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Una gota de color por Syarehn

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Notas del capitulo:

Azul~ el color del cielo y del mar, el color de la tranquilidad (?) :3 

II. Azul

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—…y esos son los futuros proyectos de Stark Industries utilizando la energía del reactor ARK — concluyó un sonriente y coqueto Tony ante los reporteros que se congregaban en la rueda de prensa organizada por Pepper—. ¿Alguna otra pregunta? —cuestionó el empresario mirando la hora.

—Sí. —La rubia periodista de Vanity Fair sonrió maliciosa—. Últimamente se le ha visto en situaciones… comprometedoras de índole romántica con el héroe nacional, Steve Rogers. ¿Existe entre ambos una relación más que amistosa?

Tony cerró los ojos unos segundos, Steve le había pedido que mantuvieran su relación al margen de los medios porque el muy nena no estaba preparado para enfrentar al mundo y ventilar así su vida personal. Suspiró y le sonrió a la chica.

—Dime…, eh…

—Christine Everhart.

—Christine, ¿te acostarías con un hombre de 90 años?

—Eh... no, pero el Capitán no…

—Yo tampoco. ¿Alguien más?

—Señor, Stark —habló un hombre—. Desde que apareció Iron Man, siempre hemos visto sus diseños en tonos rojo y dorado, lo que nos lleva a suponer que son sus colores predilectos, pero ¿ha pensado alguna vez en incursionar con otros modelos?

—Mm… no, de hecho no, ¿Por qué? ¿Hay algo de malo en parecer esfera navideña? —La audiencia rio y el hombre se sonrojó abochornado.

—¡No, no! —se apresuró a decir—. Yo no dije eso, pero si intentará con otro color, ¿cuál sería?

Tony lo meditó un momento, el rojo siempre le había gustado, también el negro. ¿Otro color?

 Su mirada se desvió hacia la ventana, el cielo estaba despejado y soleado, demasiado azul para su gusto, tan azul que le recordaba un par de ojos y un traje con barras y estrellas, y eso le traía a la mente su primer acercamiento con el soldado, el día en que había dejado de ver a Steve como un raro —y molesto— miembro más en S.H.I.E.L.D para pensar en él como hombre, como pareja.

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—Me sorprendes Stark, jamás pensé que te ofrecerías a prestarle tu yate a Fury —comentó Natasha mientras brindaban por la feliz pareja que celebraba sus nupcias ese día.

—Lo hago por la hermosa agente Hill. Ya suficiente es que se case con ese ogro cómo para que encima deba tolerar hacerlo en un horroroso buque de guerra.

—¿Por qué tu egoísmo no me sorprende? —recriminó Steve.

—¿Egoísmo? ¿Qué tiene que ver mi egoísmo con que Fury sea un ogro? —se defendió el millonario—. Pero más intrigante aún, ¿por qué no me sorprende tu simpleza incluso para ofender?

—Porque ya se conocen y están acostumbrados a su estupidez mutua — argumentó Clint cortando el filete de salmón en su plato. Ambos hombres lo miraron molestos.

—Cómo sea, debo hacer meritos con el ciclope afroamericano. —Tony tomó su copa de la mesa y comenzó a juguetear con ella distraídamente, haciendo que el líquido se meciera en círculos.

—¿Sigues con la descabellada idea de traer a Thor? —Bruce y Steve miraron al empresario de soslayo. Desde que el asgardiano se había marchado había estado insistiendo en que S.H.I.E.L.D., lo regresara y  aceptara como parte del equipo de forma permanente. Fury se había negado siquiera a negociar el tema.

—¿Qué tiene de descabellado? El fortachón me agrada y necesita vacaciones.

—Pero que caritativo te has vuelto, Stark. — se burló Steve.

—Siempre lo he sido, Capitán. Que tú no despiertes ese lado en mí no quiere decir que no lo tenga. —rebatió el moreno sosteniendo una batalla de miradas con Steve.

—Tony, a decir verdad to tampoco entiendo por qué te interesa tanto que Thor vuelva. No es que no me agrade pero, ¿hay algún motivo especial que no nos estés diciendo? —cuestionó Bruce, pues el repentino interés por el príncipe asgardiano no le terminaba de gustar.

—No —declaró Tony—. Y si lo hubiera a ustedes no les importaría. Ahora, si me permiten, debo sacar a bailar esa linda chica de allá.

La tarde cayó y con ella el momento de la despedida de los novios para la noche de bodas. Nick tomó a su ahora esposa, María Hill, de la cintura, colocó una rodilla en el suelo y con delicadeza comenzó a quitarle la liga para cumplir con la tradición de arrojarla. Todos los presentes se congregaron a su alrededor y el afortunado en atraparla fue –irónica e inesperadamente– Natasha, quien sólo rodó los ojos.

