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La historia no contada por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, sino a su autora J. K. Rowling, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: SiriusxOC, Harryx¿? (por el momento)

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, semi AU, Lemon, fantasía, gore, tortura y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

La historia no contada

 

 

 

Capítulo 05.- Lecciones de vuelo

 

 

 

Iktan y Harry salieron del castillo cinco minutos antes de las tres y cruzaron los terrenos que lo rodeaban. Hagrid vivía en una pequeña casa de madera, en el borde del bosque prohibido. Una ballesta y un par de botas de goma estaban al lado de la puerta delantera. Cuando Harry llamó a la puerta, oyeron unos frenéticos rasguños y varios ladridos. Luego se oyó la voz de Hagrid, diciendo:

 

—Atrás, Fang, atrás.

 

La gran cara peluda de Hagrid apareció al abrirse la puerta.

 

—Entren —dijo— Atrás, Fang.

 

Los dejó entrar, tirando del collar de un imponente perro negro. Había una sola estancia. Del techo colgaban jamones y faisanes, una cazuela de cobre hervía en el fuego y en un rincón había una cama enorme con una manta hecha de remiendos.

 

—Están en su casa —dijo Hagrid, soltando a Fang, que se lanzó contra Iktan y comenzó a lamerle el rostro. Como Hagrid, Fang era evidentemente mucho menos feroz de lo que parecía.

Hagrid, sirviendo el té y pedazos de pastel.

 

El pastel casi les rompió los dientes, pero Harry e Iktan fingieron que les gustaba, mientras le contaban a Hagrid todo lo referente a sus primeras clases. Fang tenía la cabeza apoyada sobre la rodilla de Harry y babeaba sobre su túnica.

 

Harry le contó a Hagrid lo de la clase de Snape e Iktan los puntos que le quitó tan sólo por estornudar.

 

—Parece como si odiara el nombre de Harry Potter.

—¡Tonterías! —dijo Hagrid—. ¿Por qué iba a hacerlo?

 

Sin embargo, los hermanos no podían dejar de pensar en que Hagrid había mirado hacia otro lado cuando dijo aquello.

 

—¿Y cómo está su padre? —preguntó Hagrid a Iktan—. Supongo que ya habrá regresado a Tollan.

 

Ambos se dieron cuenta que Hagrid estaba cambiando de tema a propósito. Iktan decidió seguir la corriente, Harry miró e la mesa, había un recorte de periódico. Era de El Profeta.

 

RECIENTE ASALTO EN GRINGOTTS

 

Continúan las investigaciones del asalto que tuvo lugar en Gringotts el 31 de julio. Se cree que se debe al trabajo de magos y brujas oscuros. Los gnomos de Gringotts insisten en que no se han llevado nada. La cámara que se registró había sido vaciada el mismo día.

 

“Pero no vamos a decirles qué había allí, así que mantengan las narices fuera de esto, si saben lo que les conviene”, declaró esta tarde un gnomo portavoz de Gringotts.

 

Harry recordó que Ron les había contado en el tren que alguien había tratado de robar en Gringotts, pero no mencionó fecha.

 

—¡Hagrid! —dijo Harry—. ¡Ese robo en Gringotts sucedió el día en qué padre, Iktan y yo hicimos las compras! ¡Pudo haber sucedido mientras estábamos allí!

Aquella vez no tuvo dudas: Hagrid decididamente evitó su mirada. Gruñó y les ofreció más pastel. Harry volvió a leer la nota. “La cámara que se registró había sido vaciada aquel mismo día.”

—Hagrid. Tú conoces a nuestro padre desde que él iba en Slytherin, ¿no? —le preguntó Iktan en vista de que no podrían sacarle información alguna sobre el robo.

—Sí —respondió confundido por la pregunta.

—Entonces, tú sabrás la identidad de nuestro otro padre —Hagrid comenzó a ponerse nervioso. —Lo preguntare de otra manera —dijo Iktan al notar el nerviosismo del semi gigante —: ¿Eres nuestro otro padre?

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Harry e Iktan regresaban al castillo para cenar; Hagrid no les había dicho que él no era su otro padre, pero era obvio para ambos que ocultaba algo. Los dos hermanos se juraron que lo averiguarían tan pronto les fuera posible.

 

Harry nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Tleyotl, pero eso era antes de haber conocido a Draco Malfoy. Un noble no podía ser arrogante, como lo era ese chico y mucho menos hablador.

 

Iktan se lamentaba que Slytherin y Gryffindor sólo compartieran la clase de pociones; cuando se enteró que el siguiente jueves tomaría tomarían la clase de vuelo, juntos, no pudo ocultar su alegría.

