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El Magnetismo de Andromeda por Luna Kaze no Kizu

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Notas del capitulo:

Hola a todos.

Aqui despues de todo este tiempo esta el siguiente capitulo.

Tarde pero seguro.

Si tengo suerte espero que despues de esto mis horarios de escritura puedan normalizarse.

Sin mas, os dejo leer

La calma antes de la tormenta, el viento del norte soplaba con fuerza.

Solo quien estaba realmente atento era capaz de escuchar su voz.

En el bosque congelado de Asgard donde reinaba el silencio y solo los más aptos sobreviven, era una habilidad fundamental aquella de conocer la voz del viento. Una habilidad que los forasteros tildaban de ilusoria, era la que podía hacer la diferencia entre regresar a casa junto al fuego, o dormir en el bosque congelado con los cadáveres del claro de Alberich.

Eso era algo que Mime y Thol sabían muy bien… pero para Fenrir era un estilo de vida.

Un guerrero misterioso que tenía más de lobo de lo que los demás querían admitir. Nadie conocía con mucho detalle la historia del lobo porque no era del tipo que hiciera vida social. Prefería recluirse en los jardines del castillo de Hilda. Y solo acadia a las comidas porque la misma diosa se lo ordeno expresamente.

En esos momentos se notaba su completa incomodidad… y sus perfectos modales.

Esas maneras eran las de un aristócrata. Y eso solo añadía más misterio a Fenrir.

¿De donde provenía? ¿Cómo alguien que paso la mayor parte de su vida con lobos tenia semejantes modales? ¿Por qué solo dejaba que se manifestaran a la hora de las comidas? ¿Se creía superior a los demás?

Todas esas preguntas se formaban sin descanso en la mente de Mime de Benetnasch y comenzaban a molestar profundamente al asgardiano. Normalmente tenia éxito en desconectarse del mundo y perderse en los bosques, aislarse del contacto y vivir como mejor le pareciera. Pero desde que conoció a Fenrir y los demás caballeros… cuando se vio forzado a convivir con otros en un solo lugar… todas las razones lógicas que buscaba para su molesto interés en los detalles que rodeaban a Fenrir eran desechadas con la misma rapidez en que venían.

Y el que su convivencia fuese forzada y pareciesen encontrarse en cada lugar posible no hacia nada por mejorar el humor de Mime.

Por eso, cuando despertó en el bosque de Alberich sintiendo algo cálido a su lado, se puso en guardia de inmediato. Los acontecimientos del día anterior claros en su memoria. Enterrar todos los cadáveres, tocar algo de música rodeado de una manada de lobos de tamaño colosal que parecían apegados a Fenrir. Y eso tan cálido que se encontraba a su lado era un lobo, considerablemente mas pequeño que todos los demás, que al parecer se acurruco a su lado seguramente buscando algo de calor. Era un animal de huesos firmes pero delgados, pelaje de un gris pálido que con la nieve a su alrededor resaltaba aun mas.

Pese a que normalmente no lo haría, Mime se encontró sintiendo el deseo de acariciarle para saber que tan suave era su pelaje, y sus manos frías parecían urgirle a cumplir su propósito.

De no haber sentido la penetrante mirada en su dirección seguramente lo hubiese hecho.

 

Las cosas no cambiaron mucho desde el día del ataque. Shun no despertaba y con el pasar de los días su palidez parecía acentuarse más.

De momento ninguno de los hermanos de Hades se presento en el Inframundo demandando respuestas por lo ocurrido el día anterior con las barreras. Pero el pelinegro no dudaba en que no tardarían en aparecer. Sentía una cierta curiosidad por lo que pudiese estar demorándolos en su aparición. Pero no iba a indagar en el asunto. De momento no quería lidiar con ninguno de ellos.

Tenía un asunto más importante del que hacerse cargo.

Las guardias en el Inframundo eran más severas de lo que fueron alguna vez.

Lo que ninguno de ellos podía imaginarse es que quien había aprovechado la momentánea debilidad de las barreras solo estaba esperando el momento propicio para escapar. Y que nadie podría detenerlo si es que terminaba de decidirse.

 

Despertó de golpe, sentándose en la cama y mirando a su alrededor en guardia.

Estaba en su habitación, completamente solo. Lo ultimo que recordaba es que estaba en el bosque entrenando y que de repente… alguien lo había besado.

Y eso fue suficiente para traer todos sus recuerdos de regreso a la superficie y dejarse arrastrar por un patético ataque de pánico.

Apretando los puños con firmeza y odiándose a si mismo, mas de lo que normalmente lo hacia. Alberich abandono la cama y decidió perder su mente en alguno de sus libros. Tenia que aprovechar el tiempo en algo útil. Demostrarse a si mismo que valía algo, y no dejarse caer en la oscuridad que lo aguardaba.

No quería volver a ella, que lo envolviera y no le dejase salir. Porque por experiencia sabia que no podría salir fácilmente una vez callera.

No se dio cuenta de la presencia silenciosa que le observaba del otro lado de la ventana.

 

 

 

Hilda alcanzo a sus invitados a medio camino, se dirigían a la habitación de Sorrento por lo que podía ver. No era todos los días que tenía a Zeus en su casa, y que este estuviese en compañía de Hefestos no hacia sino sorprenderle.

¿Qué estarían planeando?

_ Señora mía, agradezco la hospitalidad ofrecida a mi hermano.- fue el saludo de Zeus cuando este se percato de su presencia.

Sorprendida por aquello, Hilda inclino la cabeza y les observo calladamente. Después de tono no era algo muy común lo que estaba a punto de presenciar si es que sus suposiciones eran las indicadas.

