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El Magnetismo de Andromeda por Luna Kaze no Kizu

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Notas del capitulo:

Resucite! Bueno me disculpo primeramente por dejar esto asi por tanto tiempo pero en realidad no tenia tiempo, ni pc para amolarla.

Ahora que ando mas liviana, y tengo de regreso mi computadora voy a ponerme  las botas y comenzar a escribir el siguiente capitulo de una vez.

Sin mas los dejo leer

Contemplaba la ventana, perdido en sus pensamientos. El Inframundo era un lugar frio e inhóspito. La tierra era tan negra como la noche más oscura y el cielo siempre estaba cubierto de algo que parecía ser nubes grises.

Encerrado en su habitación por voluntad propia, Shun no encontraba alguna cosa que le hiciera su encierro más llevadero.

Lo único que destacaba de sus días eran las fugaces visitas de Hécate tres veces al día, la hechicera llegaba con una bandeja cargada de todo lo que consideraba “nutritivo” y se quedaba haciéndole compañía hasta que él se las arreglaba para limpiar la bandeja por completo.

Más de una vez le pidió que volviese a tocar el piano para hacerle las tardes llevaderas… pero Shun no se encontraba a si mismo capaz de obligarse.

El piano permanecía en la esquina lejana de la habitación. No era que no sintiese ganas de tocar las teclas, de hecho esa era una de las cosas que más quería hacer en el mundo, pero a la vez no quería. Era consciente de que sus sentimientos se manifestaban en las notas que producían sus dedos al tocar las teclas y algo dentro suyo (quizá su parte egoísta) le instaba a resistir.

Al menos lo único que seguía siendo de su propiedad… sus sentimientos.

Era consciente de que sus sesiones de piano eran escuchadas por todos los habitantes de aquel lugar, el silencio en el Inframundo era tal… que cuando había el menor ruido, se escuchaba en todos los rincones.

Ese día en particular Shun no pensaba hacer nada diferente a lo de los días anteriores, se pasaba todo el tiempo del que disponía, sentado en el alfeizar de la ventana, contemplando el oscuro cielo del Inframundo y buscando formas allí. Era su distracción desde que se negaba a producir alguna nota en el piano que se encontraba dispuesto para él, no porque no quisiera sino porque quería ocultar su sentir a los demás habitantes del castillo, y su segunda razón, que era increíblemente absurda (aunque no lo admitiría) era que deseaba privar al señor del Inframundo del placer de escucharle tocar, porque en alguna oportunidad el pelinegro le comento lo mucho que le gustaba escucharle a cualquier hora cuando se encontraba en el piano. Pese al tiempo que paso desde aquella desagradable discusión aún seguía cauteloso con respecto a su anfitrión, pese a que el Dios le daba su espacio por decirlo en cierta manera y en ningún momento cuestiono su alejamiento, muy reticentemente el peli verde tenía que admitir que le concedían cierto grado de privacidad. Aunque eso no ayudaba a disminuir sus temores, (lo cual le molestaba profundamente) ¡era un caballero! Desde niño se le enseño a no depender de nadie, a ser fuerte para librar sus peleas.

La diferencia entre ese entonces y ahora, es que en ese entonces tenías tu cosmo energía y ahora no la tienes. Y en ese entonces estabas junto a tu maestro y no rodeado de tus enemigos.

La inquietud que experimentaba estaba a tal grado que casi todas las noches tenía pesadillas, aquello era humillante de admitírselo. Deseo tener alguien con quien compartir todo en completa confianza, por más que Hécate en cierta manera era confiable no se sentiría cómodo contándole algo tan privado… solo podía rogar que nadie escuchara sus gritos durante la pesadilla o al momento de despertar. Y lo peor del asunto era que nunca recordaba del todo de que iba, solo que le aterrorizaba a niveles insospechados. No sabía cuánto tiempo podría resistirlo. Todos los días, antes de irse a dormir, pensaba en todos en el Santuario, que por ellos debía resistir con toda la voluntad que aún le quedara.

Más fácil pensarlo que hacerlo- pensó el peli verde para sí con amargura.

 

Las pesadillas los últimos días se redujeron, como los monstruos que veía en el armario de la mansión cuando era niño, se fueron desvaneciendo hasta que simplemente desaparecieron.

No podía decir que las extrañaba (estaría loco si lo hiciera)

Ahora podía dormir todas las noches en tranquilidad y esas horrendas ojeras se estaban comenzando a curar ahora que disponía de todas sus horas de sueño.

Lo que extrañaba… más bien era una sensación.

Aun cuando se encontraba dormido, Shun podría atestiguar que en algún momento de la madrugada, cuando sus pesadillas eran más negras, una presencia tranquilizadora se hacía presente en la habitación, se acostaba a su lado en el cómodo lecho, una que otra vez se permitía tocar su cabello.

Quien quiera que fuese tenía manos delicadas y se cuidaba de no hacer ni un sonido. Tan repentinamente como llegaba, desaparecía.

Para sus adentros, el chico lo llamaba “la sombra”.

No sabía cómo, pero además de permanecer con él hasta que la pesadilla se disipaba, le daba la impresión de poder ver su silueta difusa en su sueño, en el interior de su mente, pero siempre envuelta en las sombras. Sin dejar ver un solo rasgo que pueda servir para reconocerlo

Al menos luego de que sus pesadillas disminuyeron, Perséfone se veía más aliviada y no lo presionaba con que aceptara hablar con Hades.

El no deseaba enfrentar de nuevo al dios, no quería tener una experiencia tan “agradable” como la de la última vez, pero por sobre todas las cosas no quería verlo a él.

Sus días transcurrían entonces, en sentarse en el alfeizar de aquella ventana, con el lúgubre paisaje del Inframundo como única vista, y los libros que Perséfone le traía como entretenimiento. Pasó un tiempo razonable desde la última vez que se atrevió a tocar el piano, pues sabía que de hacerlo ahora solo tocaría canciones que transmitieran su desorden interno.

Y al menos eso, aunque fuese tan poco, quería mantenerlo siendo privado.

Bien podía ser un prisionero físico. Pero jamás se convertiría en un prisionero mental.

Aunque no lo pareciera, Shun estaba librando la batalla más ardua de su vida, y pese a todo lo que pudiera imaginar no la estaba librando como un caballero, sino como una persona.

Esta era su propia lucha, por no perderse a sí mismo en medio de la oscuridad.

 

Malhumorado cierto dios de cabellos negros como el ébano se encontraba encerrado en su despacho, maldiciéndolo todo y queriendo reducir a un montoncito de cenizas a la molesta hechicera que estaba del otro lado de su escritorio.

_ Ya me estoy cansado de esta situación, ¿Te crees mi madre o qué?- le espetó a la mujer.

Realmente no estaba para sus bromitas, tenía mucho trabajo que hacer, cosas que no podía seguir postergando por más poco dispuesto que se encontrara.

