Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ahora por Kurai neko

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Los pies de Hyoga estaban clavados en el suelo, descalzos. El joven se encontraba sentado en su cama, agarrando con las dos manos el borde del colchón, imaginándose la forma de sus dedos sobre el parqué.
La oscuridad lo arropaba, poniendo una máscara sobre la expresión triste de su rostro. Levantó la cabeza, abriendo un poco más los ojos y mirando el cuerpo que yacía en su cama, detrás de él.

Tenía la mente aturdida, con sus recuerdos entrelazados y perdidos en una marea de sentimientos contradictorios. Había tantas cosas en las que había fallado... tantas cosas que quería hacer. Pero su situación se lo impedía.

Sus ojos se dirigieron hacia la otra persona en la habitación. Sonrió ligeramente, aunque suponía que el otro no le podía ver.

—Volveré pronto, lo prometo —susurró mientras acariciaba su mejilla—. Pero hay algo que tengo que hacer.

El rubio se levantó de la cama, tomando aire despacio, llenando sus pulmones y sobre todo su valor.
Por mucho que amara a la persona que tenía a su lado, había algo que no podía dejar pasar antes de marcharse con ella. Tenía algo que necesitaba hacer.


————


Ikki dormía plácidamente, con el edredón hecho un ovillo a sus pies. Su cara estaba orientaba hacia la pared y sus pies enredados en la sábana.
Mientras Hyoga lo observaba se rascó el vientre aparentemente por puro reflejo.

El rubio se acercó un poco más, sin estar seguro de querer interrumpir su descanso. Allí de pie se perdió en los detalles del rostro del Fénix, examinándolo de una manera en la que nunca se había permitido.
A pesar de vivir en el mismo edificio, hacía un tiempo que no lo veía. Ni a él ni a los otros.

Hyoga parpadeó, mirando hacia el techo de la habitación, con las manos en la cintura. Cambio el peso de pie un par de veces, dejando que sus pensamientos divagaran, recordando momentos de su vida que había pasado con él y con todos los demás. Pero sobre todo con él.

Se llevó una de las manos a la barbilla, tapando la parte inferior de su cara. Notaba los ojos húmedos y por primera vez se preguntó si la decisión que había tomado tiempo atrás había sido la mejor.
Tal vez no debería haber mantenido aquel secreto por tanto tiempo, hasta que ya no había marcha atrás. Tal vez habría sido menos dolorosa su marcha si no hubiera mentido a todos, incluso a él mismo.

Ikki gruñó en sueños, dándose la vuelta y encarando esta vez al rubio. Hyoga se pasó la mano por la cara, tratando de tranquilizarse. Sacudió la cabeza y se fijó en Ikki, entrecerrando los ojos.
No tenía todo el tiempo del mundo, así que era mejor que se diera prisa.

Sin tener muy claro cual era su objetivo volvió a observar a Ikki mientras dormía. Tragó saliva y se arrodilló al lado de la cama, a la altura de la cabeza del japonés. Se perdió unos instantes en la respiración de Ikki, notando los pequeños cambios en su cuerpo al inhalar y exhalar.

Levantó una mano y delineó la barbilla y el mentón de Ikki con los dedos, terminando por posar la mano en la mejilla del mayor.
Ikki notó el cambio de temperatura y apretó el rostro hacia aquella palma. Hyoga se sorprendió por el gesto, pero la única respuesta que pudo dar fue sonreír con ternura.
Fue en aquel momento cuando decidió lo que tenía que hacer.

Presionó la mejilla con los dedos un poco más y vio como Ikki apretaba los párpados en respuesta, pero no se despertó.
Hyoga quitó la mano de allí, dejando que sus yemas acariciaran la piel morena, dibujando un camino invisible por el cuello hacia la clavícula. Jugó con sus dedos como si fueran bailarines, danzando justo por el borde de la camiseta hacia el hombro del mayor.

—Ikki. —llamó como tentativa, pero el mentado no pareció reaccionar.

Hyoga tenía la barbilla apoyada en el borde de la cama y la mano libre entre sus piernas, con la palma tocando el suelo, estabilizando su figura con aquel gesto.
Se movió un poco, levantando la pelvis para alcanzar el oído del otro y probó de nuevo.

—Ikki... —susurró con premura en su voz— Despierta.

Ikki se removió un poco, haciendo que Hyoga se separara de él para ver mejor sus movimientos. El rubio sacudió suavemente el hombro que tenía agarrado e Ikki pareció volver a la consciencia. Se frotó los ojos con un puño mientras buscaba que era lo que le había despertado.

—¿Qué...? —empezó.
—Ikki.

El mayor se incorporó, frotándose los ojos otra vez. Estaba oscuro, cosa que le impedía ver bien, pero había oído a la perfección la voz de alguien llamándole.
Notó una mano fría en su mejilla, empujando su rostro en otra dirección. Relacionó la voz con la temperatura de aquella palma, así que cuando vio el rostro de Hyoga frente a él no le sorprendió demasiado.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con genuina curiosidad.

Hyoga le sonrió, haciendo que el corazón de Ikki diera un vuelco. Eran contadas las veces que había visto aquella expresión en el ruso.

