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Sin recuerdos... por Luna_drk

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Notas del capitulo:

 

 

Espero que les guste~ :'D

 

Este fic lo hice inspirado en un pequeño sueño xD

 

Es dedicado a RaCheL, a mi querida CheL, como regalo de cumpleaños

 

¡Espero que te guste!

 

 

También a ustedes, queridas lectoras :D

 

 

 

Amaba los días en el que el cielo lloraba, me sentaba a un lado de un gran ventanal admirando detenidamente como las innumerables gotitas la bañaban. En esos momentos la calidez que generaba en los hogares era sumamente reconfortante…

 

 

 

Salió de la ducha, de su mechones húmedos caían gotas y sólo lo cubría una ligera pijama. Caminó hacía la ventana… mirando como el clima había cambiado drásticamente, los del programa de noticias habían dicho que sería un día soleado y caluroso. Vaya mentira.  Y ese era uno más de los mil y un motivos que tenía para odiar la televisión.

 

Se detuvo justo a unos centímetros de la ventana que daba a una terraza, con su mano tocó el cristal creando que este se empañara. ¿Qué era lo que miraba? Las gotas caían una a una, como si de carreras se tratase. No era para nada divertido mirarlas, era aburrido, para su gusto. Alzó su mirada topándose con su reflejo… ¿Qué era lo que buscaba? El odiaba ese tipo de clima, lo hacía enfermarse con frecuencia, tener frío, estar de mal humor… pero algo le faltaba… Se miró y notó en su rostro un deje de tristeza y sin más, estirando sus brazos tocando las cortinas. Las cerró rápidamente.

 

Encendió su estéreo y se dedicó a escuchar la radio. Cualquier tipo de sonido era mucho mejor que escuchar el estúpido sonidito de la lluvia golpeando los cristales. Tomó alguna revista, la hojeó y tan rápido como la había tomado la había aventado… ¿leer algún libro? Era algo que había dejado de hacer desde que iba en el colegio, y todos esos libros en la repisa eran de su trabajo, y ya los había leído. A su mente llegó la imagen de su portátil, sin embargo esa estaba descompuesta y en su trabajo.

 

Recargó su cabeza en el acolchonado respaldo de piel, no tenía nada que hacer, salir en busca de sus amigos, no se podía, se enfermaría. Maldijo al mundo, se levantó con pesadez en busca de comida, caminaba a su refrigerador, pero no tenía apetito. Volvió a mirar la ventana… Y una sensación de nostalgia lo invadió…

 

 

 

Ahora ese agradable gusto por admirar la lluvia se ha ido… no soporto verlo sentado mirando al vacío… esperando algo que ya no llegara…

 

Seguías tu vida, tal cual pedí…

 

 

 

El teléfono sonó, se fregó sus grandes ojos y mientras se estiraba, dejó escapar un quejido. Dormir en un sofá no era lo indicado para pasar su fin de semana… El ruidoso aparato seguía sonando y sólo lograba ponerlo de mal humor. Colocando el teléfono en su oído contestó

 

-¿Sí?

 

-¡Buenos días! –se alejó un poco para evitar que esa chillona voz le lastimara los tímpanos.

 

-¿Qué quieres?

 

-Estás de un humor horrible…

 

-Ajá, como sea. ¿Para qué llamaste?

 

-¿Tienes ya los planos?

 

-Te los llevo en un rato. –Y sin más colgó

 

 

 

Como si nada hubiera pasado, nada.

 

Todo era normal…

 

Pero yo tenía la culpa ¿Verdad?

 

Éramos tan opuestos, lo que yo amaba tú lo odiabas… lo que tú amabas me disgustaba…

 

Nos hacíamos tanto daño… pero no podíamos vivir sin el otro.

 

Pedí que olvidaras mi recuerdo, todo lo que vivimos juntos. Todo, absolutamente todo.

 

Por tu bien. Porque quería que vivieras correctamente. Fui egoísta. Lo sé.

 

 

Las copas chocaron en el aire, dejando brincar un par de gotas traviesas bañando la mesa, se tomaron  el contenido de un solo trago, quejándose haciendo gestos arrugados y raros, debido a que raspaba como fuego su garganta.

 

Sus figuras bajo la poca luz, los chistes. Festejaban por el contrato firmado, porque ese proyecto no sólo era muy bueno y original, también les generaría grandes ganancias, reconocimiento en el mercado, clientes y un sinfín de cosas más.