Y tener a aquella mujer allí solo le estaba poniendo de peor humor.

_ No me pienso ir de aquí hasta que enfrentes tus malditas responsabilidades. Ni él quiere acercarse a ti, ni tú quieres liberarlo. Pensé que le trajiste aquí para otra cosa que no es mantenerlo enjaulado en una habitación. Tú mismo dijiste que lo que te atrajo de él fue su libertad. Ciertamente, aquí adentro no la tiene.

_ ¿A dónde demonios quieres llegar mujer?- se quejó el dios, respirando hondo para no lanzarla por la ventana.

_ Tienes que tomar una decisión, no pueden seguir en esta situación eternamente. A este paso el chico envejecerá y morirá antes de que tú tengas los cojones de acercártele.

La mirada mortífera dirigida a ella hubiese hecho callar al más valiente, pero para Hécate como si no fuese con ella.

_ No estás rindiendo en tus funciones, ni lo harás hasta que resuelvas el gallinero en que se ha convertido tu vida personal.

_ ¿Qué vas a saber tú de dirigir el Inframundo?

_ Se lo suficiente, además no estoy ciega. Tus tres jueces y Lune andan por allí siendo enredos de nervios ambulantes, con un malhumor de diez mil infiernos. Y aunque nadie ha tenido los pantalones de venir a decírtelo las barreras del Inframundo se están debilitando. Y tú sabes lo que eso significa.

Cuando la hechicera menciono las barreras del Inframundo, el dios le prestó toda su atención.

No podía permitirse que esas barreras se debilitaran, los seres a los que mantenía encerrados en lo más recóndito del Inframundo no debían salir. JAMAS.

_ Es mejor que sea yo y no Zeus quien venga a darte un jalón de orejas porque no estás cumpliendo con tu deber. ¿No lo crees?

Hades no dijo nada, olvidado todo su enfado, perdido en sus pensamientos al punto que la mujer frente al abandono el estudio dando un portazo y guardándose un suspiro para sí misma.

Al menos consiguió progresar un tanto por un lado.

En realidad, a pesar de ser una hechicera sabia y poderosa había ciertas situaciones con las que no podía lidiar tan fácilmente, y esa era una de ellas.

Desde lo que sea que hubiese pasado en la última discusión de Hades y Shun, el peli verde se retraía más en sí mismo, dejo de tocar el piano, no salía de las habitaciones en todo el día, ni siquiera para las comidas, las cuales ya se había acostumbrado a tomarlas en la habitación.

En más de una ocasión, en un sutil intento de que saliera de allí, ella dejo de llevarle libros para que se entretuviera e incluso trato de no ir tanto a su habitación, con el ansia de que el chico se aventurase a salir y que por gracia del destino él y Hades pudieran resolver lo que sea que tuvieran que arreglar.

Pero no hubo caso.

Aun sin libros con los que entretenerse, Shun se mantenía dentro de su habitación obstinadamente, hasta que fue la misma Hécate la que volvió a la habitación del chico para asegurarse que estaba bien.

¡Mayor par de necios!

Diciéndose que ya no había más que hacer por su parte, la hechicera se encamino a sus propios aposentos, si las barreras del Inframundo seguían en alguna manera, estables eso era gracias a sus esfuerzos. Pero pronto estos no alcanzarían y entonces debían prepararse.

El que Shun y Hades arreglaran sus diferencias era algo necesario.

No tenían opción.

Una vez que esa molesta mujer abandono su oficina, Hades tuvo más tiempo para pensar en las palabras que le dedicase.

¿Las barreras del Inframundo ya se estaban resintiendo por la situación?

Tuvo el impulso infantil de comenzar a aventar cosas y destrozarlas, quizá fulminarlas con sus poderes. Aunque sabía que aquello no solucionaría nada y era una manera infantil de proceder.

Ya tenía suficiente con la actitud del peli verde para que el también hiciera una estupidez.

Si en algún momento fue consciente de los siglos que llevaba encima, fue en ese.

Por el bien del Inframundo, su salud mental y el bienestar de Shun… debía ser él quien diera su brazo a torcer.

Era la solución más madura al problema pese a que eso no lo hacía más soportable.

Dar el brazo a torcer ante un chico de 17 años no era la cosa más sencilla de hacer para alguien que estaba acostumbrado a tener el control.

Dejando los papeles en el escritorio, salió a tomar algo de aire fresco, porque estaba más que claro no podría  concentrarse en nada después de aquella conversación.

Desde las profundidades de la oscuridad, latía.

Seguía con vida, si es que a estar suspendido se le puede llamar una vida justa.

Cadenas mágicas envolvían su cuerpo colosal. La oscuridad se encontraba por encima, debajo y a los lados.

La pesada energía del sello le oprimía.

Así había sido desde quien sabia cuanto tiempo atrás. El tiempo abandonado en la oscuridad, lo pensó. Mil y un maneras de acabar con sus enemigos. Pero para ello debía salir de allí.

Y siendo que el guardián del sello era Hades, lo tenía difícil.

El dios no tenía ninguna debilidad tangible. Un ser como Hades quien acepto reinar sobre todo lo que era conocido como oscuridad, era incapaz de amar a alguien.

Por eso, no había un individuo al que pudiera utilizar para sus fines.

Pero últimamente las barreras de Hades se estaban debilitando y eso le daba una esperanza. Al menos una pequeña…

Con eso era más que suficiente.

 

 

De tener pesadillas atroces por las noches, el peli verde paso a sentir intranquilidad de día, era una especie de sensación ominosa.

Algo muy adentro  le decía que iba a pasar una cosa mala. Y como caballero que era bien que sabía confiar en sus instintos, pese a que su cosmo energía permanecía bloqueada, era muy consciente de que su poder de percepción seguía siendo tan bueno como antes.

No tenía con quien compartir sus impresiones, Hécate iba mucho menos ya que se encontraba ocupada haciendo quien sabe que, pese a que la extrañaba no se atrevía a poner un pie fuera de esa habitación, pese a que la hechicera más de una vez le reitero que él no era un prisionero sino un invitado. Y que podía ir a donde quisiese.

Shun le sonreía y le decía que lo tomaría en cuenta, pero nunca daba el paso decisivo para abrir la puerta, lo más lejos que había llegado era a posar su mano en el pomo, pero nunca llego a girarlo.

Pese a que no compartiera sus temores con la hechicera, no le parecía que andar desprotegido deambulando por territorio enemigo fuese una buena idea, sin importar que el dios del Inframundo lo considerara “su invitado”.

 

El chico sentado desde el alfeizar de la ventana, lanzaba miradas nerviosas en dirección al piano, que hoy más que nunca parecía estar llamándolo con desesperación.

