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Mi fantasma es un mayordomo por Vampire White Du Schiffer

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+ : : Tercer fantasma : : +

Tenía hambre, y lo dijo claramente al «mentecato» que tenía por mayordomo. Reborn le respondió que no se podría encargar de ése mundano asunto, literalmente, hasta que despachara las tres visitas que aguardaban en el recibidor. O tal vez en la sala; Reborn no era detector de mentes, dijo. Colonnello no entendió a qué se refería con eso. Mientras, el gélido viento seguía entrando por los vidrios rotos de las viejas ventanas.

Sin tener más alternativa que recurrir al canibalismo, error, de comer frutas encontradas en la cocina, Colonnello tomó dos manzanas y con suma pereza encaminó sus pesados pasos hacia el recibidor. De nuevo una oleada de frío le pegó de lleno por razón del portal abierto.

−Prr, ¿y se supone que soy el dueño-kora? –masculló tomando la manija y azotando la puerta. −Todos son dueños aquí menos yo –se aseguró de que lo escucharan todos y recibió por respuesta un par de risas sardónicas, cosa que le enojó hasta que alguien le sorprendió por detrás.

−¿Un Ángel? –sonó las vocecita de una niña a sus espaldas. Y lo confirmó, una hermosa niña de cabellos violáceos, menuda estatura y delgado cuerpo le miraba con mucha atención, abrazando un conejo de felpa, uno con un parche negro, al igual que la dueña, pues la niña ocultaba la mitad de su mirada con uno.

Colonnello la vio casi traslucida, el vestido blanco y largo hasta las rodillas ondeaba por el viento. Una visión sumamente tierna.

−¿Qué? –soltó Colonnello sin haberla oído con claridad.

Eres un ángel –ahora lo aseguró.

−Te equivocas –respondió –. ¿Vienes con tus padres? –miró sobre la niña, esperando encontrar los progenitores.

No –movió lentamente la cabeza –. No tengo padres.

Colonnello guardó silencio, y la chica le pudo imitar a la perfección. Por un segundo, el dueño de la casa sintió calosfríos, no era la primera vez que alguien intentara meterle miedo, después de todo, la vieja construcción por sí misma daba qué pensar. Aunque la niña, más que posible miedo, inspiraba ligera nostalgia. Podría llamársele pena.

−¿Por qué viniste? –preguntó el rubio, la mujercita se encogió de hombros súbitamente, como si la voz de Colonnello la hubiese despertado de un sueño. Pero no hubo respuesta, en lugar de eso, la niña llevó el conejito a la mano izquierda, y con la derecha se afianzó del dueño para llevarlo a un lugar. Mano fría, como piedra en invierno.

Terminaron en el ático. Lugar al que se llegaba por medio de una puerta en el techo al jalar un desgastado cordón caía en cascada un brote de escaleras rechinantes. Había muchas cosas, pero la mayoría cubiertas por sábanas antiguas. La niña miró de soslayo a Colonnello y con voz grave dijo:

Yo morí aquí –se fue separando del adulto, inclinó la cabeza –. Y mi hermano también.

Fue en ese levísimo momento de percepción en el que el dueño recordó que la niña era huérfana por padre y madre, más nunca se le dijo algo que negara el dicho que acababa de apuntar.

−¿Dónde está él? –pregunta liberada en un susurro.

La sala –respondió –. Él no quiere ver ángeles.

−¿Por qué insistes en que soy uno? –quiso saber; se rascó la nuca y suspiró de lado. De pronto, la presencia de la chica no estaba frente a él sino junto a un enorme mueble cubierto de blanco.

Aquí –lo señaló sin ánimo alguno.

El rubio fue hasta el extremo, la esquina perfecta, donde se encontraba. Arrancó la sábana y se encontró con un antiquísimo baúl color azul índigo. El pequeño candado que tenía estaba abierto; entre buscando, halló varios álbumes, todos no reunían fotos, había hojas en cada espacio. De arce, de roble, de abeto, de pino, de sauce. Y en un empastado de dorado poder, estaba un libro; «Llama del ángel». Un hermoso libro de colección, muy antiguo y muy valioso, Colonnello lo supo al apenas tocarlo. Incluso el borde de las hojas era de oro. Y las ilustraciones dentro de él, ah, le parecieron vividas, tan firmes y… celestiales. Muchos ángeles dibujados, todos de cabellos como trigo, y ojos tan bellos como un cielo diáfano. Sin duda Colonnello podría pasar por uno de esos dibujos.

−¿Cómo te llamas? –murmuró y miró a la niña

Chrome Dokuro –respondió con algo de miedo y apretando el conejito contra su pecho traslúcido.

−Bueno, Chrome, Quisiera ver a tu hermano. Quiero ayudarlos, lo que sea que signifique eso-kora.

 

Al bajar las escaleras, Colonnello sintió un vahído, no sabía si era por el hambre o la vigilia. Sin duda una confusión de ambas en medio de la casita del terror. Sacudió la cabeza y no soltó la mano de la pequeña hasta que llegaron a la sala de estar. Hacía todavía más frío y se debía a que de nuevo las ventanas estaban abiertas.

–Hermano –susurró la menor –. Colonnello-san prometió ayudarnos, por favor… no te ocultes.

–¿Quién querría ocultarse? –respondió una voz cuya fuente precisa no se podía precisar -¿de este mequetrefe?

–Oye, oye, empecemos por presentarnos. Mi nombre es Colonnello. Se supone que soy el nuevo dueño de la mansión –se mesó los cabellos rubios –. Y por encima de ello soy la única cosa viva aquí, ¿eso no me da puntos?

–Cuida tu lengua, carne de cañón… pero bienvenido seas, a este, tu paraje lleno de tus miedos más profundos. No creo que resistas el mes.

–Deberías darme el beneficio de la duda-kora.

–¿Cuánto podrías durar con las memorias del pasado arrancándote la piel? No, lo dudo. Si tu deseo es vivir entre muertos –fue aquí cuando se hizo presente –es el único que se te cumplirá.

–Vaya, eso me había quedado claro cuando el mayordomo de mierda me aclaró que no cocinaba –quiso seguir la conversación como si de cosa normal se tratase, su concentración se vio afectada cuando vio la enorme brecha de carne que se abría en la garganta del fantasma, como si le hubieran dibujado una eterna y macabra sonrisa sangrienta.

–Crome –llamó en modulado tono y la niña acudió pronta a lado de su hermano. El chico no era mal parecido, lo contrario, esa mirada bicolor le añadía un aire de misterio que seguramente a más de una persona le hubo aparecido atractivo… cuando tenía pulso.

–Dime-kora, ¿cómo puedo ser útil?

–Diría que al otro lado del mundo, dejándonos habitar este cacharro por nuestras anchas hasta que el mundo se consuma. Nufufu. Pero mi hermana insiste en que eres la esperanza.

–¿Para quién-kora?

–Todos, lo queramos o no. Si el que tu llamas «mayordomo» te ha explicado la parte tierna de cómo funcionan las cosas por aquí para que te quedes, su motivación debe encaminarse a dos puntos: convencerte hasta que sus anillas estén bien prensadas en tu cuello y la segunda… no puedo decirla delante de una niña. –ciertamente no fue necesario decir más, toda su expresión indicaba un tu culo abierto.  

