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El infierno es demasiado dulce por Reina Okama

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Notas del capitulo:

un capítulo mucho más pequeño..

Después de dejarle atado, salí y rondé un buen rato por las calles aledañas al DMC. Pensé primero en ir a la cafetería a por una malteada, pero ya era bastante tarde para eso y en mi camino lo único que encontré abierto fue la vieja taberna de la ciudad. Eché un suspiro de resignación y entré, no tardando nada en comenzar a ligar con la chica que atendía en la barra. Le pedí una botella de Jack Daniel's y, tan pronto como la recibí, empecé a beber. Si he de ser totalmente sincero, diré que prefiero el sabor dulce de un batido de fresa, mas en aquel instante me enfoqué en el whisky y por mi garganta comenzó a pasar cada vez más rápido aquella bebida.

Pronto las botellas vacías fueron llenando la barra ante la mirada atónita de unos cuantos curiosos que no entendían mi aparente inmunidad ante el alcohol. Esto debido a que gracias a mi estatus como "semi-demonio" rara vez el tomar causa algún efecto en mí. Poco a poco se me iba yendo el dinero al tratar inútilmente de emborracharme y de esa manera poder olvidarme por lo menos un momento de que mi hermano estaba encadenado a la pared sin querer escuchar razones.

Continué bebiendo hasta pasadas las cinco de la mañana, hora en la cual la mujer me mandó a casa con la escusa de que me había terminado toda su dotación de aquella bebida estadounidense. Salí del bar ligeramente mareado, muy poco en realidad y así regresé a mi hogar, subiendo los escalones de dos en dos hasta llegar a mi recámara.

No sé si el ruido que hice despertó a Vergil o era que éste nunca había logrado conciliar el sueño, pero lo cierto es que al abrir la puerta pude sentir su gélida mirada clavada en mí. El interior de la habitación estaba todavía un tanto oscuro, aunque no me costó nada de trabajo llegar hasta la orilla de la cama y sentarme ahí, junto a mi hermano.

- ¿qué tramas al tenerme así? - le escuché preguntar, totalmente serio y sin dejar de enfocarme.

- lo único que quiero es que te quedes conmigo y dejes de lado esa mierdera obsesión por abrir el portal hacia el infierno -

Él sonrió de una manera tan despectiva y orgullosa como siempre, previo a responder: - ¿tienes planeado que me convierta en un patético exterminador de demonios como tú? no me hagas reír -

Incluso ahora, trató de convencerme de que lo siguiente que hice fue todo gracias al alcohol corriendo en mi sistema, pero lo cierto es que no me encontraba tan ebrio como para no saber lo que hacía...

Me agaché hasta posicionar mi rostro a centímetros del suyo y, en un impulso bestial y repentino, atrapé la carne de sus labios hasta dejarlos totalmente lacerados y sangrantes. Escuché las cadenas tensarse al mismo tiempo en el que mi hermano trataba de incorporarse, pero el contacto duró lo que yo quise pese a todos sus intentos por alejarme.

Cuando finalmente me separe, Vergil no dijo nada pues le habían tomado por sorpresa mis acciones y lo único que hizo fue mirarme con los ojos más abiertos que antes y una clara confusión pintada. Volví a acercármele apenas unos segundos después. Ahora no me contuve solamente con morderle, sino que empecé a besarlo de una manera salvaje y brutal, sin tener cuidado por dejar peor aquellas heridas en sus delgados labios.


En medio de mi excitación, oía el movimiento de las cadenas y también varias palabras por parte de mi hermano que se quedaban ahogadas contra mi boca. En el momento en que al fin logré introducirme en su húmeda cavidad, sentí los dientes ajenos atrapar mi lengua en busca de frenar mis acciones, menos mal que me alejé antes de que terminara por arrancármela.

Respiraba agitado, un tanto nervioso también - ahora es..cuando me doy cuenta que no eres más que..un enfermo. Aléjate de mí - pude notar que su voz disminuía su fuerza a medida que hablaba; además, la manera en la que me veía ahora sólo reflejaba un inmenso asco.

Sin prisas, me tragué la sangre que había brotado gracias a su mordida, sonreí soberbio y me coloqué enteramente sobre él, usando una mano para presionarle las mejillas a tal punto que le era imposible cerrar la mandíbula y volverme a morder cuando le besaba. Mi mano libre bajó hasta su estómago y, usando el mismo agujero en la ropa que le quedó tras ser atravesado por Rebellion, la desgarré hasta dejarla reducida  un par de tiras de tela e hice lo mismo con sus pantalones, o al menos con la parte que cubría sus bajos.

