Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Hide and Seek por just breath yaoi

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hide and Seek: Juego de las escondidas.

Pufff...pues heme aquí con un nuevo shot (:, y como ya va siendo costumbre, es un shot que va para mi woneja Minanami x3 Te lo debía, aquí lo tienes; lemonoso y húmedo =W= Guarra OAO

Advertencia: Hay una leve mención de violación e.e

Notas del capitulo:

Speak of the Devil (en nuestros términos, 'Hablando del Rey de Roma') es originalmente el título de una de mis canciones favoritas que no pertenecen al género K-pop. Es de Sum 41, por si gustan escuchar, y es más que nada mi  adorada inspiración para este one-shot, haha, no tiene nada que ver con el fic en sí.

 

Ojalá les agrade (:

Todo había sido diferente desde un principio entre nosotros, ¿no crees, TaeMin?

 

 

Tú y yo jamás fuimos como el montón que nos rodeaba. Siempre fuimos los raros, los marginados, y los ignorados. Siempre estuvimos solos en un mundo lleno de gente que se ocultaba tras máscaras sociales, temiendo siempre ser encontrados.

 

 

Siempre fuimos solamente tú y yo.

 

 

Como aquél día en el que te conocí, ¿lo recuerdas? Yo sí. Frecuentemente, solía repetir ese momento en mi mente para sentirte cerca, TaeMin, para recordar esos días en los que nuestra situación era ‘sana’.

 

 

Llevabas un vestido, y el cabello largo y recogido en dos coletas—tu madre tenía ideas muy raras en ese entonces, por decir poco—. Estabas solo, sentado en una pequeña mesa donde jugabas a tomar el té. Pero tú estabas en silencio, quieto, mirando vacíamente hacia enfrente. Yo lo había visto todo; desde como Yuri se burló y te insultó, y acto seguido, se fue de ahí con su séquito de niñas tontas, dejándote solo, rodeado de muñecos y peluches que sonreían burlonamente a tu persona, y a tu miseria. No lloraste, eso lo recuerdo también, tan sólo te quedaste callado mientras tomabas una de tus largas coletas y enredabas los dedos en las hebras de tus cabellos. Era un hábito en ti cuando entrabas en conflicto interno.

 

 

He de admitirlo; siempre tuve miedo de acercarme a ti, olvida el hablarte. A mis ojos, eras la niña más linda de todo el colegio, y temía hablarte, no queriendo ser ignorado o rechazado por ti.

 

 

Yo era el niño adoptado después de todo. Todos lo sabían, y se aseguraban constantemente de hacerme revivir aquel momento en el que lo perdí todo. A nadie le importaba lo que sentía, o lo que ocurría en mi vida. Simplemente era el chico que utilizaba las ropas roídas y los zapatos viejos. Jamás vieron a mi ser destruido.

 

 

Pero tú sí.

 

 

Cuando me armé de valor, y me acerqué a ti, tomando asiento frente a la mesita, me observaste, TaeMin. No sólo me viste, sino que observaste más allá de lo que traía, y pudiste ver que éramos tan iguales. Nos encontramos el uno al otro.

 

 

Estábamos solos desde un inicio, después de todo.

 

 

-Soy MinHo.-me sonreíste –hermosamente, celestialmente, impecablemente— tras  presentarme ante ti.

 

 

-Dime Minnie.

 

