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La eternidad para encontrarte por Rukkiaa

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Notas del capitulo:

Madre mía, con este fic estoy escribiendo los capítulos más largos de mi vida XDDD

Como prometí, aquí ya hay lemon ^^

Errores

Lo positivo de todo el asunto de Ace, es que éste había desaparecido sin dejar rastro. Y Zoro se recuperaba rápido dada su condición y los cuidados de Sanji.

Esa semana, en el instituto, les tocó en clase de Biología, hacerse cargo de un huevo y cuidarlo como si fuera un hijo. Era un trabajo por parejas, pero...

En la biblioteca.

-Sanji ¿por qué no has ido a clase?-preguntó Nami nada más cruzar la puerta.

-Asuntos de vampiros...¿se ha dado cuenta de mi ausencia el profesor?.

-Si, se ha dado cuenta. Me ha dicho que te diera ésto-dijo la chica extendiéndole un huevo.

Sanji miró el huevo con detenimiento-en cuestión de castigos, es bastante abstracto.

-No, es tú bebé-respondió la pelinaranja como si fuera lo más normal del mundo.

-Cada vez entiendo menos.

-Bueno, eso de que el sexo crea responsabilidades es algo que no acabo de entender-dijo Luffy- tienes que cuidar el huevo, es un bebé, tienes que darle seguridad y enseñarle los valores cristianos.

-No puedo hacerlo-dijo asustado el rubio-no sé cuidar las cosas. Maté a mi tamagotchi. Literalmente, me senté encima de el y se rompió.

-Lo harás bien-animó la chica.

-Si, lo único que me preocupa es...-dijo el moreno-¿cuándo les diremos que son adoptados?.

-Se lo pasaré a mi pareja-optó Sanji-¿quién me ha tocado?.

-Bueno, el número de estudiantes era impar, y no has aparecido, así que...-explicó Nami.

-¿Soy un padre soltero?.

-Yo me hubiera puesto contigo, pero Nami insistió tanto...teniendo gemelos no la iba a dejar sola.

-Tienes que cuidarlo Sanji, sé que puedes. Pero cuando te lo lleves a patrullar ten mucho cuidado-siguió la chica con sus advertencias-oye, Zoro puede ayudarte, puede ser como esos padres que pasan mucho tiempo fuera de casa.

-Si va a cazar con Zoro, dudo que se acuerde de su bebé huevo-dijo Luffy desanimado.

-Por favor, como si para Zoro y para mi no hubiera nada más en el mundo cuando estamos juntos. Despierta.

Esa misma noche, en el cementerio. Un rubio y un peliverde no podían dejar de besarse apasionadamente.

-Deberíamos...-dijo Sanji entre beso y beso.

-Lo sé-dijo el otro continuando con lo que estaban haciendo.

-Ésto no es una caza en el sentido clásico. Vamos a dejarlo.

-Tienes razón-y volvieron a la carga.

-Vale.

-Vale.

Por fin lograron separarse y andaron un poco.

-¿Ves algo?-preguntó el ojiazul.

-No.

-Bueno, hemos cazado suficiente-y otra vez a los besos-¡espera!-hizo un alto-¡mi bebé!.

-¿Tu qué?-se alarmó Zoro.

-Menos mal, está bien-dijo el rubio sacando el huevo del bolsillo de su chaqueta-me hubiera puesto la ropa perdida de entrañas si se hubiera roto-aclaró.

-¿Llamas bebé a un huevo?.

-En realidad lo llamo HueBerto. Ya sabes, de huevo y de Roberto. Dile hola.

-No puedes hablar enserio.

-Es un trabajo de clase. Tenemos que cuidarlos para ser responsables de nuestros actos. Concretamente, para aprender que si practicamos sexo, nos convertiremos en gallinas ponedoras-aclaró.

-Por ahora sigue vivo, aunque me parece que tenerlo en un bolsillo no es demasiado seguro.

-Vaya, eres más responsable que yo...creo que ya va siendo hora de que te diga que HueBerto y yo estamos buscando otro progenitor para él-puso ojito de súplica acompañado de sonrisa adorable.

