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Niño. por Scarlett_Rose

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Notas del fanfic:

Bueno, pues como sabrán -y si no, pues ya les obligue a saberlo xD- soy demasiado fan de Mukuro. Y tenía días con está extraña situación Vongola rondando mi mente, entonces dije “¿Por qué no?”. Al final por cuestiones escolares la estuve dejando inconcluso hasta ahora. No contiene lemmon. Pero a mi en particular me agrado. Vengo con la intención de crear un Fic 6918 extenso, pues adoro está pareja y he andado buscado Fics de ellos y no encuentro mucho. Bueno pero eso es tema aparte. Por ahora sólo me queda el darles la bienvenida a un nuevo fic mío y pues: ¡Disfruten la lectura!

S.R.

Notas del capitulo:

Nombre Fic: Niño

Anime & Manga: Katekyo Hitman Reborn!

Autor: Amano Akira.

Pareja: Mukuro Rokudo & Hibari Kyoya. Suposición de otras parejas.

Resumen: El guardián del trueno sólo estaba buscando un buen lugar para jugar. Y la tranquila habitación recién instalada parecía perfecta. Lo malo es que Lambo sigue siendo… Lambo.

Ahora los guardianes deben hacerse cargo de un Mukuro de nueve años. No en realidad sólo uno, debe hacerse cargo del ilusionista. ¿Quién será su niñera?.

Capitulo Uno. Bazooka.

—¡Vaca estúpida! —grito Gokudera lanzando bombas hacía la salida por donde el guardián del trueno hacía una excelente barrida para salir más o menos ileso del ataque. Sus dedos se aferraron a la caja de madera, para a continuación levantarse. Lambo corrió tan rápido como sus piernas se lo permitieron cruzando a I-pin en el camino, claro que la jovencita no le prestó suficiente atención como para notar su situación.

Quien pensara que el Lambo de quince años era alguien maduro y nada llorón estaba muy lejos de la absoluta realidad. Y la intachable prueba era ver a esté mismo corriendo por todo el pasillo con lagrimones de cocodrilo. Se escondió en un oscuro pasillo, pegando la espalda a la pared como una calcomanía. Cabeza de pulpo paso a toda velocidad con las manos llenas de bombas.

—Estupidera es tan malhumorado —gruñó quedito, dejando escapar un suspiró. Se había salvado “heroicamente” de terminar siendo vaquita al carbón. Rasco su nuca, mirando el largo pasillo con su único ojo abierto. Quería jugar con el nuevo regalo que le había mandado su jefe. Quizá era nuevos prototipos de granadas, o alguna otra súper arma, que sólo él podía manejar. Se llevó la diestra al mentón. Caminando tranquilamente en busca de su siguiente objetivo: Buscar un lugar tranquilo para “jugar”.

La sala de entrenamiento estaba descartado. No iba a estar en el mismo lugar que Gokudera y Reborn (mejor dicho, ellos no le dejarían estar ahí). Paso por la oficina del décimo, la puerta estaba entreabierta, así que se asomó.

—No quiero más trabajo. Quiero tiempo para poder salir. —las mejillas del décimo se encendieron tenuemente, haciendo reír a sus guardianes que le miraban enternecidos con su jefe.

—Ya, ya. Tsuna trabajo es trabajo. —dijo con la intención de animarlo con su calida sonrisa. Tsuna agradeció el apoyo de Yamamoto, siempre era tan positivo. Le gustaba esa personalidad tranquila que poseía.

—¡Yo quiero hacer una visita extrema a mi esposa! —grito eufórico Ryohei causando la risa nerviosa en los otros dos.

Lambo negó el lugar, continuo caminando, los dedos comenzaban a acalambrarse, así que decidió dejar unos segundos su regalo en el suelo, estirando el cuerpo para desperezarse. La base Vongola era tan grande pero al mismo tiempo tan inútil. Tenía un motón de habitaciones que eran utilizadas para cada tontería. Negó seriamente, él solamente tenía una sala donde guardaba toda clase de dulces.

—Kyoya —chilló el rubio ante la negativa de su pupilo. Lambo se asomo al que debía ser el espacio personal de la alondra. Afuera era todo tecnología y metal mientras que adentro era muy al estilo japonés. Los ojitos verdes buscaron. El guardián de la nube tenia puesta una Yukata (no recuerdo bien si esté es su nombre). Y tranquilo firmaba algunos papeles que debía entregar a Tsunayoshi Sawada más tarde. Los afilados ojos se encontraron con el caballo idiota.

