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El Magnetismo de Andromeda por Luna Kaze no Kizu

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Notas del capitulo:

Hola, primeramente, feliz año a todos ustedes y muchisimas gracias a las dos preciosas personitas que me comentaron el capitulo pasado, no saben como me anima ver un rw.

Lamento haberme tardado tanto pero tenia fallas tecnicas con mi computadora.

Me encontrais en el facebook como Cyss Darko.

Alli pongo informacion sobre mis historias, enlaces a mi live journal donde pienso publicar una que otra encuesta...

Sin mas, os dejo leer.

 

 

La situación era para perder los nervios, si no es que ya se los tenía perdidos.

A duras penas el y el fénix se las arreglaban para soportarse mutuamente, las cosas entre ellos no volvieron a ser las mismas desde esa vez que compartieron ese beso tan salvaje.

El rubio no veía la hora de que llegaran al Santuario, tenia la leve esperanza de que le asignaran otro compañero.

No sabía como demonios debía manejarse ante el fénix y notaba que el otro chico también tenía el mismo conflicto.

Durante las largas horas de silencio tenso entre ambos tuvo tiempo para reflexionar sobre muchas cosas.

De cuestionarse que era lo que sentía por Shun, después de ese beso que prácticamente le había sido robado, no pudo evitar deliberar que era lo que sentía en realidad por el peli verde.

Si no era más que simple agradecimiento porque el chico le salvo la vida aun a costa de la suya.

Contemplando la espalda del fénix que caminaba ante el, se repitió que el y el peli verde eran muy diferentes pese a ser hermanos.

¡Maldita sea!

Su mente parecía una revolución, ya no tenía tranquilidad ni siquiera en las noches cuando se suponía que debía estar durmiendo.

Y el silencio que se instauro entre ambos desde ese día no hacia mucho por mejorar aquello.

Como odiaba esa situación, pero no sabia como salir de ella.

No se sentía con muchas ganas de hablar con el fénix…

Y aun les faltaba un buen trecho para alcanzar el Santuario.

A duras penas contuvo un suspiro.

 

 

 

 

_ No se de que manera puedas ayudarme- repuso el peli verde, con voz tenue.

 

Perséfone lo contemplaba en silencio. Ella no era partidaria de las guerras o la violencia, pero en esos momentos las manos le ardían por abofetear a Hades.

 

_ Dime Shun, ¿Recuerdas mi historia?- repuso ella con voz tenue, sentándose en la silla mas cercana al alfeizar de la ventana sin dejar de mirar al peli verde.

 

El chico frunció ligeramente el entrecejo, rememorando. Para luego asentir.

 

_ Zeus impuso una condición para permitir que continuara en el Inframundo- dijo el peli verde, mirándola.

 

_ Tenia que pasar medio año en la superficie- dijo la rubia con una sonrisa.

 

Por el fugaz brillo que paso por la mirada del chico, ella supo que lo había comprendido. Pero con la misma rapidez que ese brillo apareció, de repente se desvaneció.

 

_ No creo que Zeus se vaya a tomar tantas molestias por un simple caballero.- dijo el chico- Lo hizo por usted porque es su hija.

 

_ Puede que Zeus no lo haga voluntariamente, pero lo hará con la suficiente motivación no te preocupes.- le aseguro la rubia.

El peli verde la miro sin comprender del todo.

_ Le he pedido ayuda a Hera y esta dispuesta a colaborar, quise venir a decírtelo yo misma, porque no podía seguir viendo como te destruías a ti mismo Shun- le dijo suavemente, acariciándole la mejilla- Eres una persona maravillosa. Un caballero muy noble. No podía dejar que te rindieras de esa manera cuando todos a los que amas están haciendo hasta lo imposible por salvarte.

 

Sus palabras parecieron alcanzar el punto de quiebre del peli verde.

 

_ Por favor…- comenzó a decir el chico con voz quebrada- Me gustaría… poder verlos.

 

La rubia sintió sus propias lagrimas emerger en respuesta a la desesperación en la voz del caballero. Con una leve sonrisa y un asentimiento, conjuro una burbuja de luz enseñándole al chico diferentes escenas en la superficie.

En una de ellas pudo ver a su maestro, Shaka. El rubio estaba sentado en la entrada del templo de Virgo meditando. Seguramente porque intentaba detectar su cosmos. Atena estaba sola en su Santuario aferrando el rosario de las 108 cuentas. Mirando a la lejanía a través de la ventana con su expresión bañada en preocupación.

Y por ultimo, su hermano Ikki… peleando, unos pasos a la distancia Hyoga lo observaba.

 

_Ellos no te han olvidado y quieren que regreses a su lado Shun- dijo Perséfone acariciando su rostro con dulzura.

 

__ No quiero que salgan heridos por mi culpa- dijo el peli verde con voz tan tenue que parecía casi inaudible.

El único indicio de que estaba llorando eran las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas, porque su cabello verde y brillante tapaba sus ojos por completo.

 

Perséfone quería quedarse junto a el, pero escuchaba pasos que se acercaban cada vez mas.

_ He de irme Shun.- dijo la diosa con una leve sonrisa.

Cual no seria su sorpresa cuando el chico se aferro a ella, la desesperación brillando en su mirada.

_ ¡Por favor no me dejes!- le rogo. Y no tuvo manera de oponerse a esa mirada tan rota.

La diosa se transformo en un fino brazalete de oro, muy hermoso que tenia la forma de una enredadera. Amoldándose perfectamente a la muñeca del peli verde.

_ Me quedare haciéndote compañía un tiempo mas Shun, pero he de irme pronto.- dijo Perséfone.

 

_ Solo por hoy, pero… por favor no quiero que me dejes solo.

 

La diosa se sintió muy mal por el caballero. El muchacho tenia razones para estar asustado. Ella ya sabía que quien se acercaba era Hades. No había querido decírselo al peli verde, solo esperaba que su compañía silenciosa ayudara al chico.

 

Por los temblores casi imperceptibles que sacudían el cuerpo del chico, Perséfone podía afirmar que de cierta manera ya sabia lo que se le aproximaba.

 

 

 

Sin saber que hacer por primera vez en mucho tiempo, Poseidón contemplaba al chico inconsciente en la cama a través de los ojos de su caballero.

Jamás se perdonaría si es que le pasaba algo a Sorrento. No podría soportar que el chico muriera.

No tenia ganas de cuestionarse el porque. Y tampoco tenía tiempo de cuestionárselo. Tenía que pensar rápido y hacer lo que pudiera por Sorrento.

Hilda lo estudiaba en silencio, pero tampoco abandonaba la habitación.

Obviamente esperando que el dios de los mares se pronunciara sobre la situación, después de todo era su caballero el que estaba en peligro de morir.

Y Poseidón aprecio eso. La silenciosa comprensión de Hilda.

Que no lo presionara, ni lo cuestionara.

Porque en esos momentos no tenia ni idea de que hacer.