-¿Me estás pidiendo que sea el otro padre de tu huevo?.

-Lo sé. Este trabajo es una estupidez. Como si realmente estuviera pensando tener niños pronto. Puede que algún día en el futuro, cuando haya vivido, pero ahora tener niños sería demasiado para mi.

-No sé, yo no...es que verás...no...no puedo-dijo incómodo el peliverde.

-Bueno, no te preocupes. Sé que hay montones de cosas que los vampiros no pueden hacer, como ser socorristas de playa, voluntarios de la cruz roja o...tener pequeños vampiros-una parte de él se decepcionó un poco.

-Así que no piensas en el futuro.

-No.

-¿De verdad no te importa lo que pase dentro de un año?¿o dentro de cinco?.

-Zoro, cuando imagino el futuro, solo te veo a ti. Tu eres todo lo que deseo.

-Conozco esa sensación-añadió antes de besarle nuevamente.

Los días continuaban su curso. Por fortuna, el trabajo del huevo salió mejor de lo esperado. Y quedaban pocos días para el cumpleaños de Sanji. Cumpliría diecisiete años.

Una mañana, el día previo al cumpleaños, y antes de empezar las clases en el instituto, Sanji mantenía una conversación con Nami.

-He estado pensando-dijo el rubio mientras se fumaba el primer cigarrillo del día-en lo mio con Zoro. Todo está pasando muy deprisa, pero la verdad es que no me disgusta que sea así.

-¿Qué quieres decir?.

-Que he estado pensando en el siguiente paso.

-¿Enserio?¿y lo has hablado con él?, quiero decir, ¿él sabe que tú...?

-No sé, es bastante listo y yo creo que sí, que él también quiera. En realidad lo lleva muy bien.

-Claro que sí, porque es un tío guay, él nunca...ya sabes.

-¿Presionaría?.

-Exacto, no es de esos-defendió la pelinaranja.

-Nami, ¿qué voy a hacer?.

-¿Qué quieres hacer?.

-No lo sé...no es cuestión de lo que yo quiera hacer. No hay que dejarse llevar por los impulsos.

-Es cierto.

-Pero si no lo hago...¿y si nunca vuelvo a sentir esto?.

-Carpe diem.

-¿Qué dices de carpa?-preguntó confuso el rubio.

-Carpa no, carpe. Significa 'aprovecha el momento'.

-Ya...-se quedó dubitativo unos instantes-creo que voy a hacerlo. Aprovecharlo. Creo que llega un momento en el que es inevitable aprovecharlo.

-Caramba-la chica alucinaba-caramba-sonó el timbre que anunciaba el inicio de clases-caramba...

-Si.

Ace, a pesar de que todos lo daban por desaparecido del mapa, se preparaba para atacar en las sombras. Se había mudado a una fábrica abandonada de la ciudad. Y tenía a sus lacayos trabajando en un asunto que le entusiasmaba.

Y llegó el día del cumpleaños.

-Tenemos que ir de compras por tu cumpleaños, no lo olvides-le dijo Zeff nada más poner un pie en la cocina y servirse su acostumbrado café mañanero.

-¿Crees que voy a perderme la oportunidad de vaciarte la cartera?, ni hablar.

-¿Te sientes diferente al cumplir diecisiete años?.

-Es curioso que me preguntes eso, esta mañana me he levantado más responsable, maduro y equilibrado.

-¿De veras?, que extraño.

-Y solo me queda un año para poder sacarme el carnet de conducir-dijo con una amplia sonrisa.

-Tu al volante, miedo me da.

A lo que Sanji era ajeno, era que sus amigos le tenían montada una fiesta sorpresa para esa misma noche.

Y a la hora prevista, Nami, con la excusa de una noche cualquiera en el Baratie, acompañó a su rubio amigo, haciéndole creer a éste que solo se encontrarían con Luffy como de costumbre.

