Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La historia no contada por lizergchan

[Reviews - 76]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, sino a su autora J. K. Rowling, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: SiriusxOC, Harryx¿? (por el momento)

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, semi AU, Lemon, fantasía, gore, tortura y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

La historia no contada

 

 

 

Capítulo 04.- Las casas

 

 

 

El tren aminoró la marcha, hasta que finalmente se detuvo. Todos se empujaban para salir al pequeño y oscuro andén. Harry e Iktan se estremecieron bajo el frío aire de la noche, les resultaría difícil adaptarse al clima. Entonces apareció una lámpara moviéndose sobre las cabezas de los alumnos, y los hermanos oyeron una voz conocida:

 

—¡Primer año! ¡Los de primer año por aquí! ¿Todo bien por ahí, Harry, Iktan?

 

La gran cara peluda de Hagrid rebosaba alegría sobre el mar de cabezas.

 

—Vengan, síganme... ¿Hay más de primer año? Miren bien dónde pisan. ¡Los de primer año, síganme!

 

Resbalando y a tientas, siguieron a Hagrid por lo que parecía un estrecho sendero. Estaba tan oscuro. Nadie hablaba mucho.

 

—En un segundo, tendrán la primera visión de Hogwarts —exclamó Hagrid por encima del hombro—, justo al doblar esta curva.

 

Se produjo un fuerte ¡ooooooh! Incluso Harry e Iktan se sorprendieron, pero su educación les impedía mostrar su emoción.

 

El sendero estrecho se abría súbitamente al borde de un gran lago negro. En la punta de una alta montaña, al otro lado, con sus ventanas brillando bajo el cielo estrellado, había un impresionante castillo con muchas torres y torrecillas.

 

—¡No más de cuatro por bote! —gritó Hagrid, señalando a una flota de botecitos alineados en el agua, al lado de la orilla. Harry e Iktan subieron a uno, seguidos por Ron y Hermione; aunque la idea no les agradó del todo.

—¿Todos han subido? —continuó Hagrid, que tenía un bote para él solo—. ¡Bien! ¡ADELANTE!

 

Y la pequeña flota de botes se movió al mismo tiempo, deslizándose por el lago, que era tan liso como el cristal. Todos estaban en silencio, contemplando el gran castillo que se elevaba sobre sus cabezas mientras se acercaban cada vez más al risco donde se erigía.

 

—¡Bajen las cabezas! —exclamó Hagrid, mientras los primeros botes alcanzaban el peñasco. Todos agacharon la cabeza y los botecitos los llevaron a través de una cortina de hiedra, que escondía una ancha abertura en la parte delantera del peñasco.

 

Fueron por un túnel oscuro que parecía conducirlos justo por debajo del castillo, hasta que llegaron a una especie de muelle subterráneo, donde treparon por entre las rocas y los guijarros.

 

—¡Eh, tú, el de allí! ¿Es éste tu sapo? —dijo Hagrid, mientras vigilaba los botes y la gente que bajaba de ellos.

¡Trevor! —gritó Neville, muy contento, extendiendo las manos. Luego subieron por un pasadizo en la roca, detrás de la lámpara de Hagrid, saliendo finalmente a un césped suave y húmedo, a la sombra del castillo.

 

Subieron por unos escalones de piedra y se reunieron ante la gran puerta de roble.

 

—¿Están todos aquí? Tú, ¿todavía tienes tu sapo?

 

Hagrid levantó un gigantesco puño y llamó tres veces a la puerta del castillo.

 

La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento de Harry fue que se parecía a su tía Ixchel a quien era mejor no hacerla enojar si es que no se quería terminar sufriendo de alguna muerte muy dolorosa.

 

—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo Hagrid.

—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.

 

Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era casi tan grande como la de su hogar. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores.

 

Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Se podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha, pero la maestra llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.

 

—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, sus casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasaran el tiempo libre en la sala común de la casa. “Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos.  Mientras estén en Hogwarts, sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que os toque.” La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Les sugiero que, mientras esperan, se arreglen lo mejor posible.

 

Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron.

 

—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperen tranquilos.

 

Salió de la habitación. Harry miró a su hermano, lo tomó de la mano; rogaba a los dioses que les tocara en la misma casa pues jamás se habían separado.

 

—¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? —preguntó Iktan a Ron. Tonalli nunca les había dicho como era que se decidía a que casa pertenecías.

—Creo que es una especie de prueba. Fred dice que duele mucho, pero creo que era una broma.