 

-¡Por nuestro excelente amigo!

 

-¡Salud!

 

Volvieron a chocar sus copas, y siguieron riendo en medio del ruidoso lugar. Él, el joven con cabello castaño, sonreía como sólo el solía hacer, dedicando sonrisas picaras a las mujeres hermosas que pasaban cerca de la mesa, frente a él dejó su bebida, analizó a una bella jovencita que se contoneaba de un lado para otro… tambaleante caminó con un pie detrás de otro, pasó su dedo por la curvatura del hombro de aquella pelinegra.

 

Su charla se volvió amena, reían, y se dedicaban miraditas. Se levantaban a bailar y a beber. Ella lo besó fervientemente en la pista, entrelazando sus finos y delgados dedos con la cabellera de ese castaño. La pasión inundó su cuerpo y con sus manos traviesas recorrió la cintura de la chica…

 

 

 

Yo lo había deseado así… era mi culpa. Pero por lo menos no tenías aquel rostro que tanto odiaba.

 

Lo había pedido.

 

No podía soportar el dolor en tu rostro sufriendo por alguien que jamás volverá, viendo cómo te podrías lastimar en una forma de pago por lo que me hiciste.

 

Pero tu sonrisa… no era como la que tenía guardada. No era plena.

 

Y yo amor… tenía que hacer algo. Podía hacer algo.

 

 

 

Estacionó su automóvil justo enfrente de ese parque de diversiones, las ganas de taparse los oídos se hacían más fuertes al escuchar un bullicio en la caja. Salió de su automóvil y caminó temeroso. No frecuentaba esos lugares, pero algo lo había llevado ahí.

 

Había comprado un boleto, y se sintió extraño. ¿Qué haría él solo ahí? En medio de tanta gente… definitivamente estaba perdiendo la cordura. Caminaba mientras sus pensamientos buscaban una respuesta razonable de su comportamiento. Desviaba sus ojos conforme las personas iban y venían con sus rostros ruborizados con una sonrisa adornando sus rostros. Se dirigió hasta una banquita alejada del bullicio.

 

-Vaya… parece que no soy el único solitario aquí. –se sobresaltó y percibió que un joven se sentaba justo a su lado.

 

-¿Te conozco? –soltó casi a la defensiva, el otro estaba sonriente. Eso le molestó aún más.

 

-Quizá… -por un momento miraba a la nada, perdido. Pero en un par de segundos retomó aquella reluciente sonrisa.

 

-Ve a ligar con una niñita, no estoy interesado en tus palabras.

 

-Tus palabras son frías y directas. ¿No te sientes mal con el hecho de herir a las personas? –preguntó cruzando sus brazos esperando la respuesta.

 

-No. Largo, no te conozco.

 

-Tienes razón… me disculpo por eso, puedes llamarme Shin

 

 

 

¿Lo recuerdas?... Shin… soy Shin…

 

 

 

Enarcó su ceja, mientras aquello llegaba a sus oídos, ¿Qué acaso ese no era el nombre que le había puesto a un perrito viejo, descolorido y con unas enormes ojeras? Lo miró pudo imaginar aquellos ojos brillantes, unas pequeñas ojeras se dibujaban bajo sus parpados e incluso esa boca que el perrito tenía en aquel entonces. ¡No era posible! Una fuerte sensación se ahogaba en su garganta, intento retenerlo pero al no poder más, escupió la risa contenida, sus carcajadas eran lo suficiente notorias que la gente lo miraba con curiosidad.

 

-Supongo que nunca antes lo habías escuchado ¿Cierto?

 

 

 

Yo tampoco lo había escuchado… Nunca antes, hasta que me comparaste con ese animal ojeroso…Pero tú lo habías usado en mí. Y estaba bien, sólo por ti.

 

 

 

-No… -se tapó su boca, en un intento porque aquello le ayudara a contener aquellas carcajadas, cuando sintió que no habían más, respiró hondo mordiéndose el labio como precaución sí volvía a reír.- Sí lo había escuchado, tenía un perrito con ese nombre.

 

-Vaya, tengo el nombre de un perro, eso me emociona. – hablo irónico sonriendo de lado y pasados unos segundos ambos no pudieron contener más ese impulso por reír.

 

 

 

¿Hace cuánto que no escuchaba tu risa? Esa completamente llena de felicidad.