 

~~~~~~~~

 

 

Para cuando cumplimos los trece años, comencé a notar tu repulsión hacia la gente. La odiabas; quizá nunca lo dijiste, pero yo lo veía en tus facciones y en tu lenguaje corporal.

 

 

En ese tiempo, habías dejado atrás los vestidos de colores y las largas coletas de cabellos oscuros que caían sobre  tus hombros siempre delgados; ahora, usabas prendas negras, quizá grises, pero en ti jamás volví a ver un rosa o un amarillo, y tu cabello había pasado a ser un poco más corto, pero lo suficientemente largo como para peinarlo, y siendo ahora de un color caramelo igualmente.

 

 

Evitabas ir a lugares concurridos, ¿lo recuerdas, Minnie? ¿Recuerdas la ansiedad que se aglomeraba en tu interior y las lágrimas que comenzabas a destilar cuando nos veíamos envueltos en alguna multitud? Yo te protegía; te tomaba entre mis brazos, y te susurraba al oído dulces palabras para tranquilizarte. En  momentos como ese, deseaba que hubiera algún escondite, donde pudiera protegerte del excesivo barullo.

 

 

En ese entonces, jamás comprendí por qué habías cambiado tanto, pero para mí, seguías siendo la niña más linda de todas, Minnie. Para mí siempre tenías la sonrisa más amplia y encantadora y las palabras más cálidas. Sólo para mí.

 

 

-Te quiero, Minnie.-solté en una ocasión.

 

 

Íbamos caminando en la parte más solitaria del colegio. Mi mano sujetaba la tuya con fuerza, y te miraba directamente a los ojos. Me dedicaste una mirada confusa, pero jamás la desviaste de la mía, y sonreíste.

 

 

Y fue entonces que sentí por primera vez tu calidez tan cerca de mí, casi paralizante, pero acogedora. Me habías besado finalmente, cumpliendo así uno de mis mayores sueños. Eras la persona más especial en mi vida, TaeMinnie, mi anhelo más grande. Y yo sabía que yo era lo mismo para ti.

 

 

En ese momento te vi tan frágil, y me juré protegerte por siempre.

 

 

~~~~~~~~

 

 

 

Para cuando cumplimos los dieciséis, nuestra relación había dado un giro drástico, pero igualmente, uno interesante.

 

 

 

Ese mismo año, poco antes de que la primavera iniciase, ocurrió algo que cambió el curso normal de nuestras vidas, pero sobre todo, de la tuya.

 

 

Tus padres habían muerto, Minnie. Mi madre adoptiva me contó sobre ello en alguna ocasión que le hice compañía en la cocina. Un accidente automovilístico, ¿no? Cliché como sí mismo, pero los accidentes eran de esa forma; comunes, pero al mismo tiempo, imprevistos.

 

 

La noticia de aquel supuesto accidente se había esparcido por todo aquel que conocía de ti y tu familia. Pero la realidad había sido otra; bastante alejada a lo que andaba en boca de todos, ¿cierto, Minnie?

 

 

Éramos pocos los que sabíamos hasta qué punto los hechos eran verdaderos. Un par de amigos relativamente cercanos a ti y a mí–JongHyun, JinKi— y yo entre ellos. Todo había sido encubierto para proteger tu ya dañada imagen, Minnie.

 

 

Tu madre había muerto con la finalidad de protegerte, ¿eso lo sabes? Eso era algo que la gente desconocía, pero nosotros no.

 

 

Era cierto que el antes delicado rostro, tan similar al tuyo, había terminado destrozado, desfigurado y sangrante, y los brazos arañados y moreteados. Eso era algo que la gente sabía, más no la razón verdadera tras eso.

 

 

Ella te había protegido, Minnie. Te protegió, a pesar de que, antes de aquella noche, jamás hizo nada por darte una vida normal o una infancia alegre. Un hogar seguro, ¿era acaso mucho pedir?

 

 

Pero aquello no había sido más que la consecuencia;  la causa había sido algo inhumano, inverosímil y cruel. Al momento en que supe de ello, sentí asco, y el nudo que se había formado al fondo de mi garganta era casi asfixiante.

 

 

La casa del árbol, ¿la recuerdas? Ese lugar que tu padre había construido para ti desde antes que nacieras; donde tú y yo solíamos ir a tener un momento a sola cuando éramos pequeños; donde me invitabas a charlar y a ocultarnos hasta tarde en la noche, siendo alumbrados por nuestras pequeñas lámparas; donde éramos siempre sólo tú y yo.

 

 

Pero esa noche, en la que nos contaban lo que asemejaba a una historia de terror, la incendié con odio, Minnie. Dejé que ardiera como el infierno que había sido para ti cuando yo no estaba cerca para protegerte. Era el epítome al horror que había imperado en tu vida disfrazado de la sola imagen de un padre supuestamente cariñoso.

 

 

Tu padre te violaba. Odio tener que recordarlo por ti, Minnie, perdóname. Pero esa era la realidad.

 

 

Durante toda tu vida, aquella persona supuesta de protegerte en una burbuja de cristal, dándote todo para llevar una vida plena y segura, había osado en arruinar tu tierna infancia de la forma más vil. Te acariciaba, sin embargo, no era de la forma cariñosa de un padre. Se había atrevido a quitarle la pureza a tu blanquecina piel, con cada beso o caricia que daba a tu inocente cuerpo.