Podía sentir la presencia de Kanon en su mente, pero estaba demasiado sumergido en la angustia para prestar atención a los pensamientos del caballero.

El cual se encontraba anonadado por aquella situación, después de todo no era idiota y lo había captado al vuelo. ¿Por qué a su señor le costaba tanto percatarse?

El, lleno de incredulidad y abrumado lo capto a la primera.

Poseidón estaba enamorado de uno de sus marinas. Por más absurdo que aquello pudiera sonar.

Lo que aun no terminaba de comprender el general de Dragón Marino era… ¡¿Cómo es que su señor aun no se percataba de sus sentimientos?!

Se suponía que los dioses eran sabios…

Un pensamiento fugaz cruzo por su mente. No había peor ciego que el que no quería ver.

Eso debía ser lo que pasaba, porque de otra manera no se formaba otra explicación.

 

 

 

Dolía…  respirar era una hazaña para el en esos momentos, cada inhalación y exhalación era como una puñalada en su pecho… su cuerpo pesaba una tonelada y se estaba congelando.

Alguien lo tendió en un lecho cómodo y cálido y no podía menos que agradecerle. Se sentía infinitamente frustrado por su debilidad. ¡Tenia que regresar al templo de Poseidón! Informarle a su señor que al fin destruyo el único vestigio escrito de cómo encontrar el templo submarino.

Seguramente  Kanon debía estar despotricando contra el ante su señor, y no podía menos que darle la razón al general de Dragón Marino. Después de todo por más que se esforzaba nunca seria tan eficiente a los ojos de su señor como lo era Kanon.

Pero era bastante necio. No iba a dejar de intentarlo. Y a pesar de todo, las pocas veces que consiguió que su señor lo elogiara y lo mirara con orgullo estaban tatuadas a fuego en el corazón de Sorrento. Y eso no podía quitárselo nadie. Ni siquiera Kanon, el perfecto general Dragón Marino.

Un tiempo se dedico a admirar al hombre, a estudiarlo atentamente cuando tenía la oportunidad. De esa manera fue que se dio cuenta de que el perfecto general ocultaba un secreto.

No era completamente leal a Poseidón. Y eso era algo que Sorrento no podía perdonar. Pero a la vez era consciente de que Kanon de Dragón Marino era considerado por su señor como su mejor caballero.

Incluso Kanon ya se encontraba junto a Poseidón desde antes que Sorrento fuera nombrado general en el templo submarino.

Tenía la sospecha de que esa preferencia de Poseidón por Kanon se debía a que el hombre era el primer  caballero que entro a su servicio.

Una punzada de dolor lo distrajo de sus elucubraciones  a vez que sentía su cuerpo estremecerse con fuerza.

Un acceso de tos violenta lo invadió. Y con cada tos que expulsaba, sentía su pecho arder. Mezclado con la sensación de estar siendo apuñalado continuamente.

Aquello no se lo deseaba nadie.

Y en medio de su oscuridad, aun a pesar de saber que se encontraba de esa manera por cumplir una misión para su dios… no podía sentir resentimiento hacia el.

¿Cómo sentir resentimiento a la persona que amas? Por mas que esta no este consciente de tus sentimientos y puede que nunca lo este.

 

 

 

No muy segura de cómo debía proceder ante lo que sentía proveniente de sus caballeros.

Se pregunto si fue buena idea poner juntos al fénix y al cisne

La personalidad de Hyoga y la de Ikki en cierto modo eran compatibles. Pero a medida que los dos hombres se acercaban al santuario era más palpable la incomodidad que sentían el uno hacia el otro.

Suspiro. Extrañaba a Shun. Estaba más que segura de que el peli verde seria capaz de mantener la paz entre esos dos.

Pero justamente por la ausencia de Shun era que se vio obligada a ponerlos juntos.

Sabía que con cualquier otro caballero los resultados podían haber sido peores.

Después de todo las personalidades de ambos caballeros eran en cierta manera similares.

Por eso era que siempre reñían tanto.

La diferencia crucial era que Ikki todavía tenia alguien por quien luchar, en cambio Hyoga estaría completamente solo en el mundo de no ser por los caballeros del Santuario.

Suspiro… no veía la hora de tener a Shun de regreso.

Estaba perdida en sus pensamientos cuando…

Sintió una presencia ajena en su templo, se tenso y se dio la vuelta para enfrentar a su invitado inesperado, definitivamente era un dios.

Pero cual no seria su sorpresa al ver que se trataba de la mismísima reina del Olimpo, Hera.

_ Atenea, espero no resultar una molestia para ti al venir de una manera tan intempestiva, pero me temo que mis asuntos contigo no podían esperar.- dio seriamente.

 

Saori se limito a estudiar atentamente a su invitada.

_ ¿Qué es lo que puedo hacer por ti, Hera?

 

_ Tu caballero, el que fue secuestrado por Hades, ¿A que constelación pertenece?

_ Es el caballero de Andrómeda.- respondió.

 

Saori se sorprendió, le dio la impresión de que Hera soltó una maldición en voz baja.

 

_ ¿Tiene pareja?- pregunto la diosa.

Le pareció una pregunta muy personal… pero no veía en que podía afectar dar una respuesta.

_ No, Shun no tenía pareja ni nada parecido al momento de su desaparición.-contesto ella.

_ Atenea, ¿sabes lo que es el magnetismo de Andrómeda?- repuso Hera.

_ Algo he investigado. Todos los caballeros o dioses se sentirán fuertemente atraídos a Shun o a su cosmo energía, dependiendo del grado de poder que tenga- dijo Atenea.

_ ¿A los dioses en que grado los afecta?- quiso saber Hera.

Saori se lo pensó un momento antes de contestar.

_ Mucho- contesto.

Se acordaba de la influencia del cosmos de Shun cuando estaba en su presencia, ciertamente era impresionante.

 

La expresión de Hera se ensombreció.

_ Voy a ayudarte- dijo Hera. Sin mirarla a la cara, pero se le veía determinada.

Atena la miro sorprendida, sin explicarse cuales eran los motivos de Hera para prestarle apoyo de frente, aun a pesar de la posición neutral de Zeus.

Pero sea lo que sea que hizo que Hera colaborara con ella, lo agradecía.

Sabía que sin ayuda no podría ganar esta guerra.

 

 

 

 

El castillo estaba bastante silencioso y eso era algo que un peli rosa aprovechaba para salir a leer tranquilamente en el jardín.

Sabia que los pasillos debían de ser un hervidero con el asunto del general de Siren y no tenia ganas de toparse con Hilda y aguantar un montón de reproches infructuosos.

Sabía que la mujer lo detestaba. Y por su parte el desprecio era mutuo.

¿Qué culpa tenia el de tener ese don?

El desprecio de Hilda no era por sus “delirios de grandeza” como a mas de uno le gustaba creérsela. Se debía a la técnica que utilizaba al pelear.

Hilda la consideraba maléfica.

