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El Magnetismo de Andromeda por Luna Kaze no Kizu

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Notas del capitulo:

HOLA! Me disculpo, con todos ustedes y con mi buena a amiga tokyo a quien le encanta esta historia, o al menos eso me ha dicho.

Va lenta pero segura, creanme.

CBD

El inframundo era un lugar tan tranquilo en el que cualquier sonido se ahogaba en la oscuridad, por ello Shun ya no se molestaba en tocar el piano, aquello fue una ilusión febril a la que se aferraba mientras aun conservaba en cierto modo la esperanza.

La fe en Athena, en… todos. Se desvaneció al mismo tiempo que lo hacían sus ganas de vivir.

A todas estas ¿Seguía vivo?

Un mortal habitando el reino de los muertos, sin estar muerto aun. Era algo tan irónico y a la vez no tenía ningún sentido. No era tan arrogante como para compararse a sí mismo con un dios, pero tampoco se tenía en tan bajo concepto que se comparaba a una persona común y corriente. 

Odiaba aquello que atrajo a Hades. Sea lo que fuese.

Cuando la puerta de su pequeña prisión se abrió, no se tomo la molestia de prestar atención a su nuevo visitante, solo podían ser tres personas. Hécate quien le visitaba para pasar el rato, por alguna razón la hechicera disfrutaba escucharle tocar el piano y Shun nunca podía decirle que no. Hades, quien permanecía en silencio del otro lado de la habitación siempre que lo visitaba, al parecer era suficiente para el Dios estar allí en silencio. Y… quien intento matarlo.

Desde el último intento a su vida, Shun podía sentir la presencia de algunos espectros en el pasillo montando guardia, no se trataba de alguno de los tres jueces, pero sin duda eran fuertes.

A veces quería reír por eso… es decir. Si esa persona que lo ataco antes pudo entrar y salir sin dejar rastro, solo desperdiciaban su esfuerzo poniendo guardias en su puerta. Y no es como si fuese estúpido, los espectros lo odiaban. No que los culpase.

No era ningún secreto que los caballeros del Santuario estaban matando a los espectros de Hades indiscriminadamente siempre que se encontraban, todo en un esfuerzo de recabar información y tener aunque fuese una venganza contra Hades.

Este era un punto en el que todo le daba lo mismo, Shun nunca fue alguien egoísta, siempre buscaba ver lo mejor de las personas. Pero ahora. Una amargura dulce y cargada de la oscuridad que lo rodeaba, lentamente lo consumía en medio de la decadencia. Lo odiaba todo, comenzaba a odiarlos a todos. Un deseo feroz, de destrozar y regocijarse en medio del caos se estaba apoderando de él.

No sabía de dónde provenía, no sabía por qué. No quería buscarle una lógica. Abrazaría a la oscuridad porque se convirtió en su todo.

Olvidado como estaba en medio de este pozo sin fondo de desesperanza humana.

Cuando la presencia silenciosa de su visitante comenzó a molestarle, Shun se dio la vuelta, sus ojos fríos perforando al intruso. No era otro sino Hades, que lo contemplaba con una expresión inescrutable en su rostro. Cosa que hizo que Shun enfureciera.

El muy maldito, ¿Cómo se atrevía? Era como si no le importara. ¡Le había robado todo!

_ ¿Qué demonios haces aquí?- repuso el chico. Ocultando su furia con una postura desinteresada y un tono de voz desprovisto de toda emoción.

Pero Hades no dijo nada, solo permaneció en silencio, aquello convirtiéndose en un concurso de miradas entre ambos, ninguno dispuesto a ceder. Y ese sentimiento que Shun albergaba en lo profundo de su ser solo se hacía más fuerte… ¿Cómo sería ceder y destruirlo todo?

_ ¿Soy tan importante que vienes a perder el tiempo en mi prisión?- cada palabra fue dicha como si fuese una maldición por parte de Shun, queriendo provocar una reacción por parte de su captor, odiando esa expresión suya que no denotaba lo que se le pasaba por su mente, como una maldita muralla de concreto gris. Una que quería destrozar.

_ ¿Acaso no son las habitaciones a tu gusto?- ahí estaba, la más ligera muestra de irritación, aunque por lo menos era algo.

