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Variable por karasu

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Notas del fanfic:

Bien. Sólo espero que no sea desastroso. El que esté leyendo esto, gracias por leer. 

Gracias a NyAki por haber leído el fic antes y habérmelo comentado, eso fue genial~ <3

Notas del capitulo:

Escribí esto más rápido de lo que suelo escribir mis fics, así que no sé cómo habrá quedado. 

Dedicado a pasionyaoi, ya lo dije antes. No hemos hablado en muchas ocasiones, pero tengo entendido que hoy es su cumpleaños, felicidades~

Este fic no es mucho, pero he hecho lo que he podido, así que... A leer. Dejadme agun review, no sé si los merece... ¡ sólo hacédmelo saber! e.é

Hace tiempo que dejé de pensar si lo que hago con mi vida está bien o mal, hace tiempo que dejé atrás la culpabilidad.

Una vida monótona es aburrida, me gustan los cambios, que nada sea estable, que todo pueda ir bien o mal, que algo inesperado cambie todos mis planes, que algo nuevo haga que mi interior se remueva, que mi corazón lata con fuerza.

Ese día un chico jovencito había llamado mi atención. ¿Diecisiete, dieciocho? No sabía ni si los tenía. De baja estatura, iba vestido con el típico uniforme oscuro de instituto, y su pelo claro destacaba entre los castaños oscuros y negros de la mayoría de la población. No sabía qué había en él que me llamaba.

Llevaba un buen rato siguiéndolo, desde que el chico había aparecido por un cruce, iluminando mi día. Había conseguido un trabajo de mañana, y llevaba toda la tarde vagando por las calles, buscando cualquier cosa. Le encontré a él. Empezaba a oscurecer, y él sólo andaba, sin dirección aparente, alejándose del centro, adentrándose en un barrio de casas familiares con jardín, de calles solitarias. Me preguntaba si vivía allí mientras caminaba unos cuantos metros detrás suyo, con las manos en los bolsillos y una actitud para nada disimulada.

Desapareció detrás de una esquina, esperé un poco para seguirlo, apoyándome en una pared, y pasados unos segundos empecé a caminar de nuevo, encontrándome con que había alentido el paso. Me detuve, dispuesto a esperar otra vez, cuando él se giró.

- ¿Qué quiere? ¿Cree que no me he dado cuenta? Me lleva usted siguiendo desde hace un rato.- dijo, sorprendiéndome al hablarme de usted. Su voz era grave y me pareció extremadamente sensual, aún cuando el chico me preguntaba y debía justificarme. Antes de que pudiera responder, negar o aceptar la acusación, habló de nuevo.- ¿Es un tipo de acosador acaso?- acabó, cruzándose de brazos y mostrándome una sonrisa burlona. ¿No se supone que debería estar asustado ante esa situación? Me había sorprendido, pero no pensaba darle a ese niñato el placer de verme sin palabras, por lo que debía decir algo.

- ¿Me veo tan viejo para que me hables de usted?- solté, simplemente por ser el primer pensamiento que me pasó por la cabeza.

- Sólo estaba siendo educado.- rió entre dientes, sin que la sonrisa desapareciera.

- Deberías borrar esta estúpida sonrisa de tu cara, ¿Y si soy un hijo de puta que viene a violarte, para luego acuchillarte y llevarme todo lo que lleves encima?- dije, sonriendo yo ahora. Él abrió los brazos, como en una invitación.

- Aquí te espero, querido. Dame duro por detrás y mátame después.

- Estás loco.

- Sé que no eres ese hijo de puta.- respondió, poniéndose serio de una vez, encogiéndose de espaldas. Por un momento pareció alguien mucho mayor, con una gran experiencia.

- No, no lo soy.-admití, dejando que una media sonrisa se dibujara en mi cara.- Pero tampoco soy un santo.

- Um...-su mirada cambió, me miró de los pies a la cabeza, con los ojos entrecerrados, volviendo a sonreír.- Llévame a tu casa entonces, señor que no es un santo.

Alcé una ceja. Me preguntaba si sabía lo que estaba diciendo. ¿Podía conocer mis intenciones? No quería meterme en un lío, ese chico debía tener padres, podrían acusarme de cualquier cosa. Aunque por ese chico...

