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Your Heart por SHINee Doll

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Notas del fanfic:

Basado en una película de Will Smith.

Notas del capitulo:

Lo escrib[i hace mucho. posiblemente muchos lo leyeron en el blog. Y si no, pues acá está. Disfrútenlo 

Abrió los ojos de golpe, sintiéndose observado. Ahí, de pie bajo el umbral de la puerta, apoyado cómodamente, mirándole, se encontraba un muchacho al que nunca antes había visto. Enarcó una ceja, interrogando al desconocido con sus orbes gatunos, felinos, que en algún tiempo fueron el centro de atención de quienes le conocían, perfectamente delineados, seductores. No hubo respuesta alguna a su pregunta no efectuada, como era de esperarse. Se acomodó mejor en la pequeña cama, quitándose los molestos tubos de la nariz, pasándolos hábilmente por la parte superior del tanque de oxígeno.

— ¿Quién eres? — su voz sonó cansada y eso le molestó más, porque debía ser fuerte y decidida, así como su carácter. — Oye, te estoy hablando. — pero el desconocido no parecía tener intención de responder, al menos en un principio.

— Lee Jinki. — dijo al fin, mostrándole una sonrisa tan bonita, que terminó enfadándole más. — Lamento haberte despertado.

— Lo dudo. — repuso de mala gana, acomodándose el flequillo con los dedos.

— No me dijiste tu nombre. — el castaño parecía ajeno a aquel trato poco amable. Seguía sonriendo, entrando a la habitación y parándose muy cerca, demasiado para el gusto del rubio.

— No lo preguntaste. — se encogió de hombros, sonriendo por vez primera, arrogante. — Kim Kibum.

No fue la presentación más satisfactoria, ni siquiera hubo un “me da gusto conocerte” después de sus nombres o un apretón de manos amistoso, siquiera un intercambio de sinceras y bellas sonrisas. No hubo nada de eso, pero a ninguno le pareció importante en ese instante; quizá porque Kibum seguía molesto por el intruso que interrumpía su sueño, tal vez porque Jinki estaba cayendo por esos ojos fríos e inexpresivos. Ninguno pronunció palabra adicional, se limitaron a mirarse por un tiempo indefinido, buscando en el otro algo significativo.

— Jinki. — interrumpió la voz de un tercero, aquel chiquillo que se encontraba en la cama de a lado. — ¿Estás bien? — preguntó extrañado, tallando sus ojos pequeños, sonriendo bonitamente.

El castaño asintió, sonriéndole una última vez a Kibum para luego girarse en dirección de la otra persona en la habitación, dejándolo con un montón de interrogantes que nunca se atrevería a efectuar y un sentimiento extraño. No apartó los ojos felinos de ellos, analizándolos; en primera porque no tenía nada mejor que hacer y no pensaba dormir de nuevo; en segunda, porque, aunque odiase admitirlo, le interesaba lo que estuviese ocurriendo frente a él.

— ¿Cómo te sientes, Taemin? — acarició los largos cabellos rojizos, acabando de despeinarlos. — El doctor ha dicho que no ha sido la gran cosa, pero es posible que estés algo adolorido los siguientes días. — el otro asentía, sentándose en la cama, mirando de reojo al chico de facciones curiosas de a lado. — Lamento todo, Taeminnie. Debí tener mayor cuidado, todo esto ha sido mi culpa.

— Tú mismo has dicho que no fue gran cosa. — interrumpió amablemente, acariciando la mejilla de Jinki. — Un accidente le ocurre a cualquiera; y esta vez, fue a nosotros. Además, estoy bien. Soy menor que tú, pero no soy un niño, Jinki, así que deja de tratarme de este modo y de culparte por algo que nadie podía evitar.

— Taemin… — regañó juguetonamente, golpeando su frente con los dedos índice y corazón.

El pelirrojo se echó a reír dulcemente, apartando las manos que ahora trataban de despeinarle más, de hacerle cosquillas, de pellizcarle las mejillas. Ambos ajenos a aquel que les miraba confundido, que se preguntaba el tipo de relación entre ambos, que ahora examinaba al más grande en busca de daño alguno por el dichoso accidente que mencionaban.