_ Podrían ser las habitaciones más lujosas en medio del mismo Olimpo y aun así las odiaría, ¿Cómo no hacerlo, eh? Cualquiera que fuese coaccionado por engaño, a quien su vida le fue arrebatada sin razón aparente. No importa si me llenas de lujos que solo los dioses pueden tener. Voy a seguir odiándote con toda mi alma.- repuso Shun, con una sonrisa retorcida en un rostro que antes fue proclive a la alegría. Una sonrisa que hablaba de una demencia creciente.

Y como si eso fuese una señal silenciosa para su partida, Hades abandono la habitación sin responder a las provocaciones de su único ocupante. Como un Dios, jamás admitiría que no tenía idea alguna sobre qué hacer, y ese sería el comienzo de su caída.

 

Perséfone contemplaba la superficie de agua cristalina con el rostro demudado por la preocupación, si no hacían algo ahora todos sufrirían las consecuencias. Ya el daño comenzaba a ser irreversible. Cada alma tenía un límite a lo que podía soportar. Y la influencia del Inframundo no era algo que debiese ser tomado a la ligera, había razones por las cuales un mortal con  vida no podía cruzar esa frontera. Su mente y su alma podrían fracturarse hasta crear un ser irreconocible y completamente retorcido que se regocijase en la destrucción de todo lo que alguna vez conoció. Un hijo del Caos. Y ciertamente la naturaleza dulce de Shun comenzaba a cambiar, atrás quedaron sus respuestas dóciles y su tono apacible, ahora trataba a todos con desdén, especialmente a Hades. No como si pudiese culparlo. Después de todo, era culpa del Dios lo que estaba pasando ahora.

Y si no hacían algo, aparte de perder s Shun como lo conocían para siempre, esto podría desatar una ola de oscuridad en el mundo entero.

Era hora de que todos los dioses fueran informados de la situación, ya que  informar a Poseidón y Zeus no hizo el cambio que ella y Atenea estaban esperando.

 

Decir que Atenea estaba frustrada era poco, la mujer ya no encontraba qué curso de acción seguir para recuperar a Shun y detener el caos que sin duda alguna se desataría sobre el mundo de mantenerse esta situación.  Hasta ahora la influencia en el Santuario era notoria, con o sin la presencia de Shun todos los santos comenzaban a desarrollar relaciones, algunos de ellos formando relaciones amorosas con la persona menos probable, y una de las parejas más notorias era la que formaban los santos de Cáncer y Piscis, esto traía preocupación a la diosa, porque era creencia general (compartida por ella) que ambos se odiaban. ¿Cuánto de ese sentimiento era real? Fue creado todo por la energía descontrolada de la constelación de Andrómeda Y si ese era el caso, ¿Qué pasaría?

Eso hacía que se debatiera, ¿debía informar a todos sobre lo que sucedía? ¿O debía permanecer en silencio?

Esto la carcomía en las noches, eso y el bienestar de Shun, todo lo que pudiese estar pasándole en el Inframundo.

Quería sacarlo de allí antes de que fuese demasiado tarde, tal y como lo fue para Perséfone. Nada le garantizaba que Hades liberaría a Shun en algún momento, o que el caballero no fuese maltratado si se negaba a cumplir con los caprichos de su captor.

No puedo seguir así- pensó la diosa, contemplando las doce casas y la extensión del Santuario desde su templo.

 

 

La luz del sol se colaba en la habitación del que era considerado el santo más hermoso del santuario, eso antes de la llegada de cierto caballero de bronce de cabellos verdes. Aphrodite frunció el entrecejo e intento esconder el rostro entre las sabanas o bajo la almohada, no importaba siempre que escapase de los rayos inclementes y pudiese dormir unos momentos más. Pero el brazo que rodeaba su cintura limitaba su movimiento por completo, por lo que el caballero tuvo que conformarse con esconder su rostro contra el pecho del de Cáncer. Fue allí cuando todo lo que hicieron la noche anterior volvió al primer plano de su mente adormecida, haciendo que se incorporara bruscamente y comenzase a examinar a su compañero, todo el rato su corazón latiendo acelerado.

Deathmask despertó inmediatamente por la atención recibida, perplejo ante la actitud del de Piscis hasta que recordó parte de la conversación sostenía la noche anterior.

Sonrió, a la vez que detenía el chequeo febril que le realizaban las manos de su novio.

