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Bajo el signo de un destino aciago por Paz

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Bajo el signo de un destino aciago

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

By Paz

Capítulo Dos: Un tratamiento perturbador

 

Tal como habían decidido, a la mañana siguiente comenzaron a llevar a cabo primero los estiramientos, suaves y con el debido cuidado de no lesionar aún más la espalda.

Hana explicaba como eran los ejercicios y él los ejecutaba. Durante una media hora llevo a cabo todo lo que Sakuragi le pedía. Al cabo de ese tiempo, el dolor era un compañero fiel, si bien había conseguido relajar bastante la tirantez del músculo.

-Te conviene un baño caliente -dijo Sakuragi cuando concluyeron los ejercicios- Lo tendré listo en pocos minutos, tú vuelve a la cama.

Había realizado los ejercicios en el piso del dormitorio, así que solo tuvo que acercarse  al lecho y dejarse deslizar hasta alcanzar la almohada, se tumbo boca abajo.

Tal como le dijo, Hana le llamo diez minutos después.

-Si necesitas ayuda llámame –le dijo desde la puerta, dejándola medio entornada para poder escucharle. El bufido de Rukawa hizo asomar una sonrisa a sus labios.

 

 

Rukawa se movía despacio porque no quería castigar aún más su espalda, disfruto de su baño relajante reconociendo que Sakuragi tenía razón, lo necesitaba.

Veinte minutos más tarde apareció en la puerta del dormitorio, llevaba solamente una toalla enrollada a la altura de las caderas.

Sin esperar que se lo indicará se tumbo en la cama boca abajo, el pelirrojo tomó el frasco con el aceite de masajes  dejándolo al alcance de su mano, se arrodillo en la cama a horcajadas de Rukawa, con sus rodillas a la altura de las suyas, para poder realizar lo que le habían encomendado.

Sakuragi procedió a llevar a cabo un masaje suave. Era aquel el primer contacto sobre la piel de Rukawa, colocando las manos planas sobre la piel fue extendiendo el aceite sobre ella, realizando un movimiento de arriba hacia abajo, después cambio, lo inició hacia arriba de nuevo con las palmas abiertas y esta vez separando los dedos. Repitiendo la operación varias veces intercalando esta vez el masaje solo con las yemas de los dedos, sin apoyar las palmas de las manos y realizando una presión cada vez un poquito mayor. El aceite permitía que sus dedos se deslizaran suavemente a lo largo de su espalda, encontró algunos músculos tensos y los trabajó hasta sentirlos blandos, también masajeo la nuca y los hombros, para distensionar los músculos del cuello, un suave murmullo agradecido salió de los labios de Rukawa.

-Se siente bien, verdad?

-Tienes unas buenas manos –murmuró relajado por sus fricciones.

-Este Tensai es un genio. –su risa suave lleno la estancia. Sabía que tenía que tener seguridad en lo que estaba haciendo, o corría el riesgo de lastimarlo aún más, por eso mantenía un movimiento constante y seguro sobre la espalda.

Rukawa no se lo negó. La sensación era muy placentera.

Bajo las yemas de sus dedos sentía como su calor corporal aumentaba y cuando las desplazaba por su espalda cuidando especialmente la zona lumbar, que era donde estaba lesionado, deseaba que no acabara nunca.

Sakuragi nunca se explicó que le sucedió aquella tarde, pero de improviso como si no tuviera importancia, sus dedos  comenzaron a descender cada vez un poquito más hasta rozar el borde de la toalla que le cubría, descubriendo con cada movimiento un poco más de piel, que era tratada con suaves masajes, no supo en que momento sus masajes dieron lugar a las caricias, pero así fue. Sintió la necesidad de acariciarle y lo hizo.

Rukawa inmerso en el placer que sentía tampoco puso fin a aquella la situación. Solo sabía que era agradable sentir las manos de Sakuragi en su cuerpo.

Finalmente, Sakuragi se apartó y le tapó con una manta para que no se enfriara.

Fue a lavarse las manos para quitarse la grasa y después marchó a la cocina para preparar algo para comer.