 Fleur se excuso tranquilamente con un susurro, Hilda no pudo evitar sonreír levemente a eso, seguramente su hermana quería pasar mas tiempo en compañía de Hagen.

Desde siempre esos dos fueron muy cercanos. Si últimamente lo eran aun mas, se comprendía.

Aquello no era sino la naturaleza misma. Pese a que Hilda no quería ver a Fleur lastimada, sabia que la lastimaría de igual forma si le prohibía el contacto con Hagen, si estaba en su mano, haría lo posible para impedir una guerra. No quería el derramamiento de sangre, tampoco que su gente sufriese las consecuencias que una guerra santa debía traer. Ya la gente de Asgard enfrentaba condiciones de vida deplorables como para sumarle a eso la perdida de sus guerreros. Y la desdicha que solo la muerte y la guerra eran capaces de despertar en los reinos.

Llegaron a la habitación sin mayores complicaciones, pese a su gran curiosidad, Hilda decidió dejarlos solos. La postura de Poseidón indicaba que no quería observadores y ella no podía sino respetarle.

 

 

Sumergida en la oscuridad a excepción de la leve luz de sol que se colaba por las cortinas pesadas, la habitación era acogedora pero sencilla. Zeus no quitaba la mirada de su hermano. Pese a que la situación no era nada entretenida, no podía evitar sentirse de buen humor.

La palidez del chico en la cama, pese a que le hacia parecer mas muerto que vivo, no ocultaba la belleza que poseía. En la mesa de noche a su lado, una flauta captaba los leves rayos del sol y los reflejaba en el muro cercano.

El instrumento estaba cuidado con mucho esmero. Y pese al deseo de sostenerlo y evaluarlo mejor, Zeus se contuvo y en lugar de eso, se apoyo en la pared contraria a la cama contemplando a los otros tres ocupantes de la habitación, algo le decía que tocar aquella flauta no seria una muy buena idea.

_ Señor, he acudido a su llamado, pero quiero que sea consciente de que si procedo. Lo que haga, no puede deshacerse.

_ Lo se, es por ello que solo lo hago porque es mi ultima opción.- repuso Poseidón

Sin más dialogo entre los presentes, Hefestos puso su carga en el suelo, se trataba de su saco de cuero en el cual llevaba todos sus implementos.

Pociones y hierbas solo accesibles a los dioses y que únicamente podían ser manejadas por el, de lo contrario las consecuencias podían ser difíciles de solucionar.

Cuando finalmente extrajo lo que necesitaba en esa ocasión, los otros dos presentes no pudieron sino contemplar aquella botella con reverencia. Estaba hecha de todos los minerales en la tierra fundidos y forjados a la perfección por los más hábiles en la materia y reforzada por magia mística. Y su contenido, pese a que nadie sabia a ciencia cierta que era, podía convertir a los mortales en dioses. En alguna ocasión, alguien llamo aquella botella “La Reina de los Condenados”

Y el nombre se mantuvo, pasando de generación en generación.

_ Antes de administrarlo, debo sugerir que es menester trasladarlo a un sitio mas acorde.- dijo Hefestos con gesto grave.

Sin que el medico tuviera que repetirse, Poseidón se levanto de su asiento, cargando al joven, asegurándose de que estuviese bien cubierto.

Zeus los seguía sin comentar en el asunto, su mente perdida en la razón del porque las barreras del inframundo cayeron el día anterior.

Tendría que mantener una charla seria con Hades. La situación ciertamente se estaba haciendo insostenible. La guerra santa entre el Santuario y el Inframundo aun no alcanzaba terreno irreversible porque ambos bandos no iniciaron la batalla propiamente dicha. Estaban en la tensa paz antes de la tormenta.

El problema es que no podrían mantenerse así para siempre. Y en lo que a su opinión particular respectaba, mientras mas rápido se resolviera el asunto mucho mejor para el.

Pronto salió de sus pensamientos a medida que se acercaban a la costa. La comitiva era silenciosa y escasa.

Poseidón y Hefestos se adentraron en el agua, el primero sosteniendo al joven inconsciente con sumo cuidado, lo cual no hacia mas que afirmar al dios mayor que todo esto era lo correcto.

Y como para enfatizarlo, el mar tranquilo en las costas de Asgard comenzó a moverse, las olas chocaban contra la orilla creando espuma y arrastrando las escasas hojas secas que quedaban en la costa. Cuando el medico sumergió la botella parcialmente en el agua, la luz que despidió la misma era mas cegadora que el mismo sol, obligando a los presentes que no eran dioses a tapar sus ojos.

Fleur detrás de Hagen, apoyando la cabeza en la espalda amplia del guerrero, que por su parte utilizo sus brazos para defender sus ojos del resplandor.

Hilda era quien estaba a más distancia del agua, observando silenciosamente como Poseidón se adentraba con el joven inconsciente en las aguas heladas. El lugar que se escogió para llevarse a cabo la ceremonia era donde las aguas del mar y el agua de un lago cercano se juntaban.

Escuchando a las recomendaciones del medico si el rito se llevaba a cabo en ese lugar tendría resultados mas satisfactorios.

Zeus y Hefestos estaban a espaldas de la pareja, el agua alcanzaba a Poseidón a la altura de su cintura, la flauta dorada estaba en las manos de Sorrento.

Poseidón esperaba señales de Hefestos, que estudiaba sus alrededores atentamente, como si estuviese buscando algo. Y Zeus quien observaba todo con una expresión inescrutable que distaba mucho de su usual naturaleza despreocupada.