Cuando descubrió el bosque donde Alberich solía “entrenar” las cosas entre ellos llegaron a ese punto, si Hilda no lo mando a encerrar o algo por el estilo era porque técnicamente no hizo nada malo.

Todos los cadáveres que adornaban su bosque dentro de sus bien amados cristales eran bandoleros y personas de esa índole.

Alberich más bien pensaba que le hizo un favor a la gente de Asgard al librarse de esas basuras. Se mantenía alejado de los demás caballeros, de Hilda y de Fler cuando podía.

A la hora de las comidas era inevitable que se encontraran porque por orden de Hilda todos tenían que compartir la misma mesa.

Su consuelo es que no era el único que se sentía incomodo por aquello. Sabía que a Mime y a Fenrir tampoco les caía muy en gracia.

Fue cuando escucho el inconfundible sonido de pasos en el jardín, alguien se acercaba a interrumpir su tan amada soledad. Y sin dudarlo ni un momento se escondió entre la maleza.

Su inesperado visitante no era otro sino el mismísimo Poseidón.

¿En que momento llego el dios que el no lo vio?

Se veía bastante alterado, y aquello le extraño. Tenía experiencia observando el comportamiento de los dioses. Después de todo vivía con una. Y era raro verlos con ese semblante de preocupación… le hacia parecer mas... humano.

¿Estaba preocupado por el general de Siren?

Y si así era… que dios tan extraño.

Si el estuviera en su lugar, no gastaría tiempo preocupándose por ese chico…

Claro, a menos que tuviera otra clase de interés en el.

 

 

Sentado en la entrada de su templo, Shaka estaba teniendo aun más dificultades para encontrar a Shun, pero algo que le extrañaba era la presencia de una energía poderosa y luminosa en el Inframundo, no tenía duda que se trataba de otro Dios. Pero… ¿Cuál?

Estaba desesperado por saber algo de Shun, los esfuerzos por salvarlo no estaban dando muy buenos resultados y pese a que sabía que los caballeros no se rendirían presentía que necesitaban aun mas ayuda para salvar a Shun.

Y no le ayudaba a tranquilizarse sentir como la constelación de Andrómeda perdía brillo y la energía de Shun se hacia indetectable.

Estaba sobrepasando sus límites y lo sabia. Pero tenia que sentirlo, así fuera un momento. Tenia que encontrar a Shun para saber que aun seguía vivo.

Por eso cuando sus fuerzas lo abandonaron y su cuerpo golpeo el suelo, no se rindió y busco cualquier gramo de cosmo energía que pudiera emplear…

Así fue que lo encontró Shura, el pelinegro se acerco a toda prisa, incorporando al rubio, se alivio cuando comprobó que estaba consciente, pero demasiado débil.

Si su cosmo energía se extinguía por completo, el rubio podría morir.

_ Shaka, no es bueno que sigas haciéndote esto. A Shun no le gustaría- trato de hacerlo entrar en razón.

_ No sabemos lo que Shun le gustaría o no porque ese maldito infeliz lo ha secuestrado- dijo el rubio con un tono resentido muy raro de escucharle.

A Shura no le agradaba escuchar a Shaka hablando con desprecio. Después de todo no encajaba con la personalidad pacifica y ecuánime del rubio. Esa por la cual se gano el apodo de “El más cercano a Dios”.

No quería discutir con el, aunque si estaba seguro de algo y es que no iba a dejarlo morir.

 Levantándolo inicio el ascenso por las escaleras, el rubio estaba tan débil y somnoliento que no le reclamo gran cosa a Shura cuando ambos abandonaron el templo de Virgo.

A medida que caminaba al templo de Capricornio, Shura transfería un poco de su cosmos al rubio, iba en pequeñas cantidades porque transmitirle de una vez una cantidad considerable podría hacerle daño.

Aquella situación se estaba haciendo insostenible, tenían que salvar a Shun cuanto antes. Pero muy en el fondo Shura sentía unos terribles celos de ese jovencito. Y es que no era para menos, el peli verde se convirtió en una persona importante para el de Virgo, y eso no se vio nunca antes.

Lo que el moría por conseguir se lo gano alguien mas.

No le encontraba otra explicación a la actitud del de Virgo.

La resistencia del rubio era casi nula en sus brazos, lo mismo que los reproches que el rubio le dirigía.

_ Suéltame… Shura… tengo que… Shun.- a cada palabra su voz era casi inaudible y el pelinegro a duras penas y escucho la última.

_ Lo primero es que sigas con vida y me has dado razones de sobra para pensar que no eres capaz de cuidarte por ti mismo. Por eso vendrás conmigo a Capricornio.

Y luego de decirle eso, presto oídos sordos a los intentos del rubio (en extremo débiles) por zafarse de sus brazos.

Estaba decidido y nadie le haría cambiar de idea. Cuidaría de Shaka de Virgo como su misión primordial.

 

 

 

Fue un susto solamente porque aquellos pasos que supuestamente se acercaban a la habitación donde se encontraba pasaron de largo hasta no escucharse más.

El sonido lejano de una puerta al cerrarse fue lo que termino por tranquilizar sus nervios.

Una voz dulce comenzó a cantarle. Al principio se puso nervioso pensando que eso podría atraer a alguien, pero luego tuvo la arrolladora certeza de que solamente él podía escucharla.

Y así, Perséfone siguió cantando para él. Usando su energía para adormecerlo y dándole una sensación de seguridad que era muy necesaria para el de cabellos verdes.

 

 

 

 

En completo silencio los dos caballeros avanzaban por el Santuario, no se toparon con nadie. Seguro todos se encontraban durmiendo. O eso pensaba antes de doblar la última esquina.

La escena que se desplego ante ellos era imposible de creer, solo porque la estaban viendo con sus propios ojos era que no podían negarla.

Los caballeros dorados de cáncer y piscis compartían un beso tan apasionado que no se distinguía donde comenzaba o terminaba cada uno. Se besaban como si no hubiera un mañana y el de cáncer mantenía a su compañero presionado contra la pared.

El primero en salir del aturdimiento fue Ikki, quien tomo a Hyoga del brazo y lo arrastro de vuelta al pasillo. Se alejaron del lugar lo más rápido posible sin pronunciar palabra alguna.

_ ¿Qué demonios…?- mascullo Hyoga con las mejillas ardiendo del sonrojo.

Ikki, un poco mas repuesto se rio entre dientes.

_ ¿Quién se iba a imaginar que esos dos tenían algo?- se pregunto en voz alta.

_De seguro que eso era lo ultimo que esperaba ver- contesto Hyoga.

_ No me digas que te traumatizo- se burlo Ikki, sin quitarle la mirada de encima al rubio.

Hyoga levanto la mirada y fulmino con ella a su acompañante.

_ Cállate a menos que quieras ser pajarraco congelado-amenazo.

_Eso si puedes atraparme, pato- dijo el fénix con su característica sonrisa.