–¿Qué es esto? ¿En algún momento empezaré a moldear vasijas de barro con una boba canción de fondo? –bufó molesto. Si por algo había agradecido que la mansión estuviese a gran distancia de la civilización era por, precisamente, saber que nunca tendría semejantes problemas de personas metiendo las narices en su vida privada.

–Escucha –interrumpió súbitamente sus pensamientos, tornándose serio –, esta noche presencias nuestras dos visitas, la tercera es de la que debes cuidarte, vendrá ofreciéndote algo que hasta el diablo estaría tentado –pasó un brazo alrededor de su hermana –. Debido a que Crome te cree una especie de ángel guardián me encargaré de mantener a los míos quietos y que te molesten en lo mínimo. Última advertencia, lárgate.

–Pagué mucho por esta humilde morada y por sus interesantes habitantes.

–Tu avaricia costará cara. El consejo es gratis: no confíes en el asesino de negro.

Ambos se desvanecieron con la siguiente brisa que movió la cortina. Colonnello pensó que este encuentro había sido en cierta forma menos traumático, aunque sumaba otras interrogantes. ¿Quién era el asesino de negro? ¿Se trataba acaso de la tercera visita, esa de la que debía tener cuidado?

Cuando se giró hacia la ventana para cerrarla nuevamente, ante el cristal un nubarrón negro atravesó el reflejo.

El rubio se giró rápidamente encontrándose… nada.

–Debo estar todavía más loco de lo que decían-kora.

–¿Quién lo decía? –inquirió una divertida voz.

–¡Oye! Diablos-kora, deja de aparecerte de esa manera, como si parecieras…

–¿Un fantasma?

–Como sea-kora, por lo visto no tendré permiso para dormir mientras no reciba esa tercera y tentadora visita –se dejó caer en el sillón extendiendo sus brazos por los respaldos –¿Hay algún otro pendiente, mayordomo-kora?

–No has resuelto el asunto de aquellos dos.

–El posesivo hermanito no me tiene fe ciega como para desahogar su pena, no lo culpo, a menudo yo tampoco me inspiro mucha seguridad –ladeó el rostro –. ¿Qué es lo que los ata-kora?

–Una persona, una cosa. Algo tangible, algo intangible. Razones hay tantas como personas en el mundo.

–Debiste ser poeta-kora –pasaron varios minutos en los que el cansancio empezaba a cerrarle los ojos.

–¿Quieres escuchar la propuesta?

–¿kora? –soltó somnoliento –, no juegues –se rodó hasta quedar completamente acostado –, estoy esperando que el asesino de negro me tiente –soltó divertido cubierto por ese densa nube del duermevela.

 

Perdió la noción del tiempo, de repente el cansancio y el hambre habían huido juntas de su cuerpo, sintiéndose libre, incluso relajado por primera vez desde que llegó a su nuevo hogar. Abrió los ojos, o eso le pareció, porque frente a él estaba la nada, totalmente a oscuras. Parpadeó varias veces, apretó los párpados, y ninguna de estas acciones lograron traerle de vuelta al mundo lleno de colores al que se acostumbró. Estaba ciego.

Trató de guardar la calma, pero al constatar que también estaba imposibilitado para mover las manos todo esfuerzo resulto vano.

Es inútil –una voz se hizo oír directamente en su mente. Conforme fue recordando las cosas, no le pareció extraño encontrarse en esta situación, después de todo, vivía entre muertos, tal como el fantasma dijo.

Sin embargo, una cosa era tolerar la convivencia obligada y la otra ser víctima de secuestro en su propia casa.

Esta vez estás dentro de mi último «sueño» aquí no tienes voluntad porque es mi dominio el que te rodea.

–Qué poco reconocimiento por ti mismo debes guardarte si para atraer mi atención te vales de tus pueriles artilugios –pareció dar en el punto flaco del acosador; se alegró de que al menos con el habla podía defenderse –. Debes ser mi tercera visita, habla de una vez, ¿qué quieres que haga?

Necesito un sirviente humano que no esté atado a la casa para librarme de un sujeto.

–¿Sirviente humano-kora? ¿Me habla el mismísimo Lucifer, entonces?

El diablo en la arena. –fue todo lo que respondió al respecto –¿Aceptas?

–No sin saber lo que podría yo ganar.

Incluso te beneficiarías si asesinas a ese tipo por mi –tras un silencio que a Colonnello resultó incómodo sintió un par de manos sobre su cuello.

–¿Con mis propias manos-kora? –inquirió divertido.

No –chocó sus labios suavemente en las finas líneas de su clavícula –Lo mío eran las armas. Un verdadero arte, jalar el gatillo y al otro lado de la mirilla brotaba sangre. Ese tipo de hambre que me despierta –los rápidos dedos del interlocutor recorrieron su pecho, erizándole los finos vellos –el pulso. Ese latir que tan fácilmente puede dejar de existir.

–Un dios al elegir quién muere –concluyó mientras sentía cosquillas en su piel.

 

+ : : Cuarto fantasma : : +

Cuando despertó de nuevo estaba en su alcoba. El sol atravesaba débilmente las cortinas. Se dio una dicha rápida y escogió una muda de ropa consistente en pantalón verde militar y camisa sin mangas color blanco, estaba colocándose las botas cuando el mayordomo apareció en el marco de la puerta.

–Iré al pueblo, a diferencia tuya necesito comida de verdad-kora –estando casi listo sacó de su arcón una chamarra –. Quizá encuentre alguien que quiera ganarse unos centavos por ventilar esto-kora.

–No te atrevas.

–Haré lo que me plazca, de vez en cuando porque –fingió pensar –, ah sí, recuerdo, esta es mi maldita casa –salió azotando la puerta.

 

–El niño te causa problemas, ¿eh, Reborn? –de las sombras una mujer de cercanos treinta años de cabellos verdosos surgió, haciendo cierta burla del nuevo papel de niñera que el aludido tenía. Al parpadeo siguiente, estaba cerca de la ventana viendo cómo Colonnello encendía el automóvil y a velocidad demoniaca cruzaba el patio hasta perderse en el sendero.

–Tiene coraje, le concedo eso –se cruzó de brazos.

–Se parece mucho a…

–No –cortó de tajo.

–El parecido es sorprendente, ni siquiera un escéptico como tú lo negará desde el fondo de su corazón.

–Ninguno de nosotros tiene corazón, Aria.

–Tienes razón –asintió –. Algunos todavía tenemos pendiendo de nuestras almas un dulce recuerdo sobre el amor y por ello creemos que dentro de nosotros hay algo que palpita. ¿Es por esa razón que lo cuidas mientras duerme?

–Es el último humano que se atreverá siquiera intentar hacer algo por esta casa maldita. No hay otra razón.

–Oh Reborn, nadie más que tú odia esta maldición, pero antes por lo menos tenías mejores mentiras.

 

Colonnello giró bruscamente sobre una esquina, despertando la curiosidad en más de un pueblerino. Al aparcar no se atrevió a dirigirles la palabra, todas las miradas que estaban sobre él eran hoscas, como si estuvieran tratando, con el sólo poder de sus ojos, alejar al extranjero.