Pero antes de poder entrar al local, Sanji se dio cuenta de que en un callejón cercano, unos tres vampiros se hacían con un misterioso objeto. Se enzarzó en una ardua pelea y se quedó con el mencionado elemento, que se encontraba en una especie de urna de madera.

Cuando por fin entró en el club, sus amigos le dieron la sorpresa. Estaban Robin, Luffy y Zoro. Los dos primeros con gorritos coloridos de papel.

Y a pesar de ser una fiesta, lo primero que hicieron fue abrir la urna para ver su contenido.

Era un brazo, como recubierto por una armadura. Muy antiguo. Entonces el brazo se movió solo y se abalanzó al cuello de Sanji, ahogándolo con fuerza.

Zoro consiguió soltarlo y volvieron a cerrar la urna.

-Es un regalo muy original que hacerle a un cazavampiros que tiene de todo shishishi- dijo Luffy que siempre tenía que hacer uno de sus comentarios.

-Santo cielo...Sanji ¿te encuentras bien?-preguntó Robin.

-Que fuerza más increíble tenía-dijo el rubio, aún recobrando el aliento.

-¿Qué era?-cuestionó Nami.

-No es posible...él no haría eso-dijo Zoro.

-¿Quién?¿quieres que lo adivinemos o nos lo vas a contar?- volvió a intervenir el moreno.

-Existe una leyenda, muy anterior a mis tiempos. Sobre un demonio que venía a la tierra para liberarla de la plaga de los hombres. Para separar los buenos de los malos y quemarlos. Le llamaban 'El juez'.

-¿El juez?¿y es éste?-preguntó Nami.

-No entero.

-¿No podéis explicaros mejor?-pidió Sanji.

-No pudieron matarle ¿verdad?-Robin se dirigió a Zoro- enviaron  a todo un ejército contra él, y casi todos murieron, aunque finalmente consiguieron desmembrarle, pero no matarle.

-Sus miembros fueron enterrados en distintos rincones de la tierra-continuó Zoro.

-Ha sido Ace, esos vampiros eran secuaces suyos-dijo el rubio convencido.

-Está bastante loco para hacerlo-dijo el peliverde- para crear el apocalipsis.

-Tenemos que sacar esto de la ciudad-dijo Robin- Zoro, tienes que hacerlo tú, tu eres el único que puede protegerlo.

-¿Y yo qué?-preguntó Sanji al que no le gustaba la idea de exponer a su novio a esa situación.

-Tu no puedes estar fuera durante varios meses.

-¿Meses?-se alarmó más.

-Tiene razón, tengo que llevar esto al lugar más remoto posible.

-Eso no lleva meses.

-Puedo coger un barco de carga y...

-¿Sabes que esos aparatos que vuelan ahora son más seguros que antes?.

-No puedo volar, ¿cómo voy a protegerme de la luz del día?. A mi tampoco me gusta tener que hacer esto Sanji-dijo apenado el vampiro-pero no tengo más remedio.

-¿Cuándo?.

-Esta noche-eso sentó al otro como un jarro de agua fría-lo antes posible.

-Pero...es mi cumpleaños.

No podían perder más tiempo. Robin les llevó en su coche al muelle.

Sanji acompañó a Zoro hasta la pasarela del barco, para despedirse.

El vampiro dejó la urna en el suelo junto a el, y cogió dulcemente las manos del rubio.

-Ha llegado el momento de decir adiós-dijo apesadumbrado.

-Está bien-estaba muy compungido también.

-Volveré, te lo prometo.

-¿Cuándo?,¿dentro de seis meses?¿un año?, no sabes cuanto vas a tardar, ni siquiera si...-bajó la cabeza.

-Eh- Zoro le cogió de la barbilla con delicadeza y le obligó a mirarle a los ojos-ni siquiera ¿qué?.

-Por si no lo has notado, hay alguien que quiere vernos muertos.

-No pasará nada.

-Eso no lo sabemos.

