Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

~In the Moonlight~ por Matsusato Yin

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Como Sabreis... Gravitation No Me Pertenece A Mi... Sino A Murakami Maki-sama... Yo Solo He Tomado A Estos Dos Personajes Para Llevarles A Cabo Una Historia Carente De Sentido...

Yin: Si Gravitation Fuera Tu Manga... Seria Algo Mil Veces Mas Pervertido...

Yo: Y Con Bondage...

Notas del capitulo:

"Aun cuando todo parezca un sueño... puedo sentirte...

Quiero sentirte mas..."

 

Bien, Dejemos A Mi Imaginacion Volar Con Esta Cosa Mal Hecha...

Espero Les Agrade, Si No, Estoy Dispuesto (Y Dispuesta) A Recibir Todas Las Bombas Asfixiantes, Cuchillos Y Venenos Que Me Quieran Administrar...

Solo, Les Ruego, Armas De Fuego No... Son Vulgares...

Tus frías manos me llenan de insípidas caricias. Sean como sean, las amo. Sin mucha espera, me tomas entre tus brazos, levantándome del sillón rojo individual que con mucho esfuerzo logre comprarte. Sé que hubieras preferido uno azul, o negro, pero ya nada se puede hacer. Me llevas a tu cama sin despegar tus hermosos labios de los míos, y, cuando lo haces, es porque me arrojas a esta. Me duele un poco, pero soporto todo a cambio de que me ames.

     Me quitas la camisa y yo desabrocho tu pantalón. Noto como tu erección ruega por salir y rio un poco. Que rápido te excitas. Me ves algo molesto y te montas sobre mis caderas, tomando mis muñecas, mientras me cuestionas por el motivo de mi risa. Tu fuerza es demasiada y una de mis muñecas comienza a doler. Me sonríes con esa mueca característica en ti, llena de misterio, locura, perversión… y me hago ilusiones de que de amor está llena también. Me recitas esa promesa que siempre cumples: “te partiré en dos del placer que sentirás”.

     Mis mejillas se encienden. Esta vez eres tu quien se ríe y tu bella demencia empieza a salir. Amas verme sufrir, y aunque tu frialdad me mata, es aquello que más me gusta. En un hábil movimiento me arrancas el short, un regalo que me dio Hiro hacia algunos meses, en mi cumpleaños. Lo rompes. ¿Serian celos los que te orillaron a hacerlo? Me desvistes por completo cuando asaltas mi ropa interior. Te gusta ver mi cuerpo desnudo y te burlas de él, comparándolo con el de una chica. Tomas mi cabello y lo halas, arrastrando mi boca hasta tu cintura. Te sientas con las piernas abiertas en la cama y me señalas que saque tu miembro.

     Qué pena. De todo el acto sexual, probablemente hacer eso es algo de lo más vergonzoso. Me acerco a tu rostro, diciéndote con la mirada que me niego a hacer tal cosa. Te enojas y me empujas, lo sacas tu mismo y me vuelves a acercar a ti tomándome de la barbilla. Me pones en cuatro, con mi cara hacia ti. Me fuerzas a abrir mi boca, alegando que será como cantar una nota larga.

     No pensé en ese momento que una nota larga necesitaba no tener interrupciones en mi garganta.

     Entonces, metes tu extremidad en mi boca. Mueves mi cabeza al compas de un ritmo que tú mismo inventaste, solo con el fin de producirte más placer, aunque la punta de tu pene me cala en la garganta y saca lágrimas de mis ojos.

     Resbalas una mano por mi espalda y llegas a mi trasero. Juegas un poco con él, produciendo escalofríos que llegan hasta mi nuca. Aun con una sola mano, me sigues obligando a mi tarea oral, mientras uno de tus juguetones dedos se introduce sin piedad en mí entrada, seguido de otro. El dolor me hace morderte. Como respuesta, retiras y metes tus dedos en mi, al tiempo que aceleras el movimiento de mi cabeza alrededor de tu miembro.

     Las lágrimas se revuelven con las gotas de helado sudor que emanan de mi piel. Dejas tus dedos dentro de mí y los abres en forma de tijeras. Te ríes de mi dolor y sueltas mi cadera, no después de haberte venido y llenar mi garganta de tu amarga y espesa sustancia que me apresuro en tragar.

     Mi entrada palpita, sintiendo como tus dedos se abren, pues intentan hacer espacio para tu rigidez. Me volteas, dejando mi rostro hacia la pared y mi entrada, aun con tus dedos dentro, frente a ti.

     Te das cuenta de mi sexualidad y con tu mano libre comienzas a masturbarla, logrando sin mucho esfuerzo sacar fuertes gemidos de mis labios. Aferro mis manos a las sabanas que cubren tu distendida cama, y cierro mis ojos evitando ver todo aquello que hacer conmigo. De seguro adviertes esto, y te hincas, tomando mis caderas, pues solo siento el movimiento que me arrastra hacia ti, hasta introducirte dentro mio, aflojando de mi boca un agudo grito con exceso de placer.

     El dolor, en efecto, me parte en dos. Aun mas aferrado en mis lamentos, metes en mi estreches, ya ocupada por tu pene, uno de tus dedos, luego otro, y siento como todo se desgarra dentro de mí, y como en un flash veo sangre caer a las blancas sabanas.

     Mis gritos inundan la habitación. Me dices, al igual que siempre, lo que se siente estar en mí. Me embistes una y otra vez, aumentando tu velocidad, rehaciendo heridas ya curadas antes.