_ Te dije que estaría bien- repuso Deathmask, con esa sonrisa tan característica suya, la misma que solía irritar al de Piscis antes de que todo esto comenzara- Soy el caballero que abre la entrada al Inframundo, tiene sentido que no me afecte el veneno de la sangre del caballero de Piscis.

Al principio, Aphrodite no tenía palabras…

_ ¡¿Por qué demonios fue eso?!- repuso el de Cáncer, tocando el lugar donde su novio lo había golpeado, la acción lo tomo completamente por sorpresa, porque el de Piscis NUNCA recurría a los golpes, ni siquiera en el combate.

_ ¡Por hacerme enfrentar mi peor miedo y encontrar gracia en ello, idiota!- repuso el de Piscis, un suave rubor adornando su rostro.

_ Era algo necesario- repuso el de Cáncer, rodeando la cintura de Dite con los brazos para acercarlo a su cuerpo, posando la barbilla en su hombro y contemplando el jardín de rosas al otro lado de la ventana- Si no se hacía de esa manera, nunca hubiésemos podido avanzar, y lo sabes. No quería tener que llegar a presionarte para ello. Pero no puedo decir que me arrepiento, no ahora.

Pese a su resolución de estar enfadado con el italiano por más tiempo, Aphrodite se encontró recostándose en su novio, el latido del corazón de Deathmask actuando como un somnífero instantáneo.

Creo que ni tratando podría odiarlo de nuevo- pensó el de Piscis mientras su mente volvía a deslizarse al mundo de Morfeo- Es más, pudiera ser que nunca lo odie.

Hyoga apresuraba el paso de camino al templo de Escorpio, lugar temporal en el que su maestro, Camus de Acuario se encontraba siendo cuidado por su novio, Milo de Escorpio.

Aquello fue una sorpresa para el cisne, aunque según los habitantes del Santuario y el mismo Camus, era una relación que llevaba años, incluso antes de que ambos se convirtieran en caballeros dorados. Luego de todo lo que paso y aun en medio de todo este desastre con Shun en el Inframundo y la amenaza de una guerra santa colgando sobre sus cabezas, Hyoga aun encontraba tiempo para hablar con su maestro, en esos momentos se permitía cierto grado de debilidad que de otra manera no podría exponer… a menos que fuese con Shun.

Ahora mismo, Hyoga era un desastre. Círculos oscuros rodeaban sus ojos por falta de sueño y se abrazaba a sí mismo como si tuviese frio, aunque era un día caluroso con el sol brillando en lo alto del cielo. Una visión inusual, ver al orgulloso cisne casi roto… ´por ello Hyoga agradecía que a esas horas nadie estuviese levantado. Y el hecho de que él y sus amigos tenían pase permanente a  las casas de todos los caballeros dorados, así como al Templo de Saori.

_ Eh ¿Qué haces aquí a estas horas, chico?- alguien lo saco de sus elucubraciones cuando casi choca de frente con esa persona. Sin darse cuenta sus pies lo habían llevado directamente a donde quería estar, y la persona que lo estudiaba con la mirada, era Milo de Escorpio.

_ Yo, vine a ver a mi maestro- repuso Hyoga, sin encontrar la mirada del mayor, la luz del sol estaba demasiado brillante como para permitírselo.

_ Bien, pues Camus está durmiendo todavía, no tuvo una muy buena noche. De hecho, creo que llegas en un buen momento porque voy al pueblo y no quería dejarlo solo.- dijo Milo, apartándose un mechón del rostro, al detallarlo Hyoga se dio cuenta que llevaba unos jeans desgastados y una camiseta. Nada delataba que fuese un caballero, salvo por su cosmo energía.

_ Por supuesto- se apresuro a responder Hyoga, aliviado de que el hombre lo dejaría a solas y de tener una excusa para no encontrarse con nadie, quizá cuando su maestro despertase podrían mantener una conversación.

_ Bien, ¡Cuento contigo!- repuso Milo haciendo una retirada rápida, después de todo le quedaba mucho por recorrer si quería llegar al pueblo. Una caminata que Hyoga no le envidiaba.

Con eso, el chico se abrió camino en el templo de Escorpio, hacia los cuarteles privados de Milo que es donde seguramente se encontraría durmiendo su maestro. Y ciertamente, Camus de Acuario dormía profundamente en una cama tan grande que podrías perderte en ella.

