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Cita en el cementerio de Praga por nezalxuchitl

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Notas del fanfic:

No aparece mpreg directamente en este fanfic (es decir, ningun personaje esta preñado) pero el mpreg existe en el universo del fanfic. No hay mujeres en este relato,son los "donceles", chicos ukes, quienes se preñan. (cualquier dia de estos nos acusan a las yaoistas de donceles de machistas o una chorrada similar)

Salvando ese pequeño detalle, he respetado el contexto historico. Situo la historia en la Praga de 1887, con flashbacks al imperio ruso del año anterior. Estos flashbacks estaran en cursivas.

Si leyeron mi "Intoxicado por un rojo intenso" (link http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=79257 ) y se quedaron con ganas de ver accion entre lord Marco y su doncel, este fic es para satisfacerlas. Los hechos narrados en este fanfic serian una precuela de aquella aventura, sin embargo, tanto este fanfic como el otro son independientes y se puede leer uno sin necesidad de leer el otro.

Dedicado a mi amiga Lupillar, que fue quien me termino de meter el gusanito de escribirlo.

Enlace al "maravilloso" fanart que he hecho con los chicos que me imagino como protagonistas. Una sugerencia de look :P    link http://i1026.photobucket.com/albums/y326/NezalXuchitl/marcoyjuha.jpg

 

Notas del capitulo:

Enjoy it!

Cita en el cementerio de Praga.

 

      Navegaban río abajo por el Moldava en dirección a Praga, corazón de Bohemia. Atardecía y cielo y río se iluminaban con los más irreales matices. Más que en un vapor les parecía estar en una pintura, con aquellos tonos malvas y azules arriba y alrededor de ellos. Ni una nota de melancolía faltaba, aportada por las altas, desgarradas nubes producidas por el frío.

Lady Juha estaba abrazado al brazo de su marido, con la cabeza apoyada en su hombro. Mirados desde atrás sus siluetas armonizaban: grácil, y con la falda del volumen exacto la del doncel; alta y de espalda ancha, protectora, la del varón. Ambos llevaban el cabello largo, contraviniendo el varón las normas de etiqueta. Sin embargo, se le toleraba esta extravagancia por provenir del Gran Ducado de Finlandia.

Nadie en la corte del emperador Francisco José sabia cuales eran las normas de etiqueta de tan remoto lugar, incluso, si existía etiqueta en tan remoto lugar. La imagen que de las gentes de aquellos lares tenían los refinados donceles austrohúngaros era la del mujic ruso tal cual era en la época de Pedro el Grande: barbudos, mugrosos e incivilizados. Después de todo, eran súbditos del zar.

Barbudo si era lord Marco, pero lo demás no. Bailaba el vals como si hubiera nacido en Viena, y su conversación era de lo más interesante… excesivamente interesante, si había que dar crédito a los rumores de que pertenecía a la elite de los Norther Kings, esa poderosa logia que no apoyaba a ninguna potencia sino que se declaraba por la libertad.

En cuanto a lady Juha, cantaba como un ángel y era tan hermoso que el emperador consorte Sisi, en persona, lo había besado y alabado su belleza. Aquello, recién llegado a Viena, le había ganado invitaciones a más reuniones de las que podía asistir así como la envidia de muchos debutantes en sociedad con menos suerte.

Pero no permanecieron mucho en Viena. Viajaban de luna de miel, con planes de regresar hasta que tuvieran su primogénito. Desde aquella capital de provincia habían navegado por el mar del Norte y ya en el continente habían alternado entre el tren y el Elba para visitar las más hermosas ciudades del káiser, debiendo soportar los retrasos inevitables, hasta para los nobles, en la frontera entre Prusia y Austria, debido a los recelos que mutuamente se tenían ambos imperios.

Pero una vez admitidos en el imperio más decadente de cuantos se repartían el mundo quedaron deslumbrados. En su capital se bailaba el vals como si no hubiera un mañana… y tal vez no había.

En la cubierta del Má Vltava Juha suspiró. Cuando él mismo lo hacia, no podía reprocharle a aquel imperio vivir en la alegría, en la magnificencia, ignorando, o quizá olvidando, las miserias de la existencia. Si en todo momento se encontraba con el péndulo pendiendo sobre su nuca, mejor bailar el vals que angustiarse por el peligro. Disfrutar la vida, mientras esta duraba. Amar a su marido, mientras estaba a su lado. Besarlo, mientras sus labios aun fueran rojos.

-¿No se visten para la cena?