-No podemos saberlo Sanji, nadie lo sabe. Así son las cosas-rebuscó en su abrigo y sacó una pequeña bolsita de terciopelo oscuro-tengo algo para ti, por tu cumpleaños. Iba a dártelo antes, pero...-se lo mostró. Se trataba de un pequeño anillo de plata, formado por un corazón que sujetaban dos manos y sobre éste, una corona.

-Es precioso-dijo el rubio emocionado.

-Cuando yo era humano, en mi familia, regalaban este anillo como signo de devoción. Es un anillo Claddagh. Las manos simbolizan la amistad, la corona simboliza la lealtad y el corazón ...bueno, ya sabes. Póntelo con el corazón hacia ti, eso significa que perteneces a alguien-añadió y sonrió. Mostrando al otro que él llevaba uno exactamente igual en la mano derecha-así. Póntelo.

El chico hizo lo propio-no quiero que te vayas.

-Yo tampoco.

-Pues entonces quédate.

No contestó. Simplemente le besó.

Pero fueron interrumpidos por unos cuatro vampiros que mientras les distraían, uno de ellos se hacía con la urna.

Se deshicieron de ellos lo bastante rápido como para seguir el rastro del que había huido, pero cuando llegaron al escondrijo de Ace, ya El juez estaba completamente formado y vivo.

Y para su desgracia, fue capaz de detectar su presencia a pesar de estar escondidos. Por lo que varios vampiros los sujetaron, evitando que se pudieran escapar.

-Vaya, vaya, mirad quienes han venido-dijo Ace contento cuando los tuvo frente a el-los aguafiestas.

-Seguro que habías perdido nuestras invitaciones-dijo Sanji forcejeando con sus captores.

-¡Dejadle en paz!-ordenó Zoro también intentado zafarse.

-Si, lo haremos, pero pídelo por favor- Ace se estaba divirtiendo.

-El chico...-dijo El juez, refiriéndose a Sanji.

-Escalofriante ¿verdad?, está tan lleno de buena voluntad-contestó el vampiro moreno.

-¡Mátame a mi!-gritó Zoro para llamar la atención del demonio-¡mátame a mi en vez de a él!.

-¡No!-chilló el rubio.

-¿No te das cuenta de la situación amigo?, no hay sustitución-aclaró Ace- primero uno y luego el otro. Y si te mata a ti primero, no podrás ver morir al cazador.

El juez se acercaba a Sanji, pero éste le dio una fuerte patada, lo que benefició que pudiera liberarse. Zoro hizo lo mismo y ambos huyeron.

Fuera llovía copiosamente. Ambos estaban empapados y no podían dejar de correr o les podrían atrapar.

Pero finalmente, se refugiaron en casa del vampiro.

-Estás temblando-dijo Zoro preocupado, abrazando al chico.

-Tengo frío.

-Voy a buscarte algo-se acercó a un armario y sacó un par de prendas de ropa de su propiedad-ponte esto-dijo tendiéndosela al otro chico-métete en la cama para entrar en calor.

Sanji obedeció y se sentó en la cama. Tenía la ropa pegada al cuerpo.

Empezó a desabotonarse la chaqueta, y al quitársela notó un dolor en la espalda- ungh.

-¿Qué?-Zoro se preocupó.

-No es nada, creo que me he hecho una herida.

-¿Puedo...?, déjame verla-se sentó a su lado y el otro se posicionó para que le viera con comodidad.

La camisa del rubio se había rasgado a la altura del omóplato, lo que dejaba ver una pequeña herida en ese lugar. Zoro lo tocaba como si fuera el objeto más frágil del universo. Con extrema delicadeza-no es nada-dijo-se te curará enseguida.

Sanji entonces lo miró y se recostó sobre su hombro-hoy casi te matan.

Zoro le rodeó, abrazándole-a los dos.

-Zoro...siento que te he perdido. Tienes razón, no podemos estar seguros nunca.

-Shh...yo...

El rubio, decidido, volvió a colocarse de cara al otro, para mirarle a los ojos-¿qué?.

-Te amo...lo siento, no puedo evitarlo.

-Yo también y tampoco puedo evitarlo.

