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Los enredos de tres corazones enamorados por Paz

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Los enredos de tres corazones enamorados

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko

SenHana SenRu RuHana

By Paz

Capítulo X: Soy yo Rukawa, estoy aquí

 

Se levantó con cuidado para no despertarle. Tras darse una ducha rápida, se vistió y recogiendo un bolso con ropa para unos días y sus efectos personales, así como su portátil salió del apartamento. Le dejo una nota a Akira, no deseaba que se preocupara al no verle. Con su móvil llamó al servicio de taxis, poco después llegaba uno.

-Al aeropuerto… -le dijo tras acomodarse junto a sus cosas.

Una hora después, se efectuaba la salida del avión, se relajó en el asiento y cerró los ojos, quedándose dormido inmediatamente.

*******************

Durmió el resto del viaje hasta que una amable señorita le despertó.

Tras presentar su documentación, salió al hall del aeropuerto, buscó un teléfono público, marcando un número que se sabía de memoria.

-Moshi… moshi… -dijo la voz del pelirrojo, estaba adormilada.

-Te he despertado? Lo siento. –dijo afligido.

-¿Quien es? –aún no estaba despierto del todo. Yohei y los chicos le habían llevado de juerga.

-Soy yo Rukawa, estoy aquí.

-¿Aquí? ¿Dónde? –preguntó.

-En el aeropuerto… -apartó el aparato de su oreja al oír el grito de Hanamichi, vaya por fin despertó.

-Voy a buscarte, no te muevas, enseguida estoy ahí.

-Te espero –dijo y colgó.

Encontró un asiento libre y lo ocupó. Media hora después aparecía Hanamichi en la sala buscándole con la mirada.

Se levantó para que le viera. Hana se apresuró a llegar a su lado, le estrechó entre sus brazos, luego apartándose le miró con una sonrisa.

-¿Cómo se te ha ocurrido venir?

-Quise darte una sorpresa.

-Lo has conseguido. –Tomó su bolso y se lo colgó del hombro- Vamos, te llevaré a casa. Cuantos días te quedarás.

-El lunes tengo que estar de regreso. –Vió la expresión triste de su rostro- Lo sé, yo también lo lamento, por mi gusto hubiera venido toda la semana, pero no podía pedirla.

-Lo comprendo. Tenemos casi tres días para nosotros. –llegó al aparcamiento donde estaba su moto, le paso el casco que siempre llevaba de repuesto, nunca sabía si iba a llevar a alguien detrás.

Kaede se pasó el bolso en bandolera y lo acomodó sobre su espalda. Se sentó en el asiento, iba a ponerse el casco cuando escuchó a Hana.

-¿Sigues amándome?

-Que crees que hago aquí, turismo? Por supuesto que sigo amándote –le tomó en sus brazos- Te amo, hoy, mañana y toda la eternidad. –la palma de su mano pasó por su mejilla hacia atrás y acarició sus cabellos con ternura y sin importarle que estuvieran en pleno estacionamiento. Le atrajo contra su pecho y le besó dulcemente.

 

*******************

 

Con un último suspiro, Kaede se derrumbó sobre su pelirrojo, pretendió librarle de su peso, más él le retuvo a su lado.

Estaba agotado, llevaban más de doce horas metidos entre esas cuatro paredes.

-¡¡Por Kami a sido increíble!!!  -había dormido en cortos intervalos de tiempo y su cuerpo estaba a punto de rendirse y aún así no quería perder tiempo durmiendo, ansiaba estar despierto, sentir sus besos, sus manos acariciantes y esa increíble suavidad que enardecía sus sentidos.

-Aha… -reconoció Hanamichi.

Alzó la mejilla que apoyaba en su pecho, sus miradas se cruzaron con amor, Kaede fue quien la apartó para mirar alrededor.

-¿Qué buscas?

-¿Tienes equipo de música?

-Abajo.

-Vamos… -se levantó y tiró de él para levantarle de la cama.

Hana le siguió con una sonrisa.

Algunos minutos después una suave melodía se dejaba oír por los altavoces.

-¿Quieres bailar conmigo? –preguntó Kaede ceremonioso, con la mano en alto.

-Es un honor, caballero –dijo posando la suya en ella como si de una damisela se tratara.

Kaede con una sonrisa deslumbrante, que dejo a Hana deseando verla más a menudo, le rodeó con sus manos, atrayéndole contra su cuerpo, al tiempo que apretaba sus nalgas.

-Caballero esas manos –dijo con reproche Hana alzando las suyas por detrás de su cuello.

Kaede dejo escapar una risilla maliciosa, restregándose contra su pelvis y consiguiendo que sus miembros se frotaran el uno al otro.

¡¡-Ummmh, delicioso!! Creí que deseabas bailar.

-Y quiero… -apoyó su mejilla en su hombro y se dejo mecer por la música, en los brazos de Hana.

Apenas si movían los pies en el sitio que estaba, dejaban que la música los envolviera, sintiendo que estando juntos todo iba bien.

-Quisiera no tener que irme… -murmuro bajito- Quisiera que estuviéramos siempre juntos, tu y yo.

-A veces, tres es el numero ideal –murmuró Hana, no añadió más al ver la expresión de susto en el rostro del chico de ojos azules que se abrieron con sobresalto.

Kaede hundió su rostro en su cuello, durante unos instantes una imagen quede fija en su mente y un escalofrío le invadió.

-¿Tienes frío? –se preocupó, frotando sus manos por su cuerpo para darle calor.

-No, no… -negó sacudiendo la cabeza para alejar de esa imagen tan excitante.

-Ummmh, Kitsune, como te estas poniendo.

-La culpa es tuya, por ser irresistible.  –Besó su cuello chupando con fuerza hasta dejar la piel enrojecida- Sabes delicioso –le pasó la lengua por encima de la rojez, buscando luego su lóbulo, lo mordisqueó suavemente, dándole ligeros tirones.

Hana gimió ante sus caricias y al ritmo de la música, la danza amorosa recomenzó.

 

*******************

 

Kaede tomó el último vuelo de regreso a América. Hana le acompañó y nuevamente la despedida fue muy tierna.

-Volveré, Hana. Vendré a verte siempre que pueda. –le prometió Kaede.

-Llámame antes y te estaré esperando aquí.

-De acuerdo. –se abrazaron y besaron, olvidando que la sala estaba atestada de gente que como Kaede viajaban a esa misma hora.

-Te amo, Hanamichi. –dijo antes de dejarle.

-Y yo a ti también te amo. –susurró junto a su oído, negándose a soltar su abrazo.

-Ya queda menos, y nunca más nos despediremos.

-Te estaré esperando impaciente. –finalmente le dejo libre.

-Hasta pronto, Hana…

-Hasta pronto, Kae…. –no pudo evitar sentir la humedad de las lágrimas en sus ojos, cuando él dejo de estar a la vista.

Kaede se marchó muy triste, porque comprendía como debía sentirse su pelirrojo, porque él mismo deseaba quedarse allí y no podía.

 

Continúa…


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