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La historia no contada por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, sino a su autora J. K. Rowling, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: SiriusxOC, Harryx¿? (por el momento)

Aclaraciones y Advertencia: Este fic es YAOI (lo siento pero no me gusta el hetero), semi AU, Lemon, fantasía, gore, tortura y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

La historia no contada

 

 

Capítulo 16.-

 

 

 

—¿Quieres que entrenemos un rato, después de clases? —preguntó Iktan. Era muy temprano y el Gran Comedor estaba vacío.

 —No.

—¿Por qué no vamos a visitar a Hagrid?

 —No... ve tú... —Iktan frunció el ceño. No le agradaba ver a su hermano en estado anímico.

—Sé en qué estás pensando, Yoltic, en ese espejo. No vuelvas esta noche —le advirtió, adoptando su actitud de hermano sobreprotector.

—¿Por qué no?

—Haz lo que te digo. Tengo un mal presentimiento y, de todos modos, ya has tenido muchos encuentros. Filch, Snape y la Señora Norris andan vigilando por ahí ¿Qué importa si no te ven? ¿Y si tropiezan contigo? ¿Y si chocas con algo?

—Estaré bien —bufó. Odiaba que Iktan lo subestimara, él también era un guerrero de Tollan, tan bueno que podía derrotar a la mayoría de los Caballeros Águila y Jaguar.

—Te lo digo en serio, Yoltic, no vayas —Pero Harry sólo tenía un pensamiento en su mente, volver a mirarse en el espejo. Y su hermano no lo detendría.

 

 

La tercera noche encontró el camino más rápidamente que las veces anteriores. Andaba más rápido de lo que habría sido prudente y con seguridad, su padre lo hubiese reprendido, porque estaba haciendo ruido, pero no se encontró con nadie. Y allí estaban Lily, James y su abuelo, sonriéndole otra vez, y uno de los Potter lo saludaba muy contento. Harry se dejó caer al suelo para sentarse frente al espejo. Nadie iba a impedir que pasara la noche con su familia. Nadie. Excepto...

 

—Entonces de vuelta otra vez, ¿no, Yoltic?

 

Harry sintió como si se le helaran las entrañas. Miró para atrás. Sentado en un pupitre, contra la pared, estaba nada menos que Albus Dumbledore. Yoltic se sintió estúpido, él debió de haber pasado justo por su lado, y estaba tan desesperado por llegar hasta el espejo que no había notado su presencia. En otras circunstancias, aquello pudo haberle costado la vida.

 

—No... no lo había visto, señor.

—Es curioso lo miope que se puede volver uno al ser invisible —dijo Dumbledore, y Harry se sintió aliviado al ver que le sonreía

—. Entonces —continuó Dumbledore, bajando del pupitre para sentarse en el suelo con Harry—, tú, como cientos antes que tú, has descubierto las delicias del espejo de Oesed.

—No sabía que se llamaba así, señor.

—Pero espero que te habrás dado cuenta de lo que hace, ¿no?

—Bueno... me mostró a los Potter, también a mi abuelo y...

—Y a tu hermano lo reflejó como rey de su país.

—¿Cómo lo sabe...?

—No necesito una capa para ser invisible —dijo amablemente Dumbledore—. Y ahora ¿puedes pensar qué es lo que nos muestra el espejo de Oesed a todos nosotros? —Harry negó con la cabeza. —Déjame explicarte. El hombre más feliz de la tierra puede utilizar el espejo de Oesed como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda? —

Harry pensó. Luego dijo lentamente: —Nos muestra lo que queremos... lo que sea que queramos...

—Sí y no —dijo con calma Dumbledore—. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tus padres biológicos y que añoras al hombre que considerabas tu abuelo, verlos rodeándote. Iktan Quetzalcóatl, que siempre ha vivido a la sombra de su padre (un gran hombre, sin duda), se ve solo y superándolo. Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.

 

Harry observó el espejo nuevamente; la historia del espejo de Oesed era parecida a la leyenda de Tezcatlipoca, el espejo humeante, que usaba este mismo instrumento reflejante para mostrarles a sus enemigos lo que más anhelaba su corazón y así derrotarlos*.

 

—El espejo será llevado a una nueva casa mañana, Harry, y te pido que no lo busques otra vez. Y si alguna vez te cruzas con él, deberás estar preparado. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir, recuérdalo. Ahora ¿por qué no te pones de nuevo esa magnífica capa y te vas a la cama?

Harry se puso de pie.

—Señor... profesor Dumbledore... ¿Puedo preguntarle algo?

—Es evidente que ya lo has hecho —sonrió Dumbledore. Harry tuvo que contenerse para no rodar los ojos o bufar—. Sin embargo, puedes hacerme una pregunta más.

—¿Qué es lo que ve, cuando se mira en el espejo? —sabía que no debía ser interrogar a su director con algo tan íntimo, iba contra todos los buenos modales que su padre le enseñó, pero la curiosidad lo sobrepasaba.

—¿Yo? Me veo sosteniendo un par de gruesos calcetines de lana.

