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Tempestad por orquidblack

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Notas del fanfic:

Kyo Kara Maou, no me pertenece.

 

Ya había publicado este fic en otra pagina antes, así que no es plagio.

 

Tempestad

Capítulo 1

La tempestad se había desatado. Las gotas de agua caían sin tregua alguna, danzando sin cesar entre medio de la oscuridad, y del espeso follaje de los árboles del abismal bosque, en el que el trío de figuras masculinas se encontraban paradas. Los tres ya se encontraban con sus ropas, cabellos y piel, totalmente empapados. Uno de ellos no se dignaba siquiera a mirar a sus acompañantes, aún, a pesar del difícil panorama intentaba encontrar una razón lógica que pudiera explicar el cómo llegaron a una situación como esa, pero su cabeza no le daba frutos. Nada, nada, lo explicaba. Sus años y experiencia como soldado nunca lo habían preparado para una situación tan patética.

-¡Maldición! ¡Maldición! ¡Maldición!-terminó por mascullar aquella figura, que irritada pasó con algo de violencia una de sus blancas manos por encima de sus abundantes cabellos rubios.

-Calma, Lord Bielefeld. Ya encontraremos el camino de regreso-lo animó una de las figuras, cuyos anteojos ópticos a pesar de encontrarse empapados parecieron brillar con astucia y diversión, por la seguidilla de maldiciones que lanzaba el rubio demonio. Gesto muy típico de la personalidad del Gran Sabio, Ken Murata.

La última figura del grupo se acercó al rubio, quiso ponerle una mano sobre el hombro para animarlo, pero el otro se aparto con brusquedad.

-¡Vamos, Wolf! Te prometo que todo estará bien. No fue culpa de nadie que nos perdiéramos en la lluvia-le aseguró en tono conciliador, buscando su mirada después de su obvio rechazo.

Wolfram lo miró, atrapando al joven rey en una mirada glacial desde sus profundos ojos verdes, como si lo estuviera convirtiendo en diminutos trocitos. ¿Por qué ese enclenque gobernante que tenía nunca entendía nada? Acaso no se daba cuenta de la afrenta que significaba para un noble como él, el sólo hecho de haberse perdido en medio de un bosque desconocido, en un país extranjero, con esa horrible lluvia, y para rematarla con las dos figuras de más autoridad de su país. Su estomago dio un vuelco, al menos ninguno de sus hermanos se encontraba allí, o la vergüenza seria eterna.

El rubio miró intermitentemente a ambos hombres morenos con desdén, ahora lo último que le faltaba era que de la nada apareciera un batallón de Trolls, y hasta allí la vida de los tres. ¡Por Shinou! ¡Por qué su vida era así!

-Creo que será mejor que caminemos, tal vez encontremos una salida, o un refugio-sugirió con suavidad Murata tratando de romper el tenso ambiente.

Los otros dos asintieron al mismo tiempo.

Con renovados bríos, o quizá intentando mitigar en algo su frustración, Wolfram se puso a la delantera, con todos sus sentidos completamente alertas ante cualquier eventualidad. Por ese día, ya no quería más fallos.

El moreno rey lo siguió, dejando fluir velozmente entre su cabeza uno de los recuerdos que lo llevaron hasta ese momento.

"-Eres un buen rey, Shibuya. Nadie podría jamás poner en duda tus capacidades, pero...tu terquedad últimamente se esta volviendo un gran defecto-comentó su gran amigo, el Gran Sabio, sentado despreocupadamente en uno de los sillones de su despacho en el castillo, Pacto de Sangre.

El rey suspiro desganado, hundiendo ligeramente los hombros, mientras fingía leer un documento oficial desde su escritorio.

-Es sólo que…-otro suspiro salió de sus labios-…no lo entiendo.

-¿A quién?

-Murata-le recriminó-Tú sabes muy bien de quién habló. No te hagas.

Una sonrisa zorruna adornó los labios del de anteojos.

