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El infierno es demasiado dulce por Reina Okama

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Notas del capitulo:

Hey yo, mucho tiempo ha pasado desde que empecé el fic y por motivos personales no había podido continuarlo hasta ahora :( una disculpa por la tardanza y espero que les agrade la continuación.

Cuando  el cielo nuevamente se tornó oscuro, dejé tranquilo a Vergil  para poco después salir de la habitación en busca de limpiarme los distintos fluidos que se habían quedado impregnados en mi cuerpo. Pronto toda esa sangre, semen y sudor desapareció luego de una ducha de agua helada. Tras el baño y colocarme un cambio de ropa limpio fui a la cocina a por algo de comer: pizza congelada del frigorífico. Mientras comía, levanté la vista hacia el único reloj en la estancia, éste marcaba casi media noche. Me sorprendí, francamente no esperaba pasarme todo el día encerrado con mi hermano, follándole como una bestia...


Fue hasta ese momento en que caí en cuenta de que Vergil no había ingerido ningún alimento desde que le había encontrado, por lo que tomé lo que quedaba de pizza y volví a la habitación.


La única fuente de luz era una pequeña lámpara de pie cerca de la cama. Lámpara que apenas iluminaba levemente a mi hermano. Él se encontraba completamente bañado en fluidos, con los muslos separados, los puños sangrantes y un constante temblor en el cuerpo que se incrementó al verme sentarme junto a él. No lloraba, pero en sus mejillas estaban claramente las huellas de que hacía apenas un momento (seguramente en el rato en el que me había duchado) lo había hecho. Asimismo esos temblores, eran una muestra clara del coraje e impotencia que mi hermano sentía al no poder siquiera cerrar las piernas, puesto que éstas se encontraban adoloridas y acalambradas por todo lo sucedido anteriormente.


— debes estar muriéndote de hambre, así que traje pizza, no creo que te importe si está fría o no — mascullé en un tono tranquilo y jovial, como ignorando todo lo que había sucedido apenas hacía un rato.


Vergil no me respondió, seguía temblando, evadiendo mi mirada y bastante quieto, apenas moviendo su pecho para inhalar aire mientras su carne comenzaba a regenerarse lentamente. Por su debilidad era que sus heridas no cicatrizaban al instante, o al menos eso pensaba yo.


— abre la boca, te acercaré una rebanada hermano — antes de tomar la pizza me quedé pensando unos segundos para posteriormente sonreír — estrictamente hablando ahora yo soy el hermano mayor, poco más de una década más viejo que tú —


— tú no eres mi hermano — le escuché murmurar apenas, sin mirarme aún.


— ¿de qué hablas? creía que ya te había quedado claro quién era yo —


— Dante no me habría hecho… esto… jamás — y habiendo dicho eso, levantó una pierna, buscando darme un golpe, pero es que estaba demasiado débil como para que su intento funcionara y lo único que hizo fue lastimarse todavía más los músculos de la cadera. Soltó un quejido y volvió a dejar su pierna descansando sobre la cama. Supongo que la negación es un método de supervivencia para aquel que lo ha perdido todo y que busca aferrarse a una idea para no perderse en la locura.


— ¿te duele mucho? —


— déjame en paz — hablaba con un hilo de voz.


— come y me iré de aquí, te dejaré tranquilo ¿de acuerdo? —


Él asintió levemente con la cabeza y separó los labios sin abrir los ojos en espera de que la pizza fuera introducida. Antes de alimentarlo, lo vi, enfocándome en sus lastimeros gestos, nunca en la vida me imaginé verlo así. Su piel se notaba más cetrina y demacrada que el día anterior, además de tener los labios partidos y con costras de sangre pegadas por toda su anatomía. Quizás y después de todo, la salud de un demonio depende tanto de su estado físico como de su ánimo… o incluso quizás dependa más de su estado anímico que el físico. No sé, realmente era Vergil quien había estudiado todo lo referente a los demonios y no yo.


Masticó lentamente la comida, como si mover la mandíbula de doliera tanto como la cadera, tardando bastante tiempo en terminar la pizza que le ofrecí.


— quiero agua… por favor —


Ciertamente después de todo lo ocurrido me sorprendí bastante de escucharle pedir agua de aquella manera, pero en vez de cuestionar su actitud, simplemente me limité a salir de la habitación para ir en busca de lo que me había pedido.