—No creo que sean tan terribles como las de padre y los sacerdotes —comentó Harry encogiéndose de hombros e Iktan no pudo más que darle la razón.

—Lo que me preocupa es que sea de hechizos, pues ni tú ni yo conocemos muchos de este país —agregó Iktan cruzándose de brazos. Harry asintió con la cabeza, realmente no estaban preocupados si la prueba era dolorosa, podían soportar bien el dolor. En cualquier momento, la profesora McGonagall regresaría para llevarlos a la prueba que definiría el resto de sus días.

 

Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... muchos de los que estaban atrás gritaron.

 

—¿Qué es...?

 

Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:

 

—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad...

—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿Y qué están haciendo todos ustedes aquí?

 

El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año. Nadie respondió.

—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Están esperando la selección, ¿no?

 

Algunos asintieron.

 

—¡Espero verlos en Hufflepuff—continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya saben.

—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de selección va a comenzar.

 

La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.

 

—Ahora formen una hilera —dijo la profesora a los de primer año— y síganme.

 

Harry se puso detrás de Iktan y éste detrás de un chico de pelo claro. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor.

 

Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Harry levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Recordó que su padre le había dicho en una ocasión que el techo del colegio tenía un hechizo para que parezca como si fuese realmente el cielo.

 

Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.

La profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio.

 

Harry levantó una ceja y miró a su hermano quien se encogió de hombros. Tal vez tenían que intentar sacar un conejo del sombrero, pensó Harry en broma... al darse cuenta de que todos los del comedor contemplaban el objeto, también lo hizo. Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el morrión se movió. Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y comenzó a cantar:

 

Oh, podrás pensar que no soy bonito,

pero no juzgues por lo que ves.

Me comeré a mí mismo si puedes encontrar

un sombrero más inteligente que yo.

Puedes tener bombines negros,

sombreros altos y elegantes.

Pero yo soy el Sombrero Seleccionador de Hogwarts

y puedo superar a todos.

No hay nada escondido en tu cabeza

que el Sombrero Seleccionador no pueda ver.

Así que pruébame y te diré

dónde debes estar.

Puedes pertenecer a Gryffindor,

donde habitan los valientes.

Su osadía, temple y caballerosidad

ponen aparte a los de Gryffindor.

Puedes pertenecer a Hufflepuff

donde son justos y leales.

Esos perseverantes Hufflepuff

de verdad no temen el trabajo pesado.

O tal vez a la antigua sabiduría de Ravenclaw,

Si tienes una mente dispuesta,

porque los de inteligencia y erudición

siempre encontrarán allí a sus semejantes.

O tal vez en Slytherin

harás tus verdaderos amigos.

Esa gente astuta utiliza cualquier medio

para lograr sus fines.

¡Así que pruébame! ¡No tengas miedo!

¡Y no recibirás una bofetada!

Estás en buenas manos (aunque yo no las tenga).

Porque soy el Sombrero Pensante.

 

Todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.

 

—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron a Harry—. Voy a matar a Fred.

—Es una pena, yo esperaba pelear con alguna clase de bestia salvaje —comentó Iktan lamentándose. Harry sonrió; le dio algunas palmadas en la espalda para reconfortarlo.

 

La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.

 

—Cuando yo los llame, deberán ponerse el sombrero y sentarse en el taburete para que los seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!

 

Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.

 

—¡HUFFLEPUFF!—gritó el sombrero.

 

La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Harry vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.

 

—¡Bones, Susan!

—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.

—¡Boot, Terry!

—¡RAVENCLAW!

 

La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.

 

Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw, pero Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de la izquierda, que estalló en vivas. Bulstrode, Millicent fue a Slytherin.

 

—¡Finch-Fletchley, Justin!

—¡HUFFLEPUFF!

 

Harry notó que, algunas veces, el sombrero gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.

—Finnigan, Seamus. —El muchacho de cabello arenoso, que estaba al lado de Harry en la fila, estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.

—Granger, Hermione.

 

Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.

 

—¡GRYFFINDOR! —gritó el sombrero. Ron gruñó.

 

Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: GRYFFINDOR

 

Malfoy se adelantó al oír su nombre y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!

 

Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción. Ya no quedaba mucha gente.

Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks, Sally-Anne... hasta que fue el turno de Harry.

 

—¡Potter Harry!

—Me llamo Yoltic Quetzalcóatl —dijo encarando a la profesora. Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.

—¿Ha dicho Potter?

—¿Ése es Harry Potter?

 

Lo último que Harry vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que trataba de verlo bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperó.

