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Bloqueo por Eowyn

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Notas del fanfic:

Espero que les guste :3 otro intento de comedia con los personajes de Gravitation. Imaginaré que les sonsaco unas cuantas sonrisitas(? 

Notas del capitulo:

Los pensamientos de Eiri y Shuichi están en cursiva. Y quiero hacer unas cuantas advertencias en cuanto al lenguaje un tanto "brusco" en algunas partes  y unas cuantas insinuaciones mínimas(? si es que se les puede llamar asi xD aviso  por si las moscas.

¡creo que eso es todo! :3 

 

 Los personajes pertenecen a Maki Murakami

 

 

Bloqueo

 

 

Esto ya es demasiado.

Ya llevo dos horas o quizás más… sentado como idiota frente a la computadora sin avanzar ni siquiera un párrafo en el nuevo capítulo. ¿Quién manda a mi maravillosa mente imaginar una escena que no puedo expresar con palabras? Recuerdo que hace tiempo redacté un borrador de este libro, quizás guardé los capítulos…especulaba mientras buscaba en el cajón del escritorio.

Una fotografía desvió mi atención del manuscrito. Y al verla, no pude evitar la pequeña sonrisa que se asomó por mi rostro. En ella, podía ver una pequeña laguna y la silueta de Shuichi metido en el agua, su expresión enfurruñada me hizo sonreír con burla por segunda vez al recordar el porqué mi querido amante estaba metido completamente desnudo en una laguna en medio de la nada; todo había sido producto de una ridícula apuesta a la que (por suerte) yo perdí, claro que  tomar una fotografía del “castigo” no era parte de dicha apuesta, pero ¿acaso iba a perder la ocasión? Uno no ve a su amante ridiculizado todos los días…

¡Maldita sea! He vuelto a distraerme.

Ignorando que debía seguir con mi trabajo seguí viendo las fotografías.

Nyankotaro cuando aprendió a usar su caja de arena, dije para mi mismo mientras la tomaba entre los dedos. ¡Ah! recuerdo como tratabas de engañar al animal formando un camino con  pedacitos de atún desde la cocina hasta la caja, técnica funcionó a la perfección, por cierto. Fui pasando las fotos a medida que  las veía, Otra del pulgoso comiendo su comida favorita, ah ¿esa es mi mano tratando de añadirle gotas de whisky? Hmm… si lo más probable…

Y otra fotografía  en la que se demostraba la despreocupación y la pereza en su forma más sexy: O sea yo. Estaba –literalmente echado- en el sillón de la sala viendo televisión  con el felino en mis piernas plácidamente dormido. Mi expresión neutra y casi aburrida  demostraba que Shuichi había sacado la fotografía  a escondidas en un intento de hacerla más “espontánea” pero lo cierto es que no me gusta que me saquen fotos… y vaya que él lo sabe bien.

Un momento. ¿Por qué todas las instantáneas que tengo en mi escritorio son del gato? ¿Desde cuándo el pulgoso es tan importante como para estar en mi escritorio? ¡Bah! A quien engaño… quizás, solo quizás le tenga un poco más de aprecio al pulgoso. 

¡Por los mil demonios! Necesito café.

Guardé las fotografías y fui arrastrando los pies hasta la cocina. Predije para mi mismo que aquel no iba a ser un buen día pero aún así tenía la vaga esperanza de equivocarme en ello. Mientras me preparaba la bebida caliente y me fijaba la hora en el reloj:ya eran casi las una de la madrigada. me llamó la atención el silencio reinante en el departamento.

-¿Mocoso?

Nada.

Normalmente hubieras saltado a mis brazos ronroneando mi nombre. Hoy habías vuelto temprano del trabajo y por lo tanto te encontrabas en casa. Comencé a impacientarme sin razón alguna. Quizás la falta de inspiración me volvía más atento a cosas que normalmente hubiera pasado por alto.

— ¡No me hagas buscarte imbécil!— exclamé alzando la voz.