- ¿Sabes lo que estás diciendo?- susurré, tornando mi voz grave. Ese niño se lamió los labios, en una expresión que no dejaba espacio a dudas. Se acercó peligrosamente, dejando su aliento sobre mis labios, mirándome fijamente a los ojos.

- Llévame a tu casa.- repitió esta vez, con una voz que prácticamente me la habría podido poner dura.

- Sígueme.- respondí, tratando de no lanzarme sobre él.- Ahora queda un poco lejos, pero caminando deprisa no tardaremos en llegar- acabé, apenado por no haber cogido el coche o la moto, no tenía ganas de pagar un taxi. Di un giro de 180 grados y empecé a caminar a buen paso, con ese chico siguiéndome unos metros atrás.

El silencio reinó sobre nosotros a lo largo de todo el camino, él no parecía interesado en conversar.
Después de regresar a las calles céntricas, desvié hacia una de más estrecha, deteniéndome ante una puerta, buscando las llaves en mi estrecho bolsillo.

- ¿Cómo te llamas?- pregunté, mientras metía la llave, girándola y empujando la puerta hasta que esta se abrió con un chirrido oxidado. Oí su voz responder desde mi espalda mientras pasaba y me dirigía al viejo ascensor sin girarme.

- Puedes llamarme Ruki.- ya había olvidado lo mucho que era capaz de prenderme esa voz. Podía imaginar graves gemidos escapando de su garganta, provinentes de ese chico que estaría bajo mi cuerpo. Me relamí mentalmente y hablé sin haber recibido una pregunta.

- Reita.

- Oh. Reita... Encantado.- río detrás de mí. El ascensor tardaría en llegar, aquel trozo de metal tronado era demasiado lento. Pero el alquiler era barato.- Hm...- escuché, haciendo que me girara. Aquel pequeño rubio miraba a su alrededor, al parecer examinándolo, dándome la espalda. Mis ojos recorrieron su cuerpo. Estrecho de hombros, probablemente delgado. Aquel maldito uniforme dejaba demasiado a la imaginación, aunque su culo se marcaba de forma deliciosa en esos pantalones demasiado anchos para mi gusto. Desvié la mirada, sentía que era capaz de excitarme sólo mirándole, despojándolo de esas prendas oscuras en mi mente.

Un sonidito agradable rompió el silencio, anunciando que el ascensor había llegado. Abrí la pesada y vieja puerta , permitiendo que él entrara antes. El ascensor era de base cuadrada, pequeño y estrecho, cabrían cuatro personas bastante apretadas. Olía a tabaco y a perfume de algún vecino.

Vi esa cabeza rubia pasar ante mí, entrando, una risita salió de sus labios cuando...ME HABÍA PELLIZCADO EL CULO. Puto niñato travieso... Él me había provocado.

Entré en ese pequeño espacio, cuando la puerta apenas se hubo cerrado a mi espalda me lancé sobre él, empotrando su espalda con la pared llena de papeles enganchados con cinta adhesiva, con mis manos a la altura de sus espaldas, una a cada lado de su cuerpo, manteniéndolo atrapado. Vi su primera expresión, sorprendida, y no le dejé más tiempo para cambiarla, uniendo mis labios con los suyos en un beso un tanto violento, que fue calmándose cuando él empezó a mover sus gruesos labios entre los míos, correspondiéndome de forma experta. Mi mente volaba pensando otras cosas que aquellos labios podrían hacer. Nuestras lenguas se entrelazaban en un húmedo juego.

Me separé cuando ya no me quedaba aire, dando un mordisco suave en su labio inferior. Me acordé que no había pulsado el botón que haría que el ascensor nos llevara a mi piso, así que lo hice en aquel momento. Cuando me giré, el deseo brillaba en esos ojos azules. Sus ojos eran azules, del color de un cielo libre de nubes, probablemente llevaba lentes de contacto. Parecía que ahora era él el que se iba a lanzar sobre mí. Estuvo comiéndoseme con los ojos por lo que duró el viaje. Vaya con el niño.

