Eran una calurosa tarde de verano, el cual era perfecto para que dos chicos jueguen en el puerto de la ciudad.
Lun era una ciudad hermosa, era la cuidad portuaria mas grande de todo Sadar, la ciudad era de un hermoso color esmeralda, el cual hacia juego con el hermoso mar.
Bartolomé era un pequeño niño de 8 años que le gustaba ir al puerto a escondida, correr entre medio del mercado y llegar hasta la playa para jugar con su mejor y único amigo Morgan.
Morgan era el único que el conocía chico que no le molestaba por como era, incluso este siempre le decía que se veía lindo, y las veces que lo llegaba a molestar era como una broma amistosa, por esto él lo adoraba y lo admiraba, Morgan era su ejemplo a seguir, a pesar de que a su madre no le gustaba que se juntara con este tipo de personas, siempre le decía que tenia que buscar un chico de su estatus social, pero estos chicos siempre lo molestaban incluso había veces que hasta lo golpeaban.
Bartolomé era un chico bajito (según Morgan) pero en realidad su estatura era de acorde a su edad, era delgado, con cabellos largos y rizados de un hermoso castaño rojizo, de mejillas sonrosadas notorias en su blanca piel, y grandes ojos cafés claros, aunque estos a veces cambiaban de color, podían ser de un bonito color miel con pequeñas partes verdes y otras veces podían ser negros como una noche sin estrellas.
A comparación de Bartolomé, Morgan era un chico alto para sus 13 años, ya a su corta edad su musculatura era más notoria, esto se debía al duro trabajo que realizaba ayudando a su padre en la embarcación para ganar más dinero y poder llevar algo de comida a su casa. Es que con las trillizas y su hermano menor con solo el trabajo de su padre no podía vivir.
Morgan era un chico de piel clara pero con el tiempo esta había quedado un poco más morena debido a que su trabajo exigía pasar mucho tiempo expuesto a los rayos del sol,
sus cabellos eran largos y lizos de un precioso rojo pasión aunque un poco desordenados, era alto para su edad y su cuerpo bien marcado junto con su fría mirada de color carmesí lo hacían se un chico imponente, con el cual era mejor no tener problemas.
Morgan y Bartolomé se conocieron un invierno en el puerto, cuando el menor solo tenia 5 años y Morgan lo había encontrado entre los barriles llorando a mares. Cuando el mayor lo vio quedo prendado de su carita llorosa, aunque en un principio pensó que era una niña ya que su apariencia y lo cantarina que se escuchaba su voz entre sollozos no daba para que uno pensara lo contrario.
Luego dé la impresión inicial, Morgan se acercó al pequeño y se inclino para verlo más de cerca.
-¿Qué te sucede niño?-dijo desordenado aun más los enmarañados cabellos del chico-
-tu, ¿no crees que soy una niña?-decía entre sollozos el menor-
-mmm….en un principio si, pero después me di cuenta que ninguna niña seria tan fea como tu- le dijo con una enorme sonrisa-
yo no soy feo, y obviamente no soy una niña-el pequeño inflo los mofletes ante tan horrible comentario-
-puede que sea cierto, pero te ves horrible llorando-reía el mayor-Soy Morgan Henry, un gusto conocerte- vuelve a sonreír ofreciéndole su mano-
-Soy Bartolomé Roberts el gusto es mio- corresponde al saludo con un apretón de manos sonriendo a su ves-