Hilda de repente sintió el impulso de dar la vuelta y contemplar el bosque. Entre los altos pinos en el paisaje congelado de Asgard, los más altos se encontraban en los límites del bosque, en la zona más oscura donde normalmente no entraba la luz del sol.

Sus ojos eran más potentes que los de cualquier humano, por no mencionar que Asgard no tenía secretos para ella. La luz era de un brillante azul celeste que de vez en cuando podía confundirse con el blanco, y daba la impresión que pertenecía al paisaje que la rodeaba, no tenia forma de explicarlo pero la sensación de sobrecogimiento que sentía al contemplar esa luz cegadora… Hilda nunca la sintió antes.

Embelesada como estaba, olvido la presencia de sus acompañantes y la importante tarea que llevarían a cabo.

En algún momento que no pudo determinar, supo de donde provenía la luz. Un anciano con una capa de viajero, un bastón de madera sencillo y un sombrero de ala ancha caminaba en el bosque, los arboles parecían abrirle paso, creándole un sendero, y donde sus pies posaban el hielo le abría paso, como si fuese una ofensa tener contacto con sus pies desnudos.

Y pese a que no tenía zapatos, los pies del misterioso hombre se encontraban perfectamente limpios. Era un anciano con la vitalidad de un joven guerrero y los ojos de un azul celeste y resplandeciente como el cielo. El cabello blanco que parecía estar hecho de plata, con la barba larga que le llegaba al pecho, su expresión hablaba de un conocimiento antiguo, el liderazgo, la calidez y todo lo bueno que pudiera asociarse a una persona, animal u objeto.

En su presencia, Hilda se sentía repentinamente indigna, y la necesidad de caer arrodillada ante el extraño se hacia aun mas apremiante, los que la rodeaban no parecían advertir la presencia de este misterioso e imponente invitado que ahora se encontraba entre ellos, contemplando la escena con un brillo especial en sus ojos.

Pese a que nada en su postura o expresión indicaba que estuviese dispuesto a hacerles daño, Hilda no podía desterrar ese sentimiento de intranquilidad en su presencia.

Se encontró a si misma incapaz de poder abrir la boca para advertir la presencia del visitante.

Haguen y Fleur parecían encontrarse congelados, y los movimientos de Hefestos, Poseidón y Zeus de alguna manera parecían ralentizados. Como si estuviesen en cámara lenta.

Antes de acercarse completamente al anciano, este levanto su sencillo bastón de madera, dando tres golpes en la superficie de la tierra.

Si era posible, el paisaje a su alrededor se hizo tan brillante como el misterioso anciano.

En especial el agua, que tenía un resplandor imposible de describir. Una voz imponente, cálida y atronadora se abrió paso, a esas alturas Hilda no estaba segura si la voz solo estaba en su cabeza o podía ser escuchada por quienes la rodeaban.

_ Hilda Polaris, descendiente mía. Que cuidas mis tierras y lo que queda de mi pueblo. El día de hoy cumplirás otra función para la cual fuiste entrenada. No temas daño o represalia de mi parte, pues eres preciada para mí. Mi único lazo con esta tierra.

Una calidez la envolvió, completamente contraria al frio que normalmente asolaba Asgard en todas las épocas. Como si estuviese siendo envuelta por una capa de pieles mejor que cualquiera en su armario.

Podía seguir viéndolo todo, el tiempo pareció volver a su curso normal, pero su cuerpo no le pertenecía por completo, alguien mas controlaba sus acciones, estaba tranquila porque sabía que ningún daño podía venir a ella. Pues el misterioso anciano no era otro que Odín.

Hefestos dejo de escudriñar todo a su alrededor, en su lugar presto toda la atención a Hilda cuando esta se adelanto hasta estar de pie ante Poseidón, levantando sus brazos hasta que estos también sostenían a Sorrento por encima del agua.

_ Señor, ahora puede proceder a sumergirle en el agua.- se escucho la voz de Hefestos.

Como en cámara lenta, su solicitud fue cumplida. Sin cuestionar la repentina participación de Hilda y el extraño resplandor de sus ojos. Poseidón procedió a sumergir a Sorrento con delicadeza, asegurándose que su rostro permaneciera en la superficie.

Aquello fue como una especie de honda expansiva. O al menos así se sintió para quienes observaban todo desde la orilla.

Por eso, cuando una onda de energía contraria a la positiva se impulso desde el bosque a sus espaldas, una especie de neblina oscura se hizo presente, Fleur se sintió inquieta inmediatamente y algo similar debió pensar Haguen, porque no tardo en ponerla a su espalda y adoptar una posición de lucha. Atento a cualquier movimiento.

Una figura se materializo de aquella especie de neblina oscura. Primero una silueta borrosa con la forma de un hombre, que se solidifico. Dando paso al señor del Inframundo, Hades.

Zeus no parecía inquieto por la presencia de su hermano. Más bien, le dedico una sonrisa.

_ Ya me preguntaba si es que nos honrarías con tu presencia.- dijo Zeus como saludo al recién llegado.

_ Pese a que las circunstancias no son las más idóneas, esto es algo que requiere mi presencia. Y es igual de importante.- fue la respuesta de Hades.

Los dos dioses no intercambiaron palabra alguna mientras se adentraban en las aguas congeladas, ubicándose junto a Hilda, Hefestos y Poseidón.

_ Ahora que estamos todos presentes, podemos proseguir- Hefestos tiene en su mano una pequeña botella en la cual no podrían entrar si no unas cuantas gotas de cualquier liquido, pero todos los que estaban en el lago congelado parecían de alguna forma tener un profundo respeto al recipiente, lo cual no tenia mucho sentido puesto que todos, a excepción del caballero inconsciente, eran dioses.

