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Mi fantasma es un mayordomo por Vampire White Du Schiffer

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Notas del capitulo:

Ya saben, ligero OoC x3

01 Junio 2012.

+ : : Segundo Fantasma : : +

 

−¿Mayordomo, eh? –soltó Colonnello mientras enarcaba una ceja y posaba la mano derecha en el mentón –. Ven, acércate a la luz para poder conocer al que se autodenomina mi nuevo sirviente –dijo con voz segura. El otro ente se incorporó de la reverencia y negó con la cabeza y con la voz, segundos después.

−Para ser el nuevo amo no está al tanto de cómo se manejan las cosas aquí, ¿cierto? No puedo acercarme a donde me pide –respondió con delicadeza fingida –. Sí lo que desea, realmente, es conocerme mejor sé de una habitación donde poder hacerlo los dos con toda la paciencia del mundo –dijo con mucha picardía. El militar no soportó tal grosería y fue hasta donde estaba aquel sujeto para golpearle, pero no pudo, pues al instante siguiente el denominado mayordomo aparecía en el lado contrario de la habitación, cruzado de brazos, en una esquina oscura mostrando las bellas terminaciones de porcelana que caracterizaban a los dientes perfectos.

−¿Cómo…?

−¿Fue que llegué aquí? –terminó la pregunta con gestos divertidos –. Veo que nadie le advirtió el problema de esta Mansión, ¿quién fue el que le trajo hasta aquí?

−¡Soy yo el que debe hacer las preguntas! ¿Qué rayos haces tú –le señaló – en mi casa, impidiéndome entrar y luego haciendo esos molestos sonidos con cadenas? ¿Es que crees que esas vocecitas de ultratumba que dicen «es él» me molestarán lo suficiente para largarme? Mejor responde de una vez, ¿El antiguo dueño te pidió que armaras todo este circo? –extendió sus brazos.

El supuesto mayordomo soltó un deje de sorpresa, abriendo los zorrunos ojos negros ligeramente. La sombra negra del sujeto se encogió por un segundo y después se abrieron sonoras risa.

−Correcto. Debiste apreciar mejor el cuadro en el salón principal y te habrías percatado de la verdad, pero –chasqueó los dedos – lo ocultaré para que nunca puedas verlo.

−No tiene por qué causarme eso alguna molestia –mintió, ¿Cómo era que ese sujeto de cabellos negros le hablaba con tanta altanería? Además, algo dentro del militar tuvo la certeza de que ese cuadro en realidad representaba algo importante.

−Perfecto entonces –en un suspiro la habitación volvió a quedar en sombras.

El nuevo dueño se sobresaltó pues perdió de vista al mayordomo de ropas negras, echó varios pasos hacia adelante pero era como caminar a ciegas, por un movimiento en busca de amparo, levantó la mano para saber en qué momento chocaría con alguna cosa. La sorpresa fue cargada sobre su persona cuando en lugar de toparse con un mueble le tomaron de la muñeca y le estrellaron contra la cama. De inmediato sintió el cuerpo de un hombre sobre el suyo, emitió un ronquido de furia y de nuevo los golpes del militar nunca se dieron.

−Es increíble que aún no me tengas miedo.

−¿Qué rayos dices? –inquirió, ofendido –. El incoherente eres tú –se acostumbraban los ojos a la oscuridad, pero de nuevo sólo la silueta negra era algo palpable –, te atreves a hacerme esto, pero te aseguro que te asesinaré –su humillación crecía conforme ese sujeto seguía sobre su cintura. El mayordomo era fuerte, mucho más que él, eso le molestó enormemente y apretó la mandíbula.

−¿Asesinarme? –bufó –, pero debes mirarte –el nuevo dueño apenas se dio cuenta de que la manera de hablarle había cambiado de «usted» a «tú» – el pobre e indefenso amo se encuentra sometido por mi… ¿debería compartirte como vianda?