Una silla estaba cerca al lado de la cama en que se encontraba el de Acuario, así que Hyoga se sentó, cuidando de no hacer ruido. No quería estar por su cuenta en cualquier otro lugar de la casa porque no se sentía correcto, y aunque quedarse allí tampoco era muy atractivo, no tenía alternativa, solo le quedaba esperar a que su maestro despertase pronto.

Hyoga espero, por lo que pudieron ser horas o apenas minutos, con la cabeza apoyada en sus rodillas y los brazos rodeando sus piernas, el dolor en su espalda y el cansancio en el resto de su cuerpo comenzaban a hacerle mella, al igual que su mente y toda clase de pensamientos maliciosos, justo ahora estaba tan perdido…. ¿Qué se suponía que debería hacer?

Todo comenzó en cierto modo cuando Shun fue llevado al Inframundo, todos querían traerlo de vuelta y estaban ansiosos por ponerse a trabajar, por supuesto que él no era la excepción, le debía la vida y más que eso a su amigo. Y nada iba a detenerlo de salvarle, ni siquiera ser asignado compañero de Ikki. No era un secreto para nadie que la relación entre el fénix y el cisne era tensa, y después de lo ocurrido en la casa de Libra solo empeoro, por ello cuando salían a las misiones era un sinfín de silencios incómodos y replicas cortantes, cada uno por su lado. Y la única forma de que colaboraran voluntariamente, era que sus vidas se viesen amenazadas por los adversarios que enfrentaban. En algún punto, mientras la desesperación aumentaba por no obtener resultados y la frustración mutua que ambos se tenían, dio paso algo que ninguno podía explicar. Una especie de tensión, no necesariamente la que se tiene antes de una pelea.

Ninguno de los dos supo que cosa llevo a la otra, al final de una misión se encontraron besándose, luchando cada quien por dominar al otro. Hielo y fuego en una pelea sin cuartel en la que sus voluntades se enfrentaban. Recordando ese momento, Hyoga no era capaz de decir que fue lo que lo poseyó para besar de esa manera a alguien a quien en su momento creyó odiar con toda su alma. Pero en ese instante, la racionalidad lo abandono por completo dando paso a la parte más primitiva de su mente para tomar el control.

Lo hicieron allí mismo, y fue… alucinante.

Flash Back, Hyoga POV

La pelea había terminado, como siempre la derrota de los espectros, cuando Ikki se disponía a matarlos, tuve que intervenir, Athena nos prohibió un derramamiento de sangre innecesario, la idea era prevenir la guerra santa. Pese a que era lo ultimo que quería hacer, me interpuse entre el fénix y su presa, por supuesto Ikki no se lo tomo muy bien y cargo hacia mí con todo lo que tenia, apenas y dándome tiempo para contener su ataque. Fue una pelea sucia y sin cuartel en la que nadie fue un ganador, agotamos nuestro cosmos y terminamos a los golpes. En una de esas, no sé quien tropezó primero, si él o yo, pero acabamos en el suelo, el sobre mí. Y yo completamente acorralado. Nuestros labios a escasa distancia. Tan cerca como estábamos, ningún detalle de su rostro se escapaba a mis ojos, antes de que pudiera decirle que se quitara de encima, sus labios cubrieron los míos. La sorpresa me dejo paralizado mientras asaltaba mi boca en un beso demandante y posesivo, uno que parecía decir “todo o nada”, la sorpresa me dejo temporalmente inhábil para reaccionar, cosa que Ikki aprovecho para afianzar su dominio en toda la situación. En algún momento no pude quedarme allí sin hacer nada y le correspondí, con el mismo ímpetu, no supe que me poseyó para hacerlo, porque en ese momento la racionalidad no parecía tener importancia.

Mordió mi cuello al tiempo que se deshacía de mi camisa, todo lo que acertaba a hacer era rodearlo con mis brazos en un esfuerzo por no estremecerme, no sé si de frio o por lo que sus caricias me provocaban. En esos momentos no podía pensar en resistirme, o menos en las consecuencias de todo esto. Mi cuerpo estaba en fuego, no supe cuantas marcas dejo en mi cuello, y en cierto punto me di cuenta que los gemidos ahogados escapaban de mis labios, si mi rostro aun  no estaba sonrojado, ahora si lo estaba. Nada de esto tenía sentido y en este momento no quería buscárselo, era dejarme llevar o apartarlo… y luego ¿que? Ambas acciones tenían consecuencias, mismas que no quería enfrentar o analizar ahora mismo. Si Ikki era consciente o no del tumulto en mi cabeza, no se daba por enterado mientras asaltaba mi cuerpo…

 

Y por supuesto todo eso dejo muchas preguntas para las que Hyoga no tenía respuesta, las mismas que se esforzaba por dejar en el fondo de su mente. No le haría ningún bien distraerse cuanto estaban en campo abierto y a merced del enemigo. Luego de esa primera vez, el rubio se juro a si mismo que no volvería a pasar.

