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Antes de irme. por VAAYPER

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Notas del fanfic:

Escrito mientras no encontraba nada valido Sasunaru para leer.

Notas del capitulo:

Prologo.

Esta es la intruducción, para quien no reconoce un prologo.

 

-_-

 

Siempre fue egoísta.

 

Desde pequeño fue muy posesivo, y como hijo menor de una de las familias más poderosas de Japón, con una madre atenta y un hermano protector y complaciente que subsanaban las rigurosidades de un padre estricto, nada le fue negado nunca.

 

O casi nunca.

 

Desde pequeño, asistiendo a un centro de elite donde se proclamaba un control estricto y se prometía enderezar y romper al futuro del mañana antes de dejarlos salir al mundo, estuvo solo, hasta que conoció a un crió bocazas y gamberro al cual no era extraño ver con alguna tirita o venda en la herida más reciente.

 

El pequeño demonio pareció haberle visto demasiado huraño y gruñón en su silla azul y decidió que debía acercar la suya, de un naranja chillón como ninguna otra, se presentó y luego de ser ignorado cruelmente pareció tomarle como una misión personal el mantenerse a su lado a toca costa.

 

Cuando los ataques indirectos, jalarle la ropa, tirarle algún juguete, gritarle a través del salón, no función, optó por el director, y como zurraba al maldito crío.

 

Se llamaba Naruto, y no podía olvidarlo ni dormido puesto que hasta allí llegaba la molesta presencia con su sonrisa demasiado grande, sus ojos demasiados brillantes e intensos que parecían ver demasiado, su pelo tampoco ayudaba, había una niña con el mismo color pero hasta allí parecía que tenía que resaltar con un rubio dorado que parecía resplandecer cundo le daban los rallos del sol.

 

Y resplandecían bastante, desde su posición junto al alto ventanal, al lado de su silla azul desde donde nadie puedo alejarlo por más castigos y amenazas impuestas, ya a esa edad Sasuke sabía mover influencias y habiéndole sugerido a su hermano que hiciera remover al incordio antes de desaparecerlo, los maestros hicieron el intento.

 

Un día, harto ya, encerró al latoso dentro del armario de la limpieza.

 

Una semana y el molesto crío no llegó a al colegio, Sasuke empezaba a experimentar inquietud y carga de conciencia. ¿Qué si lo había matado y aún estaba encerrado allí? ¿Cómo iba a gobernar su imperio automovilístico desde la cárcel juvenil?

 

Cuando sus niveles de ansiedad empezaban a darle dolor de estomago, porque ni catatónico por haberse atiborrado de dulces le preguntaría al maestro Iruka, jamás, el molesto demonio regresó con pantalones cortos y camiseta larga, no supo la diferencia en esos momentos, pero decidió que para evitar estresarse nuevamente mantendría un nivel de vigilancia sobre el mocoso y le haría responsabilizarse del modo que sabía.

 

Adueñándose de él.

 

Así fue que Naruto pasó a ser suyo, se sabía todos sus gestos y sus miradas, desde esa cuándo en su almuerzo le preparaban ramen hasta la que llegó a poner el día de las madres y no escribió ningún ensayo porque no tenía a quien dárselo. Esa vez fue la primera que Sasuke hizo algo altruista, quizás porque no le gustó la mirada que tenía sin ser él la razón, así que le preguntó a su madre si podía prestarla, generando una serie de comentarios acerca de su aparente ternura al descubrir la razón y la posterior visita del crío a la mansión, podría decirse que el que se auto invitase muy a menudo fue la consecuencia, se culpó e intentó alejar al molesto intruso pero el daño ya estaba echo y cuando pareció ocurrírsele la idea de una pijamaza apoyada por su madre, no hubo quien no comentase su ojo morado al otro día.

 

¿La solución? La siguiente vez apresó al demonio golpeador con brazos y piernas a peligro de sofocarlo y no lo soltó hasta el otro día, cuando lo descubrió dormido con medio cuerpo encima del suyo y una de sus piernas sobre su cadera en un abrazo de oso.

 

Nunca de preguntó las circunstancias que llevaran al revoltoso a aquel lugar de elite ni como se desplazca o con quien vivía. Fue más adelante en la primaria cuando se enteró secretamente por su propia boca de que vivía con Iruka, novio del pervertido maestro de química Kakashi quien siempre parecía buscar una ocasión para frotarle la rubia cabeza a expensas de su desagrado, el que intentar eliminarlo con aquella mirada Uchiha que ensayaba delante del espejo parecía divertir al maestro en vez de alejarlo.

 

El día que no pudo despegarse de la silla en la sala común se ganó cierta mirada de respeto, y un toque menos duradero sobre la rubia cabeza.