Finalmente, ese ruido indicó que ya habíamos llegado. Empujé la puerta, cargando mi peso en ella para abrirla con facilidad, dejando que él saliera detrás de mí. Me dirigí a mi puerta y abrí lo más rápido que pude. Ambos entramos deprisa.

Una vez cerrada la puerta detrás nuestro, nos quedamos en silencio por un rato, sin movernos. Fui el primero en hablar.

- Vamos a la cama, Ruki.- el chico asintió, siguiéndome cuando empecé a caminar. Mi casa no era un piso moderno y bien decorado, los muebles que había era los que encontré ahí cuando llegué, viejos y algo dañados por el paso de los años, la pintura y el yeso que había debajo se caían a trozos, dándole un toque tétrico al sitio. Digamos que no estaba muy interesado en la decoración de interiores y no pasaba mucho tiempo en casa, por lo que me daba igual en que estado estuviera mientras hubiera cama, cocina, baño y lugar para sentarse.

Recorrí el pasillo sin encender la luz y me metí en la habitación que había a mi derecha. No era muy espaciosa, y sólo una cama y dos pequeñas mesitas, situadas una a cada lado de esta, la amueblaban. La cama, con una cabecera metálica formada por unos barrotes, que eran unidos por una pieza metálica que pasaba en horizontal, formando un pequeño arco, estaba situada ante la puerta, y dos ventanas, una a cada lado de la cama, daban un aspecto simétrico a la estancia. Por las persianas mal cerradas entraba la luz amarillenta de las farolas de la calle.

Le miré, parecía distraído. Se sobresaltó cuando lo cogí en brazos para cargarlo hasta la cama, donde lo dejé sin mucho cuidado. Cuando lo miré a la cara me lo encontré serio, mirándome, esperándome, con la espalda en el colchón, apoyado sobre sus codos. No tardé en subirme a la cama para avanzar hacia él, colocándome sobre su cuerpo, buscando sus labios para unirme a él en un beso lento, pero a su misma vez necesitado, desesperado.

Empecé a desabrochar su uniforme, impaciente por verlo, por tenerlo, poder tocar su piel, sentirlo a él. Ruki sólo miraba, dejándome hacer, hasta que acabé de desabrochar los interminables botones de la chaqueta oscura y la camisa blanca que vestía debajo. Se levantó para que pudiera despojarlo por completo de esas prendas, quedando su torso desnudo. De piel blanca, en su pecho destacaban un pequeño lunar y esos pequeños pezones rosados. Su cuerpo se estrechaba en una masculina cintura, su abdomen era plano, de piel tersa.

Llevé mis manos a sus hombros, descendiendo por los brazos, sorprendiéndome por la suavidad y calidez de su piel, mientras mis labios atacaban su cuello, cubriéndolo de suaves besos y alguna que otra lamida. Sentía su respiración en mi oído. Después noté sus labios posarse en mi oreja, acariciándola, lamiendo el lóbulo luego, introduciendo su lengua en ella finalmente, provocándome un escalofrío, invitándome a ir más lejos. Acaricié su abdomen con las yemas de los dedos, subiendo después hasta esos botoncitos rosados, apretándolos entre mis dedos. No tardaron en estar erectos ante mi atención.
Descendí por su pecho repartiendo besos a cada rincón de su piel. Me moría por morder, arañar, marcar esa superfície pura, pero no quería asustar a aquel niño; en mi cabeza aún había algo que creía que estaba ante un inocente chiquillo que no sabía dónde se estaba metiendo.

-Reita... - aquel susurro, la voz grave diciendo mi nombre, me hizo perder el control. Subí de nuevo a su boca, besándole, mordiéndole. Un gemido escapó de sus labios heridos e hinchados. Me separé un poco de él, quedando de rodillas, con sus piernas entre las mías, preguntándome si me había excedido. Supe la respuesta cuando él se incorporó, cogiendo mi camiseta para quitármela por la cabeza. Rodeó mi cuello con sus delgados brazos, buscando más besos de una forma cercana a la desesperación, mordiendo él esta vez mis labios con fuerza, lamiéndolos después para limpiar las gotitas de sangre que las pequeñas heridas habían soltado.