Entré al cuarto de baño luego de fijarme en la sala, en la cocina y en mi propia habitación. Incluso busqué en el armario, donde una vez te escondiste con el ridículo propósito de asustarme todo porque dije, en una discusión, que nada me daba miedo… aunque si me asustó ver tanta falta de imaginación al creer que ese estúpido traje de “fantasma” o lo que sea que haya sido esa cosa blanca llena de manchas rojas podría llegar a asustarme o siquiera a sorprenderme.

Finalmente entré en tu cuarto casi a la carrera. No había nadie. Allí solo estaba tu teclado y una pila de ropa colorida esparcida por el suelo, formando un anormal montículo.  ¿Quizás saliste sin avisarme? Si es así, ¡ya verás cuando regreses!

Volví a fijarme bajo las camas y moví un poco la ropa, descubriendo bajo ella una mata de pelo rosado que cubría la frente de un rostro pequeño y redondo.  Me quedé sin aliento al ver tu pequeño cuerpo extendido en el piso.

Estabas pálido y con la boca ligeramente abierta. Respirabas acompasadamente y pude vislumbrar moviendo un poco más la ropa, que tenías  las extremidades extendidas, como si te hubieras desmayado... aún tenías en tu mano un bolígrafo y a tu lado había hojas blancas de papel. A simple vista creí que estabas dormido pero en verdad no lo parecía.

Me quedé congelado por un momento antes de reprenderme a mí mismo y adelantarme rápidamente hacia ti. Te di un pequeño puntapié y nada… vaya, quizás fui demasiado suave. Acto seguido te pateé con verdaderas ganas. Y  me sentí como un estúpido al ver que  te movías y me mirabas claramente molesto.

— ¡Oye! ¿Eres idiota? ¿¡Que haces dormido en el piso!?— Repliqué furibundo.

— ¡¿Y tú que eres!? ¡¿Por qué me pateas!? ¡Qué diablos sucede contigo!— prorrumpiste mientras te masajeabas la pierna izquierda. — Estaba escribiendo unas letras, debí haberme dormido y la ropa sobre la cama cayó encima de mí, eres un exagerado Yuki—.

Una involuntaria sonrisa de alivio  debió haberse expandido por mi rostro, al saber que solo había sido producto de mi grandísima idiotez el montar tal escándalo…

Ejem,  no necesito dar detalles de lo que hicimos luego de que te incorporaras del suelo bruscamente y comenzaras a besarme ardientemente, aferrándote a cualquier parte de mi cuerpo que el tuyo pudiera llegar alcanzar…

Un terrible malhumor me dio la bienvenida esa mañana, algo extraño en mi, pues no suelo estar huraño luego de una sesión de dar rienda suelta a nuestra pasión desenfrenada, pero hoy parece ser un día de aquellos en los que mi genio estalla por cualquier cosa. Estoy seguro que todo es por el maldito bloqueo... ¡Ni siquiera esto me dio la mínima inspiración para el maldito capítulo!

Tontamente irritado me deshice de las sábanas de una patada y me aparté del cuerpo de Shuichi que me aprisionaba. Luego de calzarme los pantalones fui hasta la cocina por algo de café.  Vi que te despertabas mucho rato después, cuando ya iba por la segunda taza y el gato gordo a mis pies por su tercer plato de atún.  Despreocupado, vi como te ponías desordenadamente una camisa e intentabas meter la zapatilla izquierda en el pie derecho de camino al cuarto de baño. Obviamente estabas llegando tarde al trabajo…

No sé cómo te vestiste, te cepillaste los dientes, comiste un panecillo y te las arreglaste para dedicarme un hermoso repertorio de maldiciones por no haberte despertado, todo al mismo tiempo. Pero lo cierto es que, comprado con el enorme jaleo que montaste, la calma que se sintió al cerrar la puerta me dejó con una sensación de repentina soledad y aunque no lo dijera en voz alta sabía bien qué era lo que prefería. Había ocasiones, como hoy por ejemplo en las que necesito de tus gritos y el sonido de tu risa, las fuertes pisadas al caminar y toda la estridencia que siempre parece acompañarte.