Otakar, un despreocupado capitán bohemio que se había autoproclamado su guía de turistas a lo largo de aquel crucero los saludó besando la mano de lady Juha. No perdía oportunidad de hacerlo.

-Esperaremos a que termine el crepúsculo, capitán. – respondió lady Juha, recargándose más en su marido.

-¡Ah! Es hermoso, como todo en mi patria. ¿Qué importa que los sables no puedan compararse como armas a los fusiles? – dijo, desenvainando ligeramente el suyo – Son muchísimo mas hermosos. 

-La belleza no surte demasiado efecto en los prusianos. – respondió lentamente lord Marco. No dominaba el francés tan bien como su esposo o el capitán.

-Conquistarán el mundo que merecen, y bailaran todos el paso de la oca. – en el rostro de Otakar se dibujo una expresión sombría, pero desapareció tan rápidamente como había surgido – Cuando el romanticismo llegue a su fin el último bohemio lo despedirá con la ultima copa de absenta.

De buena gana el capitán habría continuado importunándolos con su plática, pero unos amigos del casino lo requirieron por señas. Se despidió con otro beso a la mano que Juha apenas si estiró  y los dejo solos.

Es decir, más pasajeros paseaban por la cubierta, pero no hacían caso de ellos y viceversa. Juha disfrutaba de la silenciosa compañía de Marco, de su brazo firme que no se cansaba de sostenerlo, de su ligero olor a tabaco. Hundió el rostro en su pecho y lo abrazó por el torso. Un doncel feo que paseaba con su hijo los miró con desaprobación, pero ellos ni se enteraron. El paisaje los seguía envolviendo, cada vez más oscuro, rápidamente más oscuro. El malva se convirtió en violeta y el azul en negro reflejado en las aguas del río. Negro salpicado de motitas doradas, reflejos de las luces del vapor. Adentro, en el comedor flotante, la orquesta afinaba sus instrumentos con compases de Sobre las olas, reforzando la sensación de no estar en la realidad. Ojala todo en ese imperio fuera tan irreal como aparentaba, para que así Marco no estuviera en peligro.

 

***

Se habían casado en la primavera. Durante las largas noches del invierno fines Juha logró, al fin, persuadirlo.

Se habían conocido hacia más de un año en San Petersburgo, donde Marco atendía asuntos de la logia y Juha, en compañía de su tío abuelo doncel, daba los últimos toques a su refinada educación en una gran corte. Rápidamente cambio la etiqueta de provinciano (no se conformaba con venir de una provincia, sino que venia de la provincia de una provincia) por la de encantador. Los pretendientes los contaba su tío abuelo Vania por docenas, y entre ellos había ministros, generales y hasta un príncipe empobrecido. Pero el fue a fijarse en un caballero de su mismo país, con quien compartía la lengua materna y un gran sentido musical.

Fue amor a primera vista. Juha quedó prendado de Marco y luego de la primera velada que pasaron juntos decidió que se casaría con el. Se dedicó a cortejarlo, provocando que su tío abuelo se tirara de la peluca, pues cuando se había visto que fuera el doncel el que asediara al varón para lograr su conquista.

Temeroso de que su creciente audacia lo condujera a la deshonra, su tío abuelo lo despachó de regreso a Oulu con una compañía de piadosos monjes que llevaban en peregrinación el ícono de san Zósimo por todas las Rusias, asegurándoles que en aquella lejana pero rica ciudad portuaria hacia falta la ayuda de san Zósimo (y de todo el santoral), y que su sobrino les recompensaría generosamente por escoltar a ese ejemplar doncel que era su hijo.

Juha rabió, escribió a Marco que se fugaría con él, pero no recibió respuesta. Entonces lloró y se dejo llevar entre sahumerios y letanías, pero tan pronto llegaron al primer pueblo con servicio de posta fingió un arrebato extático y escapó mientras los monjes cobraban la entrada para venerar el ícono milagroso.

Se presentó muy temprano una mañana de primavera en la pensión de lord Marco, caracterizado de varón con un disfraz que no engañaba a un niño de pecho y que hizo al rubio vikingo reír hasta que le dolió la panza. Juha le dio un pisotón y se sentó muy digno en su saloncito.

Cuando el ataque de risa pasó Marco pensó seriamente en que hacer con ese hermoso doncel a quien amaba, pero no podía desposar. Puso a calentar el samovar y lo abordó apelando a su honra.

-¿Es que no piensas, hermoso mío, a lo que te expones presentándote así en casa de un hombre soltero?