Pero de nuevo el sol mortecino de la tarde atacó la habitación. El mayordomo desapareció en un parpadeo, maldiciendo al astro rey y apareciendo en una esquina, la misma donde se encontraba el cofre color ocre.

Colonnello no sabía cuál reacción sería la más propicia para todo esto. Y ahora pudo verlo mejor, resultaba que el sujeto era moreno, como bien hizo en primera observación, de pequeños y astutos ojos negros, camisa color amarillo y sombrero negro con franja del primer tono. Más parecía un asesino a sueldo que un mayordomo. Un sujeto extraño pero muy guapo.

−¿Te enviaron a asesinarme, entonces? –sacó la pregunta como por producto de iluminación.

−Lamentablemente no –respondió sin problemas –. Llegaste aquí con un propósito, y te haré ver cuál es… la siguiente noche. Recomiendo que permanezcas en esta habitación hasta que despunte el alba de mañana –se desvaneció y se dejó ver por última vez en la puerta –. Muchos están complacidos de tu presencia, pero los demás desearemos hacerte caer por las escaleras –agregó mirándole de perfil y ofreciéndole una sonrisa –. Descanse, amo–dijo con ironía para no dejarse atrapar más por esa noche.

Era claro que Colonnello no iba a obedecer ¡Sólo eso le faltaba! Que un pésimo bromista le dijera qué hacer. Cuando se apartó de la cama aún podía sentir el peso del llamado Reborn y, peor aún, la esencia. Cosa que provocó un ligero mareo.

El sol ya se había metido entre las montañas. Entonces, para desgracia del dueño, los sonidos extraños se hicieron más agudos. Incluso llegar a la sala le costó todo el raciocinio que de media vida. Se apoyaba en el barandal de las escaleras de madera.

«Llévenos»

«Llévenos al borde del abismo»

Terminó en el suelo. Y sobre su cabeza se vislumbró el peor espectáculo de su vida. Sobrevolaban siluetas de animales, luego de personas. Esto era la locura. El estado de sopor le absorbió y olvidó incluso su nombre. Varias manos pálidas se atrevieron a tocarle la cara. Pero en cierta manera la mayoría de esos seres desconocidos sufrían y mostraban gesto de benevolencia. Le llamó alguna atención el rostro de un sujeto parecido a él. En el hecho de ser rubio cual semilla del trigal. En un segundo se acabó ese show. Para continuar otro.

«Ten miedo»

«Mucho miedo»

La aberración era verdad consumada en cada rostro de esos entes sin cuerpo. Más de uno le atemorizó con el hecho de desprenderse de cabezas y manos con un simple movimiento. Pero Colonnello se mostró incambiable. No movió su gesto ni un ápice. Estaba siendo consumido por el cansancio y un vértigo tremendos, pero no gritaba ni temblaba por el temor. Sentía pena.

Pena porque sabía que todos ellos, buenos o malos, sufrían en esa casa. En ese infierno abrazador y alucinante.

«No nos abandone»

«Ayúdenos»

Sí. Debía poder ayudarlos. ¿Pero cómo? Simplemente esto era un fraude, ¿no?, era un engaño, ¿verdad? El problema radicaba que al paso de cada personaje Colonnello se convencía de todo lo contrario. Debía tomar una decisión pronto o se desvanecería comido por las sombras que le estrecharían con vehemencia en el pecho del Averno. Se puso de pie, levantando la frente en alto.

«Arrepiéntete de haber entrado»

«Te haremos sufrir»

«Nunca te dejaremos salir»

−Adelante, inténtenlo si pueden.

+ : : : : +

Amaneció y el dueño se quedó dormido en la sala, cubierto, quién sabe desde qué hora, por una sábana blanca. Alguien, o tal vez él mismo, le quitó los zapatos y le desabrochó la camisa a la mitad. Su lozano pecho podía verse, incluso los dos botones color ciruela. Se estiró y al cabo de unos segundos se quedó meditabundo. ¿Lo de ayer fue real?, se preguntó internamente.