     Te vienes al mismo tiempo que yo. Tu mano se llena de mí, mientras que tú te quedas en tu lugar hasta haber sacado todo, logrando que tu semen rodara por mis piernas.

     Tu amarga sustancia me quema. Se mete en mis heridas y me retuerce por el ardor. Lames tu propio semen que ha caído en mis piernas hasta llegar a mi entrada y te sacias de ella.

     No le das descanso a mis jadeos. Mis puños se cierran y carente de voluntad encajo mis uñas en la carne de mis palmas. Siento que se abren pero es algo que no me importa, hasta que me doy cuenta de que se empiezan a llenar de líquido rojo.

     Mi espalda se moja, y con razón, pues tu lengua la empieza a recorrer toda, llegando a montarte sobre mí, dándome pequeñas mordidas en el cuello y buscando mis pezones mientras acaricias mi pecho.

     Estoy agotado, y sin embargo tú pareces el hombre con más vitalidad del mundo, nunca satisfecho. Pellizcas mis pezones y los haces endurecer al instante, mientras la poca sangre que queda en mi cuerpo sube a mis mejillas haciéndolas sonrojar.

     Me volteas, acostándome en la cama. Te subes arriba de mí y besas mi cuello suavemente, con cuidado, dejando pasar todo aquel sufrimiento que me causaste apenas y hacia unos minutos.

     Masajeas mis caderas con una tranquilidad que pocas veces te he conocido. Intentas sonreírme, y acierto a hacerlo también, con timidez, pues mis fuerzas ya no dan para tanto. Te levantas y cierras tu bragueta. Caminas hacia mí y me acomodas en mi lecho tal y como lo hace una madre cuando acuesta a su pequeño de tres años. Me sonríes de nuevo, con una melancolía que no logro comprender, y me cobijas con las sabanas. Acaricias por ultimo mi rostro y me besas.

     Pocas veces me habías besado así, un beso que estaba lleno de dulzura, amor, sinceridad… y… ¿tristeza?

     ¿Por qué tristeza?

     Me pides disculpas con un dejo de angustia en tus palabras. ¿Por qué lo haces?: es lo que me pregunto en mi mente y te pregunto al mismo tiempo, en voz alta. Sales de la habitación, y antes de cerrar la puerta, te volteas hacia mí, y me dices: “Por dejarte”.

     La puerta se cierra mientras tú te vas.

     Grito tu nombre sin poder levantarme por el dolor que me ataca, mientras lagrimas tan gruesas como mis dedos caen de mis ojos.

     La atmosfera se empieza a destruir. Escucho tu voz mezclada con mis lamentos. De un momento a otro, veo el techo de una sala. Es blanco. Las paredes son color crema y el amplio sillón en que estoy acostado es azul marino.

     Mi rostro y mi pecho están llenos de sudor y moja mi camisa de tirantes que utilizo como pijama. Aprieto mis manos en torno a las cobijas que descansan en mis piernas. Me levanto agitado en lo que unas finas lágrimas comienzan a salir de mis ojos. Llego a tu habitación y abro la puerta.

    Grito tu nombre. Nadie responde. Entre mi nublada vista alcanzo a ver las sabanas distendidas y manchadas: sangre y semen.

    No quiero. No quiero. ¡No quiero!

    En ese momento, recuerdo todo. Aquello que soñé no era un sueño. Tampoco una horrenda pesadilla. Aquello era parte de mis recuerdos. El short que Hiro me regalo aun estaba tirado en la cama.

    Tú me habías dejado.

    Te habías ido.

    No lo sé, en realidad no se adonde.

    No he salido desde el día que te fuiste. No he comido tampoco. Me la he pasado metido en la bañera dejando que el agua cayera en el cuerpo que tú poseíste tantas veces.

Todo aquello que tan hermoso comenzó a terminar, dio fin del modo más deprimente que pudo.

    Me dejaste.

    Me dejaste.

    Me dejaste…

    No dejo de repetir esto en mi cabeza.

    No dejo de soñarlo todas las noches. No dejo de recordar cómo fue aquella vez que me dejaste. Esto me está matando.

    Camino hacia la sala y me siento en la escalerita que dan al vestíbulo, consta tan solo de unos tres escalones de aproximadamente diez centímetros cada uno. Veo la puerta. Estoy atento al timbre de los departamentos.

    Recuerda: te amo.

    Te amo, así de simple. Estoy atado a ti, aunque tú no lo estés a mí. Esperare con ansias tu llegada. Esperare a que vuelvas a entras por esa puerta y que me digas que me quieres. Esperare a que me digas baka. A que me regañes. A que prometas cosas que parece que no quieres cumplir.

    Esperare. Esperare.

    Porque te amo. Yo solo te amo.

    Por favor… no tardes en volver.

    Yo siempre estaré aquí esperando a por ti con una dosis extra de lágrimas, de ligeros golpes y de vastas sonrisas.

    Lo repito para ti, no tardes en volver, Eiri Yuki…

Notas finales:

"¿Has notado como mi cuerpo se estremece ante tu compañia? Acercate mas..."

Gracias Por Vuestrro Tiempo, Seguramente Desperdiciado En Algo Tan Malo... Les Ruego Tirar A La Basura Un Poco Mas De Ese Tiempo Y Dejar Un Review A Su Servidor/Servidora...

Deseando Vuestro Bien... SI Es Que No Resulta Su Vida Tomada En Mis Manos...

    Matsusato Yin...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).