 

 

Y lo peor de todo, tu madre lo sabía, pero claro que no le importó. Nunca. Ignoraba cada noche de manera olímpica las súplicas y los gritos de ayuda que salían con desespero de tus labios, e incluso de tu mirada, cuando tu padre estaba sobre ti, jodiéndote más la vida.

 

 

No puedo evitar pensar  en lo que habrá tenido en la mente esa mujer cuando lo veía. ¿Acaso disfrutaba verte sufrir? ¿Qué parte le hacía sentirse poderosa? ¿Acaso le excitaba oírte gritar hasta que sintieses el sabor metálico de la sangre al desgarrarse tu garganta en búsqueda de su compasión y ayuda? ¿O hasta que dejabas de darle importancia si morías en ese momento?

 

 

Me pregunto qué fue lo que la llevó a defenderte tan repentinamente, costándole su vida, y la tu padre al mismo tiempo. ¿Iluminación divina? Quién sabe; pero fue el sacrificio de dos vidas a cambio de la salvación de tu fragmentada alma, y de la redención de un alma cobarde y desviada, como la fue de tu madre.

 

 

Hasta el momento en el que supimos de ello, finalmente comprendí por qué odiabas tanto que te abrazara, o que simplemente, la gente extraña te tocase en lo más mínimo. ¡Qué va! Comprendía por qué odiabas a la gente en sí, o incluso por qué tus ropas eran oscuras aún. Yo te juro, Minnie, que de haber sabido antes sobre esto, yo habría hecho todo por sacarte de ahí; habría hecho todo por mantenerte seguro y feliz.

 

 

Pero la realidad había sido muy diferente.

 

 

Te habían roto, mi pequeño Minnie. Tanto, que jamás pediste ayuda. Ya no vivías, sencillamente existías.

 

 

Pero eso no fue todo lo que ocurrió ese año. Mi cumpleaños número 17, ¿te acuerdas? Claro... ¿cómo olvidarlo?

 

 

Había llegado al colegio mucho más temprano de lo que acostumbraba. Me habías pedido que me apresurase a llegar con tal de darme mi regalo; pero yo sólo quería verte antes que a nadie más en ese día. Tú eras mi regalo, y no podía pedir más.

 

 

Corrí como si mi vida dependiese de ello, y me dirigí a la parte trasera del colegio; a esa parte donde se encontraban las canchas de básquetbol, voleibol, y finalmente, las piscinas olímpicas, donde el equipo de natación del colegio practicaba sus nados y clavados.

 

 

Pero al llegar al último lugar, lo vi vacío. Por un momento pensé que me había equivocado de sitio, y estaba dispuesto a salir, cuando te escuché llamarme. No te veía, pero vaya que reconocía tu voz, Minnie.

 

 

Pero en vez de verte a ti, a la linda chica que me traía loco desde que la vi por primera vez, te vi a ti.  Sentí que te conocía por primera vez, Minnie, y eso me molestó. Tu cabello era corto, extremadamente corto, al que nunca más podría acariciar sobre tu espalda; tu colorete de labios oscuro también había sido olvidado en ese momento; la falda de cuadros escoceses tan corta también había sido sustituida por un par de pantalones militares. Pero el color negro continuaba imperando tus prendas; tu delineador negro seguía estando tan presente en ti. Eras, pero a la vez, ya no.

 

 

En un primer momento, no voy a negar, que no supe cómo reaccionar ante lo que veía en ese instante. No lo creía; no podía, porque creerlo significaba reconocer que mi vida a tu lado había sido un engaño, una falsedad en la que me habías permitido vivir, respirar, e incluso, amar.

 

 

En ese momento, cuando finalmente digería la información, te llegué a odiar. Sentí repulsión hacia ti. Y te lo hice saber con esas mismas palabras, cargadas de rencor, y despecho. Oh, pero no me malinterpretes, Minnie. Lo que me molestaba realmente en el fondo, fue que nunca supe sobre ello; nunca logré ser lo suficientemente confiable para esto. Reconocerte, después de todo, como a un chico, era como reconocerme a mí como a un homosexual, Minnie, y para serte franco, no estaba preparado mental ni emocionalmente para eso. Pero una vez mi enojo y frustración pasó, poco me importó ese detalle, porque corrí a abrazarte –aún si lo odiabas— en cuanto me di cuenta de las palabras tan hirientes como dagas que te había dicho, cuando nunca había sido tu culpa.