-Si quisieras propasarte conmigo, no lo impediría. – aquella respuesta lo dejo boquiabierto – Sé que después me llevarías al altar para convertirme en tu legítimo esposo.

-No estés tan seguro… - lo probó poniéndole una mano sobre el muslo, muslo que el pantalón dejaba indecentemente apreciar.

Juha no gritó ni le quitó la mano. Marco acarició hasta arriba, hasta su cadera. Juha se puso tan rojo como su pelo pero no hizo nada. En el culmine del atrevimiento Marco le dio un beso en la boca. La inexperiencia que demostró el doncel lo tranquilizó acerca de su honra.

Haciendo un gran exfuerzo para dominarse a sí mismo separó sus labios de aquellos tan dulces y llevó la mano atrevida a su barbilla, levantándola para mirarlo a los ojos.

-¿Por qué me haces esto? Ya te he dicho que no puedo casarme.

-Y yo te he preguntado que porqué. – le recriminó - ¿Eres monje? ¿Estás casado ya? Ni las amigas del príncipe Anastasio saben nada sobre ti.

Marco se sintió tranquilo, pues, muchas veces, el más eficaz servicio de inteligencia eran las viejas chismosas. Sirvió el té del samovar silbante y miró a Juha pensativo.

-¿Qué vas a hacer conmigo? – Juha no soportó mas el silencio - ¿Vas a llevarme a casa de tío Vania?

Marco negó suavemente con la cabeza. Juha trató, sin éxito, de disimular su gusto, creyendo que lo mantendría con él.

-Tu tío ya no te recibiría en su casa. – le dijo - ¿Es que no te das cuenta que te has deshonrado? – terminó exasperado.

-¿Y que me importa la honra si ya perdí el corazón? – cogió la mano del varón – Te amo.

Y lo besó. El joven doncel le trasmitió tanta ternura con el roce de sus labios que lo hizo estremecerse. Marco lo cogió con fuerza y  se lo sentó en las piernas, de frente. Lo besó con ganas, acariciando esos muslos que yacían indecentemente a los lados de los suyos.  En aquel momento se sintió terriblemente tentado de poseer al irreflexivo doncel. Su cuerpo flexible parecía amoldarse a sus necesidades antes de que las sintiera. Separó sus labios, y miró su carita arrebolada, sus ojos en los que se leía la inocencia y la determinación.

Entonces se dio cuenta de que era el doncel más valiente de cuantos había conocido. Y de que no podía hacerle eso.

Murmuró unas palabras muy poco apropiadas para decir en presencia de un doncel y se lo quitó de encima parándose con violencia.

-Cuéntame que has hecho, a ver como podemos remediarlo. – ordenó. Con el corazón aun saliéndosele del pecho, Juha explicó su fuga. Cuando terminó, Marco dijo – Me parece que hay salvación: gracias a Dios nadie más sabe que estas aquí y viniste disfrazado de varón. Pondré en orden mis negocios aquí lo mas deprisa que pueda, y debo decirte que son muy importantes cuanto que son secretos. Pondré en orden mis negocios y luego te escoltaré hasta tu casa. – los ojos de Juha se iluminaron – Nos daremos prisa a ver si alcanzamos a los monjes, y si no, alquilaremos algunos por el camino: tienes que llegar a tu casa con escolta que garantice tu seguridad y chaperones que garanticen tu honra. Te entregaré con tu padre y luego me iré.

Dijo esto último con la mirada firme, mostrándose intransigente cuando, por dentro, se preguntaba si no lo escoltaba solo por permanecer a su lado.

*

Alcanzaron a los monjes de san Zósimo en Borodinskoye. Al ver al doncel pelirrojo cayeron de rodillas y entonaron la letanía Slvaska. Molesto, Marco se dirigió al prior.

-¿Cómo puede ser, padrecito, que hayáis perdido a una inocente criatura encomendada a vuestro cuidado? ¿Por qué no denunciasteis su desaparición a los gendarmes? ¿Por qué no lo buscasteis?

-¿Por qué habríamos de alarmarnos en vano? – replicó el venerable monje, cuya barba gris ceñía bajo el cordón - San Zósimo la arrebató, hijo. Cayó en éxtasis y luego en arrebato. Perdió el lastre de su carne mortal y nos acompañaba en espíritu, flotando arriba de las nubes, en compañía de san Zósimo y el resto de los bienaventurados. – abría las manos al cielo como Moisés al pedir que abrieran el mar Rojo - Confiábamos en que san Zósimo nos lo devolvería así como se lo había llevado, y así ha sucedido.  ¿No fue así? – preguntó, mirando ladino al doncel que sabia había tenido muchos arrebatos, y ninguno de ellos místico.