 

Harry lo miró asombrado.

—Uno nunca tiene suficientes calcetines —explicó Dumbledore—. Ha pasado otra Navidad y no me han regalado ni un solo par. La gente sigue insistiendo en regalarme libros.

 

El segundo príncipe de Tollan sospecho que Dumbledore no era sincero. Pero es que, pensó mientras se acomodaba en su cama, había sido una pregunta muy personal.

 

   

 

 

Dumbledore había convencido a Harry de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de su baúl. Hermione, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera. Estaba dividida entre el horror de la idea de Harry vagando por el colegio tres noches seguidas («¡Si Filch te hubiera atrapado!») y desilusionada porque finalmente no hubieran descubierto quién era Nicolás Flamel. Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Harry estaba seguro de haber leído el nombre en algún lado. Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos. Los dos príncipes de Tollan tenían menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.

Harry e Iktan se dirigieron al árbol donde ellos y sus amigos pasaban sus descansos; donde encontraron a Ron y Hermione jugando al ajedrez. El ajedrez era la única cosa a la que Hermione había perdido, algo que Harry, su hermano y Ron consideraban muy beneficioso para ella.

 

—No me hables durante un momento —dijo Ron, cuando Iktan se sentó al lado—. Necesito concen... —En aquel momento Neville cayó frente a ellos. Nadie se explicó cómo se las había arreglado llegar hasta ahí, porque sus piernas estaban pegadas juntas, con lo que reconocieron de inmediato el Maleficio de las Piernas Unidas. Había tenido que ir saltando todo el camino hasta. Todos empezaron a reírse, salvo Hermione, que se puso de pie e hizo el contra maleficio. Las piernas de Neville se separaron y pudo ponerse de pie, temblando.

 

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Hermione, ayudándolo a sentarse junto a Iktan y Ron.

—Malfoy —respondió Neville temblando—. Lo encontré fuera de la biblioteca. Dijo que estaba buscando a alguien para practicarlo.

—¡Ve a hablar con la profesora McGonagall! —lo instó Hermione—. ¡Acúsalo! Neville negó con la cabeza.

—No quiero tener más problemas —murmuró.

—¡Tienes que hacerle frente, Neville! —dijo Ron—. Está acostumbrado a llevarse a todo el mundo por delante, pero ésa no es una razón para echarse al suelo a su paso y hacerle las cosas más fáciles.

—No es necesario que me digas que no soy lo bastante valiente para pertenecer a Gryffindor; eso ya me lo dice Malfoy —dijo Neville, atragantándose. Harry buscó en los bolsillos de su túnica y sacó una rana de chocolate, la última de la caja que Hermione le había regalado para Navidad. Se la dio a Neville, que parecía estar a punto de llorar.

—Tu vales por doce Malfoys —dijo Iktan

—¿Acaso no te eligió para Gryffindor el Sombrero Seleccionador? ¿Y dónde está Malfoy? En la apestosa Slytherin —agregó Ron y tuvo que disculparse de inmediato con Harry. Neville dejó escapar una débil sonrisa, mientras desenvolvía el chocolate.

—Gracias, chicos. Creo que me voy a la cama... ¿Quieres el cromo? —le preguntó a Harry —Tú los coleccionas, ¿no?

Mientras Neville se alejaba, Harry miró el cromo de los Magos Famosos.

 

—Dumbledore otra vez —dijo— Él fue el primero que... Bufó. Miró fijamente la parte de atrás de la tarjeta. Luego levantó la vista hacia Ron, Iktan y Hermione. —¡Lo encontré! —susurró—. ¡Encontré a Flamel! Les dije que había leído ese nombre antes. Lo leí en el tren, viniendo hacia aquí. Escuchen lo que dice:

 

El profesor Dumbledore es particularmente famoso por derrotar al mago tenebroso Grindelwald, en 1945, por el descubrimiento de las doce aplicaciones de la sangre de dragón ¡y por su trabajo en alquimia con su compañero Nicolás Flamel!

 

Hermione dio un salto. No estaba tan excitada desde que le dieron la nota de su primer trabajo.

—¡Esperen aquí! —dijo, y se alejó corriendo.

—¿Qué creen que tenga entre manos? —preguntó Harry. Iktan y Ron se encogieron de hombros.

 

Hermione regresó con un pesado libro, que sorprendió a los chicos cuando ella mencionó la razón por la que lo tenía en su poder: algo ligero para leer. En una de las páginas mencionaba a Nicolás Flamel como el único descubridor de la piedra Filosofal.

 

Iktan leyó en voz alta:

 

El antiguo estudio de la alquimia está relacionado con el descubrimiento de la Piedra Filosofal, una sustancia legendaria que tiene poderes asombrosos. La piedra puede transformar cualquier metal en oro puro. También produce el Elixir de la Vida, que hace inmortal al que lo bebe. Se ha hablado mucho de la Piedra Filosofal a través de los siglos, pero la única Piedra que existe actualmente pertenece al señor Nicolás Flamel, el notable alquimista y amante de la ópera. El señor Flamel, que cumplió seiscientos sesenta y cinco años el año pasado, lleva una vida tranquila en Devon con su esposa Perenela (de seiscientos cincuenta y ocho años). 