— Hola. — escuchó de repente al chico, y su sonrisa le pareció demasiado sincera; tan similar a la de Jinki. — Disculpa todo este escándalo, a veces mi hermano y yo nos olvidamos del lugar donde estamos. — y rió musicalmente, golpeando el hombro del otro, sin dejar de mirar a Kibum, que asintió, poco convencido. — Soy Lee Taemin, es un gusto conocerte.

— Kim Kibum; el gusto es mío. — y extendió la mano, tomando la que le era ofrecida, sonriendo un poco.

Jinki frunció el ceño y borró su sonrisa, algo enfadado. Kibum y Taemin parecían iniciar de la forma correcta, sin malos tratos, comentarios mordaces o miradas de advertencia, como fue su caso. Y se sentía celoso, porque ahora eran los más chicos los que entablaban una conversación tranquila frente a él, ignorándole terriblemente bien. Y eso le molestaba, porque había visto al rubio primero y…

— Saldré a tomar aire. — soltó sin más, dándose la vuelta y saliendo de la habitación.

No había razón para que se sintiera de esa forma, pero era así y no podía cambiarlo.

Suspiró. Tenía muy mala suerte.

 

 

— Buenas tardes.

Kibum alzó la mirada cuando reconoció aquella voz. Del otro lado del mostrador, sin borrar su sonrisa, se encontraba Lee Jinki, el chico que había conocido dos semanas atrás en el hospital. Se miraron sin decir nada por un largo rato, hasta que el menor salió de sus pensamientos y correspondió el saludo con su tono arrogante de siempre.

— Vengo a recoger… — Kibum le interrumpió, quitándole de la mano la orden de compra y desapareciendo tras una puerta blanca.

— Acá tienes. — dijo tan pronto volvió, extendiendo hacia él un sobre de papel tamaño carta.

Jinki sonrió y dio la vuelta dispuesto a irse, pero terminó volviendo sobre sus pasos y, apoyándose en el mostrador, se acercó al rostro inexpresivo del más alto. El menor le sostuvo la mirada, sin pestañear, sin mostrar nada.

— Te sienta bien sonreír, Kibum, ¿por qué no lo intentas de vez en cuando? — le acarició la mejilla, preocupado. Había algo en esos ojos…

— Lo tendré en cuenta. Gracias. — dijo sarcástico, apartándole la mano de un manotazo.

Y ese segundo encuentro tampoco fue lo que Jinki esperaba, pero parecía ser todo a lo que debía aspirar. Había ido a recoger el encargo del novio de su hermano con la única intención de ver al chico rubio, porque Taemin le había contado que trabajaba en ese popular estudio fotográfico en el centro de la ciudad, ese del que todo el mundo hablaba.

Cruzó los dedos, pidiendo que su tercera reunión fuese un poco mejor. Porque, si de algo estaba seguro, es que habría una tercera vez; incluso más.

 

 

Kibum suspiró, terminando de cerrar el estudio para irse a casa finalmente. Era tarde, pero se había entretenido con unas fotografías y ahora sólo podía arrepentirse de su descuido. Estaba cansado, sus ojeras eran incluso visibles bajo todo ese maquillaje que se había puesto en un intento de verse menos pálido, menos enfermo. Aunque eso era imposible, porque sabía que no podría disimular su condición nunca. Miró en ambas direcciones, sabiéndose solo y soltó un largo bufido, pensando que las diez cuadras que le separaban de su cómoda cama eran demasiadas.

No había avanzado ni dos, cuando alguien tiró de su muñeca y chocó su espalda con la pared de un edificio desocupado. — Lindo gatito. — habló aquel chico, con sus ojos negros brillando divertidos. El olor a alcohol inundó sus sentidos y le asqueó. — ¿Por qué no jugamos un rato?

— Quita tus sucias manos de mí. — ordenó, tirando de su brazo fuera de aquel agarre. — No te atrevas a ponerme un dedo encima.

— ¿Qué es lo que harás, cariño? — cuestionó burlesco, sujetándolo por la nuca y acercándose a su boca.

Los ojos de Kibum temblaron, el rostro del sujeto se volvió borroso, el aire comenzó a hacerle falta. El desconocido le besaba la mejilla, mientras colaba una mano por su camisa, deslizándola por su vientre. Le temblaron las piernas, su pulso se desestabilizó. Un mareo, pestañeó.

