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The flood por Kurai neko

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Notas del fanfic:

Fic dedicado a Sca y Airienn :3 glob yu gurls.

Notas del capitulo:

La canción que va oyendo Milo es "The Flood" de Take That.

Milo vestía pantalones vaqueros grises, que se ajustaban a sus piernas, aún más por culpa de la lluvia que los mojaba. Las botas marrones eran impermeables, por lo que no le importaba patear los charcos que se encontraba por todas partes de la calle a aquellas alturas.

La camiseta gris con letras azules le llegaba un poco más allá de la cadera, pero la chaqueta naranja que estaba abierta era bastante más corta, sobrepasando la cintura por poco. Milo llevaba el pelo empapado goteando sobre los hombros. Su madre no aprobaba que lo dejara crecer más largo y como tenía diecisiete años y vivía bajo su techo no le quedaba otra que acatar. Grandes auriculares, negros y naranjas cubrían sus oídos, la tira que los unía tapaba su nuca, mezclándose con varios mechones de pelo dorado y empapado.

La música tapaba la mayor parte del ruido que provocaba la lluvia al caer sobre el asfalto y el césped del parque por el que andaba en aquel momento. Saltó en un charco, como solía hacer de crío, no podía empaparse más de lo que ya estaba y necesitaba sacar de dentro todo lo que sentía. Tal vez así sabría que era exactamente lo que le estaba haciendo llorar.

 

Milo agarró el final de las mangas de la chaqueta entre sus dedos, saltando violentamente contra el charco mientras vocalizaba la letra de la canción.

—Although... no understood, we were holding back the flood! —saltó con más rabia hacia otro charco— Learning how to dance the rain...

Sus lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia, sus ojos estaban rojos y sus pulmones se congelaban por la temperatura del aire, aportándole una sensación de quemazón cada vez que aspiraba fuertemente.
Milo paró de saltar para terminar el estribillo en un susurro cascado.

—We were... holding back the flood, they said we’d never dance again...


Tomó aire con fuerza y miró hacia arriba, apretando los puños de tela entre sus dedos. Uno de los botones se le clavó en la palma. Con aquella tormenta torrencial no había nadie en la calle, nadie que le pudiera ver. Ni oír.
Milo empezó a cantar en voz alta, con los ojos cerrados, notando como la melodía le calaba en el corazón.

—Bleeding, but none of us leaving... —se calló durante la siguiente frase pensando en cuan ciertas eran aquellas palabras, empezando a abrir las manos y levantándolas con los brazos extendidos— Here we come now... on a dark star. Seeing demons, not what we are.

Milo entreabrió los ojos justo a tiempo para ver como un rayo sacudía las luces y sombras del horizonte. Su propio rayo interior paralizó su corazón, reconociendo que tanto él como Kanon nunca se habían molestado en conocerse de verdad. No al menos en un principio. Tomó aire para cantar a todo pulmón la siguiente frase.

—Tiny minds and eager hands will try to strike, but now will end today... —recordó el día en que casi acabaron llevando una discusión a las manos y sus dedos se cerraron en puños, tan lejos de su cuerpo como sus brazos estirados podían dejarlos. Bajó la cabeza, notando como el flequillo se le pegaba a la nariz— There’s progress now... where there once was none. Where there once was ah! —apretó sus puños sobre el pecho y se le escapó una pequeña sonrisa junto con un sorbo de nariz— Then everything came... along.

Milo se dejó llevar por los deseos de su cuerpo, rodando y cortando la cortina de agua, lanzando gotas alocadas por todas partes, que chocaban con las que caían del cielo.
Levantó los puños, pateó los charcos, bajó hasta el suelo para levantarse otra vez y seguir dando vueltas con la cabeza gacha, con la cabeza hacia atrás, bebiendo el agua de la lluvia. Su cuerpo marcaba pasos de baile que no sabía de donde había sacado, ondeándose, marcando golpes fuertes para luego moverse fluidamente.