—¡Tenías que arrojarla a un hombre! ¿Acaso luzco como uno? —recriminó enfadada.

—Por supuesto que no, Nat —le aseguró Clint—. Pero vaya que actúas como uno.

—Repite eso y esta liga te servirá como horca.

Mientras la mitad de los invitados se entretenía con la discusión de la Viuda Negra, Tony se hallaba muy feliz coqueteando con la novia, hasta que Fury lo notó.

—…de verdad, no sé por qué lo elegiste ¡Es un ogro! Serán como Shrek y Fiona, te llevará a vivir a un pantano y Coulson será el Burro.

—¡Stark! —amonestó Fury—. Si de verdad quieres que acepte tu petición para que regrese Thor, más vale que dejes de inducir a mi esposa al divorcio.

Dicho esto, arrebató el ramo a María y se lo arrojó a Tony en la cara, tomó a la chica del brazo y desaparecieron en el camarote principal del yate.

—¡Felicidades, Tony! ¡Atrapaste el ramo! Eres la futura novia —se burló Clint.

—Y yo aceptaré gustoso si la noche de bodas es con el novio designado —terció Tony divertido, mirando a Natasha, quien enarcó una ceja. Tony dio por zanjado el asunto por su seguridad física.

—¿Quiere bailar, doctor? —preguntó Clint acercándose a Bruce, éste lo miró dubitativo.

—Eh, no lo creo, yo…

—No seas aguafiestas, Banner —terció Natasha—. Aunque te quedes aquí Tony no vendrá a invitarte.

La situación en su conjunto se le antojaba a la rusa un tanto molesta. Ella sabía que los sentimientos son ilógicos, erráticos e incontrolables ¡Pero ese cuarteto era el colmo! Bruce Banner se negaba a hablar de sus sentimientos por Tony; Clint trataba de seducir al doctor y éste no lo notaba; Steve no aceptaba lo que sentía por Stark; y Tony…, ese inútil estaba demasiado ocupado flirteando con toda fémina se le cruzaba sin percatarse que tenía a dos vengadores azotando las banquetas.

Por su parte, Bruce trató de simular que las palabras de la pelirroja no le afectaban y se levantó de su asiento lo más dignamente que pudo dirigiéndose a cubierta, donde se hallaba la pista de baile.

—¿Vienes o no, Barton? —cuestionó al ver que el arquero no se movía, pero sonrió cuando lo vio avanzar a su lado.

Un silencio incómodo se formó entre la Viuda Negra y el Capitán; ella no estaba dispuesta a bailar con él y él tampoco planeaba invitarla. La chica seguía furiosa y debía desquitarse pronto con alguien.

—Deberías dejarte de niñerías y hablar con Stark, al paso que vas terminará con otra o con Banner. —sentenció la chica. Steve la miró confuso.

—Lo siento, no entiendo de que…

—¡Claro entiendes! —explotó ella—. ¡No entiendo por qué los hombres son tan estúpidos! Al menos Stark va al grano con sus conquistas —resopló—. Si sientes algo por él ve y díselo, no es adivino y no te pone la atención suficiente para que lo deduzca por sí solo. Y no, no me veas con esa cara de perro apaleado, ni te hagas el desentendido, ya sé lo que dirás: “No es correcto que dos hombres tengan una relación de ese tipo” o “sigo enamorado de Peggy ahora-soy-una-anciana Carter” —dijo imitando la voz de Steve—. No, ya sé: “Stark no es mi tipo, es un imbécil, ególatra, vanidoso”. —Steve quiso decir algo pero ella se adelantó—. Y sí, estoy íntegramente de acuerdo, ¡Pero ustedes cuatro y su tensión sexual no resuelta me fastidian!

—¿Qué…? —Steve trató de calmar a la chica pero ella lo ignoró.

—Así que tienes dos opciones, Rogers: dejarlo pasar, y con ello me refiero a olvidarlo de verdad y seguir con tu vida. No más miraditas “discretas”  ni discusiones estúpidas con tintes sexuales ¡Y ni se te ocurra negar que lo haces!; Y segunda opción, sacas en tres segundos toda esa basura racista-sexista que te inculcaron hace setenta años, levantas tu pesado trasero de esa silla y con ese aplomo que te caracteriza en batalla separarás a Stark de la zorra con la que probablemente se acueste esta noche y comienzarás todo un proceso de seducción y cortejo, porque el hombre ni siquiera te nota.

Inconscientemente Natasha había tomado el cubierto entre sus suaves y letales manos ante la asombrada cara del Capitán que aún no terminaba de procesar lo que acababa de decirle.

