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Viernes por la noche por Etiel

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Notas del fanfic:

Hola gente hermosa!!!!

Yo aquí de nuevo trayendo un nuevo fic, cuando debería de terminar los que tengo XD, pero comprendanme un poquito, esos fics hacen que se me seque el cerebro de tanto pensar y es bastante complicado plasmar las ideas -.- 

Tenía muchas ganas de escribir algo que corto y no tan complicado, así que sin pensarlo mucho y con bastante inspiración de primedio, salió esto. 

Espero que sea de su agrado... porque a mi me gustó.. hehehe XD.

Bueno, ahora sí los dejo leer. 

Les mando muchos besos y que tengan una excelente noche :3

 

1

-          La cuenta, por favor- murmuró el único hombre que se encontraba en la barra.

-          200 pesos, señor.

Se levantó del banquillo, sacó su cartera y colocó el billete en la desgastada barra.

-          Buenas noches- dijo, tomando el último trago de su bebida y encaminándose a la salida.

Caminó con pasos firmes fuera del local, pero con la cabeza inclinada se dirigió a su coche, que se encontraba a dos cuadras. En cuanto lo localizó, abrió la puerta y la cerró. Se reclinó en el asiento y pasó sus manos por el volante, sintiendo la suavidad de éste de forma ausente. Se quedó ahí, con la mente en blanco y mirando por el parabrisas las calles oscuras y las personas ir y venir.

Tan ido y afligido, que si no fuera porque se encontraba en un área transitada y de buena reputación, lo más seguro es que ya lo hubieran sacado del auto con una pistola apuntándolo. Sin embargo, a él eso no le importaba. De hecho, él hubiera preferido que eso pasara, precisamente porque lo que estaba apunto de hacer, era algo a lo que le tenía más miedo que ser asaltado.

Se restregó una mano por los ojos e intentó despabilarse, sin embargo, resultaba casi imposible. Se sentía perdido, confundido y hasta molesto consigo mismo. Además de otras emociones que lo embargaban y lo estaban comenzando a volver loco, por la insistencia en que se presentaban. Hasta él mismo a veces se sorprendía de sus propios impulsos, de sus propios deseos y anhelos.  Sabía lo que satisfacería y calmaría su alma, y, detendría sus pensamientos, pero ahora resultaba estresante estar cerca de sus deseos, a sabiendas que era imposible tenerlo para él.

En un principio, sólo le gustaba estar entre sus piernas y regocijarse con esa pasión y tensión sexual que entre ambos se despertaba de forma inminente. Era como una ola de lujuria que se abalanzaba sobre ellos y los envolvía. Sin embargo, no era hasta que se encontraban satisfechos, que podían darse la espalda mutuamente o irse sin mirar siquiera atrás. Sólo fue sexo, sexo y más sexo. De alguna forma curiosa, eran los amantes perfectos. No había celos, no había amor, no había nada más que deseo por ambas partes, sin agregar,  que no eran amigos ni compañeros. Simplemente  dos extraños, ahogando sus paciones y disfrutándolo con sus cuerpos.

De eso, hace casi un año. Un año en donde simplemente se hablaron para decirse si podrían verse o no. Para ellos las palabras no existían y no pasaban más tiempo en la cama de lo estrictamente necesario. No es como si lo hubieran acordado o hablado. No, simplemente lo hacían y listo. Todos los viernes en la noche, en ese pequeño apartamento de mala muerte, en el que sólo había una cama y cerca de las 9 de la noche.

Sin embargo, ahora no es que no quisiera tenerlo a su lado y follarlo hasta desfallecer. No, ese no era el problema. El problema después de todo este tiempo, es que no supo en que momento empezó a odiar ese muro que se encontraba entre los dos y que los separaba mucho más, que si se encontraran a kilómetros de distancia, a pesar de estar tan cerca uno del otro. En la misma empresa, pero diferentes departamentos. Hasta sus casas estaban a pocas cuadras una de la otra.

-          Mierda- susurró, teniendo tantas ganas de echarse a llorar o de reír frenéticamente por su estupidez- no era necesario que me enamorara. No tenía por qué… ¿qué mierda me hiciste Alex?

Dejó caer la cabeza en el asiento del auto y soltó un suspiro con fuerza, como si con ese gesto banal pudiera desprenderse de todos sus sentimientos o por el contrario, aclarar su mente que se encontraba hecha un caos. A tal punto, que no hace más de cuatro horas había roto con su prometida. Cinco años de relación se habían ido al bote de la basura, cuando se dio cuenta que no la deseaba ni la amaba tanto como a su compañero de trabajo. Dejó ir a una buena mujer, por un hombre que sabía que no lo correspondería, que sabía que no dejaría a su esposa por un amor incierto.

