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La historia no contada por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Harry Potter no me pertenecen, sino a su autora J. K. Rowling, este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Parejas: SiriusxOC, Harryx¿? (por el momento)

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene YAOI, semi AU, Lemon, fantasía, gore, tortura y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

 

La historia no contada

 

 

 

Capítulo 07.- Pasado y presente

 

 

[James Potter y Sirius Black se acaban de conocer y ya sentían que eran amigos de toda la vida. Ambos se encontraban solos en aquella cabina del expreso a Hogwarts. En un momento la puerta se abrió, dejando ver a un niño de su edad; tenía la piel morena y el cabello amarrado en una coleta baja. Usaba ropas de las más finas  que se pueden conseguir en el callejón Diagon.

 

Sobre su baúl llevaba una jaula de oro con un ave de plumaje multicolor. Un Slytherin en potencia, sin duda.

 

—¿Está ocupado? —preguntó señalando el asiento junto a Sirius. Ambos negaron con la cabeza y el recién llegado entró. Parecía tener problemas para acomodar su equipaje, por lo que James decidió ayudarlo.

 

Pasaron unos minutos antes de que el tren comenzara su marcha. Ambos amigos se dedicaron a contemplar al joven en silencio.

 

—No sé en este país, pero en el mío es descortés mirar a la gente de ese modo —habló recién llegado.

—Lo sentimos, es que… —James no sabía cómo terminar la frase, no quiera sonar grosero.

—Es por mi apariencia y mi ropa —el niño no lo preguntaba, lo afirmaba —. Yo prefiero las cosas sencillas; pero Padre lo puso como condición. En cuanto a mi apariencia; soy extranjero, vengo de Tollan.

—Ya veo… eh, soy James Potter y él es mi amigo…

—Sirius Black.

—Mi nombre es Tonalli Yaxkin Quetzalcóatl. Decimo hijo del Tlatoani de Tollan —James le extendió la mano a modo de saludo, pero el moreno no le correspondió. Disculpa que no regrese la cortesía; tengo estrictamente prohibido tocar a las personas.

—Ni que te fueran a contagiar una enfermedad —dijo Sirius haciendo una mueca de desagrado; cada vez le gustaba menos el extranjero.

 

Tonalli sonrió con tristeza, algo que fue percibido por James.

 

—Me gustaría poder tocar a los demás, pero si lo hago… Xareni se lo dirá a Padre —explicó señalando al ave que los observaba atentamente.

 

Pasaron un largo rato hablando; tanto James como Sirius tenían curiosidad del origen de Tonalli, y la razón por la que éste se encontraba tan lejos de su país natal.

 

—¿A qué casa te gustaría ir? —le preguntó Sirius a Tonalli, quien se encogió de hombros.

—No estoy familiarizado, pero supongo que Gryffindor o Slytherin estarían bien.

—¿Slytherin? —tanto James como Sirius hicieron una mueca.

—Yo espero quedar en Gryffindor —Sirius asintió a lo dicho por James; seguramente, eso haría enfurecer a su madre].

 

Tonalli observó al desaliñado hombre que ahora dormía plácidamente en sus piernas. Seguramente era la primera vez en años que realmente se dejaba abandonaba en los brazos de Morfeo.

 

—Te juro, en el nombre de mis ancestros que te sacare de aquí —le aseguró Tonalli acariciando los enredados cabellos.

 

No había sido capaz de salvar a James y a Lily, ni a muchos otros de sus amigos, pero no iba a permitir que Sirius se pudriera en Azkaban.

 

Tonalli fue sacado bruscamente de sus pensamientos; el hombre comenzaba a despertar.

 

—¿Dormiste bien? —le preguntó Tonalli mientras Sirius se incorporaba.

—Si… yo lo…

—Olvídalo Canuto. Necesitabas descansar.

 

Tonalli sacó una pequeña canasta que fácilmente cabía en la palma de su mano; dio un suspiro, agradeciendo a los dioses que los Aurores solo le quitaran su varita y no se percataran de aquel objeto. Recitó unas cuantas palabras y la cesta se hizo grande, inmediatamente, un agradable olor escapó de él.

 

—Es tu comida favorita —Sirius le arrebató la canasta para devorar su contenido; en aquellos momentos le hubiera importado poco si fuesen los alimentos que mas odiaba. Ahora, ¡todo le ha gloria! —Tranquilo, come despacio, hay suficiente. —Pero Sirius no le hizo caso, al contrario; comía con mayor rapidez, hasta que terminó por atragantarse.

