La casa estaba vacía; o almenos eso era lo que Camus suponía, pues había demasiado silencio en este lugar, además de estar con las luces apagadas y completamente en la penumbra. El sonido ocasionado por las botas de su armadura dorada, resonaban como eco en las frías paredes del susodicho lugar.
Había acudido a la tercera casa del Zodiaco pese a estar tan lejos de la suya; por la sencilla razón de hace poco haber sentido el cosmo de su mejor amigo (Mu) debilitarse rápidamente a cada segundo que pasaba. Realmente estaba alarmado, pero trataba de mantener la calma que no tenía para evitar empeorar más las cosas. Apenas el día de ayer había visto al hermoso lumeriano con un ojo morado y alguno que otro golpe por alguna parte de su anatomía. Este le conto sus penas, problemas y discusiones que todas las noches vivía a causa de Kanon, su novio; y llegando ambos a una conclusión…todo este rollo fue ocasionado por la decisión del peli lavanda de aun no entregar su virginidad. No estaba listo para hacerlo, cada vez que Kanon se lo proponía en las noches, aceptaba con cierto temor. Cuando ya se contemplaban como dios los trajo al mundo, se arrepentía, muy apenado se levantaba y dejaba al geminiano con tremenda erección entre sus piernas.
Ya rato de todo esto, Kanon, sin poder controlar las ganas que tenia de poseer al oji-verde, lo había golpeado hasta cansarse, hasta que de esa dulce boca que él había sido el primero en probar, salieran las palabras que tanto deseaba oír: “HAZME TUYO KANON”. Estas palabras jamás serian pronunciadas por Mu, mas por el contrario le gritaba que lo dejara en paz, que lo soltara y que en ese preciso instante terminaban su relación. Esto enfureció aún más al mayor, que si no fuera por el repentino llamado se Shion, hubiera terminado violando al pobre de Mu, que no tenía la culpa de ser tan hermoso como era.
Se largó de inmediato, dando u portazo al momento de salir. Lo dejo ahí medio inconsciente.
Camus siguió su camino a oscuras, sin atreverse a prender la luz o encender su cosmo. Llegaría a como dé lugar a la recamara principal; agradeció mentalmente el hecho de que el geminiano mayor no se encontrase en casa, no quería tener una batalla sin sentido, de mil días con un compañero de armas. Cuando estuvo a punto de entrar a la recamara, la cual sorprendentemente estaba abierta, tropezó con algo y cayo brutalmente al suelo. Maldijo en voz alta el “objeto” que tirado en el piso, lo había hecho caer. Adolorido por el impacto se levantó, y al tratar de recoger la cosa en el suelo, sintió sus manos mancharse de un líquido que, al probarlo, lo reconoció como sangre por el sabor metálico de este.
Asustado corrió hacia el interruptor de energía y prendió la luz. Sus ojos se posaron sobre el cuerpo herido que yacía tirado en medio de un gran charco de sangre, que comparado con el tamaño de su cuerpo, era mucho más ancho. No salía de su asombro, estaba viendo con sus propios zafiros el frágil y delicado cuerpo de su mejor amigo lleno de sangre, heridas, algunas profundas y otras no tanto.
Se acercó al inconsciente joven, se sacó la capa y cubrió el cuerpo semidesnudo del peli lavanda. Así lo cargó con delicadeza, sintiéndolo muy liviano, manchando sus manos de sangre que comenzaba a traspasar la tela que formaba su capa blanquecina. Lo llevaría consigo, a su templo para mantenerlo sano y salvo lejos de las garras del depravado de Kanon.
Por suerte era de noche, todos dormían, así le fue más fácil atravesar los templos sin problemas ni distracciones, además Mu necesitaba atención de inmediato, aunque sea de primeros auxilios. Siempre había admirado a su compañero por ser tan bueno, cálido, sensible, fuerte en cuestiones de guerra, valiente, inteligente y por mucho más….
Llegó al onceavo templo, respiraba agitado por el cansancio. Sin importarle un ramo su sed y cansancio; condujo el cuerpo inerte de su amigo hacia la bañera, la lleno de agua tibia y comenzó a enjabonarlo suavemente con una esponja. Lo ayudaba porque desde hace un año que ellos habían comenzado a hablarse y últimamente se habían vuelto muy amigos, muy unidos y en otras palabras era su fiel confidente a quien el oji-verde podía contarle sus penas y problemas para recibir un consejo.
Lo cargó con suma delicadeza, lo coloco encima de su cama, y curo sus heridas. Vendo las más profundas y las otras las dejo así, ya sanarían sin duda.
Al día siguiente…
El sol ya estaba en el horizonte. Lentamente el ariano abrió sus ojos poco a poco, encontrándose en un lugar que no era la casa de géminis. Con algo de impedimento se levantó, y al ver hacia enfrente, observo a Camus dormir. Recordaba a la perfección porque tenía esas heridas en su cuerpo, no sabía el motivo de estar en la casa de Acuario, pero al razonar un poco comprendió que su amigo lo había ayudado.
Sintiéndose feliz de tener un amigo como él, se acercó al francés y lo despertó de un pequeño beso en los labios. Al sentir ese contacto, despertó de un salto. Fijo sus ojos en los del peli lavanda quien al parecer tenía algo que decirle pero no se atrevía.
-Mu…que pasa???
-Nada yo solo…
-Porque me besaste??-Pregunto extrañado el galo.
-Es que yo…-se ruborizo-yo… no me había dado cuenta de mis sentimientos hacia ti hasta hace unos días….por eso fu que no quería entregar mi pureza a Kanon….porque a quien amo es a ti Camus…y si tu no sientes lo mismo por mi…me iré…-no termino lo que iba a decir porque un dedo sobre sus labios lo acalló.
Camus aprovecho el silencio que reinaba en aquel lugar y decidido, beso los labios apetitosos del guardián de la primera casa con suavidad, gentileza y por sobre todo amor infinito. Nada más importaba, se amaban y punto, no lo tenían planeado, pero sin proponérselo se habían metido en el corazón del otro.
Continuara….