Empezaron a besarse, cada vez con más pasión.

Estaba claro lo que iba a ocurrir. Sanji ya lo había decidido. Iba a entregarse a Zoro sin reservas y sería esa misma noche. El mismo día en que cumplía diecisiete años. No estaba nervioso. Sabía que el vampiro sería cuidadoso y atento, puesto que siempre le había demostrado que no quería causarle ningún tipo de dolor ni sufrimiento alguno. No podía pensar en nadie mejor con quien tener su primera vez. Puesto que dudaba que llegase jamás a querer a nadie como quería a Zoro.

El vampiro por su parte, estaba ansioso a más no poder. Hacía demasiado tiempo que no tenía relaciones, aunque la última persona con quien las había tenido, era precisamente con quien las tendría ahora. Temía ser demasiado rudo, dada su ansiedad, pero también sabía que debía ser delicado puesto que era la primera vez para ese chico. Confiaba en no perder el hilo de raciocinio que le quedaba.

La piel de Sanji, pese a la humedad que le había otorgado la lluvia, estaba muy caliente, sobretodo en contraste con la del otro. Ambos seguían sentados sobre la cama. Besándose. Las manos del vampiro permanecían en la nuca del más joven, posesivo. Y las del rubio en su cintura. Que ya no temblaba un ápice.

Zoro, con un leve impulso corporal, obligó al otro a recostarse sobre la colcha, quedando debajo de si.

-Sanji...yo...si seguimos con esto, no creo que sea capaz de parar-intentó decir con algo de cordura por un instante.

El chico, como toda respuesta, volvió a besarle, y ya no hubo palabras.

Las manos de Sanji recorrían la espalda del peliverde, por encima de la camisa todavía empapada. Zoro comenzó a besarle el cuello con suavidad. Podía sentir a la perfección los rápidos latidos de su corazón. El exquisito y embriagador aroma de su cuerpo y sobretodo, el agradable tacto de su piel. Como había extrañado tenerlo entre sus brazos así.

Quería más. Por lo que continuó desabotonandole la camisa, que terminó cayendo en algún punto del suelo. Al igual que las prendas que le había dado al rubio para cambiarse.

La tersa piel del torso del joven se mostró ante él. Un cuerpo perfecto y bien formado, producto de los arduos entrenamientos. Sanji se dejaba hacer, a la vez que gemía con cada contacto del otro sobre su piel. Excitado de solo ver la lujuria en los ojos del vampiro que lo contemplaba encima de el.

Acto seguido el peliverde se deshizo de los pantalones del otro, que corrieron la misma suerte que lo demás. Al igual que la ropa interior. Sanji, evidentemente, ya tenía una notoria erección, que Zoro se ocupó de atender. Se posicionó entre las piernas del rubio y se llevó el miembro de éste a la boca.

El ojiazul no pudo evitar dar un leve grito de placer. Jamás había sentido nada como aquello. La lengua del vampiro le estaba haciendo gozar como nunca. Tuvo que taparse la boca con el puño para evitar que le oyera todo el edificio. Entonces, cuando ya no creía poder sentir algo mejor, un escalofrío le recorrió el cuerpo de pies a cabeza. Y una sensación imposible de describir le embargó. Por un instante sintió que flotaba y nada le sujetaba sobre la tierra.

Zoro lo observaba complacido, mientras el chico intentaba recuperar el aliento. Su propia hombría palpitaba frenéticamente, rogando por entrar de una vez en el rubio, y poder saciarse por completo de el.

-Zoro...ha sido...

-Sanji, no te asustes-dijo entonces. Se llevó un dedo índice a la boca, lo ensalivó y con cuidado lo introdujo en la prieta entrada del rubio, que dio un leve respingo de sorpresa.

-¿Qué...?-fue lo único que atinó a decir.

-Debo prepararte, o te dolerá-el peliverde seguía con la tarea.

-Vamos Zoro, soy el cazavampiros, no es necesario, lo soportaré.

-No te hagas el duro, es tu primera vez y...