-          Arruiné mi vida… mierda… mierda…- cerró los ojos abatido, golpeando sin mucha fuerza el volante- bien hecho, Rodrigo… la cagaste… la cagaste, y ahora por favor, vez y cágala también con Alex, para que termines de estar jodido.

Rodrigo estaba dispuesto a ir hoy, este viernes por la noche, y decirle a Alejandro como se sentía respecto a todo. Era la segunda peor idea que se le ocurría en el día, ya que la primera había sido terminar con su novia. Pero de la misma forma y aunque sabía que estaba cometiendo un reverendo error, era consiente que no podía seguir así. Ya no era capaz de fingir que estaba dispuesto a tomar a su amante y después dejarlo ir y vivir una vida que se había vuelto una mentira y un martirio. Quería liberarse de una vez por todas de ese malestar en su estómago y sentirse bien aunque fuera por una vez, aunque lo que viniera no le gustara.

Cuando su alarma sonó, anunciándole que eran las 8:30 se despabiló y encendió de una vez por todas, su auto. Era hora de enfrentarse a las cosas, de ser un hombre de verdad y decir lo que lo había estado carcomiéndolo desde hace dos meses. Pero claro, no lo haría hasta después de haber tomado a su compañero una vez más. Al menos, si esa era su última vez juntos, tenía que ser memorable.

 

2

 

Rodrigo llegó al apartamento 10 minutos después. Estacionó  el auto en el viejo garaje del edificio. Se tomó su tiempo para admirar el lugar y tratar de tranquilizarse. Respiró profundamente, sintiendo como su estómago, no paraba de estrujarse y contraerse con tanta fuerza, que era difícil pensar con claridad y mantenerse firme. Sin embargo, y a pesar de que no deseaba que todo esto acabara, sabía que era tiempo. Sólo esperaba que su amante, lo dejara terminar de hablar antes de irse.

-          Sólo un paso más. Un último paso- se dijo a si mismo, intentando darse confianza.

Subió las escaleras de los departamentos con lentitud, tomándose su tiempo para guardar a fuego, los fugaces recuerdos de él y Alex llegando ese lugar.  Rememoró con fervor, su encuentro ese día, la forma en que entraron con prisas para satisfacer una necesidad animal, que los había consumido desde la primera vez que estuvieron juntos y se entregaron. Esa vez encajaron tan perfectamente bien, que era como si eso fuera lo correcto y el pecado estuviera en que aún se encontraran con sus respectivas mujeres.

Abrió la puerta con su juego de llaves y se encontró con ese pequeño cuarto que ha guardado tantos recuerdos en sus cuatro paredes. Y que los ha protegido y aislado del mundo, para vivir una vida que está prohibida y que nunca debió haber sido. La primera vez que estuvieron juntos, ellos ni siquiera se conocían y a pesar de que ambos eran hombres, el destino logró que sus caminos se cruzaran y se unieran de una forma peculiar.

-          Si tan sólo no hubiera tomado tanto esa noche, si tan sólo hubiera dejado que me llevaran a casa mis amigos como se supondría, esto nunca hubiera pasado. Nunca lo hubiera conocido y nunca hubiera dejado a mi novia, por esto.

Cerró la puerta detrás de él y prendió la luz, sólo para encontrarse con la cama matrimonial y la puerta del baño semi abierta. Fue hasta la cama y se sentó; dejando caer la espalda contra el colchón. Pasó sus manos contra las sabanas, sintiéndose extrañamente reconfortado por algunos segundos. Le gustaba el olor a lavanda que despedía la tela, le hacía recordar buenos momentos. Giró el rostro y tomó una de las almohadas, abrazándola con fuerza, volviendo a la miserable realidad.

-          ¿Por qué las cosas tienen que ser así? ¿Por qué no lo pude conocer antes, cuando aún era soltero y podría haber dejado mi rostro entre sus piernas?

Se quedó quieto, pero con su mente  echa un caos por pensamientos contradictorios. Se ahogó en los hubiera y se perdió en el deseo de una vida con ese hombre, que lo estaba volviendo loco inconscientemente. Se encontró así, por un tiempo indefinido, en el cual nada más importó… nada, más que llorar su miseria.

El sonido de la regadera del baño, se escuchó con tanta claridad, que sacó a Rodrigo de sus pensamientos de forma tan brusca, que por un momento llegó a pensar que estaba imaginando cosas. Sin embargo, cuando se sentó en la cama y miró la puerta del baño con la luz encendida y la puerta abierta, se dio cuando que no era del todo su imaginación.

Con pasos vacilantes  y a sabiendas de que se trataba de Alex, se detuvó en el marco de la puerta observando el delgado pero macizo cuerpo de su amante. Sus cabellos castaños se veían negros por el exceso de agua y su piel blanca brillaba como un diamante en bruto; destacando su singular belleza y sexualidad. Bueno, para Rodrigo así era. Para él, Alex era él hombre más guapo que había conocido, a pesar de que éste tuviera la nariz ligeramente torcida y algunos defectos, que no lo hacían lucir como una estrella de cine, pero eso sencillamente era irrelevante. Rodrigo amaba su cuerpo y todo de él. Todo lo que conocía. 