Me paré como idiota en medio de la sala balanceándome con los pies adelante y hacia atrás recorriendo con la vista la habitación en busca de algo para hacer. Encendí la televisión y cambié los canales hasta que encontré un programa que parecía interesante. Cuando terminó, media hora después, encendí un cigarrillo y fui al balcón. Me asomé por la cornisa y dediqué mi atención a las personas que se movían debajo. A veces era útil… observar a desconocidos y tratar de sacar inspiración de ellos.

Ya me había funcionado otras veces. Mi lugar predilecto para dedicarme a observar era un bar cercano en donde preparaban unos muffins exquisitos. Me sentaba en la mesa frente a la gran ventana y veía a las personas pasar mientras bebía café. ¿Por qué tendría tal expresión preocupada esa mujer? ¿Por qué ese muchacho habrá sonreído tan falsamente al saludar  aquel anciano? el intentar adivinar de que iban sus vidas, a que se dedicaban, cuales eras sus infortunios y felicidades era útil a la hora de poner en práctica la imaginación y crear nuevos personajes e historias.

Sin embargo, aquel día nada parecía querer contribuir a mi imaginación. Volví a la sala luego de haber apagado la colilla del cigarrillo y me puse  a acomodar los cojines del sillón.  Ya entusiasmado con la nueva tarea fui al armario en donde guardábamos los artículos de limpieza y busqué lo necesario.  Ignoré olímpicamente el delantal rosa con un gato estampado que Shuichi compró una vez en el súper y que desde entonces quiere que lo use cada vez que toca limpieza del departamento.

Limpié los muebles, sacudí los cojines del sillón, pasé la aspiradora y tendí las camas de las habitaciones.  Lidié un rato con el cuadro nuevo que Tatsuha hizo el favor de colgarlo una vez y que ahora, al pasar el plumero, había quedado ligeramente torcido. Lo moví a la derecha, e inconforme volví a girarlo hacia la izquierda al ver que había quedado unos milímetros desigual. Cuando finalmente el cuadro quedó tal y como quería, volví al estudio con la esperanza de poder escribir al menos un párrafo. Estaba exhausto, pero aún así me sentía orgulloso de haber hecho algo productivo en el día. Me senté en la silla y comencé a girar lentamente, esperando que se encendiera el ordenador.

De repente un estrépito proveniente de la sala hizo que me sobresaltara y a causa de ello cayera de la butaca. Me incorporé, maldiciendo diestra y siniestra y fui a ver que había ocasionado semejante sonido.

Vi en el suelo el bendito cuadro que acababa colgar y el origen de aquel ruido esparcido en el suelo en miles de pedacitos. Afortunadamente la pintura no había sufrido daño alguno.

 Rezongando, fui hasta el armario busqué nuevamente la aspiradora, agarré de paso la escoba y me ocupé de recoger los vidrios. No tenía sentido volver a colocar el retrato sin el revisto… de modo que, viendo y considerando que no tenía nada mejor que hacer, tomé las llaves del auto y luego de verificar en una página de internet la dirección de algún local en Tokio que reparara cuadros, salí del departamento.

Luego de maldecir por todos los idiotas que hoy en día iban al volante (realmente no sería un día normal en el tránsito si no discutía con alguien) llegué al local.

El negocio era pequeño y ordenado.  La única  decoración constaba en sendos floreros de porcelana con flores artificiales ubicados en el mostrador y réplicas de cuadros conocidos colgados en la pared  y otros acomodados en estantes junto a  diplomas y otras muestras. Un anciano de aspecto jovial me saludó amablemente, que correspondí con un “Buenas tardes” un tanto gruñón. Luego de que le entregara el marco y le explicara el problema me aseguró que solo tardaría una hora en arreglarlo. El poco tiempo me sorprendió, pues esperaba que tuviera que retirarlo algunos días después.