En la mansión, disponía de un piano y por tanto era fácil para el entregarse a la tarea de tocar música por horas, pero cuando entrenaba en la isla Andrómeda o desde su llegada al Santuario, en su ajetreada vida de caballero no tenía tiempo para extrañar el piano.

Sin embargo ahora que estaba solo y encerrado, teniéndolo justo en frente, resistirse a tocarlo era toda una proeza.

Deseaba más que nada perderse a sí mismo en aquellas teclas, creando melodías.

Suspirando pensadamente y rogándole a todas las deidades que recordara en ese momento que nadie se encontrara cerca, se sentó ante el piano y comenzó, la primera nota sonó vacilante, fue seguida de un silencio en el que casi se perdió, pero casi de inmediato, con más decisión, se escuchó la siguiente, luego otra y otra…

Y después de eso toco fluidamente, ausentándose del mundo y con la primera sonrisa verdadera desde hacía quien sabe cuánto tiempo. En medio de la penumbra del cuarto, que solo contaba con la luz de la ventana abierta.

Ensimismado en su mundo, el chico no supo cuántas horas pasaron. Pero escucho que llamaban a la puerta y aquello le saco de su ensoñación, y a la vez le extraño.

Perséfone que era su única visitante nunca llamaba a la puerta. Se tenía grabadas las horas de las comidas y aún no era momento.

Nervioso, se levantó y se acercó a la puerta, sin mostrar lo alterado que se encontraba en su expresión.

_ ¿Quién es?- quiso saber el chico.

El silencio siguió a esa declaración, y Shun sintió su corazón latir acelerado.

No tenía sus poderes, o su armadura. Estaba completamente indefenso, pero aun así daría batalla.

En ese infinitesimal segundo, muchas cosas pasaron por su cabeza, entre ellas, el rostro de su hermano. Y eso le dio fuerzas de donde no las tenía. Echando al fondo el nerviosismo que sentía, giro el pomo de la puerta, encontrándose frente a frente con el señor del Inframundo.

Le costó mucho controlar su expresión, y qué decir del temblor de sus manos.

¡¿Para qué Hades se presentaba en su habitación?!

_ ¿Puedo entrar?- inquirió el pelinegro.

Shun por toda respuesta se apartó de la entrada. Y el pelinegro paso a su lado, dando una mirada a su alrededor. Quedo de pie junto a la ventana.

 

¿Para que pedirá permiso? Se supone que todo este lugar le pertenece, y si le da la gana de entrar aquí, entonces que entre. Como si le importara que yo le concediera o no el permiso.

Como si adivinara los pensamientos del joven de cabellos verdes, la expresión del dios se hizo más sombría de repente. Sus ojos parecían ser más profundos que el abismo.

_ Sé que seguro te preguntas el motivo de mi presencia en la habitación, y a diferencia de lo que piensas si estoy obligado a pedirte permiso de entrar debido a que eres mi huésped.

Al chico le costó controlar la expresión de su rostro. Estaba enfadado. ¿Su huésped? Si fuese su invitado ya me hubiese marchado. ¿Cómo se le llama a mantenerlo a uno en un sitio contra su voluntad? ¿Acaso  no es secuestro?

_ ¿Hay algún motivo por el que mi anfitrión se presente en mis aposentos?- cuestiono el chico, con una antinatural frialdad.

El silencio después de esa declaración se coló de todos los espacios… los dos ocupantes de la habitación se miraban el uno al otro sin poder romper el mutismo.

_ Solo, tengo curiosidad por un asunto en específico- concedió el dios, apoyándose contra la ventana, en una clara señal de que no pensaba marcharse todavía.

_ ¿Y ese sería?- presiono Shun, no quería darle tregua. Por el mucho mejor si el dios nunca hubiese llegado.

_ ¿Hay algún motivo en específico por el que hayas dejado de tocar el piano?

La pregunta agarro al peli verde fuera de base, eso se mostró en que perdió el control de su expresión y sus ojos expresaban una pregunta muda.

Por alguna razón, Shun no se sentía capaz de expresar la pregunta en voz alta. Por lo que después de esperar por una respuesta que no llego, el dios del inframundo continúo…

_ Cuando dejo de escucharse el sonido del piano  pensé que este podía tener alguna falla.

_ Simplemente, ya no me apetece- corto el chico, no quería que la conversación se hiciera más larga.

_ Es una pena- comento el pelinegro, sus ojos encontrándose directamente con los de Shun, con ese resplandor tan particular que tenían.

Y sin dedicarle más palabras, el pelinegro se inclinó cortésmente y abandono la habitación, cerrando la puerta a sus espaldas y dejando solo a un peli verde perdido en sus pensamientos, que contemplaba el piano con la mirada perdida.

No podía creer lo que veía, pensaba que quizá se trataba de un espejismo. Pero allí estaba.

Hades salía del cuarto de Shun, después de quien sabia cuanto tiempo. Eso le hacía pensar que quizá estaban comenzando a arreglarse las cosas. La sonrisa de satisfacción en su rostro se hizo más presente todavía.

Ya que las cosas comenzaban a resolverse, solo quedaba una última medida que ella podía tomar para que todo se terminara de solucionar. Necesitaba que Hades volviera a su estabilidad cuanto antes, puesto que mantener activas las barreras del Inframundo era un trabajo demasiado grande para una simple hechicera.

Hacia al menos unos 30 minutos que el chico abría sus ojos al mundo, por lo que aún no decidía con que se entretendría ese día, quizá en ver por la ventana.

Por eso cuando alguien llamo a la puerta insistentemente, se sobresaltó, no esperaba visitas tan temprano, y teniendo en cuenta que la última que recibió no fue precisamente agradable, no tenía muchos deseos de abrir la puerta.

Sin embargo la persona al otro lado no  iba a dejarle tranquilo, porque lejos de desistir siguió llamando de manera insistente.

Con reticencia el chico se acercó a la puerta y giro el pomo lentamente.

Perséfone le sonrió y se adentró en la habitación una vez él le dio pase.

_ ¡Buenos días Shun!- lo saludo- Realmente te ves bien hoy.

Sin saber a qué venía el cumplido, el chico la contemplo algo receloso, la hechicera lejos de sentirse incomoda, se sentó en la silla que estaba junto a la ventana y le dedico al chico una sonrisa, aún más brillante que la anterior si se quiere.

_ Realmente necesito que me hagas un favor- dijo ella de repente, levantándose y acercándose al chico, dedicándole una mirada suplicante.

_ ¿De qué se trata?- pregunto el chico.

_ Quisiera que me acompañaras a desayunar al comedor, es que veras… hoy todos tienen una reunión o algo por el estilo y aún no saldrán de la sala de juntas por unas horas. No tengo a nadie más a quien pedírselo.

La sola idea de poner un pie fuera de aquella habitación no le agradaba en lo más mínimo al chico, le hacía sentir lleno de temor.

_ No creo que sea correcto, si vienes a desayunar aquí conmigo no creo que haya problema- contesto él.