 

 

Pero tú nunca dijiste nada desde que había llegado, tan sólo dejaste que la información se asentara por sí misma en mi mente. Sé que nunca quisiste mentirme, Minnie, pero tu situación te había obligado a erguir esa mentira alrededor de ti, mi ángel tan puro.

 

 

Aún con todas esas manchas en tu vida, yo te amaba, y cuando caí en cuenta, pude ver que finalmente habías dado un paso más hacia mí, y me habías confiado tu quizá más grande secreto. Y eso me hacía la persona más feliz, Minnie.

 

 

Te besé, pero aquél beso me supo diferente a todos los otros que antes te había dado. Me sabía a ti completamente, a tu verdadero ser. No había sabor más deleitoso que ese.

 

 

De eso me di cuenta al día siguiente, cuando no te vi por ningún lado en el colegio. Ni ese día, ni los próximos ocho meses.

 

 

~

 

 

Te seré honesto. Esa temporada fue la más dura para mí. Te extrañaba enfermizamente, TaeMin; y es curioso, porque desde niños siempre creí que tú dependías de mí más que de nadie. Pero la realidad era que yo no podía vivir plenamente sin ti a mi lado, TaeMin. El mundo, y la vida en general, se me antojaba tan aburrida sin ti parta darle el tinte oscuro que se necesitaba. Todo era demasiado brillante y colorido para mi gusto. Comencé a odiar todo aquello que tú odiabas, con tal de sentirte cerca.

 

 

Aún ahora, sigo sin saber realmente por qué me habías abandonado sin decirme nada, justo cuando creía que había logrado ganar tu plena confianza.

 

 

Pero entonces, volviste.

 

 

Yo estaba en clases de natación. JinKi me había convencido de unirme al equipo poco tiempo después de que te fuiste. Sólo acepté para distraer mis pensamientos de ti, pero, ¿para qué mentirnos? Eras parte de mis pensamientos todo el tiempo, eras parte de mis ojos, de mis sonrisas, de mis brazos. Eras parte de cada fibra de mi cuerpo que te había tocado. Siempre lo habías sido. Pero en fin, creo que me he desviado (es tan normal cuando pienso en ti).

 

 

Yo estaba en clases de natación cuando decidiste volver. Era tarde ya; hacía un par de horas que había dejado de escuchar el barullo del fin del día escolar, y finalmente, me encontraba solo en las piscinas techadas. Di un par de vueltas a lo largo de la piscina a la velocidad máxima que podía rendir en ese momento. Y escuché algo caer, aún cuando mi cabeza se encontraba bajo el agua. Llámalo instinto, pero yo sabía que había alguien ahí; sabía que eras tú.

 

 

-¿Minnie?- incluso decir en voz alta tu nombre hacía temblar a todo mi ser.

 

 

En un principio, la respuesta fue nula. Por un momento, creí que había sido una fea jugarreta de mi mente ante mi necesidad de verte una vez más. El silencio era nuevamente ensordecedor.

 

 

-MinHo…

 

 

No volteé al instante. Me habías asustado; no había percibido tu presencia en el agua. ¿Cuándo entraste ahí? Fuiste tan silencioso y cauteloso, que cuando finalmente volteé, me impresionó la cercanía que tenías conmigo, y me hiciste pegar mi espalda contra el muro de la piscina.

 

 

Mantenías la mayor parte de tu pelo seca, y me sonreías tan adorablemente que te creí un producto de mi imaginación. Te veías tan diferente a la última vez que te vi.

 

 

Tu cabello había crecido un poco, y ahora lo tenías de un color rubio. Parecías un ángel, aún más que nunca; te veías tan brillante y vivo, pero tu mirada seguía siendo tan tenue y mortecina como siempre.

 

 

Tras mi letargo, te abracé con fuerza, pegándote a mi cuerpo, queriendo fundirte conmigo para que nunca me fueras a abandonar una vez más. Te había extrañado tanto, Minnie. Me sentía completo de nuevo.

 

 

Pero entonces, caí en la cuenta de que tu cuerpo carecía de algo. Estabas desnudo; podía sentir tu siempre impoluta piel bajo mi tacto, contra mi pecho y bajo mis manos. Estaba perplejo, confuso ante esto. Y entonces, hablaste, sonriéndome como pocas veces hacías.