Mientras tanto, sus recuerdos se agolpaban, sus sentimientos se derramaban, llegando a aquel día en el que de repente dejaron de discutir. ¿Qué había cambiado entre ellos?
Cuanto más tiempo pasaba con Kanon más confundido se sentía. Verlo era como volver a casa después de un largo viaje, como tomarse un vaso de cacao caliente en una noche fría. Hablar con él era divertido, fácil y complejo a la vez. E intentar descifrar que le hacía sentir era como montar el rompecabezas de una aurora boreal. Lleno de colores que se fundían de manera tan armoniosa que nunca sabía qué pieza iba donde.

Milo pivotó y sacudió los brazos a la izquierda y luego a la derecha, con la cabeza imitando el movimiento y el pelo empapado volando en mechones prietos, pegándose a su cara. Dio una palmada y otra vuelta y al estirar los brazos la chaqueta se escapó de su lugar, dejando los hombros y brazos desnudos casi hasta el codo. Un par de movimientos más y las mangas le llegaban a las rodillas. Milo se dejó caer al suelo, dando la cara al cielo oscuro y poniendo las manos en su estómago. Tenía la espalda arqueada. La música decidió aquietarse al mismo tiempo en el que sus rodillas se topaban con el suelo.

Lentamente su cadera bajó, llevando el culo hasta el suelo entre sus pies. Separó las rodillas y sus manos bajaron por sus muslos mientras Milo movía los labios sin cantar en realidad, vocalizando otra frase más de la canción.
Se echó hacia delante arrastrando las manos con las palmas abiertas por las losas por las que corrían riachuelos de agua. Empezó a cantar con la voz acongojada

—Where the thunder turns around they’ll run so hard, we’ll tear the ground away...

Milo volvió a frotar sus dedos por sus rodillas y hacia arriba, levantando el torso hasta quedar sentado en el suelo, agarrando un puño con la otra mano a la altura de su barbilla. Apoyó la frente en sus manos y aunque tenía los ojos cerrados notó las luces de otro rayo y el rugido del trueno haciendo retumbar la tierra. Ese había caído cerca. Pero él se quedó donde estaba, empezando a escuchar el último estribillo de la canción.

Se quedó ahí, convulsionando por un llanto que no sabía como interpretar. Quería perder algo que no sabía si tenía, pero el sólo pensamiento de deshacerse de ello le inundaba de dolor. Enfrentarse a lo que fuera que estaba sintiendo le daba pánico y aunque no quería reconocerlo tenía todas las cartas de ser amor.
Milo se sacudió con las nuevas lágrimas y se dobló tanto que su frente casi tocaba el suelo. Y de repente el mundo cambió.

Seguía lloviendo, pero ahora estaba sentado y alguien tiraba aún más de él para ponerlo de pie. Milo se dejó llevar, apartando la cara.
Cuando sus ojos rojos se abrieron las últimas palabras de la canción sustituyeron los gritos de Kanon, que le tenía cogido de los codos y lo sacudía violentamente. Milo no sabía que estaba diciendo, pero el mayor parecía realmente preocupado. Su jersey negro, de cuello ancho estaba tan mojado como la ropa de Milo. Su pelo se movía furioso por la ráfaga de viento repentina. Otro rayo y la canción terminó. Kanon dejó de sacudirlo para tirar de él, llevándolo hacia la terraza cubierta de un bar, allí en medio del parque.
Milo tiró de vuelta, resistiéndose por primera vez.

—¡Suéltame! —gritó mientras la mano libre se metía dentro de su chaqueta para apretar el stop de su reproductor de música.

Kanon aprovechó para tirar de nuevo de él, obligándole a dar dos pasos más en los que Milo casi trastabilló.

—¡Tenemos la maldita tormenta encima, no te voy a dejar aquí en medio!


—¡Qué me sueltes, te digo! —Milo tiró y se zafó del agarre de Kanon, mirándolo con rabia.

Se quedaron así unos segundos, observándose bajo la lluvia. Kanon alcanzó de nuevo a Milo, pero esta vez sus dedos se aferraron a la solapa de la chaqueta naranja, acercando el cuerpo del menor de un tirón.

—¿¡Sabes lo preocupados que estábamos todos!? ¡No has venido a la academia, no estabas en tu casa, ni en la de ningún amigo!