_ Aquí es donde el tiempo se detiene para dar comienzo a una nueva era de inmortalidad, donde nacerá un gobernante mas para la humanidad, que sea fuente de guía y protección para los menos favorecidos en la cadena de la creación, la reina de los condenados una vez mas comenzara un nuevo ciclo. Desde que nos encontramos en las tierras congeladas de Asgard, corresponde a Odín y a ningún otro, permitirnos proceder y tomar bajo su custodia al nuevo inmortal que abrirá sus ojos en esta jornada. Como caballero que jurase lealtad a Poseidón señor del mar, se ha escogido un punto intermedio entre ambos reinos, y es por ello que la tarea de despertar a este nuevo inmortal recae en manos de Odín y Poseidón. Aquí donde confluyen el mar y la misma Asgard.

Zeus se adelanto y removió la tapa de la misteriosa botella. Para acercarla a los labios pálidos de Sorrento, todo mientras Poseidón sostenía el cuerpo del chico inconsciente, parcialmente sumergido en el agua.

En el momento en que el contenido de la botella paso los labios del caballero inconsciente una nueva onda expansiva se hizo sentir en toda la costa. Y un resplandor etéreo inundo las aguas congeladas que ahora eran cálidas.

La voz de Hilda, cuando hablo, se escuchaba más imponente de lo que jamás fue, como si una voz mucho mas profunda y enriquecida, definitivamente masculina, se entremezclara con la suya.

_ Mi inmortalidad es tuya.

_ Renuncio a tu alma.- aporto Hades a su vez.

_ Te recibo como dios.- aporto Zeus.

_ Te doy mi protección total y absoluta, el océano fue, es y será tu hogar para toda la eternidad que el día de hoy recibirás- culmino Poseidón.

La onda expansiva de poder que sacudió Asgard en pleno no se limito únicamente al reino de Odín, sino a la tierra misma. Todos los dioses pudieron sentirlo, porque un momento como ese no tenia lugar desde hacia tanto tiempo.

El cuerpo del caballero termino de sumergirse por completo en el agua que no dejo de resplandecer ni un momento, los dioses que lo rodeaban permanecían de pie a la espera de que algo sucediera, todos ellos con expresiones inescrutables en el rostro.

Cuando el cuerpo emergió del agua, ciertamente todo en el cambio y a la vez seguía siendo el mismo. Una especie de halo parecía envolverle realzando sus facciones y haciéndolas mas vibrantes, reavivando lo que antes pareciera plenamente opaco.

 

La ceremonia estaba por concluir, sin embargo faltaba una parte crucial.

Zeus se acerco a Poseidón con su expresión inescrutable, aquella era una ocasión que exigía toda la solemnidad que pudiese tener. La daga dorada que llevaba, resplandecía tanto como lo hiciera la botella momentos antes de acercarla a los labios de Sorrento. El cuerpo del joven resplandecía de manera intermitente.

Haciendo un corte firme y certero en la palma de su mano, Poseidón acerco la herida a los pálidos labios de alabastro del joven sumergido.

Como el joven nació mortal, necesitaba sangre divina para asimilar la transformación y sobrevivirla sin perder su personalidad o su propia alma en medio de ella.

Y la persona adecuada para darle su sangre, no era otra sino el Dios cuya protección fuese brindada al individuo durante su vida mortal.

Y si por casualidad, dicho Dios resultara tener particular aprecio por el mortal, aquello lo hacia mas poderoso en su vida como Dios.

Todos los presentes prestaron su atención al joven.

Pese a que era muy pronto para que despertase.

El resplandor que rodeaba a Hilda se desvaneció, Odín la había abandonado.

La mujer levanto su cetro. Y los demás guerreros de Asgard se unieron a Haguen por la costa. Todos ellos arrodillados ante los dioses, que estaban de pie sobre el agua.

Poseidón cargando al joven inconsciente, que despertaría siendo un Dios.

_ Los he llamado aquí para que presentasen sus respetos ante el Dios de Siren- anuncio Hilda, tranquilamente.

Si alguno de los guerreros estaba sorprendido por aquello, no lo demostró.

Fleur permanecía al margen, sin apartar la mirada de aquello. Presencio algo que solo pasaba un puñado de veces. Incluso en los antiguos relatos.

Poseidón pese a que no dijo nada, estaba satisfecho con aquella bienvenida que Hilda le daba a Sorrento.

Hefestos recuperaba la daga de manos de Zeus. Guardándola junto a la botella para se regresados a su lugar de honor en el Olimpo.

Cuando Hades se disponía a marcharse, Zeus poso su mano en el hombro del pelinegro.

_ Necesitamos hablar- fue lo que dijo el mayor.

Y Hades se resigno. Después de todo no podía negarle nada a su hermano mayor, mucho menos al señor de todos los dioses.

No necesitaba ser un Dios para saber que aquella conversación no iba a gustarle nada.

 

Ambos caminaban en silencio, Zeus se percataba de la impaciencia de Hades, era más que obvio que el pelinegro quería acabar con eso de una sola vez.

Algo o más bien alguien estaban esperándole en el Inframundo y justamente de eso era que necesitaban hablar.

_ Hades, la situación no puede seguir de esta manera. El chico es especial. No cabe duda. Es por ello que me veo forzado a intervenir.

_ No voy a devolverlo.- dijo Hades, demasiado feroz.

