El aire fresco de aquella noche le acariciaba el rostro, produciendo en él una sensación de libertad indescriptible, aun teniendo en cuenta que estaba con sus nueve compañeros encima del escenario, creando una euforiaque todas sus fans habían contenido para aquel día. Se acabó aquella canción que tanto les gustaba a todos, pero sabían que la próxima seria mucho mejor solo con escuchar los primeros compases de ella, dónde solo habitaban las voces de esos diez… ¿dioses? situados encima del escenario y todo seguido cómo empezaba el imponente ritmo y melodía ya con instrumentos. Las fans estallaron a gritos. Vitoreaban, gritaban los nombres de todos y cada uno de los chicos que estaban allí, delante de ellas, dando lo mejor de si mismos o, simplemente el nombre colectivo que, a decir verdad, era lo que más se escuchaba.
Él estaba acostumbrado a aquel ambiente, a aquellos canticos, a que los alabaran de esa forma y, sobretodo, a llegar al punto culminante de aquella canción, en el que todas las fans callaban, creando un hermoso silencio sepulcral, solo roto por los últimos compases de voces y música antes de llegar al momento por el que todas estaban inhalando aire, esperando poder gritar junto a ellos con todas sus fuerzas. Ese momento llegó sin hacerse de rogar. Los diez chicos y todas esas chicas gritaron al unísono el “SUPER JUNIOR, THE LAST MEN STANDING” dejando en él todo su aire y todas sus fuerzas.
Todo estaría genial aquella noche, como tantas otras, si no fuera por DongHae. No es que no estuviera cantando o bailando bien, sino que LeeTeuk lo conocía demasiado bien como para poder dejar pasar su mirada perdida en el horizonte de aquel escenario. El moreno, definitivamente estaba totalmente ausente, como si todo aquello no fuera con él, como si estuviera en otra galaxia con la que no podía tener conexión con la tierra y, mucho menos, con sus fans y el resto del grupo. El mayor se le acercó y lo abrazó, creando en las fans un grito ahogado de emoción. Los dos sabían, pero, que no era por eso que Teuk lo estaba abrazando, no era por el fanservice. Giró mientras abrazaba a Hae, haciendo así que su boca quedara en un punto muerto de las cámaras y apartó el micro de su boca para poder hablar, con más tranquilidad, mientras se acercaba a la oreja de su compañero.
- Hae, ¿Qué te ocurre? – Susurró casi imperceptiblemente en medio de tanto ruido.
- Nada Teuk, solo es que no me encuentro muy bien… - El menor tuvo en cuenta también la posición de su boca y su distancia al micro a la hora de responder. Aunque no pudo controlar la pizca de nerviosismo que se vislumbraba en su voz.
Teuk, no muy convencido, se alejó un poco de él y siguió cantando. No porque, quisiera, sino por que, en ese momento, era su obligación. Reprimió sus ganas de agarrar a su amigo de la mano, salir junto a él del escenario y llevarlo a comer un helado, para que ahogara sus penas en él, quisiera o no explicárselo. Apretó su puño con todas sus fuerzas y esperó, pacientemente, a que pasaran los interminables cuarenta-y-cinco minutos que restaban para que ese concierto terminase.
Al pasar esos tres cuartos de hora y salir del escenario, LeeTeuk ignoró las felicitaciones y pasó por alto todas las preguntas de los periodistas que, en aquel momento, no eran más que moscas pesadas para él. Lo único que ansiaba de verdad era llegar tan rápido cómo pudiese al camerino, lavarse, vestirse y prepararle a Hae una estupenda salida junto a un gran helado de yogurt y que le pudiese contar todas sus penas o lo que fuera, pero que, al menos, se pudieran divertir un rato. El chico esperó pacientemente en la salida del pabellón, sin preocuparse ni tan solo por el frío. Vestía solo unos jeans y una camisa, pero no parecía importarle demasiado. Su objetivo salió del recinto más abrigado, con una chaqueta, una bufanda y un gorro de lana. El mayor se acercó a él y se puso a andar a su lado, esperando a que se diese cuenta de su sutil presencia y se voltease para verlo. El menor, pero, siguió caminando, con sus cascos puestos y la mirada perdida, otra vez, más allá del horizonte.
Mientras andaban eran sujeto de todo de miradas curiosas alrededor, preguntándose, más que nada, que hacían dos de los ídolosmás conocidos del país andando por la calle justo después de un concierto y que hacía Teuk vestido sólo con una camisa, pero, sobretodo, qué hacían a la vista de todo el mundo. Teukkie, cuando se dio cuenta de la situación comenzó a desear haberse llevado a Heechul con ellos, porque a él nadie se le acercaba cuando iba caminando por la calle. Aun así, nadie lo hizo. No por miedo ni vergüenza, sino porque ver a su fishy así les rompía el corazón a todos, y no querían molestarlo más de la cuenta.
