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El Magnetismo de Andromeda por Luna Kaze no Kizu

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Notas del capitulo:

Hola a todos, aqui les dejo el capitulo esperando que les guste

un feliz Halloween por adelantado.

 

Contemplaba en silencio la nada, pese a que estaba sentado en el alfeizar de la ventana de la habitación. Ella sabia que no estaba prestándole atención al paisaje y que su mente estaba perdida seguramente a mucha distancia. Más concretamente en la tierra.

Y personalmente, no ocurría nada de atrayente en el paisaje que se observaba en el Inframundo.

 

 

Estaba preocupada. No poseía manera de sacarle una palabra al muchacho, perduraba de ese modo desde la confrontación que el y Hades habían tenido. Hacia al menos unos tres días.

Tres días de contemplarlo con la mirada pérdida, sin poder sacarle más que monosílabos. Viéndolo sentado en el alfeizar de la ventana de donde se movía para ir al baño un par de veces o a la hora de dormir.

Aunque a veces también se quedaba dormido en esa postura. Con la espalda apoyada contra el marco de la ventana, las rodillas flexionadas y su rostro oculto entre sus brazos.

Tuvo que recurrir a las amenazas para que comiera. Y una vez había tenido que encargarse de darle ella misma la comida, o mejor dicho embutírsela.

¿Qué mierda pudo haberle mostrado Hades para dejarlo de esa manera?

Si antes no le gustaba salir y dejarlo solo. Ahora prácticamente se había mudado a la habitación. Sabía que el chico aun corría peligro.  Y ahora que se encontraba en esas condiciones, mas cercano a ser un objeto inanimado que un ser viviente. No quería arriesgarse a que algo le pasara en su ausencia.

Era muy consciente que Hades no se acercaba ni a la puerta de la habitación. Y sus ganas de ir y golpearlo aumentaban exponencialmente.

A veces se cuestionaba a si misma aquel instinto de protección que le despertaba ese crio de cabellos verdes. Pero… no le encontraba lógica. Simplemente le presentaba la imagen de un animalillo desvalido… muy triste… muy herido. Y ahora completamente quebrado.

Inclusive sus sueños eran intranquilos.

Suspiro mientras acariciaba el cabello verde con delicadeza, había descubierto que de esa manera dejaba de temblar mientras dormía.

 

 

 

 

En sus manos aferraba con fuerza el rosario de las 108 cuentas. Quizá la única arma que tenia para ganar esa guerra santa.

Si Hades se decidía a robarlo y salía exitoso, bien que podía dar por terminado todo ese asunto.

Era cierto que no actuaba guiada por la lógica, de hecho actuaba porque deseaba salvar a Shun. Porque no creía poder ver a la cara a Ikki si no encontraba una manera de traerlo de vuelta.

Desde que había cesado de acudir al Olimpo no  sabía nada de Hades. Y el silencio de su enemigo solo le aumentaba la preocupación.

Un enemigo como Hades era para tener cuidado y  mas cuando este permanecía inactivo por tanto tiempo.

Por otro lado, sintió esa alteración en el ambiente la noche anterior… como una llamada aguda. Y sabia que de alguna manera tenia que ver con Shun. La constelación de Andrómeda parpadeo en el cielo nocturno y su resplandor se había hecho más tenue.

Eso solo le decía que el tiempo se estaba acabando.

La guerra estaba declarada. Alguno de los dos tenia que empezar el ataque. Y ella necesitaba saber si Shun seguía con vida…

_ Atena- la voz de uno de sus caballeros la saco de sus elucubraciones y cuando se dio la vuelta para ver de quien se trataba, se encontró de frente con Dohko el caballero dorado de Libra.

Ella lo miro en espera de que empezara a hablar, la única razón de peso que tenia el caballero para encontrarse allí era traerle el informe de la misión que le había encomendado.

_ Shion y yo hemos investigado en los documentos más antiguos del Santuario. Y todos están de acuerdo en lo mismo. Esta especie de magnetismo que impera en la constelación de Andrómeda, así como en su caballero no puede interrumpirse. No se conocen las razones por las que este se manifiesta y tampoco porque se desvanece.- explico el hombre.

Ella se contuvo un suspiro, se lo esperaba en cierta manera, pero necesitaba una confirmación. Además no estaba muy segura de si convenía que esa especie de magnetismo que Shun tenia, desapareciera.

No conocía cual era la situación de Shun en el Inframundo.  Estaba actuando a ciegas, de manera imprudente. Pero deseaba traer de regreso a Shun. No solo ella, también sus caballeros.

 

 

 

 

Después de dos días en el castillo de Hilda lo que mas ansiaba era regresar a su cabaña. No sabía como estar en compañía de tanta gente. Le gustaba estar solo, sabía cuidarse muy bien sin la ayuda de nadie y estaba acostumbrado a que nadie se metiera en sus asuntos. Inevitablemente viviendo con tanta gente en el mismo sitio, su bien amada privacidad se iba al garete.

No le agradaba la idea de que alguien lo escuchara tocar su réquiem.

Era algo muy intimo para el. Su manera de expresarse y sacarse de adentro todo ese resentimiento que cargaba. Porque admitía que su alma estaba negra de resentimiento. ¿Cómo no iba a ser de esa manera?

Un amasijo oscuro de culpas, rencores… todo tan enredado y a la vez tan roto que no sabia como volverlo a juntar.

En sus días en ese lugar había tenido tiempo de estudiar a todos los demás con atención.

Fler, la hermana de Hilda siempre estaba en compañía de ese sujeto, Hagen. O si no de la misma Hilda cuando esta se encontraba desocupada.

Siegfried dedicaba casi la totalidad de su tiempo a entrenar. Y lo que no pasaba entrenando, lo dedicaba a Hilda.

El tal Thol era bastante amable a pesar de su apariencia algo intimidante. Se la pasaba en el bosque. Y siempre que regresaba traía leña o alguna que otra cosa.

Cid era prepotente, a pesar de que tenia habilidades para el combate tenía un ego muy crecido. Y Mime no sabia como reaccionaria si ese sujeto volvía a sonreír de esa manera tan desagradable. ¿Quién demonios se creía? ¿El rey del mundo?

 

El chico en quien se había fijado a su llegada, se llamaba Fenrir. Era poco sociable, agresivo con todos los que intentaran acercarse a el. Como si no tuviera experiencia interactuando con las demás personas. Eso, sumado a sus movimientos casi animales lo hacia destacar a donde fuera.

 

Y por ultimo, Alberich. El chico era bastante retraído pero en su caso era que estaba encerrado en la biblioteca. Hilda siempre era muy dura con el. Y es que al parecer  tenia delirios de grandeza. Era un tremendo estratega pero la ambición lo cegaba. Y para alguien como Hilda ese era un defecto terrible.