−Lo fue –apareció esporádicamente Reborn con los brazos cruzados y cara seria –. Te dije que no salieras de la habitación –casi dijo en tono de regaño.

El rubio se rascó la cabeza y le ignoró.

−¿Los de tu clase leen mentes?

−Para empezar con buen pie ¿Sabes cuál es mi clase? –la sala estaba casi a oscuras, salvo por un par de velas, pero Colonnello sabía que ya era de día.

−No lo diré a menos que sea imprescindible –apartó la sábana y quedó frente al moreno –. Anda, explícate –sin que Reborn se diera cuenta, buscó con la mirada el cuadro de ayer.

−Por más que trates de encontrarlo sólo yo sé dónde está –le atrapó con facilidad. No dejó de verle el cuello del Amo, con lasciva.

−Tengo hambre –y usó ese argumento para evadir al mayordomo.

−¿No deseas dar un recorrido por la casa? –inquirió satíricamente –. ¿El salón de armas? ¿La biblioteca? O tal vez la cama nupcial…

−¿Hay biblioteca? –la verdad era que ni atención le prestaba, además se supo deplorable así que era más importante arreglarse aunque sea un poco, sobre todo para no dejar piel expuesta ante ese bárbaro.

+ : : : : +

Pasó media hora en lo más alto de una escalera, muy molesto, cabe agregar. La sala dedicada a una completa biblioteca estaba a simple luz de velas múltiples y bien colocadas. Con estrategia si se gusta decir, pero Colonnello prefería la luz original, la luz del sol. Bien pudo ordenarlo, se dirá, pero el mayordomo de la casa mostró terquedad, una que ganó al imperio del dueño.

Castañearon sus dientes, mascullando cosas o maldiciones sin sentido. Arremedando los buenos argumentos de Reborn, algo así como: sus libros morirán por tanta luz. Después de todo habían pasado muchos años sin abrirse las cortinas. 

−Es un completo idiota, eh –dijo por tercera vez al pasar sus ojos azules por la misma línea del sexto capítulo.

−No parece contento –debajo de la escalera estaba ahora Reborn, con el mismo aire de asesino, nada parecido a un sirviente –. Ya está listo el almuerzo.

−¿Lo preparaste tú? ¿O tal vez tu séquito de espectros? –bromeó pero en ese momento de soltar palabras despectivas, un fuerte viento apagó todas las luces, dejando a Colonnello entre tinieblas.

−¿Ves lo que causa tu bocaza? –un chasquido de dedos y todo de vuelta a la normalidad –. Recomiendo que mantengas –pero se interrumpió –. Tienes visitas.

−¿Cómo? –soltó por instinto y al segundo siguiente tocaron a la enorme puerta con fuerza tal que se escuchaba claramente hasta ése lugar. El rubio dejó el libro en el estante, y se deslizó por la escalera hasta caer sobre la moqueta –. Más vale que sea el estúpido abogado.

Pero no era él. Afuera, el sol no brillaba, espesas nubes lo cubrían y llovería dentro de poco.

−Si esto es una broma, te ordeno que la detengas –una canasta tendida a sus pies, con un infante llorando y clamando atenciones, sólo veía el pequeño bulto moverse de lado a lado, levantando lo que seguramente serían las manitas.

−No lo es –respondió a las espaldas del amo –. Si vas a tomarlo apresúrate, el día se pondrá mejor.

Colonnello no entendía en lo mínimo al sujeto de negro, menos el clima tan cambiante. De una u otra forma, tomó al niño no sin antes examinarlo, estaba pálido casi al punto de muerte, con los labios resecos, partidos y las manos perdiendo calor. El amo de la casa se sobresaltó y de inmediato se hizo cargo de él.

No iba a actuar como tantos hombres. Preguntó si existía algún orfanato en la comarca a lo que el mayordomo respondióle que no.

−No hay algo para ése mocoso –y se mantuvo alejado todo el día –. Si lo que quieres es deshacerte de él como se debe –le dijo en la esquina de la cocina –piensa en llevarlo.

