Luego de que Natasha se fuera y mientras escuchaba los duros golpes que Steve le propinaba al costal de box en el sótano medité un poco la situación que estaba viviendo con el Capitán América.
Él, hombre del pasado que tenía la firme creencia de que era el “hombre de la casa” que debía proteger a su damisela en peligro, que al caso vendría siendo yo me guste o no. Y por otro lado yo, hombre del futuro completamente convencido de que una relación homosexual no es una cosa del diablo y seguro de que ambas partes con completamente capaces de valerse por sí mismas.
¿Cómo diantres habíamos hecho para mantener una relación semi-estable por más de seis meses? Ese sí que era un misterio.
—Tony —me llamó Steve subiendo por las escaleras con una toalla en el cuello que le servía para secarse el sudor —, estaba pensando… no sé, una noche romántica hoy ¿te gustaría?
Lo medite un momento mientras repasaba las quejas que le había dado a Nat y entonces automáticamente pregunté: —¿Qué consideras romántico?
Steve sonrió y se acercó a mí hasta acorralarme contra una pared.
—Ya sabes. —susurró insinuante asiéndome pensar que sería una noche magnifica, en la que tendría tantos orgasmos que posiblemente no volviéramos a hacerlo en toda la semana. —Una cena a la luz de la velas, con música clásica. Después el postre… Escuche que son muy populares las fresas con chocolate. Después podemos abrazarnos y subir al techo con una manta para ver las estrellas y hablar de nosotros.
Parpadee un par de veces confundido y desilusionado. —¿Hablar de nosotros?
—Sí, ya sabes —dijo Steve sonriendo y con un poco de sonrojo en sus mejillas que se me antojó sublime —. Hablar de como fue nuestra infancia, nuestra adolescencia, nuestros sueños, qué esperamos de nuestra relación. Conectarnos más.
—Y se supone que nos conectaremos hablando —farfullé nada convencido —. Sabes algo Steve, hasta las computadoras necesitan estar enchufadas para estar conectadas. Para que una USB pueda pasarle información a una computadora, necesitas meter la USB en la ranura, bien adentro. Y entonces la información es transmitida. Realmente no soy afecto al Bluetooth, es casi como conversar, prefiero introducir la memoria.
—No entiendo muy bien a lo que te refieres, Tony —bisbisó Steve viéndome un poco consternado —. Ya sabes que a mí no se me da muy bien todo eso de las computadoras… Sigo aprendiendo.
—¡Genial! —Grité con una sonrisa —Entonces déjame enseñarte —continué levantándole la camisa un poco para llegar a su pantalón y comenzar a bajarlo. —Aquí, dentro del bóxer, podemos encontrar la USB —susurré contra sus labios antes de tomar su diestra y guiarla hasta mi trasero —Acá, donde estás tocando, está la ranura perfecta para introducir esa USB. Creo que lo demás de la práctica es más cuestión de intuición.
Steve se separó un poco de mí, me vio a los ojos y sonrió —Vamos, Tony —pidió como un niño chiquito cuando quiere un helado —. Yo de verdad quiero una noche romántica no sólo sexo.
—No es sólo sexo —contradije cruzándome de brazos —, podemos llamarlo “hacer el amor”. Eso es algo muy romántico ¿no crees?
—Yo quiero tener algo más intimo contigo —me susurró el capitán haciendo que ciertas zonas de mi fisonomía quisieran llevar dicha intimidad a la habitación —, quiero que estemos conectados anímicamente, no sólo físicamente. Quiero que nuestros sentimientos y emociones se conecten y nos hagan uno, no sólo en cuerpo. Quiero saber todo de ti y que tú sepas todo de mí.
—Eso suena ridículo, casi como si quisieras proponerme matrimonio. —me burlé tras escuchar tanta cursilería. Vale, una cosa era que lo quisiera y otra muy diferente que me pusiera a hablar de mi infancia. Eso no iba a pasar.
—Eso quería… pero veo que tú no piensas igual al respecto.
Steve bajó un poco la cabeza y se dio media vuelta. Supe entonces que, como es cosa habitual en mí, había metido la pata, arruinado una potencial noche de sexo y estrellas.
¡Ah! Algunas veces realmente desearía no abrir la boca.