Parecía imposible, ¿no? Irnos a vivir juntos… A la mayoría les parecía utópico. Pero aquí estamos, en nuestro ático en el centro de Seúl, donde nada ni nadie puede alterar nuestra tranquilidad. Es cierto que nuestra relación no ha sido un camino de rosas; si jugáramos a ver quién ha tenido más dificultades, ganamos nosotros por goleada.
Todos los momentos que he vivido a tu lado los he guardado en mi mente, para que no se escapen, para que estén siempre ahí. Son aquellos recuerdos de los que todo el mundo habla y se enorgullece de guardar: son aquellas imágenes de una vida que no me esperaba tener. Y ahora, me siento feliz por tenerla junto a ti.
Dicen que el primer amor se descubre en el instituto y que por muchos que vengan detrás, ése es el que deja la huella más profunda en el corazón de una persona. Creo que se equivocan: el primer amor se puede descubrir en cualquier lado, incluso puedes tenerlo al lado y no darte ni cuenta.
Y eso es lo que me ocurrió a mí. Pensar en enamorarme durante la época dorada de Super Junior es algo que no pasaba por mi cabeza, algo que ni siquiera tenía lógica para mí. Pero supongo que el destino quiso demostrarme – una vez más – que estaba equivocado: el día en que empecé la radio contigo sentí que el amor llamaba a mi puerta.
Fueron miles de tardes juntos, compartiendo el trabajo pero también las millones de locuras de nuestros oyentes. Pero sobretodo, lo mejor de esos días eran las cenas que compartíamos después. El restaurante de comida rápida de la esquina era nuestro punto de reunión. “A las 10, donde siempre”, decías aún cuando no teníamos que ir a trabajar.
Y los meses pasaban, y algo en mí me decía que había algo más que amistad entre nosotros. Nunca supe darme cuenta del momento en el que empezamos a compartir besos, caricias y palabras de amor; solo sé que a partir de aquel momento eras mío, tanto como yo era tuyo.
Tardamos mucho tiempo en reconocer que estábamos juntos: no era ni por miedo ni vergüenza, tan solo nos parecía excitante tener un secreto que esconder tan meticulosamente. Pero, aún así, el día en que confesamos a los chicos que estábamos juntos sentí una especie de liberación: ya no tenía que esconderme para acurrucarme en tu pecho o abrazarte cuando quisiera.
Recuerdo todas y cada una de las citas que tuvimos: a cada cual más especial. Flores, regalos, pasteles; millones de detalles que hacían que me derritiera con solo pensar que estaría por siempre a tu lado.
Pero todo llega a su fin, y eso fue lo que ocurrió con Super Junior: nadie quiere a unos idols que les doblen o tripliquen su edad, era el momento de dejar paso a nuevas generaciones. Ya no cantamos, ya no bailamos, ya no salimos en los programas de mayor; pero somos recordados como las viejas glorias de la música pop sur coreana: mucho más de lo que llegué a imaginar.
Decidimos que era el momento de iniciar la vida que habíamos soñado desde siempre: vivir bajo el mismo techo sin que nadie esté a nuestro alrededor. No es que los demás nos molestaran, es que necesitábamos nuestro propio espacio personal: tan solo preocuparnos el uno del otro.
Y es por eso que vinimos a vivir aquí: un sitio en medio del bullicio de la ciudad, pero que a la vez nos da esa paz que tanto buscábamos y que ahora necesitas más que nunca. No puedo evitar llorar cada vez que recuerdo que poco a poco esto termina; que todos los planes que una vez diseñamos, quedaran por completar. En estos momentos me doy cuenta de que la vida es demasiado odiosa; aún nos queda mucho por hacer, mucho por descubrir.
Intentas hacer una vida completamente normal, disimulando toda sombra de dolor o angustia cuando recuerdas que queda poco. No sabemos ni cuánto, ni cuándo; eso ahora da igual, lo importante es vivir cada día al máximo.
Los chicos nos visitan a diario: todavía no sé si es por vernos a los dos o porque echan de menos que cocine para ellos. Supongo que es la segunda opción, siempre te echan en cara que te llevaste al mejor cocinero de Super Junior.
Adoro estos días en los que nos sentamos en la cama de la que es nuestra habitación, la que años atrás fue testigo de innumerables noches de pasión y amor. Miramos atentamente como caen las gotas de agua, cogidos de la mano, como si fuera la última vez que pudiéramos ver juntos llover.
En el cuello llevas colgada la alianza que yo llevo en la mano: no te separas de ella ni un solo instante. No hubo boda, ni convite, ni una sola fiesta: me llevaste a un refugio de montaña y aprovechando la luz de la luna me pediste ser mi compañero de viaje en esto a lo que llamamos vida. Nos sentamos en la hierba, mirando a lo lejos las estrellas que adornaban el cielo, disfrutando de ése momento de felicidad que nos había provocado el pensar que nada nos podría separar.
Te quiero y eso no cambiará jamás: todos y cada uno de mis sentimientos por ti nunca han sido en vano, amarte es lo mejor que he hecho nunca. Y es en momentos como estos, en los que me doy cuenta que la vida no ha sido tan injusta conmigo: permitió que algo que parecía imposible, se hiciera realidad.