 

Hyoga contuvo un suspiro y decidió no hacer caso de la provocación. Continúo el camino a los aposentos de los caballeros de bronce. Si el fénix quería pelear con alguien que se buscara a otro, ya era mas que suficiente para el.

 

 

 

 

Un peli celeste se resistía al agarre de su pareja, luego de un rato el reacio caballero lo libero de entre sus brazos.

_ ¡¿En que demonios estabas pensando?!- le increpo el de Piscis, furioso.

Deathmask solo lo miraba con su característica sonrisa, como si la cosa no fuese con el.

_ Oh vamos, no me digas que estas así porque nos vieron los niños de bronce- aquello lo dijo con tono de inocencia (que no le quedaba para nada) sobra decir que Aphrodite no le creyó ni media palabra.

_ Eres un…- mascullo el peli celeste de malhumor.- ¿No podías esperar a que estuviéramos en privado?

Ante aquello el de cáncer pareció enseriarse.

_ ¿Te has visto en un espejo?- le pregunto el, casi comiéndolo con la mirada.

Las mejillas del de Piscis parecían incendiarse de lo rojas que estaban.

_ Mas bien me he contenido demasiado, no tienes idea de todo lo que quiero hacer contigo.- las mejillas del peli celeste no podían estar mas rojas. Ante aquello Aphrodite se sentía morir por la vergüenza.

Era cierto que el de Cáncer se contenía bastante, llevaban al menos dos meses con aquella relación.

Desde aquella vez que se quedaron la noche entera bebiendo juntos, en todo ese tiempo no pasaron de unos cuantos besos y algunas caricias ardientes bajo la ropa. Aun no daban el paso definitivo por llamarlo de alguna manera. Al de Piscis aquello lo ponía nervioso, la idea de entregarse a alguien por completo sin tener el control de la situación; le asustaba. Porque estaba bien claro que Deathmask no iba a ser el pasivo.

Y si entregarse a alguien ya era difícil. Con una persona de carácter tan particular como el de Cáncer aquella era una situación mas complicada aun.

 

 

 

 

Cuando despertó no reconoció el lugar donde se encontraba, no fue sino hasta que pudo enfocar la mirada que supo se encontraba en el templo de Capricornio. Estaba tendido en un lecho cómodo a los pies de la estatua de Atena que Shura mantenía en su templo.

¿Cómo había llegado allí? Mas importante aun… ¿Por qué se encontraba tan débil?

Era cierto que llego al límite de sus fuerzas tratando de sentir la presencia de Shun y luchando para zafarse del agarre de Shura. Pero aquella sensación era como si su cosmo energía estuviese siendo retenida o absorbida y aquello no le estaba haciendo ni pizca de gracia.

Cada momento que mantenía sus ojos abiertos era una lucha contra el enorme cansancio.

Y pese a que siempre fue pacifico y nunca uso sus puños en la lucha.

Tenía unas tremendas ganas de golpear a Shura.

Y no terminaba de explicarse porque, solo sabia que tenia que hacerlo si es que quería estar en paz.

 

 

 

 

El castillo estaba hecho un completo caos y todo por aquel general de Poseidón. Y la visita del Dios termino de ponerlo todo de cabeza. O al menos eso era lo que pensaba un fastidiado Syd.

Lo único que hacia llevadera su estadía en tan odioso lugar eran los entrenamientos diarios que tenían todos los guerreros. Pero esos se pospusieron más que todo porque Siegfried y Hagen se autoproclamaron las sombras de Hilda y Fler, respectivamente.

En lo que a el concernía aquella situación era absurda.

No era como si Poseidón tuviese intenciones de matar a Hilda y apoderarse de Asgard. De hecho el Dios estaba completamente desprotegido al acudir a ese lugar sin sus marinas. Los que tenían la ventaja cantante y sonante solo por el número de guerreros eran ellos mismos.

Entonces… ¿Cuál era la paranoia que se cargaba ese dúo de imbéciles?

Sin los entrenamientos diarios su vida se estaba haciendo tan aburrida… no podía examinar a gusto a su maléfico ratón de biblioteca sin esas sesiones diarias…

Alberich raramente abandonaba la biblioteca del castillo, silencioso como una sombra y receloso como el infierno no era muy amante de relacionarse con las demás personas y siempre soportaba las continuas groserías de Hilda. De no ser porque era la suma sacerdotisa que regia Asgard y para colmo, una mujer…

Syd ya le hubiera pateado el trasero.

El no creía que criticar y menospreciar a Alberich fuese la manera de hacerlo cambiar, todo lo contrario. Aquello solo aumentaba sus deseos e intenciones malignas, y por supuesto su desprecio hacia Hilda.

 

_ ¿Qué haces?- una voz repentina surgió a sus espaldas y Syd estuvo a punto de caer de bruces al suelo por el susto.

_ ¡Maldita sea, Bud!- exclamo el chico fulminando con la mirada a su hermano gemelo.

_ No me digas que te asuste solamente por saludarte- se burlo el otro desde arriba del árbol, bajando de un salto ágil le ofreció la mano a su hermano.

_ Estaba distraído- acoto Syd aceptando la ayuda de su hermano para levantarse del suelo.

_ Pensando en el “señor maléfico”- se burlo Bud, para luego enseriarse- En serio no se que demonios le viste. Y si no conociera lo suficiente a Alberich diría que te lanzo un hechizo para enamorarte.

Syd le lanzo una mirada asesina a su hermano pero no se molesto en contestar, ya habían tenido esa conversación cientos de veces cuando se reunían para hablar a solas.

El que Bud se mantuviera oculto de todos los demás caballeros fue un requisito de Hilda. Y ese era otro motivo para detestarla.

Pero Syd prefería guardarse esos pensamientos solo para el, porque si los compartía con Bud este le reprocharía que le debía completa fidelidad a Hilda y que no estaba bien que pensara esas cosas.

A pesar de todo lo que Bud tuvo que pasar, seguía sin guardarle rencor a nadie, no odiaba a los padres que le habían abandonado prefiriendo a su hermano, no odiaba a la diosa que le prohibía revelar su presencia a los demás guerreros. Y no odiaba al hermano que le robo la atención de sus padres.

Y sobraba decir que Syd estaba muy agradecido por eso último.

_ SYD

Salió bruscamente de sus pensamientos al escuchar a su hermano llamándolo de esa manera.

_ ¿Qué decías Bud?- le pregunto.

_ Realmente te ha pegado duro, no se que demonios le ves a Alberich… no termina de gustarme para ti.- sentencio Bud sentándose a su lado.

_ No es cuestión de que los demás lo aprueben o no.- retruco Syd un poco a la defensiva.

_ No es necesario que seas agresivo, si es lo que quieres no me queda más que desearte suerte porque vas a necesitarla. Alberich se pasa todo el día metido de cabeza en los libros

A eso Syd no encontró manera de responder, era cierto. Alberich estimaba más a los libros que a las personas.  