—No. —dijo tan seco como podía causando un tierno puchero en el rubio. Claro que en Hibari Kyoya no despertaba nada—. Te estas tardando en irte. Cavallone.

—Kyoya. Toma, un dulce ayudara para el humor gruñón que tien… —las palabras se le quedaron en la garganta. Esa aura negra y las tonfas en cada mano le avisaban que había metido la pata, retrocedió lentamente, sin embargo en segundos se vio en la necesidad de esquivar los golpes. Claro que todo sería mejor si Romario se hubiera quedado.

Lambo negó y volvió a negar. Ni loco pisaba los terrenos del carnívoro. Un solo detalle fuera de lugar y lo mordería hasta la muerte. Tomo su caja, escuchando aun los quejidos del pobre caballo salvaje. Miró durante largos segundos la amplia puerta metálica color negro. ¿Ahí era…?

Le dio un ligero golpe con su cadera para poder abrir. Era un lugar amplio, especialmente porque sólo tenia algunos muebles. Tranquilo, no se escuchaba ruido alguno. Perfecto.

El bovino sonrío ampliamente cerrando la puerta detrás de él. Se sentó en el centro de la alfombra color azul marino con detalles blancos y negros azulados. Destapo con cuidado la caja, haciendo a un lado toda la pajita que tenía. Sus ojos brillaron al ver las granadas color púrpuras. Saco una por una, admirándolas maravillado. Siguió rebuscando algo más. Sus dedos dieron con algo “duro”. Sacaron la nueva bazooka color rosa que le entregaba su jefe, frunció el seño.

—Jefe tacaño. No quiero esto. —gruñó tomando con ambas manos la bazooka para lanzarla hacía atrás. El “¡Ploff!” más la explosión de humo rosado pillo de sorpresa al bovino que no tuvo tiempo de escapar. Las alarmas de toda la base se encendieron, cerrando puertas y poniendo máxima seguridad en cada apartado.

—¿Qué sucedió ahora? —preguntó alarmado el castaño, pestañeo confundido.

—¡Décimo! —Gokudera corría lo más aprisa, al llegar apenas dio tiempo para tomar algunas bocanadas de oxigeno y pasar a revisar con vista rayos X, el estado de su jefe—. ¿Qué paso?.

—No sabemos, sólo saltaron las alarmas.

—Quizá sea por este humo —apuntó Yamamoto. Tanto el guardián de la tormenta, el sol y el actual líder de la familia siguieron el camino de humo rosado. ¿Sería cosa de Reborn?. Llegaron hasta el final de pasillo, justo a la puerta que en toda la semana no había sido abierta por nadie más que Chrome y quizá algunos de esa pandilla Kokuyo.

—¡Lo sabía! Sabía que ese cabeza de piña estaba tramando algo. Dormir por toda una semana, si como no. —tomo el picaporte, y antes de girar la puerta se abrió de golpe para darle en el rostro y seguidamente ser atropellado por el guardián del trueno.

—¡Es horrible! —lloriqueo escondiéndose detrás de Tsuna. El líder miró por encima de su hombro al chiquillo y después a la puerta recién abierta.

—¿Q-qué paso, Lambo?

—Es horrible, horrible. Ca-cabeza de piña fue… cabeza de piña fue… —su tartamudeo sólo le ponía más tensa la situación, los torpes pasos que se escuchaban detrás de todo ese humo, alertaron al resto. Yamamoto no dudo en sacar su Katana, y Ryohei en ponerse en guardia. Gokudera seguía perdido en su mundo de ensueños y explosiones. Tragaron saliva y Lambo apunto a la diminuto figura que se tambaleaba de un lado a otro—. ¡Cabeza de piña fue comido por un duende!

El humo poco a poco se disipo y del poco que quedaba salió tosiendo un chiquillo de corto cabello azulado en corte de piña. Vestía pantaloncillo corto blanco, junto con una polera floja manga corta, iba descalzo. Su brazo izquierdo estaba vendado desde la muñeca hasta el codo y su ojo derecho estaba cubierto por un parche blanco. El niño les miro durante largos segundos. Todos aun contenían el oxigeno.

Frente a ellos estaba un Rokudo niño.

—Es-espera, Kyoya —Dino intentaba detener a su agresivo pupilo. No podía creer que el simple sonido de las alarmas lo pusiera de malas y con intención de golpear al que eligió el modo de seguridad de la base.