 

Tonalli, inmediatamente le pasó una botella con agua y le dio pequeños golpecitos en la espalda para ayudarlo.

 

—Gracias… —Tonalli lo contempló un momento.

—Sirius. No creo en nada de lo que el viejo y los demás me contaron sobre lo sucedido con James y Lily; sé que tú y Cornamenta eran como hermanos y que nunca lo lastimarías.

—Gracias por creerme —Sirius bajó la mirada. Realmente estaba agradecido que Tonalli no dudara de su inocencia.

—Perro idiota. Conozco tu estúpido sentido Gryffindor, cualquiera con dos dedos de frente sabría que eres incapaz de lastimar a tus amigos —Tonalli cruzó los brazos; estaba realmente furioso. —Lo que más me molesta es que te metieran aquí sin siquiera hacerte un juicio y Dumbledore no hubiese tenido “a. Encontrare al idiota que lo hizo y le sacaré el corazón para luego co… —no pudo terminar la frase pues Sirius lo había besado en los labios.

—Te ves tan sexy cuando te enojas —Tonalli se sonrojó. Le dio un golpe en la nuca al mago y se separo de él, molesto.

 

Se mantuvieron en silencio unos segundos hasta que Sirius habló nuevamente:

 

—Tonalli, necesito que me hagas un favor —el aludido lo fulminó con la mirada.

—Soy el Tlatoani de Tollan. No hago favores —el animago sonrió de medio lado, agradecido que ése hombre no hubiera cambiado a pesar de los años. —¿Qué quieres?

—Encuentra a Harry y llévatelo contigo —Tonalli le dedicó una mirada significativa antes de respóndele que ha tenido a su ahijado bajo su tutela desde que se enteró de lo sucedido; lo había llamado Yoltic para protegerlo de los posibles ataques mortifagos y que ahora estudiaba en Hogwarts junto a su hermano.

—¿Hermano? —aquella pregunta le ganó un fuerte golpe.

—Tu hijo, idiota —lo regañó Tonalli enojado. —Iktan, príncipe de Tollan.

 

Sirius bajó la cabeza; se sentía avergonzado. En verdad merecía estar en Azkaban, tal vez no había matado, pero que él se olvidara de su hijo no tenía perdón. Cerró los ojos; recordó aquel pequeño ser entre sus brazos, tan frágil y delicado.

 

—¿Cómo es él? —preguntó Sirius con la voz entrecortada. Tonalli le extendió una fotografía donde aparecía Iktan y Harry; la habían tomado el día que llegaron al Caldero Chorreante.

—Iktan es todo un Gryffindor, él y Yoltic están en el equipo de sus casas. —Sirius se sorprendió, los dos apenas eran de primero y ya estaban jugando quidditch.

—Deseo verlos pronto —Tonalli se quedó callado. Sirius era un real tonto, pero haría hasta lo imposible para que cumpliera su anhelo.

 

El animago se acercó al gobernante de Tollan y lo abrazó. Tonalli se dejó hacer; en esos momentos poco le importaba que Sirius oliera mal y estuviera sucio, sólo deseaba sentirlo cerca.

 

—Te juro por todos los dioses; te voy a sacar de aquí y hare pagar a los bastardos que te condenaron injustamente.

—Cállate y bésame —le ordenó Sirius antes de apoderarse de los labios de Tonalli.

 

 

Los Aurores regresaron poco después; la pareja tuvo que despedirse, pero ese día, el rey de Tonalli había decidido declararle la guerra a cualquiera que interpusiera entre Sirius y él y por todos sus ancestros que los haría pagar con sangre.

 

Fuera de los muros de Azkaban se encontraba un magnifico carruaje tirando por extraños animales que parecían ser una mezcla entre dragón y ave. Un hombre se encontraba acariciando a las bestias, al ver a Tonalli le hizo una reverencia y se apresuró a abrirle la puerta del carro.

 

—Mi señor.

—Llévame a al ministerio de magia —le ordenó Tonalli, el hombre asintió con la cabeza; algo había hecho enfurecer, eso sólo podía significar que iban a rodar cabezas.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

La mañana siguiente amaneció muy brillante y fría. El Gran Comedor estaba inundado por el delicioso aroma de las salchichas fritas y las alegres charlas de todos, que esperaban un buen partido de quidditch.