-          ¿Hace mucho que llegaste?- se escuchó preguntar Rodrigo, sin acercarse, pero con sus ojos fijos en el cuerpo de su amante.

-          Diablos, me asustaste- murmuró, Alex. Se dio la vuelta y ambas miradas castañas, se encontraron de forma inminente- No, hace como unos 5 minutos. Estabas dormido, así que decidí no despertarte- explicó, un poco incomodo, porque está era la primera vez que comenzaban una conversación amena.

-          ¿Por qué te bañas antes de…?- preguntó, comenzándose a quitar el traje.

Alex, siempre llegaba primero al cuarto y tomaba una ducha antes y después del sexo. Eso era algo que Rodrigo, siempre había querido peguntar, pero que no se había atrevido. Principalmente por los lapsos de silencio que se acoplaron también entre ellos, así que sin darse cuenta, se convirtió como en un pequeño ritual al que se había acostumbrado y el que a veces detestaba, pues prefería oler su aroma corporal, que el jabón de la ducha.

-          Como luego ando de aquí para allá en la oficina, sudo mucho y es incómodo- se explicó, mirando como su compañero se sacaba los pantalones y la ropa interior.

-          Mmm… a mí me gusta como hueles- murmuró Rodrigo, cohibido y sintiéndose como un tarado, al terminar de decir esas cuantas palabras.

-          Ya… vale, lo tendré en cuenta la próxima vez- dijo, sintiéndose cada vez más incómodo por ese momento tan intimo, que estaban teniendo.

-          Sólo… no te esfuerces- intentó sonreír, pero en su lugar salió una mueca forzada, más que una sonrisa cómplice.

-          Ok.

 

Fue lo último que dijo antes de tener los labios de Rodrigo sobre los suyos. El beso fue lento, pero dominante. Quería disfrutarlo y así lo hizo. Acarició suavemente las mejillas y cabello de su amante, perdiendo en el sin fin de  sensaciones que despertaba ese simple beso. Deseaba con todas sus fuerzas convencer silenciosamente a Alex de que se quedara con él, pero sabía muy dentro de si mismo, que eso no iba a suceder.

 

3

 

Parecía que la cama no era tan grande como realmente se suponía, pues sus cuerpos se movían con una ferocidad y una pación completamente desenfrenada. Era como si ambos supieran de antemano, que esta iba a ser la última vez que podrían estar juntos y consumar un amor, que se encontraba atrapado entre esas cuatro paredes. Por ello, querían entregar todo. No deseaban arrepentirse después. Sólo por esta vez… se repetían ambos, como cada vez que tenían sexo.

Al terminar y que el orgasmo llegara con tanta fuerza como en un principio, ambos quedaron completamente agotados. Rodrigo, permaneció sobre la espalda de Alex, varios minutos, intentando controlar la respiración y de disfrutar de tal placer. Cuando estuvo un poco más tranquilo, se deslizó a un lado. Giró el rostro para mirar a su amante, que se encontraba con el rostro enterrado en la almohada, aún temblando por el recién orgasmo.

-          No puedo creer que haya aguantado una tercera ronda a mi edad…- murmuró, Alex. Giró el rostro, percatándose de que Rodrigo lo miraba tan intensamente, que se cohibió. Enterró de nuevo el rostro en la almohada y se acomodó mejor en la cama.

-          Vamos, hombre. Hablas como un anciano- le recriminó, Rodrigo.

 

Llevó su mano hasta la espalda de su compañero y comenzó a masajear la parte del coxis. El cuerpo de  Alex se tensó ante el toqué, pero no hizo nada para rechazarlo o decir comentario alguno sobre esa pequeña muestra de afecto, que le estaba mostrando y que hasta ahora, no se había presentado.

-          ¿Cuántos años tienes?- insistió, Rodrigo.

Se acomodó en la cama y esta vez, comenzó a masajear la espalda y los hombros; intentando que el ambiente perdiera esa incomodidad que podía percibir de parte de Alex.

 

-          32- murmuró, sacando la cabeza y mirando al lado contrario a donde se encontraba su pareja.

-          Vaya, eres mayor que yo- comentó al aíre y siguió con lo suyo.

-          ¿Y tú?- preguntó, después de varios minutos.

-          ¿Yo, qué?- se hizo el desentendido, sonriendo espontáneamente.

-          ¿Cuántos años tienes?- finalizó, dejando pasar un lapso de silencio corto.

-          29- respondió, sin vacilación- quien iba a pensar que eras mayor que yo. Te vez bastante joven.