La intuición de Tsuna se alerto al ver al pelinegro acercarse con sus tonfas. Hibari había estado cuidando la habitación del ilusionista desde distancia, esperando el momento en que se recuperara para tener una batalla y recuperar todo su honor.

—Hi-Hibari-san —chilló Tsuna, intentando llamar su atención. Muy tarde el azul profundo del pelinegro y el único ojo “sano” del niño se cruzaron. Incluso Yamamoto y Ryohei estaban a la espera de intervenir el posible maltrato hacía un niño. Los ojos azules se entrecerraron y se acerco hasta el niño para lanzarle aquel dulce que Dino le había regalado.

Dio media vuelta para regresar a su espacio, lejos de tantos herbívoros. Nunca hubiera imaginado que el ilusionista de niño fuera… adorable. Dino chilló al ver el destino de aquel dulcecito que tanto tardo en elegir. Todos suspiraron.

—¿Tsuna-san? —le llamó I-pin extrañada con ver a todos reunidos. El castaño vio una buena salida en la joven china.

—I-pin. ¿Podrías llevar a Mukuro a la cocina? —dijo ligeramente temeroso, agradeció que la joven tomara la mano del niño sin preguntar nada. Después de perderlos regreso su mirada a sus guardianes, especialmente a uno—. Tenemos junta.

::: ::: ::: :::

Todos estaban reunidos en la oficina principal del décimo. Cada uno de los guardianes ocupaban su asiento respectivo. Enfrente, detrás del amplio escritorio de madera estaba Tsunayoshi, y a su lado estaba su tutor privado. Reborn.

—Tenemos un ligero problema. —hablo firme el Vongola callando los tenues murmullos—. Como sabrán Lambo hizo que Rokudo Mukuro se intercambiara con… su “Yo” niño…

—¡Estúpida vaca! —zapeo el peligris. Gokudera y Lambo estaban en el mismo sillón, enfrente del décimo. Yamamoto y Ryohei en otro que estaba muy pegado al primero. Hibari en un sillón sólo del lado izquierdo con la mirada fija en el sillón solitario que pertenece al ilusionista o en su defecto a la joven Chrome.

—Tsuna. Yo tengo una duda —levanto la mano Yamamoto, atrayendo la atención de todos—. Estamos seguros que fue la bazooka la culpable. Pero ya pasaron más de cinco minutos y para que sigamos hablando de esto, significa que Mukuro no ha regresado. Segundo —hizo una pausa, subiendo la mano a su mentón—, ¿Por qué no viajo su “Yo” de quince años? ¿Por qué uno de nueve años?.

Tsuna balbuceo algunas cosas, demostrando lo torpe que aun podía ser. Reborn acomodo su mano sobre su hombro, dando un suave apretón. No había necesidad de apresurarse en ser un buen líder. …l era su tutor y aun estaba en sus manos.

—Al parecer el jefe de la vaca estúpida le mando una bazuka mejorada. Eso puede explicar el limite de tiempo y el cambio. Lo único que queda es esperar a que los efectos terminen. —sus ojos negruzcos viajaron al sillón vacío. Buen momento para que Chrome estuviera fuera—. Hasta que eso pase, necesitamos de alguien que cuide de Rokudo Mukuro niño.

Todo el lugar se situó tranquilo. Tsuna pasó la mirada sobre todos sus guardianes, eran difícil cuidar de alguien, especialmente de alguien como Mukuro. Especialmente ahora que estaban hasta el tope con trabajo. Suspiró iba proponer el dejar al ilusionista en su pieza hasta que los efectos pasaran. Se escuchaba un poco cruel pero no tenían mucho tiempo. Antes de formular su idea, se apreció como el guardián de la nube se levantaba para salir de la oficina—. ¿Hi-Hibari-san?

—Yo me haré cargo de Rokudo Mukuro.

—No —se levanto pegando las manos a su escritorio. No quería regresar y encontrar la mansión hecha escombros. Se detuvo para mirarle sobre su hombro, su afilada mirada le traspaso como hoja de papel.

—¿Me estas ordenando algo, Sawada Tsunayoshi? —siseó con los labios ligeramente apretados—. Kamikorosu.

—H-hi~ —se derrumbo de nuevo sobre su sillón. El pelinegro sonrió satisfecho, y salió sin decirle nada a nadie.