—¿¡Y a ti qué más te da!? ¡Tendrías que estar dando clases ahora mismo! —Milo agarró la muñeca de Kanon con las dos manos, pero el mayor no le soltaba.


—¡No contigo perdido por quién sabe dónde! —lo sacudió un poco más, acercándose tanto que sus narices se rozaron.

Kanon respiraba tan fuerte que su pecho subía y bajaba, llamando la atención de Milo, que apartó sus ojos de los del mayor para mirar hacia allí. Sus dedos dejaron de apretar la muñeca de Kanon, dejó caer el brazo derecho, pero los de la mano izquierda se quedaron allí, apenas un toque ligero y húmedo.
Milo apretó los dientes y entrecerró los ojos, notando que quería volver a llorar.

—¿Qué te pasa, Milo? —preguntó Kanon, haciéndose oír por encima de un nuevo trueno— ¿Qué te tiene así?

Milo negó con la cabeza.

—No lo entenderías.


—Pruébame.


—¡Te asustaría, me odiarías otra vez! —avisó, bajando aún más su mirada.

Kanon levantó sus manos, poniéndolas en las mejillas de Milo, que levantó la mano derecha para ponerla encima de la izquierda de Kanon. El mayor le instó una vez más y Milo terminó por gritar los sentimientos que no quería descubrir.

—¡Creo que te amo! —se mordió el labio inferior y volvió a gritar— ¡No sé qué hacer con esto, no sé cómo llevarlo, me está volviendo loco! —Milo inspiró fuertemente y continuó— No paro de pensar en ti, quiero besarte cada vez que estamos cerca, quiero llamarte para que me des las buenas noches, quiero agarrarte la mano cuando vamos al cine, quiero llenar mi agenda con tus iniciales y las mías. ¡Y nunca he hecho esas chorradas!

Milo tomó aire, a punto para añadir aún más palabras a su declaración, pero Kanon tiró de su cara, obligándolo a mirar hacia arriba. Kanon ladeó y bajó la cabeza tan rápido que Milo sólo se dio cuenta de lo que estaba pasando cuando ya estaba siendo besado.
Cerró los ojos, cambiando la posición de sus manos para dejarlas encima del pecho de Kanon, mientras el otro separaba sus labios sólo para volverlos a juntar, atrapando el inferior de Milo entre los suyos.
Ladearon la cabeza hacia el lado contrario a la vez que sus cuerpos se juntaban bajo la lluvia. Milo rodeó el cuello de Kanon con sus brazos y se dejó mordisquear, respondiendo con un poco de torpeza.

Otro rayo los asustó, haciendo que levantaran las cabezas para mirar al cielo encapotado. Kanon agarró una de las manos de Milo y corrió hacia la terraza cubierta. Una vez allí pararon para tomar aire y Milo bajó los auriculares para dejarlos descansar alrededor de su cuello. Kanon empezó a reírse.

—¿Qué te hace tanta gracia? —inquirió Milo, cruzándose de brazos.


—Pareces un gato mojado.


—Pues tú no estás mucho mejor. —señaló a Kanon en general con una mano tapada por la manga de la chaqueta.

Kanon se rió otra vez y atrajo a Milo hacia él.

—Y yo que creía que era el único loco... intentado parar la inundación.

El mayor le dirigió una mirada tierna mientras ponía la mano de Milo sobre su corazón, que latía con fuerza. Milo miró hacia su mano con sorpresa y de repente notó como sus mejillas se encendían. Oteó hacia arriba, hacia Kanon. Y de repente se dio cuenta de que no era el único que intentaba bailar entre rayos y truenos, desbordado por la lluvia que caía en su corazón.
Sonrieron y volvieron a besarse, esta vez suavemente, envueltos en un abrazo íntimo.

Kanon se prometió cuidar de Milo. Nunca habría dado un paso adelante si sus sentimientos no hubieran sido serios. Después de todo, ocho años de diferencia eran muchos, al menos de momento.
Milo se prometió hacer todas las chorradas en las que había estado pensado. Tal vez había descubierto que era un romántico en lo más hondo de su corazón.


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