 

 

En esos momentos estaba sentado en el jardín del castillo, no durmió muy bien la noche anterior, y es que en cierto momento de la madrugada sintió una opresión tremenda en medio del pecho. Y literalmente era como si se estuviera cayendo a pedazos. No sabía porque lo había sentido. Pero cuando se había fijado en el cielo que se observaba a través de la ventana, vio una constelación parpadear.

La constelación de Andrómeda.

 

_Buenos días Mime- Thol lo saco de su ensimismamiento, y el le dedico un asentimiento de saludo al hombre.- Por lo que veo no dormiste muy bien. ¿Tu también lo sentiste?- Mime lo miro interrogante.- Era como si alguien estuviera llamándome.

Mime negó.

_ Si sentí algo, pero no era una llamada. Era como caer a pedazos. Literalmente.- repuso el rubio.

_ Seguro los otros no tardan en llegar y acabamos con el entrenamiento de…- Thol se interrumpió.

El y Mime se pusieron en pie, a la vez que las puertas del castillo se abrían con estrepito y los demás guerreros salían al jardín. Todos ellos en guardia.

Y es que ante ellos, estaba un caballero dorado…

Aunque al acercase mas, quedo claro que no era un caballero del Santuario, sino un caballero de Poseidón.

Detrás de ellos, Hilda y Fler se encontraban de pie en el umbral del castillo.

Mime estudio al recién llegado con curiosidad. Pese a que estaba completamente rodeado no dio muestras de inquietud. No obstante le quedo claro que no lo dejarían acercarse a Hilda.

Como si no estuviera completamente rodeado, dedico una educada reverencia a las damas.

Teniéndolo más de cerca, Mime se percato de que llevaba una flauta.

_ Lamento haber venido sin avisar.- fueron las palabras del recién llegado.

_ No os preocupéis- Hilda se adelanto para hablar a sus guerreros- Es un invitado y no hay razón para temer nada de el.

Invito al caballero a pasar.

Una cosa queda clara, el entrenamiento de esa mañana había quedado cancelado.

Siegfried y Hagen no estaban dispuestos a apartar la vista del visitante.

 

Después de que todos entraran, Hilda había guiado a la comitiva al salón comedor.

 

 

_ ¿Cuál es el objetivo de su visita a Asgard?- interrogo Siegfried antes de que nadie mas pudiera decir algo.

_ Mi señor Poseidón me envía para colaborar en la defensa de las fronteras del reino de Asgard- respondió Sorrento tranquilamente.

_ Agradezco la intención pero creo que no es necesario- intervino Hilda, amable pero firme.

_ Con todo el respeto, señorita Hilda- respondió con tono suave y educado el general marina.- Al enviarme a proteger Asgard. El señor Poseidón esta resguardando sus propios intereses.

_ ¿Podrías explicarte mejor? – esta vez fue Hagen el que lo interrogo.

_ La única entrada al reino de Poseidón es a través del reino de Asgard. Y si por alguna razón alguien que no fuera nuestro aliado lo descubre, tendríamos inconvenientes- contesto Sorrento.

_ Si lo pone de esa manera…- Hilda parecía pensativa- Pero no tenemos razones para pensar que Asgard pueda verse amenazado.

_ Es una Guerra Santa, a pesar de no estar directamente involucrados estamos amenazados- respondió Sorrento.

Todos en la habitación permanecieron en silencio, la conversación era entre Hilda y Sorrento a partir de ese momento.

Sorrento aguardaba la respuesta de Hilda, a la vez preparando los argumentos para convencerla de su visión, si es que la respuesta de ella le resultaba desfavorable.

Ella permaneció silenciosa por lo que fueron interminables minutos para el general marina.

_ Si Poseidón lo considera necesario- dijo ella, rompiendo el pesado silencio- no tengo nada que objetar. Sin embargo seré inflexible en un único aspecto. Si llegare usted a capturar algún intruso. Quiero que lo traiga con vida ante mí.

_ Como desee- acepto el general inclinándose respetuosamente ante ella.

_ Fler muéstrale su habitación a nuestro invitado, por favor- pidió Hilda.

_ Los acompaño- se apresuro a decir Hagen. Y Sorrento tuvo dificultades para contener la sonrisa burlona que se iba a formar en su rostro.

 

 

 

Todo era negro

Estaba atrapado en la oscuridad de su interior- se decía en un intento de aferrarse a algo de cordura

Pero a cada momento que pasaba rodeado de aquella oscuridad, mas quería despertar. Porque estaba convencido de que cada minuto que pasaba allí estaba mas cercano a la locura. No encontraba manera de salir de ese mundo particular de pesadilla.

¿Cómo había podido pensar que existía bondad en Hades?

Las sombras que le rodeaban reían voraces y burlonas.

Alimentándose de su desolación, y reafirmándole lo miserable que era.

 

 

Un muy malhumorado Hades estaba experimentando dificultades para concentrarse en sus funciones, pero pese a eso no iba a dejar de cumplir con ellas. Perdió demasiado tiempo y no podía seguir de esa manera.

Ni siquiera cuando estuvo obsesionado con Perséfone se comporto de la manera en que ahora lo estaba haciendo.

En ningún momento dejo de lado sus deberes. En ningún momento su estabilidad se desvaneció. Eso solo demostraba la influencia que ese chico tenia sobre el.

Después de la discusión que mantuvo con el peli verde no se acercaba a su habitación para nada.

Hécate no salía de la habitación por ningún motivo y eso lo estaba preocupando. Pese a que se prometió a si mismo que no intervendría hasta que pudiera poner todo en orden.

Además… no se sentía capaz de ver al chico a la cara, por alguna razón extraña.

Se sentía… culpable.

Lo cual no podía dejar de pensar que era algo absurdo. Pero el hecho de que Hécate no dejaba solo al chico ni a sol ni a sombra y el que se haya mudado a la habitación del peli verde permanentemente… no lo hacia consolarse del todo.

Lanzando una exclamación malsonante lanzo el escritorio al suelo, papeles y todo tipo de cosas volaron al piso y luego se calcinaron solas.

La energía del dios estaba inestable debido a su agitado estado mental.

Ya era suficiente.

Ahora si conocerían quien era el señor del Inframundo.

 

 

 

Miraba al horizonte, en la dirección por la cual el sol salía al amanecer.

En el Olimpo tenían una vista magistral de ese gran momento del día. Que era uno de sus favoritos.

En el Inframundo  fue muy infeliz, porque no podía ver el sol, las flores, los animales. En la tierra estéril del inframundo nunca crecería la vida.

No podía sentir el viento sobre la cara, revolviéndole el cabello y llevándole la alegría de vivir.

Sus tiempos como esposa de Hades habían sido muy infelices.

Y ahora que se había liberado de eso, otro lo sufría.

Era bien consciente de lo que estaba pasando justo ahora, de la guerra entre Hades y Atena.

Perséfone sabía que Atena se encontraba sola y en desventaja. Que actuaba guiada por la desesperación de salvar a su caballero.