Su caminar era pausado, bajando las escaleras hasta el primer piso, fue directo a la cocina donde se supone debía estar la china, sin embargo ahí sólo estaba el niño, solitario y abandonado. Se recargó en el marco de la puerta, el niño parecía distante a lo externo. No era ni la mitad de lo socarrón que era el ilusionista. Las manos rodeaban el vaso de leche para dar pequeños sorbos.

Se quito de la puerta para entrar por completo. Mukuro continuaba bebiendo de su leche, sin embargo en cuanto entro en su campo visual el único ojo no dejó de mirarle. Hibird canturreó el nombre de su dueño mientras se acomodaba sobre su hombro. El silencio se situó en el lugar. Kyoya no sabía que decirle, normalmente no necesitaría de una conversación con el ilusionista.

—Yo seré el responsable de tú cuidado. No hagas problemas, y no tendré motivos para morderte hasta la muerte. ¿Entendido? —el peliazul pestañeo lentamente, dejando el vaso vacío contra el mesón, apoyo la diestra contra esta misma y la otra mano libre se estiro para alcanzar al guardián más fuerte de Vongola. En realidad sus dedos querían alcanzar a la redonda avecita que cantaba sobre su hombro.

Levanto una ceja, esté Mukuro parecía tener debilidad contra los animales; como él. Mukuro le miraba como si solamente existiera él. Su ojo seguía el movimiento de sus labios al susurrar cada palabra y muy en el fondo eso complació a Hibari.

—No te pareces en nada, al Rokudo Mukuro que yo conozco. —murmuró con la vista fija en algún punto. Esté continuaba mirándolo fijamente, causando la desesperación en el guardián de la nube—. ¡Habla!. Digo algo, si no lo haces… Kamikorosu.

—Ka-kami…korosu. —su voz era dulce y muy baja, aterciopelada como la tendría cualquier persona que no esta para nada acostumbrada a hablar. Los ojos de Kyoya se abrieron, Mukuro no hablaba porque no quisiera, no hablaba porque no sabía hacerlo. Giró sus pies se movían de ahí para allá, tomando cosas que acomodaba entre sus manos.

Fue directo hasta la parte más amplia y desabitada que tenia la cocina, sentándose sobre ella, enfrente comenzó a acomodar las cosas recolectadas en una hilera. Volteo a ver al peliazul que al menos ahora le seguía con la mirada, agito su mano indicándole que se acercara. Los pies descalzos saltaron para bajar del banquillo y acercarse con un troté pausado. Mukuro apoyo ambas rodillas y manos contra el blanco azulejo, mirando las hilera de objetos.

—Hibird —señaló al peluche con forma de pollito amarillo, de tamaño considerable, seguro juguete del herbívoro con pijama de vaca— Piña —dijo apuntado hacía la fruta de había tomado del frutero—. Mukuro —apuntó hacía el peliazul—, Kyoya —acerco sus piernas hasta su pecho y cruzó los brazos sobre sus rodillas.

—Hibird. Piña… —apuntó hacia el pelinegro— Mukuro —y se señalo a si mismo—, Kyoya.

El pelinegro sonrió extrañamente satisfecho con las primeras palabras del niño. Bajo la mirada para ver a la gata de Gokudera que se restregaba contra su pierna. Sus dedos la tomaran del pelaje y la alzaron como bolsa de basura. El azulado ojo tembló ligeramente.

—Gato.

—Ga…to.

Kyoya volvió a sonreír. El guardián le lanzó la gata, y el menor la recibió acomodándola entre sus brazos. Sin embargo la arisca gata no tardo en soltar zarpazos por todas partes, moviéndose inquieta.

—Mmgh —Mukuro se quejó pero no la soltó y Hibari supo que la testarudez de ese chico era profunda, así que antes de que el niño terminara con la cara como asterisco, se dispuso a intervenir, se gano un arañazo en sus dígitos. La gata salto y salió huyendo por la puerta.

—Morderé hasta la muerte a ese herbívoro. —gruño sacando sus tonfas. Se levantó olvidando momentáneamente al peliazul. Subió las escaleras y hablando del rey de roma.

—Hibari. ¿Haz visto a Uri?. Se supone que íbamos a entrenar… —se corto para poder esquivar el tofaso del pelinegro—. ¡¿Qué crees que haces idiota?!.