Decidió que portarse igual de tosco no le traería buenos resultados, así que caminó con calma sin querer llamar de más la atención hasta llegar a una tienda que tenía buena pinta, a la izquierda había una taberna y a la derecha un consultorio médico. Le causó gracia. Entró primero al bar, pidió una cerveza clara para sentarse en el lugar más alejado de la luz. El tugurio era un lugar de lo más pintoresco, aunque algo anticuado para su gusto, era como si se hubiera congelado en el tiempo.

Horas después, sosteniendo dos bolsas cargadas de diversos alimentos desde carne hasta verdura sintió la aguda mirada de alguien sobre su espalda, vivir con fantasmas sensibilizaba esa parte. Al girarse, se encontró con un médico que sentado en la banca frente al consultorio fumando con calma.

El rubio le dirigió un leve gesto de saludo y estaba por retirarse cuando el desconocido le habló.

–No eres de por aquí.

–Por el estilo de vida y el ingreso per cápita de este pueblo, no. No lo soy, doctor obvio-kora. –sonrió.

–Tengo algo que quizá te ayudará –se levantó, aplastó el filtro con el pie derecho y sin esperar respuesta abrió la puerta dejando más que forzosa la invitación.

Un ligero nerviosismo que no sentía desde el kínder respecto a las jeringas se volvió contra él casi inmediatamente al encontrarse rodeado del odioso olor a desinfectante. El médico le indicó dónde poner sus cosas y le pidió que se quitara la chamarra.

–Vas en serio-kora –obedeció.

–Noto que ya te han atendido la Lena del lugar –le señaló marcas violáceas.

–¿kora? –alcanzó el espejo que el médico le ofreció, inevitable fruncimiento de ceño –. Ese bastardo.

–Por las ojeras que tienes –sacó un estetoscopio, sin pudor alguno empezó a explorar el pecho del rubio donde había más marcas que ni sabía que tenía –, deberías considerar quedarte un tiempo a mi casa.

–¿Haces ofrecimientos así de desinteresados a cualquier viajero-kora?

–Sólo si le gusta morder almohadas.

–¿Qué pasó con ese juramento hipocrático-kora?

–Ninguna cláusula me prohíbe invitarte a cenar.

–Gracias-kora, pero no lo creo necesario, sino regreso perderé terreno –se reacomodó la ropa –. No vendré a diario pero a la próxima yo invito los tragos-kora.

–Sólo por precaución, sé discreto con tus fetiches, aquí suelen ser conservadores y la sodomía todavía no es aceptada.

–Debo aclarártelo-kora. No te metas en mi vida, además, esto sólo ocurrió una vez y no fue porque quisiera-kora. Tomaré una de tus tarjetas por si de repente se me ocurre sufrir un paro cardiaco, aunque no creo que la línea de la vieja mansión siga útil… -de súbito fue acorralado por el médico de penetrantes ojos verdes que a pesar de estar protegidos por los cristales de los lentes no podía ocultar en absoluto su sobresalto.

–Eres el nuevo dueño.

–Suéltame-kora –se libró de un empujón seco.

–No permitiré que regreses allí, reitero mi invitación a quedarte conmigo.

–La vuelvo a rechazar-kora.

 

Cuando estuvo en su auto inclinó la cabeza hacia atrás. No sólo en la mansión gobernaba un ambiente pésimo, sino también en el populacho. Sin dedicar más pensamientos al médico emprendió camino de regreso.

No le preocupó tener llaves, sabía que alguien mantendría la puerta abierta.

En silencio agradeció que nadie interfiriera en su concienzuda limpieza en la cocina, incluso en absoluta tranquilidad comió un par de sándwiches. Después de guardar todo en su lugar con un ligero gesto de cabeza se reconoció la faena.

–Si quieres que algo se haga, debes hacerlo tú mismo-kora –tomó los utensilios necesarios e inició la limpieza general.

 

Pasadas las cinco se resguardó en su recámara apartándose la ropa para darse otro baño, de repente sintió alguien detrás de él.

–Hay un olor extraño –dijo Reborn poniendo demasiado cerca su nariz de la espalda desnuda del rubio.

–Era mucho pedir un día completo lejos de ti-kora –se hizo a un lado –, debes tener mucho tiempo muerto sino recuerdas que la carne suda –estaba por quitarse el cinturón cuando el moreno le detuvo las manos.

–Alguien vivo te tocó –parecía molesto –, ¿quién?

–Justo ahora tú me tocas, lo cual ya ofende a las historias canónicas sobre fantasmas. –se alejó al internarse en el cuarto de baño, por mera costumbre cerró la puerta pero de poco sirvió. Estaba ya debajo de la regadera cuando Reborn de nuevo volvió para molestarlo.

–Te ayudaré a quitarte esa peste.

–¿Cuándo dejarás tu teatrito de seducirme-kora? –sintió los labios del moreno sobre los suyos.

Sin embargo, si de tomar malas decisiones se trata, como ejemplo tenemos la compra de la casa, Colonnello era un Zar. Alzó los brazos para apresar a su mayordomo, quien tomó esa aceptación inmediatamente de buena gana llevándolo hasta la esquina húmeda donde sus manos no encontraron mejor empleo que recorrer la piel húmeda y cálida del rubio.

Colonnello también quiso sentirlo, pero Reborn no se lo permitió, le dio la vuelta pegándole el rostro a los azulejos, descendiendo la mano hasta la entrepierna con el único propósito de masajearle el miembro. Repartiendo besos fríos en la espalda y una caricia todavía más oscura entre las nalgas.

El ascenso en la cadencia en el corazón del vivo era el deleite del fantasma. Todavía aferrado al órgano viril de su amo lamía las perlas de agua que se deslizaban por la acanelada piel. Los jadeos eran halagadores incluso, la lengua caliente despertaba un hambre que no creyó volver a sentir.  Los dedos empezaban por separar los montículos de carne cuando paró.

Colonnello de soslayo le miró con reproche.

–Terminaré contigo más tarde –desapareció.

–… ¡MALDITO FANTASMA DE MIERDA!

 

Enfurruñado estaba pasándose la toalla por los cabellos mientras caminaba alrededor de la cama.

–Eso me ocurre por estúpido-kora. Mira que caer en semejante provocación.

De repente, un toque en la puerta principal. ¿Estaba alucinando? Si los fantasmas querían algo con él sólo necesitaban aparecérsele, asustarlo, jugarle bromas o acosarlo sexualmente tal y como desde su llegada le ocurría. Segundo toque. Se apresuró a bajar las escaleras, de ser una visita viva, dudaba bastante que los demás quisieran recibirlo con flores… salvo que fueran en una corona funeraria. Al abrir la pesada puerta tenía una ligera agitación, se golpe sintió la fría ráfaga de la tarde, había olvidado ponerse encima otra cosa además del pantalón.

–¿Qué rayos haces aquí-kora? –suspiró al tener un médico en medio del portal.  

–Es tradición dar la bienvenida al nuevo vecino –respondió como la cosa mas natural fuere sin dejar pasar la oportunidad de examinarle el torso –. Además, siempre he tenido curiosidad por ver cómo es por dentro la mansión –se encontró con un impedimento a su paso –¿Qué tienes para ocultar? Sólo un montón de polvo.

–Deberías volver al pueblo-kora. No es propicia la hora ¡Sí, eso-kora! Me muero de sueño –lo empujó –. Iré a tu casa mañana, pero ahora lárgate.