Sentí sus pequeñas manos recorriendo mi piel, propinándome suaves caricias. Lo vi llegar a mi cinturón, empezando a desabrochármelo. Iba deprisa. Para mí no había problema, hacía rato que mi erección empezaba a ser molesta.

Acarició mi abdomen, situándose detrás de mí, besándome la espalda lentamente. El contacto de sus labios suaves contra mi piel me relajaba y excitaba a su misma vez, en una extraña mezcla de sensaciones.

Poco a poco, sin que fuera consciente, me dejó acostado de boca abajo, sin detener sus dulces caricias. Una corta risita me sacó de mi sueño. En girarme lo vi sonriendo.

Se movió deprisa, demasiado deprisa para mí, que estaba anonado, habiendo bajado la guardia por completo; atándome las manos por sobre mi cabeza, en uno de los barrotes metálicos.

- ¿Qu-qué te crees que haces?- chillé, intentando soltarme. No lo conseguí, el maldito sabía cómo atar eso. Río, repasando la línea de mi columna con los dedos.

- Shh... Tranquilo... No es como si fuera a hacerte daño.- susurró, besándome la espalda con mimo.- Bueno, sólo un poquito...

Ahí fue cuando la imagen de Ruki inocente que residía en algún rincón de mí cayó en pedazos. Después del enfado, miedo, agobio y sorpresa iniciales, al verme atado, prácticamente inmobilizado, con un chico desconocido, probablemente más que loco, mi mente se calmó. ¿Y por qué no? ¿No iba eso con mi "filosofía de vida"? Algo nuevo, algo extraño. Mi erección no había bajado por las sensaciones anteriormente mencionadas. Sonreí. Definitivamente ese chico me había pegado su locura.

- ¿Dónde tienes condones, Reita?- preguntó en un canturreo el chico. No creo que esperara respuesta, porque se me miró con sorpresa cuando hablé.

- En la mesita de la derecha, el segundo cajón.

- Buen chico- habló en voz baja, sonriendo, mientras se giraba para empezar a rebuscar en el susodicho cajón. Parecía de buen humor. Sentía la necesidad de hablar con ese curioso niño.

- ¿Tienes el costumbre de atar las personas a la cama?- pregunté, irónico. Se giró hacia mí después de sacar algunos preservativos y un bote de lubricante del cajón, dejándolos sobre la mesita.

- Oh, no. Si tienen carita de perro sumiso no hay necesidad.- empezó.- Me ahorro el esfuerzo. Pero tú ibas con demasiadas ganas de ukearme.- comentó, moviendo la mano, como quitándole importancia. - Y no me apetece mucho que me la metas.

Me reí, la situación era demasiado extraña. Pero la risa no duró mucho, Ruki me propinó un fuerte azote en el trasero, que noté perfectamente a través del pantalón tejano que llevaba. Algo parecido a un gemido escapó de mis labios, dejándome más blanco que un papel. No sabía si me gustaba la idea de gemir al ser golpeado.

- Nadie te ha dicho que rías.- dijo con una voz sin emoción. ¿Bipolar? Vi al rubio moviéndose detrás de mí, un tirón en mis pantalones. Me vi despojado de ellos, sólo cubierto con la ropa interior, me sentía expuesto. Forcé mi cabeza, intentando verle, cuando sentí un peso aplastándome, su cuerpo sobre mí. Su pecho desnudo contra mi espalda, su polla, dura, contra mi trasero. Se restregó contra mí, mordisqueándome el lóbulo de la oreja.- ¿Preparado, Reita?- susurró, tornando su voz sensual. Asentí. No sabía qué me esperaba, pero estaba más que caliente, necesitaba correrme, mi erección, ahora aprisionada entre mi cuerpo y el colchón, necesitaba algun tipo de atención.- Perfecto...

Su boca bajó por mi espalda, sentía su aliento en mi piel, moviéndose. Empezó a quitarme los bóxers lentamente. Cuando me giré le descubrí tironeando de la tela con los dientes. Sexy. Dejó la prenda a la altura de mis rodillas, sin acabar de retirarla.