La relación entre él y el fénix se hizo aun más tensa de lo que fue en un principio, ninguno de los dos quería hablar acerca de lo ocurrido, y en lo único en lo que estaban de acuerdo era en que debía mantenerse en secreto de los demás. Ninguno quería sacar a relucir el tema. Y por un tiempo la misión fue bien, volvió a ser como era antes de ese desliz.

La única mejora era que ambos eran capaces de compenetrarse mejor a la hora de una pelea. Como una especie de destreza no verbal desarrollada, sabían cuando el otro necesitaba asistencia, o cuando debían darse un poco mas de espacio a la hora de atacar a algún enemigo en particular. Habilidades que no tenía al principio de esa misión y que resultaban útiles a la hora de enfrentar a los enemigos. Un entendimiento mutuo que antes era poco más que imposible.

Claro, cuando regresaban al Santuario para reportarse con Atena, era muy duro mantener una fachada, para que los demás no se dieran cuenta de lo que sea que cambio entre ellos, era imperativo que se mantuviese en secreto.

Pero por supuesto llego un momento en que ya fue suficiente.

Y eso fue cuando salieron en el último reconocimiento. La misión no tuvo nada de especial, sin embargo a su regreso… volvieron a hacerlo, esta vez en la habitación que ocupaba Hyoga. Y fue igual o incluso más intenso que la primera vez. Y en esta ocasión, Hyoga no podía… ignorarlo.

La primera vez, fue casi como un sueño, algo que podía calificar como un hecho aislado, algo que no volvería a pasar, en algunas ocasiones pensaba que era una jugarreta de su imaginación. Pero… esta vez paso en el Santuario, en su propia habitación donde pudieron ser sorprendidos por cualquier persona. Donde alguien que pasara cerca pudo haber escuchado…  Hyoga no estaba seguro de cómo le hacía sentir todo esto, la sola idea de que se hubiese repetido, de que alguien pudiese estar enterado antes de que el mismo llegase a comprender como es que habían llegado a este punto en primer lugar.

Tan perdido estaba en su mente, que Hyoga no se dio cuenta cuando el otro ocupante de la habitación comenzaba a estirarse en la cama, por ello fue tomado completamente por sorpresa cuando alguien poso la mano en su cabeza, desordenando sus hebras rubias. Casi se cae de la silla de la impresión, al tiempo que un jadeo escapo de sus labios.

_ Creo que te enseñe mejor a no bajar la guardia, pero solo por esta ocasión voy a dejarlo pasar ¿Cuál parece ser el problema, Hyoga?- repuso Camus, estudiando atentamente al cisne en busca de algún signo que pudiera darle una pista a porque su estudiante se veía tan miserable.

_M…maestro- repuso Hyoga, recuperándose de la impresión.

_ Acompáñame, bajare a arreglar algo para desayunar, y así puedes contarme- repuso Camus, encaminándose a la salida de la habitación sin mirar hacia atrás para cerciorarse si Hyoga lo seguía o no, y al cabo de unos minutos el rubio siguió a su maestro, hablar con él fue su idea en primer lugar, y por más que ahora la sola idea le aceleraba el corazón. Reconocía que no podía seguir de esa manera.

A su vez, el caballero de Acuario podía decir a simple vista que algo estaba mal con su pupilo, luego de haber cuidado de Hyoga cuando este era un niño pequeño, sabía leerlo muy bien, el cisno no podría ocultarle nada, porque para su maestro era como un libro abierto. Quisiera o no.

Mientras preparaba algo para ambos, el de Acuario estudiaba al menor disimuladamente con la mirada, no quería alertar a Hyoga sobre que tan preocupado estaba por su bienestar, porque si ese fuese el caso, haría que el rubio se cerrara completamente y no podría llegar a la raíz del problema. Su mejor plan de acción era esperar a que Hyoga hablara. Ese era su plan, hasta que su mirada se enfoco en las muñecas del rubio, en lo que inconfundiblemente eran marcas de manos.