 

 

-Hazme tuyo, MinHo.

 

 

Sentí tu mano acariciar mi pecho, delineando los ligeros bordes de los músculos que apenas comenzaban a hacerse visibles en mi cuerpo. La expresión en tu rostro ante eso no tuvo precio para mí; parecías un niño que descubría una parte de las maravillas del mundo. Me miraste, y fue en ese momento que tomé con gentileza tu rostro entre mis manos y te admiré unos segundos, antes de besarte una vez más, como si fuera la primera vez que lo hacía. Jamás me pensé dos veces el cumplir aquella solicitud.

 

 

Amaba tus labios, Minnie. Eran perfectos; grandes, gruesos, dulces, rojizos y suaves. Eran como una fresa, la más deliciosa y excelsa de este mundo. Y lo mejor de todo, era que yo era el elegido para poseerla. Mi ego era impresionante cuando se trataba de ti.

 

 

Lo que antes fue un beso necesitado, lleno del cariño que ambos extrañamos, se había tornado en uno desesperado, afanoso. Tus brazos y piernas rodeaban a mi cuello y torso respectivamente, cada vez con más fuerza en el afán de sentirme cerca, posesivo como siempre habías sido conmigo.

 

 

Mordías mis labios entre los besos más largos, y tirabas de ellos seductivamente, hasta dejar hilos cristalinos de nuestras salivas entremezcladas como única unión entre nosotros, hasta que te relamías y me mirabas con mayor impudicia, para seguir atacando mis labios, soltando pequeños gemidos entre los besos. No iba a negar, que me excitabas de esta manera.

 

 

Acaricié tu espalda, y te sujetaba con fuerza de vez en cuando, o al menos cuando buscaba aliviar la tensión sexual que comenzaba a sentir. Te deseaba, Minnie.

 

 

Mordiste mi cuello con fuerza, sintiendo tus dientes clavarse en mi piel y la succión que comenzaste en ese lugar. Dolió, pero fue de lo más placentero el sentir tu traviesa y pequeña lengua consentir la herida de esa forma.

 

 

Mis manos siguieron su trayecto, y entonces me topé con tus posaderas, redondas y firmes, pero tiernas e incitantes. Bajo el agua eran más tersas de lo que serían normalmente. Las apreté y las separé un poco, y tú gemiste sobre mi cuello, deteniendo momentáneamente lo que hacías conmigo, y sentí el movimiento de tus caderas contra mis manos, buscando sentir más de eso, para luego volver a atacar mi cuello, e incluso mi pecho. Me hacía tan feliz el saber que era yo el causante de aquellas reacciones en ti.

 

 

Ardía. Conforme pasaba el tiempo, tu tacto me quemaba, Minnie. A pesar de estar sumergidos en el agua, tus besos y tus mordidas dejaban una placentera y adictiva quemazón en mi piel. Oh, como deseaba que aquella dulce tortura durase un poco más.

 

 

Fue tu turno finalmente; te pegué contra la pared de la piscina, y fui yo quien capturó tu exquisita piel entre mis labios y mis dientes, succionando de ella con delicadeza, pero con lujuria al mismo tiempo.

 

 

 Me tenías loco, Minnie. Jamás te había visto con aquella mirada. Te veías vivo, ansioso de todo. No despegué mi mirada de la tuya en ningún momento. Te guiñé el ojo, a medida que mis brazos iban descendiendo desde tu esbelta cintura hasta tu cadera, hasta que mis manos lograron llegar a la parte trasera de tus piernas. Y las alcé, hasta dejarte flotando de espaldas en el agua, mientras tú te sujetabas al borde como mero reflejo, buscando no sumergirte ante mi brusco movimiento.

 

 

Te sonreí, y entonces coloqué cada una de tus lindas piernas sobre mis hombros, y me fui acercando, repartiendo pequeños besos desde tus pantorrillas, a tus rodillas, y a la carne caliente del interior de tus muslos, brillantes por el agua que aún las mantenía remojadas. Mordí esa parte, marcándote como mío finalmente, porque después de esto, Minnie, siempre me pertenecerías, y tú lo sabías, ¿cierto?