Sus manos sobre mis nalgas, apretándolas entre sus dedos con fuerza. Gemí.

- Ehehe, bien, me gusta cómo gimes. Pero creo que me he cansado de esto...-¿Eh? ¿Cansado? No podía dejarme así, ¿qué coño estaba diciendo?- Ahora te haré gritar como buena zorra.

Creo que suspiré aliviado. A su misma vez, pero, aquella voz pasó por mi cerebro y directo a mi polla, endureciéndola más si eso era posible. Ruki se dirigió a la mesita, cogió todo lo que había dejado sobre esta y se colocó detrás mío de nuevo.

- Tienes un culo precioso.- susurró. Escuchaba ruiditos que no sabía identificar. Me dolía el cuello por haberlo forzado al girarme anteriormente, pero la curiosidad venció. Ruki estaba echando lubricante sobre sus dedos. Volví a mirar hacia delante rápidamente, como si hubiera visto algo indebido, con unas terribles ganas de huír. No es que fuera virgen, pero no me gustaba ser el pasivo, nada, demasiadas malas experiencias con eso.

La respiración del chico y la mía propia eran lo único que oía.

Un escalofrío me recorrió cuando su mano se posó en mi trasero de nuevo, palmeándolo.

- Ponte de rodillas.- tragué saliva y cumplí con esa sencilla orden, sintiendo mi cara arder de vergüenza. Estando mi pecho apoyado en el colchón, en esa postura quedaba totalmente expuesto.

Una mano separando mis nalgas sin cuidado. Sus labios sobre mi entrada, su lengua acariciando esa piel sensible sin adentrarse en ese pequeño agujero. Jadeé y gemí con ganas, sintiendo mi temperatura aumentar. Hacía rato que sudaba, el pelo se me pegaba en la frente. Ruki paseó sus labios por mi culo por un rato, hasta que, al parecer, se cansó de ello. Antes, pero, no se olvidó de morderme con fuerza, sacándome otro gemido, entre doloroso y placentero.

Sin previo aviso, tres dedos fueron introducidos en mí de un solo golpe.

- ¡Aaaaaaah!- grité. Dolía, un dolor molesto, demasiado tiempo sin que algo entrara por ese agujero húmedo, notaba mis músculos presionando los intrusos.

- Qué estrechito.- rió el rubio, una risa que no podía parecerme más sexy. Ese niño desprendía sexo por todos lados. Sin consideración, fue abriendo sus dedos, moviéndolos, sacándolos para volverlos a introducir, sacándome gemidos lastimosos mientras mis músculos iban relajándose.- Me gusta verte tan sumiso, tan uke... Parecías un tipo rudo ahí en la calle...- rió de nuevo, sin dejar su tarea. Lentamente, aquel dolor empezó a ser menos molesto. Ruki parecía saber lo que hacía, cambiaba la dirección, poniendo morritos, al parecer, concentrado. Supe qué buscaba cuando el placer me invadió, impidiéndome mantener la boca cerrada, gimiendo contra el colchón.

- Ahí~- dijo para sí mismo el chico, regalando delirantes caricias a mi próstata con la punta de sus dedos.

- Mmhh...- ahora en mi mente sólo había un pensamiento, su polla seguro que se sentía mejor.- Ruuukinnh...

- ¿Decías algo?- un susurro ronco en mi oído. Si seguía moviendo los dedos de esa forma no creía aguantar mucho. Justo cuando ese pensamiento cruzó por mi mente, el estímulo desapareció, el rubito retiró los dedos, me sentí vacío. Notaba mi entrada contrayéndose en busca de algo que me llenara.

Me hizo esperar aproximadamente un minuto, torturándome con su silencio y quietud, un minuto que se me hizo eterno. No se decidió hasta que subí mi trasero, desesperado, abriéndome más de piernas, moviendo la cadera al aire. No podía verle, pero le imaginaba relamiéndose. Sus manos no tardaron en posarse en mis caderas entonces, ejerciendo una presión considerable, pero no me importó. Quise gritar para sacar toda esa excitación que se movía detro mío cuando su glande rozó mi entrada. Me controlé, conseguiendo solo gemir como una perra, moviéndome contra él. No sabía en qué momento mi cordura y mi orgullo habían caído, pero no había nada que deseara más en aquel momento que ser penetrado.