—Espero no hacer el ridículo —dijo Iktan en tono casual. Deseaba aprender a volar en escoba, pero le preocupaba cometer un error y ser la deshonra de su familia.

—No sabes aún si vas a hacerlo —dijo razonablemente Ron—. De todos modos, sé que Malfoy siempre habla de lo bueno que es en quidditch, pero seguro que es pura palabrería.

La verdad es que Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles. Pero no era el único: por la forma de hablar de Seamus Finnigan, parecía que había pasado toda la infancia volando por el campo con su escoba. Hasta Ron podía contar a quien quisiera oírlo que una vez casi había chocado contra un planeador con la vieja escoba de Charles. Todos los que procedían de familias de magos hablaban constantemente de quidditch. Ron ya había tenido una gran discusión con Dean Thomas, que compartía el dormitorio con ellos, sobre fútbol. Ron no podía ver qué tenía de excitante un juego con una sola pelota, donde nadie podía volar. Iktan  había descubierto a Ron tratando de animar un cartel de Dean en que aparecía el equipo de fútbol de West Ham, para hacer que los jugadores se movieran.

Neville no había tenido una escoba en toda su vida, porque su abuela no se lo permitía. Quizás, ella había actuado correctamente, dado que Neville se las ingeniaba para tener un número extraordinario de accidentes, incluso con los dos pies en tierra.

Hermione Granger estaba casi tan nerviosa como Neville con el tema del vuelo. Eso era algo que no se podía aprender de memoria en los libros, aunque lo había intentado. En el desayuno del jueves, aburrió a todos con estúpidas notas sobre el vuelo que había encontrado en un libro de la biblioteca, llamado Quidditch a través de los tiempos. Neville estaba pendiente de cada palabra, desesperado por encontrar algo que lo ayudara más tarde con su escoba, pero todos los demás se alegraron mucho cuando la lectura de Hermione fue interrumpida por la llegada del correo.

La lechuza de Malfoy siempre le llevaba de su casa paquetes con golosinas, que el muchacho abría con perversa satisfacción en la mesa de Slytherin. Un lechuzón entregó a Neville un paquetito de parte de su abuela. Lo abrió excitado y les enseñó una bola de cristal, del tamaño de una gran canica, que parecía llena de humo blanco.

 

—¡Es una Recordadora! —explicó—. La abuela sabe que olvido cosas y esto te dice si hay algo que se te ha olvidado de hacer. Miren, uno la sujeta así, con fuerza, y si se vuelve roja... oh... —se puso pálido, porque la Recordadora súbitamente se tiñó de un brillo escarlata—... es que has olvidado algo...

Neville estaba tratando de recordar qué era lo que había olvidado, cuando Draco que pasaba al lado de la mesa de Gryffindor; le quitó la Recordadora de las manos. Ron saltó de su asiento. En realidad, deseaba tener un motivo para pelearse con Malfoy, pero la profesora McGonagall, que detectaba problemas más rápido que ningún otro profesor del colegio, ya estaba allí.

 

—¿Qué sucede?

—Malfoy me ha quitado mi Recordadora, profesora.

 

Con aire ceñudo, Malfoy dejó rápidamente la Recordadora sobre la mesa.

 

—Sólo la miraba —dijo, y se alejó, seguido por Crabbe y Goyle.

—Es una desgracia para la nobleza de su país —comentó Harry mientras jugaba con su tenedor.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Bajaron corriendo los escalones delanteros, hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo. Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia.

 

Los Slytherins ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo. Harry e Iktan habían oído a Fred y a George Weasley quejarse de las escobas del colegio, diciendo que algunas comenzaban a vibrar si uno volaba muy alto, o que siempre volaban ligeramente torcidas hacia la izquierda. Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.

 

—Bueno ¿qué están esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.

 

Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

 

—Extiendan la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y digan: arriba.

—¡ARRIBA! —gritaron todos.

 

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. La de Hermione Granger no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. “Tal parece que las escobas saben —como animales —, cuándo tienes miedo”, pensó Harry, y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.

 

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla. Harry, Iktan y Ron se alegraron muchísimo cuando la profesora dijo a Malfoy que lo había estado haciendo mal durante todos esos años.

 

—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, dan una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantened las escobas firmes, elévense un metro o dos y luego inclínense suavemente. Preparados... tres... dos...

 

Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato.

 

—¡Vuelve, muchacho! —gritó, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros... Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear; deslizarse hacia un lado de la escoba y… BUM... Un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba. Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y desapareció de la vista.

La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.

 

—La muñeca fracturada —la oyó murmurar Harry—. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse.

Se volvió hacia el resto de la clase.

 

—No deben moverse mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejen las escobas donde están o estarán fuera de Hogwarts más rápido de lo que tardan en decir quidditch. Vamos, hijo.