Llevaban ya más de media hora caminando sin un rumbo definido por aquella bulliciosa ciudad y el menor no se daba cuenta de la presencia del otro, así que decidió, no sin antes meditarlo mucho, intervenir:
- Hae, ¿No querrás un helado? – Preguntó mientas apoyaba, suavemente, su mano sobre el hombro de su compañero para avisarle de su presencia. Pero eso no hizo más que sobresaltar enormemente al menor. Esta estúpida reacción hizo que Teuk sonriera levemente.
- Teuk… - Logró articular Hae – ¿Desde cuándo estás aquí conmigo?
La sonrisa del chico daba a entender que hacía un buen rato que gozaba de su compañía, pero, aun así, Hae quería una respuesta clara, expresada con palabras, así que se quedo mirando a su compañero hasta que este se dio por vencido y habló:
- Llevo contigo desde que salimos del pabellón – Mientras hablaba no se le fue la sonrisa del rostro. Veía el otro preocupado y quería animarlo, así que una sonrisa bien lograda no sobraba en aquel momento.
- ¿Desde que salimos de allí? – El chico casi se cae al suelo del asombro de saber que llevaban tanto rato juntos y él no se había ni percatado. Rápida y drásticamente, su asombro se convirtió en culpabilidad. - ¡Dios, Teuk! Lo siento de verdad… ¡lo siento! No sabía que… Si lo hubiera sabido yo… Además saliste sólo con una cami…
Teuk puso suavemente su dedo encima de los labios del otro indicándole que callara y, con más amabilidad, si era posible, de la que irradiaba hacia unos segundos, le preguntó por segunda vez:
- Entonces… ¿Te apetece tomar un helado o no?
DongHae apartó el dedo de sus labios y, como toda respuesta, afirmó con la cabeza un poco más entusiasmado que antes. Los dos se dirigieron al puesto de helados más cutre que encontraron por la calle y se compraron un gran bote de helado de chocolate, el favorito del menor. DongHae se veía más animado, y eso alivió a Teuk, quien pensaba que seria más difícil. El mayor buscó, mentalmente, un lugar de aquella conocida ciudad que a esas horas estuviera calmado, en silencio y fuera bueno para hablar sin molestias. Ése lugar acudió rápido a su mente: El parque de las afueras, cerca de un antiguo colegio de enseñamiento elemental. Aquel lugar había sido siempre muy tranquilo, y era envidiable poder volver a una vida donde nadie les señalaba ni les pedía autógrafos en todo momento. Aunque en realidad eso no les molestaba mucho, si lo hacia el no poder tener una vida normal como todos los chicos de su edad e ir pensando en lo que los otros dirían de ellos, les gustaría poder pasear con su pareja por un parque, que la poderla invitar al cine, a un helado… Sin crear escándalos. Eso era lo único que echaban de menos de su vida anterior, pero ya era mucho. La mente del chico retrocedió hasta su anterior pensamiento: Sí, ese parque era un buen lugar, así que, cuando tuvieron el helado y lo hubieron pagado, agarró la mano de su compañero y salió corriendo hasta llegar al parque con el otro por detrás sin rechistar. Unos quince minutos después allí estaban, a salvo de las miradas indiscretas, los periodistas y, sobretodo, del mundo exterior. En ese momento, ese lugar era solo para los dos, su helado, sus historias y sus problemas. Teukkie tomó sitio en el banco más lejano de la entrada del parque y dejó al otro sentarse a su lado mientras abría el helado y cogía las cucharas. El mayor se dispuso a hablar, pero el otro lo cortó secamente:
- Supongo que merezco una explicación… - le lanzó una mirada entre amenazadora y divertida a su amigo.
- ¿Perdón?
- Necesito que me cuentes por que me seguiste, por que me has comprado helado y porque me has traído a este parque desierto.
- Ah… Supongo que es de sentido común, ¿no? Evidentemente quiero saber que te pasa y poder animarte.
- ¿Lo que me pasa? – Hae se esperaba esta pregunta, pero si ni siquiera se la podía responder a él mismo, ¿Cómo podría hacerlo con su amigo? – No lo sé. Si lo supiera, supongo que ya lo habría resuelto.
- ¿Cómo que no lo sabes? ¿No tienes ni una ligera idea de lo que pasa por tu cabeza?
- No, Teuk, no. – Vale, de acuerdo, eso si que era pasarse. Una ligera idea si que la tenia, el chico, de lo que le pasaba por la cabeza. Sabía que su relación con Hyuk había cambiado, sabía que cada vez lo necesitaba más y que cada vez necesitaba más su agradable y confortable sonrisa, por no hablar de sus abrazos. Lo que no sabía era el porqué de todo eso, el por qué le sucedían esas cosas, y ya ni quería profundizar en el tema. Pero eso, evidentemente, no se lo diría a Teuk, no sin antes saber lo que de verdad sentía su corazón.
Ah, si, y por si fuera poco, el mono hacía unos días que actuaba raro, como que lo ignoraba… No lo trataba igual que antes, rehusaba a la mayoría de sus abrazos y siempre que iba a dormir con él le daba largas para que volviera a su piso.