 

El tiempo pasó, crecieron, y descubrió los pantalones cortos y las camisas largas y de mangas hasta las muñecas eran el uniforme de los donceles, que tenían cambios de humor al llegar sus días del mes y que tendían a atiborrarse sin temor a engordar, que eran más sexys y sensuales inconscientes que nadie y por lo tanto blancos de manos largas y miradas de promesas obscenas.

 

El mocoso también tenía que crecer, por más que Sasuke deseará que se quedara igual para que causara menos problemas, pero se alargó, o al menos eso pareció y su cuerpo infantil de por sí tierno y dorado se estilizó, y empezaron los problemas.

 

Recordaba haber peleado más que en sus combates de Judo o Kendo, y noqueado a suficientes como para ganarse una reputación que mantuvo a las masas hormonales lejos del suicidamente inocente e ignorante Naruto.

 

No fue hasta escuchar el desatinado comentario de que estaba cociendo los huevos para comérselos él que tomó conciencia de todo, hasta el momento no había tocado indebidamente a Naruto, no por falta de curiosidad, sino por el simple gusto de que las cosas no se torcieran entre ambos, ya había suficiente drama a su alrededor en época de primavera.

 

Pero cuando sus hormonas se despabilaron le entró la curiosidad y se descubría mirando más de la cuenta la curva de la cintura, hombros o cadera de Naruto, por momentos se obsesionaba con su boca, había estado al punto de abochornarse lanzando un gemido en plena clase al verle morderse el labio.

 

Cuando supo que o hacía al culpable inconciente responsable o ocurriría un desastre empezaron a experimentar, descubrió que tenía cosquillas en la curva de la cadera y que podía correrse con tan solo apretar la pierna contra su erección y apretarle los pezones mientras le besaba, que gimoteaba y se retorcía si le chupaba el cuello y que era por momentos inesperadamente desinhibido y descarado al siguiente.

 

Habiendo sabido que no le gustaba su cara de sufrimiento se había documentado lo suficiente y conseguido el material necesario sustrayéndolo de su hermano, había asumido que estarían juntos para siempre y que nada podía separarlos.

 

No contó con que aquello estaba mal antes los ojos de los demás, tenía catorce años y el doncel doce cuando empezaron y para cuado Naruto tenía catorce todo empezó a tornarse evidente.

 

Quizás lo delato su posesiva seguridad, el apoderarse del otro no importando donde estuviera con cualquier pretexto y llevarlo sobre una superficie plana lo más rápido posible, dependiendo claro, el día del mes, en esos días el otro parecía ser una bomba de relojería más complicada que hecha por un relojero suizo.

 

Un día descubrió que Naruto no podía pertenecerle y que sus brazos eran demasiados frágiles para sostenerle, tenía que llevarle consigo y hundirse ambos o dejarlo ir y ver por su porvenir, que no pintaba nada bien con Fugaku enterado de la relación de ambos.

 

Recordaba sus ruegos, las lagrimas que se había jurado no serían nunca a causa suya y los ojos demasiados grandes para ignorar la furia, miedo y conmoción cuando se vio obligado a despertar su odio que su tristeza.       

 

Intentó hundir el recuerdo hasta que no fue más que una herida larga y supurante sobre la cual media todas sus relaciones, cuerpos que comparaba y de los cuales intentaba extraer de algún modo un vestigio de Naruto. Hasta que selló la herida con resentimiento y rabia, porque si el mocoso no hubiese acercado su silla a la suya y negado tercamente a moverse, nada de eso habría pasado.

 

Se supo buscado incansablemente, anhelado aquellos encuentros tal y como los despreciaba, hasta que comprendió que para que Naruto siguiera adelante tenía que alejarlo de forma definitiva, no es que no lo hubiese intentado o que odiara el hacerlo, pero había nacido para ello y nadie lo desviaría de lograr superar a su hermano y derrocar a su padre de la compañía, quitarle todo el poder y hacer libre a su madre.

 

La última vez que lo vio Naruto intentó decirle algo, estaba más delgado y pálido, y se había hecho un tatuaje de sellos en el estomago, pero las palabras sobraron y lo dejó humillado y mancillado, haciéndole sentir como un perro necesitado de atención que no soltaba un hueso por más que lo apalearan.

 

Esa vez Naruto no lloró, se quedó mirando con los ojos muy brillantes como si viera más allá y sonrío con aquella mueca de cuando tenía cinco años y no pudo escribir un ensayo a una medre que no tenía.  

 

Nunca volvió a verlo, hasta aquel día, cuando salía en primera plana de todos los medios de comunicación de Japón y alrededor del mundo.

Notas finales:

Se aprecian críticas constructivas.


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