— ¡Aléjate de él! — escuchó una voz conocida, pero sonaba demasiado lejana.

De repente el agarre que mantenían sobre su cuerpo desapareció. Trató de ubicarse, de mirar a su alrededor, pero su visión era demasiado borrosa. Y en algún momento, sus ojos se cerraron y su cuerpo se vino abajo, chocando contra la fría acera.

 

 

Cuando Kibum despertó, se encontró a sí mismo contemplando un techo blanco, uno extremadamente conocido. Se sentó en la cama con cuidado, quejándose un poco al hacerlo, tirando de los tubos que le ayudaron a respirar durante la noche. Se llevó una mano a la frente, tratando de recordar lo acontecido la noche anterior. A lado de la cama, en una silla de plástico, en una incómoda posición, completamente dormido, se encontraba Jinki.

Sonrió, estirando su mano para tomar la del mayor de los Lee, despertándolo con ese simple roce. Los ojos pequeños, hermosos, le miraron con preocupación, y Kibum mantuvo la sonrisa, porque el que el mayor estuviese ahí, a su lado, le hacía sentir -por alguna extraña razón- mucho mejor.

— ¿Qué ha ocurrido? — preguntó bajito, con sus manos entrelazadas. — ¿Tú me has traído? — asintió, estirando los labios en una sonrisa torpe. — Jinki, gracias.

La puerta se abrió en ese momento, dando paso a una joven doctora. Jinki permaneció ahí debido a la petición de Kibum y fue testigo de aquellas palabras que parecían cambiarlo todo, unas que no esperaba escuchar.

“Tu corazón se ha debilitado.”

— ¿Cuánto tiempo? — Kibum lucía tranquilo, como si hablase de algo ajeno a él; y la respuesta no pudo gustarle menos a Jinki.

Cuando ella se fue, la máscara del menor cayó, haciéndose añicos, igual que muchos de los planes que tenía en mente. Y todo se derrumbó de un momento a otro, incluido Kibum, entre los brazos de Jinki, con sus lágrimas bañándole las mejillas.

 

 

Jinki se sentó en el cómodo sofá de la sala de estar, contemplando con ojos curiosos los cuadros que adornaban las paredes de un tono pastel. La casa de Kibum era completamente diferente a lo que imaginaba, quizá porque no era una mansión de dos plantas con un jardín verde que se extendía cientos de metros; sino una cómoda vivienda de un solo piso, con un bonito jardín al frente y el patio trasero de proporción normal. Aunque debía admitir que la decoración si hacía juego con la personalidad del dueño de casa, muy su estilo por supuesto.

— ¿Te gusta? — preguntó Kibum, sentándose a su lado. Jinki miró la pintura una vez más, asintiendo. — Fue un regalo de mi hermano.

— No sabía que tenías un hermano. — tomó el vaso de limonada dispuesto ante él y dio un trago largo.

— Un hermano mayor. — dijo sonriendo. — Jonghyun se mudó a China poco después de casarse. — se puso de pie, tomando una fotografía del librero. — Ella es Victoria, su esposa; y este pequeño de aquí es Minhyuk, cumplirá un año dentro de dos meses.

Mientras conversaban de muchas cosas, Jinki no dejaba de pensar el giro que había dado su relación de un día para otro. Se conocieron un mes atrás, luego de un accidente en coche donde -gracias al cielo- ni él ni su hermano menor habían sufrido daño alguno, iniciando con el pie izquierdo. Su segundo encuentro fue igual de desafortunado, porque la actitud del rubio no ayudaba en nada. Y el tercero… No sabía si considerarlo bueno o malo; era bueno porque estuvo en el momento indicado para brindarle ayuda al que -en ese momento- se encontraba en problemas, pero era malo porque terminaron en una visita a la sala de urgencias del hospital cuando Kibum perdió el conocimiento. Aunque desde esa ocasión, cuando ambos despertaron a la mañana siguiente, se volvieron unidos.

Tal vez porque Jinki era el único que conocía la condición de Kibum…

— ¡Ah! — exclamó de repente, sorprendiendo al menor. — Este sábado iremos a caminar.

