Roy acariciando la mejilla del menor intentando arrullarle con ello. –Si sigues así, te suspenderán.

Edward guardó silencio unos segundos y su agarre en la mano de Roy incrementó gradualmente, el rubio entrecerró sus ojos al relamer sus labios.

-Ya… ha pasado más de un año, pronto seré mayor de edad…- susurró Elric sin mucho sentimiento en su hablar. –Cuando tenga dieciocho… mi hermano ya no tendrá poder sobre mí y podré detener toda ésta falsa.

-Falta poco, haz sido un chico bastante fuerte…- Sonrió Mustang con tristeza.- No hemos levantado sospecha alguna y tu hermano… jamás ha vuelto a buscarme.

Edward se mantuvo en silencio, el tic tac del reloj era quizás el único sonido que entre ambos se interponía. Se acomodó mejor en los brazos de Roy y se giró para terminar con su rostro en dirección al de Mustang, mirándole en silencio con esos orbes dorados capaces de esconder el dolor que sólo Roy podía leer. Llevó su mano a acariciar el pecho de Mustang, desviando su mirada a la ventana y suspirando.

-Cuando seas mayor de edad yo… te sacaré de esa casa.- susurró Mustang y Edward abrió sus ojos ampliamente con sorpresa, se levantó de su lugar y le miró atentamente al estar sentado sobre la cama.

-¿Qué…?- susurró Edward con un cierto brillo marcado en sus orbes dorados. -¿Qué intentas…?

-¿En que piensas que he ahorrado todo éste tiempo?- Mustang le interrumpió sentándose y con una dulce sonrisa le acarició de nuevo la mejilla. –Edward… nos vamos a ir de Alemania al lugar en donde tu hermano no pueda encontrarnos, en donde ser hombres y amarnos no sea algo de lo cual debamos avergonzarnos.

-¿Pero y qué me dices de tu trabajo? Llevas… tiempo esforzándote, adquiriendo más responsabilidades.- Edward intentó ser racional, tomando la mano de Roy con la suya al sentir su corazón latir fuerte contra su pecho. –Dijeron que te harían titular de un salón…

-Me pueden hacer titular de un salón en cualquier otro instituto.- Roy tomó a Edward de ambas mejilla y le miró fijamente a los ojos con una sonrisa. –No me importa, con tal de… pasar el resto de mi vida a tu lado, despertar cada mañana sobre la misma cama…

Edward bajó ligeramente la mirada y se hundió en hombros, escondiendo una torpe sonrisa llena de incredulidad. –Roy…

Pero Mustang le obligó a mirarle nuevamente y un suave beso depositó en sus labios rozados. Edward cerró los labios y lo correspondió enseguida, envolviéndole del cuello con sus brazos y dejándose amar dentro ese gentil beso. Roy pasó sus dedos largos por el cabello dorado de su pareja, cepillándolo con ellos y besando esos labios con la ternura y amor merecidos por el trato del tiempo. Edward pegó su pecho contra el de Roy y se sentó sobre su regazo, envolviéndole de la cintura sus piernas para atraerlo más contra su cuerpo.

Roy sintió un calor colarse por su ser,  embriagando su corazón y enloqueciendo sus sentidos. Tener a Edward tan cerca era como… una droga que lo cegaba con efecto inmediato. Llevó sus manos a acariciar la espalda de Edward con desesperación, bajando a palmarle el trasero justo cuando su otra mano se encargó de colarse bajo la camisa de éste. La fría mano de Roy logró sacarle un suspiro sorpresivo al menor, erizándole la piel por completo y volviéndole loco.

-R-Roy…- gimió el rubio de ojos cerrados, besando ahora la barbilla de Mustang, humedeciéndola con sus labios. –Hazme… tuyo, borra de mi piel… cualquier rastro de Envy.

Mustang impuso ritmo entre sus besos, deteniendo los besos de Edward para ahora ser él el que le besara con sensualidad. Llenó el cuello del rubio de besos, le retiró la camisa de manera delicada y deleitó su mirada con el pecho desnudo de su amante.