 

Neville, con la cara surcada de lágrimas y agarrándose la muñeca, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.

 

Casi antes de que pudieran marcharse, Malfoy ya se estaba riendo a carcajadas.

 

—¿Han visto la cara de ese gran zoquete?

 

La mayoría de Slytherins le hicieron coro. Harry rodó los ojos; Draco era tan infantil que le provocaba nauseas.

 

—¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil en tono cortante.

—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —dijo Pansy Parkinson, una chica de Slytherin de rostro duro. —Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.

—¡Miren! —dijo Malfoy, agachándose y recogiendo algo de la hierba—. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.

 

La Recordadora brillaba al sol cuando la cogió.

 

—Trae eso aquí, Malfoy —dijo Harry con calma. Todos dejaron de hablar para observarlos. —Deja de comportarte como un escuincle molesto y mimado.

 

Malfoy sonrió con malignidad.

 

—Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque... ¿Qué les parece... en la copa de un árbol?

—¡Tráela aquí! —rugió Iktan, sorprendiendo a Harry, pues su hermano no era de los que alzaban la voz, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba. No había mentido, sabía volar. Desde las ramas más altas de un roble lo llamó:

 

—¡Ven a buscarla, Quetzalcóatl!

 

Harry miró a su hermano tomar su escoba y lo imitó (de ninguna forma pensaba dejarlo solo).

 

—¡No! —gritó Hermione Granger—. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos van a meter en un lío.

 

Los hermanos no le hicieron caso. Se montaron en sus escobas, pegaron una fuerte patada y subieron. El aire agitaba sus cabellos y sus túnicas, silbando tras ellos y, en un relámpago de feroz alegría.

 

—Esto es mejor  que volar en alebrijes —dijo Iktan sonriendo. Harry asintió con la cabeza. Era fácil, era maravilloso. Comenzaron a volar más alto, y oyeron los gritos y gemidos de las chicas que los miraban desde abajo, y una exclamación admirada de Ron.

 

Dirigieron sus escobas para enfrentarse a Malfoy en el aire. Éste los miró asombrado.

 

—¡Déjala! —gritó Harry—,  ¡o te bajaré de esa escoba!

—Hazlo o de lo contrario, te arrancaremos el corazón y nos lo comeremos en la cena —lo amenazó Iktan.

—Ah, ¿sí? —dijo Malfoy, tratando de burlarse, pero con tono preocupado. Un escalofrió le recorrió la columna; ambos hermanos lo miraban con un brillo casi demoniaco en sus ojos.

—Yoltic —Harry asintió con la cabeza; de alguna manera, sabía lo que tenía que hacer. Se inclinó hacia delante, cogió la escoba con las dos manos y se lanzó sobre Malfoy como una jabalina. Draco pudo apartarse justo a tiempo y a penas y pudo esquivar a Iktan, Harry dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.

 

—Aquí no están Crabbe y Goyle para salvarte, Malfoy —exclamó Iktan. Parecía que Draco también lo había pensado.

—¡Atrápenla si puedes, entonces! —gritó. Giró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba.

 

Itkan fue el primero en reaccionar; Harry vio, como si fuera a cámara lenta, que su hermano iba por la bola que se elevaba en el aire y luego comenzaba a caer. Después le siguió él.  Al momento siguiente, estaban ganando velocidad en la caída, persiguiendo la bola, con el viento silbándoles en sus orejas mezclándose con los gritos de los que miraban.

Extendieron las manos al mismo tiempo y, a unos metros del suelo, la atrapó, justo a tiempo para enderezar sus escobas y descender suavemente sobre la hierba, con la Recordadora a salvo.

 

—Harry Potter

—¡Iktan Quetzalcóatl!

 

Sus corazones latieron más rápido que nunca. McGonagall y Snape corrían hacia ellos. Ambos hermanos se miraron entre sí, dándose las manos.

 

—Acompáñeme Potter —dijo Snape con ese tono frío e inflexible que poseía. Harry asintió con la cabeza y fue tras el profesor que ya comenzaba a alejarse.

 

—Nunca... en todo mis años en Hogwarts...

 

La profesora McGonagall estaba casi muda de la impresión, y sus gafas centelleaban de furia.

—¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...

—No fue culpa de él, profesora...

—Silencio, Parvati.

—Pero Malfoy…

—Ya es suficiente, Weasley. Iktan Quetzalcóatl, ven conmigo.

 

En aquel momento, Iktan pudo ver el aire triunfal de Malfoy, Crabbe y Goyle, mientras andaba tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo. Se irguió demostrando su orgullo como príncipe. Si lo iban a expulsar, se mantendría con la dignidad propia de su estirpe.