—No es necesario. Me aseguró. —Tengo la medida justa del vidrio, solo debo buscarla en el depósito y colocarla. —Puede esperar por allí si desea—. Dijo el vendedor indicándome una banqueta roja contra la pared.

—Volveré en una hora. ¿Está bien?— pregunté, declinando la oferta.

—Sí, sí. Como desee. Ya estará listo para entonces— contestó el anciano acomodándose las gafas que ocultaban un par de ojos oscuros.

Cerré la puerta del negocio y entré al auto pensando que haría hasta entonces. Podría llamar al mocoso y molestarle un poco… Umm pensándolo bien, mejor no. No lo quería enfurruñado esta noche… dije para mi mismo.

Quizás podría visitar a Tohma o ir a un café por una tarta. “Que difícil decisión” 

¿Tarta? ¿O mí cuñado…?

Obviamente no me costó mucho decidirme. Unos minutos después mi preciado Mercedes me llevó rápidamente a mi bar favorito. Pedí dos porciones de tarta y un café, dispuesto a a esperar el pedido frente a la gran ventana.

Por fortuna, la muchacha lo  trajo rápido y en cuestión de minutos el chocolate se deshacía en mi boca. Mientras iba por la mitad de la segunda porción de tarta de crema una melena rosa en la multitud de afuera me llamó la atención. ¿Shuichi? ¿Qué hacia el mocoso caminando por la calle en horas de trabajo? Comencé a devorar el pastel rápidamente y terminar el café ya tibio. ¡Y no es porque quisiera alcanzarle!

Dejé el dinero sobre la mesa y salí apresuradamente del lugar. “Corrí” en dirección suya, tratando de estar lo bastante cerca para que pudiera oírme. Llegué a tomarle del hombro y excalmar agitado: — ¡Hey! ¡Mocoso!—. El aludido se dio vuelta y me miró confundido.

Mortalmente avergonzado vi que aquél muchacho no era Shuichi.

—Lo siento, me equivoqué de persona — dije atropelladamente  tratando de escabullirme nuevamente entre la gente.

— ¡Espere! ¡Espere!—sentí a mis espaldas. — ¿acaso usted es…

— ¡No!, ¡no soy!— grité por encima del hombro antes que terminara su frase. No quería que haya revuelo en un lugar con tanta gente.

Caminé a toda prisa y me metí al auto. Llegué  casa, luego de haber retirado y pagado el arreglo del vidrio, y aquí estaba: en medio de una ardua batalla contra Kandinsky.

 — ¡Maldito cuadro de mierda!—. Vociferé luego de intentar clavar por quinta vez el maldito cuadro en la maldita pared.

—No. va . a. vencerme. un. puto. clavo—. Murmuré entre dientes enfatizando cada letra con un golpe del martillo.

— ¡¿y tú que miras?! Le gruñí al gato que observaba socarronamente con los ojos entrecerrados  desde el sillón, burlándose de mi inutilidad al tratar de colocar el clavo. El animal bostezó y volvió a dormirse; dándome la espalda. Nadie me creería si le dijera que estoy desde hace dos horas tratando de terminar con esto, causando que en lo que en un principio era un pequeño agujerito se convirtiera en un boquete en la pared. Bueno… ¡a cualquiera le pasa! ¿No?

Viendo que no tenía tenía sentido continuar (por ahora) dejé el cuadro, el martillo y los clavos en el sillón. Fui por tercera vez en el día hacia mi escritorio con la esperanza que alguna idea surgiera y activara  mi imaginación.

Una cegadora luz brillante me despertó de golpe. Desorientado, miré  alrededor. Me había quedado dormido, al parecer. Me limpié la baba de la comisura de la boca y miré acusadoramente a mi amante, quien inocentemente trataba de esconder la máquina fotográfica detrás de la espalda.

Me miró con el ceño fruncido  — Yuki, ¿Cuántas veces debo repetirte que no te duermas en el escritorio? te hará mal… vamos, anda. Ve a la cama—.