_ Vamos Shun aquí no eres el prisionero de nadie, eres el invitado, que permanezcas encerrado aquí es nada más cosa tuya. Por favor, en serio no quisiera desayunar sola.- la chica estaba poniendo todo su empeño en la petición, mirando al caballero con ojos suplicantes.

Shun desvió la mirada, esperando que de esa manera la mirada de la chica tuviera menos efecto sobre él.

Pero no por eso Hécate desistió de sus intentos.

_ Por favor Shun, de verdad no quiero quedarme sola. Te lo suplico- esas últimas dos palabras fueron el detonante.

Aunque su cuerpo temblaba, lleno de muchas sensaciones que no alcanzaba a definir, pero asintió.

Enseguida la chica lo abrazo con fuerza, reiterándole lo bueno que era.

Caminaba por la galería, perdido en sus pensamientos y contemplando el juego de luces que provocaban los cristales con la poca luz que entraba al lugar. Y teniendo en cuenta donde se encontraban… pues estaba bastante bien.

Ese era el lugar más luminoso del castillo.

Fue cuando sintió una variante en el aire. Sus sentidos detectaban movimiento en el lugar que menos se imaginó… la puerta del cuarto de Shun.

Para su completo asombro, el chico estaba saliendo de allí por primera vez desde que discutió con él. En compañía de Hécate se dirigían al comedor.

Su corazón latía acelerado, su respiración estaba agitada ¡Maldición, incluso sus manos estaban sudando!

No quería ni respirar demasiado fuerte para no asustarle y que se volviera a recluir en su habitación.

Cuidándose de que su presencia no fuese notada, cerró los ojos y se concentró en las dos figuras que encabezaban al comedor, le interesaba conocer la conversación.

_Shun, no sabes el favor que me haces con esto, no terminare de agradecerte nunca ¡eres un cielo!- le decía Hécate con una sonrisa resplandeciente.

_ No es nada- contesto el chico como si nada, aunque internamente estaba alerta a cualquier movimiento y escaneaba todo a su alrededor como esperando que cualquiera saltase a atacarlo de la nada… o que cierto pelinegro hiciera su aparición.

No debí haber aceptado- pensaba el chico una y otra vez, como una especie de mantra, y aunque era un deseo infantil y le hacía sentir débil, deseo más que nunca que su hermano mayor estuviese allí.

Todo pasó en cuestión de segundos. La puerta negra que sabía llevaba a las cámaras de Hades se abrió justo antes de que ellos llegaran al final del pasillo, la mirada del dios se cruzó inmediatamente con la del incomodo caballero, aquello pintaba a ser un incómodo silencio… cuando Hécate decidió que tenía que actuar… ¡Era una oportunidad única e irrepetible!

 

_ ¡Buenos Días Hades!- saludo la hechicera con una sonrisa radiante, asegurándose de tomar firmemente al peli verde por el brazo, previendo que el chico intentara alguna huida desesperada de regreso a su habitación.

_ Buenos días Hécate- respondió a su vez el pelinegro, dedicando un asentimiento cortes a Shun a modo de saludo, puesto que no sabía si un saludo de su parte seria tomado de buena manera por el chico.

_ Shun y yo estábamos camino al comedor, no pensábamos encontrarnos contigo. ¿Te nos unirás?- quiso saber ella, esforzándose por actuar natural, a la vez que sus ojos daban un claro mensaje al señor del Inframundo “Niégate y no te dejare oír el final de esto”

_ Si no importuno a alguien con mi presencia, sería un placer acompañarles- respondió el Dios, con toda la fría cortesía que su ser le permitía.

Hécate se mordió los labios para contener una maldición y miro de reojo a Shun en búsqueda de alguna cosa que le ayudara a prever la respuesta del peli verde. ¡No dejaría que alguno de esos dos se le escapara! ¡Como que se llamaba Hécate!

_ No hay ningún problema- fue la respuesta casi inaudible del peli verde que en ningún momento miro a alguno de sus dos acompañantes a la cara.

Y así, el señor del Inframundo se les unió en su camino al comedor… los intentos de la hechicera por iniciar una conversación entre los dos no tuvieron mejor éxito. Pese a que el Dios actuaba con toda naturalidad, el peli verde contestaba con monosílabos siempre que le era posible, y pese a que no ignoraba al pelinegro trataba en lo posible de no hablar con él.

 

El comedor se encontraba convenientemente vacío al parecer de la integrante femenina del trio.

El peli verde no pudo evitar pensar que ese día los factores se encontraban en su contra…

Y Hades… el pelinegro solo pensaba en desayunar, aunque no se perdía detalle de las reacciones del peli verde y estaba pensando en cómo marcharse y dejar a solas al par.

Sabía que Hécate no estaría nada feliz con eso (sería una pesadilla tratar con ella luego) pero no soportaba ser causante del malestar de su peli verde.

Y aunque en cierto modo se sentía herido, no podía reprochar la actitud del chico.

Hécate se las arregló para que Hades y Shun se sentaran lo más cerca posible el uno del otro (para horror del peli verde)

Cuando los sirvientes se acercaban cargando las bandejas y poniéndolas en la mesa… Hades se permitió examinar la mente del peli verde de la manera más sutil posible. Quería saber exactamente qué le dijo Hécate para sacarlo de su encierro autoimpuesto. Eso le causaba particular curiosidad porque sabía que una de las muchas cualidades de Shun que a su vez podía ser un defecto era la terquedad del chico.

Finalmente encontró lo que buscaba… sintió cierta sensación desagradable, como si un agujero comenzara a formarse en su pecho pero trato de ignorarla lo mejor posible, cuando un sirviente se disponía a poner un plato frente a él, lo despacho pidiendo que llevara su desayuno a sus cámaras privadas.

Se levantó de la mesa, sintiendo la mirada ardiente de la hechicera y las miradas disimuladas que el peli verde le daba.

_ Mi señor… ¿nos deja?- dijo la hechicera, el veneno de su furia claramente visible bajo su fachada de dulzura fingida.

_ Si, debo atender asuntos que requieren mi inmediata atención.- contesto el pelinegro, abandonando la habitación lo más rápido posible, sin dar una sola mirada a sus espaldas.

Apenas el pelinegro salió de la habitación el puño de la hechicera se estampo furiosamente en la pulida superficie negra de la mesa, sobresaltando a los sirvientes que aún permanecían allí y al peli verde.

_ ¡Lo voy a matar!- mascullo la mujer, lo suficientemente alto como para que llegara a oídos del chico.

_ ¿Todo bien?- quiso saber el peli verde, haciéndose el que no se daba cuenta de nada.

La hechicera suspiro, mesándose los cabellos en un gesto que indicaba que lo que sea que estaba pasando por su cabeza, la superaba.

_ No- respondió ella finalmente- Y ya se me agotaron las tácticas para solucionarlo.