 

El profesor Snape andaba muy rápido, sin siquiera mirar a Harry. Tenía que correr para alcanzarlo. Esta vez sí que lo había hecho. No había durado ni dos semanas. En diez minutos estaría haciendo su maleta. ¿Qué diría su padre cuando lo vieran llegar a la puerta del palacio? Seguramente lo verían como la deshonra de la familia real y lo declararían un parea; poco después, terminaría siendo sacrificado.

 

Subieron por los peldaños delanteros y después por la escalera de mármol. El profesor seguía sin hablar. Abría puertas y andaba por los pasillos, con Harry corriendo tristemente tras ella. Tal vez lo llevaba ante Dumbledore. Pensó en Hagrid, expulsado, pero con permiso para quedarse como guardabosque. Quizá podría ser el ayudante de Hagrid. Se le revolvió el estómago al imaginarse observando a los otros convirtiéndose en magos, mientras él andaba por ahí, llevando la bolsa de Hagrid.

 

Snape se detuvo ante un aula. Abrió la puerta y asomó la cabeza.

 

—Discúlpeme, profesor Flitwick. ¿Puedo llevarme a Flint un momento?

 

“¿Flint? —pensó Harry aterrado—. ¿Flint sería el encargado de aplicar los castigos físicos?”

 

Pero Flint era sólo un muchacho alto, y relativamente musculoso. Él tenía dientes grandes, ojos grises, y pelo grueso y negro de quinto año, que salió de la clase de Flitwick con aire confundido.

 

—Síganme los dos —dijo el profesor Snape. Avanzaron por el pasillo, Flint mirando a Harry con curiosidad.

—Aquí.

 

Snape señaló un aula en la que sólo estaba Peeves, ocupado en escribir groserías en la pizarra.

 

—¡Largo, Peeves! —dijo Snape en tono frío. Peeves tiró la tiza en un cubo y se marchó maldiciendo. El profesor, cerró la puerta y se volvió para encararse con los muchachos.

 

—Potter, éste es Marcus Flint. Flint, te he encontrado un buscador.

 

La expresión de intriga de Flint se convirtió en deleite.

 

—¿Está seguro, profesor?

—Totalmente —dijo Snape—. Este chico tiene un talento natural. Nunca vi nada parecido. ¿Ésta ha sido tu primera vez con la escoba, Potter?

—Me apellido Quetzalcóatl —respondió Harry cruzándose de brazos, pero asintió con la cabeza. —He volado en alebrijes, pero es la primera vez que lo hago en una escoba. —ahora estaba más tranquilo, pues parecía que no lo iban a expulsar.

—Atrapó esa cosa con la mano, después de un vuelo de quince metros —explicó el profesor a Flint—. Ni un rasguño. Terence Higgs no lo habría hecho mejor.

 

Flint parecía pensar que todos sus sueños se habían hecho realidad.

 

—¿Alguna vez has visto un partido de quidditch, Potter? —preguntó excitado.

—Flint es el capitán del equipo de Slytherin —aclaró el profesor Snape.

—Y tiene el cuerpo indicado para ser buscador —dijo Flint, paseando alrededor de Harry y observándolo con atención—. Ligero, veloz... Vamos a tener que darle una escoba decente, profesor, una Nimbus 2.000 o una Cleansweep 7.

—Hablaré con el profesor Dumbledore para ver si podemos suspender la regla del primer año. Seguramente McGonagall hará lo mismo para que Iktan Quetzalcóatl sea parte de su equipo. Nos hemos mantenido invictos y debemos seguir así.

 

Snape miró a Harry detenidamente.

 

—Quiero oír que te entrenas mucho, Potter, o cambiaré de idea sobre tu castigo. —Harry rodo los ojos, pero no corrigió al profesor.

 

 

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—¿Lo dicen enserio? —dijo Ron sorprendido. Ambos hermanos se encontraban en los jardines del colegio, sentados bajo la sombra de un árbol, junto a Ron.

—Ninguno de los dos bromea —respondió Harry en tono molesto.

—¿Buscador? —dijo—. Pero los de primer año nunca... Serían los dos jugadores más joven en...

—Un siglo —terminó Iktan encogiéndose de hombros —. Wood me lo dijo.

 

Ron estaba tan sorprendido e impresionado que se quedó mirándolos boquiabierto.

 

—Tengo que empezar a entrenarme la semana que viene —dijo Harry.

—Yo igual —dijo Iktan y miró a Ron. —No se lo digas a nadie, Wood quiere mantenerlo en secreto.

—Lo mismo Flint.

 

A pesar de que ninguno de los dos lo demostrara; estaban preocupados, pues significaba que tendrían que competir entre ellos, algo que no deseaban hacer, pero que sabían que no podían evitar.

 

Continuará…


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