Dieciocho años habían pasado desde que Curio y Nyatar se conocían, tenían gustos distintos, sin embargo se llevaban muy bien.
Curio era un joven moreno, de cabellos y ojos café oscuro, fibroso, rudo y de familia humilde. Mientras que Nyatar era un elfo de noble familia, tenía el cabello sedoso, largo y de color cobre, sus ojos eran color esmeralda de blanca tez, la cual estaba cubierta por algunos tatuajes turquesa. Era un joven muy sensible, pero con mucho valor.
Todos, siempre, intentaron aprovecharse del, en ese entonces, pequeño elfo, pero Curio siempre estuvo a su lado para defenderle.
Nyatar se sentía muy bien estando junto su amigo. Sentía placentero el hecho de depender de tan sensato “guerrero”.
El verdadero infierno comenzó cuando empezaron a asistir a la academia de su pueblo, donde los separaron por especialidad. Claro estaba que el joven moreno sería guerrero, pero no trabajaría para la milicia, sino que se dedicaría a las misiones y aventuras fuera del pueblo. Y el joven elfo estaba destinado a seguir el camino de la magia, por lo que Nyatar siempre protestó contra las autoridades.
-¡quiero ser un guerrero!-lloriqueaba
-no puedes, tu linaje y alineamiento te lo prohíben-justificaban los mayores
-si es por esto... ¡yo no lo quiero!-
-lo siento, Nyatar, no se trata de querer, debes vivir con ello y tu alineamiento no te permite tomar trabajos tan duros-
El pequeño secó sus lágrimas y murmuró-yo les demostraré que no es necesario el alineamiento, yo quiero romper esquemas, quiero trabajos duros no, lo que quiero es estar cerca de Curio)-
Diez años pasaron. Todos los chicos de esa generación se graduaban. Nyatar estaba grande y ya no tenía tanta cara de inocencia y mientras los licenciaban, él recodaba su duro entrenamiento, para aprender magia y combate al mismo tiempo. De repente una voz interrumpió sus pensamientos.
-Nyatar de Ághata, destacado por su desempeño y auto superación-el mayor extendió una especie de pergamino
El chico subió al pedestal y cogió su diploma. Al levantar la mirada pudo divisar entre unos chiquillos a Curio, el que se reía entre dientes con otros chicos
-¿¡Cu...Curio!?-murmuró sorprendido, abriendo sus esmeraldas más de lo normal y agitándose
-¿no te apetece decir nada?-le preguntó un longevo hombre de armadura
-no, gracias-hizo una reverencia y se bajó
En eso, el chico que tanto reía, se puso serio. Algo en aquel elfo le había llamado la atención ¿acaso sería él su adorado amigo de infancia al que dejó de ver por diez años?
Pasaron las horas y la ceremonia llegaba a su fin. Pero afuera del recinto, bajo un árbol, yacía el pelicobrizo quien jugaba desganado con su diploma, aún pensaba si ese chico que se reía era su amigo ¿se estaría riendo de él? De repente una figura se posó delante de él, sacándolo de sus pensamientos. El menor lo miró de apoco, hasta llegar a su cara, la que observó con atención.
-¡Curio!-se le lanzó encima, abrazándolo con fuerza y soltando algunas lágrimas
-¡Nýa!- le llamó como solía hacerlo en la infancia-¡pensé que no te volvería a ver!-le abrazó con la misma fuerza y acarició sus cabellos
-¡Ah! ¡Que alegría me da verte!- lo abrazó con más fuerza
-A mí igual-le besó la frente
-Estás...algo cambiado-le dijo al soltarlo y echarle un vistazo general
-¿En serio?-
-¡Sí! estás mucho más musculoso y tienes un aspecto más rudo y...y ¡tienes un tatuaje en el brazo!-exclamó emocionado
-Ah sí...jejeje-rió al sentirse alagado-...bueno tú también lo estás. Tu cabello está muchísimo más largo, tus...ejem-aclaró la voz- tus marcas están más prominentes-le dijo, tomándolo, posteriormente de la cara, cosa que provocó que el joven elfo se ruborizara-y tus ojos están más hermosos
-¡Ah! ¡Pero qué cosas dices!-exclamó simulando vergüenza
Curio calló, pero instantáneamente rompió el silencio- Nýa ¿qué te parece si celebramos nuestro reencuentro en la posada?-le invitó
-Claro-respondió sonriente.