 

—Tienes que comer algo para el desayuno.

—No quiero nada.

—Aunque sea un pedazo de tostada —suplicó Pansy.

—No tengo hambre.

 

Harry se sentía muy mal. En cualquier momento echaría a andar hacia el terreno de juego donde se enfrentaría con su hermano.

 

—Tu hermano no va a alejarse de ti —dijo Blaise—. Es sólo un partido, no significa que tú y él deban dejar de hablarse.

—Gracias, Blaise —respondió Harry, observando cómo llenaba de salsa de tomate sus salchichas.

—¿Qué es lo que lees? —le preguntó Pansy a Theodore Nott, quien estaba sentado al lado de Harry. El chico tenía en sus manos una copia del Profeta donde hablaban sobre Sirius Black y la reapertura de su caso.

—Es Xareni —Harry había logrado ver el encabezado y la foto de una mujer de ropaje exótico.

—¿La conoces, Yoltic? —le preguntó Pansy llamando a Harry por su otro nombre. El aludido asintió con la cabeza.

—Es la tía de Padre.

—Se ve muy joven para ser tu tía abuela —comentó Nott. Harry asintió con la cabeza, la verdad era que ella seguía igual desde que tenía memoria.

—La princesa Xareni de Tollan ha pedido al ministerio de magia, abrir el caso de Sirius Black.

—¿Quién es Sirius Black? —preguntó Harry. Pansy fue quien le explicó que él era un asesino que había traicionado a los Potter y que por eso se encontraba en Azkaban.

 

Harry miró la fotografía mágica; Xareni odiaba a los extranjeros y siempre estuvo en desacuerdo con el gobierno de su padre, ¿Qué era lo que hacía en este país, tratando de liberar a un delincuente?

 

A la salida del gran comedor, Harry se encontró con Iktan, quien lucía serio, casi como si estuviese a punto de entrar en combate.

 

—Yoltic, esto es un simple juego; pase lo que pase seguiremos siendo tan unidos como siempre —sonrió. Harry asiente con la cabeza y abraza a su hermano. —Aun no ha llegado la hora en la que el venado y el jaguar deban luchar —agregó.

—Lo sé. Aunque eso no significa que no podamos darle al mundo un adelanto —ambos comenzaron a reír, felices de sus propias ocurrencias.

 

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

A las once de la mañana, todo el colegio parecía estar reunido alrededor del campo de quidditch. Muchos alumnos tenían prismáticos. Los asientos podían elevarse pero, incluso así, a veces era difícil ver lo que estaba sucediendo.

Ron y Hermione se reunieron con Seamus y Dean en la grada más alta. Para darle una sorpresa a Iktan, habían transformado en pancarta una de las sábanas que Scabbers había estropeado. Decía: “Quetzalcóatl; presidente”, y Dean, que dibujaba bien, había trazado un gran león de Gryffindor. Luego Hermione hizo un pequeño hechizo y la pintura brillaba, cambiando de color.

 

Había algo que llamó la atención de todos los alumnos; ahí, junto a Dumbledore, se encontraba Tonalli, ataviado con una especie de diadema larga de oro y turquesa con  plumas multicolores. Un sartal de cuentas de jade, turquesa y oro adornaba su cuello. El pectoral pendía como ornato sobre su orgulloso pecho. En los brazos llevaban brazaletes fabricados con mosaicos de turquesa y oro. El tlatoani lucia intimidante, como si un aura de fuego lo rodeara.

 

—Es guapo, pero da miedo —dijo una chica de Gryffindor que estaba sentada junto a Hermione.

—Y esas ropas, ¿habrá venido de un carnaval? —agregó Ron en tono de broma.

—Son tradicionales de Tollan; el Tlatoani debe vestirlas cada vez que va a visitar a un líder extranjero. El penacho es un tipo de corona.

—¿Eso quiere decir que es el rey? —preguntó Ron sorprendido y admirado.

 

Tollan había sido el primero en prestar ayuda al ministerio, gracias a ellos, los daños que la guerra contra Voldemort dejó no resultaron tantos y la Inglaterra mágica pudo reconstruirse en menos tiempo.

 

—Debe haber venido a ver jugar a Iktan y a Harry.

—¿Entonces es verdad que son príncipes? —preguntó Neville asombrado. Ron y Hermione asintieron con la cabeza.