Shun no dijo nada, empezó a comer su desayuno con calma. Sintiéndose mucho más cómodo ahora que Hades no se encontraba en la habitación.

De alguna manera el ambiente se le hizo un poco más agradable. Aunque no se le pasaba por alto que el pelinegro le miraba fijamente antes de declarar de manera sorpresiva que no los acompañaría a desayunar. Pese a su incomodidad se había resignado a desayunar en compañía del Dios. Y cuando este se retiró, aunque lo tomo por sorpresa, el chico lo agradeció.

La comida de los dos únicos individuos en el comedor transcurrió en silencio.

Ocasionalmente podían escuchar a los sirvientes que aún permanecían en el lugar, recogiendo alguna de las fuentes vacías o reacomodando algunas cosas en la esquina más lejana de la habitación.

_ Te acompaño a tu habitación- ofreció la hechicera con una leve sonrisa que a ojos del chico parecía desganada.

El peli verde acepto rápidamente, no quería hacer solo el recorrido por los pasillos, cuando llegaron a su habitación pensó que Hécate seguiría su camino, pero la hechicera entro con él, se aseguró de cerrar bien la puerta y luego le gestiono que se sentara en su cama.

Ella se sentó en el banquillo que estaba dispuesto frente al piano.

_ Necesitamos hablar seriamente Shun- comenzó ella, algo en su mirada dejaba bien en claro que nadie la haría cambiar de idea en lo que sea que estuviese pensando.

El peli verde asintió, dándole la confirmación que de cierta manera la mujer pedía para continuar.

_ La razón por la que Hades abandono el comedor aun cuando dijo previamente que iba a acompañarnos es porque se percató de tu incomodidad en su presencia, y como no sabe qué hacer para remediarlo, prefiere hacerse a un lado.

Shun le dio una mirada de incredulidad ante aquello.

_ Si, aunque no lo creas él te considera en formas que a los demás habitantes de este castillo no se les ocurre ni imaginar. Pese a su carácter fuerte y su actitud fría y despiadada, hay un lado oculto que nadie conoce.- continuo la mujer, aunque era palpable que el peli verde no estaba creyendo demasiado en sus palabras.

_ No sé qué es lo que pudo haber hecho para que tengas esta reacción hacia él. Debe ser en cierta manera justificada, a estas alturas no sé qué hacer para que lo arreglen… y sé que te estas preguntando cual interés puedo tener yo en esto y porque estoy siendo tan particularmente insistente. ¿O me equivoco?

_ No- repuso el chico con voz trémula- Quisiera saber porque insistes, no es como si yo estuviera poniéndotela fácil.

_ De hecho no lo estás haciendo, y creo que no te percatas de tu propia importancia… no creo que necesite decirlo pero eres el único mortal vivo que se encuentra en este lugar. Y además el único que no es obligado a servir a Hades de manera permanente en una condición que raya en la esclavitud. Es porque eres valioso para él.

La incredulidad del chico era más que aparente.

Guardándose su frustración, la hechicera supo que le esperaba un rato largo.

 

Apenas llego a su habitación, el Dios dejo escapar lo que estaba contenido, todos los objetos de cristal o cerámica que se encontraba en las amplias cámaras se convirtieron en pedazos.

El fuerte viento se abrió paso en las ventanas que se encontraban abiertas, el temeroso y desafortunado sirviente que llego con la comida de su señor se quedó en el umbral de la puerta, temblando de pies a cabeza y casi sin moverse para no importunar a Hades.

Nunca le vio de esa manera, con su cabello negro completamente desarreglado, y sus ojos resplandecían con un brillo feral, primitivo e indescriptiblemente salvaje.

_ ¿Vas a quedarte allí todo el día? ¡Pon eso en la mesa más cercana y tráeme a Orfeo inmediatamente!

El pobre sirviente hizo lo que le pidió su señor, corriendo a toda la velocidad de la que era capaz en búsqueda del músico. No quería enfrentar la furia de su señor.

Cuando entro en la cámara de su señor, Orfeo no hizo comentario alguno sobre el desastre reinante en la habitación. Sabía de sobra porque fue convocado a ese lugar, por lo que comenzó a tocar, sus dedos acariciando las cuerdas y perdiéndose en la dolorosa melodía que en alguna ocasión, hace muchísimo tiempo, fue alegre.

Ahora, su música expresaba su pesar, el luto que aún llevaba, los recuerdos que le invadían a cada instante, el rostro casi desvanecido de quien alguna vez amo tanto… y si se encontraba en aquel lugar… era porque podía estar cerca de lo que quedaba de ella, y cuidarla para el resto de la eternidad.

Su alma se abría camino a través de las notas que creaban sus dedos.

Sus lágrimas silenciosas en su música, su réquiem lastimaba y le sanaba a la vez, solo dirigido a ella en cada interpretación.

Sus ojos estaban firmemente cerrados, se imaginaba que aún se encontraba en medio del campo de flores.

Quizá era una suerte que sus ojos estuviesen de esa forma, así no se percató de la furtiva lagrima que se deslizaba por el rostro pálido del rey del Inframundo.

Podía sentirlo, era embriagante.

Después de siglos, volver a sentir el gozo era algo inenarrable.

Por fin, una debilidad se hacía campo en el otrora indestructible Hades.

Cuando fue encerrado, enterrado más allá de cualquier escape en las entrañas del Inframundo, pensó que nunca podría abandonar el averno.

Era de conocimiento popular que las barreras eran invencibles como su creador.

Sin embargo… estaban a punto de quebrarse. Ahora más que antes.

La fluctuación en el alma de Hades estaba haciéndose cada vez más potente, y con ella, la fuerza de las barreras se disminuía.

Su visión regreso de entre el bloqueo impuesto a sus poderes.

Y su único ojo, estaba dispuesto  en cierto peli verde. No porque le detestara, sino porque era la debilidad de su mayor enemigo.

El temblor que sacudió el Inframundo fue colosal, los sirvientes entraron en pánico y abandonaron sus tareas, los espectros abandonaron sus funciones pero a diferencia de los sirvientes, se agruparon para buscar el origen de lo que consideraban un ataque. En sus cámaras, Hades fue sacado de sus elucubraciones, aquel temblor era señal inequívoca que sus barreras momentáneamente habían colapsado.

_ ¡SHUN!- el grito de la hechicera recorrió todo el castillo, directo a las cámaras de su señor, el pelinegro salió disparado hacia las recamaras del peli verde sin prestar atención a nada más…

Al llegar a la recamara, Hécate estaba arrodillada en el suelo junto a Shun, que estaba pálido de una manera que solo indicaba que algo malo estaba pasando.

En el suelo no había rastros de sangre o algo por el estilo y el temblor que sacudía el Inframundo no  se detuvo ni por un instante.