Como deseaba que volvieran los entrenamientos diarios para así tener al menos una mínima oportunidad.

 

 

Bud contemplo a su hermano con un poco de preocupación, el sonido de pasos acercándose hizo que se internaran rápidamente en la espesura y se alejara lo más posible del lugar.

Debía permanecer oculto de los demás guerreros, incluso se suponía que debía mantenerse oculto de Syd, pero la curiosidad pudo más con el, aquella que le carcomía por dentro cuando observaba a Syd en la distancia, rememoraba una y otra vez el momento en que los dos se encontraron siendo niños.

La impresión de haber visto a su propio reflejo con ropas de noble.

Tan perdido estaba en su mente que no se percato de que sus pies le habían llevado hasta las orillas del mar. Sus pies se hundían ligeramente en las capas de hielo finas. No estaban en época de mareas altas y por eso no tenia temor de hundirse en el hielo.

Allí estaba seguro que nadie lo vería, al menos nadie que residiera en Asgard, y por si acaso siempre quedaba la opción de hacerse pasar por su hermano Syd.

Se sentó en la nieve a contemplar el paisaje a su alrededor. Se sentía cómodo en aquel lugar pero había ocasiones en las que moría por encontrarse rodeado de gente, tal vez el echo de que lo tenia prohibido hacia que el deseo fuese mas fuerte.

Suspiro… algún día Hilda le dejaría mostrarse a los demás guerreros, como suma sacerdotisa de Odín ella debía tener sus razones para pedirle permanecer de esa manera. Después de todo en Asgard era creencia muy antigua que los gemelos traían desgracias.

 Se puso alerta cuando contemplo movimiento en las aguas, incorporándose con cuidado de no hacer ruido y contemplando al intruso…

Pareció que el tiempo se detuvo en el momento en que le poso los ojos encima, se trataba de un chico de piel pálida como la porcelana, cabello verde y unos penetrantes ojos que eran tan profundos como el mismo mar del que había salido.

No supo describir todas las sensaciones que le invadieron en ese momento, no pudo moverse y se encontró incapaz de apartarle la mirada.

Todo eso paso en un segundo o la fracción de uno.

Llevaba una armadura dorada que identifico como la de un general de Poseidón.

Quería saber todo sobre el.

Si era eso lo que su hermano sintió la primera vez que vio a Alberich, ya no era nadie para criticar al joven científico.

Vio como Kanon de Dragón Marino apareció en el lugar acercándose al chico de cabello verde a pasos agigantados.

_ Isaac. ¿Se puede saber que haces aquí?

_ Vengo a traer esto- dijo, extendiéndole un pergamino a Kanon- Apareció en el trono del templo de nuestro señor Poseidón. Y no se porque, pero al verlo supe que era importante.

_ Bien, gracias. Vuelve a tu templo y si sucede cualquier cosa ven directamente a informarnos de nuevo.

El chico de cabello verde asintió y a continuación volvió al mar.

Kanon regreso por donde había venido con el pergamino en su mano.

 

 

Caminaba lentamente cuidándose de no hacer ruido pese a que sabía que todos los demás habitantes del castillo se encontraban durmiendo. Cuando llego al lugar que le interesaba, la puerta estaba completamente sellada con uno de los más poderosos escudos de Hécate.

Paso su mano sobre la barrera y esta inmediatamente cedió para darle paso. La silueta acurrucada en la cama respiraba algo agitada y ocasionalmente se removía, se acerco lo más rápido que pudo sin hacer ruido, no soportaba verle de esa manera.

Se sentó a su lado quedándose inmóvil por un segundo para no despertarlo. Sabia que su reacción al verle seria el miedo.

Aparto algunos suaves mechones de cabello verde para contemplar más a gusto ese rostro de piel pálida. No se cansaría de hacer aquello siempre que pudiera.

Solo podía visitarlo en las noches cuando estaba profundamente dormido, el chico le tenia terror desde ese desgraciado incidente, si hubiese sabido en ese entonces el efecto tan devastador que tendría aquello jamás lo hubiese hecho, por mas enojado que estuviese con el.

El peli verde solía tener pesadillas todas las noches, y el descubrió que su presencia las disminuía en gran medida. Extrañaba sobremanera contemplar la hermosa sonrisa de su ángel.

Como Dios del Inframundo jamás admitiría una equivocación y menos que no tenia ni idea de que decisión tomar.

El constante recordatorio de Hécate y su propia conciencia le decían que aquella situación no podía continuar por más tiempo. No estaba dispuesto a ello. No quería seguir viéndolo sufrir pero tampoco quería dejarlo ir.

El, un ser tan poderoso e imponente tenia mucho miedo, a perder aquello que mas valoraba.

Porque estaba seguro que de una segunda perdida no se recuperaría. Cuando tuvo que dejar ir a Perséfone pensó que el mundo en cierta manera se le volvió más negro y que lo había perdido todo.

Sin embargo cuando ese ángel de cabellos verdes apareció en su vida todo volvió a cobrarle sentido. ¿Acaso estaba destinado a dañar todo aquello que le era preciado con sus propias manos?

Suspirando pesadamente se incorporo dispuesto a abandonar la habitación, no sin antes besar aquellos suaves labios y dedicarle una última mirada al peli verde.

Se cuido de no hacerle ruido al abandonar la habitación.

 

 

 

 

Una furiosa Hera contemplaba la lejanía esperando a Perséfone quien ya llevaba mucho retraso, ya cuando la enfadada Diosa estaba dispuesta a irse. Perséfone apareció ante ella.

_ Lamento la tardanza- se disculpo la rubia.

_ Ya estaba pensando que te habían capturado.

_ Decidí que ya que estaba allí, observaría la situación. Y por más raro que parezca Hades de verdad lo ama.- informo la mujer con semblante ligeramente preocupado.

_ ¿Qué hay del muchacho?- pregunto Hera en tono anhelante.

_ Eso es complicado- fue su respuesta. Y Hera no necesito más que la expresión del rostro de la rubia para imaginarse que tan complicado era.

_ Tenemos que hacer algo.

_ Pero ahora no estoy muy segura de que es lo que debemos hacer.

 

_ No intervenir en esto sería lo mejor- dijo una tercera voz que las sobresalto a ambas, ya que se trataba del mismísimo Zeus.

Completamente paralizadas ambas esperaban que el líder de los Dioses se dignara a hacer algo.

_ ¿Qué demonios es lo que pretendes con toda esta situación?- interrogo Hera, conocía lo suficiente a su esposo para saber que todo lo hacía o lo dejaba de hacer por una razón puntual que casi siempre lo beneficiaba.

_ Esta situación es una de las pocas cosas que no están bajo mi jurisdicción- informo el Dios.

Ambas mujeres lo observaban incrédulas pues no creían que estaban escuchando esas palabras precisamente de él.

_ Veo que la impresión las ha dejado mudas- se burlo Zeus con una media sonrisa.