Con cada movimiento de mi mano podía sentir a mi hermano retorcerse y forcejear con más ganas. Inquieto por alejar su rostro del mío, pero le resultó imposible luchar contra mí en ese estado tan débil en el que se había inmerso al despertar el día anterior.

Al dejar de besarlo, noté que la confusión había logrado dominar su semblante por encima del asco - ¿por qué haces esto? - murmuró, con el ceño fruncido y sin poder apartar sus ojos azules de lo míos.

La respuesta era tan obvia que reí, poco después tomando sus muslos para separarles y colocar cada uno a un lado de mi cadera. Vergil intentó patearme y darme con las rodillas mientras exclamaba una y otra vez que me alejara o iba a arrepentirme, pero detrás de esa falsa máscara de furia y repulsión, podía distinguir realmente lo que sentía: sus orbes reflejaban miedo, no por nada éramos gemelos y cada gesticulación suya podía fácilmente interpretarla.

Estaba sumamente excitado y animado ante la idea de violarle y escucharlo pedirme que me detuviera. Por lo que sin perder más el tiempo, me monté completamente en él y ubiqué sin problemas mi erecta polla en contra de su entrada, presionándole en aquel sitio insistentemente hasta mancharle con un poco del preseminal.

 - ¿y ahora...vas a violarme? - le escuché pronunciar en voz baja, cerrando los ojos y ladeando la cabeza para evitar verme durante más tiempo. La piel en su rostro parecía mucho más pálida y la tensión de su cuerpo era más que evidente.

Tragué saliva y me acerqué a su cuello hasta dejarle marcas de mis colmillos y varios moretes a lo largo. En mi cabeza no dejaba de repetirme que el whisky había sido el causante de todo y que una vez que estuviera sobrio iba a pedirle perdón por mis acciones.

- te amo Vergil, por eso hago esto - susurré y justo cuando notaba que mi hermano volvía a abrir la boca para decir algo, me introduje de golpe en su cuerpo y comencé a follarlo como un animal. Estaba tan estrecho que no pude reprimir un jadeo fuerte y ronco.

No gritó, pero pude notar a la segunda embestida que su culo empezaba a sangrar por tanta fricción. No quiero sonar presumido, pero mi miembro era muy grande y con cada movimiento suyo iba rasgándole poco a poco hasta dejar una gran mancha de sangre tanto en las sábanas como en sus níveos muslos. Tardé varios minutos en venirme, pero en ningún momento escuché a mi hermano quejarse o retorcerse, al parecer le resultaba menos doloroso quedarse quieto, apretando los puños y los orbes.

Me corrí dentro de su cuerpo y al momento de salir, noté que abría ligeramente los ojos. Estaban acuosos y el simple hecho de verlos así me puso cachondo nuevamente. Me masturbé sin dejar de mirarle y volví a penetrarle, esta vez colocando sus piernas por sobre mis hombros para adentrarme mucho más profundamente. Al principio le escuché gemir dolido un par de veces, pero después nada. Permaneció de la misma forma que antes; es decir, totalmente quieto y callado, sin atreverse a mirarme tampoco...

Esa día perdí la cuenta de las veces que le hice mío. Algunas veces le separé los muslos hasta el punto de casi dislocarlos, en otras doblé su cuerpo hasta sacarle el aire completamente y poner su rostro con un sutil tono azul; también lo obligué a hacerme una felación y a tragarse mi semen, e incluso llegué a morderle las tetillas con tal fuerza que un poco más y hubiese terminado por arrancarlas de su pecho. Todo eso sin que él soltase más de 2 ó 3 quejidos de dolor, ni tampoco logrando excitarle o ponerlo erecto ni una sola vez a pesar de que mi tacto contra su entrepierna era algo continuo.

Cuando al fin me sentí satisfecho, me alejé de él y lo observé a detalle. Su cuerpo había quedado batido de semen y un poco de sangre en algunas partes de su anatomía, sus labios se encontraban más pálidos que nunca y su mirada azulina se negaba a enfocarme. Me senté a su lado y empecé a acariciar su cabello con un cariño nada propio de mí, mientras le contaba lo mucho que había pensado en él durante todos estos años desde su caída al infierno y de lo arrepentido que me encontraba de haberle dejado caer por ese abismo...

También mencioné lo joven e indefenso que ahora me parecía y lo mucho que disfrutaría follarlo cada noche hasta que aceptara quedarse conmigo...

Notas finales:

¿comentarios?

 

see ya~


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