-          Supongo…

Después de esa pequeña charla, ambos guardaron silencio, todo el tiempo que Rodrigo estuvo masajeando la espalda de su amante. Disfrutó del momento y miró disimuladamente el rostro de Alex, que se encontraba tan pacifico con los ojos cerrados. Parecía como si durmiera plácidamente, aunque la verdad era que se encontraba más que atento a lo que hacía Rodrigo.

-          ¿Se siente bien?- preguntó, sólo para confirmar que estuviera despierto, más que por otra cosa.

-          Sí. Eres bueno en esto- respondió sin abrir los ojos- ¿Alguien te enseño o tú solo aprendiste?

-          Gracias, se hace lo que se puede- rió suavemente- y sí, mi papá en sus tiempos libres fue a algunos cursos y como estaba tan emocionado por lo aprendido, insistió en enseñarme.

-          Vaya, que genial…- abrió los ojos y miró la pared, atentamente- ¿Te llevas bien con él?

-          Por supuesto. El viejo solía ser de esas personas que siempre lleva una sonrisa en el rostro y un hombre bastante despreocupado- contó, bastante animado- aún en las ocasiones más fatalistas él no se amedrentaba  con nada. Era bastante optimista y con un sentido de la justicia, bastante arraigado… era un ser humano único.

-          Lo siento- murmuró, al entender las cosas.

-          ¿Por qué te disculpas?- volvió a reír- amo hablar de mi viejo, me gusta presumirlo- se inclinó y besó su nuca- ¿tú, te llevas bien con tu papá?

-          Mmm… sí, pero no de la misma forma que tú…

-          ¿Es muy estricto?

-          Mmm… más o menos…

Rodrigo se percató, que Alex tenía intenciones de levantarse, así que se quitó de encima y se sentó a un lado. Recargó su espalda en el respaldo de la cama y observó como su compañero se daba la vuelta, quedando boca arriba.

-          Es una persona difícil de complacer…- continuó, Alex- pero es un buen hombre y un gran padre- se encogió de hombros.

-          ¿Tienes hermanos o hermanas?- preguntó, Rodrigo. No quería perder el hilo de la conversación

-          No, soy hijo único. ¿Tú?

-          Un hermano menor que aún está en la Universidad.

 

Alex tapó a ambos con la sabana, a pesar de que se encontraban sentados y separados. Cosa que no pasó por alto Rodrigo, pero que no dijo comentario alguno. Simplemente se quedó en donde estaba, mirando fijamente a su amante. No era capaz de apartar los ojos de la delgada figura de Alex, pero en un instante su atención se concentró en su rostro, por la pequeña sonrisa que se formó en sus labios y que le robó el aliento.

-          ¿Pasa algo?- se animó a preguntar Rodrigo, después de ver como el otro negaba con la cabeza, sin borrar de sus labios esa pequeña sonrisa que pocas veces se formaba.

-          Es gracioso.

-          ¿Qué?

-          ¿Llevamos, qué será…? ¿Un año intimando? y está es la primera vez que hablamos- se encogió de hombros y se pasó una mano por la melena castaña- sólo digo que es gracioso y extraño.

-          ¿Te molesta?

-          No. Es sólo que hasta cuando compraste este lugar, no nos dirigimos ni media palabra ni nos pusimos de acuerdo…

-          Lo sé… pero era mucho más seguro que pagar un hotel todos los viernes. Además, este cuarto esta a varios kilómetros de nosotros vivimos.

-          Lo comprendo perfectamente- amplió su sonrisa y después se borró por completo- sin embargo, he de admitir que hoy estás extraño… ¿pasó algo?- todo el tiempo se quedó con la vista plantada en las sabanas que los cubría, siendo incapaz de enfrentar la oscura mirada de Rodrigo.

-          Se podría decir- bajó y subió los hombros, se inclinó para recoger sus pantalones, sacar de ellos una cajetilla de cigarros y el encendedor- ¿Quieres?

-          Mmm… claro- prendieron los cigarrillos y se quedaron callados unos segundos, disfrutando cada uno del humo que inundo el lugar- ¿y bien?

-          ¿Y bien, qué?- se hizo el desentendido de nuevo, jugando con su cenicero portátil.

-          No me respondas con otra pregunta, hombre- le recriminó, frunciendo el ceño, al escuchar la risilla traviesa de su amante.

-          Ya… ya… no te enojes- le dio una calada a su cigarrillo- rompí con mi novia…

 

El ambiente que hasta ese momento había estado relajado, se tensó con apenas esas cuatro palabras. Ambos hombres guardaron silencio, hasta que se  acabaron sus cigarrillos, después tomaron una mejor posición. Cuando Alex se sintió con mucha más confianza en si mismo, se atrevió a preguntar que era lo que había pasado, como para romper con ella. Tenía miedo de la respuesta que su amante le pudiera dar, pero la curiosidad pudo más.