_ Me temo que ya no es tu elección, y puede que ahora lo veas como algo malo. Pero debo pensar en el bien de todos. Y por supuesto hay algo de lo que no estaba consciente antes. Es el caballero de Andrómeda. Y justo ahora estamos bajo la influencia de su constelación. No puedo permitir que la historia se repita.

_ No voy a renunciar a el.

_ No estoy diciendo que no puedas verlo, pero no puedo permitir que las cosas sigan como han ido hasta ahora. Es por ello… que si no lo resuelves me veré obligado a intervenir, esta situación ya esta afectando las barreras del Inframundo, tu y yo sabemos bien que esas barreras no deben flaquear.

_ Soy consciente de mis responsabilidades.- mascullo Hades entre sus dientes firmemente apretados.

_ Pues, tengo mis serias dudas al respecto. Creo que estas perdiendo las perspectivas.- repuso Zeus sin perder la seriedad o la calma.

_ No me retes. Serás el líder de los dioses pero dependes del papel que juego en esto. Si tenemos que llegar a ese punto, no me importa nada más. Pero no estoy dispuesto a perderlo. Si es que entiendes lo que estoy diciendo.

Los ojos de Zeus se ampliaron. No se esperaba aquello. Pero no podía permitirse ceder. Y tampoco podía seguir presionando a Hades.

_ Bajare al Inframundo, con Poseidón dentro de tres meses, es todo el tiempo que puedo dar. Si esta situación no se resuelve… deberé tomar medidas y que pase lo que tenga que pasar. Aunque no me gustaría tener que luchar contigo, hermano.

Y con eso, Zeus se desvaneció.

Seguido inmediatamente después por Hades, que regresaba al Inframundo.

Ciertamente las cosas no podían ser peores, caóticas en su mayoría

Cierta hechicera pensaba que nunca antes tuvo tanto trabajo, tomo la atribución de proteger al hermoso chico de cabellos verdes y piel pálida que era huésped forzado en el Inframundo. No era idiota, sabia que bajo la influencia de la constelación de Andrómeda, Shun prácticamente era un imán ambulante.

Los sentimientos positivos o negativos que le profesaran las personas, aumentarían en intensidad debido al influjo de las estrellas, y las personas que no le conocían bien… se sentirían atraídas a el.

Eso creaba problemas, gracias fundamentalmente a las guardias mágicas que puso en la habitación del chico, nadie se acercaba a el. Cualquiera con intensiones nada sanas era expulsado con fuerza apenas tocara la puerta de la habitación. Y estaba obligado a permanecer al menos a diez metros de distancia del peli verde. Si no lo hubiese hecho de esa forma… tembló nada más de pensarlo.

Amaba a ese chico, no de un interés romántico, más bien como un pequeño hermano.

Pese a todo lo que debió enfrentar como caballero, era un ser cargado de inocencia pura, incapaz de tener un pensamiento negativo hacia alguien, era por ello que su actitud hacia Hades… le dejaba serias dudas. Le daba vueltas al asunto en su cabeza. ¿Por qué tanta animadversión?

Después de todo ese tiempo pensando… solo pudo llegar a una conclusión.

Hades debió mostrarle la peor parte de su naturaleza, y por eso el chico estaba aterrado y resentido hacia el Dios.

Hades era el señor del Inframundo, por supuesto que no todo en el podía ser agradable. Pero tenia una costumbre que podía ser particularmente molesta, cada que se sentía herido o rechazado, tendía a lastimar a quienes le rodeaban.

Y eso solo lo sabían quienes en cierta manera eran cercanos a el.

Y Hécate… ella estaba allí desde el comienzo, los conoció a todos en su juventud. Los primeros días. Hades siempre fue el mas inocente de sus hermanos, eso fue lo que le guio a quedar atrapado en las entrañas de la tierra, en el peor reino de los tres.

Sus hermanos mayores se aprovecharon de la naturaleza bondadosa y servil de su hermano mas joven. Y eso hacia que Hécate los resintiera.

Para ella no era ningún secreto que en lo más profundo, el mismo Hades también debía hacerlo, por ello adopto ese carácter en apariencia tan déspota. Que todos en el Inframundo le tenían miedo. No podía pasarles por la mente que al principio de todo, hacia tantísimo tiempo, Hades pudo ser totalmente diferente.

De hecho, Shun le recordaba esa parte de la naturaleza de Hades que permanecía oculta a los ojos de todos.

Esa amabilidad, dulzura que permanecía oculta bajo la superficie. Y no podía ser de otra manera después de todo lo que le había tocado enfrentar.

Por ello, solo por ello… es que permanecía a su lado pese a que el Inframundo era un lugar tan desolador, se quedaba allí por hacerle algo de compañía. Pese a que nunca se lo agradecería.

Aparto unos cuantos mechones de la frente pálida y fría de Shun.

Su trabajo no servía de nada, no importaba cuantos hechizos encontró, cuanto busco. Nada podía despertar a Shun. No tenia la menor idea de lo que estaba pasando el chico, se sentía tan completamente inútil.

Una gran hechicera que resulto ser, su magia era completamente inútil para salvar a los que eran importantes para ella, y la ausencia de Hades no hacia nada para mejorar su nerviosismo. El pasillo estaba fuertemente custodiado por los espectros. Los más fuertes. Esas fueron las disposiciones de Hades antes de marcharse.

Sin embargo ella estaba segura que ellos resultarían inútiles contra lo que ataco a Shun, después de todo… tenia sus fuertes sospechas. Uno de los muchos prisioneros más peligrosos del Inframundo podía tener algo que ver, en especial con las fluctuaciones en las barreras.