Hibari perseguía y acorralaba al menor que evitaba los golpes y le gritaba unas cuantas palabrotas. Sus dedos sostuvieron la hilera de dinamita, sin embargo se contuvo de hacerlas explotar, primero; no iba a destruir la mansión Vongola y segundo; no iba a pelear entre compañeros. Si el Décimo le veía entonces sería un fracaso como mano derecha.

Sus pensamientos bloquearon sus movimientos y se gano un tofaso en la boca del estomago y otro en la mejilla. Hibari dio por terminado el cobró por las heridas recibidas tanto las suyas como las de Mukuro.

—La próxima vez que me ataque tú caja… Te morderé hasta la muerte. Herbívoro. —siseó guardando sus tonfas, dejando a un abollado Gokudera tumbado en el suelo. Necesitaba mostrarle lo que era la sociabilidad a su caja Vongola. Hibari pareció recordar al menor, regresando por donde había venido, su seño se frunció porque en la cocina ya no había nadie.

::: ::: ::: :::

Sus manos rodeaban en un posesivo abrazo a ese peluche con forma de pollito. Ladeo la cabeza mirando a todos esos extraños que le rodeaban y no dejaban de decir cosas que no comprendía. La sala era amplía y él estaba sentado entre Yamamoto y Dino. Tsuna y Reborn estaban en un sillón aparte, el castaño sentado en las piernas del que era su tutor.

Mukuro no dejaba de verlos, tan fijamente y tan seguro de quien-sabe-que-cosa. Su mirada llena de inocencia y misterio causaba nervios en Tsuna que no dejaba de revolverse.

—Deja de moverte tanto —murmuró Reborn besando su nuca. Las mejillas del décimo se colorearon.

—Mu-Mukuro. No creo que sea buena idea que vea estas situaciones.

—¿Por qué no?. Eres mi pareja.

—Al parecer Mukuro también se hizo fan de Hibird —apuntó Yamamoto tomando la delgaducha mano para desinfectar todos los arañazos que tenía. Cambiando los viejos curitas por unos nuevos.

—Yo creo que Kyoya se va a enfadar por sacar a Rokudo-kun de la cocina. —opino Dino mirando con cierto recelo el peluche que abraza el menor. Hace unos meses el se lo había regalado al pelinegro, al parecer no lo recordaba.

—Ma, ma, cuando fui estaba sólo. Además sólo estoy limpiando sus heridas.

El peliazul se señalo a si mismo—, Kyoya. —apuntó al recién llegado—, Mukuro —se levanto dejando a medias su proceso de curación. Avanzó hasta el pelinegro que ya tenia tonfas en mano, para darles una buena lección a todos ellos—. Cuando sea mayor… Mukuro será… mi pareja.

Todos se quedaron con la palabra en la boca, y más al ver la extraña mueca nunca antes vista en el rostro del pelinegro: una sonrisa. ¡Ploff! Y el humo rosado volvió a aparecer, llenado toda la sala, para cuando se disipo, el cuerpo laxo del ilusionista estaba recostado en el suelo. Su tridente estaba entre sus manos y tenia manchas de sangre. Tsuna se levantó y apresuro a revisarle.

—E-está bien. L-la sangre no es de Mukuro. Du-duerme.

::: ::: ::: :::

Había pasado una semana completa desde que Mukuro había regresado. Y justó apenas iba despertando, según Chrome, él había terminado usando mucho de su poder en algún propósito del pasado. Matar a toda una familia no era tan sencillo, pero al menos ahora podía estar tranquilo de saber que su “Yo” niño, no volvería a estar atado a experimentos inhumanos. Recargó la espalda contra la cabecera de la cama, y cerró los ojos para respirar tranquilamente.

La puerta se abrió ligeramente y el peliazul imagino que se trataba de Nagi. Desde que abrió los ojos la joven no se despegaba al menos que fuera algo de suma importancia, el jalón que sufrió su cabello le hizo despertar de su leve dormitar. Arqueo una ceja.

—Kufufufu~ Es extraño verle por aquí. Hibari Kyoya —dijo con ese tono juguetón que le caracterizaba. Recordaba tenue lo que sucedió con su “Yo” niño. Incluso aun guardaba aquel pollo de peluche con el que regreso. Recibió otro tirón.

—Ya eres mayor. Eres mi pareja, y si te niegas entonces yo… —hizo una pausa para mirar directo a sus ojos bicolor—, Te morderé hasta la muerte.

—Kufufufu~ Como podría negarme ante ti. —río. Le Tomó de la corbata para juntar sus labios.

 

Notas finales: ¿Reviews?

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