 

 

 

Pararon sus risas, se miraron y sonrieron, como si llevasen mucho tiempo de conocerse.

 

-Deduzco que con eso ya nos conocemos ¿No?

 

-No del todo pequeño… -habló serio, cosa que sorprendió al otro, luego sonrió amablemente y contestó: - Puedes llamarme… Shou.

 

 

 

Esto era justo como la primera vez… ¿Recuerdas amor? Nada de nombres reales, porque eso era falsedad.

 

 

 

-Mucho gusto, entonces… ¿Esto quiere decir que podemos divertirnos juntos?

 

-Posiblemente…

 

-Está bien, ven –el joven pelinegro se levantó haciendo un ademán con la mano, para que el alto lo siguiera, lo hizo sin saber a dónde irían.- Iremos a…

 

-¿Podríamos ir a aquel lugar? –el joven alto había señalado un juego, uno en el cual al parecer unas tazas bailaban alrededor, girando y girando.

 

-Es un buen inicio, amigo…

 

 

 

No lo recuerdas… pero yo lo recuerdo por los dos, ¿Sabes Shou?... nunca tuvimos una cita, tampoco nos conocimos en un lugar lleno de risas, ni siquiera nos hablábamos, no había confianza… nos odiábamos… O eso era lo que creíamos bajo las mentiras de nuestras familias.

 

Del odio, nace el amor… Vaya ironía.

 

 

 

Subieron temerosos, ninguno había estado en un lugar así, ni mucho menos había experimentado la sensación de subirse a ese tipo de juegos. ¿Y sí vomitaban? Ninguno llevaba algún cambio de ropa, pero… ¿Qué más daba? Eso no importaba, ni que fueran niños pequeños.

 

Mientras tanto, no se percataban de que las personas seguían mirándolos ¿Cómo era posible que dos hombres estuvieran juntos? Era raro, muy raro, sólo personas así hacían ese tipo de cursilerías… era cursi y horrible. ¿Qué no les daba pena? Ir como si nada, delante de tantos niños ¡Que alguien los corriera!

 

La gran taza comenzó a moverse lentamente, veían como su mundo alrededor daba vueltas, y sintieron como sus estómagos experimentaban una sensación extraña, como si quisieran vomitar, reír, como si este bailara. El juego comenzó a ir cada vez más rápido y sólo se escuchaba el motor y los gritos de los niños en las otras tazas bailarinas. En un intento por detener el juego sus manos tocaron los asientos y al instante sus manos chocaron con la del otro, se miraron horrorizados pero no rompieron esa unión, al contrario se aferraron con fuerza.

 

 

 

Nunca nos agarramos de las manos, no de esa forma… no al aire libre. Siempre fue con temor y a oscuras… no reíamos. No delante del otro, no hasta pasados unos años…

 

 

 

El juego se detuvo y no supieron en que momento comenzaron las risas, salieron y ni siquiera le dieron importancia a lo que sus manos seguían unidas. No era como si cargaras con el peso de algo sobre la mano, no se sentía, incluso llego a ser cálido, algo muy cómodo.

 

-¿Y ahora Shou?

 

-Ganemos un poco de juguetes.

 

-¿Alguna vez has hecho esto? –señaló la pared repleta de patitos simulando su viaje nadando aleatoriamente.

 

-Para nada, ni siquiera sé disparar un arma pero ¿Qué pierdo intentando? –sonrió dulcemente, el pelinegro se sobresaltó y agachó la mirada ocultando el rubor en sus mejillas.

 

 

 

Seguridad, eso eras tú. Un puñado de seguridad. Confiabas tanto en ti que conseguías todo en un abrir y cerrar de ojos.

 

 

 

Elevó el arma justo al nivel de su hombro, cerró su ojo para mirar con precisión un patito en particular. Sujetó con fuerza el rifle y tiró del gatillo. El pato cayó con un gran hoyo en la parte de su alita, y así. Él continuó disparando a los patitos que nadaban, fallaba cada vez que miraba de soslayo al pelinegro quién miraba fascinado, como él comenzaba a ganarle a los patitos.

 

El señor regordete, dueño del puesto. Impresionado le dio a escoger un par de juguetes al otro, el castaño escogió un perrito con largas orejas y peludo, peludo.