 

 

Lamí las gotitas que resbalaban de vuelta al agua sobre tu piel, y sentía incluso cuando te erizabas ante ese contacto. Tu sabor aún estaba tan presente, sin importar el cloro que había en el agua; sabía diferenciarte. Soltabas pequeños maullidos de placer con mi nombre entre ellos, y ni siquiera me mirabas ya al haber echado tu cabeza hacia atrás. Eras tan sensible en esa zona, cuando ni siquiera había llegado a la mejor parte.

 

 

Entre   besos, seguí subiendo, sintiendo tus muslos pegarse contra mis mejillas y orejas al sentir mi aliento sobre esa área tan íntima. Tomé finalmente tu miembro semi-erecto –sentía tanta vergüenza, pero seguramente no tanto como tú— y comencé a masajearlo despacio, viendo tu cuerpo relajarse, pero tus piernas tensarse alrededor de mi. Capturé la delgada piel en la base de tu erección, algo repentino para ti pues gemiste un poco más fuerte, y succioné el agua y la humedad de ese lugar, algo que hice en toda tu longitud.

 

 

Te sumergía un poco, y volvía a beber las gotitas de agua que resbalaban sobre tu piel caliente y palpitante, hasta que logré al fin que soltaras un poco de pre-semen. El sabor fue curioso, he de admitirlo, después de todo, jamás había probado algo así, pero estaba seguro de que el tuyo era el mejor de todos; amargo, pero dulce a la vez. Todo sobre ti era perfecto.

 

 

No quise enfocarme sólo en esa parte tuya, y fui abandonándola de poco en poco entre pequeños besos y lamidas que dejaba a medida que descendía. Fue cuando alcé un poco más tus caderas, dejando tus muslos totalmente fuera del agua, pero sumergiendo un poco de mi barbilla en la misma. Tenía frente a mis ojos a tu lindo trasero: pequeño y delicioso, y mordí un poco de la piel  que unía a tu nalga con tu muslo, sintiendo como temblabas sobre mis hombros y contra mis mejillas. 

 

 

Volví a lamer. Oh, como necesitaba más de ti, TaeMin; necesitaba escuchar más de esos gemidos semejantes a maullidos, y más de ese calor contra mi rostro.

 

 

Mis manos volvieron a posarse sobre tu pequeño trasero, y separé ambos deleitosos trozos para dar paso a mi lengua ansiosa y deseosa. Me encontré con el tierno y arrugado punto rosa, y pasé mi lengua sobre él. Volviste a revolverte, y sentí tu mano sobre mis cabellos, enredando tus pequeños dedos en ellos, y tirando ante las oleadas de placer que te recorrían.

 

 

Tras saborearte un poco más, decidí hacerme paso en tu interior, y ejercí un poco de presión ante tu entrada, que fue adaptándose rápidamente a la intromisión de mi lengua. Gemiste mi nombre; creo que nunca me había sentido de esta manera, Minnie, tu voz jamás había sonado tan hermosa, así como mi nombre nunca había sido pronunciado por una voz más angelical.

 

 

Moviste tus caderas contra mi rostro, pegando toda el área de tu entrepierna a mi rostro, gritando mi nombre entre maldiciones y súplicas, jalando mi cabello más y más por el placer tan abrumador que te llenaba.

 

 

Te embestí repetidas veces con mi lengua, saboreándote más de esa forma, mi ángel, hasta que me pediste que me detuviera entre jadeos y una voz que comenzaba a mostrarse cansada. Te miré, confuso, ¿acaso había hecho algo mal? ¿Por qué me habías pedido que me detuviera?

 

 

Fue en eso que bajaste tus piernas de mis hombros y me atrajiste en un abrazo necesitado de cariño, donde nuestros labios volvían a encontrarse, moldeándose a los ajenos en ese beso húmedo. Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza al sentir tu lengua acariciar mi paladar con una sensualidad abrumadora, sólo sentí como el traje de baño se ceñía aún más a mi cuerpo ante la presión que ejercía mi miembro dentro.

 

 

Necesitaba…

 

 

Dejaste un cariñoso piquito sobre mis labios y sobre mi nariz, y me diste la espalda, mas eso no detuvo que tus brazos me rodearan y pegaran mi pecho contra tu espalda, incitándome a continuar. Pediste más en un susurro, a medida que frotabas tu trasero desnudo sobre la tela de mi traje. Llevé mi mano hasta mi miembro, y lo saqué, comenzando a frotarlo casi desesperadamente antes de acercarlo a tu expectante entrada. Era frustrante el tenerte tan cerca.