Sentía curiosidad por conocer a ese pobre desdichado que fue forzado a ocupar el lugar que ella rechazo. Compadecía al caballero que justo ahora era un rehén en el inframundo.

Y estaba decidida, a que ese chico tuviera la misma facilidad que ella tuvo.

Su primera opción… hablar con Hera.

Ella era la única que podía obtener algo de Zeus.

 

 

 

En Asgard hacia un frio infernal, el pobre marina temblaba como hoja durante las noches y ansiaba que llegara el día.

Entendía que sus compañeros no se ofrecieran como voluntarios para esa misión, pero el haría lo que fuera para complacer a su señor Poseidón, y si eso incluía vivir temporalmente en Asgard. Ya iba haciendo las maletas.

La habitación que le habían dado era bastante cómoda y tenia vista al jardín, el primer día de su estancia lo empleo conociendo el castillo donde se albergaba de la mano de Hilda y Fler, seguidos de cerca de unos muy atentos Hagen y Siegfried.

Y recorriendo los bosques continuos al castillo.

Necesitaba reconocer los alrededores para no perderse. Y le parecía mucho más soportable el frio cuando estaba en movimiento.

Por eso es que las noches se le hacían tan largas…

En la mañana del segundo día, Siegfried y Hagen le habían “invitado” al entrenamiento de los guerreros.

Mas bien Sorrento pensó que aquella era una táctica para tenerlo vigilado, pero lo que sea con tal de quemar energía y así sacarse un poco el frio de encima.

En ese entrenamiento  fue testigo de las avasallantes habilidades que tenían todos esos guerreros. Aunque al que estudio con mas intensión fue  a Mime.

El réquiem que tocaba con su arpa era desgarrador. Y como músico que era, sabia reconocer el talento cuando lo veía en alguien.

_ Es tu turno- lo saco de su ensimismamiento Siegfried- Y pelearas contra mí.

Sorrento se adelanto, con su flauta en una mano, contemplando atentamente a su oponente.

Sabia que Siegfried y Hagen le tenían cierto recelo, lo veía en el modo que tenían de vigilarlo.

Siegfried no se contuvo en su ataque y no le dio tiempo de tocar su flauta. Los primeros cinco minutos fueron una pelea física. La que termino con violencia cuando Sorrento fue arrojado contra un árbol con fuerza desmedida. Lo único que pudo emitir fue un jadeo de dolor.

Su razón para contenerse de lastimar a Siegfried era que no quería aumentar en algo la desconfianza que los demás guerreros debían sentir hacia su persona. Pero no podía dejarse golpear tampoco.

Por lo que comenzó a tocar su flauta antes de que Siegfried lo atacara de nuevo… el guerrero detuvo su ataque de inmediato porque la melodía comenzaba a hacerle efecto.

Sentía dificultad para respirar, pero no permitía que eso se tradujera en su música… se puso de pie y camino lentamente hacia su enemigo que había caído de rodillas, se detuvo.

Y le ofreció la mano para ayudarle a levantarse.

Pero Siegfried se levanto solo.

Nadie hizo un solo comentario luego de la derrota del rubio. Pero era obvio que todos estaban sorprendidos, y Sorrento pudo ver el brillo de interés que apareció en la mirada de Mime. Y la burla en la expresión de Alberich. En cambio Thol lo miraba con respeto. Y Hagen… con recelo.

Ese mismo día en la tarde, reconoció junto a Thol las fronteras de Asgard. El era el encargado de custodiar esa zona y por eso era quien mejor la reconocía.

Thol había sido paciente y amable con el, y lo cierto es que Sorrento estaba algo aliviado de salir del castillo principal, donde Hagen y Siegfried parecían comerle con la mirada. Estaban atentos a cualquier mínimo movimiento que hiciera, incluso en las comidas.

Por un lado salir del castillo lo aliviaba, pero por otro… el frio que hacia a la intemperie era mucho peor que el que se sentía en el castillo… era como sentir sus piernas ser quemadas cada vez que se hundían en la nieve, quemadas por el frio, aguijoneadas por el dolor. Los dedos de sus pies habían perdido sensibilidad… el viento cortaba su cara… sus manos las sentía insensibilizadas…

Sentía que la garganta le ardía.

Al anochecer regreso con Thol, tenia ganas de irse a dormir directamente, pero en lugar de eso decidió acudir a la comida para mantener anestesiadas las sospechas de Siegfried y Hagen. Esa noche aprovecharía para investigar en la biblioteca de Asgard. Ese era un buen lugar para empezar a averiguar. A ese sitio tenían acceso todos los residentes del castillo, y si existía algo sobre la entrada al reino de Poseidón debía estar escrito en algún libro.

Obviamente se encargaría de destruirlo.

 

 

En  su templo,.. Poseidón deambulaba sin rumbo definido, al parecer perdido en sus pensamientos, era cierto que estaba mas tranquilo desde que mando a Sorrento rumbo a Asgard.

Tenía plena confianza en el caballero para resolver su pequeño problema de seguridad. Era uno de sus marinas más eficientes.

Por encima solo se encontraba Kanon de Dragón Marino.

Habían pasado tres días desde que el general había partido y aun no recibía un informe.

Desde su partida, el templo le parecía demasiado silencioso, extrañaba el dulce sonido de aquella flauta tan dulce y letal como el canto de una sirena.

Esa era la razón de que hubiese decidido otorgarle la armadura de Siren. Simplemente era como si el chico hubiera nacido para llevarla, a pesar de que sabia de la animadversión que Kanon le tenia.

El no intervenía en los asuntos de sus caballeros, a menos que las circunstancias le obligaran a ello.

Y la situación de Kanon y Sorrento no requería que se entrometiera. El joven de Siren era muy tranquilo y pasaba su tiempo en el pilar del Atlántico Sur, sin otra ocupación que no fuera entrenar y tocar su flauta. Para deleite de casi toda la población del Santuario Marino. Incluido el.

A Kanon no le agradaba para nada el jovencito. Y Poseidón no encontraba una razón justificable.

Con Sorrento era diferente. Estudiaba a Kanon con interés, aunque el dios de los mares no podía saber con que clase de interés el jovencito estudiaba al Dragón Marino.

Y por alguna razón a el no le caía muy en gracia captar esos momentos.

Suspiro… odiaba estar ocioso porque su mente se ponía a rememorar y pensar cosas que no tenían ninguna utilidad.

Pero lo cierto era que estaba inquieto, por alguna extraña razón tenia un muy mal presentimiento.

Si en veinticuatro horas no recibía señales de Sorrento investigaría.

Y no se cuestiono en ningún momento las razones para su actuar.

Simplemente tenia que hacerlo. Y no estaría tranquilo hasta que no lo hiciera.

 

 

 

 

 

Desconfiada como siempre, Hera la recibió luego de que atendiera sus asuntos.