— Jinki, no creo que pueda… — el mayor colocó un dedo sobre sus labios.

— Será agradable. — sonrió, viendo a Kibum asentir. — Lo prometo.

 

 

El sábado por la tarde, Jinki estacionó el coche frente a la casa de Kibum, sonriendo ampliamente cuando le vio abrir la puerta y montarse en el auto. Hicieron el camino sin intercambiar palabra alguna, con una de esas canciones de moda sonando en la radio. A las afueras de la ciudad, unos cuarenta minutos de la casa del rubio, se encontraba un extenso campo con frondosos árboles y flores de colores.

— Venga, Kibum. — le regañó tan pronto bajaron del auto. — Quita esa cara. Un poco de aire fresco te hará bien.

— Tonto. — rió por lo bajo, siguiéndolo por aquel camino de tierra, mirando embobado a su alrededor.

Caminaron por varios minutos, hasta que el auto desapareció en algún punto lejano. El sol comenzó a ocultarse en el momento que se sentaron sobre el pasto verde, apreciando aquel bello y natural espectáculo. Hablaron de muchas cosas, de temas triviales y otros no tan superficiales. Jinki tenía una forma de pensar que contrastaba terriblemente con esa actitud suya tan despreocupada y alegre; contrario a Kibum, que era tal como aparentaba ser.

Y cuando la noche cayó y la primera estrella apareció en lo alto, Kibum dejó que sus pensamientos se transformasen en palabras.

— Hay muchas cosas que deseo hacer, ¿sabes? — soltó en un murmullo, tratando inútilmente de contener las lágrimas que ahora se deslizaban por sus pálidas mejillas. — Siempre soñé con terminar mis estudios, enamorarme, tener una familia, compartir cada minuto de mi vida con una persona que me amara tanto como yo a ella… — su voz se apagó, dejando que la confesión flotara alrededor de ambos. Limpiaba sus lágrimas con torpeza, avergonzado de tal muestra de debilidad.

— ¿Qué te lo impide? — el tono de Jinki fue serio, como aquel que regaña a un amigo por un comentario malintencionado. Sus ojos pequeños, siempre curiosos, estaban fijos en él, analizándolo meticulosamente. — Dime, Kibum, ¿por qué no hacer todas esas cosas?, ¿por qué no conviertes tus sueños en realidad?

— Lo haz escuchado tú mismo. — le encaró con una sonrisa triste, con sus ojos llenos de dolor.

Se sentía incapaz de pronunciar aquellas palabras que estaban en la punta de su lengua, porque decirlas en voz alta era igual a aceptarlas, y no deseaba eso; sin embargo, terminó haciéndolo, ocultando el rostro entre sus manos, sollozando lastimeramente mientras el mayor le abrazaba por los hombros, apoyándolo en su pecho, acariciándole los cabellos rubios con cariño, mordiéndose los labios ante la preocupación, ante el desespero.

Porque seis semanas eran muy poco tiempo. Porque seis semanas eran todo el tiempo que tenían. Porque dentro de seis semanas, la sonrisa de Kibum se esfumaría para siempre, porque él ya no estaría…

 

 

— Es… Jinki, tú… — no encontró palabras suficientes para expresarse, quizá nunca lo hiciera; porque aquello era demasiado, más de lo que alguna vez deseó. — Gracias. — susurró sincero, sonriendo de esa forma dulce que pocas veces había dejado ver.

Jinki le tendió su mano, con sus ojos pequeños brillando hermosamente, con la única intención de volver aquella noche maravillosa. Kibum la aceptó sin quejas, sin poder evitar comparar la escena con una de esas que veía en las películas, tal vez por la forma en que sus manos se encontraban ahora, como si hubiese aceptado una invitación a bailar. Y se rió bajito, nervioso, sintiendo el calor instalarse en sus mejillas. Caminaron lentamente, de esa forma, con la sonrisa del mayor iluminando su rostro, con el rubio haciendo un puchero, escuchando las palabras dulces del otro, palabras que sólo eran dirigidas a él.