-          Ya no era lo mismo… supongo- se encogió de hombros.

-          ¿Cuánto tiempo duraste con ella?

-          5 meses- mintió.

-          Ah… ya- tomó otro cigarrillo de la caja que se encontraba entre ellos- ¿La querías mucho?

-          Sí, ¿por?

-          No, nada. Es que para sólo llevar 5 meses con ella… parece que te afectó mucho.

-          ¿Por qué dices que me afecto mucho?

-          No sé- se encogió de hombros- así lo siento, ¿me equivoco?

 

-          No… no… no te equivocas- volvió a mentir.

 

Era bastante cierto que Rodrigo había amado mucho a Amelia, pero de la misma forma también era correcto decir, que desde mucho antes que estuviera con Alex, él ya no sentía nada por su prometida. Todo le parecía banal y aburrido, pero tal vez por la costumbre y la confianza que ambos se profesaban era por lo que no se separaron. Lo único diferente ahora, es que ya no soportaba estar entre los brazos de su novia, después de haber estado con Alex. No era lo mismo, su cuerpo ya no reaccionaba con ella y su corazón cambió de dueño mucho antes de que él mismo se diera cuenta.

-          Lo siento, hombre, ya encontraras a la correcta- le intentó animar sin mucho éxito. El rostro de Rodrigo no cambio su expresión sería, ni mucho menos su mirada triste.

-          Tal vez- suspiró con fuerza y después de pensárselo unos segundos, levantó el rostro y preguntó lo que le llevaba carcomiéndole la cabeza, desde que se dio cuenta de los sentimientos por Alex- ¿Eres feliz…- murmuró, bajando de nuevo el rostro y mirando las sabanas- ¿Eres feliz con tu esposa?

Alex no contestó de inmediato, es más, se tomó su tiempo para pensar en la pregunta tan compleja que le había hecho su compañero. Llevaba casado 3 años, no tenían hijos; porque así lo habían planificado- al menos por el momento-.Se llevaban bien, entre lo que cabía. Ella era cariñosa, amable, simpática… -en fin-una buena mujer. Él, hasta antes de conocer a Rodrigo nunca pensó en engañarla y menos con un hombre. No era gay. Bueno, estaba seguro que ningún otro hombre la había atraído tanto como el moreno.

-          No sé si mi concepto de felicidad sea el mismo que el tuyo, pero sí… soy feliz con ella.

-          ¿La amas?

-          Lo hago.

 

Saber de ante mano la respuesta a la pregunta, no hacía que doliera menos escucharla de los labios de la persona que amaba. Realmente, una pequeñita parte de él, deseaba que él dijera lo contrario. Ahora, las cosas ya estaban mucho más claras y el valor que no había tenido para iniciar esa conversación, apareció por si solo. Dolía… vaya que dolía, pero tenía que hacerlo.

-          Me alegro… me alegro que seas feliz- se relamió sus labios secos e hinchados por los furtivos besos que se habían dado – así que creo que esto debe de terminar… no está bien que engañes a tu esposa- su voz salió ligeramente distorsionada al final, pero con un simple carraspeo volvió a la normalidad- olvidemos lo que hemos hecho hasta ahora y sigamos con nuestras vidas.

Alex se quedó callado y conmocionado por las palabras de su amante. Nunca se esperó que algo así pudiera pasar. Bueno, no es como si fueran a seguir esto para toda la vida, pero nunca se llegó a imaginar que las cosas terminarían tan pronto.

-          ¿Por qué?- se atrevió a preguntar Alex, después de algunos segundos de silencio tenso.

-          Porque es tu mujer, la persona con la que pasaras el resto de tu vida y a la que amas. No puedes seguir engañándola de esta forma.

-          No, no me refiero a ese por qué- se mordió el labio y frunció el ceño- me refiero a por qué hasta ahora te a preocupado que esté casado. Hasta hace unos minutos estábamos teniendo sexo, como si no hubiera un mañana y ahora vienes y me dices que quieres que se acabe todo esto. ¿Por qué?

-          No importa el porqué.

-          Claro que importa.

-          No, lo único que te debería de importar es tu esposa.

-          No cambies de tema.

-          No estoy cambiando de tema, te estoy respondiendo…

-          No, no me estás respondiendo, simplemente evades el tema y divagas.

-          No lo hago.

-          Rodrigo- dijo por primera vez su nombre, con una voz sería y firme- Dime, ¿por qué?

El moreno, bajó la cabeza. Se pasó una mano por los labios. Se deslizó en la cama, hasta dejar sus pies en el frío suelo y darle la espalda completamente a su amante. Se quedó así: con la cabeza inclinada y los hombros caídos, por varios minutos, minutos en los que ninguno de los dos se atrevió a decir nada. Uno, porque no encontraba las palabras exactas para expresar todos sus sentimientos y el otro, por respetar el silencio de su amante.