Recostó a Edward sobre la cama y fue depositando besos delicados a lo largo de su pecho, deteniéndose en sus pezones y lamiéndolos de manera sensual. Edward encorvó ambas cejas hacia arriba pero jamás cerró los ojos, miraba a Roy con tanta necesidad y deseo por preservar aquel momento por siempre.

 

 

Entre besos y caricias, el resto de la madrugada se les escapó entregándose el uno al otro. Edward se abrazaba de Mustang, cerrando los ojos con fuerza y sintiéndose llegar al climax entre cada envestida recibida en su cuerpo. Ambas pieles bañadas en sudor brillaban bajo los primeros rayos de sol al igual que las lágrimas que comenzaban a bajar por las mejillas del menor. Roy le había hecho el amor tantas veces a Edward esa noche, prometiéndole pronto el final de esa pesadilla en la cual ambos estaban atrapados desde hacía ya un par de años.

Al llegar a la cima, ambos gimieron en placer y colapsaron el uno sobre el otro sobre aquella cama. Roy se encargó de besarle suavemente entre jadeo y jadeo, Edward sólo le miró y sonrió con honesta tristeza.

Cuando el reloj marcó las siete de la mañana, Edward se encontraba nuevamente de pie frente la entrada del departamento de Mustang. Se había vestido, y su cabello estaba empapado sobre sus hombros.

-Debo marcharme antes de que mi hermano despierte…- susurró Edward sosteniendo nuevamente la bufanda sobre su cuello.

-¿En verdad no quieres que te lleve?- Preguntó Mustang cepillándole sus flequillos fuera de su rostro y obligándole de manera sutil a verle a los ojos. –Estás… agotado, y digamos que yo no ayudé por tomarte tantas veces.

Edward se sonrojó y relamió sus labios al negar con la cabeza, se paró de puntillas y otro beso le regaló a Roy. –Es mejor que duela, así… cada vez que punce con dolor, recordaré lo que hicimos ésta madrugada.

Mustang se sonrojó sutilmente pero sólo atinó en sonreír y besarle la frente a su pareja antes de despedirse de éste.

-Te veré… en clase.

Edward asintió y se perdió de la vista de Mustang, dejándolo a solas nuevamente esa mañana fría en Alemania.

Roy cerró la puerta y se recargó contra ésta, suspiró y miró al techo con el ceño fruncido. –Sólo… cuatro meses más…- susurró. –Un poco más y Edward se irá de allí…

 

Abriendo la puerta de su casa con cuidado, Edward se adentró a su hogar con sus zapatos en mano esperando así hacer el menor ruido posible. Cerró la puerta detrás de él y subió de prisa las escaleras. Miró con sigilo el pasillo vacío y pudo respirar al no ver señal alguna de su hermano dentro de éste.

‘Perfecto, sigue dormido…’, pensó sonriendo ante su suerte.

Corrió de prisa hacia su habitación y abrió la puerta, su respiración se detuvo y su sonrisa se esfumó al encontrar a su hermano recostado sobre su cama mirándole desaprobatoriamente.

-¿Dónde estuviste toda la noche, Edward?- el mayor le preguntó de manera ácida, tensando al menor y obligándolo a retroceder un paso en el acto.

-Yo…- Edward tragó con dificultad y desvió su mirada a un lado al apretar sus puños con impotencia. –Estaba… yo estaba…

Envy se puso de pie, caminó hacia donde Edward estaba parado y lo tomó del cuello de su camisa para así alzarlo del suelo y pegarlo contra la pared. -¿Dónde estabas?- volvió a preguntar.

El corazón de Edward latía de prisa, siendo el único sonido que el muchacho podía escuchar. Sus ojos no podían despegarse de los de su hermano y la garganta se le secó en el acto. Envy se hartó de la torpeza de su hermano y su mano llevó al pantalón del menor para comenzar a quitárselo sin vergüenza alguna.

-¡O-oye! ¡Detente! ¡Suéltame!- Pedía el menor intentando quitarse ambas manos de encima, empujando a su hermano del pecho y rezando por no ser descubierto.