−Déjate ya de palabrería absurda y ayúdame, eh –casi se desesperaba por no encontrar la manera de hacer sentir mejor al infante, la respiración de éste era difícil, y sufría. Colonnello sabía el dolor del niño, lo miró sobre la repisa, le tomó entre brazos y se sintió más cómodo –. ¿Desde cuándo…? –inquirió con mirada sombría –. Recuerdo que de niño podían hacerme burla hasta el hartazgo.

−Eso explica tu adultez –se echó a reír el moreno y fue hasta Colonnello para sostenerle ligeramente la mejilla y verle a los ojos –. Éste niño ya está muerto, no tenemos tanto tiempo como piensas, así que antes de que oscurezca –miró al bebé – termínalo.

−Lo dices como si fuera un condecorado gurú –le recriminó y apartó la cara –. Sé que hay algo que yo debo hacer aquí si es que quiero habitar ésta extraña casa, pero no soy adivino, ni hechicero.

− No tienes algo en especial, ningún poder, salvo el de sensibilidad, pero no eres gran cosa. Estás vivo, y eso es lo único que él necesita.

−Arg, Cállate –salió de la cocina. ¿Por qué por un momento creyó sostener una discusión marital? Estupideces.

Se paseó por la sala tres veces, las cortinas se movían tranquilamente, afuera el viento siseaba. Las sombras de la luz bailaban sobre las paredes y el piso.

−Casualmente el viento te trajo aquí, así que puedes hacer algo.

−Déjame tranquilo –refunfuñó y terminó por sentarse en la sala después de un suspiro –¿Qué fue lo que pasó aquí? –exigió saber.

−Muchas cosas, como en todo lugar –se encogió de hombros –. Esta casa lleva siglos sobre la colina, date una idea.

−Hummm –se levantó en vilo y salió al patio inmediatamente, conforme salía el bebé pesaba menos. Se le ocurrió qué hacer.

En el patio trasero había lápidas, miles de ellas, Colonnello se sorprendió de ello y al fin entendió lo que quería decir Reborn.

−Esta casa fue abandonada por los ángeles, puros demonios la habitan.

Viento gélido e hiriente. Nubes satánicas y con gotas filosas. El nuevo dueño fue hasta un pequeño árbol de hojas casi secas y temblorosas, con una mano comenzó a cavar en soledad, y con la otra sostenía al niño.

−Dios no existe aquí.

Colonnello le echó mala mirada pero siguió con lo suyo, sus uñas se ennegrecieron por la tierra árida. La sábana donde el bebé aguardaba cada vez volaba más.

Enterró los ya huesos del niño, con algo de cariño y pena.

No hubo nada de luces, ni agradecimientos. Sólo una muy corta historia contada por el viento al oído.

−Aún puedes regresar a tu mundo normal –ofertó Reborn en las sombras proporcionadas por la lluvia. El sol no volvería sino hasta dentro de unas horas.

−No –negó tanto con la voz como con la cabeza –. Encontré algo con qué entretenerme –se levantó, sacudió las manos y encaró al sujeto de negro –. Tengo mucha hambre, Beborn.

Reborn frunció la boca al escuchar ese apodo, más porque al ser la primera vez nombrado lo correcto hubiera sido por el nombre de pila. Miró la tumba improvisada del bebé y supo que el nuevo dueño tal vez serviría para sus planes.

−Vuélveme a llamar así y juro que gritaras mi verdadero nombre rogando piedad.

−Me sé defender –se dio la vuelta y empapado regresó a la casa.

−Pero no cuando te tenga en la cama –sonrió socarronamente y siguió a su dueño.

Dentro, lo esperaban tres visitas. Algo era seguro, ya fuera por ésas o por Reborn acosándole, Colonnello no dormiría ésa noche. Ni la siguiente.

Continuará…

Notas finales:

Muchas gracias por los comentarios.
Este capítulo se fue muy rápido (? es porque lo pienso acabar en menos de 10.


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