Era bien sabido por todos que la esposa de Zeus nunca se interponía en las actividades de su marido a menos que temiera una infidelidad.

Pero Perséfone estaba segura de que podría convencerla en esta ocasión. Después de todo su esposo corría riesgo.

La diosa la recibió en su habitación privada.

_ ¿Cuál es el motivo de tu visita, Perséfone?- interrogo nada mas verla.

_ Lo que esta sucediendo, se que Zeus no desea ocasionar la ira de Hades. O mejor dicho no le conviene. Pero cuando el me secuestro… Zeus puso una condición- dijo Perséfone- pasaba medio año en el Inframundo y medio año en el Olimpo.

_ ¿A dónde quieres llegar con todo esto, querida?- inquirió Hera, dándose la vuelta para prestarle su total atención.

_ Quiero que Zeus obligue a Hades a hacer lo mismo por ese chico… - es la respuesta de Perséfone.

_ ¿Por qué tendría que hacerlo?- dice Hera- Dudo que Hades este de acuerdo con eso.

_ Porque ese chico es el caballero de Andrómeda- afirmo ella, segura de que eso llamaría la atención de Hera y así fue.

_ Y a menos que se enamore… ese maldito magnetismo atraerá a todos los dioses y mortales que se encuentran cerca de el- completo Hera con malhumor.

_ De hecho es raro que Zeus no se haya sentido atraído por el cuando bajo al Inframundo… aunque seguramente no lo vio- dijo Perséfone meditativa.

_ ¿Tienes razones para pensar que sufrirá en el Inframundo?- interrumpió Hera.

Ante eso, Perséfone le regalo una sonrisa cargada de ironía. Por supuesto que el chico sufriría en el inframundo, y Hera… como diosa protectora de los matrimonios que era… tenia una fuerte responsabilidad con el muchacho.

_ Todo el mundo sufre en el Inframundo. Y creo que Hades es uno de los que mas lo hace- fue la respuesta que le dio Perséfone.

_ Bien, veré que puedo hacer- es la respuesta que le da Hera…- Y Perséfone…

_ Si, bajare al Inframundo- es la despedida de la diosa.

Así, el plan de ambas comenzaba.

Y aunque Hera estaba tomando parte con algo de reticencia, su ayuda seria muy valiosa.

 

 

 

_ Debes comer, al menos un poco- amonesto ella, molesta.

El peli verde sentado en el alfeizar de la ventana no mostro señales de haberle escuchado.

Estaba como estuviera desde ese día en que converso con Hades. Abstraído del mundo. Con su mirada esmeralda opacada y perdida en reflexiones que parecían ser demasiado sombrías para alguien de alma tan pura.

Hades no se acercaba a la habitación ni siquiera por error.

Y eso no hacia mas que molestar a la hechicera que ya no encontraba que hacer por el peli verde. Y cada vez crecía más en ella la certeza de que la única persona que podía ayudar al chico era Hades.

Y ese cabeza dura no lo haría por voluntad propia.

Pues podía ser muy señor del Inframundo. Pero contra una hechicera encabronada nadie podía.

Apretando con firmeza sus manos en sendos puños… lanzo el hechizo de protección más fuerte que se conocía sobre la habitación y el pasillo…

Cuando estuvo satisfecha con el nivel de seguridad, partió en busca de Hades.

Porque definitivamente la escucharía.

 

 

 

 

En el Santuario, el clima era de muchísima tensión… cierto rubio estaba sentado en la entrada de su templo. Algo en su postura indicaba que no quería ser molestado… meditaba.

Así lo encontró Shura, cuando se encontraba subiendo las escaleras que guiaban al templo de Virgo.

No estaba muy seguro de que hacer, no deseaba interrumpir la meditación del rubio, pero tampoco le parecía muy correcto pasar de largo…

_ ¿Puedo hacer algo por ti, Shura?- pregunto el rubio, girando el rostro en su dirección.

_ En realidad solo pasaba por aquí… pero… ¿No sueles meditar adentro del templo?- Shura no pudo evitar la curiosidad. Y es que Shaka no era hombre de sentarse en las afueras de su templo.

_ Es que… no puedo percibirlo- respondió.

_ ¿Perdón?

_ El cosmo de Shun, no puedo percibirlo si estoy en el interior del templo. La única manera de percibirlo es aquí… no puedo ir mas lejos después de todo. Aunque llegara un momento en que ni siquiera sentándome aquí pueda percibirlo, sin importar cuanto lo busque habrá un momento en que no lo encuentre.- al llegar a la ultima palabra… la voz del rubio se quebró.

Y Shura no supo explicar porque su corazón se oprimió ante aquello, no quería seguir contemplando a Shaka de esa manera…

_ Shun es un chico fuerte, estará bien. Todos en el Santuario estamos dispuestos a llegar a ultimas consecuencias por el.

El rubio le serio discretamente.

_ Gracias.

 

 

 

Arrodillándose ante el trono, Kanon de Dragón Marino levanto la mirada cuando fue autorizado a hacerlo.

_ Atendí a su llamado tan pronto como me fue posible, mi señor- repuso.

_ Kanon, esta misión solo puedo encomendarla a ti porque tengo plena confianza en tus capacidades- dijo Poseidón, quien estaba sentado en el trono con expresión pensativa y su tridente en la mano.

_ Estoy a vuestra disposición milord- dijo Kanon levantándose.

_ Quiero que al día siguiente partas a Asgard en busca de Sorrento.- expreso su orden.

Poseidón podía leer perfectamente en la mente del Dragón Marino que esa orden no le agradable en lo absoluto, en primera porque le desagradaba el chico y en segundo por el clima de Asgard.

En circunstancias normales Poseidón tenía ciertas concesiones con el marina… (Evitar los encuentros innecesarios entre el y Sorrento)

Pero en esos momentos no estaba para tener concesiones, no quería admitirlo, no quería pensar en ello.

Pero la palabra correcta era:

Preocupación.

Estaba muy ansioso por Sorrento.

_ Es una misión que solo puedo encomendarte a ti, Kanon.

_ Lo noto algo… turbado, señor. ¿Hay alguna razón en especifico para ello?- Kanon como siempre era muy suspicaz...

_ ¿Te he dado razones para que pienses que estoy… turbado, Kanon?- la voz de Poseidón salió fría, inexpresiva.

Y Kanon supo que estaba en serio riesgo si no escogía bien sus palabras.

_ Me disculpo si le he ofendido señor, pero esa es la impresión que me ha dado. ¿Hay algo mas que pueda hacer por usted?

_ Con la orden que te di estamos bien de momento. Puedes retirarte- indico Poseidón.

No tenía ánimos de seguir con compañía y por como se puso su mirada… Kanon tampoco tenía deseos de permanecer mucho más tiempo junto a su señor. Por lo que prudentemente se retiro.