-¡¿Por qué quieres que me detenga?! ¡¿Eres mío, no es así?!- Envy reclamó realizando que la insistencia de Edward le delataba como culpable en cada una de sus preguntas. Le retiró sin cuidado el pantalón al rubio y lo dejó expuesto ante sus ojos. -¡Soy tu pareja después de todo!

-¡H-hermano…!

Pero Envy no se midió y de prisa llevó su mano al trasero del menor, metiendo un dedo en su entrada para allí buscar la respuesta que tanto estaba buscando. Edward se tensó  y miró incrédulo al mayor.

Una gran cantidad de semen comenzó a bajar por las piernas del rubio que, sonrojado, desvió su mirada al verse descubierto.

Envy abrió sus ojos ampliamente y con su simple mirada amenazó al rubio que le había engañado.

-¡Eres igual que tu madre…!- susurró con acidez el mayor al lanzarle un fuerte puñetazo directo en el rostro, ganándose un gemido de dolor por parte de Edward al terminar tendido sobre el suelo. Edward cerró sus ojos con fuerza, su mejilla le ardía y quería levantarse del suelo pero Envy se le adelantó y le pisó con fuerza el trasero para evitar que se levantara. -¡Mira cuánto semen! ¡¿Con quién te acostaste, maldito infiel!?

-¡Yo no…!- Edward intentó defenderse, pero una patada en el abdomen por parte del mayor le arrebató todo el aire y lo obligó a callar. -¡A-aah!

Envy se hincó a su lado y le levantó del suelo tras jalarle con fuerza del cabello. -¿No me digas que fuiste a ver a tu maldito profesor?- Le preguntó afilando la mirada con odio. -¿Te acostaste con él, no es así? ¡¿Pensaste que no me iba a dar cuenta?!

-¡N-no fue así…!- Edward insistía cerrando con fuerza sus ojos. -¡Él no…! ¡Él no…!

-¡¿ENTONCES CON QUIÉN?!- Gritó Envy fúrico, enterrando sus uñas en la cabellera de Edward y arrancando con ello un gran mechón de cabello dorado entre sus dedos. -¡¿CON QUIÉN ME VISTE LA CARA, MALDITO?!

‘Miente…’, una voz le pidió a Edward en pensamientos. ‘Sálvate, miente por Roy… por ti…’

-A-abusaron de mí.- Mintió el rubio sin mirar al peliverde, manteniendo sus ojos estáticos sobre el suelo bajo él. Todo su cuerpo tembló, hasta sus propias pupilas perdieron enfoque… era la primera vez que Edward le mentía a su hermano, su única familia en todo el mundo.

Envy soltó a Edward, le miró con sorpresa y juró sentir a su corazón detenerse un par de segundos. Tomó a Edward del brazo y bruscamente lo obligó a sentarse sobre el suelo aún con el pantalón bajado y su trasero expuesto. -¡¿Q-qué… mierda estás diciendo?!- preguntó Envy en un susurro áspero. -¡¿Quién…!?

-No lo sé…- susurró Edward sin mirarle a los ojos, maquinando con su mente alguna historia creíble de la cual aferrarse con desesperación. –S-salí a ver a Ling, pero… dos chicos me sorprendieron en el camino y yo…

Mas Envy le sorprendió abrazándole con fuerza contra su pecho, rodeándole como si con ello pudiese protegerle de cualquier mal. El de los ojos violetas sintió una inmensa amargura rodear su ser. –Lo… siento…- susurró sin soltarle, pegando su boca y nariz contra el hombro de Edward pero mirando la pared con un inmenso odio que se intensificaba segundo a segundo. –Nadie… puede tocarte, sólo yo…

-Hermano…

-Te voy a proteger, nadie… puede lastimarte.- Susurró. –¡Te voy a proteger…!

Edward se sorprendió por las palabras de Envy, mas no dijo nada y sólo abrazó a su hermano de vuelta sin si quiera atreverse a responder. A como veía las cosas… una mentira le había salvado, una mentira había evitado que Envy pusiera a Roy en peligro. Pero ¿por qué se cegaba hasta ahora…? Esa relación con Envy estaba hecha a base de puras mentiras. ¿Acaso… estaba bien mentir después de todo?

CONTINUARÁ…

 

 


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