-          Te amo- susurró, enterrando sus dedos en su cabello y cerrando los ojos con fuerza- Te amo, como no tienes idea.

Alex, se quedó literalmente sin aire y sintió su corazón saltar con fuerza y bombear de la misma forma, mientras su estómago se contrajo despiadadamente.  Sin embargo, sin importar el repentino ataque de euforia, su mente se mantuvo fría. De esa forma, logró contestar lo que a su parecer era lo correcto.

-          Yo… - comenzó a decir Alex, con la boca seca y el corazón a mil por hora- yo… lo siento.

Esas simples palabras, lograron que Rodrigo se sintiera libre y de misma forma la persona más miserable del mundo. Dejó caer sus brazos en sus piernas desnudas y abrió los ojos, parpadeando repetidas veces para que las lágrimas no se atrevieran a bajar. No quería dar un espectáculo, nunca lo había hecho y por supuesto, no iba a comenzar a hora. Respiró profundamente y carraspeó un par de veces, logró que la voz saliera… tal vez no firme como en un principio, pero lo suficientemente audible para que su acompañante lo escuchara.

-          No lo sientas… yo no lo siento, sabes- comenzó a morder su labio como si se tratara goma de mascar y cuando se detuvo-No es como si tu lo hubieras planeado o como si yo hubiera esperado que esto pasara… simplemente se dio y ya.

-          Por eso ahora quieres acabar… con todo esto.

-          Es lo más sensato que puedo hacer- se encogió de hombros- si por mí fuera, hubiera intentado sonsacarte hasta que cayeras. Somos compatibles en la cama y es fácil llevar una conversación contigo, como he podido ver hoy. Pero no creo que sea justo para ti.

-          ¿Eres gay?- preguntó aún sentado cama y recargado en la pared.

-          No, nunca me imaginé que me gustara estar con un hombre… ¡Diablos! Ni nunca me pasó por la cabeza que podría llegar a enamorarme de uno- rió forzadamente, a pesar de que un par de lágrimas terminaron por rodar por su mejilla- ¿Tú? ¿Eres gay?

-          No, me pasa igual que a ti.

Miró la amplia espalda de su compañero, sintiendo el impulso de ir y abrazarlo. Deseaba consolarlo y decirle que él lo amaba tanto como él se lo había dicho, pero no lo hizo. Se controlo lo suficiente como para quedarse en su lugar y permanecer lo más quieto posible.

-          Antes de ti, ni siquiera había pensado en ponerle los cuernos a mi esposa.

Ante la pequeña broma, ambos rieron amargamente, por el destino tan injusto que les había tocado. La necesidad creciente de amarse, era algo palpable para ambos, era como si fuera lo correcto, como si estar juntos fuera lo predestinado. Sin embargo, no importaba que tanto quisieran amarse. No podían. Algo dentro de sí mismo les impedía dar ese gran paso. Tal vez, el miedo a lo desconocido, al que dirán, a ser diferentes o tal vez… sólo tal vez, al miedo de saber que su amor no era tan fuerte como para llevarlo más allá de esas cuatro paredes.

-          Que patéticos somos- murmuró Alex, sintiendo como su corazón se encogía y su garganta se cerraba.

-          Ni que lo digas hombre- contestó, borrando el rastro de las lágrimas y masticándose el labio, como siempre que se encontraba desesperado y ansioso- bien, creo que es hora de que me vaya…

 

Se levantó de la cama y comenzó a buscar su ropa. Alex, por su parte, se quedó quieto, con los puños contraídos y mordiéndose el labio con fuerza, para no dejar salir ni un sollozo o intentar detener a la única persona, que quería a su lado. Amaba a su esposa, pero también amaba a Rodrigo… eso era algo que no podía negarse a sí mismo. Sin embargo, por mucho amor que le profesara, tenía una vida hecha y no la tiraría por algo de lo que no estaba seguro que duraría.

 

-          Adiós, Alex- dijo, sin mirar atrás y con la mano en la perilla de la puerta- espero que seas muy feliz. Te deseó lo mejor- apretó con fuerza los ojos, sintiendo de nuevo como las lágrimas caían silenciosamente.

Alex, estuvo apunto de gritarle que esperara, que no se fuera, que hablaran… que lo amaba tanto como él lo hacía, pero aun a pesar de que abrió la boca, no salió ni un sonido de ella. Sin embargo, su rostro si que se encontraba empapado en lágrimas, las cuales no había podido contener. Cuando la puerta se hubo cerrado, Alex dejó salir el fuerte sollozo que tenía atorado en la garganta.

Se había acabado… después de casi un año, las cosas habían llegado a su fin.