 

-Ten –estiró sus brazos ofreciéndole a Shin el pequeño trofeo, este lo miró a los ojos, la sensación de besarlo y abrazarlo se hizo presente pero en su lugar abrazó al peluche con fuerza, conteniendo sus ganas.

 

 

 

¿Por qué era tan difícil hacer esto? Quería besarte, tocarte…

 

 

 

-¿Y ahora Shou? ¿Qué hacemos?

 

-¿Te gustan los caballos? –volvió a tomar su mano, Shin levantó la vista con sus ojos abiertos, le acarició la mejilla y asintió. –Entonces vayamos hacia allá.

 

Caminaron juntos, entre todas aquellas personas que paseaban divertidas a sus hijos, entre quienes tenían su primera cita, entre quienes estaban ahí por trabajo o quienes simplemente querían divertirse. Como todos.

 

Se detuvieron justo enfrente de una máquina que comenzaba a girar lentamente, dentro habían unos caballitos sujetados por un tubo que subían y bajaban simulando su lindo trote. Shou se acercó hacia Shin y lo jaló hasta la entrada, compró dos boletos y esperaron hasta su turno. Cuando este llegó, entraron felices, y subieron al juego, tomando los caballos de la orilla. Nuevamente volvían a ver su mundo dar vueltas.

 

 

 

No era como drogarse, era mucho mejor la sensación, pero teníamos nuestros cinco sentidos a flor de piel. Solíamos soñar de forma irónica y despierta.

 

Creamos nuestro propio mundo.

 

Pero ya no existe, y ahora. Vives otro diferente.

 

 

 

-¿Sabes? – mencionó mientras se acercaba al oído de Shin, este dejó de observar a los niños que reían frente a él. Volteó a ver al castaño. - Nunca en mi vida he experimentado algo igual, me gusta sentirme así.

 

-¿Cómo? –preguntó curioso, aunque quizá él ya conocía la respuesta, quería escucharla y no adivinar, como siempre lo había hecho.

 

-Libre.

 

Su corazón comenzó a latir de forma irregular, sentía como si se le saliera del pecho, soltó una tímida risita y desvió la mirada.

 

 

 

No éramos libres, estábamos atados por culpa de la familia. Pero eso cambió para ti ¿Cierto? Eres libre, ya no atado a las reglas de tu padrastro… ni a las de todos tus familiares.

 

Estábamos en una jaula, podíamos volar en ese gran lugar pero nunca escapar.

 

 

 

-Entonces… ¿Nunca te has sentido libre? –dijo justo después de que se alejaran de toda la gente, para sentarse a tomar un ligero descanso, apartado de miradas.

 

-No es eso Shin… -soltó un largo suspiro, soltando la mano de Shin- sólo que no de esta forma, aún sin las cadenas de mi apellido. Sigo atado a las que yo mismo me he puesto. Pero ahora, es muy diferente. ¿Tú lo sientes? –habló mirándolo a los ojos, llevando las manos a su corazón.

 

-¿Sentir qué? –Sabía la respuesta, lo conocía. Pero aun así quería escucharla.

 

-No lo sé… es como si así, como si todo esto fuera irreal. ¿A esto se le llama disfrutar la vida?

 

 

 

Porque nosotros olvidamos lo que era vivir de verdad…

 

 

 

-Justo ahora lo siento Shou… -las palabras del mayor lo habían enternecido, haciendo que un nudo imaginario se sintiera en la garganta, sus ojos comenzaron a volverse vidriosos. No podía evitarlo más. Se apegó aún más a ese pálido rostro.

 

Con su mano derecha separó los mechones de la cara de Shou, y lo visualizó mejor. Aún las arrugas no aparecían en su rostro, no a los 31 años… sus enormes ojos se veían felices pero cansados, sus gruesos labios se veían tersos, y ese ceño fruncido no había cambiado. Delineó con la yema de su dedo índice los labios de Shou, cerró los ojos y lo besó.

 

 

 

Han pasado seis años… y tu rostro sigue siendo igual… se siente igual.

 

 

 

Shou había abierto sus ojos como platos ¿Cómo podía besar a un hombre? ¡El era heterosexual! ¡Estaba seguro! Pero… ¿Por qué mierda sentía ese nudo en la garganta? ¡¿Por qué?! Y esa calidez… lo invadía. Cerró los ojos y con sus brazos, sujetó la cintura del menor acercándolo más hacia él.

 

 

 

Eres cálido.