_ ¡Las barreras Hades!- grito ella sin importarle el respeto que le debía al pelinegro, en esos momentos estaba demasiado asustada y preocupada como para prestarle atención a esos menesteres.

El pelinegro encontró el concentrarse como una labor titánica, podía sentir la presión de la energía de sus prisioneros que intentaban abrirse paso desde lo más profundo de sus dominios. De hecho podía sentir la energía de uno de ellos alrededor del inconsciente peli verde.

El feroz temblor se detuvo justo cuando en el umbral de la puerta estaban sus tres jueces, Radamanthys y Pandora, todos ellos alistados para la batalla.

_ No hay nada por lo que deban preocuparse- manejo decir el pelinegro antes que las fuerzas le fallaran y cayese arrodillado al suelo. Reponer las barreras no era una tarea que resultase sencilla.

_ ¡Mi señor!- Pandora se adelantó inmediatamente para arrodillarse a su lado, en el proceso a Hécate no le pasó desapercibida la mirada que la pelinegra le lanzo a Shun, por lo que la hechicera le lanzo una mirada asesina a la chica, como retándole a que hiciera o dijera algo.

En la entrada, sin estar muy seguros si debían entrar o no, se agrupaban los jueces del Inframundo, y tras ellos los espectros que patrullaban cerca de aquella zona del castillo.

_ Estoy bien- Hades rechazo la ayuda de la pelinegra y se levantó por sus propios medios, solo tenía ojos para Hécate en esos momentos.- ¿Qué fue lo que paso?

_ No lo sé. Justo antes de que comenzaran los temblores y cayesen las barreras Shun se desmayó, no pude sentir de dónde provino el ataque y sin importar lo que dijese para despertarlo o los hechizos que probara, todo resulta completamente inútil.

_ Uno de ustedes, levántelo del suelo y póngalo en la cama, los demás quiero que organicen a los espectros para turnos de patrulla en los alrededores del portal al bajo Inframundo. La seguridad se doblara a partir de hoy.- pese a su aspecto demacrado, Hades seguía siendo el señor de aquel lugar y todos se apresuraron a obedecerle.

Radamanthys, quien se encontraba más cerca, levanto al peli verde y lo dejo en la cama. Saliendo de la habitación y llevándose a una Pandora que lanzaba dagas por los ojos al chico inconsciente.

_ Sé que el chico no es santo de tu devoción, pero si nuestro señor Hades se percata de las miradas que le lanzas puedes estar segura que pasaras un mal rato- advirtió el rubio, una vez la puerta de la habitación se cerró a sus espaldas.

_ ¡Odio a ese maldito mocoso!- estallo ella. Soltándose del agarre de su amante ocasional. Pues sí, ella y el espectro se entendían ¡Que ambos tenían sus necesidades!- Además ¿Desde cuándo te importa que me meta o no en problemas?

_ Desde que me perteneces- estableció el, rodeando la estrecha cintura de la pelinegra con su fuerte brazo, atrayéndola a su rostro y robándole un beso que la dejo sin aliento y silencio sus quejas sobre el mocoso.- Y suelo cuidar muy bien lo que es mío.

Hécate abandono la habitación solo el tiempo que le tomo ir a su laboratorio por algunas hierbas que necesitaría. No sabían que era lo que tenía Shun, pero no iba a quedarse de brazos cruzados…

Hades no se apartaba de su lado ni un segundo… en lo profundo se sentía un poco satisfecha, eso era lo que estaba buscando, que esos dos pudieran acercarse un poco y trabajar en sus diferencias.

Solo me hubiese gustado que no fuese de esta manera.

El pelinegro no le hacía caso a lo que le rodeaba. Muy ocupado como estaba torturándose a sí mismo por su incompetencia.

Se suponía que era el todo poderoso señor del Inframundo, al que no se le conocía debilidad alguna y podía mantener las barreras de su tierra por milenios aun en las peores condiciones.

Y todo ese jodido poder no le sirvió para proteger lo más valioso que tenía, para sumarle además que las barreras del Inframundo cayeron momentáneamente. Eso le traería una visita de Zeus y Poseidón de seguro… y lo que menos quería era una reunión familiar.

Lo que le faltaba era que esa molesta sobrina (Atena) se abriera camino en sus dominios con sus molestos caballeros.

En cierto momento desvió la mirada, no aguantaba contemplar la piel pálida y enfermiza del chico… su aspecto infinitamente más delicado que cuando se encontraba saludable. Parecía que podía quebrarse en mil pedazos ante la más mínima fluctuación de su entorno.

Eso aumentaba los instintos protectores del Dios… y aquella voz en su cabeza (la cual odiaba con todo su oscuro ser) no hacía más que recordarle que todo lo que estaba pasando era culpa de su incompetencia.

El sutil brillo de algo en el cuello del chico le hizo incorporarse trabajosamente y acercarse, el medallón de la estrella que se encontraba rodeada por el círculo, resplandecía a la tenue luz de la habitación. La inscripción “Tuyo para siempre” fue como un golpe. El collar de su huésped. Después de todo, el cuerpo de Shun estaba destinado a pertenecerle…

_ Lo que menos quiero, es tu cuerpo. Al menos, no de esa manera- murmuro el pelinegro, apartando un mechón verde de la frente pálida del durmiente.

Su piel estaba muy fría.

¡¿Qué tanto estaba haciendo Hécate?!

Los cristales de la ventana temblaron en respuesta a su furia… por lo que respirando hondo, trato de calmarse. Se sentó en la cama junto al chico, asegurándose de envolverlo en las mantas apropiadamente, en un intento algo inútil de calentarle un poco. Apoyo la cabeza del joven en su regazo y se distrajo jugando con los mechones verdes que tanto le fascinaban…  el cabello antaño suave y sedoso, se veía opaco y se sentía áspero contra su piel. A la vez que la temperatura del chico disminuía.

 

 

Contemplando las nubes siendo bañadas por la luz del sol, Zeus se encontraba a la espera de una respuesta por parte de su hermano Poseidón.

Hubiese deseado que las circunstancias no fueran tan atenuantes pero no había nada que pudiera hacer.

Poseidón sabía lo que tendría que hacerse si aceptaba la ayuda de Hefestos.

Y si estaba dispuesto a aceptarla es que ya se percató de que no tenía otra salida.

Suspiro, esperar por alguien era realmente pesado porque su mente se perdía en pensamientos inútiles.

 

La comitiva llego al castillo en silencio y apenas al alcanzar las puertas cada quien tomo un camino diferente. Hilda y Syd se encaminaron a las habitaciones de Alberich. Donde Syd acomodo cuidadosamente al otro y luego se giró para enfrentar a Hilda.

Ella acerco la silla que se encontraba en el escritorio de Alberich a un lado de la cama y le indico a Syd que se sentara. Poso una mano en la frente de Alberich y la otra la extendió a la frente de Syd.

Y le pidió en un susurro que cerrara los ojos mientras se concentraba.