[…]


Al regresar había sangre fresca en la cama, mi hermano simplemente había usado la treta de pedirme agua para intentar sin éxito alguno sacar los grilletes de la pared. Obviamente no lo había logrado y ahora mismo una nada despreciable cantidad de fluido rojo bajaba desde sus muñecas hasta manchar las sábanas. Vergil giró su cabeza hacia mí y volvió a tirar con fuerza, soltando un quejido y quedando tumbado sobre el húmedo colchón.


— ¿no lo has entendido hermano? vas a quedarte aquí conmigo, por favor deja de insistir en liberarte o de lo contrario tus heridas jamás terminarán de sangrar —


Se incorporó todo lo que su lacerado cuerpo le permitió y enfocó sus gélidos ojos en mí, decir que se encontraba molesto era poco — desgraciado, ya deja de decirlo ¡¡no eres mi hermano, mierda!! — repitió lo mismo de hacía un rato, pero en voz notablemente más alta, casi gritando.


Dejé a un lado la botella de agua y subí en el colchón nuevamente, halándolo bruscamente por los tobillos hasta dejarle recostado con las piernas ligeramente separadas. Pude escuchar un par de insultos en voz baja mientras mi hermano apretaba los puños y trataba de juntar los muslos antes de tenerme acomodado en medio de éstos. Sin embargo, todos sus intentos eran absurdamente débiles. Yo ya me encontraba dentro de su cuerpo para cuando él intentó apartarme y cuando me decidí a besarlo noté que su rostro, a diferencia de la primera vez, estaba sonrojado, como si le costara horriblemente contener las lágrimas.


Los minutos pasaron lentamente, con cada segundo un nuevo hilo de sangre bajaba por entre los blancos muslos de mi gemelo. Sus uñas clavadas en sus propias manos para sobrellevar el dolor. Una mueca asqueada cada vez que lamo o muerdo su cuello… Lo acaricio, lo hago mío y le digo que lo amo más que a nada en este mundo. Él responde por enésima vez que no soy Dante, que Dante jamás le haría algo así.


— ¿quieres una prueba? — mascullo sin dejar de adentrarme en su cuerpo, sacando un pequeño objeto brillante de uno de los bolsillos de mi pantalón — anda abre los ojos, mira lo que tengo — y como él se encuentra renuente a hacerlo, tengo que presionar su mejilla para lograr que me obedeciera.


Cuando lo hace, agranda los ojos y puedo ver claramente cómo se humedecen al notar el medallón rojo en mi mano. El medallón que nos había dejado nuestra madre.


— creo que ha quedado claro que soy Dante ¿verdad? — sonrío ladino, poco después corriéndome dentro de su cuerpo, sintiendo sus entrañas contraerse ante el contacto del semen caliente.


La mente de Vergil parece haber colapsado de alguna manera y tiene una expresión dolida en el rostro, sus orbes se encuentran a nada de soltar las lágrimas. De repente, impulsa el torso con nuevas intenciones de golpearme y las cadenas que le habían estado deteniendo tanto tiempo se rompen. Me golpea una y otra vez en el rostro, aunque está débil me duele y logra quebrarme la nariz con uno de los puñetazos.


Sorprendentemente se detiene al poco tiempo y me abraza, escondiendo su cabeza en mi pecho como si se tratara de un niño pequeño y enterrándome las uñas sucias en la piel. Me quedo pasmado, no sé qué es lo que pasa por la mente de mi gemelo ni tampoco sus intenciones. Posiblemente es desesperación lo que le lleva a actuar así. No llora o es que simplemente no lo escucho, solamente distingo a media voz un "¿por qué lo hiciste, Dante?" una y otra vez. Yo lo abrazo y acaricio su espalda suavemente, retirando con mis dedos las costras de sangre y suciedad que le han quedado en la piel tras permanecer en el mismo sitio recostado.


— venga, vamos a limpiarte — lo aparto con toda la suavidad que la situación me permite y lo deposito en la cama — prepararé la tina — le digo tranquilamente, levantándome.


— ¿qué pensaría Eva de lo que me hiciste? — está dolido y su voz a punto de quebrarse.


La pregunta me toma por sorpresa, mas no tardo demasiado en responder — ella entendería que lo hice por amor — es lo último que le digo antes de salir de la alcoba.


Voy al baño, abro la llave para que la tina se llene y me dirijo nuevamente hacia la habitación. No me fui más de dos minutos; no obstante, cuando regreso mi hermano ya no está. Al dirigir la vista hacia la ventana, noto que ésta se encuentra abierta. Se ha ido de nuevo, no sé de dónde ha conseguido la fuerza para hacerlo…

Notas finales:

¿comentarios? ¿propuestas?

 

see ya~


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