_ Eres el rey de los Dioses, no hay nada que no esté bajo tu jurisdicción- dijo Hera con los brazos cruzados y fulminándolo con la mirada.

_ No quiero que intervengan en este asunto porque van a hacer más mal que bien. Todo se resolverá cuando Poseidón y Hades hagan lo que tengan que hacer- les dijo.

Perséfone se adelanto decidida extendiendo su mano a Zeus.

_ Después de que veas esto, me dirás si quieres intervenir o no.

Intrigado por la insistencia de Perséfone quien habitualmente era muy tranquila, estaba siendo muy obstinada con ese tema en particular. Decidido Zeus tomo la mano que su hija le ofrecía. En su mente se extendieron distintas imágenes de un precioso niño de cabellos verdes encerrado en una habitación, su mirada llena de tristeza era notoria, constantemente el chico dirigía miradas a la puerta con miedo.

A pesar de que podía controlarse perfectamente, sentía como en su interior se disparaban sus instintos protectores. No quería imaginarse que pasaría si llegaba a tener a ese chico enfrente. Sin embargo después de ver aquello no podía quedarse sin hacer  nada.

_ Hablare con Hades- dijo seriamente.

Una hermosa sonrisa se extendió en el rostro de Perséfone y para él fue obvio que ella se encariño con el peli verde. Y después de su propia reacción no podía culparla.

Ya debía ver como proceder con aquella situación.

Después de todo no le convenía hacer enojar a Hades. Pero tampoco podía permitir que hicieran lo que les diera la gana. Y para que ese chico le causara esa reacción tan intensa debía ser alguien muy importante.

 

 

 

 

 

A paso rápido Kanon se encaminaba a la habitación de Sorrento, ese pergamino en sus manos tenía toda la pinta de haber sido emitido desde el Olimpo y aquello podía significar malas noticias, en tiempos de Guerra Santa nunca se sabía y como todo últimamente estuvo tan calmado…

Podía ser la bien llamada calma antes de la tormenta.

Pese a que no tenían nada que ver ene se asunto alguno de los ataques podría afectarles. De momento esa Guerra era conveniente porque mantenía a Athenea ocupada en otra cosa que no fuera estar interviniendo en los planes de Poseidón. Con la atención de ella completamente centrada en Hades ellos podrían campar a sus anchas por un tiempo. Siempre y cuando se mantuvieran bajo perfil.

Kanon tenia que reconocer que Sorrento era malditamente eficiente, muchísimo mas que el. Y que era con mucho el mejor caballero que Poseidón tenía a sus órdenes.

Claro, el amor lo hace ciego y hasta masoquista.

Por suerte el pasillo estaba desierto, eso quería decir que su señor se encontraba a solas y no tenia que dar explicación alguna sobre aquel pergamino.

En efecto, dentro de la habitación un cada vez más pálido Sorrento se encontraba sobre el lecho cubierto con un montón de mantas. A su lado en un asiento de madera algo rustico, estaba sentado Poseidón, que parecía contemplar al chico con gesto ausente.

_ ¿Qué es lo que sucede Kanon?- pregunto, demostrándole que pese a su aspecto distraído estaba muy pendiente de lo que pasaba a su alrededor.

_ Isaac trajo esto para usted.- dijo, arrodillándose junto a el y extendiéndole el pergamino.

El dios tomo lo que su caballero le ofrecía pese a que se notaba que aquello no le hacia ninguna gracia. A medida que lo leía su semblante se estaba haciendo mas serio.

_ Es una carta de Zeus. Me ofrece los servicios de Hefestos.

Kanon tuvo que disimular mucho su expresión de sorpresa. Entonces… ¿Hasta Zeus se dio cuenta de aquello?

_ Estoy a su disposición, señor.

_ No tengo ni la menor duda Kanon. Voy a aceptar la oferta de mi hermano, quiero que te quedes con el y no le quites la mirada de encima.

Kanon asintió y ocupo su asiento junto a la cama.

Observo a Poseidón dirigirse a paso decidido a la puerta. Y luego le dedico una mirada al chico, se veía mas muerto que vivo y estaba seguro que de poder salvarlo el mismo, Poseidón ya lo hubiese hecho.

 

 

 

En la tranquilidad del bosque mas alejado al castillo de Odín, Alberich disfrutaba de un buen libro, con su espalda apoyada contra uno de los arboles mas antiguos, cómodamente instalado entre sus raíces. Tenía a la vista los cristales rosados donde descansaban cuerpos en distinto estado de descomposición, algunos de ellos tenían sus ropas aun, otros eran solo huesos. Y había unos que aun tenían trozos de cabello pegados al cráneo.

Era un espectáculo que no cualquier persona soportaba, por no mencionar que nadie lo encontraba bonito. Y cuando Hilda lo descubrió, ¡Oh como olvidarlo!

Le grito que era un monstruo sin escrúpulos, que era un salvaje, que enterrara esos cadáveres inmediatamente, tan furiosa como estaba Hilda no fue capaz de insultarle de una manera obvia, pero a el le bastaba ver sus ojos para saber que ella lo detestaba. Y por el que se fuera al demonio porque no era su asunto a fin de cuentas. No era su maldita culpa que esa fuera su habilidad de pelea. Y tampoco se consideraba tan abominable por estar acostumbrado a tener esos cadáveres tan cerca.

Ocurrió de repente. Una brisa sacudió las ramas de los arboles como una especie de honda de choque y en el descuido soltó el libro que estaba leyendo.

Alguien lo atrapo con fuerza, estampándolo contra el árbol, lo único que distinguió de su atacante fue su cabello color turquesa.

Unos labios se apoderaron firmemente de los suyos, robándole el aliento antes de que pudiera reaccionar. Pero cuando lo hizo empujo con toda la fuerza de la que fue capaz, pero su atacante lejos de dejarle intensifico el contacto. Un temblor involuntario recorrió su cuerpo cuando un recuerdo nada agradable le invadió.

 

Convirtió mi ropa en trizas, en jirones que serian imposibles de juntar nuevamente, dejándome completamente desnudo en medio de aquel oscuro y frio bosque. Donde estaba al tanto que nadie escucharía mis gritos.

El lo sabía, yo lo sabía, no por nada me decían que era inteligente.

Sus manos toscas recorrieron todo mi cuerpo, y poco importo mi resistencia, de hecho me gane unos cuantos golpes por ello. Sus mordidas eran tan fuertes que me sacaban sangre y cuando pensé que no podía ser peor escuche el sutil sonido de la tela al caer al suelo. Y sentí como si me estuvieran partiendo a la mitad, arremetía contra mi cuerpo con brutalidad, destrozándome por dentro. Temblaba y mis piernas pronto cederían, la sangre tibia embadurnaba mis piernas.

Lo odie, con toda mi alma, deseaba reducirlo a cenizas, hacerle sentir una agonía mil veces mas desgarradora de la que me estaba haciendo pasar. Quería vengarme.