-¡Ah! ¡Te refieres a Lord Bielefeld!-exclamó fingidamente-¿Qué hay con él? Yo lo he visto muy bien. De hecho, hoy en la mañana me lo encontré en la biblioteca y me estuvo contando algo sobre como iba el embarazo de Greta.

-Claro. A ti te cuenta cosas, a cualquiera-musito el rey con amargura-En cambio a mi me evade. No existo para él.

El Gran Sabio arqueó una ceja.

-Él no hace eso, lo he visto. Te trata como a todos. Estás paranoico, Shibuya.

-¡No lo estoy!-exclamó con firmeza el Maou levantándose de su escritorio y apoyando las palmas de las manos en la mesa-Wolf ya no es como antes-dijo quedito, perdiendo su oscura mirada en la nada-Cuándo rompí el compromiso con él, creí que me odiaría, o al menos que terminaría calcinado, pero no paso nada. Al contrario, siguió a mi lado como soldado y amigo, incluso nos acercamos más. Después cuándo me fui a estudiar a la Universidad, nuestra amistad no cambio a pesar de que nos veíamos muy poco. Nunca me reclamó, ni chisto, no hizo ninguna clase de comentarios sobre mi vida privada. Ni siquiera cuándo le presente a mi ex novia, ni menos aquella vez que le dije que en una fiesta de la facultad me embriague y me bese con un hombre-el moreno apretó los labios, en un rictus de mal disimulada molestia-¡Nada, Murata! ¡Nada! Él….él me trata tan… ¡Ah!...No le importa lo que hago, nada de mí. De seguro si me tirara de un puente, tampoco le importaría, y todo seguiría igual.

-¿Por qué quieres importarle tanto a Lord Bielefeld?

Yuuri Shibuya se atragantó con la pregunta, y tuvó que pasar saliva varias veces para ser capaz de contestar.

-Porque él es…es…- "Mío, mío, mío" una voz en su interior le dio la respuesta-…es Wolfram.

-¡Ah! Shibuya, eres un caso perdido. De verdad no creo que al Lord no le importes. Solamente ocurre lo normal, después de once años desde que se conocen, él ya ha rehecho su vida, en especial, considerando que no son prometidos-el Gran Sabio buscó la mirada del otro-Como tú bien dices es tu amigo, y por eso mismo no tiene nada que reprocharte. En efecto, es un compañero formidable, te ha apoyado y ayudado en todo. Además ya debe haberte superado, y te trata como siempre quisiste, como tu mejor amigo.

-Wolf no puede hacer eso.

-¿No puede?

Ante el silencio del otro moreno, Ken quiso insistir, aquello le resultaba tremendamente interesante. Su amigo, su rey en la cuerda floja.

-Dime una cosa, Shibuya. Si mañana mismo Lord Bielefeld llegará hasta tu despacho, y te anunciara que esta comprometido, perdidamente enamorado, y que se casara lo más pronto posible ¿Qué harías?

Aquellas palabras tuvieron la virtud de remover muchas cosas en el interior del rey demonio, algunas ya sabidas y otras redescubiertas.

-¡No! ¡No!

-¿No qué?

-¡Basta, Murata! Deja…deja de decir esas…esas cosas. Eso no va a suceder. Ya no quiero hablar más del asunto.

-Shibuya, no tienes remedio, y por eso lo vas a perder para siempre"

A medida que Wolfram avanzaba, haciendo sonar sus botas en la tierra mojada llena de ramas y hojas, tanto Murata como Yuuri caminaban en completo silencio, aunque el último iba como hipnotizado detrás de la esbelta figura de su ex prometido. Aquel joven se había transformado en su pequeño tormento personal. Definitivamente debía afirmar que los años no hacían más que sentarle de maravillas al demonio. Era como si su belleza aumentara desafiando la lógica y la más refinada de las estéticas.