El rubio se incorporó, sentándose y dejando al otro a medias en lo que estaba haciendo. Entonces, Sanji dirigió su propia mano a la entrepierna del vampiro y la masajeó levemente-hazlo Zoro- dijo en un tono de voz, que fue el tijeretazo necesario para cortar el hilo de razonamiento que le quedaba al peliverde.

Empujó al rubio sobre la cama nuevamente para que se tumbara y volvió a colocarse donde estaba. Alzó las piernas del más joven, las posicionó sobre sus hombros y buscó la pequeña entrada.

Cuando comenzó a penetrar al chico, creyó que se volvía loco. Sanji no mostraba dolor alguno, no sabía si era porque se hacía el fuerte, o porque realmente no le estaba haciendo daño. Por si las moscas, cuando estuvo por completo dentro del rubio, no se movió. Sentía como le invadía el calor interno del otro y la placentera estrechez.

Continuaba quieto. El otro debía dar el primer paso, cuando estuviera listo para seguir.

Sanji sudaba. Su piel brillaba bajo la tenue luz de la habitación. Claro que sentía dolor, pero también era orgulloso. Él le había dicho al vampiro, casi le había ordenado que lo penetrase y ahora sufría las consecuencias. No había contado con el grosor del miembro del otro y su propia inexperiencia. Pero se trataba de Zoro. Zoro. El hombre que amaba con todo su corazón. Este era un momento único y especial. El dolor desaparecería, desaparecería si se movía.

Así que lo hizo. Empezó a mover levemente las caderas, aunque seguía notando los dolorosos pinchazos que llegaban desde su entrada. Zoro, en cuanto se percató de que Sanji ya estaba listo, comenzó a moverse también. Las penetraciones eran lentas al principio, pero en cuanto los movimientos del otro fueron más rápidos, él hizo lo mismo.

Ya por fin, ambos lo estaban disfrutando. Y más tarde de lo que el vampiro pensaba que aguantaría, dado su largo periodo de sequía sexual, llegó el clímax para ambos. Zoro salió de Sanji y lo abrazó con cariño. Agotados, se dejaron llevar por el sueño.

Todavía era de noche. La lluvia no había cesado, y un trueno resonó fuertemente.

El peliverde despertó sobresaltado. Los brazos del rubio rodeaban su cuerpo. Dormía plácidamente. Y de pronto, alguien repiqueteó en la puerta.

Zoro se levantó nervioso. Algo no iba bien. Lo intuía.

Al abrir la puerta.

-Hola Zoro-dijo Crocodile sonriente y sosteniendo un puro encendido en la mano derecha.

El primer impulso del peliverde, fue cerrarle la puerta en las narices, pero hacerlo sería una locura. Aunque si veía a Sanji durmiendo, éso sería terrible. Lamentablemente, nada de lo que hiciera tenía importancia.

La sonrisa del otro se amplió-ya veo que los rumores eran ciertos. Hueles a humano por todas partes-dio una calada al puro y exhaló el humo-ya sabes lo que pasa si te portas mal Zoro-dijo con calma.

-¿Has venido tu solo?-tal vez contra uno si tuviera oportunidad, al menos en colaboración con el rubio.

-Hemos venido los cuatro, Ace nos llamó.

-Como no-dijo enfadado, debía habérselo olido.

-Está preocupado por ti-negó con la cabeza-no deberías repetir los mismos errores Zoro. Tenías que haber aprendido algo de la última vez. Aunque ésta es peor...¿el cazavampiros?¿con un vampiro?, tendríamos que matarte a ti.

Zoro, claro ésta, prefería esta opción.

-Pero...-continuó el otro-te daré a elegir esta vez. O lo matamos nosotros...o lo matas tú-añadió complacido y comenzó a alejarse de la puerta.

-Lo mataré yo-dijo Zoro antes de que el otro desapareciera de su vista.

Cuando Sanji despertó, ya eran las diez de la mañana y Zoro no estaba a su lado. Extrañado, se frotó los ojos y echó un vistazo a su alrededor. Cogió su ropa desperdigada del suelo, se vistió y fue a su casa.