Después de todo sabia, que lo que Syd vería, lo destruiría.

 

 

 

 

 

Después de lo que fue un arduo trabajo (recorrer el Santuario en turno de guardia)

Shura de Capricornio regresaba a su templo, el cual compartía con un renuente inquilino, Shaka de Piscis.

Al parecer el rubio no se tomó para nada bien que “se metiera en lo que no era asunto suyo” y que lo “secuestrara”. Shura se hubiese reído de buena gana si después de eso el rubio no hubiese intentado golpearlo. Y pese a que su cosmos estaba restringido, Shaka presento una fuerte pelea.

Finalmente no fue como si derrotara al rubio (de hecho iban empatados) pero después de conseguir darle un buen puñetazo, Shaka cayo desmayado al suelo.

Y desde ese día la rutina en la casa de Capricornio era más o menos así:

Shura se encargaba de limpiar y cocinar en el templo, era casi como seguir viviendo solo, a excepción de la silenciosa presencia del rubio.

Desde esa pelea que ambos tuvieron, el rubio permanecía sentado en su posición de meditación a los pies de la enorme estatua de Atenea. Sin moverse un ápice en su presencia y sin dirigirle la palabra sino cuando era estrictamente necesario, y siempre que podía el rubio le contestaba con monosílabos.

Sobraba decir que la situación en ese templo era algo complicada. Y aquello estaba terminando con sus nervios.

_ Buenas tardes- saludo al rubio, deshaciéndose de su capa y colgándola en el lugar más cercano. El único gesto que dio el rubio de escucharlo fue el ligero asentimiento que le dedico.

El pelinegro suspiro.

_ Escucha, lamento haberte traído sin autorización y todo el asunto, pero no es mi culpa que Atena considerara necesario bloquear tu cosmos. ¿Podrías dejar de actuar como si estuvieras furioso conmigo? Si no supiera que eres el caballero de Virgo diría que eres un impostor enviado del Inframundo.

Solo el silencio siguió a su declaración… y cuando se encabezó a la cocina conteniendo un suspiro, escucho una risa.

Se dio la vuelta rápidamente y no se lo podía creer, Shaka reía tapándose la boca ligeramente con la mano. Pero… ¡Se estaba riendo!

Aquello era algo que no tuvo la oportunidad de ver antes y disfruto cada momento que duro, hasta que el rubio dejo de reír y recupero el aliento.

_ Supongo que comenzamos con el pie izquierdo. Solo que, estoy acostumbrado a estar completamente solo, y de repente encontrarme en el templo de alguien más… no me sentó muy bien que digamos. Y sumado eso a que mi posible sucesor para la armadura de Virgo está desaparecido y mi cosmo energía está bloqueada. Creo que me saco de mi centro- comento.

Shura asintió, sin romper el silencio.

_ Creo que he sido una pesadilla de invitado, me disculpo. Aunque te advierto que me tomara tiempo acostumbrarme a estar aquí. Después de todo no sé cuánto tiempo Atena dispuso que  permaneciera a tu cuidado.

_ Atena lo dejo a mi criterio- le confió el de Capricornio con una leve sonrisa.

El de Virgo abrió sus hermosos ojos azules con una mirada algo sorprendida en ellos. Pero al parecer lo que sea que pensó prefirió no expresarlo en voz alta.

_ Vamos, te ayudare a preparar la cena. No he hecho nada en todos estos días- dijo el de Virgo mientras le pasaba por el lado en dirección a la cocina.

 

Después de que todos regresaran al castillo dejándolos a él y Fenrir en el bosque macabro de Alberich, Mime tuvo que contener un suspiro. Dejando su arpa apoyada contra un árbol, miro a los alrededores buscando algo que pudiera hacerle las veces de una pala.

Fue cuando un poco de tierra voló en su dirección que se dio la vuelta para contemplar a su compañero.

Fenrir al parecer no tenía problema en ensuciarse las manos, al verlo Mime no pudo evitar compararlo con un lobo, se apartó un poco para que la tierra no le cayera encima y se dedicó a contemplar a Fenrir hacer lo suyo. Ese silencio que reinaba entre ambos era demasiado pesado, pero no tenía ningún caso romperlo. Cuál no sería su sorpresa que al poco rato, tres enormes lobos llegaran al lugar, enseguida se tensó, pero los animales se dedicaron a ignorarlo y congregarse alrededor de Fenrir, algunos lamiéndole los dedos y  el más grande de ellos lamiéndole la cara.

Entre los tres lobos y el hombre terminaron de cavar las fosas para todos los cadáveres del bosque, cumpliendo con la inusual petición de Hilda, dejaron sin sepultar el cadáver que se encontraba al pie del gran árbol.

Cuando se disponía a emprender el largo camino de regreso al castillo sintió una mano cerrarse alrededor de su brazo. Las uñas eran tan largas que de seguro le habrían hecho daño si tocaban su piel.

_ Quedémonos aquí, a menos que tengas miedo del montón de huesos que acabamos de enterrar. No quiero volver a ese lugar, aun- la voz de Fenrir, era diferente a la de cualquier otro guerrero del castillo. Mime supuso que era consecuencia de haber sido criado por Lobos.

_ Por mí no hay ningún problema, a mí tampoco me gusta estar rodeado de mucha gente.- el chico se encogió de hombros y se sentó en el árbol donde dejo su arpa. Fenrir se acomodó al otro lado, al pie del gran árbol junto al  cadáver encerrado en cristal rosa. Y los lobos se acomodaron a su alrededor.

La luna brillo sobre ellos que convivían en silencio, disfrutando del regalo que les significaba librarse de la convivencia forzada en el castillo al menos por unas horas.

Después de todo Hilda nunca dijo cuándo los quería de vuelta.

De buen humor por librarse de la cena en el comedor del castillo, Mime comenzó a tocar su arpa, no prestándole atención a su público y cerrando los ojos.

Tal era su habilidad que no temía equivocarse si tocaba con los ojos cerrados, tan absorto estaba el joven músico en lo suyo que no reparo en las reacciones que ocasionaba en su audiencia, los lobos se recostaron cómodamente apoyando sus hocicos en sus patas delanteras, el humano entre ellos tenía el ceño ligeramente fruncido. Pese a que disfrutaba de la hermosa música y de encontrarse a la intemperie después de tanto tiempo, el de cabellos dorados no le caía muy en gracia. A su parecer era demasiado arrogante.

¿Cuál era la necesidad de tocar con los ojos cerrados?

No tenía punto, ya que Fenrir y los suyos estaban más que conscientes del enorme talento que tenía el de cabellos dorados.

Guardándose para sí mismo su ligera molestia, el chico se acomodó mejor en el cálido pelaje de su padre sus cansados ojos enfrentando el firmamento y sintiéndose cautivado (aunque con sus reticencias) por la música que les regalaba el de Benetnash.