 

 

Para el instante en el que comencé a adentrarme en ti, tú te habías pegado aún más al muro, sujetándote con fuerza al suelo del exterior. Podía ver como intentabas clavar tus dedos al cemento, y como arrastrabas los dedos. Eso debió haber dolido, pero con todas las demás sensaciones, debió ser como cualquier otra cosa.

 

 

Terminé de entrar finalmente, y seguido comencé a embestirte; aprovechándome de la facilidad con la que flotabas, alcé un poco más tus caderas para tener un mayor acceso y profundidad en las estocadas. Tu piel blanquecina tomaba un ligero tono azul bajo el agua, y no pudo evitar sonreír ante las pequeñas burbujas que se formaban por cada embestida que daba a tu cuerpo. Cada vez más rápido, cada vez más profundo, cada vez más placentero.

 

 

Besé la piel que tenía a mi alcance, y te giré para que me vieras. Detuve un poco el ritmo al ver que llorabas. No supe distinguir la causa en un principio, ¿acaso había sido muy rudo con tu cuerpo? Pero entonces recordé por todo lo que habías pasado, Minnie.

 

 

¿No me odiabas, cierto? Yo lo haría. Seguramente recordabas en ese momento todas las veces que tu padre había puesto sus manos sobre tu pequeño ser; todas esas veces que había abusado de su puesto como pariente tuyo y poder económico que ejercía sobre ti. Lo odiabas, aún después de tanto tiempo.

 

 

Sin embargo, me amabas tanto como para entregarte a mí de esa forma, a pesar de todos esos dolorosos recuerdos. A pesar de tu repulsión al contacto físico.

 

 

Te besé como nunca antes, Minnie. Un beso jamás me supo mejor en ese momento. Finalmente nos habíamos vuelto uno, podía sentirlo.

 

 

Llegué a mi orgasmo en cuestión de algunas embestidas, al igual que tú, que gemiste contra mis labios en ese beso tan lleno de todo lo que tenías en tu interior, llámese alma, o corazón, o mente.

 

 

Te sonreí ampliamente y me sumergí en el agua contigo, y te besé bajo la misma, mientras mantenía los ojos abiertos para verte. Te separaste, y me sonreíste tímidamente de vuelta, hasta que te viste obligado a salir por falta de aire.

 

 

Fue el momento más feliz en mi vida. Fue una lástima que nuevamente desaparecieras tras eso.

 

 

 

~~~~~~~~

 

 

 

Siendo ahora un adulto, sentado en medio de una cafetería a mitad de la noche, me doy cuenta de lo mucho que aún te necesito en mi vida. Fueron tres años ya desde esa última vez que te vi salir de la piscina, y de la puerta de ese lugar.

 

 

 

Suena la campana de la entrada, algo que me distrae de mis pensamientos, y veo a una figura sentarse a mi lado. Instintivamente, volteé a ver, y casi sentí que me quebraba en llanto.

 

 

Habías vuelto, ¿para quedarte? No lo sé, en este punto, sentí nuestras vidas como el juego de las ‘escondidillas’. Pero francamente, poco me importó en el momento en el que te abracé y te besé con desespero.

 

 

 Y me sonreíste, una vez más.

 

 

-Te encontré, MinHo.

 

Notas finales:

Sólo miren esos labios. Jódete, TaeMin OAO Has de hacer a MinHo muy feliz(?) Ok, no xD /loca fangirl u.u/ 

¡Pero qué cosas me haces escribir, woneja golosa! kdfgljhdkahfkldafdgfsgf DDx Me gustan los nadadores e¬e *sigue sin superar a las Olimpiadas*

Pero bueno, perdonen las enormes lagunas en los recuerdos y la trama tan extraña xD Tenía prisa. Y creo que he escrito mejores xD no me gustó el lemon OAO quedó raro. Pero ahí lo tienen u-u lemonoso y húmedo.

 

 

Igual, espero que les haya gustado (: Haha. Cualquier duda, díganme xD trataré de aclarar lo que sea O:

 

¡Oh! Por cierto, mi woneja Minanami y yo creamos una cuenta en la que publicaremos historias 2min y algunas más hechas por las dos: CookieBunny, vayan agregándonos en favoritos *^*

 

Un beso~.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).