Su mente suspicaz estaba sacando mil conclusiones por segundo, pero de lo que estaba bien seguro, era que su señor estaba muy apegado al de Siren.

Tendría que hacer esfuerzos para llevarse mejor con el chico.

Pero por ahora tenia que preparar las cosas para su ausencia, por el tono que tenia la voz de su señor Poseidón cuando le dio la orden, no admitiría demoras de ningún tipo.

 

 

 

 

Cuando sus papeles estuvieron organizados de nuevo y se dignaba a trabajar…

La puerta de doble hoja salió desprendida por una fuerte ráfaga de viento similar a un huracán en miniatura que hizo girar todo para estrellarlo con violencia contra las paredes. Y el dios solo pudo contemplarlo todo de pie y con los brazos cruzados.

Una furiosa hechicera con el cabello siendo levantado por el aire y los puños cerrados con furia estaba en el umbral de su oficina, sus ojos eran similares a dagas y llamas infernales.

Su mirada prometía una cosa… problemas.

Hécate estaba furiosa y al parecer iba a limpiar el piso con el si no cedía a lo que fuera que venia a exigirle.

Porque de la manera en que la hechicera llego… estaba claro que no seria una conversación amigable.

_ Me importa madres si estas ocupado. Vas a escucharme.- dijo ella. Caminando al interior de la habitación.

La puerta voló de regreso a su sitio, como si nunca hubiera salido despedida.

Hades con un movimiento de su mano hizo que las sillas se levantaran y armaran de nuevo, para sentarse e invitar a la hechicera a hacer lo mismo.

_ Tienes que ir a verlo.

_ No tengo tiempo en estos momentos.

_ ¡NO ME JODAS! Se perfectamente que no has hecho nada en estos días porque tus tres jueces y Lune andan al borde de una crisis nerviosa- el rostro de la mujer estaba rojo de la ira. Y en contraste con sus ojos que despedían llamas, le daban el aspecto de desquiciada.

_ No pienso ir a verle. Ya quedo claro que no podemos permanecer en un mismo lugar sin ofendernos.

_ Libéralo entonces.

_ No.

_ ¡¿Entonces que infiernos pretendes?!- estallo Hécate.

_ Eso no es algo que quiera compartir contigo.

_ Nunca creí que llegaría el día en que el señor del Inframundo actuaria como un burdo imbécil sin juicio.

La expresión de Hades pasó de la calma a la furia en tiempo record.

BINGO.

_ No tientes mi paciencia Hécate, porque puede que el resultado no te guste- dijo con la voz mortalmente fría que lo caracterizaba como el señor de los espectros… el mas despiadado de los dioses y el mas implacable cuando su furia se desataba.

_ No voy a consentir en esto, en que mantengas al chico encerrado en una habitación hasta el fin de los tiempos- bufo exasperada- ¡Tienes que haberlo traído por algo! ¡Su rapto inicio una guerra santa!

_ Aclaremos un punto, N-O-F-U-E-U-N-R-A-P-T-O. El vino voluntariamente al Inframundo- Hades descruzo los brazos.

_ ¿Qué es lo que quieres de el?

_ ¿Por qué insistes tanto?

_ Porque me importa.

_  ¿Por qué te importa?

Ella lo miro gélidamente.

_ No voy a permitir esto.

_ No eres nadie para darme órdenes.

_ ¡Eres un cabeza dura! ¡Vas a matarlo!

_ Estas exagerando.

Por toda respuesta, Hécate genero una esfera de luz con sus manos y la lanzo al dios, que la atrapo con un mínimo brillo de interés en su mirada. Y mientras la sostenía a sus ojos se sucedieron escenas de las actividades del peli verde desde aquella visita que le había hecho.

Al frio e inexpresivo dios del Inframundo le costo contener la expresión de su rostro al ver aquello.

Día tras día el peli verde se sentaba ante la ventana, con el paso del tiempo su mirada parecía estar perdiendo todo su brillo…  perdida en las tinieblas.

La calidez de su espíritu dulce estaba sepultada en la oscuridad, desvaneciéndose. También contemplaba los vanos esfuerzos de la hechicera por sacar al peli verde de aquel estado.

Como la desesperación crecía en Hécate al no obtener resultados…

De una cosa estaba seguro, el peli verde era infinitamente desgraciado en el Inframundo.

En ese momento un recuerdo le golpeo con fuerza…

Lo podía ver caminando sonriente en los alrededores del santuario… con la luz del sol jugando y creando reflejos en su cabello verde.

Sus ojos resplandecientes de vida que reflejaban el paisaje y eran las ventanas a su alma noble llena de voluntad de vivir, nobleza, ilusión y tantas emociones que lo hacían un tesoro… algo valioso que había que proteger.

La hermosa sonrisa que le dedico a aquel muchacho de cabellos azules… le causo celos… que se desvanecieron cuando escucho a su ángel llamarlo con su voz llena de dulzura, “Hermano”.

Desde que lo vio en esa ocasión, no podía sacarlo de su cabeza por más que trataba de hacerlo…

Sus días en el Inframundo pasaban entre sus deberes y el recuerdo de esa celestial criatura de cabellos vedes que era demasiado noble y pura para ser un ser de existencia mortal. A su parecer aquella preciosa criatura debería estar en los Elíseos.

 

_Mi señor- Pandora interrumpió sus pensamientos, que de  nuevo estaban perdidos en su ángel de cabellos verdes.- He encontrado a su cuerpo.

Hades sonrió levemente, eran buenas noticias.

_ Muéstrame.- pidió, a aquella mujer de cabellos negros que era lo mas cercano a una figura familiar que tenia.

Y cuando la imagen llego a su cabeza…

Supo dos cosas…

Su ángel de cabellos verdes era su cuerpo destinado. Y… no seria capaz de ocuparlo.

Porque no quería corromper a aquella pura criatura.

Deseaba protegerle de todo daño.

Y ahora Pandora le daba la excusa perfecta…

 

La situación se le salió de las manos.

Eso era lo que pensaba el gran señor del Inframundo.

Su ángel se estaba muriendo, su luz se estaba extinguiendo.

Quedaría como una coraza vacía.  Como un títere de cuerdas.

No quería que eso sucediera.

Pero tampoco quería dejarlo ir.

Y… solo le estaba haciendo daño.

Si marchaba a verlo… iba a causarle aun mas daño.

¿Qué hacer?

Por primera vez, no tenia idea de que hacer con respecto a algo.

 

 

 

La hechicera, contemplaba sorprendida el cuadro ante ella.

Y es que no todos los días se veía al señor del Inframundo sumido en semejante estado de confusión y cercana desesperación.

Y todo por ese pequeñito de cabellos verdes que se le metió en el corazón.

Eso solo le reafirmaba lo especial que era el chiquillo… y le añadía más urgencia a su misión de salvarlo.

No acudió al despacho de Hades hecha una furia para dejar las cosas como estaban.