–Temo que no –logró abrirse paso al encajarle una cara botella de vino en el pecho para despistar –. Llevo años sin compartir bebida con alguien interesante y tu estilo es bastante acertado –dijo sinvergüenza, poniendo su gabardina café sobre el perchero; posando sus ojos con verdadero interés, quizá esperando que de un momento a otro las cosas les diera el antojo por moverse.

–Verde –incluso le sabía raro el nombre del intruso –, sólo beberé una copa, después de eso, te vas-kora.

–Por supuesto, mis planes no eran embriagarte –sonrió –. Seguramente cuentas con algún minibar.

–Hay una bodega-kora –recordaba haber visto una, en este instante estaba pensando en qué lugar podría llevárselo lejos de los principales cuartos sin parecer todavía más sospechoso y descortés. Aunque si de elegir entre ambas cosas, era mejor la grosería –. Si esperas un recorrido ilustrativo me temo que hasta que no remodele a mi gusto todo lo que podrás ver será el jardín.

–Las lápidas de tu patio trasero se ven incluso desde el pueblo –desechó la artimaña.

–Un momento, ¿qué hora es-kora? –ya estaba Verde por responderle cuando él mismo lo recordó –¡A mi habitación, ahora!

–No creía que querrías pasar inmediatamente a la acción pero –ni siguiera le permitieron seguir con su galantería pues el dueño de la casa lo arrastró escalera arriba.

Incluso al estar ambos dentro de la alcoba, Colonnello pegó el oído a la puerta, esperando el sonido de cadenas pero aprovechando el silencio externo, raudo colocó el disco de vinil sobre el fonógrafo

–Eso debería ser suficiente-kora –tenía que urdir una interesantísima plática para mantener a Verde en ese cuarto toda la noche, pero en su casa las respuestas caían solas.

–Sinceramente no esperaba un ofrecimiento tan repentino –escuchó el suave desliz de una corbata siendo quitada y el suave roce de los botones al despojarse de los ojales.

El rubio respiró hondo.

Sí, no había mejor manera de entretener a un animal que alimentándolo… con su carne. Permitió el húmedo y caliente beso de Verde, tan diferente del de Reborn.

Estando ambos semidesnudos sobre la cama, con las piernas entrelazadas, untando todavía los miembros cubiertos, Colonnello fugazmente deseó que fuera otro con quien pasara la noche. Lo olvidó al segundo siguiente, en el mundo real no suelen cumplirse los deseos.

Pero también había olvidado que estando en territorio de los muertos, casi cualquier cosa podría pasar.

El médico que ante tal disfrute no veía cansancio, quedó petrificado al punto que el rubio se asustó.

–¿Qué ocurre-kora? –le preocupó el gesto de sorpresa con el que Verde se quedó congelado. A punto de sacudirlo la cabeza del médico se agitó hacia abajo y al levantarse ya no había ojos verdes en las cuencas sino las de… -¿Reborn?

–Estabas divirtiéndote, ¿no es así, grandísima puta? –le arrancó el pantalón provechándose del estoicismo del otro –. Aprovecharé la carne y la sangre de este imbécil para hacerte gritar, tal como pedías.

–¡No! ¡Basta! –ordenó con furia usando ambas manos para tratar de echarlo hacia atrás, pero fue inútil, a él le fue suficiente una para doblegar las dos por encima de su cabeza –. Detente.

–¿Querías esto? –se colocó entre sus piernas presionando la dura hombría contra el trasero desnudo, dando rápidos y bruscos movimiento de cadera –. Vamos, gime. Si no te lo arrancaré pedazo a pedazo.

Al meterle dos dedos respingó y se mordió el labio.

–No lo entiendes –se inclinó para mordisquearle la boca –. Si reprimes algo lo mataré desde adentro. Sería –perfiló el órgano viril –una verdadera lástima que se rompa tu juguete nuevo –lo penetró.

¡Ahn! –gritó, un rayo partiéndolo habría sido más benevolente. Lo peor fue la cadencia lenta, como si la única caballerosidad que tenía Reborn dependiera que el pasivo se acostumbrara a tener una vara de carne en el culo. ­­–Pa… ra… -ladeó la cara, no quería verlo, cada segundo que pasaba la cara que tenía enfrente no era de nadie sino de Reborn.

Mientras el otro estaba montándolo experimentaba más de una sensación, el sudor corriéndole por la sien, ahora recordaba cómo se sentía. Estar dentro de alguien, no hay nada más grato, más si esa persona debajo suyo era… no. No era él. Se parecía, pero nunca sería él. Ese enojo tuvo que desahogarlo al aumentar la velocidad de cada acometida.

–Debiste ser mío antes –le besó con dureza. Un deleite tener a Colonnello en semejante situación, viéndolo mecerse a su antojo.

–Ha… -dentro suyo, su libido sufría constantes ataques del orgullo –lo… habría aceptado, maldito… ahh… mnnn… Nn… si no fueras tan cobarde…

Las facciones de Reborn dibujaron algo nunca visto por el rubio. ¿Qué hay allí? Arrepentimiento no. Frustración.

Cuando obtuvo lo que quiso, dejó a Verde libre. El amanecer se aproximaba, así que Colonnello no reparó en su dolor, tomó una pequeña maleta y sacó a un médico hipnotizado por el pasillo.

–Espera, ángel, no puedes abandonarnos –salió la pequeña Crome.

La ignoró y siguió caminando.

–No se entrometan-kora. Fue una locura desde el inicio, ¿qué puede hacer un inútil como yo en este inframundo? –inquirió a la niña que intentaba detenerlo.

–Él tiene razón, Crome. No habrá mejor momento para huir que a plena luz del día, aprovechando que el rey del jardín maldito entró en estado de reposo por la osadía de poseer a un humano –se echó a reír.

–Por mi culpa alguien fue usado como muñeco –miró a Verde que apenas empezaba por mostrar signos de surgir de las tinieblas, lo dejó en el diván de la entrada para encarar a sus interlocutores –. Cualquier intento por descubrir qué pasó en este lugar es infructuoso, Reborn no hace más que confundir la línea entre alianza e interés morboso. Y no sé de qué manera ayudarte –confesó mirando a la niña –. Quiero entenderlo-kora.

–El cuadro –reaccionó inmediatamente –¡Tenemos que mostrarle el cuadro, hermano!

–Más cuidado, pequeña –en medio de la conversación surgió una mujer que estaba al tanto de todo lo que ocurría, cosa que tampoco le gustó al intento de escapista –. Si Reborn descubre que intentamos traicionarlo puede que se enoje.

–Después de lo de anoche dudo que pueda ser visible en unas cuantas noches –se burló Mukuro –¿Te incluyes en el plan?

–Te he vigilado, Colonnello –en un parpadeó estaba flotando frente a él –. Mi nombre es Aria –al rubio le dio curiosidad la extraña marca que la mujer tenía debajo de un ojo –, sé que los que podemos iluminarte el camino no hemos sido tu apoyo como debería. El plan para el próximo dueño de la casa era una noche de espantos como la que viviste recién llegado. Eso siempre suele ponerles los pies sobre polvo, pero no funcionó. A lo largo de los años habíamos perdido el interés en que alguien nos liberara, pero cuando él te vio –casi sentía el tacto de las fantasmagóricas manos sobre sus mejillas –, cambió la estrategia por su bien, más que para el nuestro. ¿Lo notas? Entre más años acumula el espectro se vuelve más fuerte si la fuente de su apego es rencor o frustración, pero ni siquiera yo reúno las energías suficiente para tocarte como él lo hace.