—Y te daré sólo cinco  segundos para elegir o desearás no haber salido de tu tumba de hielo.

Steve parpadeó un par de veces hasta que Natasha ensartó de un certero movimiento el afilado cuchillo en la mesa.

—No es tan fácil —soltó Steve en un suspiro—.Lamento que mi confusión te cause molestias.

Steve se levantó deseando apartarse de todo ese bullicio para tener algo de paz interna y aclarar sus ideas, dejando sola a la pelirroja. Después de todo ella tenía razón, Tony Stark le atraía y quizá más que eso, pero había una par de muros que le impedía acercarse, uno eran sus propias creencias y otro las obvias preferencias del moreno.

Cuando se dio cuenta ya se hallaba en la proa, teniendo como única vista las aguas del Long Island Sound, el sonido de la música era fuerte pero ya no taladraba sus oídos, entonces cerró los ojos un momento, aspirando la fresca brisa marina. Él era consciente de los sentimientos de Banner hacia Tony y de la banalidad del término “compromiso” para el millonario. Sin embargo, sabía que las cosas no eran en realidad tan complicadas.

Abrió lentamente los ojos,  su verdadero problema era que no se atrevía a poner en una balanza sus creencias y valores –ahora obsoletos en temas de sexualidad– y sus sentimientos por Tony. Entonces comprendió que si no se atrevía era porque Tony terminaría pesando más. ¡Pero aceptarlo era tan difícil! No se pueden borrar veinte años de educación en tres segundos, como exigía Natasha. No obstante, sí podía lidiar con ellos poco a poco.

Él quería ser feliz y aprovechar la nueva oportunidad de vivir que tenía,  y si esa felicidad estaba con Anthony Stark, bueno, entonces lo correcto sería luchar por eso. Y resuelto ese dilema sólo le queda buscar la manera de que Tony accediera a ello, porque la pelirroja también había dicho la verdad cuando mencionó que Stark no lo miraba de ésa forma.

Aspiró con pesadez, ¿qué se suponía qué haría ahora? ¡Él no sabía nada de relaciones amorosas! Aunque tratándose de Stark, quizá lo mejor sería hablar claro con él y esperar que no lo tomara a juego.

—Eres tan gracioso, Tony. —Escuchó Steve e instintivamente volteó para toparse con una agente y Tony abrazados, acercándose a la proa. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca y se percataron de la presencia del Capitán la chica se sonrojó ante la desaprobatoria mirada que les lanzó rubio, aunque éste no fue consciente de ello—. Eh, buenas noches, Capitán Rogers.

—Buenas noches —contestó Steve, amable pero serio—. Stark, hay algo que me gustaría hablar contigo. —La cara de fastidio del moreno casi lo desanima…, casi.

—¿Justo ahora, Rogers? ¿No has notado que tengo cosas más importantes entre manos? —acotó Tony, sugerente.

—Tony, puede ser importante —intervino su acompañante—. Te espero en tu camarote.

La chica no esperó respuesta y se marchó.

—Espero que valga la pena, Capitán —bufó Tony recargando sus codos en la barandilla, quedando de espaldas al mar. Steve, al contrario que él, miraba al frente apoyado en sus antebrazos.

—He estado pensando —comenzó el rubio tomando aire y esperando que al inspirar, sus pulmones también se llenaran de valor y le enviaran ese nuevo oxigeno envalentonado al cerebro. ¡Maldición! Si resolver los problemas mentalmente era fácil, hacerlo en la práctica era mucho peor—. Creo que tú y yo… —carraspeó, nervioso. Tony lo miró impasible—. Tal vez tú yo deberíamos… tolerarnos —dijo por fin, sintiéndose estúpido al no poder decir lo que realmente quería decir.

—¿Tolerarnos? —Tony enarcó una ceja. Sus sentidos le decía que el Capitán estaba nervioso y no sólo eso, le estaba coqueteando, pero sus sentidos eran todo menos confiables.

—Sí —dijo Steve sin poder retractarse—. Tú sabes, no pelear por tonterías, respetar las opiniones del otro, sin gritos ni ofensas. Podríamos pasar tiempo juntos, salir un poco… conocernos…

—¿Pasar tiempo juntos? ¿Conocernos? —cuestionó incrédulo. Steve asintió—. ¿Sabes? Hay un largo trecho entre respetar ideas y comenzar a salir, Rogers.

Steve se sintió más estúpido. Siempre fue muy retraído para esas cosas y hacerlo con un hombre era mucho más difícil, sin mencionar que el hecho de que fuera Tony Stark empeoraba todo.