—Dos cosas. —explicó si quitar la mano de donde la tenía, pero empezando a acariciar la mejilla.
—¿Qué cosas?

Ikki parpadeó, distraido por el extraño comportamiento del otro y aquellos dedos que le hacían cosquillas.

—Una que pedirte... —murmuró Hyoga al tiempo que se sentaba al borde de la cama— Y otra que decirte.

El moreno levantó una mano, atrapando aquellos dedos traviesos con los suyos.

—¿Y tiene que ser ahora? —gruñó Ikki, frunciendo el ceño.

Hyoga afirmó con un movimiento elegante de cabeza.

—No hay ningún otro momento igual. —canturreó el mestizo.
—¿Q-?

Hyoga apretó el índice de la mano libre sobre los labios de Ikki.

—Shh —chistó—. ¿Me das un beso?

Ikki abrió los ojos como platos, sorprendido por la petición tan repentina. Intentó apartarse, pero la mirada desconsolada de Hyoga, que no cuadraba con su sonrisa dulce le mantuvo clavado en su sitio.
Hyoga retiró el dedo, mirando hacia abajo y cerrando los ojos después. Volvió a levantar la vista pasados unos segundos, con una sonrisita y un encogimiento de hombros.

—Al final es mucho pedir, ¿verdad?

Ikki adoptó una expresión seria y apretó los dedos de Hyoga que aún mantenía cautivos. Hyoga borró la sonrisa al ver el cambio.
El moreno intentó buscar algún motivo para todo aquello, pero por mucho que le diera vueltas todo seguía siendo demasiado extraño.

Hubo un tiempo en el que creyó que le gustaba a Hyoga, incluso se podía decir que el sentimiento era correspondido. Pero siempre habían dado muchas vueltas al respecto, sin llegar a decir nada serio ni a hacer algo que hubiera marcado una diferencia. Los juegos se habían terminado meses atrás, cuando, sin que nadie lo viera venir, Hyoga se recluyó, encerrándose en si mismo.

—¿Por qué ahora? —dijo con el peso del tiempo en sus palabras.
—¿Y por qué no?

Ikki chistó.

—Hyoga... —masculló Ikki, con una clara advertencia en su voz.

Hyoga desvió la mirada, con los ojos húmedos. Aspiró por la nariz, haciendo un poco de ruido. Terminó por fruncir el ceño y apretar los labios. Volvió la mirada de nuevo hacia Ikki, con todo el aplomo que tenía en ese momento.

—Porque... —empezó con el tono claro y rotundo— no hay otro tiempo, Ikki, no hay nada más que ahora.

Ikki se mordió el labio inferior, sabiendo que aquellos juegos que habían jugado siempre habían ido en serio. Terminó por agarrar la nuca de Hyoga con la mano libre y atraerlo para darle un beso apretado. El ruso le correspondió con necesidad en sus gestos, en la manera en que enterraba su mano en el pecho de Ikki, en su respiración entrecortada y la fuerza de su boca sobre la del mayor.
Hyoga se movió, ladeando la cabeza mientras inclinaba su cuerpo sobre la cama, obligando a Ikki a tumbarse poco a poco sin perder ni una vez el contacto.

Cuando la cabeza del moreno tocó la almohada, Hyoga convirtió el beso en uno suave, retirándose poco a poco.
Ikki empezó a notar un dolor muy conocido en la parte frontal del cerebro. Se estaba durmiendo otra vez.

—Hyoga... —murmuró sin saber muy bien qué pasaba, intentando atrapar el hombro del rubio con una mano— Hyoga.

Lo llamó con un volumen bajo, con incertidumbre.

—Shh —volvió a acallarlo el ruso mientras acariciaba su rostro—. No pasa nada, no es... duérmete.
—Hyoga que... —Ikki notaba la lengua pastosa, pero su cabezonería le permitió seguir hablando— … que me querías decir. Lo otro.

Hyoga le puso de nuevo el índide sobre los labios. Ikki tenía los ojos cerrados.

—Algo que ya sabes.

Ikki notó como su cuerpo se relajaba contra su voluntad.

—Hyoga, yo también...


————


Ikki se despertó a la mañana siguiente con la extraña sensación de que todo había sido un sueño. Se rascó la cabeza algo aturdido. De nuevo algo le había despertado, pero no tenía muy claro el qué, hasta que procesó los golpes en su puerta.

—¡Hermano! —gritaba Shun desde el otro lado con la voz desgarrada— ¡Hermano! ¡Ikki!

El moreno se levantó a toda prisa, caminando hacia la puerta.

—¡Ya voy, ya estoy despierto! —quitó el cerrojo y abrió— ¿Qué pasa?
Shun se tiró a sus brazos, agarrándole de los hombros. Tenía los ojos rojos y las mejillas mojadas. Ikki le limpió con los pulgares mientras todas las alarmas se disparaban en su cabeza. Preguntó qué había pasado, con autoridad y tranquilo, pero tratando de no alterar a Shun más de lo que ya estaba.

—¡Es Hyoga, hermano! ¡Es...!