Así fuera lo ultimo que hiciera.

Tenia que llevar a Hades junto al peli verde.

Si el era quien había causado el daño, debía repararlo.

 

 

 

 

El furioso fénix se levantaba, la batalla toco fin y el gano.

Desde que la orden de ataque fue dada por Athena, se dedicaba a cazar a los espectros. Golpearlos hasta sacarles alguna cosa sobre su hermano.

Hasta ahora no consiguió mucho. Toda la población del Inframundo vio a su hermano en el momento de su llegada. Pero al parecer Hades lo tenía encerrado en algún lugar muy bien custodiado.

Y después de todo… a los espectros que le había echado el guante eran de muy bajo rango para poder poner un pie en la morada de Hades.

La temporada de caza de espectros estaba resultando ser muy fructífera para el.

 

 

A una distancia mas o menos prudencia, cierto cisne contemplaba la matanza que el fénix realizo sin ayuda.

Los dividieron por parejas y a el le toco ir con el temperamental fénix.

Milagrosamente no discutían como solían hacerlo. Se hacían compañía en silencio y se comprendían el uno al otro mejor que con palabras. Hyoga se hacia a un lado y dejaba que Ikki desfogara su furia sobre los desgraciados espectros.

Mas de una vez se vio forzado a apartar la mirada, porque por alguna razón desconocía incluso para el, no gustaba de ver a Ikki en este estado.

Le recordaba demasiado a cuando regresara de la Isla de la Reina Muerte.

Los últimos días viajaron casi sin pausa, con una energía inagotable. Y finalmente encontraron un asentamiento de al menos 10 espectros en las profundidades de un bosque.

 

_ DIME DONDE ESTA-

_No… cogh… lo… se… cogh

_ ¡NO ME MIENTAS MALDITO! ¡AVE FENIX!

Presencio escenas similares a lo largo de la matanza.

Fue cuando escucho el sonido del ultimo cuerpo golpear el suelo… que se animo a salir de donde estaba… contemplando la matanza en silencio.

Sin decir nada, pasó junto al fénix… que una vez más tenia la mirada perdida, con un brillo de frustración y furia en ella.

Se disponía a enterrar los cadáveres, pero estos se desvanecieron en medio de una bruma negra. Y pudo ver los espíritus salir despedidos al cielo.

_ Así tenga que matar a todos los malditos espectros… voy a traerte a casa Shun… no te rindas.

Sintió una opresión en el pecho al escuchar la voz de Ikki de esa manera… no profundizo en el porque.

Ambos podían sentir como el cosmos de Shun se apagaba. Y eso no era buena señal.

 

 

 

En el entrenamiento de ese día, las batallas se llevaron a cabo sin ningún percance… Sorrento solo estuvo de espectador, desde que venció a Siegfried solo contemplaba las peleas entre los guerreros.

Ansiaba tomar parte en los encuentros… para ver si de esa manera su mente se distraía del frio que estaba haciendo…

_ ¿Te sientes bien? Te he visto algo pálido estos días- la voz de Thol lo saco de sus elucubraciones, forzó una leve sonrisa para el hombre…

_ Si, estoy bien.

_ Te lo digo porque te he visto algo fatigado estos días.- comento el hombre tranquilamente.

_ Estoy bien.

_ Lo digo porque cuesta acostumbrarse a estos climas.- dijo Thol- Los que hemos nacido aquí sabemos llevarla… pero es difícil para los extranjeros.

Sorrento asintió… al menos la conversación le exigía cierta atención.

Se consoló a si mismo pensando que esa noche terminaría con su misión… solo tenia que esperar a que los demás habitantes del castillo de Asgard se durmieran para quemar el libro que hablaba de la entrada al templo del mar.

Conteniendo a duras penas el estremecimiento feroz de su cuerpo…

Se forzó a si mismo a caminar detrás de Thol hasta el bosque… el hombre se ofrecía voluntariamente a acompañarlo en su guardia.

Y Sorrento lo agradecía, porque de no ser por Thol se hubiera perdido en los bosques desde hacia mucho tiempo.

A medida que el día avanzaba, su fatiga aumentaba en lugar de disminuir. Los accesos de tos lo tomaban desprevenido pero cada vez eran mas frecuentes…

Fler comento en la hora de la comida que le se le veía algo pálido y preocupada le pidió que acudiera a un doctor…

Agradeció la preocupación de la chica, pero no consideraba que fuera necesario… le costo mucho convencerla de que todo estaba bien, mas después de que la copa de agua pareció deslizarse de entre sus dedos y caer con estrepito al suelo.

 

A la hora de la cena, se vio obligado a retirarse.

Le costaba hablar, le costaba respirar… incluso coordinar mas de un pensamiento a la vez.

Su cuerpo temblaba sin control y sus dientes castañeaban.

En su habitación se sentó en la cama, cubriéndose con la manta sin dejar de temblar, encogiéndose lo más que podía en un tonto esfuerzo de mitigar el frio que lo estaba matando.

Necesitaba reunir entereza, porque el camino a la biblioteca era bastante largo…

Cuando llamaron a la puerta…  le costo mucho levantarse de la cama y abrir la puerta, ya se le estaba saliendo la situación de control, pero sin importar como tenia que cumplir con su misión.  La mucama lo miro con preocupación… pero le dejo la bandeja y se marcho…

Un acceso violento de tos lo hizo caer de rodillas al suelo y escupió flema… con sangre.

 

 

 

Al ver el libro en el fuego… Sorrento sonrió satisfecho, no quedaría nada de el para el amanecer…

Su cuerpo se estremeció con fuerza, llevaba rato temblando y hasta el momento opto por ignorar aquellos estremecimientos de su cuerpo.

Pero a ellos se estaban sumando síntomas aun más inquietantes.

Todos los habitantes del castillo ya se encontraban dormidos… le consolaba pensar que después de eso ya podía regresar a casa…

Tenia tanto frio… se sentía fatigado y aquello se estaba haciendo notar.

Y ahora, a los temblores se le sumaba la vista borrosa.

Dudaba ser capaz de llegar a su habitación.

Que se detenga… hace… mucho frio.

Su cuerpo temblaba aun más si aquello era posible. Sus músculos estaban resentidos, le dolían, la tos lo acosaba una vez mas… si respirar le parecía difícil, cuando tenia tos era casi imposible.

El suelo de piedra frio y duro no ayudaba a disminuir los violentos temblores de su cuerpo.

Mi señor… Poseidón.

Y todo se hizo negro…

 

 

 

 

Maldiciendo entre dientes, Kanon de Dragón Marino caminaba sin detenerse, ansioso de alcanzar su destino, el castillo de Hilda de Polaris.

Al menos en ese sitio podría calentarse ante la chimenea y le ofrecerían algo caliente de beber. Odiaba ese condenado lugar con su clima de mierda.