 

 

—¿Ven? —dijo Hermione, cuando Iktan —. El perro debe de estar custodiando la Piedra Filosofal de Flamel. Seguro que le pidió a Dumbledore que se la guardase, porque son amigos y porque debe de saber que alguien la busca. ¡Por eso quiso que sacaran la Piedra de Gringotts!

—¡Una piedra que convierte en oro y hace que uno nunca muera! —dijo Iktan—. ¡No es raro que Snape la busque! Cualquiera la querría.

—Y no es raro que no pudiéramos encontrar a Flamel en ese Estudio del reciente desarrollo de la hechicería —dijo Harry—. Él no es exactamente reciente si tiene seiscientos sesenta y cinco años, ¿verdad? —sonrió. —Suena interesante.

—Estoy contigo, Yoltic —habló su hermano entusiasmado.

 

 

 

….

 

 

Sirius suspiró aburrido. Los sanadores ya habían dado el visto bueno para que él pudiera hacer el largo viaje de regreso a casa usando el translador, aunque, siendo Tonalli tan sobreprotector como era, insistía en hacerlo en uno de esos aparatos muggles, ¿cómo es que le llamaba? Ah, sí, avión. Bufó. Prefería mil veces viajar en barco, que en un cacharro de miles de toneladas suspendido en el aire.

 

Black se sobresaltó al sentir algo entre sus cejas. Tonalli lo miraba serio con un dedo en  su ceño; tomo la mano de su esposo, confundido por la acción.

 

—Si tanto te molesta ir en avión, siempre podremos tomar un crucero que nos lleve lo más cerca de casa y entonces, hacer uso del translador —dijo el moreno sentándose junto a su pareja.

 

Sirius suspiró; no entendía. Tonalli, su gente y todos los reinos místicos mantenían un hermetismo con relación al mundo exterior, sin embargo, la tecnología muggle y costumbres del resto de la comunidad mágica, no les eran desconocidos. Las conocían, incluso algunos llegaron a interactuar con éstas, pero aun así no las apreciaban por interferir con su modo de vida: uno más natural, más cercano a sus dioses.

 

—Sería un viaje interesante. Tendríamos el mar, una cabina para nosotros solos —Sirius sonrió al verse rodeado por los brazos de Tonalli, que, desde su reencuentro, había estado más táctil de lo que recordaba.

—Oh, y supongo que ese sería el mejor panorama para concebir a un nuevo miembro de la familia real de Tollan —su respuesta fue un beso en la nariz. Sirius sonrió, ¿Quién pensaría que un hombre con un temple de hierro como Tonalli, pudiera tener tales gestos? Se sentía afortunado.

—Suena un buen plan para mí.

 

Pasar un par de semanas en lujoso crucero con Tonalli, igual que durante su luna de miel, quizás no era tan mala idea. Tal vez podrían hacer una pequeña escala en alguna isla paradisiaca muggle y perderse entre la espesura de su vegetación; amaba cuando Tonalli y él se encontraban en su forma animaga, sin más compañía que la de ellos mismos.

 

Su pequeño tiempo a solas se vio interrumpido por la aparición de un chaneque, Citlalli, hermana menor de Tonalli y última hija de Yoloxichitl Tlatoani; pedía una audiencia con ellos.

 

La pareja se dirigió al despacho del Tlatoani, ahí se encontraba una hermosa muchacha de 17 años; sus largos cabellos le llegaban hasta la cintura, su piel morena y extraño tono rojizo de ojos le daban un aspecto casi etéreo. Tonalli amaba mucho a su hermana; era casi la viva imagen de Atzin, su padre gestante; si no fuera por esos horrendos ojos de sangre que —al igual que él—, heredó de Yoloxochitl, en lugar de ese sin igual tono ambar.

 

—¡Tiachcauhtli! —exclamó abrazando a Sirius. Tonalli frunció el ceño, sintiéndose celoso por ambas partes. Tanto su hermana como su esposo habían congeniado muy bien desde que se conocieron—Me alegro mucho que te encuentres bien. Resé tanto a todos los dioses por ti.

—Gracias Citlalli —Tonalli se aclaró la garganta, procurando hacer el mayor escándalo posible.

—¿Qué tal tu estancia en Mayad? —preguntó adoptado las formas del Tlatoani. La adolecente frunció el ceño, para inmediatamente sonreír.

—Sac-Nicté ha sido muy buena conmigo —dijo sonriendo. —Te envía saludos y espera ansiosa, poder disfrutar de tu compañía nuevamente.

 

Sirius entrecerró los ojos, mientras Tonalli se aclaraba la garganta, en un acto puramente nervioso. Canuto estaba por preguntar sobre esa mujer, y el interés que tenía de pasar tiempo con su marido, pero decidió que era mejor tratar el tema sin Citlalli presente.

 

 

Continuará…

 

 

 

*Invento mío. 


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