Rezongué palabras ininteligibles mientras me levantaba pesadamente y me arrastraba a la habitación. No pasó mucho tiempo hasta que el sueño me conquistó nuevamente y cayera en sus brazos, profundamente dormido.

 

 

Como estará de cansado… ni siquiera protestó por lo de la foto. Aunque habría valido la pena de todos modos soportar sus quejas, esta foto es demasiado buena. Pensaba mientras veía la imagen en la pequeña pantalla de la cámara digital. Me reí por lo bajo, ¡Yuki se ve tan lindo! aún estando desparramado sobre la silla, la cabeza colgando hacia atrás y babeando con la boca abierta (por no mencionar los sonoros ronquidos) seguía siendo tan sexy como siempre.

Me entretuve mirando las demás fotografías. La mayoría eran de mi amante: Eiri viendo televisión, Eiri durmiendo (había como veinte diferentes de éstas)  otra de Eiri  comiendo dulces… y la lista seguía. Mis favoritas eran aquellas en la cuales había “atrapado” a Yuki  mostrando su lado “tierno”. La expresión infantil que tiene al defenderse cuando es descubierto nunca deja de causarme unas tremendas hemorragias.

— ¡Ja! ¡Ja! ¡Ja! Recuerdo esto… — murmuré. La foto mostraba a Yuki de cuclillas acariciando distraídamente la panza de Nyankotaro, quién yacía echado en el suelo con todas las extremidades completamente abiertas y los ojos entrecerrados en una mueca de placer. ¡¿Acaso hay algo más tierno que eso!?

En la fotografía siguiente estaba él en la misma posición tratando de encender un tren mecánico de juguete que ese mismo día encontró en mi habitación mientras yo limpiaba. Parecía un niño, totalmente absorto y concentrado en el pequeño artefacto.

En conclusión… mi querido e infantil amante es el ser más sexy sobre este planeta.

Guardé la cámara en el bolsillo y recorrí la sala con la vista. Estaba reluciente, seguro que era esa la razón por la cual ahora dormía como tronco. Lo único fuera de lugar en la habitación era un cuadro sobre el sillón, a su lado un martillo y una pequeña caja con clavos. ¿Yuki intentó colgar un cuadro?

El visible boquete en la pared me indicó que, efectivamente, así era. Mi querido amante había estado de dueño de casa hoy.

— ¡Ah! ¡Pero qué bruto es!— me quejé.

Me acerqué a la pared, dispuesto a colgar el retrato. Suavemente, Y con paciencia coloqué el cuadro lo mejor que pude, tapando la enorme perforación.

Luego de cambiarme de ropa por algo más cómodo, abrí un paquete de pockys y encendí la televisión. En el canal de películas recién estaba empezando una de terror, ¡genial!

Vaya… no parece tan mala… pensé cuando ya iba un  poco menos de la mitad.

 

No estoy asustado.

 

No es real…

 

¡No lo es!

 

—¡¡¡AAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHG!!!!!—. Grité muerto de miedo al sentir que una mano se enroscaba en la nuca. Me di vuelta con el corazón latiendo a mil por hora.

— ¡Qué diablos pasa contigo!— gritó  Yuki pegándome en la coronilla.

 Al parecer él también se había asustado con mi grito.

— ¡Oh Dios!,  eras tú. ¡Oye! ¡Aprende hacer ruido al caminar idiota!

Escuché que se quejaba todo el trayecto hasta la cocina.

— ¿Por qué colgaste mi cuadro? Le escuché desde el salón. —Iba terminar el trabajo cuando me levantara—.

— ¿Y hacer otra puerta de entrada a la habitación de paso?

Se quedó callado. Calculando con qué replicar.

— ¿¡Y que si hice un mínimo agujerito en la pared?! ¡Era mi trabajo de todos modos! Objetó.

— ¡Un simple gracias habría sido suficiente!

Volvió con dos latas de cerveza y se sentó a mi lado. Me alcanzó una de ellas y abrió otra para él. Mis ojos se abrieron de la sorpresa Yuki siendo… ¿amable?