–¿Cuál es su apego por mi-kora?

–Te lo mostraré –colocó las manos para taparle los ojos y al descubrirlos, postrado ante la chimenea apareció el cuadro, con un leve gesto de asentimiento le instó a caminar hasta verlo en su plenitud.

Hizo a un lado las marañas del tiempo y el polvo, dio un paso atrás cuando lo pudo reconocer.

–¿Qué significa-kora?–movió la cabeza de lado a lado, apretó las manos.

Verde estaba ya de pie, digiriendo rápidamente todo lo que a su alrededor ocurría. Quería acercarse a Colonnello pero Aria le detuvo con la mirada.

–Debiste decírmelo –se dirigió al médico –. ¿Por qué no lo hiciste-kora?

–Nunca di crédito a los rumores de lavanderas-dejó la frase suelta –. Sólo sé que me interesas desde el momento en que te vi –Se cruzó de brazos –. Tienes bastante espacio en esa cama tuya.

–¿Qué no recuerdas lo que ocurrió-kora? –gritó.

–Por supuesto, pero también sé que necesitarás toda la ayuda que un escéptico como yo pueda dar.

–No creo que a Reborn-sama le parezca buena idea –intervino Crome sosteniéndose el pecho con ambas manos.

–Lo cierto es que mientras esté dormida la bestia podemos planear –usó la mano para recargar su mentón –, pero si hay algo de cierto es que durante las noches tendrán que salir de aquí, Reborn servía de freno contra los otros entes hostiles, pero ni los tres juntos podríamos hacerle frente.

–Olvidas a los otros inútiles –dijo Mukuro.

–¡Podríamos liberarlos! –se animó la niña.

–¿A quiénes-kora? –casi temió saber.

–Si logramos que el dueño fáctico del establo baje de su nube dopada y nos ayude…

–Reborn no es tan cruel como crees.

–Por ahora es el último que me interesa-kora. Volveremos mañana –sonrió –. Lo prometo.

 

Fue atractivo encontrarse con una sorpresa en un paisaje menos agreste. Llegó a pensar que en casa de Verde había un cuarto de juegos esperándole, pero arrojó ánimo en su turbada mente darse cuenta que incluso allí el médico no descansaba por un bien ajeno. Para los pacientes de los cuales no quería perder de vista o cuyos cuidados delicados precisaban atención, prefería tenerlos bajo su mismo techo que remitirlos al Hospital General… en la ciudad.

Entre sorprendido y divertido Colonnello lo veía vagar de lado a otro.

–Cierra la boca. Ayúdame aquí –imperó el médico. Gracias al entrenamiento militar su habilidad sirvió de mucho, incluso entre algunos quedó en buen ver.

Cuando Colonnello le llevó un par de aperitivos mientras terminaba la ronda de esa noche tomaron asiento en la habitación privada del anfitrión.

–Podría acostumbrarme a esto.

–Sería mejor que no-kora. –se rascó la nuca –Me disculpo por lo que ocurrió.

–Sin problema –se encogió de hombros –, poseído o no, pasé la noche contigo. Cosa que supongo no volverá a ocurrir.

–Si de mi libre decisión depende, no-kora –sonrió –. Seguro que algún día encuentras la persona que quiera ser tu conejillo de indias.

–Quizá. Ahora que hemos enterrado eso, ¿qué piensas hacer?

–Desde que llegué no he dejado de pensar, pero el desgaste no brinda cosecha. Creí que saber las historias de Crome y su hermano los liberaría, pero ser escuchados no es lo único. Lo peor, ni ellos mismos saben qué necesitan y aunque lo supieran todos insisten en que debo descubrirlo solo.

–El demonio enjaulado lo está impidiendo.

–Suenas muy seguro de eso-kora, pero no lo creo.

–Pasas por alto que por un momento fui uno con él y su sociopatía –ante eso el rubio no pudo objetar, aportando su silencio –. Todo giraba sobre ti, es lo primero rescatable. Sus celos ante mi llegada…

–No lo justifiques-kora.

–Había escuchado que los entes vagaban con una sola sensibilidad, un recuerdo o un deseo. El espectro que tú llamas Reborn tiene más de una, en siniestra manera eso lo hace más humano que los demás. Más peligroso porque ignoras qué hará al minuto siguiente.

–Fácilmente cualquier cosa que yo haga inminentemente lo atraerá-kora –rumió. –. Creo que el apego de Reborn por la casa impide que todos los demás salgan. Teme quedarse solo otra vez… no sé, odio hacer suposiciones.

–En el fondo todos odiamos estar solos –miró por la ventana.

 

+ : : Quinto fantasma : : +

Con auxilio de un joven cronista al que en la comarca conocía como El inútil Tsunayoshi encontraron varios recortes de periódicos que databan desde hace más de una década. La casa había pasado a ser comprada múltiples veces y puestas en venta sin explicación casi inmediatamente, punto que coincidía con lo que Aria les había contado. Lo que todavía les resultaba curioso es que aun existían estúpidos aventureros que adquirían esa propiedad.

Durante la guerra civil todo se evocó al movimiento bélico, el número ascendente de muertes causadas por las armas, la hambruna y la peste. Al no existir más espacio en el cementerio local, contra las costumbres y ante el ofrecimiento del aquel entonces dueño, todos los muertos fueron enterrados en el patio trasero de la Mansión.

–No creí vivir para ver de cerca otro portador del papel.

–¿Eso qué significa-kora?

–Es una manera coloquial de decir dueño de casa maldita –intervino Verde.

–Gracias-kora –se echó a reír, pero al encarar a Tsuna la sonrisa de desvaneció.

–Mi abuelo también compró el predio. Una vez llegó a confesarme que era su destino ser dueño y esclavo de la mansión Vongola hasta que fuera el tiempo de ser relevado. Él resistió dos meses, murió y tuve que ponerla en venta. Dos semanas después ya estaba en la colina el siguiente patrón.

–Es la primera vez que escucho el nombre-kora.

–Normalmente los abogados son hábiles en esconder los datos que puedan causar reticencia en posibles compradores, pero era inevitable tu llegada, como la de los otros. Vongola está viva, eso ambos lo han presenciado, y Vongola elige a sus dueños. No al revés. –Verde miró en dirección a Colonnello que asintió levemente, recordando ambos el cuadro –Cuando era pequeño ansiaba entrar en la casa, como cualquier chiquillo tonto que desea probarse a sí mismo, mi abuelo nunca lo permitió.

Terminó de beber el café, dejando la taza sobre el escritorio abarrotado de libros y periódicos.

–Por todo esto que les digo, Colonnello-san sería el onceavo dueño, por lo menos desde que hay registros para constatarlo, y llevas más de cuatro meses yendo y viniendo con total libertad –había sincero reproche en su voz, el rubio no lo tomó a mal. En cierta manera entendía la injusticia por el descenso de su abuelo.

–Agradezco todo-kora. Tu abuelo estaría orgulloso de ti –no sabía porqué pero sentía que debía decirle algo halagador.