Ahora sus cabellos dorados estaban un poco más largos, con aquellos rizos casi por debajo de los hombros; su piel tan clara brillaba a causa de las gotas de agua, invitando a cualquiera a pecar en la pureza etérea que insinuaba; sus ojos, esas preciosas esmeraldas parecían haberse vuelto un bosque traicionero que lo atrapó, y ya no lo devolvió jamás; y esos labios ¡Oh, Shinou! ¿Por qué eran tan tentadores? ¿Por qué cuándo el rubio hablaba sólo veía la carnosidad y la humedad en ellos? El joven rey sintió un familiar pinchazo en la ingle, que se intensifico apenas recorrió, con sus ojos oscuros cargados de deseo, la figura pequeña, tan adolescente y espigada, que rápida y ágil, se movía con soltura y elegancia guiando el camino.

Había hecho eso miles de veces, quedarse observándolo hasta que la necesidad de su cuerpo por el de él era tan grande que debía buscar alivio inmediato, o cometería una estupidez. Auto-alivio la mayoría de las veces, porque si iba en busca de otro cuerpo para saciarse, generalmente el de una chica en su mundo, lo único que hacía era torturarse más, ya que sólo lo veía a él. Fantaseaba en su anhelo caliente de que era Wolfram el cuerpo tembloroso debajo suyo. Sin embargo, cuando el sopor del clímax menguaba, y se enfrentaba a la cruda realidad, se sentía enfermo por dentro. Un sucio, un traidor, un infiel. Y eso era mucho peor, ya que la necesidad por el rubio demonio seguía creciendo, hambrienta como un animal salvaje. Latente cada vez que pensaba en él, lo que era siempre, como una tortura agónica que amenazaba con desbordarse.

Y quizás, lo más terrible de toda esa interacción, era que el ojiverde ni enterado estaba. Para ser honestos, Wolfram no hacía nada para provocarlo, simplemente era él en estado natural, y aquello era peor, porque Yuuri presentía que si alguna vez, por un designio divino, y mucha, mucha suerte de su lado, lograba al fin tenerlo entre sus brazos, jamás se saciaría. Nunca podría renunciar a él.

Con desazón ahogó un suspiro entre sus labios.

El problema era que una vez pudo ser suyo, pero por su inseguridad y estupidez lo había perdido. Y ahora, después de tantos años, ya estaba desesperado. Sus sentimientos eran un embalse al límite, incluso a veces creía que se estaba volviendo loco.

De pronto, detuvieron sus pasos entre el bosque y la lluvia, y la voz de Murata lo sacó de sus pensamientos para prestar atención a lo que hablaba el moreno y el rubio.

-¿Qué sugiere, excelencia? ¿Nos alojamos en esa cabaña?

Los ojos verdes del noble estudiaron el entorno con cuidado, e instintivamente se llevó una mano a la empuñadura de su espada.

-Quédense aquí. Iré a investigar, y les avisare si es seguro-les anunció con esa voz principesca que no dejaba lugar a replicas.

Yuuri quiso protestar, la idea de su ex prometido enfrentando posibles peligros en solitario, no le agradaba para nada, pero la mirada resuelta y tranquila del Gran Sabio le indicó que guardara silencio, y se calmara, él ya tenía todo bajo control.

Al poco rato el joven mazoku regresó indicándoles que la vieja cabaña estaba totalmente deshabitada, algo sucia, pero por lo demás parecía un sitio lo suficientemente aceptable para pernoctar la noche, al menos hasta que tuvieran un plan, o la lluvia amainara.

Murata observó divertido al par de hombres que actuaban tan distintos a como fueran años atrás cuando se conocieron. Era una ironía de la vida que ahora fuera Shibuya quien buscara el más mínimo contacto con el Lord, y que fuera precisamente esté último quien sólo se limitara a actuar con indiferente cortesía cuando se le acercaba demasiado. Estuvo a punto de soltar una carcajada por lo surrealista de la situación, pero se abstuvo por el bien de su pose de Sabio, y porque no deseaba arruinar los planes antes de tiempo.

Una vez los tres estuvieron dentro de la cabaña, el olor a moho, y madera húmeda, los saturó. Wolfram encendió una llama de fuego en una de sus palmas para que pudieran verse los rostros entre medio de tanta oscuridad.