—Pero para respetar algo debes conocerlo —intentó remediarlo—. El respeto se gana y…

—Ya entendí tu punto, soldado —interrumpió Tony—. ¿Qué propones? Porque puedo apostar a que mi concepto de conocer no se parece al tuyo ni siquiera un poco —aseveró con un obvio doble sentido. Steve sonrió con algo de timidez antes de hablar.

—Podríamos comenzar comparando conceptos.

—Creo que no me estas entendiendo, Capitán.

—Te entiendo más de lo que crees —afirmó Steve, dejando de mirar la inmensidad del mar como había estado haciendo y enfocó su mirada en el castaño—. Stark…, Tony — se corrigió tratando de sonar más seguro y confiado, logrando sin pensar un toque galante y seductor a oídos del hombre de hierro—, creo que estoy enamorado de ti y me gustaría intentar una relación contigo —dijo, casi atragantándose con sus propias palabras—. Si tú aceptas, claro.

Si no tuviese una reputación que cuidar, Tony habría abierto la boca hasta que su mandíbula tocara el suelo. Definitivamente no estaba preparado para escuchar una declaración así del Capitán. Su mente estaba trabada y cuando espabiló para responder, las penetrantes y francas pupilas celestes lo desarmaron, por primera vez no sabía que decir. Desvió sus ojos hacia el cielo tratando de centrarse, pero éste era tan azul, tan tranquilo y apacible como los ojos de Rogers. Mirar hacia arriba fue una mala elección, entonces, bajó la mirada topándose con el mar, el maldito y azul mar.

—Maldita masa llena de cloruro de sodio —le reprochó Tony al mar en un susurró que Steve no alcanzó a comprender. Star suspiró, sin más opción que regresar la vista al hombre frente a él—.  Las bromas no se te dan bien, Rogers. La seriedad con la que las dices perturba —comentó tratando de aligerar el tema.

—No fue una broma, va en serio, Tony —aclaró Steve.

¡Y maldición! Su nombre en esa voz sonaba tan jodidamente sensual y dulce que no tenía sentido. Le erizaba la piel y lo hacía estremecerse, y fue justo en ese momento, enfocando nuevamente el par de ojos azules, cuando dejó de ver al molesto moralista andante y comenzó a ver al hombre amable, correcto y encantador que habitaba en un cuerpo digno de una obra de Miguel Ángel.

Tony soltó el aire acumulado en sus pulmones. Nunca había pensado en mantener una relación con otro hombre, no por algún tipo de reticencia, sino porque hasta ahora no había habido nadie que llamara así su atención… Bueno sí lo había, pero no había sido precisamente  el Capitán y sólo se había tratado de un pensamiento tan fugaz que incluso había olvidado su existencia. Además, ese hombre ya no se encontraba por allí.

Steve notó el titubeo del hombre de hierro y se acercó a sus labios sin que éste fuese plenamente consciente, de modo que para cuando Tony se dio cuenta sólo pudo apreciar el envolvente y suave beso que Steve le regalaba.

Inició rozando sus labios, con cariño y galantería muy propios –supuso Tony – de los años cuarenta. No obstante, un calor abrazador se instaló en sus mejillas y tuvo miedo de las sensaciones que Steve le provocaba con aquel sencillo roce. Quiso alejarse pero la mano del rubio que le sostenía el mentón con la diestra.

—No tiene que ser ahora —aclaró Steve al separarse—. No perdemos nada —sugirió deslizando su pulgar por los labios de Tony con caballerosa delicadeza, y sin dejar que el millonario contestara se retiró sonriente pues sabía que había dado un gran paso.

Tony se quedó quieto, cavilando sobre la situación. Observó con detenimiento el azul profundo del cielo reflejado en el agua. Era cierto, no tenía nada que perder, ese beso había sido el más emotivo de su vida, de hecho, le había dejado a impresión de que haber sido arrasado por un tsunami. Las barreras que custodiaban sus sentimientos habían sido devastadas por el agua, dejándolos vulnerables y a flor de piel. Estaba desarmado debido a la intensidad del cataclismo.

Esa noche Tony no regresó a su dormitorio hasta que Pepper, como muchas otras veces, se hiciera cargo dejarlo libre para que su jefe pudiera dormir.

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—¿Señor, Stark? —La voz del reportero lo regresó a la conferencia.

—Azul —contestó Tony automáticamente, sonriendo sin notarlo.

—¿Por algún motivo en especial? —insinuó Christine obviando el color predominante del traje del Capitán América.

—Porque me da paz —aseguró el castaño, porque era verdad, Steve y su personalidad tranquila le contagiaban esa serenidad. En realidad su relación son Steve le daba mucho más que paz pero era algo que aún le costaba aceptar. 

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Notas finales:

Tuve cargos de consciencia por Bruce y decidí que merece una relación con Clint... más adelante ahondaré un poquitín en ella. 

¡Besos!


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