- Este chico está impaciente... ¿Por qué debe ser?- por su voz parecía que le costara bastante esfuerzo controlarse.- ¿Eh, Reita?

Ah, no, eso no, no estaba por juegos. Quería que se me follara. Me estiré hacia él, haciendo que el cinturón se me clavara en las muñecas, pero consiguiendo lo que deseaba, la punta de su pene, cubierto por un condón que no sabía cuándo se había puesto, se hundió en mí.

- Ah... Mmmh...- dejé escapar. Le oí jadear a mi espalda. Sólo la punta de aquel pene se sentía demasiado bien en mi interior, no quería pensar en cuando se hundiera por completo en mí.

- Con que eres travieso, ¿eh?- susurró Ruki, con la voz algo alterada por el placer.- Ahora verás, Rei-chan, tú te lo has buscado.

La presión que sus manos ejercían en mis caderas aumentó, y entró completamente, de una sola estocada. Llegó incluso demasiado al fondo, chocando su pelvis contra mi trasero. Por extraño que fuera, la sensación me gustó y respondí gimiendo. Su respiración era irregular. Pocos segundos después salió por completo, para volverse a introducir, esta vez no tan fuerte, pero consiguiendo rozar mi punto, mandando placer a cada rincón de mi cuerpo. Empezó un lento vaivén, soltando alguno que otro gemido por la presión que mi culo le regalaba. Me preguntaba cómo aguantaba de esa forma, aún y ser preciso y pasar por mi próstata a cada lenta penetración, mi cuerpo pedía por más, más velocidad, más fuerza.

En mi difícil posición, intenté moverme contra él, teniendo que estirar los brazos de tal forma que se hacía difícil respirar. Un "Mm" entre los sonidos que emitía me dio a entender que lo había comprendido. Esas manos en mis caderas me empujaron adelante, dejándome en una posición menos torturante, y la siguiente estocada fue mucho más fuerte, consiguiendo desplazarme algo más sobre la cama.

- Aah... Así... Mghh Ruki...- nuestro diálogo de gemidos, sólo entendible por nosotros, era la banda sonora de esos movimientos, ahora ya rápidos, duros, que nos habían hecho enloquecer placer.

Me movía contra él, buscando mayor intensidad, y él se limitaba a penetrarme como nadie lo había hecho en mi vida.

Me sorprendía lo que aguantaba ese niñato, a ese ritmo iba a correrme yo antes. Eso sería algo humillante. Ah. ¿Acaso quedaba algo por ahí de mi orgullo de macho? Aunque prefería desprenderme de ese incómodo e inútil orgullo a perderme tal polvo.

Sudábamos, gemíamos, nos movíamos en ese enloquecedor vaivén. Notaba cada uno de mis músculos arder, los brazos se me estaban adormeciendo, las articulaciones se quejaban. A su misma vez, mi miembro pedía atención, haría rato que me estaría tocando si no fuera porque tenía las manos atadas. No sé qué cara de desesperación debía tener para que Ruki supiera qué pensaba. Llevó una de sus manos a mi hasta el momento desatendida y húmeda erección, acariciándome de forma deliciosa. Mientras su mano seguía con la tarea, él se estiró sobre mi cuerpo, mordiendo suavemente mi hombro, pero con suficiente fuerza para dejar una marca notable. Repitió la operación en mi cuello, mordisqueando y lamiendo, sin dejar de moverse dentro mío. Sus labios subieron entonces por la línea de la mandíbula, dejando pequeños besos y su caliente aliento sobre mi piel. Teniendo yo la cara de un lado sobre el colchón le permití llegar hasta la comisura de mis labios, donde dejó un lascivo lametón para dirigirse a mi oreja.

Todas esas atenciones en esa situación sólo ayudaban a acercarme un poco más al cielo. No tardaría en venirme, y su "Córrete conmigo" me indicó que él estaba igual.