—Amor ¿te encuentras bien? Pregunté con la voz baja mientras le tocaba la frente para comprobar si estaba más caliente que la mía. —No, no hay fiebre. Oye, ¿hiciste algo esta vez?— Dije mirándolo seriamente.

Yuki me miraba con el ceño fruncido esbozando una mueca de confusión.

—Oh no… ¡atropellaste a Nyankotaro!— Gemí, espantado.

— ¿¡Qué?! ¡No hice nada! ¿De qué demonios hablas? Susurró indignado.

— ¡Pero me trajiste cerveza sin rezongar! En serio. Dime que hiciste…

— ¡Que no hice nada inútil! ¡¿Acaso tengo que mandarme algo para querer ser amable contigo?! ¡Nunca más esperes que haga algo por ti! Dijo él —Y dame eso— agregó quitándome la lata de cerveza sin abrir que tenía en las manos.

Se la tomó de un trago y se quedó enfurruñado “mirando” atentamente la televisión.

¡Ah! ¡Pero si seré idiota! Lo cierto es que Eiri si es amable conmigo muchas veces, pero muy de tanto en tanto… es tan vergonzoso en esa clase de actitudes que hace que sea un bruto conmigo la mayor parte del tiempo. ¡Pero eso no impide que lo ame con locura!

—Lo siento amor. ¡Me equivoqué! No te enojes… ¿Hmm? — le dije pinchando suavemente su mejilla izquierda con el dedo. El se alejó un poco, ignorándome.

— ¡Oh! ¡Vamos! ¡No seas así! Ya te dije que lo siento… ¿sí? No volveré a dudar de ti~ Ronroneé a centímetros de su oreja, su punto débil. Pero aún así seguía ignorándome olímpicamente.

Le mordí dulcemente el lóbulo izquierdo, sabiendo que no se resistiría. Se sobresaltó y un gemido se escapó de sus labios. Mis manos expertas se deslizaron por el cuello de su camisa, desprendiendo los botones. Sentía mi corazón palpitar frenéticamente y estaba seguro que él no podría seguir ignorándome por más tiempo… seguí el recorrido de botones soltándolos uno por uno. Hasta que de repente él se lanzó sobre mi bruscamente, besándome apasionadamente.  Lo sabia…

 

 

No fui consciente del momento en que pasamos de la sala a la habitación. El mocoso estaba pegado a mi cuerpo con su cabeza descansando sobre mi estómago. Enroscaba mis dedos en su cabello distraídamente  una y otra vez, con la mirada perdida en un punto fijo…

Me levanté con sumo cuidado, tratando de no despertarle. Bueno, ni que fuera demasiado fácil…Shuichi tenía el sueño realmente pesado.

Fui al estudio, desconecté el cargador de la toma de luz y me llevé la laptop de nuevo a la habitación. Me metí entre las sábanas. A mi lado, el seguía roncando sonoramente.

—Yuki— Sentí que decía en sueños.

Esbocé una media sonrisa tratando de mitigar el cálido sentimiento que me inundó al escuchar mi nombre. Alboroté su cabello y acomodé mejor la laptop sobre mis muslos, esperando a que terminara de encenderse para empezar de una vez por todas, a escribir.

El sonido de mis dedos sobre el teclado me relajó al instante. 

¡Ah! ¡Mi maravilloso talento!

Notas finales:

Bueno el final como que quedó medio colgado, no como esperaba...(eso del bloqueo es completamente cierto), aquellas u aquellos  que escriben deben  saber muy bien de que hablo xD me gustaría manejar a mi antojo los arranques de imaginación(? pero lamentablemente no es asi 8)

Por cierto, ¿Se entendió lo del cambio de narrador de personaje? no sabía como hacer eso, lo marqué con un espacio más grande. ¿O eso no es necesario? 

 

Espero sus reviews :3 que tengan un bonito día y si pueden ¡coman dulces hasta no poder más!

 


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