 

—Mm —dijo una vocecita en su oreja—. Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... entonces, ¿dónde te pondré?

 

Harry se aferró a los bordes del taburete y pensó: “Donde sea, pero muévete”.

 

—En Slytherin, ¿quizás? —dijo la vocecita—. Hijo adoptivo de Tonalli, mmm deseas que él se enorgullezca de ti. No hay duda, ¿verdad? Bueno, si estás seguro. ¡SLYTHERIN!

 

Harry oyó al sombrero gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Slytherin. Estaba tan preocupado de que su hermano no quedara en la misma casa, que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más calurosos hasta el momento.

 

Siguieron pasando los de primero hasta que llegó el turno de su hermano. Harry comenzó a los dioses en voz baja sin importar la mirada de desconcierto de los que estaban a su lado por oírlo hablan en una lengua extraña.

 

—¡ GRYFFINDOR! —Harry tuvo la horrible sensación de haberlo sido sumergido en un cubo de agua helada. Su hermano lo miraba como pidiéndole perdón antes de dirigirse a la mesa de los leones.

 

Albus Dumbledore se había puesto de pie después de que el último fuera seleccionado. Miraba con expresión radiante a los alumnos, con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.

 

—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero decirles unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!

 

Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. Harry tuvo deseos de golpearlo, era como si ése anciano se estuviese burlando de él y de su hermano por haber quedado en casas distintas.

 

—Está... un poquito loco, ¿no? —preguntó Iktan a Percy.

—¿Loco? —dijo Percy con frivolidad—. ¡Es un genio! ¡El mejor mago del mundo! Pero está un poco loco, sí. ¿Patatas, Iktan?

 

El príncipe negó con la cabeza, tenía un desagradable sabor a hiel en la boca y lo menos que deseaba era comer.

 

—Eso tiene muy buen aspecto, deberías comer algo —dijo con tristeza el fantasma de la gola, observando a Iktan.

—¿No puede...? —intentó preguntar Ron sentado al lado de Iktan.

—No he comido desde hace unos cuatrocientos años —dijo el fantasma—. No lo necesito, por supuesto, pero uno lo echa de menos. Creo que no me he presentado, ¿verdad? Sir Nicholas de Mimsy-Porpington a su servicio. Fantasma Residente de la Torre de Gryffindor.

—¡Yo sé quién es usted! —dijo súbitamente Ron—. Mi hermano me lo contó. ¡Usted es Nick Casi Decapitado!

—Yo preferiría que me llamaran Sir Nicholas de Mimsy... —comenzó a decir el fantasma con severidad, pero lo interrumpió Seamus Finnigan, el del pelo color arena.

—¿Casi Decapitado? ¿Cómo se puede estar casi decapitado?

 

Sir Nicholas pareció muy molesto, como si su conversación no resultara como la había planeado.

—Así —dijo enfadado. Se agarró la oreja izquierda y tiró. Teda su cabeza se separó de su cuello y cayó sobre su hombro, como si tuviera una bisagra. Era evidente que alguien había tratado de decapitarlo, pero que no lo había hecho bien. Pareció complacido ante las caras de asombro y volvió a ponerse la cabeza en su sitio, tosió y dijo: ¡Así que nuevos Gryffindors! Espero que este año nos ayuden a ganar el campeonato para la casa. Gryffindor nunca ha estado tanto tiempo sin ganar. ¡Slytherin ha ganado la copa seis veces seguidas! El Barón Sanguinario se ha vuelto insoportable. Él es el fantasma de Slytherin.

 

Iktan miró hacia la mesa de Slytherin y vio un fantasma horrible sentado allí, con ojos fijos y sin expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada que le hacían recordar a los sacerdotes en las épocas de sacrificios humanos. Estaba justo al lado de su hermano; Harry parecía estar en igual estado anímico que él.

 

—¿Cómo es que está todo lleno de sangre? —preguntó Seamus con gran interés.

—Nunca se lo he preguntado —dijo con delicadeza Nick Casi Decapitado. Cuando hubieron comido todo lo que quisieron, los restos de comida desaparecieron de los platos, dejándolos tan limpios como antes. Un momento más tarde aparecieron los postres. Trozos de helados de todos los gustos que uno se pudiera imaginar; pasteles de manzana, tartas de melaza, relámpagos de chocolate, rosquillas de mermelada, bizcochos borrachos, fresas, jalea, arroz con leche...

 

De un momento a otro, la conversación se centró en las familias.