–¿Un nieto con el apodo de inútil? –sacudió las manos –. Como para escribir una epopeya.

–Cuando termine el ciclo de horror, tendrás la exclusiva-kora.

 

 

Al dirigirse a la mansión, Verde externó su preocupación.

–Tomando en cuenta los desvaríos de las ancianas en el asilo donde doy ronda, insistieron en te pidiera que te marcharas cuanto antes. Basan su urgencia en el número del zodiaco. Si el abuelo fue el onceavo, tú, en sentido informal, serías el doceavo. El último.

–Mírate, todo un conocedor de lo paranormal, reúnes lo mejor de dos mundos. Además, ¿No es bueno que yo sea el último conocedor del miedo-kora?

–Estoy hablando en serio. Sabes a lo que me refiero. Cuando el abuelo murió, fácticamente la casa pasó a ser de Tsuna al ser huérfano y tener la facultad de pactar la venta, eso te convierte…

–Un fenómeno –las puertas les esperaban abiertas.

–En el treceavo.

 

Esa misma tarde, Reborn regresó. Todavía difusa su silueta, menos tolerante aún a la luz del sol. Miró a Colonnello, fulminó a Verde y prometió vengarse de sus congéneres.

–¿Qué has averiguado? –inquirió.

–Voy a demoler esta casa, pedazo a pedazo, hasta que encuentre al bastardo que los mantiene aquí-kora.

–Creí haberte dejado como cómplice un perro más inteligente –reclamó a Colonnello sin dejar de referirse al médico.

–A diferencia tuya, puedo mantener caliente a mi amo todas las noches, si sabes lo que quiero decir.

–Quietos los dos –replicó con fastidio la manzana de la discordia –. Este es el embrollo en el que nos has metido-kora. Soy el portador que más ha resistido los embustes de todos, probablemente se deba a que no debí existir en este cuento estilo Dorian Grey –se dirigió a la chimenea que había encendido e hizo trizas la pintura donde él estaba retratado –. Ese cuadro mostró a cada uno de los dueños, y al morir aparecía la imagen del próximo afortunado, veamos cómo se las arregla para dibujar rostros en medio de las llamas-kora.

Tomó un hacha.

–Estás demente –habló Aria –. Esta casa… es todo…

–Sólo pienso hacer un poco de ruido –comenzaron a volar astillas del arcón de su habitación.

En determinado movimiento dejó de percibir todo cuanto le rodeaba, se sintió en un lugar conocido… cuando estaba ciego y atado esperando escuchar la propuesta del asesino de negro. Ahora una interminable distorsión blanca le recubría. Un ligero olor a fármaco hurgó su nariz, se disipó al segundo.

–De nuevo me trajiste aquí-kora –se veía solo, pero sabía que el otro estaba cerca.

–Eres demasiado problemático como para encargarme en el mundo real.

–Este es el lugar donde te refugiaste después de la villanía en mi contra –aseguró –. Aria me dijo que un ente, varios años, muerto se hace más fuerte. Pero tú eres diferente.

–Fui contemporáneo a ti. La casa era mi punto de reuniones orgiásticas, centro vacacional y tumba.

–Eres a quien Tsunayoshi vendió la casa –concluyó sorprendido –¿Tuviste algo que ver con la elección de la siguiente víctima-kora? –inquirió molesto.

–Sí.

–¿Por qué?

–Debía tenerte cerca otra vez –decidió por fin aparecer –. Mantuve a raya a todo el que se me oponía en esta casa, reinaba una atmósfera de calabozo, sin embargo para cualquier espectador amateur le habría parecido próspero. Fui complaciente con cada insecto del pueblo y aceptaron al anfitrión anónimo de buena gana aun cuando sabían que todo era producto de un engaño.

«Empero, cierto día un militar de mierda intervino en uno de mis negocios más fructíferos. Investigué todo sobre ti cuando todavía respiraba: tus antecedentes, tus preferencias, tus ideas. Imposible que hicieras algo que no supiera ya con antelación. Cuando me di cuenta era demasiado tarde, toda tu vida estaba plasmada en fotografías y documentos, planeaba vengarme de ti de la manera más dulce, haciéndote mío en este pequeño infierno.

–Qué pena –retrocedió un paso –. Debió ser frustrante morir y no cumplir con tu gran sueño. –ahora entendía. No era que sus antecesores huyeran por miedo al pasar la primera noche entre fantasmas, sino que tarde o temprano, todos morían aquí; por ello la mansión entraba a la venta una y otra vez.

–Cuando ocurrió no tuve una cálida bienvenida, cuando quise destruir todo cuanto había sobre ti, Vongola ya te había elegido.

–Reborn –empezó a sentir pánico, sacudiendo la cabeza, intentando negar el rumbo que sus deducciones estaba tomando –. Querías que yo asesinara a alguien… ¿a quién-kora?

–Sawada Tsunayoshi, el Vongola.

–Pero no puedo matar a quien ya está muerto-kora.

 

+ : : Sexto fantasma : : +

La vorágine de imágenes no le permitía digerir despacio la información. Si lo que Reborn decía era la verdad… todo este tiempo… incluso en quien creía confiar…

–Yo sigo vivo… -quiso convencerse –. Hace unas horas comí junto a Verde… la gente del pueblo… la tienda… el bar… la comarca entera…

–La habita la muerte. Después de la guerra civil no quedó ser vivo que resistiera el aroma de los muertos. Ni siquiera terminaste la primera noche, como los demás. Ese mismo día te maté. Vongola se divierte haciendo creer a sus dueños que todavía tienen una posibilidad de salvación y redención para los espectros. Les da ilusiones y el alma recién separada del cuerpo es lo que brinda la energía para que siga su eterno teatro.

–¡Entonces Aria, Crome, Mukuro, Verde no son más que…!

–Actores fieles al guion.

–No es verdad –se dejó caer –. Si eso fuera cierto entonces todo lo que tú y yo… -estalló ambas manos sobre su rostro –fue una mentira.

–En todo lo que acabo de decirte hay más de una mentira –se hincó ante él y apartó las manos para verle a los ojos azules –, despierta, tú mismo sabrás cuáles –le regaló un profundo beso que Colonnello sintió como el más cálido de su vida –. Y regresa a mi cuando termines.

 

De súbito despertó con el corazón palpitándole hasta en las sienes. El sol estaba a punto de ocultarse tras el horizonte donde la grisácea comarca se extendía. ¡Había estado dormido en el automóvil! Salió asustado, dando ligeros traspiés al ver que la derruida casa estaba todavía más deplorable de lo que recordaba. Atemorizantemente erguida todavía.

Se tocó mejillas, pecho y estómago. Aún respiraba. Allí estaba la primera mentira.

–Esto tiene que acabar-kora.

 

 

Le llevó dos semanas terminar el mecanismo, gracias a su empeño militar lo consiguió contra todo pronóstico. No existía segunda opción. Caminó entre las casas vacías, salvo por las etéreas siluetas que con rencor le seguían. Descubrió que las miradas hoscas no dejarían de serlo jamás, pues él estaba vivo. Él tenía lo que los muertos envidian: un momento a la luz del sol.

Extendió el cableado en cada esquina, sin dejar escapar ningún rincón. Disponiendo en distancias calculadas pequeños regalos. Envolvió con más empeño, como un bonito presente, la casa de Tsunayoshi y el consultorio médico.