Camus dejo de lado lo que estaba haciendo y tomo el brazo del rubio para estudiar mejor las marcas, todo ello mientras sentía su furia crecer exponencialmente.

_ Hyoga, ¿Quién te hizo esto?- a Camus le sorprendió que su voz saliera tan tranquila.

El rubio contemplo a su maestro, sin ser engañado por el tono suave en que salió su pregunta, Camus estaba furioso y solo tomaba una palabra equivocada para que saliera en busca de quien, a sus ojos, agredió a su pupilo. Pero eso no hacia fácil que Hyoga levantase la mirada para enfrentarlo, y contarle todo… no encontraba las palabras, tampoco el coraje.

_ Estoy esperando, Hyoga- repuso el de Acuario, sin soltar a su alumno pero sin ejercer ninguna medida de presión, sabía que no era necesaria.

Hyoga luchaba por encontrar las palabras, lo que resumiera la tormenta interna que lo invadía desde que todo esto comenzó.

Una vez que salieron las primeras palabras, las demás fueron más simples. Fluyeron como un torrente, Camus se encontró tan absorto en la historia que no se percato del momento en que Milo regreso, y el de Escorpio decidió darle al par algo de privacidad por lo que dejo las bolsas en el mostrador lo más silencioso que pudo y se retiro a sus cámaras privadas. Quizá de esa forma podría adelantar el papeleo que tenía atrasado.

En cierto punto de la conversación, Camus se sentó mas cerca del rubio, jugando con sus hebras doradas. Era algo que relajaba a Hyoga y por ende se acostumbro a hacerlo cuando necesitaba que el chico se relajara. Decir que todo esto le sorprendía era quedarse corto, siempre fue la impresión de Camus que Hyoga e Ikki de Fénix se odiaban, y enterarse que los dos estaban en cierta manera en una especie de relación que no estaba definida. ¿Qué demonios pasaba en el Santuario? Últimamente se estaban formando las relaciones con las parejas mas poco probables que se pudiera imaginar, como Death y Dite por ejemplo.

Y ahora esto… Camus tenía sus sospechas pero no quería apresurarse, de momento su prioridad era Hyoga.

_ No puedo decirte que camino debes tomar en esta ocasión, porque no me corresponde a mi decidirlo, lo único que puedo hacer por ti, es ayudarte a aclarar la confusión que claramente estas sintiendo ahora mismo- repuso Camus, deteniendo sus caricias al cabello de Hyoga en orden de que el menor le prestara atención.- Solo tú puedes decir qué clase de sentimiento guardas hacia esa persona, ya sea una fuerte atracción o algo más. Creo que tu confusión se origina porque no quieres pensar en ello detenidamente, lo empujas al fondo de tu mente esperando por alguna clase de solución milagrosa que no va a llegar nunca. Si dejaste que las cosas llegaran al punto en que llegaron, algo de atracción debes sentir por él. Ahora, depende de ti saber si esa atracción puede transformarse en algo más fuerte, o si deben dejarlo todo hasta aquí.

La respuesta de Hyoga a los consejos de su maestro vino en forma de un abrazo, que dejo al acuariano sorprendido. No se esperaba aquello, no abrazaba a Hyoga desde que era un niño pequeño, con una sonrisa en su rostro, Camus correspondió el gesto del rubio.

_ Gracias, maestro.- repuso el rubio en voz baja.

_ Cuando quieras, Hyoga- repuso el de Acuario- Creo que algo de comida y una noche de sueño están en orden antes de que hagas cualquier otra cosa.

_ Oh, no quisiera ser una molestia…- comenzó el rubio, sus mejillas algo sonrojadas ante el prospecto. No quería ser la tercera rueda, para nadie era un secreto la relación que mantenían los santos de Acuario y Escorpio. Y realmente… ¡No quería hacer mal tercio!

_ No creo que a Milo le importe, tenemos otra habitación libre. No admito discusiones, es la única forma en que puedo asegurarme que cumplas mis instrucciones.- repuso el de Acuario.

Y así, Hyoga se convirtió en huésped de la casa de Escorpio, al menos por esa noche.

 

Notas finales:

Nos vemos pronto!

 


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