Marco tosió, reprochándose el haber argumentado contra un griego.

-Así fue, padrecito.

Así les convenía a todos que hubiera sido.

-Que niño tan santo. – dijo besando a Juha en la frente – Tu sostendrás el ícono bendito para que los fieles lo veneren.

Aquello quería decir que cobraría por ver al santo y al hermoso.

En Vyborg se sorprendieron de que los monjes, luego de muchas lágrimas, exhortaciones a la vida piadosa y limosnas para su orden, accedieran a quedarse sin el amparo de san Zósimo, donando su ícono milagroso a la parroquia. Y se sorprendieron todavía mas cuando, apenas perdida de vista la ciudad, sacaron un nuevo, único y original rescatado de la caída de Constantinopla, ícono milagroso.

*

Tres íconos y media docena  de tormentas después llegaron a Oulu con el honor de Juha intacto, mejor guardado por Marco que por los monjes. La remota ciudad portuaria, en el límite de lo que se consideraba habitable por seres humanos (arriba solo estaban los lapones y los que se fugaban para permanecer analfabetos) se alegró por la llegada de la comitiva, en especial de su más hermoso doncel. El padre, el papá y el hermano mayor, varón, de Juha se llevaron una grata sorpresa al verlo llegar, pues aunque tío Vania había telegrafiado a Helsinki, y de Helsinki habían mandado el telegrama a Oulu con el correo regular, ninguno de ellos conocía la clave morse, así que el papá uso el papelucho para encender la sauna.

Hicieron un generoso donativo a los monjes, que les aseguraban que tenían un santo en su hijo doncel, y los alojaron en su casa, la mejor, más grande y más caliente en el invierno de toda la ciudad. Alojaron también a Marco y lo obsequiaron con lo mejor de la casa, pues les parecía que pronto sería parte de la familia.

Juha aguzó el oído cuando su padre interrogó a Marco sobre su cuna, rentas y ocupación, pero este dio la misma escueta respuesta: era de noble linaje aunque sin alcanzar título y tenia un negocio de destilería en Kuopio.

-Sin embargo  - concluyó, mirando a Juha – he escoltado a vuestro hijo por pura caballerosidad. Y porque sentía nostalgia de mi país. En cuanto respire un poco del aire puro que baja de Impaviraa y beba las aguas de sus glaciares derretidos os daré las gracias por vuestra hospitalidad.

El padre se quedó con la pipa a medio camino de su boca, pues estaba seguro que el caballero sólo buscaba el momento más oportuno para pedirle la mano de Juha. Lo miró, pero este miraba al rubio haciendo pucheros.

-¿Os iréis con los monjes, caballero?

Los monjes habían externado su deseo de ir a evangelizar a los lapones, con el auxilio de su santo patrono, a pesar de las advertencias de la autoridad de que los lapones podían resultar peligrosos. Si supiera ese buenazo del alcalde que quienes habrían de cuidarse serian sus lapones.

-No, iré a Munich a negociar la exportación de mi vodka.

-Como gustéis… sois bienvenido en esta casa tanto tiempo como deseéis quedaros.

Y el tiempo fue mucho. Al partir de San Petersburgo Marco había asegurado, a sus hermanos de la logia y a sí mismo, que seria un viaje de ida y vuelta. Pero al llegar a Oulu se engañó con la nostalgia de la tierra, cuando lo que sentía era una tremenda negativa a separarse de Juha. Un día iba con él y su hermano a recorrer a caballo los campos de la familia, otro iban al puerto a ver los navíos que se preparaban para partir o hibernar…  En su indecisión cayó la primer nevada, decidiendo por él. El invierno llegó de pronto y con una violencia inusitada. La primer nevada fue una ventisca de cinco días que a punto estuvo de cobrar víctimas entre los desprevenidos leñadores.

Los monjes ya se habían ido con san Zósimo, y no fue hasta años después, cuando Marco y Juha llevaron con sus abuelos a los dos hijos que ya tenían, cuando se enteraron de que los monjes no solo sobrevivieron, sino que evangelizaron, fundaron un monasterio y pasaron a Suecia por la ruta de Hammerfest, siempre sahumeriando a su ícono milagroso.

 

Notas finales:

Next chapter coming soon! really soon! I swear it!

Interesados en adquirir un ícono de san Zósimo, único y verdadero ;) comunicarse conmigo por las vias ortodoxas.


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