Volvió a su posición inicial, de rodillas sobre la cama, con la espalda recta, para dar unas últimas y erráticas estocadas, en las que el volumen de los gemidos de ambos aumentó notablemente. Supe que había llegado cuando un grito agudo mal acallado surgió de esos labios que el chico se cargaba, y sentí su miembro contraerse varias veces hasta quedar fláccido en mi interior. No se retiró, masturbándome con fuerza, aún y estar temblando por el orgasmo, y yo no tardé en correrme, ensuciando las sábanas arrugadas de mi cama mal hecha. Gemí, claro que gemí, arqueando mi espalda, con el placer inundando cada rincón de mi ser.

Cuando me dejé caer sobre la cama le sentí sobre mí, respirando agitadamente, aún siendo atacado por leves temblores. Estaba sudado, nuestras pieles se pegaban, húmedas. Se me cerraban los ojos, sentía que iba a dormirme de un momento a otro en aquel silencio, sólo impuro por la respiración de dos personas. Extrañamente mi interior estaba en calma.

Calma que se rompió cuando Ruki se separó con cuidado, saliendo de mí y para levantarse. Me desató las manos sin decir nada, quedando mis brazos como muertos sobre las sábanas, completamente dormidos, sin sensibilidad. Estiré las piernas, poniéndome de boca arriba, respirando hondo para acabar de calmarme, comprobando que el chico había desaparecido. Toda su ropa estaba esparcida por el suelo y la cama, por lo que no podía haberse ido. Con eso en la cabeza, mis ojos se cerraron, todo se oscureció. Me dormí.

Un peso sobre mi abdomen me hizo abrir los ojos. El chico rubio estaba sentado sobre mí, aún desnudo. Su pelo goteaba y su piel estaba húmeda, desprendía un olor agradable. Cuando me vio abrir los ojos sonrió. Siempre me preguntaré si sólo imaginé esa sonrisa cariñosa, o si confundí una de sus traviesas sonrisas. Lo único que sé es que su expresión me derritió.

Se inclinó sobre mí, acariciándome la mejilla con una mano, hasta quedar su cara a pocos centímetros de la mía. Recorrí esa distancia, uniendo nuestros labios, dándole un corto y dulce beso. Me sentí como una niña de instituto, pero poco me importó, pues él me devolvió un beso igual, un poco más largo, masajeando mis labios con los suyos en un gentil contacto.

Cuando se separó me fijé en algo que no había visto antes, su oreja, habiendo quedado el pelo a ambos lados, se veía perfectamente, llena de metal, varias perforaciones y una pieza que expandía el lóbulo. Eso solo hizo que aquel niño me gustara más. Quedé encantado, perdido en su rostro, hasta que él me sacó de mi ensoñamiento, tironeando de mi bandita, una tela que cubría mi nariz. Mi cara debió decirlo todo.

- Quiero ver tu nariz... ¿Acaso no tienes?- dijo en voz baja. Pensé que si habláramos en voz alta todo desaparecería, despertaría del curioso sueño en el que estaba.

- ¿Cuántos años tienes?- pregunté, ignorando su petición.

- ¿Cuántos tienes tú?- respondió con una pregunta, sonriendo, pasándome la mano por el pelo, dulcemente. Había olvidado cuándo fue la última vez que alguien me trató así. Alguna antigua pareja. ¿Cuánto tiempo había pasado yendo de cama en cama?

- Demasiados...- susurré, algo afligido. Se me quedó mirando, pensé que yo debía hacer una cara parecida.

- Oh... Eres un viejo bien bonito.- me dijo, también en un susurro, directo a mi oreja. Volvió a separarse para mirarme y se lanzó a mis labios de nuevo. Rodeé su cintura con un brazo, apretándolo contra mí. El beso se alargó tanto como nos permitieron nuestros pulmones, nuestras lenguas y labios jugaron, en un contacto cariñoso, extrañamente dulce, pero intenso. Cuando acabamos con el beso se levantó. Le vi buscar su ropa por el suelo y me senté en la cama, sintiéndome vacío. Empezó a vestirse en silencio y quise gritarle que se quedara.

Lo encontré mirándome, esperándome, completamente vestido. En el fondo de sus ojos de aquel azul artificial me pareció ver brillar algo, enmedio de esa aparente indiferencia. Me obligué a reaccionar, estirando las sábanas, levantándome y envolviéndome en esa tela, indicándole que me siguiera hasta la puerta.