 

4

 

Rodrigo pensó ingenuamente que después de alejarse de Alex, las cosas serían por un tiempo dolorosas, pero luego todo volvería a ser como antes. Sin embargo, habían pasado cerca de 10 meses, desde que se había separado del castaño y aún sentía que el dolor lo ahogaba y la desesperación por el cuerpo de su amante era algo que lo desquiciaba por las noches. Cosa que no ayudaba en lo más mínimo a que lograra superarlo.

A veces, no quería despertar, deseaba con todo su corazón quedarse atrapado en sus sueños. Ahí, Alex era suyo y no tenía que compartirlo con nadie. Podían hablar de lo que quisieran y por encima de ello, saciar su famélico estado. Sin embargo, los sueños eran cada vez más cortos y las apariciones de Alex, cada vez menos frecuentes como en un principio. Por ello, Rodrigo en un intento de vivir de una ilusión, fue y se instaló en el pequeño cuarto que por un año compartió con Alex. De eso, hacia unos 6 meses.

Era consiente cuan perjudicial era para él tomar esa actitud, pero realmente su alma descansaba en paz cuando se encontraba ahí. Había empezado, por ir solamente los viernes por la noche, pero ahora era el único lugar donde se sentía tranquilo y en paz. Ese pequeño cuarto guardaba tantos encuentros y recuerdos invaluables, que aliviaban y alimentaban su alma. Ahora no le importaba nada ni nadie, lo único que quería y en donde le gustaba estar, era ahí.

A él nunca le habían gustado la rutina, era una persona espontanea y bastante alegre. Con su autoestima alta y con una confianza en sí mismo que había heredado de su padre, pero ahora se reducía a un hombre que trabajaba por las mañanas, comía con sus compañeros de trabajo por la tarde, por la noche iba al gimnasio y regresaba a dormir al pequeño cuartucho. Los fines de semana salía con algunos de sus amigos, que intentaban levantarle el ánimo, sin mucho éxito. Pero al final, siempre regresaba al mismo lugar y se encerraba en sí mismo, sin permitir que nadie se acercara lo suficiente para saber que era lo que realmente le sucedía.

Se encontraba en un estado de depresión del que ni siquiera se esforzaba por salir y el cual envenenaba su alma. Lo hacía pensar continuamente en suicidarse, en acabar de una vez por todas con ese dolor que lo estaba matando y ese vació que nada llenaba, y, que lo hacía sentir miserable todo el tiempo.

El pensamiento de suicidio estaba constantemente en su mente o más específicamente esa noche. Estaba tan seguro que sus pensamientos se terminarían haciendo realidad, que asustado de sus propios impulsos, salió de su casa. Se metió en su auto y manejó sin rumbo alguno. Se perdió entre el mar de carros, intentando despabilar su mente. Pero eso no funcionó, así que sin saber lo que hacía se estacionó en un lugar y bajó del auto.

Caminó y caminó por horas, sin saber qué hacer… se encontraba tan perdido en sí mismo, que cuando sus piernas se detuvieron, se dio cuenta que se encontraba frente al restaurante/bar, en donde había conocido a Alex y en donde había comenzado todo. Sin saber por qué, entró en el lugar. Se sentó en la barra y pidió una bebida.

Al tomar el primer trago, sintió como algo cálido comenzó a bajar por sus mejillas, éstas ardían mucho más que la bebida que se había pasado de un solo trago. Bajó el rostro y sin importar quién lo viera o qué tan patético se viera: lloró. Lloró como no lo había hecho en todos esos meses, lloró por la perdida de su ser amado y porque incapacidad de luchar por él. No permitió que ningún sollozo se escapara de sus labios, lo que provocó que sus hombros se movieran de forma convulsiva.

Se encontró en ese estado por más de dos horas, en donde no dejó de llorar ni de beber. El barman que en un principio lo había mirado raro, lo ignoro disimuladamente, más que nada porque comprendió que el hombre necesitaba desahogarse a gusto. Además, mientras no molestara a los demás clientes todo estaba bien.

Cuando las lágrimas no salieron más, Rodrigo se encontraba aún sobrio, pero un poco más tranquilo. Lo suficiente como para saber que suicidarse no serviría de nada, aunque claro, que el pensamiento seguía estando ahí.  Se limpió el rostro con torpeza y se llevó un cigarrillo a los labios, intentando de una vez por todas tranquilizarse. Fumó lenta y perezosamente, perdiéndose en los recuerdos. Como últimamente era muy típico de él.

-          Hey, amigo. ¿Me regalas un cigarrillo?- dijo una vocecilla de su lado izquierdo, sacándolo de sus pensamientos y trayéndolo a la realidad… a su dura realidad.

-          Claro- dijo sin voltear a ver quién era.

-          Gracias- murmuró, prendiendo el cigarro y exhalando el humo lentamente- oye ¿Estás bien? Te vez muy pálido.

-          Estoy bien…

-          ¿Seguro?