Si tan solo… ¡Malditos humanos supersticiosos y cobardes! Si Hades contase con un flujo de energía constante… con oraciones y quizá algún templo. Aunque fuese uno.

Con la ayuda de esa energía, el poder del Inframundo seria más estable, porque solo dependían del poder que el mismo Hades desprendía. Y cuando Hades perdía su equilibrio… las barreras fluctuaban.

La repentina aparición de nada más y nada menos que Zeus casi la mata del susto.

No era cosa de todos los días que su padre descendiera a la Tierra.

Pero ese día no era precisamente uno ordinario, podía jurar que una gran fluctuación de energía se presento en Asgard.

_ Hades se niega a liberarle- fue lo que dijo como saludo- Pero no puedo seguir ignorando esta situación.

_ ¿Qué es lo que puedes hacer por mi caballero?- corto Atena, si para Zeus fue obvia la omisión de la palabra “Padre”, prefirió no mencionarlo. Después de todo, ella tenía todo su derecho a estar furiosa. En especial cuando no podía hacer nada por ayudarla.

_ Puedo obligar a Hades a aceptar el trato que en alguna ocasión ofrecí para tu hermana, Perséfone- repuso Zeus seriamente.

_ ¡Eso no sirve! Mi caballero debe estar aquí, donde es amado. ¡Donde se le necesita! Aquí su familia le espera, no han descansado un día, todos ellos esforzándose en buscar alguna forma en traerle de vuelta. Alguien tan puro como el, no merece estar en un lugar tan estéril como el Inframundo.

_ Hablas del Inframundo como si fuese un lugar completamente inhóspito. En el se encuentran los Campos Elíseos donde todos los Dioses suelen permanecer. Hades es un Dios sensato y justo. Por ello no tengo duda en que ese chico no esta siendo maltratado en forma alguna.

Por la mirada fiera que le estaba dedicando Athena, no le creía y nada de lo que dijese podía hacerla cambiar de idea. La guerra mas que nunca estaba en posición.

Sin dedicar más palabras a su hija, Zeus desapareció de vuelta al Inframundo.

 

 

El trayecto desde el bar fue largo, más de lo que cualquiera de los dos se atrevía a confesar en voz alta, cada uno perdido en sus propios pensamientos pese a que mantenían una conversación circunstancial.

El pueblo cercano era un lugar tranquilo en el que los lugareños se relajaban, constituía el único entretenimiento para ellos, porque lo demás estaba netamente dedicado a los turistas.

La gente humilde no siempre podía costear esos lugares, por lo que la mejor opción para entretenerse el sábado por la noche era la taberna del pueblo, en cuyo bar se jugaban las cartas, se hacían apuestas… y se encontraba compañía (para quienes acudían a esos fines)

A ninguno de los dos le agradaba el lugar… en especial por la atención indeseada que recibían. Y de hecho, abandonaban el lugar luego de una escasa media hora. Todo porque Death no soportaba la forma en que esos malditos miraban a SU novio.

Y al parecer Aphrodite se dio cuenta del peligro por lo que rápidamente sugirió que mejor se encaminaban de regreso al Santuario. Y gracias a Athena nadie los siguió.

Bien porque no estaba seguro de poder contener a Death.

En su ascenso por las casas no se encontraron con nadie más. Los ánimos en el Santuario estaban en el subsuelo por todo el asunto del secuestro de Shun que dio inicio a la Guerra Santa. Pese a que eso también les influía, ambos trataban de no dejarse afectar por ello. Y distraerse no era tan complicado como cabria esperar.

Todos, en especial los caballeros dorados; comentaban de la relación que ambos mantenían. Eran la comidilla del Santuario y eso realmente les estaba llegando a los nervios. En especial porque se sentían atentamente observados cada que estaban en las áreas comunes de entrenamiento.

No era que sintiesen vergüenza. La sola idea era absurda, en especial para Death.

Era más bien… que costaba tener algo de privacidad.

Cuando finalmente terminaron su largo ascenso, ninguno de los dos estuvo a favor de encerrarse en el templo de Piscis, por lo que Deathmask se sentó en los escalones que daban al magnifico jardín de rosas con un cigarrillo encendido, disfrutando del espectáculo.

Aphrodite estaba en medio del jardín, absorto en sus rosas. Sus tan amadas rosas.

Nadie podía discutir que esas eran las rosas mejor cuidadas del Santuario. Y lo que casi nadie sabia, era que esas rosas no eran venenosas, eran rosas comunes y corrientes, lo que si era venenoso era la sangre del caballero de Piscis.

Y si este deseaba que las rosas fueran venenosas, tenía que concentrar su cosmo energía en ellas. Y derramar aunque sea una gota de su sangre en la tierra.

En medio de sus infinitas conversaciones llegaron a aprender mucho, el uno del otro.

Y uno de los puntos más sensibles de su relación, el que de hecho hizo que todo fuese mas difícil… era precisamente el de la sangre venenosa de Aphrodite.

El pisciano estaba completamente negado a que su relación avanzara en el ámbito físico por temor a que pudiese envenenar a Deathmask. O al menos eso es lo que siempre decía.

Y sobra decir que Death estaba que se subía por las paredes. Cada vez la tensión entre ellos era mas intensa, el contacto le parecía mas escaso para satisfacer en parte ese deseo que amenazaba con consumirlo.

Y allí, bajo la luz de la luna que creaba reflejos impresionantes en su cabello, entre el magnifico jardín de rosas rojas que asentaba la palidez en su piel de alabastro, Aphrodite resultaba totalmente irresistible.