 

 

Mientras tanto, en los vestuarios, Harry y el resto del equipo se estaban cambiando para ponerse las túnicas color esmeralda de quidditch.

 

Después de un discurso de su capitán, salieron del vestuario. Pisaron el terreno de juego entre vítores y aplausos.

 

La señora Hooch hacía de árbitro. Estaba en el centro del campo, esperando a los dos equipos, con su escoba en la mano.

 

—Bien, quiero un partido limpio y sin problemas, por parte de todos —dijo cuando estuvieron reunidos a su alrededor.

Harry notó que parecía dirigirse especialmente su capitán de Slytherin, Marcus Flint. Con el rabillo del ojo, vio el estandarte brillando sobre la muchedumbre:

“Quetzalcóatl; presidente”. Miró a su hermano quien también se percató de la percatado de la manta, pero no fue dé lo único que se dieron cuenta. Su padre se encontraba presente; de pronto ese simple juego sin importancia

 

Ambos hermanos se miraron, sus ojos brillaban con la excitación previa a una batalla.

 

—Monten en sus escobas, por favor.

 

 

Tonalli contempló el campo con un dejo de aburrimiento, miró de reojo a Dumbledore y soltó un bufido.

 

—Harry e Iktan se ven entusiasmados, ¿no crees? —le preguntó el director.

—No molestes, viejo —le respondió Tonalli enojado. —Más te vale que después del juego me des las debidas explicaciones del porque mi esposo pisó Azkaban sin merecer un juicio y peor aún, pasando por alto su inmunidad diplomática.

—Sirius mató a James y a Lily…

—Eso no es verdad —el tlatoani estaba  furioso por la sola insinuación e la supuesta culpabilidad de su pareja. —Sirius puede ser un idiota, testarudo, cabeza hueca, un romántico que raya en lo cursi; pero nunca sería un asesino —hizo una pausa y miró al director. —Mi esposo no es como yo, Dumbledore, y lo sabes.

 

Tonalli volvió a centrar su atención en el campo de juego al escuchar una exclamación de parte de los alumnos.

 

 

—¡Falta! —gritaron los Gryffindors.

 

La señora Hooch le gritó enfadada a Flint, y luego ordenó tiro libre para Gryffindor; en el poste de gol.

 

Abajo en las tribunas, Dean Thomas gritaba.

 

—¡Eh, árbitro! ¡Tarjeta roja!

—Esto no es el fútbol, Dean —le recordó Ron—. No se puede echar a los jugadores en quidditch... ¿Y qué es una tarjeta roja?

 

Pero Hagrid estaba de parte de Dean.

 

—Deberían cambiar las reglas. Flint ha podido derribar a Iktan en el aire.

 

A Lee Jordan le costaba ser imparcial.

 

—Entonces... después de esta obvia y desagradable trampa...

—¡Jordan! —lo regañó la profesora McGonagall.

—Quiero decir, después de esta evidente y asquerosa falta...

—¡Jordan, no digas que no te aviso...!

—Muy bien, muy bien. Flint casi mata al buscador de Gryffindor, cosa que le podría suceder a cualquiera, estoy seguro, así que penalti para Gryffindor; la toma Spinnet, que tira, no sucede nada, y continúa el juego, Gryffindor todavía en posesión de la pelota.

 

Cuando Ikta esquivó otra bludger, que pasó peligrosamente cerca de su cabeza, ocurrió. Su escoba dio una súbita y aterradora sacudida. Durante un segundo pensó que iba a caer. Se aferró con fuerza a la escoba con ambas manos y con las rodillas. Nunca había experimentado nada semejante.  Harry trató de dirigirse hacia los postes de Gryffindor para decirle a Wood que pidiera una suspensión del partido, y entonces se dio cuenta de que su escoba estaba completamente fuera de control. No podía dar la vuelta. No podía dirigirla de ninguna manera. Iba en zigzag por el aire y, de vez en cuando, daba violentas sacudidas que casi lo hacían caer.

Lee seguía comentando el partido.

 

Harry pareció darse cuenta de lo que sucedía y trató de alcanzar a su hermano para prestarle ayuda.

 

—No sé qué está haciendo Iktan —murmuró Hagrid. Miró con los binoculares—.

Si no lo conociera bien, diría que ha perdido el control de su escoba... pero no puede ser...