Shun se llevó una mano a los labios, tapando su nariz mientras las lágrimas volvían a surtir. El pequeño agarró a Ikki de la muñeca y se lo llevó a rastras hacia la habitación del ruso. Durante los primeros pasos el mayor se dejó llevar, pero sus cejas se juntaron con desesperación, arrugando su cicatriz, al tiempo que rebasaba a Shun y echaba a correr delante de él por el pasillo.
Cuando torcieron el recodo, Ikki vio toda la gente que se había juntado allí. Shiryu intentó que no entrara, pero Shun lo empujó hacia dentro mientras seguía gritando desconsolado.

El hecho de no encontrar nada raro fue lo que más le preocupó.

—Se lo han llevado ya. —le dijo Saori mientras ponía su mano enguantada sobre el hombro de Ikki.

El moreno se giró, perdido en sus propias teorías.

—¿Qué ha pasado aquí? —inquirió.

Ikki habría preguntado más, habría gritado, agarrado con los puños la pechera de la blusa de Saori. Lo habría hecho si no hubiera visto la culpabilidad y la tristeza en aquellos ojos. Se maldijo a si mismo por ser tan buen lector.

—¡Ella lo sabía y no nos dijo nada! —gritó Shun apareciendo de nuevo en escena.

Shiryu lo agarró de los hombros, pero Shun lo apartó, llevándose un puño a la boca. Las mangas le venían demasiado grandes y sus manos se perdían allí dentro. Shun se dejó consolar por un abrazo amistoso de Shiryu.
Ikki vio a Seiya sentado en una silla, mirando la cama vacía sin decir nada.

—Estaba enfermo, Ikki —explicó Seiya—. No quería que lo supiéramos —Seiya levantó la mirada hacia el mayor—. Cuando se puso peor se encerró.

Ikki se llevó las manos a la cadera y miró aquella cama con las sábanas desordenadas.

El cerrojo estaba pasado. La ventana estaba cerrada a cal y canto.

—¿A qué hora murió? —preguntó Ikki intentando sonar casual.
—Poco después de la cena, pero no lo hemos encontrado hasta esta mañana. —explicó Saori inmediatamente.

Ikki se había ido a dormir mucho después.
Dejó salir un sonido a medio camino entre un bufido y una risa. Se acercó a la cama y se sentó en el suelo, apoyando la espalda en ella. Ikki se rió, pero todos pudieron ver la amargura que encerraba en su garganta.

—Imbécil hasta el final... —murmuró para si mismo mientras retiraba su pelo hacia atrás y miraba por la ventana.

Ikki chistó al tiempo que un par de lágrimas rodaban por sus mejillas.


————


La noche anterior, Hyoga se apareció en su cuarto envuelto en un aura brillante mientras sus pies espectrales tocaban el suelo y empezaban a desaparecer.
Su cuerpo estaba tumbado en la cama, sin vida alguna dentro de él.

Ahora su corazón pesaba mucho menos. Sonrió sinceramente, echando una última ojeada a las fotos de sus estanterías.
Alguien más estaba sentado en su cama.

—¿Has terminado? —preguntó, ladeando la cabeza.

Hyoga pivotó y trotó hasta aquella persona, arrodillándose a sus pies y acariciando su mejilla.

—¡Sí! —afirmó tanto con la voz como con la cabeza— Ahora ya nos podemos ir.

La mujer lo miró con curiosidad, parpadeando divertida por el despliegue de positividad repentina del joven. Ella se levantó, sin querer terminó riéndose. Su risa era suave, como el trino de un pajarillo. Hyoga le respondió con la misma risa en su garganta.
Se miraron y la mujer se sorprendió.

—¿Por qué me miras así? —preguntó.
—Por nada... —Hyoga se mordió el labio inferior mientras contenía la risa.
—Hmn... no tengo claro eso. Pero bueno.

La mujer extendió la mano y su pelo rubio y largo ondeó con el movimiento. Hyoga tomó la mano con confianza. Ella empezó a caminar, atravesando la pared al tiempo que su figura empezaba a difuminarse.

—No lo entiendo... —dijo— Me tratas como si me conocieras.
—Es que te conozco —declaró el ruso—. Supongo que por eso te han enviado a recogerme.

Ella se encogió de hombros.

—Puede ser —caviló— Oye, ¿y sabes cómo me llamo?
—Natasha —respondió Hyoga sin vacilar—. Tal vez me hayas estado esperando, seguro que lo recuerdas todo cuando lleguemos.

Natasha se rió suavemente, llenando la noche de cascabeles.

—Es posible... ¿Crees que nos esperará alguien más? —preguntó Natasha mientras jugaba con un mechón casi invisible de su pelo.

Hyoga se paró, pensando en aquella pregunta. Terminó por encogerse de hombros.

—No lo sé... pero yo sí que esperaré a alguien.

Ella rió de nuevo.

—¿Para siempre?
—Hasta la próxima vida, mamá. Y para siempre.

Natasha afirmó con la cabeza, contenta con la respuesta.
Sus siluetas fueron desapareciendo poco a poco en la noche mientras se alejaban caminando por el cielo oscuro y estrellado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).