Sus dientes iban a romperse por la fuerza con la que castañeaban… y estaba más que seguro de que no tardaría en perder la movilidad de sus dedos.

Y por ese tipo de cosa era que detestaba a ese mentado chico… Si Poseidón le ordenara suicidarse, sin duda lo haría.

Pensó con cierto fastidio cuando la imagen del joven pasó por su mente.

Solo seria un reconocimiento rápido se dijo a si mismo.

 

 

 

 

 

Los pasillos del castillo estaban desiertos a esa hora, y un satisfecho Mime caminaba en completo silencio hacia la biblioteca. Siempre despertaba mas temprano que todos los habitantes del lugar porque no le gustaba esta rodeado de gente, a la hora de las comidas no es como si pudiera evitarlo puesto que todos compartían mesa por petición de Hilda.

Pero la mayoría del tiempo que podía pasar a solas no lo cambiaria por nada del mundo.

No es que se sintiera más que los demás, sino que estaba acostumbrado a permanecer en soledad y se sentía extraño en compañía. Sumado a eso, sentía que desentonaba en cualquier lugar al que acudiera.

Esa mañana pensó que leer un poco le ayudaría a distraerse…

Solo que no se esperaba la sorpresa que encontró en la biblioteca.

 

Sorrento de Siren estaba tendido en el suelo a escasa distancia de la chimenea, en la cual solo quedaban restos de la fogata.

_ ¡Mierda!- se acerco rápidamente al general marina, cuya piel estaba alarmantemente pálida, su respiración era apenas perceptible… su cuerpo estaba casi congelado.

No podía dejarle allí, lo levanto y se encamino a su habitación, lo primero era dejarlo en un lugar cómodo y después salir en busca de un medico.

 

 

 

 

 

Al percibir una presencia ajena en las afueras del castillo, Hagen se puso en inmediata posición de ataque.

_ Soy Kanon de Dragón Marino, General al servicio del Señor Poseidón y he venido a ver a Sorrento de Siren.- se identifico el hombre, que en efecto llevaba una armadura del templo marino.

Lo miro con sospecha. ¿Por qué no anuncio antes su llegada?

Kanon estaba perdiendo la paciencia pero no era la idea atacar al hombre, por suerte alguien los interrumpió.

Un chico de cabello rubio y ojos color rubí salió bastante apresurado del interior del castillo. Una mujer a la que Kanon reconoció como Hilda de Polaris lo miraba desde la puerta principal del castillo.

_ Señorita Hilda- el sujeto que le estuvo bloqueando el paso se distrajo completamente, la mujer avanzaba hacia ellos.

_ Esta bien Hagen.- dijo la mujer firmemente, para luego encarar a Kanon.

_ No pudo llegar en mejor momento- fue el saludo que le dirigió la mujer y Kanon solo atino a mirarla en espera de una respuesta.

_ El general Siren ha enfermado gravemente.- el semblante de Hilda era de preocupación.- Regresemos adentro para que pueda calentarse, no queremos que también vaya usted a enfermarse.

Kanon siguió a la mujer hacia el castillo, sintiendo la taladrante mirada de ese rubio de los cojones bien puesta en su nuca…

 

 

 

 

Caminando de un lado al otro Poseidón no ocultaba su malhumor, tanto era así que sus marinas se abstenían de ir al templo de su señor.

En todo el templo marino se presentía el cosmo del rey de los mares fluctuando de amenazador a terrorífico.

No se atrevían a expresar nada en voz alta. Solo aguardaban silenciosos que el malhumor de su señor se disipara pronto…

Podía leer los pensamientos de sus generales y todos ellos estaban muy lejos de conocer el motivo de su irritación… esperaba ansioso que Kanon estableciera contacto, pero admitía que para esos momentos el general debía estar llegando a Asgard.

 

 

 

 

A medida que se acercaba a su destino, su paso se hacia mas lento, hasta que llego un momento en que se detuvo y ya no pudo contener las lagrimas que resbalaban por sus mejillas a caudales.

Tratando de reunir algo de compostura se incorporo y siguió su camino, como un auto descompuesto que reanuda su marcha a trompicones.

No era para menos, cuando abandono ese lugar juro nunca volver a pisarlo.

Pero ahora, por propia voluntad regresaba al lugar donde fue más miserable que nunca.

Sabía que no seria capaz de seguir viviendo tan tranquila, teniendo conocimiento de que otra persona tenía que pasar lo mismo que ella paso.

Tenia que hacer algo, lo que estuviera en su mano. Para ayudarle.

 

 

 

 

Hilda caminaba delante de la comitiva, escoltada de Siegfried y Hagen, en la hora que llevaba en Asgard  Kanon tenia ganas de partirles la cara a los dos.

Eran insoportables… ¡Por todos los demonios! No es como si estuviera planeando asesinar a Hilda o Fler.

_ Esta es la habitación del general de Siren.- le indico Hilda, haciéndose a un lado para dejarlo pasar.

La habitación era pequeña pero cómoda. Un anciano trabajaba casi que afanosamente en un pálido Sorrento. El chico no tenía muy buen aspecto. Bastaba decir que se le veía casi moribundo.

_ ¿Cómo se encuentra?- interrogo Kanon al medico.

_ Muy mal. La enfermedad esta en su estado mas avanzado.- respondió el hombre.

Y como para confirmar sus palabras, Sorrento comenzó a toser violentamente, un poco de sangre mancho su pálida piel. El medico se apresuro a limpiarle la comisura de los labios con un pañuelo.

Justo en ese momento escucho la voz de su señor Poseidón en su cabeza

“Kanon. ¿Has llegado a Asgard?”

Si señor, Sorrento ha enfermado. Es por eso que no ha podido contactarlo”.

Su señor permaneció en silencio por tanto tiempo que pensó que le había puesto fin a su conexión.

“Kanon, lo veré a través de tus ojos”

La sensación rara solo duro un instante.

“Kanon, necesito que salgas de la habitación, tengo que hablar con Hilda”.

 

 

 

 

Un peli verde contemplaba el paisaje que se extendía a su vista a través de la ventana de su habitación. A esas alturas podía decir que lo conocía de memoria pero había perdido las ganas de hacer cualquier otra cosa que no fuera pasar su tiempo mirando por aquella ventana. No sabia porque. Quizás conservaba la leve esperanza de poder ser libre al menos en pensamiento.

No era más que un prisionero en el Inframundo.

A cada día y hora que pasaba sentía como parte de sus ganas de luchar se desvanecían. A esas alturas ya le daba lo mismo. Recordaba a sus amigos, a su hermano y solo rogaba que estuvieran bien.

El mismo se busco aquel problema por ser tan idiota como para creer que en el Dios del Inframundo podía existir una pisca de bondad.

Unos pasos rompieron el silencio de la habitación, seguramente era Hécate que regresaba con una de las tres comidas del día.