Ya no podía soportarlo más.

Cuando se acerco a Aphrodite y lo beso, al principio el chico no opuso ninguna resistencia. Devolviéndole el beso con una pasión que rivalizaba la suya, sin dejarse someter.

Luego, Aphrodite se aparto. Suave pero firmemente.

_ No podemos.- dijo, sin mucha convicción. Sus ojos no se encontraron con los de Deathmask, sabia que si sus miradas se encontraran, terminaría cediendo a los deseos de su pareja.

Pero no podía.

No si quería que Deathmask siguiera con vida.

_ Dime ¿Por qué?- sorpresivamente la respuesta de Deathmask no fue en un tono agresivo. Y Aphrodite se preparo para ello, este tono… lo desarmaba por completo.

_ Mi sangre… Death. Mi sangre es venenosa. Podría matarte…- finalmente se las arreglo para dejar salir aquellas palabras. Su voz temblorosa. Nunca pensó encontrarse en una situación como esa. Hacia tanto tiempo… cuando alcanzo la posición de caballero de Piscis. Nunca pensó que su sangre siendo venenosa seria un inconveniente o se convertiría en una maldición.

Justo ahora… daría lo que fuese. Incluso por ser un caballero de bronce. No importaba, que su sangre no fuese venenosa. Para poder entregarse sin reservas. Sus otros miedos y dudas mas que olvidados.

La única barrera que quedaba en pie era su sangre.

Deathmask aparto algunos mechones rebeldes de su rostro. Con una suavidad que no era característica suya.

_ ¿No crees que ese debería ser un riesgo que yo debería asumir?- inquirió el de cáncer.

_ ¿Cómo puedes pedirme esto? Si algo pasara… no podría vivir conmigo mismo.- repuso Aphrodite, rehuyendo su mirada.

_ No soy débil, nunca lo he sido. Y sinceramente si la situación continua de esta manera creo que puedo volverme loco.- dijo Deathmask.

Ante eso, Aphrodite se forzó a levantar la mirada, encontrándose con los ojos de Deathmask fijos en su expresión.

_ Cada vez cuesta mas resistirse. Se que debes haberlo notado… la tensión entre nosotros crece con cada día que pasa. Y ciertamente, ya no puedo soportarlo. Viéndolo de esta forma tenemos dos opciones: Continuar o dejarlo hasta aquí y que cada quien tome su propio camino.

Las últimas palabras de Deathmask provocaron un intenso vacío en medio del pecho de Aphrodite. No seria capaz de vivir con eso, estar en el mismo lugar que Deathmask, verle todos los días. Y no poder acercarse nunca más.

Era doloroso. Cortaba su respiración.

No sabia si es que su expresión reflejaba algo de su tumulto interno, los fuertes brazos de Deathmask se envolvieron con más firmeza alrededor de su cintura.

La decisión era completamente de Aphrodite, odiaba ponerlo en esa posición pero no podía seguir de esa forma. Iba a volverse loco.

En esa parte no había mentido.

No supo cuanto tiempo se quedaron así… abrazados en medio del jardín de rosas con la luz de la luna y las incontables flores como única compañía en medio del paisaje nocturno.

Deathmask regreso bruscamente de sus elucubraciones cuando unos labios suaves y vacilantes se posaron sobre los suyos. Al principio parecían dudar en sus movimientos. Un contacto tan leve que apenas se sentía, para dar paso a una pasión desbocada que parecía salida de la nada. Dispuesta a encontrarse con la suya. Ambas creando un vendaval que no podía detenerse una vez iniciado.

Las manos de Deathmask se cerraron firmemente en aquellos mechones de seda, regocijándose en su sedosidad. Pese a su firmeza se cuidaba en no hacerle daño a Aphrodite. Quien hasta el momento llevaba la delantera en la batalla que sus lenguas entablaban.

Se separaron por un momento, para recuperar sus respiraciones en medio de jadeos. Encontrándose sus labios con aun más vehemencia. Si la batalla de antes pareció intensa, no tenia nada que ver con la de ahora. Ambos cayeron al suelo en medio de las rosas. Suaves pétalos rojos satinados llovían sobre ellos.

Cada uno se deshacía de las ropas del otro, la desesperación de ambos era evidente.

En algún momento en medio de sus besos y caricias, Deathmask quedo sobre Aphrodite, abandonando sus labios, recorriendo con delicadeza su rostro mientras que sus manos se paseaban por su cuerpo, deleitándose en aquella piel satinada que tanto ansió contemplar y recorrer desde hacia tiempo.

Sus labios en algún momento llegaron a su cuello, dejando marcas en la piel pálida que serian muy difíciles de borrar. No podía distinguirse donde comenzaba uno y donde terminaba el otro, factores menores como la incomodidad del suelo y los pétalos de las rosas que seguían cayendo sobre ellos. Nada importaba. A cada momento que pasaba Aphrodite estaba consciente de aquellos sonidos vergonzosos que abandonaban sus labios ante las caricias de Deathmask. Sus manos y boca recorriéndole de pies a cabeza, en partes de su cuerpo que nunca antes alguien había tocado.

_ Death…- jadeo Aphrodite con voz apenas audible en medio del placer que lo consumía.

Un digito se abrió paso en su interior, causándole algo de incomodidad. Siendo esta la primera vez que hacia algo así, los labios de Deathmask se cerraron en torno a uno de los pálidos botones rosas en medio del pecho de Aphrodite. El efecto fue inmediato. La espalda de Aphrodite se arqueo ligeramente, su excitación presionándose contra la piel cálida de su amante.