Fue en un segundo, una energía me envolvió, reconfortándome, levantándome y dándome la fuerza, ya no estaba tembloroso, la sensación de sangre corriendo por mis piernas desapareció. Y observe el cuerpo de ese maldito, siendo cubierto por cristal. Su cara de desesperación e incomprensión, su lucha por librarse de su prisión de cristal una vez quedo completamente atrapado.

Y mi risa aguda y fría, rota. No se parecía a ninguna otra risa que hubiese soltado en mi vida. Y las lágrimas aun seguían resbalando por mis mejillas.

 

Cuando paseaba por el bosque profundamente fastidiado con la idea de tener que regresar al castillo, de casualidad llego a una zona que nunca antes visito, al principio se preocupo de haberse perdido pero pronto aquello paso a segundo plano en su mente. Porque acababa de divisar a Alberich sentado al pie de un inmenso árbol con un libro entre sus manos, la luz del sol jugueteando con su cabello rojizo y creando reflejos fascinantes, sus penetrantes ojos verdes completamente centrados en el libro. Y frente a el las inmensas estacas de cristal donde descansaban sus macabros trofeos.

Nunca tuvo la suerte de contemplarlo de esa manera fuera de la biblioteca y se veía tremendamente atractivo, tanto que no pudo resistirlo y se dijo que si no robaba un beso a esos labios, no podría dormir tranquilo esa noche.

Actuó rápido sin darle una segunda pensada porque era lo mas seguro que si lo meditaba mucho se arrepentiría. Alberich no supo que lo atrapo para el momento en que sus labios entraron en contacto. Al principio, Syd pensó que estaba en el paraíso, no se percato de nada extraño con respecto a Alberich hasta un minuto después, el chico se quedo paralizado, tan tieso entre sus brazos que daba miedo.

Debió saber que fue la calma que precedía a la tormenta porque de un momento a otro el chico se resistía como una verdadera fiera.

Le mordió con fuerza el labio hasta hacerle sangre y comenzó a revolverse como una bestia en sus brazos.

_ ¡Suéltame maldito! ¡Debiste haberte quedado en el infierno!

Sin entender aquellas palabras que el chico le dirigía y sin querer arriesgarse a ser descubierto, Syd se aparto velozmente y se escondió de la vista de Alberich.

El ojiverde parecía completamente loco. Miraba a todos lados del claro, con las manos cerradas en puños con tal fuerza que se clavo las uñas en las palmas, su cuerpo temblando de pies a cabeza…

A Syd no le gusto verlo de esa manera, parecía tan… asustado.

Era como si de un momento a otro fuera a quebrarse, pálido como un espectro con la sangre deslizándose de sus dedos hasta el suelo. Deshizo los puños y comenzó a mesarse los cabellos frenéticamente, tan arrebatadamente como miraba a todos lados. Pareció que sus piernas le fallaron pues de un momento a otro estaba arrodillado en el suelo.

Desde su escondite Syd lo contemplaba todo, debatiéndose entre salir de allí o ir a buscar ayuda. ¿Qué demonios le pasaba a Alberich?

Nunca lo vio actuar así y le asustaba, a la vez que le invadía el abrumador sentimiento de culpa. No tenia la menor duda que aquello era su culpa.

 

 

 

 

 

 

De un momento a otro, Hilda dejo de lado su lectura en el salón de la biblioteca.  Mirando hacia los bosques que rodeaban el castillo.

Fler que se encontraba bordando se levanto ante el aparente sobresalto de su hermana.

_ ¿Sucede algo, Hilda?- pregunto la rubia ojiverde estudiando a su hermana atentamente, con algo de preocupación.

_ No es algo de lo que debas preocuparte- le tranquilizo Hilda con una leve sonrisa, abandonando la biblioteca.

Apenas la puerta se cerro a su espalda, emprendió el paso lo mas rápidamente que pudo y sin correr a través de los fríos pasillos de piedra hacia el jardín delantero donde estaba segura que encontraría a la mayoría de sus guerreros en medio de un entrenamiento improvisado.

Y no se equivocaba, Mime se encontraba en medio de un combate con Siegfried. Si hubiesen sido otras las circunstancias, Hilda se hubiese permitido una pequeña sonrisa.

Al verla el combate se detuvo inmediatamente y todos la saludaron con una reverencia cortes.

_ ¿Qué podemos hacer por usted?- se apresuro a preguntar Siegfried.

_ Necesito que me acompañéis al bosque, Siegfried, Mime, id vosotros al frente y estad alertas.

Sin dar mas explicaciones las cosas se hicieron como ella quería. Siempre era así.

 

 

 

 

 

Cuando llevaba un buen trecho corriendo a toda la velocidad de la que era capaz, fue que comenzó a escuchar sonidos sordos a su espalda, literalmente era como si Alberich estuviera destrozando el bosque. Los sonidos se escuchaban a mucha distancia. Normalmente Syd no hubiera podido escucharlos pero no sabía porque aquello era posible y ciertamente en el estado en que se encontraba ahora no se percato de lo extraño del asunto.

Seguía corriendo con todo el potencial que tenia, necesitaba llegar al castillo con urgencia y pedir ayuda para Alberich.

A medio camino, tuvo que frenar porque sino se hubiese dado de bruces contra Siegfried.

_ ¿Qué sucede, Syd?- pregunto Siegfried al ver lo alterado que se encontraba su compañero.

_ Alberich… el- a Syd le faltaba el aliento, aunque mientras corría como si la vida se le fuera en ello ni siquiera se percato.

_ Continuemos- pidió Hilda.- Ven conmigo, Syd.

El guerrero obedeció sintiéndose de alguna manera traspasado por la mirada clara y penetrante de Hilda, el nunca entendió a lo que se referían los ancianos cuando decían que Hilda tenia los ojos de un guerrero.

Ahora si que lo entendía. Y se atrevía a pensar que no eran los ojos de un simple guerrero sino los del mismo Odín.

Después de todo ella era su representante en la tierra, y todo lo que ella hiciera o dijera era la pura manifestación del deseo del señor de Asgard.

Syd sintió que aquella mirada le desnudaba, se sintió completamente expuesto a ella y eso no le agrado en lo más mínimo, sin embargo hizo lo que la mujer le pedía y camino junto a ella siendo rodeados por los demás guerreros, esos claros ojos parecían mandarle un mensaje directo a su mente.

“lo se”.- parecía que le gritaban.- “Se lo que hiciste”.

Los ruidos comenzaban a escucharse mas claramente, se veían los arboles derribados y las esquirlas de cristal color rosa pálido, y de vez en cuando se escuchaba a Alberich.

Y cuando eso pasaba, Syd sentía ganas de dar media vuelta y salir huyendo. Pero se encontraba de frente con la mirada atenta de Hilda, pese a que ella no le decía nada, aquellos ojos le instaban a quedarse.