Con desgana, se incorporo de su asiento. La hechicera le amenazo la vez pasada con maldecirlo como no se terminara toda la comida que le llevaba. Pero cual seria su sorpresa al no reconocer a su visitante.

Por la figura sabia que se trataba de una mujer, pero esta iba completamente cubierta de pies a cabeza.

Lo único que pudo ver fue un mechón de cabello rubio que caía sobre su pecho.

_ No nos conocemos personalmente caballero, sin embargo me atrevo a decir que en estos momentos te conozco mejor que nadie.

Contemplaba a su visitante a la espera de que descubriera su rostro, mientras que no dejaba de preguntarse quien podía ser.

_ Mi nombre es Perséfone.- repuso la figura.

Solo atino a mirar sorprendido a su visita… ¿Qué hacia allí, la que había sido esposa de Hades?

_ He venido a ayudarte- dijo ella, como si pudiera leer sus pensamientos, lo cual de seguro que era cierto.

Después de todo era una diosa del Olimpo.

Y el sabia de primera mano que tan poderosos eran los dioses.

La mujer se despojo de su capucha para mostrarle su rostro. Unos ojos compasivos lo  miraban con calidez desde un rostro que podía ser expresado como la perfección misma. Se veía tan frágil, hermosa y llena de vida. Pero en sus ojos amables también brillaba la llama de la determinación.

_ ¿Cómo puedes ayudarme?- pregunto el. No tenía nada que perder.

_ Puedo sacarte de aquí.

Esas cuatro palabras resonaron en la mente del caballero una y otra vez.

Era tan tentador creer en esas palabras. Pero…

_ No puedo aceptarlo. Aun si lograra escapar. No tengo a donde ir. No quiero poner al Santuario en riesgo.

Ella se acerco y acaricio su rostro con cariño.

_ Eres tan noble- repuso con una sonrisa brillante… como el sol que tanto había extrañado.- Ya veo porque se obsesiono contigo.

Shun la miro con confusión y la mujer solo atino a sonreírle.

_ He venido a ayudarte, y aunque no quieres escapar, se que puedo ayudarte de otra manera- dijo ella.

 

 

 

 

 

Un silencioso Hyoga caminaba detrás de Ikki, los dos iban de regreso al Santuario, por mas que buscaron rastro de algún espectro en los últimos días solo pudieron encontrar a dos batallones pequeños, y estos no sabían gran cosa sobre Shun.

Por lo que Ikki los había despachado con una rapidez sorprendente.

Solo pudo contemplar al fénix asesinando a los espectros… supo sin que llegara a decírselo en voz alta, que no seria bienvenido si intentaba unírsele.

El motivo de que el terminara siendo el compañero de Ikki en la misión de reconocimiento, solo Athena lo sabría. Porque todos eran conscientes de que el y el caballero Fénix tenían una relación de los mil demonios.

Y de hecho las pocas palabras que se dirigían eran para insultarse el uno al otro, Ikki siempre comenzaba y a pesar de que Hyoga se esforzaba por mantenerle la paz (recordaba lo mucho que Shun odiaba las peleas). Llegaba un momento en que su paciencia se iba al garete.

En esos momentos en los que ambos se insultaban y peleaban sentía que parte de su frustración se liberaba.

Y aunque no era propiamente un consuelo, tampoco estaba tan mal.

Al menos era mejor que nada.

Realmente se sentía inútil.

_ Oye maldito pato, aterriza de donde mierda estés volando.- la voz hostil de Ikki lo saco de sus elucubraciones.

_ Si quieres pelear búscate a otro que te siga el juego maldito pajarraco- repuso Hyoga, aferrándose con toda su fuerza a la paciencia. Recordando el rostro de Shun y lo mucho que odiaba las peleas.

Sin embargo el rostro del peli verde cada vez se hacia mas borroso en sus memorias y eso no ayudaba a tranquilizarlo sino a todo lo contrario.

Contribuía a molestarlo más.

No previo la rápida reacción del fénix que en cuestión de momentos lo tenia agarrado por el cuello.

_ ¡Repite eso, maldito pato!- le espeto a la cara, rojo de furia con los ojos resplandecientes.

Pero el cisne se encontró con que la voz no le salía, incluso respirar le estaba costando debido a la presa que mantenía el fénix en su cuello.

Si no conseguía liberarse de ese agarre era muy seguro que moriría.

Pero por alguna razón que no quería pensar en ese momento no tenia ganas de oponer resistencia.

Su mirada y la del fénix establecieron contacto y fue imposible para cualquiera de los dos desviar la mirada.

Sus almas establecieron una comunicación silenciosa.

No supo que lo inicio… pero cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando tampoco hizo demasiado por detenerlo, se besaban de una manera rallante en lo salvaje. Luchando por tener el control.

Las manos del fénix dejaron de cortarle la respiración pero se afianzaron con fuerza a sus hombros. Sintió su espalda chocar con fuerza contra el árbol.

Cortándole la respiración y trayéndolo de regreso a la realidad.

Empujo al fénix, cuando Ikki finalmente lo libero de su agarre no pudo verlo a la cara. Tenía las mejillas sonrojadas y la respiración trabajosa. Ni siquiera resentía el golpe que se dio contra el árbol.

 

El silencio entre los dos fue inquebrantable el resto del camino, pese a que se trataban con educación uno al otro, no intercambiaban mas que monosílabos y una que otra frase ocasional sobre el clima o la distancia recorrida.

 

De una cosa estaba seguro el rubio después de múltiples momentos de reflexión.

Las cosas entre el y el fénix ya no serian las mismas.

Y eso, le hacia sentir intranquilidad.

 

 

 

En el despacho del castillo de Asgard, Hilda y Poseidón se miraban uno al otro en un educado silencio después de intercambiar las palabras pertinentes.

La puerta se abrió levemente, dando paso a un hombre mayor.

_ ¿Me necesitaba la señorita?- dijo en un tono respetuoso cerrando la puerta a sus espaldas.

_ Si, necesito que me informe del estado del general de Siren- pidió.

_ Es critico. El pobre chico ha debido de pasar un verdadero infierno resistiendo los síntomas.- dijo el hombre estremeciéndose involuntariamente.

_ ¿Su condición es demasiado critica para ser trasladado?- pregunto Poseidón, antes de que Hilda pudiera decir otra cosa.

_ Si, me temo que eso no es aconsejable por el momento, solo podemos esperar un milagro puesto que ya hemos hecho todo lo que pudimos por el.- dijo el hombre.

 

 

 

No supo porque esas palabras le parecieron robar el aire. Estudio el rostro del medico, incluso se permitió inmiscuirse en su mente, el hombre no estaba mintiendo.

Su balance se fue al demonio, por mas que se juro a si mismo mantener la calma sin importar lo que pasara, no pudo.

Notas finales:

Aqui llegamos al final de otro capitulo

Muchas gracias por los comentarios

gracias a los lectores invisibles.

matta ne

atte: Cyss Darko


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