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Final de una Tormenta por Hanabi Angel

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Notas del fanfic:

quiero llenar este mundo de 8059...se lo merece, son la mejor pareja *^*

Apreciar el cielo era lo único que le quedaba por hacer al bombardero en esos momentos, al menos aun podía ver, solo que no sabia por cuanto tiempo más. Chasqueó la lengua, siempre pensó que moriría defendiendo al décimo Vongola, pero al destino parecía gustarle jugar  sucio y traer a todos algo diferente, burlándose de las personas en sus caras perplejas y confundidas.

Gokudera volteó su rostro con las pocas energías que le quedaban, era frustrante, pero era lo lógico, había perdido demasiada sangre, era casi un milagro que siguiera con vida aun. Después de todo había estado por horas tendido en el frio suelo.

Observó a Yamamoto inconsciente a su lado, al menos solo era eso y no una herida grave como la suya, una leve carcajada sin fuerzas salió de su boca. Arriesgar su vida de tal modo por un maniático idiota como él, era incluso gracioso, en su mente se vio dando la vida por cualquiera menos por él. O al menso eso era lo que decía que veía…

Jamás le agradeció el hecho de que le hiciera dejar su estilo de lobo solitario para poder convertirse en un mejor guardián. Y mucho menos le dijo lo feliz que estaba por haber sido él, al que tendió la mano por primera vez. Jamás le confesó que aquello le había abierto las puertas a algo más…Siempre presente en su mente como un maldito estorbo, porque deseaba tenerlo mucho más que en su mente. No importaban las circunstancias, lo quería a su lado, incluso si era solo para insultarlo. Es que no podía evitar que su corazón se disparara por el simple hecho de tenerlo cerca.

Hizo un sobre esfuerzo, dejando de hacer presión sobre su herida para estirar su mano y alcanzar al moreno, después de todo, debía aprovechar que el dolor había desaparecido, aunque el sonido disminuía de a poco.

Sus dedos rozaron la mejilla del beisbolista y sonrió, supuso que su tacto frio  en contraste con la cálida piel del espadachín lo despertaría, pero se equivocó… ya pronto perdería también la sensibilidad. Dedos que ya no sentían, oídos que apenas escuchaban y un cuerpo que tomaba una temperatura increíblemente baja ¿Cómo era que en un solo segundo todo podía terminar?  Aunque siempre lo supo, era la mafia después de todo, la muerte estaba a la vuelta de la esquina y hasta hace tan poco, la suya no le había importado menos.

Ahora se maldecía por perderla. Perdería la vida que se había esforzado por proteger, para no preocupar al decimo, desaparecía como hielo derritiéndose. Tal parece que reír y ver los fuegos artificiales ya no era una opción.

Frunció el ceño, su visión se tornaba borrosa ¿Era acaso mucho pedir el poder seguir viendo a aquel maniático que dormía a su lado? 

 El cielo se tornó gris y la lluvia no se hizo esperar, lluvia que caía y camuflaba sus lágrimas de tristeza.

Había deseado que siempre estuvieran juntos, que sus discusiones duraran por mucho más tiempo. Quería, con fastidio, ver aquella estúpida y despreocupada sonrisa dedicada a su persona. Maldijo el momento ¿No había decidido que aquellos deseos estarían tan ocultos que ni el sabría de su existencia?

Tantos recuerdos pasaban por su mente ¿Cómo es que ese idiota jamás se cansó de calmarlo cuando su imprudencia tomaba el control? ¿Cómo es que siempre le sonreía a pesar de todo? Si tan solo hubiera dejado alguna vez su orgullo de lado y le hubiera confesado cuanto odiaba amarlo… Un anhelo inútil. Una confesión que jamás llegaría,  ya que de sus labios ya no saldría más que una sola palabra:

-Ya…Yamamoto…-Soltó en un suspiro inaudible y que el viento tomaría como suyo, llevándoselo lejos, tal como el aire que apenas si lograba respirar. Lamentablemente, el susurro no hace que el aludido abra sus ojos, aunque ¿Para qué? Ya era tarde, no tendría ningún significado ¿Quería que despertara y lo viera así? ¿Quería ver su reacción? ¿Quería ver si estaría triste? ¿Comprendería que si hubiera despertado antes la situación habría sido distinta? Patético, tal vez, de todos, Yamamoto era el que menos quería que le viera en ese estado, apagándose lentamente.

El cansancio lo estaba dominando, quería cerrar sus ojos y dormir, no importaba nada más…

La lluvia pareció intensificarse y Yamamoto al fin pestañeó un par de veces, entreabriendo sus ojos miel pausadamente, mientras se incorpora un tanto confundido.

-¿Gokudera?-Lo último que el albino logra escuchar antes que el sonido se esfumara totalmente.

Era una lastima que solo distinguiera como los labios del moreno se movían como si le hablara. ¿Cómo seria ir a un lugar donde el beisbolista no se encuentre?  Al menos seria un descerebrado menos del cual preocuparse, un idiota menos que lo fastidie con palabras que claramente no podía oír. Si tan solo el tiempo se detuviera dándole una mísera ventaja, si tan solo hiciera más que permitirle ver por unos segundos mas, al maniático que lo cargaba en sus brazos con desesperación, aunque no sea mas que peso muerto.

"¿Por qué no sonríes? Estas vivo, idiota…" Le diría burlonamente al pelinegro, quien lo miraba fijamente a los ojos, la lluvia también camuflaba perfectamente las lágrimas ajenas, las cuales caían directamente al pálido rostro. De seguro, solo veía en sus esmeraldas, el vacío eterno y entendía que ya nada se podía hacer.

Gritos que se pierden en el cielo, los desgarradores llamados no logran ser escuchados, si le dieran la oportunidad, Gokudera le diría al moreno que no pierda sus insignificantes fuerzas, que ya había intentado pedir ayuda sin éxito. Fue lo primero que hizo hasta que terminó desplomándose, agotado y mal herido al lado del chico al cual jamás se declararía, su ultimo ataque había sido demasiado, pero había sido necesario. Había arrojado al moreno lejos dejándolo fuera de combate con el fin de alejarlo del daño y poder al fin, eliminar al bastardo que casi los mata. Lo había hecho sabiendo en que condiciones terminaría, resistiendo un poco más que el maldito al que había aniquilado y que se pudría unos metros más allá. Ya lo había vivido una vez, casi aniquilados por una fuerza mas poderosa y siendo rescatados casi milagrosamente, no quería sentirse inútil y no quería nuevamente ver como la vida de Yamamoto peligraba y todo por su ingenuidad. Se arriesgó porque no podía fiarse de más milagros. Es que nadie le arrebataría lo que él amaba, solo él podía desaparecer, nadie necesitaba una terca y malhumorada tormenta, una tormenta que se alejaba de este mundo en un suspiro adornado por un abrazo en el cual el espadachín ponía todas las ganas de mantenerlo consigo.

Al final, todo era negro, la tormenta se había extinguido dejando solo una tranquila y fría lluvia.

Notas finales:

no me asesinen por esto...gracias por leerme ^w^


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