Incluso, cargándose de un valor hercúleo entró en cada sótano. Jugaba para las grandes ligas.

El último lugar, desde el cual apreciaría la máxima destrucción, era la colina donde se erguía la causa de todos los males. La brisa empezaría a levantare, eso estaría bien. Su propósito era que se extendiera…

Jaló el gatillo y una serie de explosiones llenó el lugar de estrepitosa manera, los miles de chillidos provenientes de gargantas reventadas llegó a sus oídos, pero no había vuelta atrás, se repitió. Otra ola terminó por derruir el poblado entero. A plena luz de la mañana, Colonnello vio columnas de humo elevándose al cielo.

Con decisión viró la mirada hacia su último objetivo, estaba por sacar de la caja el control definitivo cuando todos los fantasmas que había conocido estaban frente a él. A excepción de uno.

Rokudo Mukuro se puso frente a su hermana, mirando con desdeño y precaución al humano que inspiraba miedo. El Vongola encabezaba la conglomeración.

–¿Cómo te atreves? –inquirió el castaño

–Esta es mi casa, no me iré hasta redecorarla a mi gusto-kora –tomó el control y lo levantó para mostrárselo.

–Se ve divertido, aunque primero debo agradecerte –respondió el fantasma –, gracias a que abriste a la fuerza el arcón pude recuperar el poder que ese estúpido de Reborn logró guardar antes de volverlo una de mis marionetas –sonrió –. Con mis fuerzas regresó a mí la posición de regente.

–Reborn era el único que podía darte pelea-kora. Te creí mejor fantasma, Tsuna.

–¡Qué tontería! ¿Sabes qué es lo que quería mi abuelo? ¡Purgar el lugar, como todos los anteriores ingenuos! ¡Este lugar donde todo el que sea dueño puede ser rey!

–¿Con espíritus subyugados? –fue alejándose lentamente.

–¿Acaso conoces un reino sin esclavos? –soltó con burla –No tendrás un final feliz, Colonnello.

Colonnello veía el temor en cada espectro, ahora totalmente sometidos a la inmensa aura maligna de Tsunayoshi.

–Anda, dime tu precio para dejar este lugar libre de tu amenaza-kora –la contestación fue espantosa.

–Presiento una convicción insana proveniente de tu alma –miró hacia la casa –. Eres el reciente sacrificio. Necesito un nuevo contenedor.

El rubio se sacudió bruscamente, dejando caer el mando soltó un corto jadeo en busca de algo para sostenerse. Reborn no surgía en ningún lado. Lo llamó con el pensamiento, pero no acudió. Sabía que estaba solo ante el rival.

Creyó morir en ese mismo instante. Era como haber ingerido veneno. Le ardía la garganta. El vahído le llegó estúpidamente rápido. Colonnello sostuvo su garganta con fuerza, respiraba con dificultad, todo aire que podía entrarle le quemaba los pulmones como las llamas del infierno. Se quejó todo cuanto se podía, fruncía la camisa blanca con fuerza, quería arrancarse el corazón. El sudor caía por el filo de la barbilla.

Estiró la mano derecha, deseaba alcanzar el control. Esto era un dolor de… ¿de qué? Era indescriptible, en su cuerpo, cual serpientes hechas de cristal, hiriéndole, corrían sin freno. Las punzadas en las manos eran insoportables, como si le estuvieran clavando agujas sin piedad. Se encogió en posición fetal. Las lenguas de aquella presencia se expandían. Era la sensación parecida a estar poniéndose un traje, como cuando pasas el saco o la camisa sobre la piel… pero aquí era a sentido contrario. La tela se estaba acomodando por dentro. Atrás de la piel de Colonnello una fina negrura se afianzaba de cada fibra de su ser.

−¿Qué estás haciéndome? –le costó un gran trabajo soltar la pregunta entre jadeos.

Es simple, me visto para la ocasión –respondió el ente.

El rubio lo recordó de golpe, si lograba expulsar a Tsunayoshi saldría debilitado. Reborn y Mukuro le habían dado la respuesta. Se aferró a esa oportunidad.

Aró la tierra con sus dedos. En su mente acontecía la lucha por el dominio de su cuerpo.

–¿Siempre tuviste envidia de Reborn, no Tsuna-inútil?

¡No me llames así!

–Sólo es la verdad. Un pequeñajo tozudo e inútil como tú jamás podría conseguir ni en mil años una presencia como la de él. ¿Cómo soportarlo? Un mafioso altivo cuyo interés no estaba sobre ti-kora.

¡¡CÁLLATE!!

–¡Porque un debilucho como tú sólo es un cobarde en comparación suya!

 

Un segundo fue necesario para recuperar el control de su mano y alcanzar el objeto que… Crome apartó mientras temblaba.

–No puedo –murmuró.

–¡Crome, entrégamelo-kora!

–No puedo –repitió –. Él nos lastimará.

–¡Si dejamos que gane todo este circo se repetirá para siempre!

–Prometiste ayudarnos –empezó a llorar –. Ya no recuerdo cómo morí en realidad –estaba desconsolada. Colonnello entendió porqué ni cuando Crome y Mukuro le contaron su deceso pudieron ser libres.

Era porque ni siquiera sabían qué era mentira y qué era verdad de tantos actos ejecutados a favor del villano.

–Cuando despiertes lo sabrás –repitió las palabras de Reborn. De nuevo una punzada dentro de su pecho estaba indicándole que Tsuna estaba saliendo de su ensimismamiento –. Vamos, sal a jugar, Inútil-Tsuna –se empezó a reír y una ráfaga con lenguas de acero le laceró por dentro.

La densa nube negra con ojos amarillos estaba furiosa. Mukuro logró quitar a su hermana de allí antes de que el ente la alcanzara.

–¡Rápido! –imperó Mukuro lanzándole el mando.

No había tiempo para despedidas. Apretó el botón. Se alejó cuanto pudo, inevitablemente al estar tan cerca de la zona explosiva salió volando por la onda de choque. Perdió el conocimiento. Las últimas imágenes antes de descender fue Tsunayoshi perdiéndose entre las llamas, intentando alcanzarlo con garras negras para atraerlo al fuego. Fue inútil. Aria, Mukuro y Crome lo sujetaron.

 

 

–Colonnello-san, Colonnello-san –creyó oír a alguien llamándolo. Empezaría a odiar el blanco pronto, pues nuevamente estaba en esa infinita habitación impoluta –. Sólo venimos a darte las gracias.

–Espera, Crome, ¿qué ocurrió?

–Nos salvaste –le sonrió con verdadera dicha –. Tal como prometiste, recordamos todo cuando estalló la mansión. Está hecho –permanecía cerca de su hermano, como siempre.

–Al ser la última vez que nos toparemos las caras, te lo diré: nada mal para un rubio –dijo Mukuro.

–¿Última vez-kora? –rió –. Creo que mejor me enseñan dónde está la puerta y nos vamos juntos.

Los hermanos se vieron entre sí. Mukuro sólo atinó a burlarse.

–Todavía tienes trabajo.

–Así es Colonnello-san…

Colonnello-san… Colonnello-san

De nuevo alguien sacándolo de un lado para atraerlo a otro totalmente desconocido. El olor a desinfectante hizo que arrugara el entrecejo y la nariz.