 

Justo como lo recuerdo. Justo como tu cuerpo lo recuerda…

 

Sin miedos, sin temores, ahora seguridad. Diferente a como solíamos besarnos en la oscuridad, a media noche. Justo cuando todos dormían. Amabas la oscuridad…. Yo la odiaba, las pesadillas llegaban a mí aterrándome.

 

 

 

Se separaron, el carmín decoraba ambas mejillas, su respiración era entrecortada. Ese beso era diferente a lo que habían experimentado, era diferente pero tan familiar. La sensación que producía en sus corazones, era la misma. Pero más intensa.

 

-Yo… yo lo siento- tartamudeó Shin después de unos segundos tratando de recobrar la compostura. Se golpeaba mentalmente… había perdido la compostura, lo había arruinado, no era así como lo había planeado… pero pasó.

 

 

 

Era algo que necesitaba. Lo extrañaba.

 

 

 

-¿Lo sientes? –habló un poco serio.

 

-Sí… yo… yo…

 

-Yo también lo quise, no te lamentes. Porque fue maravilloso.

 

La alegría invadió su corazón, tanto que las lágrimas contenidas le amenazaban por salir, se talló fuertemente los ojos apartando las lágrimas antes de que salieran, ya se había adelantado. No lloraría. Lo había hecho por mucho tiempo. Aunque él no pudiera hacerlo.

 

 

 

Porque sólo en lamentos, era la forma en la que podía torturarme y desahogarme. Los ángeles no lloran. Porque eso significaba seguir vivo…

 

 

 

-Te juro Shou… que no lo volveré a hacer. –habló temeroso, Shou sonrió y le revolvió el cabello.

 

-Está bien, vayamos a otro lugar ¿Entendido? –Shin se agarró fuertemente del brazo de Shou recargando su cabeza en este.

 

-¡Claro! ¿A dónde?

 

-Nunca he subido a la montaña rusa –por un momento Shin sintió escalofríos y Shou una gran descarga de adrenalina.

 

 

 

Odiaba las alturas… pero no podía morir, no dos veces.

 

Aún muerto, vivo gracias a ti.

 

Porque en ti veo, todos mis miedos.

 

 

 

Se sentaron, el joven y pequeño pelingro se aferraba con demencia a la mano de Shou que estaba sujetando el tubo que cuidaba que no se salieran del pequeño carrito. Sentía como Shin temblaba, se sintió un poco mal, acarició con ternura la carita de Shin.

 

-Sí no gustas, podemos bajarnos.

 

-No, así está bien. Confío en ti, todo estará bien porque estás a mi lado.

 

El carrito comenzó a moverse de forma lenta, primero por la plataforma baja y en un par de segundos aumentó el ritmo de forma drástica, los gritos y la fricción que hacía el carrito con las vías era lo único que se escuchaba. Los cabellos volaban agitándose por la velocidad y la imágenes que se percibían eran distoricionadas. Pequeños sollozos, algunos gritos desesperados, otros llenos de euforia. Pero Shin, dejó de sentir el pánico, aquella cálida mano tomando la suya, le hizo sentirse tranquilo.

 

 

 

Siempre íbamos a estar tomados de la mano ¿Cierto?

 

 

 

Se detuvieron y ellos reían a lo que sus voces daban, sus caras estaban sudorosas por la emoción de aquel juego atrevido. Bajaron y caminaron perdiéndose entre la multitud. A lo lejos visualizaron un área verde que era protegida por una pequeña barda, la saltaron sin problema y con agilidad.

 

Decidieron descansar en un árbol lejano, el calor quemaba su piel y bajo ese frondoso árbol no les pasaría nada. El aire era fresco y los refrescaba, no había necesidad de tomar un poco de agua. No la necesitaban, y sí la necesitaban no les importó. Shou se recargó en el tronco y Shin se sentó entre sus piernas, el castaño lo abrazó posesivamente. Colocando su cabeza justo al nivel del cuello de Shin, inhaló su aroma. Dulce, suave y fresco. Adictivo, volvió a respirarlo hasta inundarse los pulmones de el.

 

-Andas muy callado Shin… -habló por fin, rompiendo el silencio, no incomodaba sólo quería volver a escuchar al pelinegro hablar, que su voz tranquilizara su interior, que lo arrullara.

 

-Sólo disfruto de tu calor Shou

 

-¿Sabes? … Nunca me has dicho tu edad… ¿La puedo saber?  -preguntó curioso, no lo había pensado mucho pero eso le inquietaba.