 

 

 

 

 

Silencioso y meditabundo el señor de los mares estaba de pie en la entrada de los terrenos de Asgard. Llevaba a la menos media hora de pie bajo el cielo nocturno, enfundado en un abrigo de pieles bastante cálido (cortesía de Hilda y Fler) quienes prácticamente le forzaron a llevárselo.

Como bien le dijeron las amables mujeres, por más Dios que fuera, su cuerpo no era indestructible y ya tenían suficiente con un solo enfermo como para sumarle otro.

La condición de Sorrento era crítica y como bien declaro el médico esa mañana después de su análisis, era un completo milagro que el general siguiera con vida para esas alturas.

Eso hablaba de la fuerte voluntad que tenía el jovencito y muy en el fondo Poseidón no pudo sino sentirse extremadamente orgulloso de él.

Dejarlo solo fue todo un desafío, pero se dijo que solo sería por breves momentos mientras esperaba la llegada de Hefestos.

Estaba enojado, ¿Qué era lo que podía demorar al médico? Sorrento no tenía tiempo y con esa demora lo estaban desperdiciando.

El conocimiento de que el chico estaba muriendo en esos momentos enfrentando una agonía infinitamente dolorosa mientras él estaba tan tranquilo de pie en medio del bosque no ayudaba a calmarlo precisamente.

Sus puños se apretaron con fuerza. Tanta que la sangre goteo de sus palmas. A lo lejos pudo sentir como el mar se alebrestaba en respuesta a su furia.

De no ser porque necesitaba desesperadamente su ayuda…

Como si estuviera llamándolo con su mente, frente a él se sintió una oleada de viento frio mucho más intenso que el de hacía unos segundos, acompañado de un repentino resplandor dorado.

Y se materializaron las figuras de Hefestos y Zeus ante él.

_ No hay necesidad de enfurecerse hermanito, deberías controlar ese terrible carácter tuyo a menos que quieras que toda Asgard quede sumergida en las aguas.- fue el saludo del rey de los Dioses.

Poseidón solo le obsequio con la más fría de sus miradas.

Apostaba dos de los pilares de su templo que la tardanza desquiciante del médico era culpa del imbécil de su hermano mayor.

_ Me lastiman tus palabras hermano.- embromo ligeramente Zeus. A diferencia de los otros dos que tenían el gesto grave, el rey de los Dioses parecía particularmente complacido con algo.

_ Los guiare al castillo de Odín. Y por lo que más quieras trata de comportarte- añadió severamente Poseidón para su hermano mayor.

Lo cual se ganó una sonrisa leve de Hefestos y una carcajada del mayor.

 

 

 

 

 

 

La única persona plenamente consciente de sí misma en la habitación, se encontraba sentada al borde de la cama del de cabellos rojizos.

Hilda permanecía contemplando el firmamento a través de la ventana. No era su deseo presenciar otra vez ese horror, por lo que en esta ocasión solo servía de puente entre Syd y Alberich.

La expresión del guerrero de Mizar estaba plagada de mil emociones distintas, impotencia, ira, dolor, tristeza, pero aun así en sus ojos de singular color, la emoción más visible era el amor. Y todo lo que este implicaba: respeto, devoción.

Todo eso, reservado exclusivamente al conflictivo joven tendido en el lecho ante los dos.

Hilda considero que ya era suficiente, cuando una lágrima traicionera hizo su camino por la mejilla del guerrero de Megrez.

Soltó su mano delicadamente de la del durmiente, pasándola suavemente por su frente para brindarle un alivio pasajero en el mundo de los sueños.

Al sentir que su otra mano fue liberada, se dio la vuelta para enfrentar a Syd.

_ Juro- salió la voz del guerrero, llena de odio, y una furia tan inclemente como el invierno de Asgard…- Si ese maldito no estuviera muerto, lo mataría con mis propias manos por hacerle eso a Alberich.

_ No ganaras nada dejándote cegar por el calor de la ira, Syd de Mizar. Lamentablemente ni aun la muerte del causante podrá regenerar el daño ocasionado. A Alberich no le sirvió de nada matarle con sus propias manos. Y ciertamente eso no le devolvió el tesoro que le fue arrebatado.

Ante eso las manos del de cabellos turquesa se cerraron en firmes puños. Aquello dolía tanto… Las palabras de Hilda pese a lo dulces, eran fijas. Parecía una madre amonestando a su hijo sobre la dura realidad. Lo ineludible y aplastante de esta.

 

_ Es bueno querer ser independiente y afilar los talentos que se poseen.- comento ella, volviendo a sentarse en el borde de la cama, apartando un rebelde mechón de cabello rojizo del rostro pálido del durmiente.- Pero el error de Alberich es  el motivo por el cual lo hace. Lleno de odio hacia una persona que murió por su propia mano, rehuyendo el contacto humano de cualquier tipo, con el tiempo llegando a creerse superior a los demás. Un camino que indudablemente lo destruirá. Porque está empeñado en no escuchar la voz de la razón que intenta hablarle desde el fondo de su mente, esa que no deja de decirle que debe abrirse aunque sea a una persona.

Syd prefirió guardar silencio mientras contemplaba a Alberich en silencio, recordando cómo se había puesto apenas sus labios tocaron los suyos.

Si ese tipo de contacto le trastornaba tanto… si le hacía daño.

Quizá lo mejor era no volver a intentarlo nunca más.

Vacilante, tomo una de las pálidas manos de Alberich entre las suyas. Prometiendo silenciosamente, cuidar de él.

_ Cumple con ello, guerrero- fueron las suaves palabras de Hilda antes de abandonar la habitación.

Estaría atenta a la relación que mantenían esos dos, porque quería cuidar bien de que Alberich se regenerara. Quería de regreso al chico que había sido antes de que todo aquello le marcara, Syd tenía la determinación, pero ella no le dejaría algo tan delicado en sus manos, al menos no por completo.

 

_ Hermana- Fler llego ante ella a paso veloz, casi chocando en su contra.

_ ¿Qué sucede Fler?- pregunto, algo sorprendida de ver a su hermana corriendo por los pasillos de esa forma, cosa que desde luego no acostumbraba a hacer.

_ Zeus se encuentra aquí, en compañía de Hefestos y se dirigen a la habitación del general Sorrento, pensé que querrías saberlo. Se me hizo muy raro no verte por allí.

_ Estaba haciendo otras cosas- fue la breve respuesta de la mujer, que agradeció a su hermana y se encamino a la habitación rápidamente, tenía el presentimiento de que aquella visita de Hefestos resultaría en un evento importante.

Notas finales:

Bueno, espero que les haya gustado lo suficiente para regalarle un rw a esta atrasada... -.- estoy rogando que termine la universidad asi puedo recuperar mi vida social y mi tiempo para escribir...

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Sin mas que decir me despido de ustedes

atte: Cyss


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