_ No voy a poder contenerme- aquel susurro contra su oreja, a la vez que un segundo dedo se abría paso en su interior, un escalofrió lo recorrió. Haciendo que dejase de lado la ligera incomodidad en su parte baja. Las caricias de Deathmask parecían estar cargadas de fuego, amenazaban consumirle.

No le importaba que estaban al aire libre en su jardín. Donde cualquier podría verlos si se le ocurría pasar.

Cuando la boca de Death se envolvió alrededor de su intimidad. Sus piernas se separaron aun más si es que aquello era posible. Mordía la palma de su mano firmemente, no quería ser escuchado.

Aunque al parecer Death no tendría nada de aquello.

Sus caricias cesaron casi al instante. Aquellos dedos que se movían en su interior no cesaron ni un momento.

_ Déjame escuchar, Dite. No seas egoísta.- repuso Deathmask, aquellos dedos en su interior moviéndose de una forma que le dificultaba permanecer en silencio.

Mordía su palma con tanta firmeza que seguramente no tardaría en hacerse sangre.

No… no podía permitir aquello. Su sangre era mortal.

El espectáculo que se desarrollaba a sus ojos era  lo mas encantador que alguna vez vio.

El rostro de Dite estaba completamente sonrojado, su piel tan pálida era irresistible con aquella ligera capa de sudor y el sonrojo que la invadía. Los pétalos que se adherían a su piel solo añadían a su encanto. Su cabello turquesa estaba desordenado y esparcido en un hermoso desastre salpicado de puntos rojos donde algunos de los pétalos se enredaban en los mechones.

Mordía firmemente la palma de su mano izquierda, mientras la derecha buscaba algo a lo que aferrarse.

No quiso mencionarlo en ningún momento, pero ya no le quedaba duda. Esta era la primera vez del de Piscis. Y como tal, se aseguraría que fuese una experiencia para recordar.

_ Se tan ruidoso como quieras.- susurro contra su oreja, lamiéndola y tentándole aun mas con sus caricias. Aumentando el ritmo de aquellos dedos.

Los gemidos y jadeos que abandonaban aquellos labios solo contribuían a aumentar la excitación que amenazaba con consumirle. Dite se tomo en serio su petición.

Con solamente ver a Aphrodite se sentía cerca de su propio final.

Cuando considero que ya no corría riesgo de lastimar a su novio, retiro aquellos dedos de su cálido interior, no sin antes escuchar el sonido de protesta que escapo de aquellos labios hinchados y entreabiertos que le provocaban. Una sonrisa formándose en sus labios a la vez que se posicionaba.

Beso a Aphrodite a la vez que se abría paso en aquel estrecho pasaje. La noche era fría pero en lo que a ellos respectaba… bien podían estar rodeados por fuego. En ese beso Deathmask se trago el gemido mezcla de placer y dolor que escapo a los labios de su amante.

No se detuvo hasta quedar completamente enterrado en Aphrodite. Quedándose inmóvil para darle al de Piscis tiempo para acostumbrarse.

Oculto su rostro entre el cuello y el hombro del peli celeste, embriagándose en ese aroma tan particular suyo. Su frente contra su cuello. Sus propios gemidos se ahogaban contra la piel de Aphrodite.

Una de las manos de Aphrodite jugaba con su cabello.

_ Ya… puedes- jadeo el peli celeste.

Y Deathmask no se hizo rogar, retirándose lentamente hasta que estuvo casi fuera de su cuerpo, para entrar lentamente.

El ritmo fue aumentando gradualmente. Hasta que Dite ya no gemía, gritaba. El pudor o cualquier pensamiento racional perdido hacia mucho tiempo. De vez en cuando Death se tragaba aquellos sonidos con algún beso, acallando sus propios sonidos. Cada vez más rápido, su mano masturbaba firmemente al peli celeste al ritmo brutal de sus embestidas. Se sentía mas cerca del clímax a cada momento y era obvio por como sus paredes se comprimían a su alrededor, que Aphrodite también estaba cerca.

Cada embestida golpeando ese punto en su interior que le hacia gritar y arquear la espalda. Deathmask estaba seguro que esos arañazos en su espalda dejarían marca. No que le importara, aquello le encendía.

Con el gemido mas perfecto que le haya escuchado en toda la noche, Aphrodite se corrió con fuerza entre sus cuerpos, y su interior se comprimía a su alrededor de tal forma que el mismo inundo al de Piscis con su semilla.

Ambos colapsaron, jadeando e intentando acompasar su respiración.

Deathmask asegurándose de no aplastar a Aphrodite. Y tratando de memorizar cada detalle de aquel momento.

La forma sutil en que el pecho de Dite subía y bajaba con cada respiración, y la apariencia sobrenatural y casi etérea que tenia. Tendido en la tierra en medio de las rosas rojas, su piel con algunos pétalos pegados, otros en su cabello.

La luz de la luna acentuaba su palidez.

Cuando Deathmask finalmente recupero el aliento, no se sorprendió de encontrarse con un Aphrodite profundamente dormido. Por lo que se apresuro a recoger las prendas de ambos. Recolectando todo antes de inclinarse y levantar con delicadeza al de Piscis. Encaminándose al templo.

Lanzo la ropa en cualquier lado. Una vez en la habitación, acostó a Aphrodite con cuidado en la cama, se tendió a su lado, y los arropo a ambos antes de envolver al peli celeste en sus brazos cuidando no despertarle.

 

Notas finales:

Primer lemon, al final fueron esos dos hehe

Nos veremos pronto

Hasta luego

atte: Cyss


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