 

—Yo soy mitad y mitad —dijo Seamus—. Mi padre es muggle. Mamá no le dijo que era una bruja hasta que se casaron. Fue una sorpresa algo desagradable para él.

 

Los demás rieron.

 

—¿Y tú, Iktan? —dijo Ron al sentir la fiera mirada del aludido sobre él.

—Padre es el tlatoani de Tollan… el rey de nuestro país —dijo Iktan sin mucho interés, pero todos los de la mesa lo veían maravillados y algunas chicas murmuraban emocionadas por tener a un miembro de la realeza en su misma casa—. Soy mayor que Yoltic, tan sólo por unos meses. Desde pequeños se nos crio para gobernar y padre nos enseñó magia, incluso antes de que aprendiéramos a caminar. La primera vez que hice magia fue cuando Ocelotl* se escapó y estuvo a punto de comerse Yoltic, eso fue cuando tenía dos años.

—¿Enserio eres de Tollan? —le preguntó Hermione sorprendida. —Leí en un libro que Tollan es lo más parecido a Mesoamérica, ¿aún adoran dioses paganos, hacen sacrificios, no conocen la energía eléctrica ni los autos o electrodomésticos?

 

 

Iktan no le respondió, demasiado ofendido por la forma en que se expresaba de su reino. Miró otra vez hacia la mesa de los Slytherin. Su hermano hablaba con el fantasma, aunque parecía tranquilo. Ambos estaban molestos por los resultados.

 

De pronto el profesor de nariz ganchuda miró por encima del turbante de Quirrell, directamente a los ojos de Harry... y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente. Hizo una mueca de dolor, pero supo disimularla bien.  El dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo cuando el profesor lo miró, una sensación que no le gustó en absoluto.

 

—¿Quién es el que está hablando con el profesor Quirrell? —preguntó Harry a al Slytherin a su lado.

—Oh, ¿ya conocías a Quirrell, entonces? No es raro que parezca tan nervioso, ése es el profesor Snape. Su materia es Pociones, nuestro líder de casa... todo el mundo sabe que el sería mucho mejor que Quirrell, por supuesto, es cierto. Snape sabe más que él sobre las Artes Oscuras.

 

Harry vigiló a Snape durante un rato; le recodaba tanto a uno de los hermanos de su padre, pero el profesor no volvió a mirarlo.

 

Por último, también desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie. Todo el salón permaneció en silencio.

 

—Ejem... sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que haceros para el comienzo del año. Los de primer año deben tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.

 

Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley.

 

—El señor Filch, el celador, me ha pedido que  recuérdales que no deben hacer magia en los recreos ni en los pasillos. Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch. Y por último, quiero decirles que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.

 

Harry rió, él no le tenía miedo a la muerte; los entrenamientos de su padre eran mucho peores y muchas ocasiones deseo estar muerto.

 

—¿Lo decía en serio? —murmuró Ron a Percy.

—Eso creo —dijo Percy, mirando ceñudo a Dumbledore—. Es raro, porque habitualmente nos dice el motivo por el que no podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está lleno de animales peligrosos, todos lo saben. Creo que, al menos, debió avisarnos a nosotros, los prefectos.

—¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarnos, cantemos la canción del colegio! —exclamó Dumbledore. Harry notó que las sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas. El director  agitó su varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.

 

—¡Que cada uno elija su melodía favorita! —dijo Dumbledor—. ¡Y allá vamos!

 

Y todo el colegio vociferó:

 

Hogwarts, Hogwarts, Hogwarts,

enséñanos algo, por favor.

Aun que seamos viejos y calvos

o jóvenes con rodillas sucias,

nuestras mentes pueden ser llenadas

con algunas materias interesantes.

Porque ahora están vacías y llenas de aire,

pulgas muertas y un poco de pelusa.

Así que enséñanos cosas que valga la pena saber,

haz que recordemos lo que olvidamos,

hazlo lo mejor que puedas, nosotros haremos el resto,

y aprenderemos hasta que nuestros cerebros se consuman.

 

Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo.

 

—¡Ah, la música! —dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí! Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Vayan al trote!

 

Los de primer año de Gryffindor siguieron a Percy a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y subieron por la escalera de mármol. Percy en dos oportunidades los hizo pasar por puertas ocultas detrás de paneles corredizos y tapices que colgaban de las paredes. Subieron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Iktan  comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron súbitamente.

 

Unos bastones flotaban en el aire, por encima de ellos, y cuando Percy se acercó comenzaron a caer contra él.