Si bien nadie decía nada era obvio que los demás guerreros estaban preguntándose que demonios estaba pasando.

Y frente a ellos se desplego la escena de una completa destrucción. Había arboles convertidos en astillas, partidos a la mitad, arrancados de raíz. Y más a la distancia podían verse cadáveres congelados en tremendas estacas de cristal, todos ellos en diferentes estados de descomposición.

Algunos eran esqueletos.

Alberich estaba en medio de la destrucción con las manos manchadas de sangre y gritaba, encarando a uno de los esqueletos encerrados en cristal rosa.

_ ¡Maldito infeliz! ¡Regresas del Infierno a atormentarme! ¡Déjame en paz! ¡Ni siquiera muerto me libro de ti! ¡Mil veces maldito seas! ¡No sabes cuanto te odio!

Ahora si... todos los demás guerreros a excepción de Syd se voltearon a mirar a Hilda.

_ Siegfried, quiero que intentes contener a Alberich.- dijo Hilda, serenamente.- Mime, quiero que estés atento a los movimientos de Alberich y si da signos de intentar congelar a Siegfried, quiero que ataques sin vacilar.

El peli dorado apretó sus finos labios pero asintió, y Siegfried obedeció sin vacilar lanzándose al combate, pese a que ninguno de ellos se sentía muy feliz de tener que atacar a un compañero, aunque fuera Alberich.

Syd miro a Hilda penetrantemente apenas ella dio la orden de ataque, se sentía atado al ver como Siegfried atacaba a Alberich…

 

 

 

Sombras oscuras, estaba rodeado de inmensas sombras.

Dos de ellas estaban más cercanas y podía ver que había más a una corta distancia.  Las dos sombras atacaban, pero lo único que podía percibir era la figura ante el.

El maldito que le desgracio la vida.

Su violador.

Estaba de pie ante el, con su sonrisa burlona. Disfrutando de haberle sometido y robarle mas que la pureza.

Se lanzo al frente sin importarle que ese par de sombras sin forma estaban a su alrededor, enceguecido por la furia y con movimientos torpes porque sentía que el cuerpo le pesaba una tonelada.

 

 

 

Pronto, Mime y Siegfried se percataron de que Alberich no les prestaba la más mínima atención sino que se afanaba en perseguir un enemigo invisible. Aliviado de no tener que luchar contra Alberich, Siegfried lo ataco intentando debilitarlo para poder someterlo… tratando de no hacerle heridas graves. Sin embargo de poco le sirvió.

Syd apretaba los puños con fuerza incapaz de apartar la mirada de Alberich y deseando patear a Siegfried por atacarlo, pero a la vez entendía porque lo hacia.

Fue cuando Mime decidió empezar a tocar y la sutil melodía melancólica de su arpa invadió aquel lugar. Era una música de increíble belleza, pero a la vez te transmitía tristeza, desesperanza y desesperación. Una melodía viva, realmente temible. Que entorpecía los movimientos del cuerpo.

La música viajaba directamente hacia el cerebro del oponente dejándolo a merced de Mime.

Pronto, Alberich cayó al suelo, inconsciente.

_ Syd, cargaras a Alberich de regreso al castillo.- ordeno Hilda- Mime y Fenrir, lamento encargarles esta tarea pero necesito que entierren todos los cadáveres que se encuentran en este lugar. Excepto el que se encuentra al pie de ese pino.

Las órdenes de Hilda fueron cumplidas al pie de la letra, Thol comenzó a husmear entre el desastre buscando madera que pudiera ser rescatable.  Fenrir comenzó a apartar escombros para cavar las zanjas de los cadáveres. Syd llego a donde Alberich estaba tendido, parecía dormido. Al menos su expresión era de paz.

El peli turquesa sintió ganas de agradecer a Mime. Pero se contuvo y se limito a levantar el delgado cuerpo de Alberich y caminar en dirección a Hilda, que se encontraba de pie junto a Hilda.

_ Siegfried, quiero que regreses al castillo con Hagen, no quiero que Fler sospeche nada.

Ambos rubios asintieron y se marcharon del lugar.

Syd caminaba a unos pasos de Hilda, solo pendiente de Alberich y haciéndose miles de preguntas en su mente, sintiéndose infinitamente culpable.

_ Syd, quiero que sepas que no odio a Alberich.- la voz tenue de Hilda quebró el silencio.

Paso un tiempo relativamente corto antes de que Syd procesara lo que la mujer le dijo.

_ No me hagas reír.- replico sarcásticamente antes de poder contenerse.

_ Se que eso es lo que Alberich piensa y lo que todos ustedes creen, mi actitud hacia Alberich no se debe a que lo odie. Al contrario, lo quiero. Amo sin distinción a todos los hijos de Asgard, vivo sus alegrías y sus sufrimientos. Alberich ha sufrido mucho, tanto que ha enterrado lo mejor de su alma en lo más profundo de la oscuridad. Y quiero hacerle entender que de esa manera no va a lograr nada sino atormentarse a si mismo por mas tiempo.

Syd analizo las palabras de Hilda, sin embargo no podía evitar guardarle cierto recelo. Después de todo trato muy mal a Alberich desde que llegaron a vivir al castillo. Sentirle allí en sus brazos, tan frágil e indefenso. Aumentaba sus instintos protectores y le hacia sentirse un maldito desgraciado.

Después de todo aquel estallido del ojiverde se debió a ese beso. Daría lo que fuera por entenderlo. Por saber… que era lo que provoco esa reacción de Alberich y quien era el maldito que le hizo daño. Porque juraba por Odín que iba a matarlo de la manera mas cruel, lenta y despiadada para obsequiarle a Alberich sus restos.

 

La suave risa de Hilda lo saco de sus pensamientos.

_ Son tal para cual ustedes dos, como dos piezas de un mismo rompecabezas.- comento ella como quien no quiere la cosa, mas con ella misma que con Syd.

 

_ ¿Quieres saber que fue lo que paso Syd?- la suave voz de Hilda de nuevo interrumpió el silencio pero esta vez consiguió captar su atención.

_ Si- fue una sola palabra cargada de determinación, toda la que tenía. Por Alberich.

_ Te advierto que solo puedo mostrarte esos recuerdos si te comprometes a cuidar de el. Y es algo a lo que no puedes renunciar. ¿Aun así lo quieres?

_ Más que nada.- dijo Syd con determinación.

_ Bien, se hará esta noche- término Hilda.

Ninguno de los dos hablo en lo que sobro de camino al castillo.

 

Notas finales:

Bueno, espero que no quieran matarme, hehe...

Quien sabe si alguna fanatica de nuestro estimado Alberich quiera venir hasta Csejthe a patearme el trasero XD.

Muchas gracias a los que leeis y no comentais.

Mis mas humildes agradecimientos a los que leen y comentan puesto que me alegran el dia y me hacen saber que hay alguien al otro lado del monitor.

matta ne

atte: Cyss Darko


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