-Haré un fuego para que entremos en calor, pero creo que…eh…-carraspeó incómodo el demonio-…debemos quitarnos la ropa mojada-masculló al fin mirando a la nada, deseoso de que ninguno de los morenos viera el sonrojo que se había apoderado de sus pálidas mejillas.

El Gran Sabio sólo sonrió ante las palabras e inmediatamente comenzó a despojarse de sus prendas con verdadera desfachatez, a su lado el rubio siguió su ejemplo aunque con algo más de timidez, después de todo provenía de una estricta cuna noble, no podía ser tan sinvergüenza.

Sin duda, el caso del rey demonio era totalmente opuesto, pues sentía que de pronto había demasiada calor en la habitación, tanta calor quemándolo desde su interior. Apenas fue capaz de tragar algo de saliva cuando sus ojos oscuros buscaron como imanes la figura del ángel-demonio, y sintió al ver su pálida piel resaltando entre las sombras, que moriría allí mismo por combustión espontanea. Y otra vez volvió a reprocharse ¿Cómo pudo ser tan ciego? Tantos años al lado de semejante e increíble hombre, y jamás se permitió intentar algo con él más allá del escudo de la amistad. El rubio tenía razón en el pasado. No era más que un debilucho. Un enclenque en todo su esplendor.

Pero aún así, quería ser perseverante y positivo, pensar al menos que aquella actitud formaba parte del pasado, y en este presente y futuro deseaba, quería por sobre todas las cosas una posibilidad para demostrarle a Wolfram Von Bielefeld, que ese rey antiguamente cobarde, podía llegar a ser digno de él, o al menos podía jurarle que le dedicaría el resto de su vida a demostrárselo.

Sólo esperaba que no fuera demasiado tarde.

-Esas mantas que se ven allí, no parecen estar tan destruidas y sucias ¿Podríamos utilizarlas para cubrirnos e intentar dormir en el suelo?-sugirió de repente el Gran Sabio, divertido a más no poder por la turbación de ambos jóvenes al verse semi desnudos después del compromiso roto.

-Esta…esta bien, Murata. Es buena idea-balbuceó torpemente el rey, moviéndose rápidamente para ser de utilidad, y traer por sí mismo las mantas que yacían desperdigas de manera muy casual sobre una rustica mesa de madera, que además resultaba ser el único mueble de la cabaña.

Wolfram agradeció infinitamente a quien lo escuchara, el hecho de poder cubrirse con algo, ya que por una extraña razón se sentía demasiado expuesto, y visiblemente turbado.

Luego de que se acomodaran, acordaron esperar hasta la mañana siguiente para buscar alguna clase de salida. Charlaron un rato sobre algunos asuntos de Estado, hasta que el sueño hizo acto de presencia comenzando a adormecerlos, con el sonido de las gotas de lluvia de fondo.

El rubio demonio, después de un rato, se acomodó con su manta, sentado contra una de las paredes de la cabaña, y cuando se cercioró de que los morenos a su lado ya dormían, obligó a sus ojos a cerrarse, aunque aquello no fuera más que una apariencia ya que todo en él se encontraba despierto y vivaz ante cualquier tipo de amenaza. Lo único negativo de dicho estado es que siempre terminaba perdido en quiméricas cavilaciones, en instantes fugaces dónde su mente pensaba demasiado.

Reprimió un resoplido mientras sus emociones caprichosas le jugaban una mala pasada al traerle un ramalazo de ilusiones platónicas unidas a su siempre amable rey. Por unos momentos, quiso sonreír con nostalgia al recordar a su viejo amor, a las expectativas, sueños y anhelos, que tan profundamente lo ligaron a él en el pasado.

Con el pasar de los años ya había asumido que lo suyo con Yuuri era un imposible que desde el accidental compromiso estuvo destinado al fracaso. Entre medio de la resignación, la rabia y el dolor, pudo encontrar el sosiego suficiente para seguir viviendo, aunque debía reconocer que durante los años en que el rey estuvo en la universidad, esté último no se la puso nada fácil al tener novia, y sus comportamientos en fiestas, como ese beso con otro hombre. Hubiese querido calcinar a unos cuantos en esos años, pero él ya no tenía derechos. Nada. Sólo era un soldado de casa noble, con una inusual amistad con su Heika.