Lo condujo a la mesa elegantemente preparada y le ayudó a sentarse, acomodando la silla un instante después, para luego ocupar la que se encontraba justo enfrente y volver a sonreír, esta vez más hermoso que todas las ocasiones anteriores. Kibum mantuvo la mirada en su comida la mayor parte de la cena, pero Jinki no, porque jamás perdía la oportunidad de verle, de apreciarle. Y aunque el menor tratase de ocultar su sonrojo con esa postura que mantenía, era capaz de verlo perfectamente; y su corazón latía más rápido, porque era el responsable de ese tono rosado en la piel nívea, de ese brillo en la mirada felina, de esa sonrisa en los labios en forma de corazón. Y eso le hacía enormemente feliz.

— ¿Por qué me miras así? — habló sin mirarle, fingiendo beber de su copa con vino.

— ¿Así cómo? — devolvió la pregunta, sonriendo de lado, travieso; sabía que Kibum odiaba ese tipo de respuestas.

— Así. — cortó, mirándolo con una clara advertencia en sus ojos.

Ese era el muchacho que conoció en el hospital. Ese era el Kim Kibum que él conocía, altanero, desvergonzado, autoritario… adorable.

— Me gusta mirarte. — sincero, amable, como siempre. Kibum enarcó una ceja. — Eres hermoso, Kibum, ¿quién no quisiera hacerlo?, ¿quién sería tan tonto para no darse cuenta de ello? No puedes juzgarme. — sonrió de nuevo, jugando con el tenedor, sin apartar sus ojos de aquel que otra vez bajaba el rostro, tratando de ocultar lo que esas palabras provocaban en él.

Permanecieron en silencio algunos minutos, un silencio un tanto incómodo; sólo roto cuando Kibum alzó el rostro de nuevo y le miró, forzando una sonrisa, hablando en un tono que al mayor poco le gustó.

— Alguna vez lo fui, ya no. — susurró, pasando el dedo índice por el borde de la copa, fingiéndose desinteresado en el tema. — Las chicas me miraban con adoración, incluso algunos chicos hacían lo mismo; solían decirme que era atractivo, con una belleza natural y única… — buscó los ojos pequeños, curiosos. — Mírame ahora, todo eso terminó.

— No te ves a ti mismo. — repuso inmediatamente, levantándose para rodear la mesa. — Yo nunca miento, Kibum.

Pasó por su lado, dirigiéndose al equipo de sonido previamente preparado. La música comenzó a sonar, y él se dirigió de nueva cuenta a la mesa, deteniéndose frente al que seguía actuando extraño. Extendió su mano hacia él, y por segunda vez pudo sentir el toque de aquella piel contra la suya. Le hizo girar torpemente, robándole una sonrisa, antes de atraerlo a su cuerpo y rodearle la cintura con un brazo, entrelazando sus dedos, haciéndolo bailar con él.

— Esto es estúpido. — se quejó el rubio, riendo. — Es vergonzoso, Jinki. Detente.

— No. — respondió quedamente, sonriendo ante el rostro desconcertado del más joven. — En una ocasión dijiste que querías algo como esto, así que no arruines el momento.

— Eso no ha sido muy romántico que digamos. — le desafió de nuevo, haciendo referencia a sus palabras.

— Quizá esto lo sea. — susurró contra sus labios, antes de atraparlos en un beso que Kibum no esperaba recibir.

 

 

— J-Jinki…

Cerró los ojos, enterrando los dedos en las hebras castañas, sintiendo los labios abultados besar su cuello, dejando pequeñas marcas rojizas a su paso, arrancándole suspiro tras suspiro. Las manos del mayor recorrían su pecho lentamente, acariciándole con cuidado, con anhelo, con delicadeza; y Kibum hundía más los dedos entre los cabellos oscuros, llamando a su dueño, ansioso de acercar esa boca preciosa a la suya. Y lo consiguió un par de minutos después. Tomó el rostro de Jinki con ambas manos y chocó sus labios con torpeza, besándolo con desesperación, acariciando su lengua con la propia, memorizando cada rincón de esa boca que pronunciaba su nombre de una forma única, robándole el aliento, perdiendo el suyo. Separándose con la respiración agitada, con las mejillas encendidas, para volver a besarse después, con más hambre, con ese sentimiento desbordante, esa sensación desconcertante.