Intentó entrar sigilosamente, pero Zeff le pilló.

-Buenos días.

-Buenos días-el rubio puso cara de no haber roto un plato en su vida.

-¿Qué?¿te divertiste anoche?.

-¿Qué?-cuestionó asustado.

-En casa de Nami-aclaró su abuelo.

-Si, si, lo pasé muy bien, es muy divertida.

-¿Tienes hambre?.

-No, voy a ducharme.

-Si te das prisa te llevo al instituto.

-Gracias.

Zeff le miró como si le escudriñara-¿te ocurre algo?.

-No, ¿por qué lo dices?.

-No sé, pareces...-no terminó la frase y fue a la cocina sumido en sus pensamientos.

En la biblioteca ya se encontraban Nami y Luffy. Sus amigos estaban preocupados porque no habían tenido señales del rubio desde que se había marchado de la fiesta con el vampiro.

-¡Sanji!-gritó Nami al verlo aparecer por la puerta.

-Pensábamos que tendríamos que rescatarte-dijo el moreno.

-¿Dónde está Zoro?-preguntó Robin.

-¿No ha hablado con vosotros?-ya el ojiazul empezaba a mosquearse.

-No. ¿Qué ha pasado?-cuestionó la vigilante.

-Ya El juez está activo. Llegamos tarde-aclaró el cazavampiros.

-Maldita sea.

-Casi nos matan a Zoro y a mi.

-¿Por qué no nos llamaste?-Robin y su faceta maternal.

-Tuvimos que escondernos. Nos metimos en las alcantarillas, y allí le...perdí de vista. ¿No habéis sabido nada de él?-mintió.

-Seguro que aparecerá-dijo Nami tranquilizadora.

-Si, tienes razón.

-Sanji, El juez, debemos detenerle-siguió Robin.

-Lo sé.

-¿Qué puedes contarnos?.

-No mucho. Le golpeé, fue como una fiebre repentina. Como me ponga la mano encima...

-Pronto no le hará falta ni tocarte, se está haciendo muy fuerte y podrá reducirnos a cenizas con una mirada-la morena estaba asustándose.

-Además, no es precisamente muy guapo.

-Voy a seguir investigando a ver si encuentro su punto débil. Los demás iros todos a clase.

-Sanji espera-le interceptó Nami en cuanto salieron de la biblioteca-a Zoro no se le habrá ocurrido ir tras El juez ¿verdad?.

-No, no haría una tontería así. Es posible que necesitara...no sé. Podía haberse puesto en contacto conmigo, necesito hablar con él.

Ace leía tranquilamente en un raído diván de su escondrijo. El juez estaba tardando en recuperarse más de lo que pensaba y se aburría.

Alguien entró entonces y se abalanzó encima de él. Recibiendo un puñetazo en el lado derecho de su rostro que le hizo caer del asiento.

-Zoro...-dijo sorprendido.

-¡Maldito bastardo!¡¿por qué los llamaste?!.

-Solo quería ayudarte, lo de enamorarse de humanos está mal, estás enfermo.

-¡Te mataré!-el peliverde estaba que no cabía en si de la ira y lo sujetaba por la solapa del abrigo.

-Confirmas mis palabras. Mira como te pones ahora que sabes que los días del cazavampiros están contados. Te vas en contra de los tuyos.

-Nadie va a matar a Sanji-dijo convencido.

-Tendrás que hacerlo, Crocodile me dijo que tú...

-Te salió mal la jugada porque yo no mataré a Sanji, haré que él me mate a mi, se acabará el problema de nuestra relación y no tendré que volver a pasar por el insufrible dolor por la pérdida.

-¿Y cómo vas a hacer eso?, el rubito se desvive por ti.

-Haciendo que me odie.

Continuará...

Notas finales:

El anillo Claddagh existe claro.

Es éste: http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Ring-of-claddagh.jpg

Gracias por los comentarios. Mil gracias. Y a la gente que lo lee también. Espero que os guste.


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