-          Sí

-          Mmm…- tomó asiento al lado de él y pidió una bebida, también- pues a mí me parece lo contrario…

-          ¿Sí?- espetó- ¿Crees que me importa lo que pienses?

-          No, pero por lo menos deberías de dejar de tomar- puntualizó, encogiéndose de hombros- ahogar las penas en alcohol, es lo peor que se puede hacer.

-          Bueno, es la única manera que encontré de no darme un tiro, así que… ¿por qué no dejas de molestar y mejor te largas?

-          Mmm… nada vale la pena para hacer un acto tan cobarde. Siempre hay una solución, aunque no la veas en estos momentos.

-          Bueno, pues yo no la encuentro- contestó secamente.

-          En ese caso no estas buscando en el lugar correcto. Uno cuando está dolido, piensa que se nos viene encima el mundo. Nos sentimos solos, incomprendidos, enojados con todos, tristes por nuestro destino y anhelamos esperanza; pero de lo que no nos damos cuenta es que la esperanza no va a venir por si sola. ¿Sabes, por qué?

-          No

-          Porque en el transcurso de nuestras penas, la hemos perdido. Por ello pensamos que todo está acabado, que no hay más que podamos hacer. Cuando se acaba la esperanza, es como si hubieras muerto en vida. Te encuentras tan vació y miserable, que te aislaras en tu propio mundo hasta que llegues al punto de querer acabar con tu vida. Algunas personas piensan que es difícil suicidarse, pero están en un error. Tomar la decisión es fácil y hacerlo mucho más, pero vivir… eso si es lo complicado. Enfrentar tus miedos y salir adelante es lo que los valientes hacen, los cobardes son los que buscan la salida fácil. Pero sabes algo amigo, cuando lo logras superar tus miedos, te das cuenta de cuan hermosa es la vida.

Rodrigo, tomó un cigarrillo de su caja y fumó tranquilamente, junto al extraño que no había volteado a ver y al que ni siquiera se molesto en contestar. Simplemente se quedo ahí, tomando y reflexionando sobre lo que había escuchado. Después de un lapso de tiempo bastante largo, se escuchó preguntarle al extraño:

-          ¿Qué te ha pasado a ti para saber esto?

-          Dejé ir a la persona que amo. Estaba tan asustado de lo que sentía y de todo, que simplemente lo dejé escapar de mi vida. ¿Y a ti? ¿Qué te ha hecho tan miserable que has pensado en suicidarte?

-          Lo mismo que a ti, curiosamente- se encogió de hombros- Tenía una novia con la que estuve cerca de 5 años y con la que pretendía casarme, pero antes de darme cuenta me enamoré de un hombre… un hombre que me correspondió en la cama, pero que no pudo darme su corazón, porque ese ya le pertenecía a su esposa. Lo dejé ir, sabía que él sería mucho más feliz con ella que conmigo, pero nunca me imaginé, que no tenerlo cerca me afectaría a tal punto de querer hacer una locura…

-          ¿Aún lo amas?

-          Como no tienes una idea… como no tienes una jodida idea, amigo.

 

Una risilla suave sonó cerca de su oído y por alguna extraña razón lo hizo sentir enfadado, pues sentía como si se estuviera burlando de lo que había dicho. Furioso con el sujeto que había hablado hasta ahora, se volteó para golpearlo hasta el cansancio. Sin embargo, cuando se percató de quién había estado a su lado por más de dos horas, quedó en shock.

-          Gracias a Dios, porque yo también te amo, Rodrigo. Yo también te amo- riendo suavemente y con su rostro empapado en lágrimas, se encontraba Alex- Lo siento tanto, siento haberme dado cuenta tan tarde de cuanto te necesitaba en mi vida, de cuanto te extrañaba en mi cama… hombre… ni siquiera era capaz de probar bocado, sin sentirme miserable. Al parecer a mi esposa no le gustó mi actitud y terminó por pedirme el divorcio…

Rodrigo, quien pensaba que se encontraba seco, por haber llorado tanto esa noche, sintió –para su total sorpresa- como de nueva cuenta su rostro se encontraba empapado. Tomó su bebida de un solo trago y respiró profundamente, intentando tranquilizarse, pero, por supuesto, no lo logró.

-          Que patético somos- murmuró Alex, colocando su mano encima de la de Rodrigo y entrelazando sus dedos.

-          Ni que lo digas, hombre… ni que lo digas…- rió y apretó con fuerza el agarré de su pareja, antes de dejar caer su cabeza en el hombro del castaño.

                                                                                                                                               

Fin

Notas finales:

¿Les gustó?

¿Sí?

¿No?

¿Por qué?

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 Bueno, espero que haya sido de su agrado y nos estamos leyendo en mis otros fics. Claro, si son mis lectoras, sino.... pushhhh bye... bye 

-3-

 


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