 

-Veinticinco años –No se sobresaltó con la respuesta, al contrario, eso se le hizo aún más tierno. Sabía que él era mayor que Shin, pero ¿Qué más daba? La edad no importaba…

 

-Soy mayor que tú.

 

-Lo sé, pero eres igualito.

 

-¿Igualito?

 

-Sí… nada, nada olvídalo.-y con eso volvió a reinar el silencio, cosa que molestó a Shou… pero Shin andaba temeroso y emocionado. Estaba tan cerca de él que era prácticamente un sueño.

 

-Shin… sígueme hablando…

 

-¿De lo que sea?

 

-Lo que sea

 

-¿Ves allá? –elevó su delgado brazo y con su índice indicó el cielo del atardecer que le regalaba un rico color anaranjado a la tarde.

 

-Claro.

 

-Puedo ver todo desde allá, todos parecen diminutas hormigas, yendo y viniendo. Pero no es diferente de cómo dicen… Es hermoso estar arriba con un montón de placeres, disfrutando de lo que desees. Pero eso no es lo más importante. Puedo ver desde allá a algo que me llama más la atención que las estrellas.

 

 

 

Porque desde allá eres como un diamante, brillando por mi atención.

 

 

 

El castaño llevó su cabeza atrás, analizando cada palabra dicha por su pequeño, sonaba fantástico. ¿Pero de qué hablaba? Sonaba raro, no le entendía. Pero quería creer en sus palabras.

 

-Y… ¿Tienes algún sueño?

 

-Sí, poder encontrarme contigo.

 

 

 

Te esperaré.

 

 

 

Volvieron a tomarse de las manos, se besaron en medio del final del atardecer. Sus manos delicadamente rosaron sus cuerpos. Viajaron como si lo supieran de memoria.

 

 

 

Tu cuerpo aún me recordaba…

 

 

 

La ligera brisa no impidió que sintieran calor, que sus cuerpos comenzaran a sentirse agitados. Que sin pensarlo sus manos comenzaran a quitar sus prendas. No hubo palabras, no hubo conciencia sólo se dejaron llevar.

 

Las manos recorrieron el cuerpo del otro delicadamente, intentando de forma desesperada que se grabara. Los besos eran pausados, suaves y llenos de pasión. En sus cuellos quedaron marcas rojizas como muestra de que se pertenecían. Tocaron cada marca, cada curva. No hubo prisa.

 

Cuando sus cuerpos quedaron desnudos sobre el verde césped supieron que eso iba mucho más allá de todo lo que habían pensado. La felicidad no se limitaba a lo que habían pasado horas atrás. Shou masajeó sutilmente el pene de Shin, acariciando su bien formado trasero. Suspiros, suspiros y más suspiros. Eran una linda conversación en el aire. Cuando  El castaño relamió sus dedos dirigiéndolos a la entrada de Shin, cuando introdujo el primero, no sé quejó, el segundo simplemente cerró los ojos y en el tercero aclamó por más. Sentía como ese pequeño trio bailaba en su interior, Shou colocó con suavidad su miembro en la entrada de Shin. Y hasta entonces, desconocían lo que era el inició del éxtasis. El vaivén era rítmico, pausado y acelerado. Haciendo que ambos disfrutasen, se torturasen y gozaran.

El final se acercó justo cuando la corriente eléctrica recorrió toda su espina dorsal, la esencia del alto llenó al pequeño dejándolo en las nubes.

 

 

 

Tus manos eran heladas aquella vez, nuestra primera vez… los truenos ahogaban nuestras voces entre cortadas, me hiciste daño aquella vez. Nuestra primera vez.

 

Pero siempre fue diferente. Hoy recordamos lo que fuimos. Porque hoy dejamos nuestra huella marcada en nuestros cuerpos.

 

 

 

Ese ritual incansable, se repitió innumerables veces, sin cansancio. Tocaron el paraíso tan solo segundos, descubrían juntos lo que significaba el otro. Uniéndose.

 

Sus mentes se conectaron, y los recuerdos regresaron, tan sólo en un instante. De forma fugaz. Bañando los rostros de ambos. ¿Tanto había pasado? Aún faltaba mucho para volver a encontrarse. Las palabras sobraron y los pensamientos se hicieron cargo de la razón.