Su corazón dio un tumbo triste, consciente de la realidad.

Wolfram sabía que amaría a su rey hasta el día de su muerte, y quizás en el más allá. A veces no sabía si pensar que eso era una bendición, o una maldición en su vida. Además también tenía la macabra certeza de que en el día de su deceso, lo último que registraría sería su dulce sonrisa antes de partir.

Mientras pensaba en eso, un extraño sopor lo empezó a invadir, instintivamente luchó por combatirlo, quiso abrir los ojos, mas no supo con claridad si llegó a hacerlo alguna vez, puesto que podría haber sido o no producto de su imaginación el brillo fugaz de unos anteojos antes de caer por completo en la oscuridad.


-¡Heika! ¡Heika! ¡Heika! ¡Por Shinou!-gritaba ofuscado un rubio mazoku mientras zarandeaba a un dormido rey pelinegro casi con violencia-¡Yuuri!

De un sobresalto el Maou se puso de pie, completamente atontado mirando de un lado para otro buscando ubicarse en tiempo y espacio, hasta que sus oscuros ojos se quedaron fijos en la figura semidesnuda de su ex prometido frente a él.

-¿Qué… qué… pasa Wolf?- cuestionó con la garganta seca.

-El Gran Sabio desapareció. No se encuentra en la cabaña. Quise salir a buscarlo, pero la maldita lluvia aún continúa-exclamó desesperado, perdiendo completamente los bríos. No podía creer que todo aquello le estuviera pasando a él. Se sentía tan mal. Se estaba convirtiendo en un soldado incapaz de proteger a su gente, y aún no podía llegar a explicarse el tremendo fallo que cometió al dormirse. Por un tubo se habían ido para él todos esos años de entrenamiento.

Al escucharlo a Yuuri le pareció que de un momento a otro el noble comenzaría a tirarse de los cabellos. Hubiese querido reír, pero sabía que debía mantener la compostura. Era ahora o nunca. Él ya había crecido, y había tomado una decisión semanas atrás que lo llevaron a ese lugar.

"-Ayúdame.

La voz del Maou sobresaltó al Gran Sabio, que se encontraba apaciblemente merendando unos pastelillos en una habitación del castillo. Ni siquiera se percató de en que momento entró Yuuri al cuarto.

-¿En qué, mi buen amigo?-respondió jovial.

El joven rey tomó una bocanada de aire para infundirse todo el valor que sentía que no tenía cuando se trataba de esa situación en particular.

-Ne…Necesito que me ayudes a retener a Wolf. Él…él va a asumir el lugar de Waltorana en las tierras de los Bielefeld.

Murata chasqueó la lengua, mientras veía como el otro se retorcía las manos nerviosamente sobre su traje.

-¡Ah! Shibuya, ya deja en paz al Lord ¿Por qué insistes en retenerlo a tu lado? Deberías estar feliz por él ¿Qué te pasa?

-Yo…

El Gran Sabio casi podía escuchar como la saliva pasaba por la boca de Yuuri, y el sonido de su corazón retumbaba como un tambor en las paredes del cuarto como música de fondo.

-¿Tú qué?-lo presionó un poco más, divertido y aliviado, de ver al fin caer la última barrera.

-Yo lo amo."

-Tranquilízate, Wolf-empezó a hablar con tono conciliador el moreno después de salir de sus recuerdos-Murata no ha desaparecido. Te garantizo que debe encontrarse perfectamente bien. Él se fue porque yo se lo pedí-terminó de explicarle con la voz ahora totalmente enronquecida.

Las bellas esmeraldas se abrieron desmesuradamente, conmocionadas.

-¿Qué?... ¿Por qué?-murmuró confundido Wolfram.

Notas finales:

Mi primera incursión Yuuram, ojala les guste. Saludos y abrazos.


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