 

—Peeves —susurró Percy a los de primer año—. Es un duende, lo que en las películas llaman poltergeist. —Levantó la voz—: Peeves, aparece.

 

La respuesta fue un ruido fuerte y grosero, como si se desinflara un globo.

 

—¿Quieres que vaya a buscar al Barón Sanguinario?

 

Se produjo un chasquido y un hombrecito, con ojos oscuros y perversos y una boca ancha, apareció, flotando en el aire con las piernas cruzadas y empuñando los bastones.

—¡Oooooh! —dijo, con un maligno cacareo—. ¡Los horribles novatos! ¡Qué divertido!

De pronto se abalanzó sobre ellos. Todos se agacharon, con acepción de Iktan. El espectro cayó al suelo como si algo hubiese chocado con una pared.

 

—¿Qué… que fue lo que hiciste? —preguntó Peeves sorprendido. Iktan se cruzó de brazos y lo miró desafiante.

—Vete, Peeves, o el Barón se enterará de esto. ¡Lo digo en serio! —gritó Percy sorprendido por lo que acababa de pasar.

 

Peeves hizo sonar su lengua y desapareció, dejando caer los bastones sobre la cabeza de Neville. Lo oyeron alejarse con un zumbido, haciendo resonar las armaduras al pasar.

 

—¿Cómo hiciste eso? —preguntó Percy a Iktan, mientras seguían avanzando

—Un príncipe debe saber cómo tratar a sus súbditos, estén vivos o no —respondió con tono neutral.

 

Al final del pasillo colgaba un retrato de una mujer muy gorda, con un vestido de seda rosa.

 

—¿Santo y seña? —preguntó.

—Caput draconis —dijo Percy, y el retrato se balanceó hacia delante y dejó ver un agujero redondo en la pared. Todos se amontonaron para pasar (Neville necesitó ayuda) y se encontraron en la sala común de Gryffindor; una habitación redonda y acogedora, llena de cómodos sillones.

Percy condujo a las niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, y a los niños por otra puerta. Al final de una escalera de caracol (era evidente que estaban en una de las torres) encontraron, por fin, sus camas, cinco camas con cuatro postes cada una y cortinas de terciopelo rojo oscuro. Sus baúles ya estaban allí. Demasiado cansados para conversar, se pusieron sus pijamas y se metieron en la cama.

 

—Es una pena que tu hermano quedara en Slytherin —murmuró Ron a Iktan, a través de las cortinas—. ¡Fuera, Scabbers! Te estás comiendo mis sábanas.

 

Iktan estaba a punto de responderle a Ron con un insulto, pero se quedó dormido de inmediato.

 

 

 

Harry tardó en quedarse dormido. No le agradaban los cambios y el no tener a su hermano durmiendo con él, le molestaba. Se maldijo mil veces por no sospechar que Iktan tomaría cualquier posibilidad de descubrir la identidad de su otro padre y ya que éste había pertenecido a Gryffindor… sin darse cuenta se quedó dormido, pensando en su hermano y en Tonalli.

 

A la mañana siguiente, Harry e Iktan se encontraron en la entrada del gran comedor y sin importar lo que los presentes pudieran pensar, se abrazaron.

 

—Te extrañe —le dijo Harry.

—Igual yo —Iktan se separó de su hermano. —¿Aún tienes el amuleto que la tía Iztlacihuatl nos regaló? —Harry asintió con la cabeza y le mostró un colmillo largo hecho de cuarzo e Iktan hizo lo mismo. —Bien, podremos comunicarnos atreves de ellos y no estaremos tan lejos, él uno del otro.

 

Harry asintió con la cabeza, abrazó nuevamente a su hermano antes de entrar al gran comedor y dirigirse a la mesa de los Slytherin.

 

Algunos Gryffindors y Slytherins trataban de convencer a los hermanos que no se hablaran, pues ambas casas eran enemigas y no veían con buenos ojos esa confraternización, pero a ellos no les importaba, como su padre decía: Un príncipe no debe dejarse llevar por el colectivo, tiene que ser leal a sus creencias y mostrar su fortaleza.

 

La semana pasó tranquila, Harry e Iktan pasaban su tiempo libre juntos, en las noches, cuando estaban en sus respectivas casas; se hablaban por los amuletos que eran como una especie de radio de dos vías, algo muy práctico.

 

 

El viernes fue un día importante para Harry e Iktan pues tendrían más tiempo libre para estar juntos.

 

—¿Qué tenemos hoy? —preguntó Iktan a Ron, mientras echaba azúcar en sus cereales.