 

De pronto, la gente comenzó a señalar hacia los dos hermanos por encima de las gradas. La escoba de Iktan había comenzado a dar vueltas y él apenas podía sujetarse. Entonces la multitud jadeó. La escoba de dio un salto feroz y el príncipe de Tollan cayó.

 

—¡Iktan! —gritó Tonalli al ver a su hijo precipitarse contra el suelo. Por suerte, Harry logró atrapar a su hermano.

 

—¿Estás bien? —le preguntó Yoltic con voz entrecortada; Iktan era delgado, pero un poco más alto que él y pesado. Con algo de dificultad, el mayor logró asirse del palo de madera, pero, de pronto, la escoba de Harry también comenzó a volverse loca.

 

 

—¿Habrán maldecido sus escobas? —susurró Seamus.

—No puede ser —dijo Hagrid, con voz temblorosa—. Nada puede interferir en una escoba, excepto la poderosa magia tenebrosa... Ningún chico le puede hacer eso a una Nimbus 2.000.

 

Ante esas palabras, Hermione cogió los binoculares de Hagrid, pero en lugar de enfocar a Harry comenzó a buscar frenéticamente entre la multitud.

 

—¿Qué haces? —gimió Ron, con el rostro grisáceo.

—Lo sabía —resopló Hermione—. Snape... Mira.

 

Ron cogió los binoculares. Snape estaba en el centro de las tribunas frente a ellos. Tenía los ojos clavados en Harry y murmuraba algo sin detenerse.

 

—Está haciendo algo... Mal de ojo a la escoba —dijo Hermione.

—¿Qué podemos hacer?

—Déjamelo a mí.

Antes de que Ron pudiera decir nada más, Hermione había desaparecido. Ron volvió a enfocar a los dos hermanos. La escoba vibraba tanto que era casi imposible que pudiera seguir colgado durante mucho más tiempo. Todos miraban aterrorizados, mientras los Weasley volaban hacía ellos, tratando de ponerlos a salvo en una de las escobas. Pero aquello fue peor: cada vez que se les acercaban, la escoba saltaba más alto. Se dejaron caer y comenzaron a volar en círculos, con el evidente propósito de atraparlos si caían.

 

Marcus Flint cogió la quaffle y marcó cinco tantos sin que nadie lo advirtiera.

 

—Vamos, Hermione —murmuraba desesperado Ron.

 

La chica había cruzado las gradas hacia donde se encontraba Snape y en aquel momento corría por la fila de abajo. Ni se detuvo para disculparse cuando atropelló al profesor Quirrell y, cuando llegó donde estaba Snape, se agachó, sacó su varita y susurró unas pocas y bien elegidas palabras.

 

Unas llamas azules salieron de su varita y saltaron a la túnica de Snape. El profesor tardó unos treinta segundos en darse cuenta de que se incendiaba. Un súbito aullido le indicó a la chica que había hecho su trabajo. Atrajo el fuego, lo guardó en un frasco dentro de su bolsillo y se alejó gateando por la tribuna. Snape nunca sabría lo que le había sucedido.

 

La escoba dio un último tirón provocando que Harry e Iktan se soltaran; ambos se abrazaron. La audiencia ahogó un grito.

 

Una extraña criatura apareció de repente, en ella iba Tonalli quien logró atrapar a sus hijos antes de que se estrellaran contra el suelo.

 

—Padre… —dijeron ambos sorprendidos.

 

—¡Neville, ya puedes mirar! —dijo Ron. Neville había estado llorando dentro de la chaqueta de Hagrid aquellos últimos cinco minutos.

 

Todos estaban sorprendido por la magnífica criatura que flotaba el campo de juego; era como una larga serpiente, con el cuerpo cubierto de plumas y largas alas; era de un color verde jade, grandes colmillos sobresalían de su hocico, el símbolo del Tlatoani.

 

La serpiente descendió a tierra, moviéndose majestuosamente.

 

—Lo siento padre —dijo Harry, él e Iktan bajaron la cabeza sintiendo que le habían fallado a Tonalli.

—No digan tonterías; sus escobas fueron maldecidas. No fue su culpa lo que sucedió —ambos niños estaban aliviados de que su padre no estuviera enojado con ellos. —Ahora vayan y demuestren su valía como guerreros.

 

Se dio un tiempo fuera para que los hermanos montaran nuevamente en sus escobas. Al final, el triunfo fue para Gryffindor.

 

 

Continuara…


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