— K-Kibum, ah…

Las manos pequeñas del rubio recorrían su espalda. La boca en forma de corazón seguía buscando insistente la suya. Jinki sonreía en cada beso, y contemplaba los ojos felinos en cada separación, buscando en ellos cualquier rastro de duda, de incomodidad, pero no lo encontraba, porque el menor deseaba aquello tanto como él mismo.

Terminó de retirar las prendas que cubrían el cuerpo delicado del más alto, lanzándolas lejos. Beso por largo rato los labios rosados, entreabiertos, mientras con su mano recorría el pecho de Kibum, bajando un poco más cada vez, acariciándolo con una lentitud que al rubio desesperaba enormemente. Minutos después acabó por desvestirse también, acomodándose sobre el cuerpo bonito. Y entre besos y caricias comenzaron a acercarse a ese momento.

— T-Te amo. — pronunció en un jadeo, cargando su cadera contra la del rubio, fundiendo sus cuerpos. — K-Kibum… t-te amo.

Los ojos del rubio se humedecieron y algunas lágrimas empaparon sus mejillas, mientras sus labios buscaban una vez más los del castaño, abrazándolo por el cuello, ahogando los gemidos en la boca húmeda, demandante. Mordió los labios abultados con fuerza, desplomándose en el colchón cuando el orgasmo les alcanzó. Jinki se apoyó en su hombro, gimiendo alto, jadeando en busca de aire.

— T-también te amo. — habló Kibum cuando se sintió capaz de hacerlo, acariciando los cabellos marrones con sus dedos, sonriendo sinceramente; pero sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas y, aunque trató de contenerse, acabó llorando amargamente, aferrándose al mayor.

Jinki se dio la vuelta, llevándolo consigo, abrazándolo contra su pecho. — Todo estará bien, todo estará bien. — repetía, acariciando las hebras doradas con una mano, acariciándole el brazo con la otra. — Estaremos bien. — y el menor asentía, tratando de tranquilizarse, recordándose que no podía perder el tiempo así. — Te amo; no quiero que lo olvides nunca. — lo abrazó un poco más contra sí y besó su frente, sus ojos, sus mejillas, para al final acariciar sus labios con los suyos. — Siempre voy a amarte. — secó con los dedos una lágrima escurridiza, mirando los ojos felinos. — Mi corazón es sólo tuyo, Kibum.

Y en algún momento ambos se quedaron dormidos, abrazados, con una pequeña sonrisa en sus rostros.

 

 

Jinki corrió por minutos que le parecieron eternos, recordando el rostro de Kibum mientras dormía, su expresión relajada, la sonrisa que apareció en sus labios cuando le dio un beso en la mejilla antes de dejar la habitación. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no derramó ninguna, porque había tomado la decisión hace tiempo y no podía arrepentirse, no ahora que el tiempo se agotaba.

Llegó a su apartamento y llamó a Taemin. Su hermano respondió después de cuatro tonos, con la voz adormilada.

— Es hora. — dijo seguro, preparando todo. — Taemin, te quiero. — y cortó la llamada.

Tomó el teléfono de nuevo e hizo una llamada más. La voz del otro lado sonaba preocupada; la suya demasiado confiada.

— Te amo, Kibum. — susurró con su último aliento, sintiendo sus ojos comenzar a cerrarse.
No había vuelta atrás. No ahora. Ya no.

 

 

El sonar de su celular le despertó. Kibum tomó el aparato aún medio dormido, respondiendo sin mirar el identificador de llamadas. Abrió los ojos de golpe, incapaz de creer la noticia que su doctora le daba. Una sonrisa se dibujó en sus labios al saberse dueño de una nueva oportunidad, al tener una esperanza. Colgó, mirando hacia el lugar donde debía encontrarse Jinki, el lugar que ahora estaba vacío.


— ¿Jinki? — miró en todas direcciones, en toda la casa, pero no le encontró por ninguna parte.


Te amo; no quiero que lo olvides nunca.

Siempre voy a amarte.

Mi corazón es sólo tuyo, Kibum…

Notas finales:

Esta basado en una película. Si alguien sabe el nombre, dígamela en un review y se gana un one-shot dedicado xD


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