Una hora después, con una bandeja en las manos, volvió al dormitorio. Rukawa dormía placidamente, casi le dio pena despertarle, más como hacerlo sin que él se liara a golpes con él.

Dejo la bandeja en el suelo y se sentó en la cama, levantando luego las piernas y quedando apoyado de costado mirándole. Se le veía tan tierno dormido, pensó.

Seguía boca abajo con el rostro ladeado, sus cabellos caídos sobre su cara, estiró la mano para apartarlos y llevado por un impulso que no refreno, acarició levemente esa mejilla que debido a los masajes aparecía sonrosada.

-Kitsune… -llamó sacudiéndole con suavidad el hombro.

-Quien me despierta… -hizo un movimiento que fue abortado por Sakuragi que le rodeo con sus brazos.

-Tranquilo… quieres lastimarte aún más? –preguntó junto a su oído.

Rukawa sintió un escalofrío al sentirle tan cerca suyo y su aliento cálido rozando su oreja.

Sakuragi le soltó y se volvió para recoger la bandeja.

-Hora de cenar… -anunció alegremente.

Rukawa se incorporó despacio, Sakuragi colocó hábilmente almohadones tras su espalda para que estuviera sentado en el lecho.

Él lo hizo frente al chico de ojos azules, con la bandeja en medio de ellos.

Sakuragi no intento hablar con Rukawa, sabiendo que este o no contestaba o la hacia con monosílabos. Así que se limitó a hablarle sin esperar contestación.

En los días siguientes solo hablaban lo imprescindible, si bien Sakuragi se pasaba todo el tiempo parloteando  sin cesar, Rukawa se acostumbró a oírle y llego un momento que comenzó a prestar atención a lo que decía.

Día tras día, efectuaban la misma rutina, por la mañana y por la tarde, estiramientos, baño de calor y masajes, al cabo de media hora de masajes, Sakuragi comenzaba a pasar las palmas de sus manos por toda su espalda, una y otra vez, al llegar a los hombros, bajaba despacio por sus brazos y volvía a subir, lo repetía un par de veces antes de darse por satisfecho, otras veces se colocaba a horcajadas sobre los muslos del chico moreno y sin apoyarse en él efectuaba sus rutinas.

Los dos sabían que aquella situación no podía durar mucho más de cuatro días, el reposo en cama más tiempo conllevaba la pérdida de fuerza en los músculos y podía dificultar su recuperación.

Al tercer día, Sakuragi amplió el campo de sus caricias, nunca se apresuraba sus movimientos eran sumamente lentos, sabía que le eran placenteros, pues escuchaba sus suaves gemidos. Su mirada se posaba acariciante sobre ese cuerpo de ensueño, cuyos músculos se amoldaban a sus fricciones.

Sakuragi untó sus manos con aceite y empezó a desplazarlas desde la parte superior de la espalda hacia abajo muy lento, masajeó o acarició, el principio de la separación de las nalgas, luego sus manos con las palmas abiertas se detuvieron unos segundos sobre ellas, sin presionar, simplemente posadas como si buscara adaptar sus caricias a ellas o esperando la reacción de Rukawa, solo una ligera sacudida de sus caderas y un leve suspiro que escapó de entre sus labios entreabiertos. Aquello le animó a seguir, sus manos fueron arrastrándose en dirección a las caderas, y volviendo a subir hacia arriba de la nalga, moviendo sus manos en círculos cada más amplios, como si estuviera midiendo la redondez de sus nalgas, hasta llegar otra vez al surco divisorio y volvía a bajar acariciando la cadera que se apoyaba en la cama. A veces acariciaba, a veces masajeaba, sus dedos abiertos lo más posible amasaban esos músculos prietos por el deporte.

Ambos actuaban como si nada fuera de lo normal acontecía en sus vidas, aunque a veces se quedaban mirándose cuando el otro no lo advertía.

Sabían que sus sentimientos habían sufrido un gran cambio, respecto a su compañero. No se negaban a si mismos que sentían algo especial, aunque ninguno de los dos había interpretado correctamente esa emoción que sentían.

 

Continúa…


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