 

-Te amo Shin…

 

-Te amo Shou…

 

Tan instantáneo como un abrir y cerrar de ojos, los recuerdos se fueron y la conexión se cortó. Shou volvió a terminar en Shin y se separaron cansados. Se abrazaron, desnudos bajo la fresca noche

 

 

 

Pero… por un momento lo entendiste… entendiste todo, sentiste, me sentiste. Te sentí. Porque eso, es tocar el paraíso, tocar las nubes.

 

Porque nos amamos, como antes, como ahora. Como lo será en un futuro.

 

Sabes mi razón, lo supiste por un instante… para evitar tu dolor amor, sólo por esa razón.

 

Y esto tenía un fin, como la pobre Cenicienta… porque lejos de ser un lindo sueño, es una pesadilla. La pesadilla en la que yo tengo que irme.

 

Terrible ¿Cierto?

 

Pero me aferraré a este momento que estará en mis recuerdos. Por los dos, hasta que nos volvamos a unir amor. Sólo hasta ese entonces.

 

 

Con sus delgados dedos los vistió cual niño pequeño, sonriente, tranquilo y pensativo. Ahora su razón regresaba y desconocía el motivo por el cuál había perdido la cabeza por alguien como Shin, no sólo fueron unos cuantos besos, había tenido sexo, no, no era eso. Era algo mucho más, que hasta él desconoció… sin embargo no encontraba en su conciencia un gajo de arrepentimiento. Nada, sólo estaba pleno. Como nunca antes.

 

-Tengo que irme… -habló casi en un susurró, algo oprimía su corazón, pero acarició una vez más ese cabello negro.

 

-¿Por qué?

 

-Es noche, y… no podré… -deseaba que volvieran los recuerdos, que él recordará la razón. Pero no podía decirle nada, nada que involucrara la verdad, de igual forma lo olvidaría

 

 

Justo como al principio

 

 

 

-Yo…

 

-Conociste la verdad, los recuerdos regresaron y viviste. Sólo por favor vuelve a vivir, disfruta la vida. –Ya no podía seguir reteniéndolo por más tiempo, las lágrimas bañaron su rostro haciéndolo tartamudear un poco, pero tenía que estar seguro de sus palabras, para que se grabaran en el fondo de su amor. Tenía que hacerlo. Porque muy en el fondo Shou lo recordaba.

 

- Shin… yo… -definitivamente no entendía lo que hablaba ¿Recuerdos? ¿Vivir? ¿Qué no eso estaba haciendo? Pero esas lágrimas esas gotitas, le indicaban algo que temía. Eso no pintaba bien… y los pensamientos malos llenaron su mente. -¿Te volveré a ver?

 

-El día en que tus ojos se cierren, el día en el que tus latidos cesen. Ese día abrirás los ojos, estaré ahí a tu lado, y juntos encontraremos el paraíso. Porque yo te amo…

 

Sus manos tomaron el rostro de Shou, inconcientemente sin entenderlo lloró, lloraron. Shin se acercó temeroso a los labios de Shou, no quería hacerlo porque al hacerlo, todo acabaría. Sería el último hasta que se volvieran a ver… No lo retuvo más.

 

-Te amo, y te esperaré.

 

Lo besó y se desvaneció. Los recuerdos volvieron a desaparecer junto con esos pequeños destellos.

 

 

 

Justo como en el principio

 

 

 

Aquel tipo con cabellera castaña cerró sus ojos, como si soñara un dulce sueño, como si tuviera un dulce sabor de boca. Cuando despertara, volvería a sentir aquellos latidos que lo harían vivir. Hasta entonces… hasta entonces…

 

 

 

Pedí a cambio de un día, un solo día. Que lo olvidaras, que fuera como un sueño, pero a cambio vivirías correctamente corazón…

 

Porque también pedí que nos volviéramos a encontrar, para disfrutar lo que en esta vida se nos negó, poder cuidar de ti…

 

Porque yo siempre te esperaré… y te diré sin temor cuánto te amo. Porque alcanzaremos juntos la felicidad…. Porque mi vida eres tú… sólo tú…

 

Porque yo te amo… te amo Shou…

 

 

 

 

 

Notas finales:

Espero se entienda~ xD

Sí no pues, aclaro~ el que habla en cursiva es Shin... él murió. Y busca la felicidad de Shou <3

 

 

¡Listo! *-*

 

 

Un review por favor~ ;D


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