—Pociones Dobles con los de Slytherin —respondió Ron. Iktan sonrió, eso significaba que él y su hermano estarían juntos en clases—. Snape es el Jefe de la Casa Slytherin. Dicen que siempre los favorece a ellos... ahora veremos si es verdad.

—Los lideres que favorecen a unos cuantos, son llevados a la perdición —dijo Iktan

 

Justo en aquel momento llegó el correo. Cien lechuzas entraron súbitamente en el Gran Comedor durante el desayuno, volando sobre las mesas hasta encontrar a sus dueños, para dejarles caer encima cartas y paquetes.

 

Hedwig, la lechuza que Hagrig le había regalado, pasó volando entre la mermelada y la azucarera y dejó caer un sobre en el plato de Harry Éste lo abrió de inmediato.

 

Querido Harry,

 

Sé que tienes las tardes del viernes libres, así que ¿te gustaría venir a tomar una taza de té conmigo, a eso de las tres? Quiero que me cuentes todo lo de tu primera semana. Envíame la respuesta con Hedwig.

 

Hagrid

 

(No te preocupes por Iktan, ya le he enviado el mensaje con Camil).

 

Harry miró a su hermano, efectivamente, la lechuza de Iktan acababa de entregarle una nota. Tomó su amuleto y llamó a su hermano.

 

“¿Iras con Hagrid?”

“Si, ¿y tú?”

“Igual”

“Nos vemos en clase de pociones, Yoltic. Cuídate”

“Tú igual”

“Adiós”

 

Harry tomó su pluma y contestó: “Sí, gracias, nos veremos más tarde”, en la parte de atrás de la nota, y la envió con Hedwig.

 

Las clases de Pociones se daban abajo, en un calabozo. Hacía mucho más frío allí que arriba, en la parte principal del castillo, y habría sido igualmente tétrico sin todos aquellos animales conservados, flotando en frascos de vidrio, por todas las paredes.

Snape, como Flitwick, comenzó la clase pasando lista y, como Flitwick, se detuvo ante el nombre de Harry

 

—Ah, sí —murmuró—. Harry Potter. Nuestra nueva... celebridad.

—Lo he dicho miles de veces, profesor —dijo el aludido poniéndose de pie. —No soy Harry Potter, ya no lo soy. Mi nombre es Yoltic Quetzalcóatl, hijo del tlatoani de Tollan.

 

Todo el salón ahogo un gemino. Snape lo miró. Sus ojos eran tan negros como los de Hagrid, pero no tenían nada de su calidez. Eran fríos y vacíos y hacían pensar en túneles oscuros, pero Harry no le tenía miedo, ya se había enfrentado seres tan oscuros y malignos que un simple profesor no iba a ser capaz de intimidarlo.

 

Snape regresó su atención a la lista y continuó, ignorando a Harry (para sorpresa de los presentes).

 

—Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Como la profesora McGonagall, Snape tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo—. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de ustedes dudaran que esto sea magia. No espero que lleguen  a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos. Puedo enseñarles cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... si son algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.

 

Más silencio siguió a aquel pequeño discurso. Harry e Iktan sonrieron, el profesor prácticamente los estaba retando y ellos, con mucho gusto lo aceptaban. Hermione Granger estaba sentada en el borde de la silla, y parecía desesperada por empezar a demostrar que ella no era un alcornoque.

 

—¡Potter! —dijo de pronto Snape—. ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

—Mi apellido es Quetzalcóatl —contestó Harry la pregunta entre dientes, molesto por ser llamado Potter otra vez.

 

Los labios de Snape, parecía molesto por la respuesta correcta. La clase terminó después de un tiempo y los alumnos se enfilaron para subir las escaleras y salir de las mazmorras.

 

—No puedo evitar comparar a ese tipo con el consejero de padre —comentó Iktan a Harry y él asintió con la cabeza. Snape le había quitado tres puntos al mayor, simplemente por haber estornudado. —Espero que padre no se entere de lo sucedido.

—Anímense —dijo Ron al alcanzarlos—. Snape siempre le quitaba puntos a Fred y a George. ¿Puedo ir a ver a Hagrid con ustedes?

 

Harry negó con la cabeza, había cosas que él e Iktan tenían que hablar con Hagrig y no necesitaban de un extraño que anduviera metiendo sus narices donde nadie lo llamaba.

 

Continuará…

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

No culpen a Iktan por haber quedado en Gryffindor T.T Me parecía una buena idea hacer que los dos fueran a casas distintas y así, sus lazos se fortalecieran


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).