Oía sus pasos detrás de mí. Mi corazón encogiéndose a cada paso. Me había encariñado con ese niño, no quería que se fuera. Me giré ante la puerta, suplicándole con la mirada que se quedara conmigo.

- Tengo que irme, es casi media noche, mamá se preocupará.- No sabía si había leído el mensaje en mis ojos o sólo trataba de excusarse. Esas palabras me hicieron sentir mal. ¿Cuántos años tenía? ¿Realmente acababa de acostarme con un niño?

- Ah... - respondí con la mirada perdida, girándome hacia la puerta, dispuesto a abrir, pero una mano en mi hombro me detuvió. Ruki volvía a lucir su sonrisa.

- Tonto. Es broma, vivo solito.- dijo, sorprendiéndome. Mierda, me lo había tragado. Pero no estaba por bromas.-¿No me vas a dejar ver tu nariz? Quiero saber si he tenido sexo con un desnarigado.

- Te vas a quedar con las ganas.- respondí. Aquello me estaba poniendo de mal humor. Giré la llave y abrí, esperando a que saliera. Al no ver a nadie pasar delante de mí lo miré, hastiado. Estaba ahí, con una expresión que no supe descifrar, con los ojos fijos en mí. Iba a hablarle, invitándolo a irse, cuando se movió deprisa. Sin que pudiera reaccionar me bajó la bandita, que quedó colgada de mi cuello. Abrí los ojos al máximo, sorprendido, y cuando fui a cubrirme de nuevo Ruki sujetó mis manos, impidiéndomelo. Dejó un beso en la punta de mi nariz para dirigir sus labios cerca de mi oído. Dijo dos palabras.

- Tengo diecisiete.

Lo vi desaparecer por la puerta sin entender qué acababa de pasar. Me llevé una mano al cuello, buscando la tela que usualmente llevaba atada sobre la nariz. Subí esa misma mano hasta mi cara, para rozar mi nariz con la punta de un dedo, el último sitio de mi cuerpo que sus labios habían tocado.

Lentamente, arrastrando la sábana, volví hacia mi solitaria habitación, recorriendo el pasillo oscuro, que ahora me parecía más frío que nunca.

Me acosté en la cama desecha, en el aire aún podía distinguirse su olor corporal, nuestra sudor mezclada... Cubrí mi cabeza con la almohada. Tenía que ducharme, pero no me apetecía moverme . Los ojos se me cerraban de nuevo. Un ruido, como un zumbido, me sacó de mi estado somnoliento. Malhumorado, me levanté, refunfuñando, en busca de mis pantalones y del teléfono móvil que debía haber en su bolsillo, con un mensaje para leer.

Habiéndolos localizado, no conseguí encontrar el aparatito en ellos, y los volví a lanzar al suelo, mirando a todos lados, hasta verlo encima de una de las mesitas. No sabía cómo había llegado ahí, pero lo cogí, llevándome el nuevo culpable de mi mal humor a la cama. La pantalla brillante indicaba, en efecto, que tenía un mensaje nuevo. Recé para que no fuera uno de mis amigos diciendo cualquier estupidez, aunque no podía ser otra persona. Lo abrí y leí muchas veces, demasiadas, sin creerlo. Lágrimas resbalaron de mis ojos. No me sentía como el adulto que era, parecía que la agridulce adolescencia hubiera regresado a mí. Ese chico me había hechizado, de alguna forma, enamorado cómo nadie lo había hecho antes.

"Siento no haberme quedado hoy, la próxima será... Tienes una nariz pequeña y de lo más mona.

P.D: Mira que tener tu número en la agenda de tu propio teléfono..."

Notas finales:

Ya~ ¿Qué tal? Decidme, decidme~ Por favor. Los reviews son una parte importante de mi felicidad, no me destruyáis así

Eh... Pero por favor, os permito matarme, decirme que es un asco o que está bien, decid lo que no os ha gustado y lo que sí, correcciones... Lo que sea~

Y gracias por haber leído.

 


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