–Odio los hospitales-kora –hizo amago de levantarse pero la mano de la enfermera le detuvo.

–Con cuidado, Colonnello-san.

–¿Quién eres-kora? –se sentó con toda la terquedad del mundo.

–Me llamo Lal Mirch, la enfermera encargada de cuidarlo, por favor no se comporte como un niño. Ya es un verdadero milagro que esté vivo –sacó una pequeña lámpara y le examinó los ojos –en una increíblemente rápida recuperación después de lo que sucedió en Namimori.

Un sobresalto le trajo de vuelta su vida antes de llegar al hospital.

–No sé de qué me habla, ¿dónde me encontraron? –los ojos de la mujer no mentían, no se estaba tragando el cuento de la pérdida de memoria, pero se lo siguió.

–En Namimori… que no sé si seguirá llamándose así después del ataque terrorista que la destruyó. Algo estúpido si me lo preguntan. ¿Qué temor podría causarse con destruir un pueblo fantasma?

–Quizá el terror era el pueblo en sí –se levantó. La enfermera le veía con intensa curiosidad –¿Tengo algo en la cara-kora? –se asustó.

–Nada de eso. Con un buen baño volverás a ser tan apuesto como antes, sólo quería conocer de cerca la persona que logró traer de vuelta a ese imbécil. No debería caerme de incógnito que te ves de buen temple –le guiñó el ojo –. Mira que para ser la razón de que saliera de ese estado…

–Hey, Hey, Hey, para tus caballos. Con tantos balbuceos no entiendo lo que tratas de decirme –le dolía la cabeza –¿A qué imbécil traje de vuelta-kora? –tenía atenazado su corazón al pensar que Tsuna de alguna manera estaba aún entre ellos.

La mujer le miró con extrañeza.

–Ah, mira, aquí está –señaló Lal a espaldas de Colonnello que se giró lentamente.

–¿Ahora rondas hospitales-kora? –inquirió en un levísimo tono –. Estoy muerto, ¿es eso? Entonces, ¡Crome, Mukuro, dejen de burlarse de mi-kora! –miró a todos lados buscando una manera de salir, de huir de la peor de sus pesadillas hechas realidad.

–Me gusta acosar enfermeras –respondió fantoche.

–Los dejaré solos –se apresuró a la puerta, ya después les sacaría la historia completa. Estaba muy interesada en escucharlos a ambos –Por cierto, Colonnello…

–¿Kora?

–Gracias por liberar a mi bisabuela –sonrió. En ese instante era como si Aria estuviera allí frente a él.

El rubio mesó sus cabellos dorados y respiró con profundidad. Se arrepintió. Maldito olor a fármaco. Eso le recordaba…

–Estás vivo, fantasma de mierda –lo tenía casi encima –. No me toques-kora.

–¿Por qué? –inquirió divertido.

–Tu estás todo galante con tu traje de mafioso, yo en bata de hospital. Si quieres conseguir algo de mi –le jaló por la corbata –apresúrate y sácame de aquí.

–Ese era el plan –sonrió antes de estampar sus labios sobre los del rubio.

–Todo tu acertijo sobre las mentiras y verdades-kora, ¿eres tú el diablo del que debo cuidarme?

–Demasiado tarde –se apresuró a desanudarle la bata –. Cuando estemos en casa sólo usarás batas, son prácticas –se lo pasaba a lo grande recorriendo el cuerpo desnudo de Colonnello.

–Una casa fija jamás –le detuvo –. Un departamento en Italia, eso quiero-kora.

–Vaya que tienes fijas tus metas –a falta de un romántico crucero por el mediterráneo usaron la cama del hospital.

–Oh vamos, seguramente te ahogas en dinero.

–¿Qué dirán los medios cuando se enteren que un perro al servicio del estado se comprometió con el bajo mundo?

–A la mierda con todos.

Se besaron con las ansías que tenían guardadas desde lo que parecía un siglo. Ambos cuerpos latían. Estaban vivos. Sentir la hombría caliente, gruesa y punzante de Reborn lo complació más de lo que había llegad siquiera a imaginar. La expectativa no fue defraudada por la realidad, Reborn, en más de un sentido, era perfecto.

El moreno le besó la nuca, hurgando con su nariz el cabello dorado. Aspirando el olor a trigal. Volvía a nadar en ese mar de sensaciones.

–Hazlo ya-kora –exigió. Lo comenzó a masturbar, turnando la boca de vez en cuando entre los labios y la hombría, su objetivo era disfrutar más allá del límite de la cordura la piel acanelada de Colonnello.

–Dámelo –masculló entre jadeos, complaciéndose de la mano de su domador que le puso enfrente el elixir blanco para compartirlo en sendos besos.

Un calor insoportable más delicioso dentro y fuera de ambos cuerpos. Reborn entró. Colonnello se aferró a sus hombros. Las acometidas en un ritmo fruto del deleite. Perlas de agua salada.

–Reborn, Reborn –estalló en gemidos. Incluso empezó a restregar su trasero a la pelvis del asesino de negro. Sus ojos azules fijos en los negros. Cielo y Abismo.

Casi suplicante se mordió el labio inferior mascullando palabras incoherentes. Estrategia más provocativa que cualquier otra. El pasivo obligó a sus piernas rodear la cintura del moreno. Su saliva corría libre por el mentón hasta que Reborn la recuperó.

Sus corazones ardían juntos con sonrisas cómplices.

–Te amo –lo abrazó con fuerza.

–… A mí sólo me gustas-kora.

 

+ : : Fantasma seis punto cero : : +

–Ahora que lo pienso-kora, cuando estaba recolectando suficiente dinamita como para crear un nuevo Gran Cañón recordé que existe una ciudad fantasma en el extremo norte del país.

–¿No aprendiste nada? –le miró con frustración.

–Por supuesto que sí. Un militar y un mafioso, ¿qué maldad podría oponérsenos-kora?

 

 

 

Había sido considerada como la ciudad del pecado y sobre una mesa de apuestas, una mujer que en vida se llamaba Bianchi balanceaba los pies, al mismo tiempo de soltarse su zapatilla se prendieron miles de luces provenientes de las ruletas. Con una vil sonrisa recitó el pasaje muerto de un poeta maldito:

Oh musa de los cielos, invoco tu ayuda para mi atrevido canto, pues pretende remontar su vuelo sobre los montes de Aonia… y referir cosas que nadie ha narrado hasta ahora.

¿Cuál fue la causa que obligó a nuestros primeros padres a separarse de su creador?

¿Quién los indujo a una rebelión tan vergonzosa?

La serpiente infernal. Satán.

Arrojado de cabeza por la potestad suprema, envuelto en llamas, desde las bóvedas del aire.

Caído en el abismo de la desesperación, en regiones de dolor donde nunca podrían habitar la paz ni la esperanza.

Oh musa, ¿quién fue el primero y quién el último que despertó de su sueño en aquel lecho de fuego a la voz de su gran emperador?

¿Cuáles fueron los jefes que a él acudieron?

Jefes que, mucho tiempo después, serían los dioses adorados por las naciones blasfemas.[1]

 

 

+ : : FIN : : +

 
Notas finales:

 


[1] El paraíso perdido, John Milton. 

 

Terminado, oh sí baby. ¡Ojalá los lea en los comentarios o en otra historia! 


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